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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Apretó más los párpados al escuchar la respuesta y contuvo la respiración. Lo que ella decía tenia mucho sentido. Recordaba aquella despedida en la fuente, pero desconocía lo demás. En esa época era obvio que su hermana no respondería al documento recibido, pero los años habían pasado y las cosas habían cambiado. Su relación era nueva, y ella no podía pedirle a su novia que olvidara el pasado en pocos meses. Pero lo cierto es que no quería que aquella unión perdurara.

 

Relajó los hombros y dejó su cuerpo blando y maleable, lo suficiente para que la Delacour pudiese maniobrar sobre él. Asintió un par de veces mientras la escuchaba hablar y abrió los ojos, bajando el ceño con pesar. Se le notaba afligida, y no sabía cómo ocultarlo. La castaña no la miraba, puesto que mantenía los ojos en otra dirección, por lo que Mahia bajó la vista.

 

Demasiados sentimientos encontrados. Ella era SU mujer. Se amaban. ¿Cómo no iba a tener importancia que la mujer de su vida aún estuviese casada? La tenía. De alguna manera le rompía el alma. No obstante, no era algo que le fuese a confesar a su hermana.

 

Sabía que su marido no había sido el mejor, pero lo había amado, esperado, reclamado; Gabrielle había sufrido y llorado quizás, y hasta se había alejado de todos. La Base no tenia idea de cuánto había pasado su mujer, y nunca la iba a tener, pero quería que todo eso quedase atrás. Suspiró y levantó los ojos hacia ella, recordando que no era su culpa. Lo había buscado después de todo.

 

- Imagina que soy yo la que estuviera casada aún si es que lo estás. ¿importaría? Saber... que hay un ámbito en el que yo no estoy segura de ser totalmente tuya, o que haya una pequeña posibilidad de ese vínculo siga vigente. No porque no te ame, ni porque lo ame a él, porque no es el caso de ninguna manera. Pero ¿Te daría igual? -

 

Se sentía avergonzada. Estaba mostrando una parte de ella que nunca quiso sacar frente a su novia. ¿Exageraba? Quizá. Apoyó la cara en la mano que sutilmente acariciaba su mejilla y se relamio el labio mordido. Ella era todo en su vida. Estos son celos pensó. Y lo más probable era que lo fueran. Y odiaba eso. No se había mostrado insegura frente a nadie; siempre altanera, avasallante, engreída, y ahora tenia ¿ miedo?.

 

- Lo más probable sea que me esté apresurando y que deba darte tu espacio para que lo resuelvas. Pero me mata pensarlo Gabrielle. No debo. Sé que no es así. Pero mi cabeza me juega malas pasadas -. tenia mucho tiempo de no nombrarla por su nombre completo, y casi se arrepintió de haberlo hecho. Le gustaba tratarla de Gabbs con dulzura, con amor. Pero también amaba su nombre entero. - Perdoname si estoy siendo infantil, pero me importa. Por ahora no volveré a nombrar este tema si te hace mal. Te voy a dar tu tiempo, tu espacio. Queda en vos. Pero si querés alguna vez hablarlo conmigo acá estoy. -

 

La miro con amor y se pego a ella, subiendo las manos por sus brazos hasta ponerlas por encima de sus hombros. Ella también queria una vida a su lado. Disfrutarse, amarse, reir, jugar, gritar, vivir Era la mujer de su vida, quien le quitaba el aliento con un beso y le hacia sentir que nunca nada iba a estar mal. Era ella quien le daba tranquilidad. Le daba calor y le hacia llamar a ese castillo como hogar.

