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Adrian Wild

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Todo lo publicado por Adrian Wild

  1. D: jajaja Vale, bueno, entiendo y aceptaré la resolución, pero no puedo pasarlo así como así, porque creo que no es del todo cierto. El problema no es con los conocimientos del libro, como bien me has indicado, sino con el manejo en duelos, algo que simplemente tengo que practicar porque llevo tiempo sin meterme en esa zona. Respecto a los tiempos, no contesté ON ROL, pero he estado pendiente todos los días del OFF esperando a que me resolvieras las dudas, y si lo fecháramos veríamos que te contestaba inmediatamente en cuanto veía un nuevo mensaje tuyo. Sé que hemos estado los dos liados y yo también he aceptado (y no es reproche, es lo normal) tus posibles demoras. Aparte de las diferencias horarias. No sé, es la segunda vez y creo que no es así la cosa cuando en el rol el Wild ha sabido manejarse con los poderes del libro aunque en el duelo se haya liado. Pero el resultado del duelo, como bien se indica, no tiene repercusión en la nota final. Lo dicho, eres la profe y aceptaré tu resolución final, pero creo que hay una falta de valoración. Y si de verdad crees que no he entendido bien cosas en el manejo duelístico de los hechizos, específicamente los del libro y no otros, te pediría que al menos me mencionaras en cuales, para saberlo y poner más atención en el próximo reintento. Gracias por la clase igualmente :3
  2. Sólo me dio tiempo a caminar un par de veces por delante del baúl cerrado a cal y canto con sus siete cerrojos. Enseguida escuché a Harpo abrir la puerta y entrar en la habitación con Sean, quién mantenía su constante actitud chulesca de quién puede hacerlo todo. Bueno, pues eso necesitaba yo ahora, que lo hiciera todo y fuera la persona más discreta del mundo. Teníamos que ocultar aquel pedazo de armatoste antes de que quienes fueran quienes estaban cacheando toda la mansión llegaran a mi habitación. Levanté la mirada tras todo aquel rato mirando al suelo hacia Sean, observándolo con acritud tras escuchar su predisposición con ese tono ególatra. - Tenemos que... ¡La puerta! ¡¡XELL!! ¿Qué demonios haces aquí? Ni Harpo ni Sean habían cerrado la puerta y la rubia parecía haberles seguido y se había metido en la habitación sin siquiera pedir permiso, cerrando la puerta a sus espaldas y apoyándose sobre ella. Lo bueno era que estaba sujetando la puerta y nadie más entraría. Lo malo era que ahora ella también estaría implicada. - Narices, Xell, no quería meter a nadie más en este lío... Sentí la expectación en las miradas de todos los presentes que, tras mirar el misterioso baúl que temblaba en el suelo, postraron sus miradas en mí. Resoplé resignado: tendría que explicarles todo. - En ese baúl... --comencé diciendo en respuesta a sus preguntas--, hay una... --Se me erizó la piel--. Bueno, un... bebé de acromántula --hice un gesto rápido con ambas manos, apretando los puños para que mantuvieran silencio, mientras mi cara se conformaba en una mezcla de asco y súplica--. Fue un error, yo no debería habérmelo traído, de hecho jamás hubiera pensado que... --Un escalofrío--. ¡Ugh! ¡Odio esos bichos! Me engañaron, yo creía que iba a ayudar a un amigo y sí, bueno, le ayudé, pero no me contó toda la verdad y nos perdimos, nos encontramos con una hechicera extraña y... --Todo aquello no tenía ningún sentido. Ellos no necesitaban tantas explicaciones--. El caso es que tengo un bebé de acromántula ilegal ahí metido, en el séptimo nivel, y yo no me puedo ni pienso hacerme cargo de él, así que pensé que Sagitas... Con su circo o con su poder de Warlock... O... --Me sentía un hermano horrible--. El caso es que ahora van a revisar cada rincón de la mansión y hay que conseguir ocultar esto sin trasladarlo con magia; quién sabe lo que podría ocurrir si se abriese sin querer o la magia afectase a lo que hay dentro. No me atrevía a mencionar de nuevo el nombre de aquella especie. Respiré profundo sin conseguir retomar el aliento y miré a Harpo. Nadie se conocía la mansión mejor que él. - ¿Alguna idea, Harpo?
  3. Algo había salido mal. De pronto vi acercándose hacia mí una nube de polvo y arena que no pude evitar y penetró en mis ojos. Éstos se irritaton al instante y no podía ni abrirlos siquiera. Ardía. Era arena caliente. Sentí ganas de tirarme al agua que tenía a mis espaldas, pero aquello continuaba y tenía que hacer algo antes de que Athena acabara conmigo. No sabía lo que ocurría cuando perdías un duelo en mitad de una clase de libros... Quizá algún Arcano se apareciese para sanarte. O quizá simplemente te tenías que ir por tu propio pie (si es que podías) a San Mungo. - Protego --musité, dolorido, haciendo un arco a mi alrededor. Menos mal que había realizado aquella acción. Ni siquiera sabía qué era lo que me habría deparado, no pude ver las Flechas de Fuego que Athena me había lanzado al mismo tiempo que yo generaba aquel escudo protector a mi alrededor. Supe que algo me había lanzado por la repulsión eléctrica y el sonido de impacto que se produjo. No me moví, permanecí atento a todos los sonidos y olores que percibía. Athena seguía estando delante de mí. Aquello me podía dar alguna oportunidad. Levanté mi varita en aquella dirección, resoplando, intentando disuadir el escozor ardiente de mis ojos. Si quería provocar dolor, también sufriría un poco... Y ya sabía cómo controlar lo que iba a hacerle, ella misma me lo había enseñado. - Cina... ¡AUCH! Algo me había mordido en el tobillo. Agaché la mirada, pero no pude distinguir nada entre las ranuras que había logrado abrir con mis párpados. Era una serpiente; podía escuchar el deslizar rugoso de la piel contra el suelo arenoso. ¡Otra vez me había picado! Sentí algo muy extraño. Al mismo tiempo noté cómo el veneno se extendía por mi cuerpo y cómo, inmediatamente después, parecía desvanecerse dejándome una sensación de alivio y... ¿Cómo definirlo? Frescor. Parecía que toda mi sangre se había limpiado y climatizado de nuevo. Forcé un poco la mirada y, a pesar del escozor, reconocí un cuerpo alargado y ondulante con tres bifurcaciones... ¿Una runespoor? ¡Pero por qué había allí animales de habitats tan diferentes! Aquel lugar cada vez me inquietaba más... Y aquel lago... - Vípera Evan... ¡Deja de moverte demonios! Ya no sabía si era la serpiente o una rama aquello que intentaba apuntar con mi visión dañada. Decidí dar patadas a diestro y siniestro, intentando disuadir al animal. Hacía un buen rato que no sentía a Athena, así que supuse que se estaba encargando también de algún imprevisto o simplemente estaba disfrutando de la absurda escena que estaba ofreciéndole. Cuando sentí que no había nada a mi alrededor, ni en el suelo ni por encima de él, volví a colocarme en la posición inicial. Esperaba que la muchacha no se hubiera movido para aquello que pretendía hacer. Apunté hacia la zona donde debería seguir estando Athena y lancé mi siguiente hechizo. - Cinaede. Toda la zona de delante de mí se habría llenado de un gas venenoso muy peligroso para las vías respiratorias.
