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Adrian Wild

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Todo lo publicado por Adrian Wild

  1. Por fin salíamos de aquel agobiante laberinto. Había logrado volver con mis compañeras y el profesor casi al final del trayecto, pero los cuatro habíamos salido juntos de entre los setos, retomando el camino estrecho rodeado de profundo caos. Seguí a Hades mientras terminaba de limpiar y curarme los rasguños que había sufrido. Al parecer su opinión sobre mí había cambiado, pues sentía un mayor respeto hacia mi persona por su parte. Quizá mi actuación frente al basilisco le había sorprendido. Esperaba que fuera así. Pero no debía confiarme. En el momento en el que nos conducía hacia una misteriosa luz blanca, todo nuestro entorno cambió. Tras un rápido giro alrededor de nosotros, el panorama sangriento y caótico se intercambió por el claro de un frondoso bosque cubierto por una clara y despejada noche estival. Justo en el centro del claro, una hoguera ni muy pequeña ni excesivamente grande calentaba todo a su alrededor y servía del mismo modo como una potente fuente de luz. Alrededor del claro los extraños árboles y plantas se sumían en una profunda oscuridad. Eran como dos espacios muy diferentes, incluso podría decirse que con dos climas diferentes: el microclima creado por la hoguera, cálido y luminoso, y el clima predominante de aquel lugar al que estaban subordinados el resto de seres vivos de aquel bosque, frío y tenebroso. Sería conveniente quedarse en aquel claro hasta recibir una nueva indicación. A saber lo que se escondía en aquel bosque... Allí al menos sólo había hierba, y lo único peligroso eran los troncos llameantes del centro. Algo pasó. Hades se había movido y había sacado su varita. Al principio, al ver que me miraba, pensé que tenía todavía algo del laberinto pegado en mis pantalones, pero nada. Revisé la daga y la bolsa con el libro, amarrados a mi cinturón, y también mi camiseta. Y entonces, sentí un corte en el pecho. Ni siquiera me salió gritar o maldecir. - Episkey --Enseguida el corte sanó. Era parte de la clase. Había llegado el momento de probar nuestros conocimientos en un duelo. Vi que mi rival también tenía un corte en el pecho. Miré alrededor. ¿Si él no había sido, quién nos había cortado? Cye y Mery parecían enfrascadas en su propio duelo que también comenzaba. Al parecer aquel lugar conllevaba algunos sortilegios que no podríamos impedir. @@Hades Ragnarok Intuyo que se aplican las reglas de cualquier duelo, por lo que sólo puedo curarme en este turno, ya que sólo tengo una única acción inicial. Espero estar en lo cierto
  2. El camino parecía complicarse. Tuvimos que atravesar un tramo completamente desierto donde el calor provenía de la propia tierra, mezclada con, cómo no, sangre. Sin embargo lo peor fue aquella especie de jungla completamente teñida de rojo donde la tensión fue mayor que lo que en verdad ocurrió. Sí, tuvimos que esquivar algunas plantas carnívoras y otras tantas venenosas, pero en comparación con lo que me esperaba, no fue nada. De vez en cuando revisaba que siguiéramos todos en el camino. Era extraño. Pasáramos por donde pasásemos, sólo había un camino que nos iba marcando el recorrido a seguir. No podíamos correr; Hades nos marcaba el ritmo. No podíamos salirnos; fuera de los límites del camino, todo era abismo. - ¿Otra selva? Mi murmullo, que denotaba cierto agotamiento, se perdió entre los enormes setos oscuros. No, no era otra selva. Era un laberinto. Aunque aquello no lo supe hasta unos minutos después, en los que el camino comenzaba a dividirse. Ahora que podíamos ir por diferentes vías, sentía que no quería separarme del grupo. A cada paso que dábamos, un sonido nuevo y aún más espeluznante nos rodeaba. Criaturas de toda clase. Eso era lo que esperaba encontrar. Pero, ¿cuáles? Las criaturas mágicas no eran mi especialidad. Casi había olvidado mis rutinarias visitas al circo de mi hermana Sagitas, donde podía casi convivir con toda clase de criaturas... Incluso acromántulas. Un escalofrío agudo recorrió toda mi columna vertebral al escuchar el sonido de gruesas pinzas. No por favor, acromántulas no. ¡PLAF! Caí de bruces contra el suelo. Parecía como si mis piernas se me hubieran enredado en algo. Miré hacia los lados, esperando ver alguna planta moviéndose entre los setos, pero no había nada. El suelo estaba completamente llano. Y una enorme serpiente venía por el pasillo, directa hacia mí. - Ay... Mi... Madre... Desaparecida. No sabía ni qué decía. Sólo supe que al intentar levantarme, volví a caer. Sólo me quedó rodar para intentar ocultarme entre las ramas. Conseguí despistar al basilisco, pero sentí su escamada piel rozar mi brazo. <<Sobre todo no le mires a los ojos... No le mires a los ojos>>, pensé mientras empuñaba fuertemente mi varita. La gigantesca serpiente se enroscó y giró hacia mí, como si hubiera escuchado mis pensamientos. - Finite Incantarzem... --Mi lengua pareció girar sobre sí misma--. Maldición. El basilisco abrió las fauces dispuesto a atacarme. <<Salvaguarda mágica>>, pensé con tanto ahínco que atravesé el seto sin darme cuenta. Había llegado a otro pasillo del laberinto. Había dejado a Cye sola con los hermanos y el basilisco. Y ahora yo estaba solo. - ¿Qué demonios me ha ocurrido ahí? --dije alarmado y en voz alta como si todavía le hablara a Hades. No entendía por qué me había caído sin más. Tampoco entendía por qué no había podido pronunciar mi primer encantamiento. Era como si me hubieran echado... - Una maldición. --Miré hacia el seto y llené mis pulmones de aire--: ¡¡HADES TE VOY A MATAR!! Solté toda la tensión que había acumulado. No sabía si me podía oír. Ni si quiera sabía a ciencia cierta si había sido él, pero... ¿Quién sino? Era él el encargado de hacernos pasar por todo aquello; por un momento se me había olvidado que contábamos con la protección de los Uzza, que aquello era una clase y que Hades sólo intentaba mostrarnos todo lo referente al Libro de la Sangre. - ***... Aaaaargh, --Apreté los dientes--, ¡pero qué susto! Me había sentido muy impotente.