 

- Por ahora vamos a comer. El estofado esta listo Gabbs. Y vos estás re débil -. Paso los labios por su cuello donde aun cicatrizaban las heridas que le había hecho y beso su piel con amor. -Me gustaria elegir nuestro cuarto juntas. Que sea de las desde el primer momento y decorarlo juntas. ¿te parece? -

Editado por Mahia Black

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Todo había caído de golpe y la Black solo trataba de mantener la postura. Siempre había sido una chica débil, su condición mental tenía la misma fragilidad que una jarra de delgada porcelana y en esos momentos de debatía en mantener la poca cordura que le quedaba. No era rabia, ni tristeza era una sensación amarga. Le había callado la boca y no sabía cómo reaccionar a eso ¿Qué decía si su novia tenía la razón?

 

Quitó la mano de la cintura de su hermana y volvió a sujetar la mesa con fuerza, el nudo en la garganta que sentía le imposibilitaba el hablar a lo que solo asintió a la orden, sabía que tenía que comer pero seguía inmóvil; sintió los labios de la otra Black en su cuello y cerró los ojos, no haría una escena, ella no la merecía.

 

- ¿Qué sugieres? ¿Mandar a uno de tus perros a buscarlo? A fin de cuentas los del ministerio no tienen nuestros papeles así que no les interesará buscarle- Habló y se arrepintió al instante.- Desolé, no estoy en esta situación por gusto y lo sabes Mahia Black.

 

Si algo compartía con su esposo era el hecho de correr cuando se encuentra bajo presión, ahora más que nada comprendía todas las veces que tenía que correr detrás de él en busca de una respuesta o la carencia de ella. De ahí su constante trauma hacia el cuento de Alicia, hacia los conejos blancos hacia el compromiso.

 

Seguía inmóvil, el trago amargo seguía en su garganta y ni el roce de su novia había logrado bajar la incomodidad; sus ojos seguían cerrados, sabía perfectamente que la delatarían pero prefería mantener el perfil bajo. Aún taladraban las palabras tiempo y espacio en sus oídos, al fin tenía una relación estable y aquello le daba terror.

 

<< ¡Y para qué compartir cuarto entonces!>> Mordió su labio inferior y sujetó fuerte la orilla de la mesa, no, no dejaría que sus inseguridades mataran lo que había estado forjando durante todos esos meses de estabilidad emocional, no hoy. Soltó un suspiro y contó hasta diez, logró alejar la voz que siempre lograba quebrar su calma y, después de tanto tiempo, abrió los ojos.

 

- Entonces ¿Cuarto nuevo?

Editado por Gabrielle Delacour

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El dramatismo por parte de una de mis abuelas, aunque su humor era ácido estaba segura de que no lo sentía así. Mis abuelas, independientemente de la edad que tenga parecen mantenerse en sus jóvenes años y permanecer vitales cuanto les plazca. Mirando de reojo a mis padres comprendí que eran motivo de descendencia. En plena luz todos parecían irresistibles. Lo que dijo la Black tenía cierta razón, pero para mí ellas eran completamente nuevas y ver esa reacción de mamá no hizo más que unirme a ella.

 

Miré a papá quien permanecía callado, mejor eso a provocar la furia de tantas mujeres. Este debía ser un tema del que debíamos de hablar. Podía comprender que se habían ocultado pero ¿Para qué? Más de un pecado tenemos todos encima y la marca en el brazo no nos da reputación de santos. Algo de razón tenían las brujas, era algo que se tuvo que haber mencionado antes. Algo de alivio tuvieron las palabras de Mahía, al menos ya no debían esconderse. Una media sonrisa se planto en mi rostro al descubrir que todo había sido un falso drama, comenzaba a creer que mis abuelas eran geniales.

 

Enamoradas ambas partieron a sus aposentos, me giré a ver a mi madre.

 

–Son increíbles.– De lo poco que había visto esas dos palabras eran las únicas que tenía para ellas.– Sin embargo, aunque quiero saber por qué tanto lío por su relación, ellas parecen haberlo tomado bien.

 

Entendía que algunas relaciones eran difíciles, mi soltería era la prueba de ello. Pero mis padres siempre parecían tan armoniosos y enamorados que quien los viera por primera vez pensaría que nunca han tenido un problema.