  4. Aquello era una locura, una auténtica locura. ¿Pero es que Matt y Heliké se pensaban que estábamos en una película muggle, o en una novela de aventuras o algo parecido? No señor, aquello era la vida real, y uno no se casaba así, ¡hala!, en mitad de una batalla con unos enemigos sobre los que muchos todavía teníamos dudas. Yo lo único que sabía era que mi hermana tenía una especie de prima, tía o melliza y que, al parecer, esa parte de la familia quería a esta muerta. Y a esta parte de la familia, justo cuando habían venido a saldar viejas heridas, no se le ocurre otra cosa que ponerse a oficiar la ceremonia de algo tan sagrado como el matrimonio. Me parecía hasta un acto frívolo. Sí, es verdad, era romántico y apasionado, pero atentaba contra... Contra... Contra unos principios y valores anticuados de los que, a pesar de los años, jamás había podido escapar. Todavía había veces que luchaba contra aquello que la época en la que había nacido me había inculcado, pero en muchas ocasiones perdía la batalla y acababa abandonándome a aquellos pensamientos primitivos. Y sin embargo, sentía que algo dentro de mí no cuadraba con todos esos valores, con mi forma de sentir... - ¡Impedimenta! Una bola de hierro iba directa hacia la cabeza de Xell, que le gritaba, muy malhumorada, a Heliké. - ¡Narices, Xell, me parece perfecto que saques tu rabia, pero empléala en la batalla, no en la novia! Y allá estaba Sagitas diciendo las últimas y sagradas palabras de sacerdotisa para unir a Heliké y Matt en matrimonio, mientras corría más de lo que jamás la había visto correr. Así terminaba de oficiar la boda, lanzándose hacia Babila, que intentaba tapar la herida de su pierna mientras mantenía sujeto a Ithilion. Y así aterrizaba la pelivioleta, frente a su pariente, tomando al pequeño entre los brazos en un intento de protección. El tiempo se paró, creo que no fui el único que lo notó. La batalla en el resto del espacio pasó a un segundo plano y comenzó a extinguirse por completo. Todos vimos la escena. Todos sentimos lo mismo. Bueno, yo me quedé boquiabierto cuando vi al pequeñajo sacar ese inmenso poder de sus manos; me había perdido por completo esa etapa de su crecimiento. Todos vimos a Jack atacar a la otra pelivioleta, quién se esfumó, como un mal recuerdo o como medida de seguridad, no sabría muy bien qué decir. Intenté mantenerme en la realidad, en los hechos, en lo que acabábamos de vivir. Heliké había lanzado maldiciones imperdonables, seguida de Hayame. Eso lo recordaba demasiado. De hecho, no podía quitármelo de la cabeza. El tiempo pareció volver a andar como antes, pero la batalla se había terminado. Me giré repentinamente ante unos grititos y vi a Xell, atrapada por un vampiro; tuve el impulso de ir a por ella, pero enseguida consiguieron neutralizar a aquel salvaje. Sí, salvaje, como mi padre, justo la imagen a la que mi madre había evitado durante toda su vida parecerse y me había enseñado a no caminar hacia ella. No me extrañaría nada que aquel vampiro tuviera la sangre de mi padre y un Wild en el apellido. Todavía no me había atrevido a investigar acerca del apellido de mi padre, pero me temía que estaría repleto de gente como aquel vampiro sádico y sediento de sangre; y no únicamente para saciar su sed. Allí había demasiadas energías que me recordaban mi origen. Demasiadas. Miré a Heliké con cierto reparo y luego a Sagitas, que se dirigía a la funcionaria del Ministerio. "Ay va, ¿habrá visto absolutamente todo?", pensé, algo preocupado. Un mínimo informe de lo que había ocurrido allí y la Potter Black se iba a ver en un grave aprieto ministerial, encima con una Warlock como matriarca. Aunque bueno, aquello podía no ser del todo malo. ¿Y quién era aquella mujer bajita con al boca llena de nata y las manos manchadas que sujetaba un plato con tarta? - ¿Se ha comido una tarta de cien personas ella sola? --aquella pregunta la lancé en un murmullo al aire, sin esperar que nadie la escuchara. Entonces Sagitas se puso a atender a la empleada ministerial y a organizar a todo el mundo. Yo no necesitaba que me dijera nada, sabía lo que tenía que hacer. Había trabajado en Accidentes, y entendía que ahora era necesario reparar todos los daños y ayudar en la reorganización de todo el evento, así que todavía con la varita en mano, empecé a limpiar el jardín. Hasta que vi de nuevo a Xell al lado de la muchacha glotona y aprecié la marca de su cuello. - Xell... --me puse en cuclillas a su lado y le susurré al oído--: Creo que tengo una poción que puede ayudar a esa marca en el cuello y otra herbovitalizante. Con eso seguramente no tengas que ir a Santos Mangos. Ahora subo a buscarlas y si no tengo de la primera puedo preparar unaaaaa... ¿QUÉ PASA HARPO? Ay madre, shhh, Harpo, calla, calla, ¡no sigas! --Cogí al elfo por los hombros y me acerqué mucho, intentando crear un espacio de confidencialidad--: Harpo, precisamente nadie puede saber que ese baúl está aquí, si lo gritas a los cuatro vientos en mitad del jardín, todos se van a enterar --intenté sonar paciente, pero dejé a Xell con la otra mujer y me aparté con el elfo rápidamente, mirando de reojo a Sean--. Indica a Sean cómo llegar a mi cuarto. No sé si es la mejor opción, pero seguro que no le importa ayudar. Ven tú con él, necesito que me ayudéis ambos. Voy corriendo, os veo allí en dos minutos. Y sin más explicaciones, salí corriendo hacia mi cuarto, deseando que el baúl siguiera allí. Cerrado.
  5. Vale, pero yo ahora tengo dos acciones, la de antes de Flechas y la de después. Entonces en la de antes de flechas quiero quitarme la arena que dura 2 turnos (y si no es con Finite no se me ocurre con qué podría ser) y después defenderme de las flechas. Y sí, sí, quiero usar los hechizos del libro, de hecho ahora ya me tengo que defender del animal así que los usaré, pero era por confirmar si el Finite surtiría efecto contra la arena y el Protego contra las flechas. O sea la idea es: Adrián: Maldición Athena: Arena del Hechicero Adrián: Finite a la Arena Athena: Flechas de Fuego Adrián: Defensa cualquiera a las flechas (+ defensa del ataque del animal) Así sería correcto en tiempos, ¿no?