  3. Por unos momentos sentí como si me estuvvieran contratando de forma provisional para El Profeta. ¿De verdad iba a tener que entrevistar a uno de los altos cargos del bando alemán? Aquello superaba mis conocimientos de alemán. Quería ofrecer una imagen segura y formal, pero el vocabulario del que disponía en el diminuto cajón de "idiomas" de mi cerebro no me ayudaría a parecer todo un profesional. Ese fue el motivo por el que, durante lo que me pareció poquísimo tiempo a pesar de que los relojes seguramente hubieran recorrido un gran tramo de la circunferencia, recopilé toda la información posible de los libros de aquellos estantes. Cada fila correspondía a un país, con libros de interés sobre la cultura propia del mismo, libros de gramática y vocabulario sobre el idioma (o los idiomas) correspondiente y algunos manuales de "uso rápido del lenguaje para viajeros empedernidos". Estos últimos junto con un diccionario de inglés a alemán y viceversa fueron los que acabaron en mis manos cuando Aleera me indicó que el Capitán acababa de entrar en la tienda de campaña y se dirigía a la parte de atrás, justo a la otra esquina de donde nos encontrábamos. Libros en brazos y pies algo temblorosos, pero con un talante de aparente seguridad, seguí los pasos del hombre y acabé en una especie de cubículo aislado con las mismas telas impermeables que conformaban la enorme tienda, desde fuera vista mucho más pequeña. La sala parecía haber sido arreglada específicamente para la entrevista. Nada más entrar chocabas con una mesa de madera en la que se habían dispuesto dos sillas del mismo material, una enfrente de la otra. Sobre la mesa había una vuelapluma y pergaminos. <<Perfecto>>, pensé mientras dejaba los libros al lado de los pergaminos y le daba un toque a la vuelapluma para que despertara y se preparara para la acción. Lo primero que admiré nada más alzar la vista fue la corpulencia de aquel hombre. Era enorme. Si alguien me dijera que se trataba de un semigigante, le habría creído. Tenía unas facciones duras y marcadas, pero sus ojos denotaban cansancio. Al verme, me tendió la mano, que sin dudarlo estreché y se me presentó tal cual me lo había presentado minutos antes (¿o ya había pasado más de una hora?) Aleera. - Adrian Wild, enviado especial de comunicaciones mágicas, encantado. ¿Qué narices era aquello? Mi acento había salido demasiado rígido, como cuando intentas hablar después de haberte atragantado. Quizá la cara que puse al creer que el capitán pensaría que me estaba burlando de él fue lo que le hizo sonreir y relajar su gesto. Me indicó que me sentara retomando un semblante más serio y entonces me fijé en que su voz sonaba hasta dulce y que pronunciaba las palabras con una agradable exactitud. Aquello me alivió. Comprendía mi situación y había optado por facilitarme el trabajo. Miró los libros que traía conmigo e inmediatamente después fijó la mirada en mí, esperando que comenzara. - Mm... Sí... Eh... Bien --murmuré mientras abría por el centro el diccionario. Sentí su apaciguada impaciencia empezar a extender sus raíces sobre la mesa. Se apoyó sobre los codos sin dejar de mirarme y aprecié su mirada clara y su pelo castaño. <<Vaya, adiós el mito de que todos los alemanes son rubios>>, pensé, sin darme cuenta de que lo único que había conseguido hasta ahora era perder el tiempo y hacérselo perder a él. - Intentaré ser breve, no quisiera robarle más minutos de los necesarios, señor Klaus. Esa vez mi voz sonó más relajada y decidida. Tenía que ir directo al grano. El lenguaje no verbal del hombre me indicaba que no podría dedicarme más de una media hora, que tenía muchas cosas que hacer allí fuera y, sobre todo, que era un hombre al que no le gustaba que le hicieran esperar. - Antes de que me exprese su... --<<Maldición>>. Busqué con un toque de varita la palabra en el diccionario--. Su opinión sobre la guerra, me gustaría saber cuáles fueron los motivos de Alemania para apoyar a Francia. Su gesto no varió mucho, aunque se notaba que intentaba ser lo más correcto, claro y conciso posible. Miré lo que la vuelapluma escribía. Al parecer estaba contectada con la mente de aquel que la hubiera tocado por última vez y, al mismo tiempo que mi cerebro procesaba la información en alemán que recibía y la traducía, ella la transcribía. - Entiendo, ¿entonces los motivos al principio fueron por --otra ojeada al diccionario-- puro interés territorial? La afirmativa respuesta quedó clara, lo que me costó entender del todo fue la especificación posterior. Sin embargo, algo pude sacar: al parecer el ministro alemán había acordado con el ministro francés el reparto de las tierras conseguidas, pero cuando Inglaterra entró en el equipo de apoyo y reclamó su parte en la recompensa, una vez ya comenzada la campaña militar, la duda del ministro francés había hecho desconfiar a los alemanes y éstos habían reducido su aportación defensiva. - ¿Y cuál es su posición personal, actualmente, como Capitán de la defensa alemana? Aquella respuesta tardó más en llegar. Él antes comandaba cerca de cuatrocientos hombres y, de la noche a la mañana, la mitad de aquellos hombres habían desaparecido. No se le había informado debidamente del cambio de opinión, y mucho menos se le había dado voz ni voto sobre la decisión, por lo que en ese momento cargaba con la responsabilidad de ofrecer protección al ejército francés con muchos menos magos y brujas a su cargo. - ¿Y el ejército inglés? Bufó. Y aquello me tuvo que servir como respuesta, porque no articulo palabra alguna. - ...al parecer han empezado a surgir fisuras en el bando aliado. Bueno, en realidad no desde ahora, sino desde que entramos los ingleses en la batalla --le terminaba de contar mi relato instantes después a Aleera con una taza de café en la mano--. Ah, toma, había una vuelapluma y ha redactado la entrevista --le notifiqué entonces mientras le daba el pergamino escrito--. Puede que haya que hacer algunas modificaciones. Algunas de las respuestas han quedado escritas más como borrador, pero supongo que le servirá al Profeta. Todavía tenía grabada en mi mente la cara que había puesto el alemán al despedirnos. Al parecer aquella entrevista le había molestado más de lo que esperaba. Las dos últimas preguntas las contestó con algo más de incomodidad después de haber reaccionado a la referida al ejército inglés y cuando nos despedimos había estrechado de nuevo mi mano, pero había sido por pura etiqueta. Inmediatamente después había mirado de nuevo los libros y pergaminos esparcidos sobre la mesa y había vuelto a bufar, saliendo del cubículo con un susurrado pero claro <<Ingleses...>>. - ¿Crees que esto podría suponer un conflicto futuro entre Inglaterra y Alemania? --le pregunté a Aleera una vez hube despejado de mi mente aquella imagen. No estaba extremadamente orgulloso del resultado de la entrevista. Me había manejado al final con la ayuda de los libros y mi tarea para con la asignatura había sido satisfactoria, pero no me gustaban aquellos sinsabores. Sin embargo, supuse que así era la guerra: desmoralizante. Y así estaba siendo para todos, sobre todo los que llevaban mucho tiempo allí.