 

– Papá ¿Dirás algo por fin?

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  • 2 semanas más tarde...

Suspiró. Aquello había sido peor o más loco de lo que había imaginado. Su novio seguía callado, shokeado tal vez por la noticia de que estaba saliendo con la hija de dos de sus "sobrinas" y aparte estaba Susan que explicaba todo de una forma tan... adoraba a su hija, eso no lo dudaba pero no pudo resistirse a ocultar su rostro en el pecho de Otto y reír sin control.

 

Mahía le decía que esa no era forma de referirse a su madre, pero ella era quien había comenzado, a decir verdad eran las dos quienes habían hecho el numerito, ella solo quería presenarles a su familia, familia que ella formó sin que las dos estuvieran presentes porque jamas lo habían estado.

 

Sabía que tenía más hermanos, había investigado. Era lo bueno de su cargo, por un lado estaba Aarón que era hijo de Mahía y entendía ahora el porque la detestaba tanto, y por el lado de Gabrielle estaba Ayza, para desgracia o beneficio de la Black Lestrange, ambos eran sus compañeros en el ministerio de magia y aunque se llevaba mejor con Akyza que con Aarón, no podía negar que se divertía con la relación que llevaba con el hijo de Mahía.

 

Las vio alejarse, no sabía y en parte ni le importaba en lo más minimo lo que las dos tuvieran que hablar, mientras no se metieran en su vida intima con Otto poco le importaba si ellas lo hacían en la mesa del comedor.

 

-Será mejor que entremos Su... ayudame a arrastrar a tu padre a su recamará, sigue shokeado por la noticia al parecer... y sobre lo que preguntas... dale por su lado, con el paso del tiempo me he dado cuenta que todas mis madres, si incluyendo a tu abuela Mia, estan locas y si... sus amenazas son reales.

 

Todas y cada unas de sus madres habían demostrado que eran capaces de matar hasta a sus propios hijos, ella no dudaba en nada, así que con la ayuda de su hija introdujeron al patriarca en la mansión hasta llegar al salón, donde con cuidado lo sentarón en uno de los sillones.

 

-Amor, reacciona por favor, no quiero utilizar ninguna de mis artimañas para despertarte y lo sabes. Por favor Otto, no nos hagas esto.

 

Se arrodillo frente a su amado y tomado su rostro entre sus manos le dio un tierno beso en los labios, rogando a Merlín porque el Black reaccionara.

 

-Hija por favor, busca en mi maletín, debo tener un frasco color negro con un corcho pegado con cera, traelo. Ten cuidado, su aroma podría despertar a los muertos y el abuelo Glenin no es muy amable que digamos.

 

@@Susan V. Goldstein

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Enarcó una ceja y suspiró. ¿Acaso esa era su primer pelea o discusión? No. No sonaba a nada de eso. Pero estaba segura que no era una situación del todo cómoda para una pareja.

 

Dejó pasar el comentario sobre sus perros y se giró para prestarle atención al estofado. Si hubiese sido en otra época lo más probable era que Mahia hubiese visto con otros ojos la idea de mandar a Argos y Burzon a desmembrar a su ex cuñado, pero ya se había vuelto vieja y amaba tanto a su novia… no lo haría, no aún.

 

Me estás mal interpretando mon amour – Se giró y extendió la cuchara para que probara el resultado, poniendo una mano debajo mientras veía cómo la otra Black degustaba su cocina. – Lo que yo no quiero es que para alguien, para cualquiera, él sea tu esposo. Ni que en el caso de que algún día quiera reclamarte por el motivo que sea, venga aquí a hacerlo. Porque no me voy a contener.