  6. No te preocupes, si mientras vayamos contestando y no se estanque, por mí es igual el tiempo Y vale, iba a contestarte justo ahora, pero al ir a hacer el rol me han surgido dudas, en cuanto esté resuelta respondo: - ¿La Arena de Hechicero se puede parar con un Finite Incantatem? Es que no sé hasta qué punto y sobre qué magias (por el nivel y todo eso me refiero), se puede usar el Finite. Mi intuición y lógica me dice que sí se podría, pero pregunto antes de nada. - ¿Las Flechas de Fuego, al ser invocación, se pueden parar con Protego, no? Vale, nada más creo.
  7. Adrian Wild, vestíbulo, con Orión y Maida ¿Mortífagos? Eso seguro que no lo sabía la payasa, porque como me hubiera recomendado una compañía que tenía estrecha relación con mortífagos, era para matarla. No supe qué contestarle a Orión, todo aquello me pillaba de sorpresa. Yo, lo único que sabía, era que había contratado a una compañía, cuyos papeles tenía archivados en mi despacho, que estrenaba mañana su obra. Una compañía rusa de circo mágico... Tampoco era algo tan extraño. Y quizá por eso la tapadera fuera perfecta: un grupo nómada del que nunca se va a sospechar por sus idas y venidas constantes. Deseé con todas mis fuerzas que aquello no fuera cierto. Era el responsable absoluto de todo lo que acontecía en aquel local, pero además, era ex-empleado del departamento regulador de inmigración; si todo aquello era verdad, me enfrentaría no sólo a un bochorno doble, sino a una casi doble ilegalidad. Maida se acercó a nosotros y el otro muchacho desapareció, al parecer para revisar de nuevo los certificados entrantes en el Ministerio. Miré hacia la puerta de la sala donde se habían escondido Hayame y Sagitas. ¿Sería un buen momento para pedir su ayuda? - Pues... ocho, más Nikolay, nueve en total. El grupo de técnicos y regidores es de una empresa inglesa que he contratado para la ocasión --dije contestando a la jefa de departamento, confundido e intentando mantener el temple en la voz. Es lo único que pude contestar. Bolinda, sala de reuniones, primera planta, con Mark - ¡¡Pero bueno!! No había vuelto a arrancar una, ni dos flores blancas, ¡sino seis por lo menos! - Se va a enterar esa jovenzuela descarada... Y antes de que Mark pudiera retenerme, chasqueé mis dedos y desaparecí, apareciéndome justo frente al banco donde se sentaba aquella muchacha. Era una joven de rasgos asiáticos. Nunca la había visto por el pueblo, y era bastante destacable, puesto que aquellos rasgos no eran muy frecuentes por allí. Por lo que sabía, la magia oriental era muy diferente a la de aquí; y nunca había conocido a ningún elfo o elfina que procediera de allí. - ¿Cómo se atreve a arrancar así flores de una propiedad privada? ¿Usted sabe, señorita, lo mucho que cuesta mantener un jardín así? No, claro que no lo sabe, porque para eso estamos los elfos domésticos, para mantener todo lo que ustedes ni siquiera podrían hacer con magia. Me parece de una desvergüenza que haga eso aquí. ¿Por qué no se va a su casa a destrozar el jardín de su familia? --La miré de arriba a abajo--. Menuda descarada.
  8. Vale, creo que acabamos de empezar y ya he metido la pata, ¿verdad? Relicé la "maldición" creyendo que esta evitaba que cualquier hechizo saliera bien, aunque fuera no verbal. Entendía que "maldición" afectaba a la persona en sí, no sólo a que hablara. ¿Debo asumir que es así y que tu post es entero válido, no? O sea, en verdad es una duda sobre el hechizo de "maldición", pero aprovecho mi confusión en este duelo para plantearla. Bush, ahora a ver cómo me las apaño, vaya metedura de pata jajajajajaja
  9. @@Athena Rouvás Aunque no sé si te llegan las menciones, pero como se me olvidó mencionarte en el rol de la prueba y no sé si puedo editar los posts de ahí al ser duelo, te notifico por aquí: ya contesté a la prueba del libro :3 Espero no pasarme nunca de las 24h, sólo ten en cuenta que contestas en mi madrugada ^-^' Y creo que ya cumplí con las líneas. Nos vemos en el duelo >
  10. Escuché a Athena con atención. Mientras hablaba, empecé a sacar algunos de los amuletos y anillos del monedero de piel de Moke. Me descolgué la cadena donde estaban colgados el Amuleto Volador, el de la Resurreción, los Pétalos de Pensamientos y las Semillas de Hielo y añadí el Amuleto de Curación; ahora era bastante probable que necesitara tenerlo en contacto con la piel. Comprobé también que en mis dedos estuviera el Anillo Detector de Enemigos, el de Amistad con las Bestias y el Antiveneno. Estaba preparado. Guardé de nuevo el monedero en uno de los bolsillos de los jeans cortos y enristré mi varita, apuntando a Athena. Todavía no iba a empezar. Me fijé en los matorrales que tenía detrás la mujer y en todas las posibilidades que ella poseía de manejarlos a su antojo y me coloqué a escasos tres metros, frente a ella, entre unas hierbas altas que empezaban a secarse por las puntas. Detrás de mí, estaba la laguna. No vendría mal tener el agua cerca, aunque también debía mantener todos los sentidos alerta por todo lo que aquellas aguas podían albergar. <<Maldición>>, pensé, todavía apuntando con la varita a Athena, sin realizar ningún movimiento. Sonreí tranquilo, aparentando seguridad y esperando su primer ataque; en cuanto lanzara su primer hechizo, pensando que era ella quién iba a iniciar el duelo, se encontraría con alguna dificultad que le impediría llevar a cabo la acción deseada. - Después de usted, maestra --dije manteniendo mi varita en la misma posición, con un ligero tono de sorna en la voz.