  4. Mi cabeza parecía comenzar a funcionar con algo de normalidad, pero un fuerte dolor me atenazaba, como su me estuvieran estrujando el cerebro. Recuerdos torpes llegaban a ella, pero estos se vieron pausados por las palabras de la pelivioleta que, con algo de recelo, se había acercado a donde me encontraba. - ¿San Mungo? --acerté a decir, sin comprender todavía muy bien a qué venía aquella propuesta. Entonces miré mi pie algo ensangrentado, el rastro que había dejado tras mis pasos y el terrible gesto de horror de Bolinda--. Ah, no, no pasa nada. Esto se cura ahora... Bolinda, por favor, respira, y cuando puedas limpia eso... Y creo que habrá que ordenar un poco el cuarto --terminé por decir al recordar de dónde había salido. Mi mirada, que hasta ese mometo divagaba, se paró en el rostro de Sagitas. Todavía mostraba algo de desconcierto, por lo que en mi interior una voz me decía que debía aclarar sus dudas, pero al mismo tiempo tampoco conseguía recordar todo lo que... - Em... --Algo si se había venido a la mente--. ¿Por qué no viniste? De entre todas las imágenes que me asaltaban la cabeza, la que de pronto me golpeó con fuerza fue aquella en la que estaba junto a la barandilla de la azotea mirando hacia la puerta de la entrada, con el inmenso deseo de ver una melena violeta atravesar los jardines. OFF @ Y precisamente para eso está el foro, para abandonar por momentos la realidad y poder evadirnos de crueldades como la del otro día. Ya vi por las redes que estabas bien y todo. Gracias por pasarte. Mil besos.
  5. Dos de dos. Errores, quiero decir. En lugar de proteger a Cye, la había dañado aún más. Menos mal que la bruja era bastante diestra con los hechizos y consiguió reducir de tamaño al lobo antes de que la atacara violentamente, de forma que tampoco tardó en curarse las heridas causadas por mi torpeza. - Cye, lo siento... Es lo único que logré decir tras haber recibido de lleno su cortante mirada. Había metido la pata. Dos veces. Empezaba a plantearme si aquel libro estaba hecho para mí. Pero, ¿qué demonios? ¡Era un libro de sangre! Claro que estaba hecho para mí. No era una persona violenta por costumbre, pero mi propia naturaleza me conducía al conocimiento de aquella sustancia vital tan poderosa. Tenía muchos conocimientos sobre las Artes Oscuras, y conocía muchos maleficios, embrujos y sortilejios que debían conseguirse mediante sangre. Podía resultar extraño, que alguien con tendencia al odio de aquellos que se hacían llamar mortífagos, supiera tanto de aquellas artes que ellos dominaban. Pero el conocimiento es poder. Y por eso debía conocer hasta la última palabra de aquel libro. Terminé de curarme de algunas heridas que mi mala actuación me habían acarreado también, y pisando con firmeza el suelo que todavía se desmoronaba a nuestro alrededor, puse especial atención en el comportamiento del profesor con Mery. Por sus palabras quedó más que claro que eran hermanos. Sin embargo, aquello me traía sin cuidado. Lo que realmente me molestaba era ese constante deseo de protección mutua que tenían, lo que nos dejaba a Cye y a mí al servicio de sus peticiones egoístas. No lo podíamos permitir. Aquella marca tendría una duración limitada, y en cuanto se pasara el efecto... - ¡Impedimenta! El tiempo de descanso se había acabado. Una primera tanda de flechas había volado hacia nosotros, casi de imprevisto. O al menos así me había pillado a mí, que tenía la atención fijada sobre la pareja de hermanos. Aquello, sin embargo, me trajo de vuelta al lugar en el que estábamos y, varita en ristre, esperé cualquier otro movimiento para actuar con soltura, y con mis dudas algo más claras. De la negrura fueron apareciendo seres que no supe identificar. Venían en un grupo que casi nos rodeaba. No era demasiado numeroso, pero tuve que ponerme de espaldas a mis compañeros para que cada uno pudiera controlar una parte de ellos. Sin embargo, su feroz y demoníaco aspecto indicaba la fuerza e intensidad con la que iban a llevar a cabo sus acciones. Iban montados sobre lo que parecían puercos enormes, con colmillos negros y ojos rojos. Parecía un escenario hecho a medida para aquel libro: un espacio sangriento, para el libro de la sangre. - Orbis bestiarum --murmuré apuntando con Dror a uno de aquellos puercos y dándole inmediatamente la orden de que tirara a su jinete. El animal, cumpliendo la orden, tiró al enorme demonio de su lomo y vino a mi lado, dispuesto a defenderme si así lo necesitaba. Pronto noté como otro de los jinetes corría hacia mí, pero yo ya estaba preparado. - Sectusempra. El ataque no fue dirigido al demonio, que venía directo a atacarme con una especie de katana o similar, sino a su montura, que rápidamente sintió el dolor provocando que el ser que lo guiaba cayera a pocos metros de mí. Aproveché el momento de desconcierto para saltar sobre él y tocarle en el brazo, dejándole impresa la marca de sangre. - Protégeme --dije levantándome y retomando mi posición inicial. Inmediatamente el demonio se puso en pie y cubrió mis espaldas, mientras el enorme puerco, que todavía tenía aquel aro dorado alrededor del cuello, se enzarzaba contra otro de los suyos que había intentado lanzarse hacia mí. Por unos instantes me quedé con postura resuelta sobre mis pies, contemplando lo que ocurría a mi alrededor, con gran satisfacción. Estaba protegido. Al fin había conseguido hacer algo bien.
  6. Perfectísimo, ya creo que me ha quedado todo claro. En principio, a ver cuando avancemos, y sí, avancemos por favor, ¡que tengo ganas! Sólo una cosa, me has dicho que "está establecido" que no se puede usar la Marca de Sangre para sacar información de una persona, pero revisando por quincuagésima vez las descripciones del libro, eso específicamente no lo pone. Pone esto: Esas son las cosas a las que me refiero cuando digo que creo que habría que darle una vuelta a las descripciones de este libro y renovarlas para que queden más claras, porque causa un poco de confusión, incluso habiendo leído todo mil veces. Esa duda por ejemplo, si no hubiera hecho eso en el rol y me lo hubieras aclarado ahora, seguiría pensando que se podía hacer y lo mismo lo usaría en un futuro cuando ya pudiese utilizar el libro... Sobre todo lo demás, mil gracias.