 

La miraba a los ojos. Se relamió los colmillos y sonrió de costado, casi en una mueca de locura que, estaba segura, su amante no había visto anteriormente. O quizá sí. En sus épocas de asaltos, cuando podía saborear la sangre de sus enemigos a grandes distancias, imaginándose con placer el desmembrarlos. Su respiración se agitó y mordió su labio para volver a la realidad. Suavizó la mirada y suspiró.

 

No quiero asustarte. Sólo… te amo tanto… Te prometo no volver a tocar el tema. Pero, por favor, si podés definirlo, para mi va a ser genial. Y si no, no te preocupes, nuestra relación es más que eso – Impulsivamente la abrazó unos segundos y al separarse le tendió la mano, ayudándola a bajar de la mesada.

 

Algo que le volvía loca de Gabrielle era su olor. Si bien el mismo quedaba impregnado en su nariz cuando la abrazaba, cuando ella se movía quedaban dejos de su aroma en el aire, que le hacían a uno mantener los ojos cerrados y el rostro en alto para retener un poco la maravillosa fragancia. Y fue exactamente lo que hizo la Black cuando ella pasó a su lado.

 

Se quedó con ella mientras comía para reponer las fuerzas y luego subieron las escaleras. Tenían que elegir su cuarto, y lo más importante, decorarlo. Soltó una carcajada al pensar en la rara combinación que podría salir de aquello, o de los desacuerdos que tendrían al organizar su espacio. Iba a ser divertido. Quizá le propondría pintarlo juntas para darle su toque, o más bien para poder jugar a una guerra de pinturas con su mujer.

 

Podíamos usar uno de los cuartos destinados al patriarcado. Esos que están en el ala izquierda, con acceso a la torre más alta – Le indicó, girando para verla. Se detuvo y la atrajo a ella, besándola fugazmente antes de emprender camino otra vez.

 

Sus anteriores recintos estaban en la parte derecha, junto con los de toda la familia, pero ahora que eran las dos matriarcas, podían usar los aposentos de privilegio sin que nadie dijese nada. Aunque no era importante la opinión del resto para elegir donde dormir, siempre podía haber habladurías incómodas cuando uno se tomaba atribuciones que no le correspondían.

 

No esperó la respuesta y apuró el paso, guiándola por las escaleras hasta la penúltima planta del ala izquierda. El pasillo era amplio y desembocaba en 4 entradas con sus respectivos pasillos individuales para cada cuarto. Dos a la derecha y dos a la izquierda. Los de la derecha eran los únicos con balcón que daban al exterior, y en particular, sabía la ojiazul, el último de ellos tenía en su interior un hogar donde podían hacer fuego en las noches de invierno. Y fue ese el que eligió ella.

 

– Veni conmigo… Te voy a mostrar el que me gusta. Luego vemos uno de tu agrado. La idea es elegirlo juntas – La miró con amor y abrió la puerta para dejarla pasar.

 

Era una habitación espaciosa y rectangular, pero no exageradamente. El techo al ser en forma de cono en el centro con una especie de alerón hacia los dormitorios, poseía un declive que iba encogiendo la altura en relación al piso hasta llegar a la pared exterior. Como pasaba normalmente en las cabañas muggles a dos aguas.

 

De frente a la puerta de ingreso se podían vislumbrar dos ventanales amplios cubiertos con cortinas doradas entre abiertas para que dejasen pasar la luz del sol. Aunque ambos estaban separados por una pared, compartían el mismo balcón en la parte exterior. El borde de los ventanales era un semicírculo en la parte superior, llegando con sus vidrios corredizos hasta el suelo; un toque de actualidad para un castillo tan viejo.

 

Delante de la boquera izquierda había un sillón blanco sin respaldo, con ambos apoya brazos más altos que lo normal.

 

La cama de tamaño King tenía su cabecera contra la pared derecha, allí donde no llegaban las ventanas. Era el típíco lecho cliché de matrimonio ricachón, con barrotes que dejaban caer telas para cubrir la intimidad, y un edredón de plumas color negro y almohadas blancas. El respaldar de la cama era un rectángulo completamente negro empotrado en la pared e iluminado por luces que podían apagarse con un hechizo o simplemente con la llave de luz.