  11. - Ansuz, comunicación; Kenaz, revelación; y, Dagaz, ¿conciencia? --repetí una vez Orión me hubo explicado las particularidades de cada una de aquellas runas. Lo que no sabía era si él era consciente de la cantidad de conocimiento que había en aquel libro que me mostraba y la velocidad a la que me lo estaba intentando transmitir. En una mano sujetaba la bolsita y aquellas tres piedrecitas marcadas, y en la otra el libro que me acababa de prestar el que una vez fue, hace no mucho, mi compañero de departamento. ¿Sería otro regalo? Sujeté con mi puño derecho la bolsita y las tres runas seleccionadas, intentando memorizar el dibujo y nombre de cada una de ellas, y abrí el libro, ojeándolo por encima, en busca de los dibujos que representasen los grabados de las mismas. - Pero y, entonces, ¿qué es Elther Furthark? --pregunté tras haber visto aquel término pasar tres veces entre las páginas. Quizá resultaba muy pesado con aquello, pero era el nombre que se me había quedado grabado en la mente durante la subida y necesitaba conocer su procedencia. ¿Acaso fue el inventor del sistema rúnico? Encontré las páginas donde podía leerse una descripción detallada de cada runa. Allí estaban aquellas tres: Ansuz, Dagaz y Kenaz. Saqué mi varita y, sujetándola lo mejor que pude y realizando una torpe floritura, conseguí que el libro se mantuviera flotando entre Orión y yo, abierto por aquella página. Extendí entonces las tres runas sobre el libro y me guardé la bolsita con el resto de ellas. - Vale, así que tengo que usar una de estas tres para localizar... ¿Qué es exactamente lo que estamos buscando? ¿Un foco de alteración mágica? ¿Un mago, una bruja...? Aquellas cavilaciones en verdad no iban dirigidas a mi instructor, sino que se trataba de una ordenación de mis propios pensamientos. El ambiente estaba húmedo, algo raro en el sur europeo en aquella época del año, ¿pero tanto como para que hubiera magia oscura implicada? Decidí no cuestionar aquello y empecé a poner en práctica lo que me proponía Orión, aunque no estaba cien por cien seguro de que aquello fuera a funcionar. Dejaría que la intuición me guiase. - Usaremos Kenaz --dije intentando aparentar una profunda determinación tras un largo silencio de reflexión en el que en verdad había estado decidiendo a "p*** p*** gorgorito" qué runa usar--. Por lo que leo en el libro es la runa "guía", la que nos puede iluminar el camino hacia la verdad, así que puede que nos alumbre el recorrido a seguir hasta nuestro destino... --dudé ante la mirada expectante del hombre--. ¿No? Había tirado de imaginación y labia. Ahora a ver cómo se resolvía todo aquello. Pensé fuertemente en el problema de la humedad en aquella localización y apunté con mi varita a la runa elegida. - Revelio. Dudé. No ocurrió nada. La runa pareció temblar un segundo, pero incluso podía habérselo achacado a mi esperanza. No desistí. O no quise desistir por no toparme con la mirada desaprobatoria de Orión. Mantuve la mirada fija en la runa, esperando algo, algún otro movimiento, que saliera disparada, que se iluminara, que vibrara... - ¡¡Muévete!! Y la runa se movió. Mi mirada cambió por completo. La fijé en Orión y sonreí, satisfecho y sorprendido. Kenaz se alzo sobre nosotros y quedó suspendida en el aire, por encima del libro flotante. - ¿Y ahora? ¿Nos dirigirá hasta allí si se lo pedimos?
  12. Saqué una bolsita de plástico de mi monedero de piel de Moke donde guardé las tres flores recogidas, y guardé mi nueva adquisición de nuevo en el monedero. Me alegraba que Athena hubiera pensado en aquello, porque ahora iba a tener la posibilidad de experimentar con las propiedades de aquella flor que desconocía. Ya tenía tarea para el día siguiente. Por un momento casi hasta había olvidado que seguía en clase del Libro del Equilibrio. Athena me preguntó si estaba preparado para pasar a la última prueba. Siempre estaba preparado. Miré a nuestro alrededor, asegurándome de que no nos atacaba ninguna otra criatura, ni por arriba ni por abajo. Perdí mi mirada durante unos instantes en aquella misteriosa laguna y retomé el contacto visual con la mujer. Era el momento de exprimir al máximo los conocimientos del libro y comprobar si de verdad todo aquello se había quedado en mi mente, pero sobre todo en mis sensaciones internas. Aquel libro tenía una nueva exigencia: equilibrar cuerpo y mente, hacerlos uno, vivir el presente y no pasarlo por encima. Cogí aire, intentando conectarme con mi yo interior y con todo lo que teníamos alrededor. Sentí mi varita en mi mano derecha, sujeta pero no apretada. La magia fluía entre mis dedos y se canalizaba a través de ella. Entendí lo importante que era llevar ese equilibrio hacia todas las extremidades, incluyendo la varita, pues esta también era una parte de nosotros. - Estoy listo --le comuniqué, sintiéndome completamente conectado.
  13. Bolinda, sala de reuniones, primera planta, con Mark - Vamos Mark, no pasa nada. - ¿Le has visto cómo me ha lanzado? Parecía una ardilla voladora, como las que vimos la otra tarde. No pude evitarlo y reprimí una risita. Adoraba el humor que Mark empleaba casi siempre, incluso en las desgracias, pero reirme ante su dolorida cara no lo vi cortés. Hacía mucho tiempo que lo conocía, desde antes que acabáramos con Adrian (cómo odiaba tener que llamarle por su nombre y no poder decirle "amo", no sabía como Wilmo lo soportaba... Quizá porque llevaba toda su vida con él). Ambos habíamos empezado como elfos del que terminó por consagrarse como un gran empresario de túnicas y abalorios, muy reputado, pero nuestra mala ventura nos había llevado a vivir de la caridad, y eso para dos elfos domésticos significaba vivir de nada, de abusos y polvo. Pero siempre habíamos permanecido juntos. Apreciaba mucho a Mark. Era mi amigo. - ¡Pero bueno...! --rechisté francamente molesta por lo que acababa de ver a través del ventanal que daba a los jardines frontales. Una muchacha se había sentado en uno de los bancos al lado de una de las fuentes y había arrancado de un precioso arbusto de flores blancas una de ellas, de forma muy brusca que no me había gustado nada. ¡Pero qué se había creído! Si quería destrozar propiedades ajenas que se fuera a la casa de sus padres. Alerté a Mark de aquel hecho, puesto que me miraba extrañado por mi anterior exclamación, y entonces le dije, viendo cómo se terminaba el vaso de zumo recién exprimido: - Como vuelva a verla hacerlo se va a enterar de lo que cuesta cada flor de ese arbusto. Adrian Wild, vestíbulo, con Sagitas y Hayame Mi pregunta tan espontánea seguramente había aturdido a Hayame, a la que ni siquiera le había preguntado cómo se encontraba y cómo lo estaba llevando. Una lechuza se coló por la puerta que se había abierto al paso de otra figura y dejó un cartel sobre el mostrador de recepción; no estaba ahora mismo para más eventos. Al marcharse por la misma puerta, me fijé en la persona que había entrado. Era Orión, y seguramente viniese en calidad de nuevo director del departamento. Miré a la pelivioleta (¡ya me la había liado!) y a la embarazada. - Jo... er --dije en tono de reprensión a la payasa mientras agachaba la cabeza--. Vale, está bien, metéos en esa sala --dije señalando la sala que teníamos al lado, "Il Fragore"--, Hayame, necesito que si veo que es urgente que me salvéis de la situación, salgáis de ahí simulando que te has