  7. @@Hades Ragnarok No sé si es porque de verdad este libro está maldito, pero a mí también me cuesta comprenderlo. Como propuesta, que la escribo aquí ya que tú eres el "encargado" (por decirlo así) de este libro y podrías proponerlo a quién deba modificarlo, creo que no estaría mal que se intentara clarificar su funcionamiento en las descripciones del la ficha del libro. Propuesta aparte, vengo a exponer mis dudas, que creo que no son pocas. 1) Daga del Sacrificio: Entiendo entonces por esta respuesta que el procedimiento entonces sería: 1º Invoco o cojo la daga si la llevo encima. 2º Me corto en cualquier parte de MI PROPIO cuerpo. 3º Pronuncio las palabras correspondientes en función de si quiero agredir (Immolo oppugnare) o proteger (Immolo protegendum). 4º ¿Debo dañarme más veces con la daga para causarle daño al otro en caso de elegir la agresión o ya estaría dañado con el corte inicial? Entiéndase el último paso como mi primera duda. Y ahora, respecto a eso, la segunda: ¿Y en el caso de proteger? Yo me corto, protejo a Cye de un lobo, recibo el ataque del lobo y entonces ella no se tiene que curar de nada y ¿yo me tendría que curar la mordida del lobo y también la herida de la daga? ¿Dos episkeys? 2) Marca de Sangre: En mi primer rol, te hice la marca de sangre. ¿Por qué no funcionó? Es decir, ¿no funcionó por una cuestión rolística (que tu me cortaste y eso evitó que yo te marcara de verdad) o hice algo mal en el procedimiento? Y respecto a esto: ¿Ese qué poder es de la daga? O sea, para que alguien te obedezca le haces la marca de sangre, de acuerdo. Pero si le dañas con la daga directamente (que por eso le hice el corte a Cye pensando que para vincularte con una persona le tienes que hacer el corte a esa persona y no a ti mismo)... ¿Te vincula también pudiendo ordenarle? 3) Otro más: Vale y... (prometo que ya estoy acabando, por ahora), en el último post de Cye, ella ha escrito esto: Sé que es un hechizo de otro libro pero me asaltó la duda al leer eso. Lo de que la curación sólo se puede usar una vez es en duelos o asaltos, pero aquí, al ser algo rolístico, se podría usar más de una vez a no ser que los ataques fueran entre nosotros, ¿cierto? Es decir, yo podría seguir usándolo de forma rolística aunque ya lo haya usado una vez y tendría la curación del duelo todavía sin usar, ¿no? Ya. Terminé. Siento tantísimo, pero como dije al principio, me causa muchas dudas este libro y no me quiero ir de aquí sin solventarlas (básicamente porque si no ni lo apruebo ni lo sabré utilizar jajaja). Es complejo por todas esas cosas de coherencia. Gracias por la paciencia Hades. Esperaré tu rol aclaratorio de la situación
  8. - Auch. No me lo esperaba. En verdad me lo había merecido por haberme aventurado y, peor aún, haber puesto a prueba al mismo profesor, quién además seguramente contaba, como todos los que estábamos allí, con la protección de los Guerreros Uzza. Al parecer algo había fallado en mi ataque. Pero, ¿qué? Pensaba que lo había hecho todo. Había tocado al hombre y le había dejado la marca de sangre, y antes de ordenarle presentarse había pronunciado la palabra que había aprendido del libro. - Siempre me han enseñado que jugar con la comida puede ser mucho más divertido y nutritivo --contesté algo contrariado y con cierto tono defensivo. Era verdad que no solía atacar a presas humanas cuando debía satisfaccer mi sed, pero su respuesta tajante y su forma de dirigirse a mí no me gustó nada e hizo aflorar un poco de mal humor. Por suerte había aparecido Cye justo en ese momento, lo que me calmó hasta que vi que ella también me había marcado. - ¿Ahora estoy al servicio de ambos? --murmuré algo decepcionado. No había empezado nada bien aquella clase. Lo único bueno de aquello era que sólo podía ir en una dirección: hacia la mejora. - ¿Por qué no ha funcionado mi marca de sangre? --pregunté justo cuando Hades recogía a Mery del suelo. Ni siquiera me había preocupado por que mi directora departamental se hubiera caido del árbol que teníamos al lado. En verdad tampoco había querido preocuparme. Lo que quería saber era qué había fallado. No soportaba haber cometido un error y que no me indicaran cómo no volver a cometerlo. ¿Acaso no era aquella la función del profesor? Estaba muy molesto con aquel muchacho, una molestia casi irracional, pues no dejaba de ser yo quién le había atacado primero y sin previo aviso. - ¿Qué...? De pronto nos encontramos en un lugar muy diferente al cementerio. Ya no llovía, y mis pies notaron cómo la tierra se calentaba, sin quemar. No llovía, pero el mundo parecía desmoronarse e ir a parar al vacío fuera del camino de tierra en el que nos encontrábamos. - Preguntas, todas las del mun... No pude terminar mi frase. Una jauría de perros sangrientos, o mejor dicho, lobos descarnados y sangrientos se abalanzaba hacia nosotros. - ¡Cuidado! --grité viendo cómo uno de esos perros se lanzaba hacia Cye. No sabía si iba a volver a fallar, pero debía intentarlo. Le hice a mi cuñada, que estaba de espaldas a mí, un pequeño corte con la daga que agarré con la mano izquierda, deseando que ambos ya estuviéramos conectados, y dije: - Immolo ad protegendum. Inmediatamente después el lobo la atacó mordiéndole la pierna, pero el fuerte dolor que sentí en la mía me indicó que había realizado bien el conjuro. Dolía a rabiar, pero al menos Cye tendría tiempo de deshacerse del lobo. Rápidamente y con la varita todavía en mano pensé <<Curación>> sintiendo cómo la herida de mi pierna se cerraba y sanaba por completo. Menos mal que me había acordado de llevar todos los amuletos y anillos anteriores. Retomé la posición de guardia y esperé el próximo ataque.
  9. ¿Trescientas quince lenguas con dialectos incluídos? Pero, ¡eso debían ser todas las lenguas habidas y por haber en el mundo, tanto en el muggle como en el mágico! Aquel era otro de los motivos por el que me había apuntado a aquel conocimiento: todavía no conocía ninguna lengua mágica como la de los trolls, o los gigantes, o los elfos y sentía una gran curiosidad por ellas. Me agradaba mucho estar compartiendo aquella conversación con aquella emblemática mujer. - Sí, de hecho prefiero que me llames Adrian. Es más cercano. Agradecí de sobremanera aquel trato delicado y respetuoso. Me sentí muy conectado a ella. Desde luego, la experiencia de aquella clase iba a ser muy gratificante y esperaba que igual de útil. - Dominar, dominar... Chapurreo muchos europeos por mis constantes viajes, pero me crié durante un tiempo en el norte de España y acudo mucho ahí, así que el español y los dialectos del norte serían unos; otro sobre el que tenga más dominio, obviamente, el inglés, aunque también sé algo de irlandés. Francés, alemán, incluso polaco. --Me paré a pensar unos instantes--. Urgencia, ninguna. Lo dicho, me gustaría poder llegar al dominio de los principales para desenvolverme con soltura y tener conocimientos de otros muchos, pero quizá los que más me interesen ahora mismo sean las lenguas de oriente próximo y el árabe. Seguramente planifique un viaje por ahí y me temo que tendremos que lidiar con los gobiernos de esos países pronto desde las oficinas de Cooperación. Esperé por si la mujer tenía que hacer algunas anotaciones, aunque fueran mentales. Pero antes de permitirle hablar, añadí: - Ah, bueno, y por supuesto me encantaría iniciar mis conocimientos en lenguas de seres mágicos, como la de los gigantes o la élfica. Esas me interesan de sobremanera.