 

En ambos costados, las mesitas ratonas con cajones donde poner las chucherías de la pareja, zapatos y veladores que en el mundo mágico prácticamente no se usaban, pero que daban una imagen bella al hogar.

 

Seguido al ventanal más cercano a la cama, en frente a esta última, se encontraba un modular con un gran espejo, una silla y el espacio suficiente para tener todo el maquillaje de una mujer sobre la mesada sin que faltara lugar. El mueble poseía cajones de todas maneras y un espacio en medio para poner las piernas. Era completamente marrón y rustico, pero los colores podían cambiar.

 

Del otro lado, sobre la parte izquierda, se encontraba la chimenea con el hogar. Sobresalían los bordes de mármol y el interior de la estructura de piedra negra y grande. Dando un toque de frialdad que contrastaba con el cálido fuego que allí se podía gestar. Arriba había lugar para un gran cuadro o trofeo, y frente al hogar también un sillón y alfombra para poder disfrutar. Sobre la izquierda estaba el cubículo para guardar la leña y para la derecha la puerta que daba al baño. Ese recinto no lo mostraría en ese momento, sino que dejaría que Gabrielle lo viese por ella misma. Le iba a encantar.

 

- ¿Qué decis? ¿Te gusta? Podemos buscar otro. El guarda ropa es bien amplio, está hecho con magia así que no gasta lugar físico. Se encuentra a la izquierda de nuestra cama. Obviamente todos los colores pueden cambiarse y podemos agregar o quitar lo que se nos venga en gana. -

Editado por Mahia Black

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Aquello estaba impacientando a la Mago Oscuro y rodó los ojos, no discutiría con ella a lo que se dedicó solo hacer caso; la amaba, más que a su propio orgullo y ganas de ganarle. Soltó un bufido ante su absurda excusa y le miró embobada.

 

Su sonrisa de lado hizo que la Black sintiera un leve cosquilleo entre sus piernas y mordió su labio por impulso, esa mirada determinada y esos ojos azules que le penetraban el pensamiento lograban que cada partícula de su cuerpo se acelerara; bajó sus ojos miel hacia sus labios, esos gestos, había cedido a sus encantos (como siempre) y observaba deseosa el movimiento de su boca.

 

Dejó que los brazos de la rubia le rodearan y aprovechó para meter su rostro en su cuello, respiró profundo sintiendo a lo que quedaba de su cuerpo sobrio se terminara de perder en ella. La amaba, más de lo que podía expresar en sus palabras y deseaba en verdad darle lo que pedían, poder darle la felicidad que se merecía. Cerró los ojos y volvió a mirarla.

 

– ¿Asustarme? – levantó la ceja, aún estaba más que hechizada; sus ojos estaban clavados en el azul de ella y su voz salió en un leve susurro.– Mojarme es la palabra correcta...

 

Pero tan pronto desvió su mirada los pensamientos acerca del tema que trataban le hicieron olvidar la lujuria que había sentido al ver a su hermana en ese estado.

 

Hacía tantos años que Gabrielle desapareció de la nada, sin despedidas, solo de Mahia; casi 8 años de los cuales su marido no fue para siquiera intentar buscarla y ahora, después de casi el año de su regreso las cosas seguían igual: Nada. Su mente revoloteaba ante la idea ¿Reclamo? Podía hacer y deshacer su vida y aquel no estaría si quiera para una lechuza. Volvió a soltar otro bufido y rodó los ojos, su hermana tenía una buena imaginación.

 

– Si algo puedo asegurarte es que nadie vendrá a reclamarme...– dijo mientras se disponía a comer.– Pero estaría divertido ver la escena, en primera que pisara el castillo y en segunda que se atreviera a hacer algún reclamo, contigo de por medio.