puesto de parto. No admito ninguna queja, la payasa me ha metido en este lío y ahora, por venir con ella, las dos tenéis que ayudarme. ¡Y espero que no haya que cancelar el espectáculo porque entonces si que me vais a ayudar asaltando vuestras bóvedas en Gringotts! --Todo aquello se lo dije en un susurro, apuntándolas a ambas con el dedo--. Tendremos que tener un código preparado --Agité mi varita e hice aparecer mis dos espejos comunicadores, entregándole uno a Sagitas--. Te quedarás con este espejo, da igual que no nos veamos, los tendremos activos para escucharnos. Si necesito que activéis la operación "PARTO URGENTE" diré estas palabras: "Ellos sólo quieren actuar". ¿Entendido? No pude darles tiempo a que me respondieran. Levanté a Hayame del sofá y las medio empujé hacia la puerta de la sala. Me giré guardando el espejo en el bolsillo trasero de los jeans que llevaba. Caminé con paso decidido hacia Orión, que interpelaba a Melinda, la cual iba cargada con un cesto lleno de telas, y observé a Maida y Elliot, justo a las espaldas de su director, que habían estado todo aquel rato hablando entre ellos, seguramente especulando sobre lo ocurrido. - ¡Orión! Qué bien verte de nuevo --dije en una amplia sonrisa--. Maida y Elliot están justo ahí, frente al mostrador. Ya me han comentado que al parecer hay alguna irregularidad con los papeles de la compañía de circo a la que estoy alojando estos días, y ya les he comentado que su director y productor, Nikolay, me entregó los visados temporales. Ven, vamos de nuevo con ellos, ¿o te vas a encargar personalmente? Por favor, intentemos resolver este malentendido cuanto antes, los pobres tienen que empezar el ensayo general, estamos todos muy liados y al borde de un ataque, ¡la función es mañana! @ @Orión Yaxley @@Hayame Snape Potter Black @@Li Xue Liu
  14. - Oh... --fue un susurro, un sonido que se perdió entre las miles de cajitas que contenían a las varitas. No sabía aquella historia familiar de Xell, y me resultó bastante conmovedora. A Sagitas también se lo debió parecer, porque se puso al instante a buscar una solución, girando sobre sus talones y dirigiéndose a la parte posterior de la tienda, donde hablaban sus otras dos socias. Xell me pidió entradas para el teatro con motivo de ir a visitarme. - Claro que sí, te reservaré dos para el día que quieras para el espectáculo de la compañía de circo. Es impresionante, la verdad, a pesar de ser una compañía nueva; lo vas a disfrutar mucho. Estaba muy orgulloso y contento de la inversión que había realizado en contratar aquel espectáculo, y muy agradecido a mi hermana por proponerme aquella compañía. - El espectáculo se titula мадам -dije en un perfeccionado ruso que había logrado gracias a las veces que lo había repetido durante los últimos días--, que significa "señora" en ing... --me callé cuando la pelivioleta volvió a entrar en la sala con noticias sobre la varita de Xell. Sonreí mirando a Xell al escuchar que seguramente la varita que sus padres le habían hecho llegar después de su muerte tenía arreglo, esperando encontrar en su rostro alivio. Y así fue. Le hice un gesto a Sagitas para que no se preocupara por el tiempo de espera y antes de que me diera tiempo a volver a mirar a la rubia, la payasa gritó. - Sagitas, ¿qué pasa? --dije aquello muy rápido, casi de forma automática; estaba demasiado acostumbrado a las sorpresas de mi hermana. Al parecer, en el quicio de la puerta había una nueva figura, una especie de saco al que le sobresalían un par de mechones rosas donde se ocultaba el rostro de lo que Sagitas decidió por determinar como una mujer. A mí me parecía un saco flotante, puesto que el mostrador me tapaba toda la parte inferior. Y sin embargo, esos mechones rosas... No conocía a muchas personas que llevaran ese color.
  15. @@Vladimir Karkarov ¡Hoooola! Prometo retomar el rol, espero que hoy. Me gusta que hayas cogido el personaje de Úrsula, es genial poder darle trama a los profes también :3 Sin embargo, cuidado. Aunque Sagitas ya te ha comentado algo, cuidado con mover a los personajes de los demás y sobre todo hacer que tomen decisiones; estás privando al rolero de su propio albedrío. Y por otra parte, respecto a Úrsula, ten cuidado con la coherencia rolística, porque si te fijas, en mis roles, Ben está fuera del despacho de la directora (=principal, o sea sé, de Úrsula) esperando a que salga su madre que está hablando con ella. Es cierto que he metido a Rosa en una especie de reunión, pero podría ser que estuviera con otros profesores sin Úrsula y la estuvieran esperando o que la reunión de profesores sucediera después de la de la madre de Ben, que es como lo voy a solventar, pero fijate la próxima vez para no causar confusiones de tiempos y esas cosas. Siento si parece una reprimenda, no es mi pretensión para nada, es por aconsejar para poder disfrutar todos del rol y que no tengas malos entendidos con otras personas. Obviamente no pasa nada, y de hecho continuaré el rol tal y como lo has planteado para que podamos seguir con ello, pero creo que era necesario para que lo tengas en cuenta en otros roles :3 Y ahora, ¡a seguir disfrutando! Que la trama está muy interesante
  16. La mirada de Athena me reveló la localización de la flor que buscábamos. Justo escondidas entre los matorrales por donde algunos pogrebins regresaban hacia nosotros y por donde otros salían disparados, había algunos ejemplares; escasos, en verdad. - ¡Depulso! --cada vez lo pronunciaba con mayor energía, intentando derribar al mayor número de aquellos seres grisáceos y oscuros. Ambos luchábamos por impedir que cualquiera de aquellos demonios nos tocara. Eran más de los que jamás habría imaginado, pero poco a poco el número fue reduciéndose. Esperaba que aquel lugar tuviera las protecciones antimuggles pertinentes y que el Ministerio estuviera informado de la infestación de aquellos seres. Quizá se tratara precisamente de una especie de "reserva natural" del mismo para mantenerlos allí a raya. Si así fuera, estaba seguro de que Athena lo sabía y contaba con ello. ¿Por qué dejarse atacar así, entonces? Eso era vocación. Nos movíamos con agilidad y nuestras hábiles varitas lanzaban cada vez más lejos a aquellos... - Semillas de Hielo --murmuré apuntando al pogrebin que estaba a punto de alcanzarme con sus ganchudos dedos. ¿Era el último? Le di una fuerte patada enviándolo al fondo de la laguna y miré a Athena. Ella también estaba librándose de los últimos, así que decidí acercarme veloz a los matorrales para hacerme con la amatista antes de que nos lleváramos cualquier otra sorpresa. - Objetivo logrado --dije en cuanto mis dedos rozaron los pétalos de aquella flor. Con un conjuro seccionador logré hacerme con tres de aquellas flores sin dañar lo más mínimo su próximo brote. No tenía muchos conocimientos de herbología, pero sí había tenido que recoger ingredientes de muy diferentes tipos para las pociones y conocía técnicas sueltas que me habían enseñado por aquí y allá. Acerqué una de esas flores a mi nariz, intentando relacionar aquel olor con algo conocido. Palpé la textura de los pétalos con mis dedos, la suavidad del tallo... No había visto nunca nada igual. - ¿Sólo se encuentra aquí esta flor? ¿Por eso el riesgo y la cantidad de seres salvajes? Quizá había encontrado el sentido de que Athena me hubiera citado allí para la clase.