  10. Ya había metido la pata. Al parecer mi profesora era otra de las mujeres que allí se encontraban. Su presentación sonó cordial y bastante formal. Intuí que debía tener experiencia en tratar con gente diversa y con costumbres muy diferentes, por lo que aquel recato era una forma de actuación sistemática mediante la que tanteaba el terreno antes de saber cuáles de sus habilidades sociales explotar. Sonreí con una verguenza algo finjida, a modo de disculpa por la confusión. En verdad no me avergonzaba, pero sabía que dentro del código social aquello me daría una posición de ventaja frente a los ojos de la otra persona. Asentí ante su primera indicación sobre el tema que nos concernía allí y la seguí hasta el rincón de la carpa que enseguida acondicionó para mantener una primera charla. Agradecí mucho aquel gesto, pues me gustaba gozar de un ambiente de aprendizaje y trabajo cooperativo en el que todas las personas se implicaran y escucharan a las demás. Me resultó fácil acomodarme en el otro almohadón y contestar a su pregunta: - Bueno, llevo un par de meses como empleado del departamento de Cooperación Mágica Internacional, y por supuesto es una especie de formación complementaria que he querido regalarme --expuse en un primer momento--, pero el principal motivo es mi infatigable ansia de viajar y la necesidad de conocer aún más lenguas para poder manejarme con soltura por todo el mundo. He escuchado casos de magos y brujas que controlan hasta ciento y pico lenguas diferentes, contando con dialectos y variaciones regionales --tomé aire con la misma ambición con la que contemplaba aquella posibilidad--. Creo que me encantaría ser uno de esos magos. Solté un suspiro satisfecho y me estiré, disponiendo mi cuerpo a todo lo que Aleera y la clase quisieran otorgarme.
  11. - Espero que sea una broma y que lo único que ocurra es que nuestro querido Albus esté en verdad chiflado. Nunca había creído a las malas lenguas que lo tachaban de serlo, pero deseaba con todas mis fuerzas que en aquel momento fuera verdad y aquellas palabras no conllevaran una actuación ancestral por su parte y la familia siguiera adelante. Llevaba tiempo pensando en formar mi propia familia, buscar un lugar donde poder establecer mi hogar para la posteridad, ya que siempre andaba de nómada y a veces paraba en aquel castillo y otras en el de mi otra familia, la Potter Black. Pero no quería que los Dumbledore dejaran de tener un sitio donde reunirse, donde comentar el pasado y seguir construyendo un futuro. - Yo soy Adrian Wild, hijo de la desaparecida Ariel Dûbois. --Vi la cara de confusión de la muchacha, así que decidí ser más explícito--: Primo de Sally. ¿Tú eres...? Dejé vía libre para que la joven se presentara. Quizá había coincidido con ella alguna vez, pero mi memoria ya sólo alcanzaba a no dejar escapar a aquellos que habían marcado de alguna forma especial mi vida. Era muchos los familiares no vampíricos los que pasaban por la familia sin dejar en mí huella, perdiéndose en los albores del tiempo. En verdad, desconocía el paradero del resto de mi familia, la conocida. ¿Dónde estaba Sally? Cada vez sentía con más pena que los rostros de mi cabeza se difuminaban más y más. ¿Y si en verdad era hora de que aquella familia tomara rumbos diferentes? - Tenemos que encontrar a Albus. Debe darnos una explicación... Sin embargo, más que una explicación, lo que yo ahora mismo necesitaba, era su consejo.
  12. Caminaba entre las tumbas, parándome frente a las lápidas cuyos nombres me revelaban algo significante o, simplemte, avivaban mi curiosidad. La lluvia comenzaba a empaparme, pero no me importaba. Nunca me había importado, me gustaba sentir el agua lamer todas las partes de mi cuerpo y esa sensación de purificación natural. Había algunos apellidos que jamás había escuchado, ni en el mundo mágico ni en el muggle. Pero otros eran demasiado conocidos. Los cipreses escondían en sus ramas a los cuervos que no se aventuraban a cazar con aquella tormenta. Los valientes que salían de ellas, pronto regresaban y, muchas de las veces, sin frutos de la cacería fallida. Sin embargo, los murciélagos eran seres más arriesgados; les daba igual la tormenta. Volaban a sus anchas, por libre, sin chocarse unos con otros. Era impresionante la capacidad de su ecolocalización con la que podían moverse a esa velocidad sin estamparse contra nada a pesar de su ceguera. De pronto una débil cancioncilla susurrada llegó a mis oídos. Llevaba conmigo todos los anillos y amuletos de los dos libros de hechizos anteriores, el del Aprendiz de Brujo y el de la Fortaleza, en un colgante de plata que llevaba por dentro de mi camiseta negra de manga larga. Amarrada en el cinturón que sujetaba mis pantalones igualmente negros estaba la Daga del Sacrificio que aparecía nada más abrir el libro de la Sangre. Éste lo llevaba en una bolsa atada junto a la daga. Iba descalzo. Adoraba poder caminar en pleno contacto con la tierra y además, me permitía una mayor agilidad en los movimientos. Pero la sensación de la tierra mojada bajo mis pies, era una de las que más me agradaban y el motivo por el que había hecho desaparecer mis zapatillas. Agudicé el oído y afiné la vista. Observé a mi alrededor, abandonando mi inspección de lápidas, y vi una sombra pasearse entre las que se encontraban a unos metros a mi derecha (@@Hades Ragnarok). ¿Sería el profesor? Me agaché entre las tumbas y empecé a elaborar un plan de actuación. No sabía si se trataba de una prueba, o si simplemente me estaba sugestionando yo solo, pero iba a comprobarlo. Había aprendido en las clases anteriores a estar prevenido ante cualquier imprevisto. Con paso silencioso, me acerqué a la figura que se desplazaba entre las sombras. Controlé mi respiración, tragué saliva y esperé a que se confiara. Me sentía como si fuera a cazar después de mucho tiempo. Pero aquella vez, no mordería a nadie ni a nada. Simplemente salté y pronuncié un claro "Obedire" mientras la palma de mi mano tocó su cabeza y una oscura marca de forma irregular la cubrió. Me planté frente a la figura todavía oscura y le ordené con tono claro y sereno: - Dime ahora mismo qué o quién eres y por qué estás aquí.