 

En definitiva sería una escena digna para recordar pero sus planes estaban perfectamente trazados, no había por qué preocuparse y la francesa lo sabía, ahora más que nada se encontraba segura de lo que sentía y su corazón estaba con la chica que tenía frente a ella.

 

Terminó de comer y solo obedeció a la rubia, ya era de esperarse después de tanto tiempo juntas, se dejaba fácilmente dominar por ella, guiar, le confiaba como había confiado en su hermano mayor y como nunca había confiado en alguien más. Asintió con la cabeza, tal vez sería un simple cuarto pero para la castaña era el comienzo de su vida con ella... Ella.

 

Le siguió sin chistar y, al llegar a la habitación, recargó su espalda en el pecho de su hermana mientras observaba atenta. El hecho del balcón y la chimenea ya había captado de más su atención, su único pero: Los colores. Frunció los labios y giró su cuerpo para mirarla a los ojos, sonrió con dulzura y acaricio su mejilla derecha.

 

– Con una condición...– su dedo pulgar acarició su mejilla, donde el rubor pudiera aparecer y clavó sus ojos miel en el azul de la Black.– El dorado y negro se va... Azul y algo mas.

 

Mordió su labio inferior y dejó su mirada fija en la Base, se levantó en puntas para besar sus labios y sus brazos rodearon el cuello de su hermana, nada arruinaría lo que tenían.

 

– Te amo Mahia, con locura.– sus labios apenas rozaban los de ella y subió su pierna para pegar su cadera.– Comencemos una vida juntas...

 

Acarició de nuevo su mejilla y separó un poco más sus labios, en verdad la amaba, en verdad deseaba su vida con ella a su lado. Volvió la mirada al cuarto y se separó de ella lentamente, no deseaba pero tenían cosas que hacer. Bajó el rostro, el pensar en traer todas sus pertenencias le había comenzado a nublar el pensamiento y soltó un suspiro.

 

Tenemos cosas que empacar ¿Vamos?

 

Entrelazó sus dedos con los de Mahia y sonrió sonrojada, sí, juntas después de tantos años. Ahora Gabrielle era la que guiaba, caminó de vuelta hasta la habitación de su hermana y detuvo sus pasos hasta llegar a su puerta, le miró deseosa, mordió su labio inferior y bajó la mirada, tenía que dejarla, a escasos metros estaba su habitación pero aún así sentía esa pequeña distancia como si fueran kilómetros de separación.

 

Volvió la mirada y su mano subió hasta rozar la mejilla de la rubia ¿En verdad estaban juntas?

 

– Comienza a empacar que yo haré lo mismo... Tengo un testarudo que convencer y algunas cosas que empacar ¿Te parece?

 

Sonrió y caminó unos cuantos pasos hacia atrás, guiño un ojo y giró su cuerpo para correr hasta su habitación... o la que era su habitación; abrió la puerta de golpe y se tiró a la cama aún con esa sonrisa. Solo unos minutos antes de comenzar, mismos minutos en los que jugueteaba repasando la marca de Mahia sobre su cuello, estaba feliz, después de tanto tiempo, era feliz.

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  • 3 semanas más tarde...

Caminaba por las calles desoladas, tenia que trabajar en este proyecto como todos los demás y eso implicaba ir a las casas, llevaba los pergaminos de la campaña de criaturas...el castillo Black era mi primera parada solo dejaría el anuncio en la puerta junto con una nota para para que alguna persona perteneciente a los residentes del hogar lo recibiera. tome mi varita y hechice ambos papeles para que se adierran a la madera y así no tener que tocar molestando a alguien para que abra o es su defecto restarle tiempo a lo que este haciendo.

 

Buen día:

Dejo aquí el siguiente pergamino anunciando la campaña del departamento de criaturas, rogando la buena disposicion para que se acerquen ala ministerio a fin de registrar elfos, mascotas, fantasmas o raza...y permanecer del lado legal de los ciudadanos.