  17. Una nueva voz me sacó de mi embelesamiento. Miré repentinamente, todavía con cara aturdida, a la nueva figura que se alzaba a mi izquierda. Se trataba de una mujer a la que había conocido hacía no mucho, en la tienda de varitas que regentaba junto a mi hermana Sagitas; era una de las otras Warlock. Vaya, ¿íbamos a compartir clase una Warlock, aquel enigmático chico de pelo azul y yo? Saqué los pies del agua y volví a calzarme, siguiendo los movimientos de Orión, quien me hizo una indicación para que le siguiera. Entonces entendí que el otro chico no era alumno, sino el profesor de Anne para cualquier otra materia. ¿Entonces no íbamos a estar juntos? Seguí a Orión todavía sin entender qué me había ocurrido, con paso confuso pero sin perderle la pista. De vez en cuando ojeaba hacia atrás por si descubría a Anne y el otro muchacho apareciendo al final de la calle. Orión comenzó a hablar. Presté atención... A medias. Mi mente estaba dividida, pero además, cada vez que mencionaba algún término complejo me quedaba pensando en él. Llegamos al final de la colina, justo donde la capilla nos invitaba a compartir con ella las vistas que desde allí se podían apreciar. Retomé la atención cuando Orión tomó mi mano y puso sobre ella una bolsita oscura con una cinta dorada. Dentro, indudablemente, había runas. Me emocionó que aquello fuera un regalo y que se acordase de esa despedida que nunca tuve del departamento. Tanteé con los dedos de la mano las "piedrecitas" que había en su interior y miré la bolsa con curiosidad. Deseaba abrirla, pero no sabía si todavía tenía que esperar. Orión, apoyado sobre el muro de piedra que limitaba el mirador, me hizo una pregunta sobre una situación práctica. Todo mi aletargamiento se fue de inmediato, llevándose consigo los pensamientos en los que había estado sumido durante todo aquel rato y a mi mente vinieron todas aquellas palabras que durante las ascensión Orión había intentado transmitirme. - Espera, espera... --Desde luego que no sabía que runa necesitaba--. ¿Elther Furthark? --Aquel nombre era lo que más vueltas daba por mi cabeza en aquella marabunta de desconcierto. Volví de pleno a la realidad--. Orión, no sé absolutamente nada de runas, ni siquiera las conozco --dije entonces en un tono que revelaba mi recién vuelta al mundo físico.
  18. Las doxys empezaban a hundirse, pero todavía algunas manoteaban intentando quedarse en la superficie. La escena era devastadora, podía entender el disgusto de Athena, pero, ¿qué quería? Era una nube de "hadas mordedoras" que iban claramente a atacarnos. Además, ¿aquello no había sido cosa suya? Como en aquel espacio habitaran esa clase de seres mágicos, ya podíamos tener cuidado. Es cierto que, por lo que pude comprobar, el efecto inmediato del hechizo no debía ser nada agradable de vivir en carne propia, así que saqué con ayuda de mi varita a algunas doxys y las traje a la orilla para devolverles la respiración con unos cuantos "anapneo". Al recobrar sus capacidades, dos de ellas se aventuraron, enfadadas, a atacarme, pero alcé la varita de forma amenazante y carraspeé. - Largáos --dije con tono severo. Pareció que rechistaban, pero aquel grupito salvado se marchó revoloteando, no sin cierta dificultad tras el baño que se habían pegado y las fuerzas gastadas. Miré a Athena, esperando a que continuara, algo que tardó debido a su reciente shock. Tenía razón, no era muy considerado con según qué tipo de criaturas, pero llevaba muchos años vivo como para haber entendido ya que, en situaciones de riesgo, no podía controlar mis impulsos. ¿Amatista? Precisamente mis conocimientos de herbología no eran los mejores, lo poco que sabía era gracias a las pociones. Asentí ante la excitante idea de poder recopilar nuevos ingredientes para elaborar pociones que todavía no había probado y me puse a buscar con ella. A nuestro alrededor, junto a aquella laguna que parecía hasta artificial, había una serie de matorrales y hierbajos que poco podía identificar. Al otro lado, subiendo la cordillera por donde había bajado, había una gran extensión de flores de todos los tipos; predominaban los tonos azulados y amarillos. - ¿Cómo es exactamente la flor? --pregunté buscando entre los matorrales para descartar posibles brotes ocultos. La vegetación se extendía por todo el parque de forma casi uniforme, pero había zonas, como en la que nos encontrábamos, donde era más alta y densa. No sé cuánto llevábamos buscando, no tenía la sensación de lelvar mucho tiempo, pero la excitación de antes había ido disminuyendo progresivamente y me sentía fatigado, cansado y cada vez con más ganas de abandonar la búsqueda y la clase. - Athena, creo que... ¿De dónde habían salido todas aquellas piedras? A mi alrededor había varias piedras grises, excelentemente pulidas. Al mirar en la dirección en la que se encontraba la mujer descubrí que ella también estaba circundada por piedras que... - ¡Eh! ¡Esa se ha movido! --alerté a Athena que caminaba de nuevo, señalando a una piedra que tenía justo detrás. Eso no eran piedras. Miré abajo e intenté controlar las ganas de sentarme y llorar. Pero estaba tan cansado... ¡No! Tenía que hacer algo. ¿Cómo habían llegado hasta allí aquellos demonios rusos? Quizá la humedad... O las bajas temperaturas por la noche... Mi mente se nublaba por momentos, así que antes de que cualquier resquicio de luz se apagara, saqué la varita para murmurar varias veces: "Arena del hechicero". Conseguí cegar a todos los seres de mi alrededor y una vez estuvieron sumidos en el desconcierto, tras haber hecho que chocaran unos con otros, hice lo mismo con aquellos que rodeaban a Athena, que estaba próxima a tumbarse en el suelo. - ¡Idos de aquí, malditas piedras con patas! --daba patadas a diestro y siniestro, deshaciéndome de los pogrebins. Algunos los lancé con ayuda de unos "expulso", otros conseguí que salieran por patas tras varios golpetazos. Miré a mi instructora. ¿Si ella sabía que aquellos seres estaban por allí, por qué había dejado que la acorralaran tanto?