  13. El carruaje cruzaba el helado terreno a toda velocidad. Por fortuna no había apremiantes ventiscas en el exterior y comprobé que el inmenso manto blanco se exponía ante una clara luz que, lejos de derretirlo, le aportaba aún más brillo. Los thestrals parecían haber recibido indicaciones de coordenadas muy exactas, o al menos eso esperaba, porque si hubiera dependido de mí encontrar el campamento inglés que me había indicado mi profesora de conocimiento, no llegaría hasta bien empezada la clase, si es que llegaba. Agradecía mucho aquel entorno. No era uno de mis climas preferidos, pero últimamente necesitaba algo de frío y de parajes abandonados. Demasiadas responsabilidades y demasiadas personas alrededor de las que estar pendientes y a las que soportar. Mi espíritu aventurero necesitaba un viaje como aquel, aunque fuera para superar lecciones. Sin embargo, en aquel caso, eran lecciones que yo mismo había elegido por interés propio. Seguramente allí podría practicar muchos idiomas e incluso retomar alguno perdido. No sabría decir cuánto tiempo pasó hasta que el carruaje paró en seco y me permitió vislumbrar a unos metros un gran amasijo de tiendas de campaña preparadas contra el frío y una actividad de campaña militar bastante diferente a la que se vería en un campamento muggle. Bajé del armatoste y sentí el golpe de frío en mi cara. El resto de mi cuerpo iba bien cubierto. Una gran capa gruesa cubierta con pelo de tonos parduzcos que abrochaba en el cuello me protegería de las ventiscas y conservaría el calor corporal que ya se mantenía gracias a las prendas hechizadas elásticas y de cuero que llevaba debajo. En un colgante que tenía por debajo de la camiseta recubierta con el chaleco de cuero iban todos los anillos y amuletos de los libros de hechizos que había logrado hasta el momento. Pocas veces salía a la aventura sin ellos. Y mis pies estaban bien recubiertos por unas botas que me llegaban hasta los gemelos y que, igual que la ropa, estaban hechizados para mantener mi temperatura corporal estable. Pero allí no había nadie. Caminé con algo de dificultad por el terreno en dirección al campamento y me acerqué a uno de los hombres que estaba reparando su tienda de campaña y aplicándole protecciones antimuggles y antivestiscas, para que no se volara. - ¿Inglés, verdad? --le pregunté, observando su reacción afirmativa--. ¿Ha visto a alguna mujer o a varias personas que acaben de llegar y...? Antes de dejarme acabar me indicó hacia una de las tiendas que se hallaban hacia el centro del campamento y que sobresalía entre las demás. - Gracias. No tardé en llegar al lugar indicado y una vez allí, entré en la tienda, la cual, como era de esperar, contaba con un hechizo amplificador de espacio. Sin embargo, encontré con bastante facilidad un grupo conformado por tres mujeres que tenían toda la pinta de estar esperándome. Y además, a una de ellas ya la conocía, era Jessie Black Lestrange, direcotora del Cuartel de Inquisidores. - Buenos días --dije a modo de saludo incluyéndome en el corro que formaban la s mujeres--. Adrian Wild, para Idiomas --entonces m iré a la que supuse que era mi profesora (@@Mia Black Lestrange)-- ¿Tú debes ser Aleera, verdad?
  14. Me quedé con la mirada fija sobre los ojos que había detrás de aquellas gafas de media luna. ¿Disolver la familia? ¿El propio Albus Dumbledore estaba diciendo aquello? Atisbé el leve movimiento de su comisura, en un intento de suavizar la sentencia que acababa de soltar. Acompañé a mis ojos con la cabeza para mirar entonces a Aparicio. Al parecer él ya lo sabía y había tenido una comunicación previa con Albus. De pronto una voz a nuestras espaldas me sobresaltó. De nuevo un golpe de memoria revolvió las imágenes de mi cabeza. Aquella figura pertenecía a mi infancia. Lo sabía. Esa cicatriz en la ceja... - Tío --dije notando como la palabra inundó el espacio y se perdía, como una ola que llega a la costa y arrastra la arena hacia el interior del mar. Solté la copa en la mesa sin dejar de mirar al nuevo espectro que se presentaba ante nosotros, a esa figura que se hallaba próxima al olvido y a la que, sin embargo, la memoria había evitado soltar. Me levanté para abrazarle, pero a mitad de mi camino otra muchacha apareció por la puerta de la cocina. Parecía más joven que yo, y sus rasgos aterciopelados y su tez clara casi me dio todas las pistas para intuir que pertenecía, como yo, a ese grupo cada vez más numeroso de inmortales. Aunque ser vampiro y mago no era tan fácil, pues la inmortalidad era aún más relativa. Sus palabras me pillaron justo al lado de la mesita del reloj, y me hicieron retornar la mirada hacia el cuadro de Albus, pues era quien había formulado aquella frase decisiva. - ¿Dónde está? Albus había desaparecido. Había soltado una de sus intrigas y se había marchado, dejándonos a los cuatro sin ninguna pista de a qué se había referido con disolver la familia, de cuáles eran sus intenciones. Entonces recordé las palabras de Aparicio. Él debía saberlo. Lo miré, con temor a lo que pudiera decir, a lo que pudiera saber y a lo que su opinión hubiera contribuido a la decisión del ancestral patriarca. La Dumbledore no se podía romper así como así. Y Albus debería darnos más de una explicación antes de llevar a cabo tal empresa.
  15. - ¿Qué...? Escupí un par de papelitos que tenía pegados en la lengua, reseca. No supe hasta después de un buen rato cómo estaba mi cuerpo colocado exactamente. Era una postura extraña, y a juzgar por el dolor de cuello que tenía, llevaba mucho tiempo así. No veía absolutamente nada. Un pequeño resplandor salía por debajo del filo de lo que supuse que sería una puerta. Intenté incoroporarme. Me dolía todo. Hasta las pestañas. No sabría muy bien decir dónde apoyé el pie, pero me resbalé y volví a caer. Entonces descubrí que me hallaba sobre montones de hojas de papel, pergaminos y rollos de papel más grueso. Ya sabía dónde estaba. Pero, ¿cómo demonios había llegado hasta allí? Me incorporé de nuevo, con cuidado de no volver a pisar otro montón de papeles que me hicieran resbalar y tanteé mi cuerpo. Una pajarita, nada, unos... as... ¿Una falda? Y estaba descalzo, porque sentí que algo me quemaba en la planta. Me había cortado al pisar las hojas de papel. Volví a escupir papelitos y sentí que algo caía de mi cabeza. ¿Eso era confeti? Alcancé el picaporte de la puerta. Giré el pestillo que había y la abrí. El golpe de luz diurna me cegó por unos momentos. Arrugué el gesto y esperé a que el impacto fuera pasando. Lo primero que vi fue a Saburns con cara de circuntancias y a Bolinda con esa característica expresión de acabar de ahogar un grito. - ¿Qué ha pas...? Mis ojos enfocaron un poco más allá del mostrador de recepción. Justo en frente de mi, de pie y con una expresión que no podría definir, había una mujer con el pelo violeta que me miraba fijamente. - ¿Sagitas? --arrugué de nuevo el gesto y apreté mis ojos con las manos, notando más confeti cayendo de mi pelo, completamente enmarañado. Todavía estaba atolondrado y no sabía ni si estaba soñando. Volví a abrir los ojos y la realidad me dio un golpe aún mayor que el de la luz. Grité--: ¡MANA! No sabía si taparme o no. Simplemente me quedé como un pasmarote, esperando algo que activara mi sistema nervioso. @ (mil gracias por pasarte, te adoro)
  16. Adrian Wild

    Inscripciones

    Nick: Adrian Wild ID: 83911 Libro de Hechizos: Libro de la Sangre Justificante de compra del Libro (Link a la bóveda trastero): Link Rango Social: Dragones de Bronce Nivel de Magia: VII Fecha aproximada de aprobación EXTASIS o de salida de la Academia (versión anterior): Marzo 2010 Link a la Bóveda: Bóveda No. 78776 Link a la Ficha: Ficha No. 78654 Ya para Agosto, que espero no tener que hacer mil intentos como el de la Fortaleza. ¡Saludos!
  17. - ¿Importarme? --La expresión de mi rostro se tornó relajada y, en alusión a las dos copas de burbujeante vino blanco que hice aparecer con mi varita sobre la mesa de café que había frente al sofá, chisporroteante--. Ya estaba penando de tener que levantar de nuevo el ánimo de este castillo yo solo. Tomé asiento al lado de aquel viejo conocido. Sí, conocido, porque a pesar de ser familia, el tiempo y los recuerdos livianos habían aflojado los lazos hasta el punto de parecer que estuviese ante un completo desconocido y, al mismo tiempo, ante la posibilidad de retomar mi vida, o por lo menos aquella parte que se había quedado atrás. Y era exactamente aquello lo que hacía aflorar en mi rostro la sensación inusitada y caduca que tenía cuando me tumbaba en los jardines de los alrededores del castillo con mi madre. Le hice una seña al hombre para indicarle que tomara una de las copas de vino. No sabía tampoco muy bien por qué había hecho aparecer una bebida tan elegante para aquel momento, no era muy dado a beber vino, de hecho, aunque reconocía que me fascinaba que muchos encontraran todo un mundo de sensaciones en aquellos fermentos. Quizá fuera por la novedad, por la idea subconsciente de celebración al encontrarme con mi pasado allí mismo, tan latente. - Perdona por llamarte Os... Bueno, eso. Nunca he sabido que te molestara --me disculpé mientras intentaba entrar a través de su mirada en algún recuerdo que se me hubiera escapado de la memoria--. ¿Hace mucho que estás aquí? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que nos vimos la última vez? ¿Y cuándo fue aquella última vez? Todo resultaba ser una nebulosa de imágenes que se superponían las unas a las otras. Entonces me di cuenta de lo frágil que es la memoria frente al constante discurrir de la vida. Nos sumergimos en una vorágine inconmensurable y, cuando queremos pararla, ya nos ha tragado hasta tal punto que ni siquiera recordamos desde qué punto habíamos partido. Tomé la otra copa entre mis dedos y con un gesto despreocupado y directo, bebí de ella. Después, mis ojos se fijaron por encima del hombro de Aparicio y se perdieron en el reloj de mesa que había sobre la mesilla en la que varios artilujios metálicos reposaban. No miraba la hora. Tampoco veía el reloj en sí. Sólo necesitaba un punto de apoyo en el que mantener los ojos hasta que mi cabeza dejara de dar vueltas sobre ese manto de nubes que la llenaba.
  18. No podía ser. Parpadeé, abrí y cerré mis ojos a conciencia un par de veces y después los restregué con mis manos. Estaba de pie bajo el marco de la puerta que daba acceso al salón, anonadado. Iba a encender la chimenea para que al menos los vecinos viesen que seguía habiendo vida en aquel lugar, que la familia Dumbledore no había desaparecido, pero el fuego ya estaba chisporroteando, y una figura de rasgos masculinos reposaba sobre el sofá y le hablaba al adormilado retrato de Albus. Sin embargo, aquella escena casi parecía haberse escapado de algún baúl oculto en el castillo lleno de recuerdos del pasado. No podía ser verdad que aquel hombre estuviera allí sentado tan tranquilamente, como si el tiempo no hubiera pasado. Quizá fuera un fantasma, o la falsa ilusión de un pasado que sabía perdido. Cuando recobré el sentido sobre mi propio cuerpo logré avanzar un par de pasos, con el mayor sigilo que podía tener. No quería que aquel hombre, aquella sombra desapareciera, se desvaneciera como el humo si escuchaba algún sonido extraño. Me acerqué con cautela y me senté en una de las sillas próximas a la lámpara de pie que iluminaba aquel recuadro de la estancia. Debía intentarlo, total, si se esfumaba, podría echarle la culpa a mi añoranza. - ¿Oscurus? Las palabras sonaros huecas, sin fuerza y casi no resonaron por el espacio. Sentí cómo se caían nada más llegar al respaldo del sofá. Pero para mi sorpresa, la figura no desapareció. El sonido de mi voz pareció no importunarle. No mostró una reacción inmediata, así que esperé dejando que el silencio terminara por vencer el hilo de mi voz que moría lentamente, como si cayese en un pozo sin fondo. No podía ser. No podía ser él de verdad. @Oscurus
  19. - ¿Sabes cómo te voy a llamar? Resiliencia. Acababa de recoger al Cruce de Kneazle del que me había enamorado de la trastienda del Magic Mall. Por fin le podía llevar a casa tras esperar todo el chequeo y las atenciones sanitarias gratuitas que ofrecía el comercio mágico del Callejón Diagón. Era la primera mascota que tenía, sin contar a Nix. Iba por delante de mí. Se había negado por completo a que le llevara en brazos, algo que tampoco me ofendió. Era consciente de la inteligencia de la que gozaba su especie y, por consiguiente, era de esperar que denotara una gran independencia. No lo había hecho por desprecio o disconformidad con ser de mi propiedad, de hecho en la tienda, en cuanto le hube cogido, lo primero que hizo fue mirarme fijamente a los ojos, algo que sentí como si se estuviera adueñando de mi interior para poder reconocerme siempre con sólo adentrarse a través de mi mirada y saber que era yo el que le había sacado de aquella cárcel. Pero su temple, tan sereno y aparentemente racional, en lugar de darme respeto o temor, me causaba gracia. Era como un pequeño ser con la madurez suficiente para derrotar a cualquier hombre impetuoso e irracional, una especie de "cerebrito" que exteriorizaba toda la seguridad que sentía sobre sí mismo. - ¿Sabes qué es la resiliencia? --El animal con completa forma de gato se paró en seco y me miró de nuevo, igual que lo había hecho en el Magic Mall--. Claro que lo sabes. Eres pura resiliencia. Seguí mi camino hasta llegar a las puertas del castillo. Resiliencia se paró frente a ellas y esperó pacientemente a que yo le abriese paso al interior. - Creo que no, pequeño amigo --le dije mientras le levantaba del suelo con uno de mis brazos y con el otro me agarraba a uno de los árboles cercanos a la fachada. Empecé a trepar hasta alcanzar una rama cercana a uno de los balcones del tercer piso. Tras aquel ventanal que se abría hacia dentro, estaba mi antigua habitación, la habitación de mi infancia. Los últimos años me había establecido con mayor frecuencia en la Mansión de los Potter Black, mi familia adoptiva, y aquella habitación casi no la había modificado desde que mi madre desapareció. - Si consigo dar con el hechizo, podré fabricarte una cama sólo para ti --le comenté a Resiliencia que observaba la habitación sin mostrar emoción alguna--. Pero de momento, podrás dormir conmigo en la cama. Escuché pasos en el piso inferior. Había más gente en el castillo. No era que me extrañara, de hecho ni siquiera sabía si la familia había crecido, pero fue como si mis instintos desearan que aquellos ruidos fueran los que hubo una vez en aquel castillo y pertenecieran a las mismas personas que estaban en aquel momento; pero no sería así, nunca más. - Bueno, supongo que no puedo impedir que la vida avance aquí también. Yo mismo ando metido en una vorágine de cambios constantes. Aquellas palabras, lanzadas en parte a Resiliencia, en parte al aire, parecieron invocar a Nix, que se posó sobre la barandilla de forja negra que rodeaba el balcón. Con una floritura simple de mi varita llené el comedero y el bebedero de la jaula de mi lechuza, que estaba sobre la cómoda. Sin embargo, Nix permaneció en su puesto, vigilante. Miraba con atención a Resiliencia. - Es una nueva compañera, espero que sepas tratarla bien. No supe muy bien que significó su reacción posterior. Soltó una especie de graznido extraño y elevó el vuelo por la habitación, hasta volverse a posar en el mismo sitio en el que se encontraba, pero aquella vez, de espaldas a nosotros. - Voy a bajar al comedor, a ver si queda algo de cena. Por favor, haced buenas migas. Y dicho aquello, emprendí el camino por el pasillo y las escaleras hacia el gran comedor del castillo, deseando que todavía no hubieran retirado los platos, si es que había habido cena. Si no, tendría que hacer una extensa incursión a la cocina, y seguro que a más de un elfo aquello no le agradaría.