  19. Terreno desconocido. Vaya. Jamás había estado en aquel parque natural, y al parecer era enorme. Miré el papelito que tenía arrugado en mi mano derecha. Las coordenadas no eran muy precisas, pero desde luego Athena estaba por allí. Por suerte, y a pesar del cielo despejado y el sol veraniego, una rica brisa fresca recorría todo el espacio. Aquello nos permitiría un márgen de acción mayor, o por lo menos, sin agobios. Me había aparecido directamente en una cordillera desde donde se veía casi todo el parque. Era una zona algo escarpada, pero tenía varios kilómetros de llanura. Al fin aquel tiempo me permitía llevar unos jeans cortos, por encima de las rodillas y una camiseta negra de manga corta. En uno de los bolsillos llevaba el monedero de piel de Moke con casi todos los amuletos y anillos, exceptuando aquellos que llevaba colgados al cuello o encaramados en mis dedos. Me até el pelo en un pequeño moño y emprendí el descenso hacia una especie de laguna que no sabía si pertenecía al propio parque o se trataba de algún extra incluído para la clase, puesto que Athena se encontraba en sus alrededores. No tardé en llegar a su lado. - ¿Desde donde lo dejamos? --dije sacando decididamente a Dror de mi bolsillo--. Creo que ninguno queremos alargar esto mucho más. Había sonado algo seco, pero para nada era mi intención resultar desagradable. Simplemente quería continuar con lo ya empezado y no detenerme en preámbulos. Quizá aquella actitud tampoco era la correcta. Debía recordar conectar con ese punto equilibrado de mi interior. Un ruidito procedente del lago me hizo voltearme. Una nube de lo que parecían insectos se acercaba rauda a nuestro encuentro. - ¿Doxys? Pues no tenía doxycida a mano. ¿Ya había empezado la prueba o era un extra que el propio paisaje nos ofrecía? Por si acaso no dudé. Me había vuelto a repasar el libro por si me quedaba alguna duda, pero cada vez que lo leía parecía estar todo más claro y ese interruptor que debía conectarse en mi interior lo hacía ya casi de forma más involuntaria. - Cinaede --murmuré apuntando a la nube de aquellas traviesas e inquietantes criaturas. La nube de doxys no tardó en verse rodeada por otra nube que jamás antes había invocado, pero pareció tener la potencia suficiente para hacer que aquellos seres cayeran en el agua, retorciéndose. ¿Sería un hechizo muy agresivo para sistemas respiratorios como los de las doxys? - ¿Me he pasado? --le pregunté a Athena aligerando el tono seco de antes y tranquilizando mi urgencia.
  20. Mostré una amplia sonrisa a Anne cuando mi hermana justificó mi revisión gratis como una inversión. En verdad tenía razón, iba a recomendar a todo el mundo que fuera al teatro aquel establecimiento de varitas me cobraran o no me cobraran, pero aquello era mejor no decirlo. De hecho, se me había ocurrido una idea maravillosa. - Y además --dije intentando completar las palabras de mi hermana--, se me ocurre que "Las Herederas de Violetta Beauvais" podríais ser la primera patrocinadora del teatro. Os daría publicidad e incluso podríais dejar tarjetas de visita en el mostrador de recepción. No os cobraría nada a cambio de que todos los empleados, estudiantes y afiliados del Ars & Vita tengan descuentos en vuestro negocio. Hinché inconscientemente mi pecho; me sentía todo un empresario, aunque en verdad tenía poco de ello. Lo que sí tenía era mucho morro y mucha labia. La propuesta se vió interrumpida por la llegada de una figura imponente de blancos cabellos cortos. El halo que desprendía era indudablemente de poder, y no sólo externamente: su forma de mirar era de alguien muy influyente. Otra Warlock, sin duda, y por ende, colaboradora del negocio. Todas aquellas impresiones me fueron confirmadas por la reacción de Sagitas. ¿Se había puesto nerviosa? No lo creía, ella era muy desenvuelta y jamás se amedrentaba. Pero claro, aquella mujer dejaba tan claro su estatus a su paso que era imposible no sentirse alejado. - Nieve, qué maravilla. Hacía un calor horrible aquella tarde, eso era cierto, y adoraba sentir los copos caer por todas partes y rozarme la piel. Espera, ¿aquello estaba controlado no? La humedad no era buena para la madera. Bueno, quién era yo para cuestionar a una Warlock. La mujer de esbelta figura y cabellos cortos, Beltis (Beltis, Beltis, aquel nombre seguro que lo había visto más de una vez), se apartó con Anne para discutir algo, seguramente en referencia a su nueva empresa. Miré a Sagitas, que hablaba a Xell. Hasta entonces no me había dado cuenta de que mi mirada había permanecido atenta a cada movimiento efectuado por la recién ingresada. - ¿Crees que les parecerá buena idea? Anne no ha dicho nada, aunque bueno, tampoco le ha dado tiempo... --le pregunté a la pelivioleta en un susurro, volviendo a postrar mi atención sobre las dos mujeres que hablaban junto a la puerta de la trastienda. La idea de que cuatro Warlocks como aquellas fueran patrocinadoras del Ars & Vita se me antojaba muy, pero que muy seductoramente ambiciosa. Lo que seguía sin entender era cómo la pelivioleta había entrado en aquel grupo. - Mana, ¿no te sientes rara compartiendo cargo con esa gente tan... --¿Cuál era la palabra exacta? ¿Estirada? ¿Seria? ¿Profesional? No, eso no, Sagitas era muy profesional; pero en el circo-- ...poco payasa?