  20. ¡Buenas! Dejo inscripción para agosto :3 Nick: Adrian Wild ID: 83911 Conocimiento: Idiomas Nivel de Magia: VII Link a la Bóveda: Nº 78776 Link a la Ficha: Nº 78654
  21. Planilla de compra: ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Nivel Mágico: VII Fecha: 2017-07-06 Nombre del producto: Libro de la Sangre Consumible o Libro de Hechizo: Libro de Hechizo Nivel (del libro): VII Precio: 7000 G Precio total: 7000G
  22. La gente seguía agolpándose en el resto de plantas, y el bullicio crecía considerablemente a cada minuto que pasaba. Era increíble lo rápido que se extendía la noticia, y las ansias que había por que renovaran las existencias en el centro comercial mágico. Aquello empezaba a ser peor que un día de rebajas en el mundo muggle. - Señora, por favor, tenga paciencia --le decía uno de los empleados a una bruja que le apremiaba para cobrarla rápido. Cada vez me sorprendía más la gente y su falta de respeto. Eché una ojeada sobre los productos que habían aparecido en los expositores de la entrada y me giré de nuevo hacia el dependiente que me había atendido hacía escasos minutos. - ¿Me podría dar otro formulario? Creo que me llevaré otro par de cosas antes de irme de este... --observé cómo un hombre le lanzaba un encantamiento paralizador a otro-- ...manicomio. A este paso vendrían en cero coma los agentes de seguridad del comercio. ------------------------------------ Planilla de Compra​s Normales para Personajes: ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2017-06-11 Objeto: Baúl de Siete Cerrojos Puntos: 40 P Precio: 2000 G Objeto: Navaja Mágica Multiusos Puntos: 80 P Precio: 4000 G Total de puntos: 120 P Total de Galeones: 6000 G
  23. - Pero, ¿qué? La segunda planta se empezó a llenar en menos tiempo de lo que tardas en parpadear. Por los altavoces del comercio acababan de anunciar un reabastecimiento de productos, y la gente que salía del Magic Mall regresaba a las plantas ansiosos por comprar. Me quedé anonadado, pero reaccioné pronto a los impulsos que mi cerebro enviaba al resto del cuerpo, y rápidamente eché un nuevo vistazo al catálogo que se acababa de actualizar. - ¡Pues me llevo esto también! Detrás de mí ya había dos magos peleándose por una poción que parecía estar agotándose. ------------------------------------------- Planilla de Compra​s Normales para Personajes: ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2017-06-11 Poción: Poción Multijugos Puntos: 160 P Precio: 8000 G Poción: Poción Incorpórea Puntos: 80 P Precio: 4000 G Total de puntos: 240 P Total de Galeones: 12000 G
  24. No hacía mucho que había estado allí y ya tenía pensado llevarme unas cuantas pociones más. A pesar de mi reciente adquisición de un caldero, todavía estaba buscando los ingredientes por todos los establecimientos del callejón, pero había algunos que tendría que salir a la aventura para conseguirlos. Mientra tanto, necesitaba algunas pociones de urgencia por si pasaba algo. Llevaba tiempo en busca de una contra los hombres lobo, la archiconocida Matalobos, pero también necesitaría algunas más, así que miré en el catálogo que había en el mostrador de la planta y observé cuáles de las que tenía en mente estaban en stock. Algunas estaban agotadas, pero otras podía comenzar a comprarlas. Rellené un formulario y se lo entregué al dependiente. Aquello de tener que hacer mil formularios era un rollo, pero esperé pacientemente a que me confirmara que los datos del primero estaban bien. ------------------------------ Planilla de Compra​s Normales para Personajes: ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2017-06-07 Poción: Poción de Matalobos Puntos: 40 P Precio: 2000 G Poción: Remedio para Quemaduras Puntos: 20 P Precio: 1000 G Total de puntos: 60 P Total de Galeones: 3000 G
  25. Aquel día no tenía prisa. Caminaba tranquilamente por la primera planta del Magic Mall. Quizá hiciera algún regalo. O simplemente me daría otro capricho. Saludé a un par de magos que había conocido hacía poco en una taberna del Callejón Diagón, al lado de una tienda de artículos de broma. Tendría que haber programado otra quedada antes de que se marcharan, pero tampoco me importó: frecuentaban mucho la taberna. Eran fascinantes todos los objetos que había en aquella planta. Siempre había pensado cómo sería la vida de los muggles simplemente pudiendo hacer uso de aquellos aparatos, aunque no pudieran hacer magia. Peligroso, claro. Muchas veces se podrían descontrolar y no tendrían forma de repararlos, pero les fascinaría. Al menos a algún que otro conocido obsesionado con las artes ocultas y el esoterismo al que más de alguna vez me han dado ganas de contarles todo acerca del mundo mágico... Hasta que me acordaba de los límites impuestos, de aquella retención absurda, o bueno, quizá no tanto, pero... También había magos que cometían atrocidades. - Creo que me llevaré estas dos cosas --le dije a la persona encargada de atender en aquel momento en la planta tras una larga media hora mirando cachivaches. ----------------------------------------- Planilla de Compra​s Normales para Personajes: ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Fecha: 2017-06-07 Objeto: Reloj Mágico Familiar Puntos: 20 P Precio: 1000 G Objeto: Orejas Extensibles Puntos: 20 P Precio: 1000 G Total de puntos: 40 P Total de Galeones: 2000 G

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