  21. - Mamma tua, perduto in Turin... - Sí, sí, ya lo sé: "Es imposible perderse en esta ciudad". Bueno, pues yo me he perdido, ¿vale? Era la novena persona que me decía lo mismo. Ya había captado el mensaje: era el único ser viviente encima del planeta Tierra que se había perdido en una ciudad como Turín. El anciano de camisa blanca abierta por arriba, apoyado sobre el muro de piedra a la sombra, me indicó por donde llegar al río. ¡Pero si venía de esa misma calle! Ah, claro, que tenía que haber girado a la izquierda. Le di las gracias sin mirarle y encaminé mis pasos a la nueva ruta indicada. Para ser difícil perderse en Turin cada persona a la que había preguntado me había mandado por lugares diferentes. Miré el plano que tenía entre mis manos para comprobar mi posición y la dirección que seguía. Colgada sobre mi hombro derecho caía a mis espaldas una pequeña mochila de cuero marrón donde llevaba varios objetos, entre ellos el monedero de piel de Moke y objetos imprescindibles en un viaje. Menos mal que me había dado por meter una botella grande de agua bien fría. El ambiente estaba húmedo, pero a aquella humedad se le sumaba la potencia de los rayos del sol que impactaban con violencia sobre las empedradas calles y las blancas fachadas. Llegué a la calle indicada y aproveché la sombra de dos casas para quitarme las gafas de sol que se iban resbalando por mi nariz y secarme el sudor con la manga de la camisa azul clara, remangada hasta el codo. - Vale, entonces ahora tengo que girar a la izquierda y... --Me di una palmada en la frente--. ¡No me fastidies que ese camino llevaba al río! Había pasado por delante de aquel desvío como cuatro veces y, efectivamente, allí abajo estaba Orión. Bajé unos escalones hasta llegar al camino que bajaba a la orilla del río con pasos pesados, y me acerqué a los dos hombres que conversaban junto al río. Tenía que tener un aspecto horrible, todo sudado y el pelo revuelto, que enseguida me recogí en una coleta sobre la coronilla. Mi cara tuvo que revelar mi frustración y las vueltas que había dado, pero antes de que ninguno de los dos pudieran articular palabra dije: - Sí, ya lo sé, es imposible que me haya perdido en Turín. Y sin decir nada más, dejé las sandalias de cuero marrón en el suelo, me senté al lado de mi antiguo compañero de departamento y metí los pies en el agua, sintiendo el gran alivio que me proporcionaba la corriente fría. - Adrian Wild, por cierto --dije con los ojos cerrados, apoyado sobre mis brazos y con la cabeza volcada hacia el despejado cielo--. Compañeros de clase, imagino. --Me refería claramente al otro muchacho a quién miré a través de los cristales tintados. Pude apreciar entonces su característico pelo azul oscuro y la sonrisa que mantenía en su rostro ante mi desconcertante aparición--. Vaya... --es lo único que pude murmurar, incapaz de desviar la mirada.
  22. @ ¿Metí la pata no? ¿El que había entrado al pasillo y había saludado a Ben no era Jaziel, era Jonny? Es que puede ser que lo leyera mal y de ahí el lío, pero genial, ya he visto que has editado así que sigamos con ello Me está gustando mucho este rol, es súper divertido poder manejar a los pequeños :3 Y bueno, he incluido una trama de profes que luego se vaya entremezclando, por si a alguien le apetece hacer rol de profe también Me flipa el padre rastafari xD
  23. Abrí los ojos como platos. Ya hasta se me había olvidado mi arrepentimiento por las palabras anteriores de la payasa. En algo tenía mucha razón: yo siempre desaparecía y muchas veces la avisaba con una triste lechuza y ella siempre era la que se quedaba aquí, a cargo de todo. Pero, pero... ¡Aquello no le daba derecho de encasquetarme una compañía de extranjeros ilegales! Respiré profundo y tragué saliva antes de hablar. - Sagitas Ericen Potter Blue... --Mi tono era contenido, murmuré el nombre en un suspiro y volví a tomar aire--. Me... Estás... Diciendo... Que todos esos hombres, mujeres, enanos y bichos que tengo ahí metidos... Son... ¿Ilegales? Observé paciente la cara de incertidumbre de mi hermana. ¿Pero y los papeles que me habían presentado, sellados desde Internacional? O espera, ¿aquel era el sello de internacional verdadero, no? Tenía que ir a por aquellos papeles y revisarlos. ¡Ah, pero claro! - Sagitas --volví a murmurar su nombre, apretando los dientes y acercándome a su hombro lentamente--, ¿ves a ese hombre y esa mujer que están esperando frente al mostrador? --Dejé que echara una ojeada aunque seguro que ya había advertido su presencia--. Pues son empleados de Internacional, y ella es mi antigua jefa, y resulta que han venido a comprobar algo acerca de una irregularidad en el sistema que les ha dirigido hacia aquí. Así que por las barbas sagradas de Merlín todopoderoso, dime, que, los, papeles, de, los, rusos, están, en, regla. Fraccioné mucho aquellas últimas palabras. Cerré los ojos en una mueca desesperada, esperando la contestación de mi hermana. Sólo esperaba, al fijar mi mirada en la barriga de la vampira sentada en el sofá, que no se pusiera a hiperventilar en una crisis de embarazada próxima al parto, y mucho menos que rompiese aguas allí mismo. Aunque, quizá aquello... - Hayame, ¿cuánto te falta para parir? Directo y conciso. Aquello era una emergencia. @ @@Hayame Snape Potter Black @ @Near
  24. ¡OMG! Hayame, me fascina la última propuesta. Además, creo que es una historia fascinanate para adecuarla al Circ :3 jajajaja Ha sido genial haber podido participar (tan brevemente) en el rol exprés, así que le he propuesto a Sagis hacer otro un poquito más largo como a mediados de verano (Finales de Julio o así) que dure como 3-5 días y que sea una FIESTA DEL AGUA. Creo que va a ser muy necesaria viendo el calor que estamos ya pasando por aquí. Muy agradecido por los premios tambien *-* Creo que es la primera vez que gano premios en el foro jajajaja Y nada, a ver si ahora que ya cojo vacaciones académicas (porque tengo que conseguir trabajo sí o sí) me pueda pasar por aquí un poco más. Nos leemos
  25. - Ya, un sickle, ya... No si agarrada eres un... --me callé en cuanto las siguientes palabras de la payasa llegaron hasta mi cerebro. Miré de forma brusca a Hayame y entonces percibí su gran tripa redondeada--. ¿¡¡CÓMO!!? Pero, ¿desd cuándo? ¿Por qué no sabía nada? Eso es una tripa de ocho meses por lo menos. Ven, vamos a un sofá, ¡qué haces tirada en el suelo! Tomé a la vampira de la mano y la obligué a sentarse en uno de los sofás de la recepción. Todavía tenía a los empleados de Internacional frente al mostrador de recepción y a la compañía de circo en medio de una crisis interna, pero necesitaba saber más sobre aquello. Me paré de pie frente a la embarazada y miré a ambas mujeres con reprobación. ¿Cómo no me habían contado una cosa así? Sí, bueno, había llegado apenas hacía un mes y no había hecho otra cosa más que papeleo, clases y preparar el nuevo funcionamiento del Ars & Vita, por no decir que ni siquiera había pisado el Castillo de la Potter Black y que no les había hecho una mísera visita, pero... ¡No avisarme! Suspiré. - Sé que no estoy ahí siempre, pero, una lechuza... Vigilé la puerta de la sala Le Jongleur. Nikolay había pasado dentro de la sala con el portor agresivo y Bolinda aparecía y desaparecía buscando material dentro de la cabina de detrás del mostrador. Y los de Internacional miraban toda la escena alucinados. Menudo marrón tenía encima. - ¿Seguro que es de fiar esta compañía, no Sagitas? --le pregunté entonces a la pelivioleta. --------------------------- @@Near @ @ @@Hayame Snape Potter Black Me gustaría reactivar el rol, incluyendo a Internacional. Pero si no pudiérais porque Internacional esté liado o lo que fuera, mandadme MP y reconduzco el rol

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