En todo caso de tener alguna duda sepa dirigirse ala la ventanilla única de tramites o vía lechuza dirigida a algún representante...quien contestara a la brevedad.

muchas gracias y sepa disculpar las molestias.

Atte Lady Dark Luxure

Jefa de oficina del departamento de control y regulación de criaturas

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Sin mas que agregar deje el mensaje...y me aleje lentamente a mi próximo destino, creo que el ejerció me vendría bien así que apure el paso antes que me agarre la noche aun realzando este trabajo.

 

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Editado por lady dark riddle lestrange

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Un movimiento suave, una sonrisita traviesa, una mirada atrevida, eso era lo que caracterizaba a la Malfoy, pero en ese momento no iba con ese lado juguetón al Castillo Black. Su rostro estaba serio,sin expresión alguna y caminaba con seguridad, demasiada para no ser miembro de aquella familia ancestral. Respiro, miro a atrás y luego volvió a voltear el rostro para dar los últimos pasos y tocar el timbre.

 

-Malfoy -Dijo el Elfo que la miro de manera calculadora, con depresión total por ver una mujer tan rubia y esbelta en el castillo Black, característica completamente contraria a ellos, además de que Afrodita definitivamente no era mujer que frecuentaba esos rumbos, ni por error, pero tenía un compromiso con alguien ahí o mejor dicho, con dos personas.

 

Intentó controlar su mal humor mientras miraba al cretino del elfo que pronunció su apellido, levantó la ceja y cruzó los brazos.

 

-Dile a Gabrielle Delacour que estoy aquí - Siseó mirándolo con depresión -Y dile que si corre, que ella sabe que yo soy más rápida que ella - Agregó mientras abría la puerta de golpe y se dirigía a la sala, no espero ni siquiera a que la dejaran pasar.

 

Miro los alrededores, aunque simplemente por aburrimiento, la noble familia Black no era su entorno, aunque tuviera tantos conocidos siendo miembros, a la final ella era una alma libre sin atadura que no le gustaba los lazos, pero aquí estaba uno de los pocos reales que le quedaba.

 

-Solo a mi no se me ocurre abortar - Bufó enojada. -Humanidad es la peor característica que uno puede tener - Pensó

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– Ama, le busca una Malfoy...

 

La Black tiró la taza de té que sostenía en su mano, sintió sudor frío recorrer su espalda y brincó al piso. Era demasiado común que la chica se sentara arriba de la mesa para comer y ahora lo estaba maldiciendo. Aquella bajada parecían 2 metros al sentir los nervios de tenerla en casa, conocía a la Malfoy, más que perfectamente.

 

Sus cabellos ondulados cubrían sus hombros; acomodó s vestido rosa y metió las manos en las bolsas secretas del mismo, eran los nervios ¿Vendría por su hija? No, las cosas no eran tan sencillas; Afrodita sabía perfectamente que Nymeria estaba a salvo y dudaba que el "instinto materno" le picara después de tanto tiempo. El que ella decidiera aparecer no le daba buena espina.

 

Era su amiga (su única amiga viva) entonces ¿Por qué temía? Caminó decidida a la puerta, de seguro estaría esperando en el recibidor ¿Estaría bien? Sus visitas inesperadas casi siempre indicaban problemas.

 

Y ahí estaba ella. Sonrió y casi podría decirse que corrió hasta donde estaba ella, clavó sus ojos miel en la rubia y le abrazó de inmediato.

 

Afro... Gusto saber de ti...– Se separó un poco de la Malfoy y le miró asombrada.– Casi el año sin vernos ¿Pasamos a la sala?

 

No esperó respuesta de la rubia y entrelazó su brazo con el de la banshee. Dos chicas tan distintas, casi destinadas a pelear: Malfoy y Black, Banshee y Arpía... Pero Gabrielle nunca seguía los patrones, les odiaba.

 

Se detuvo en uno de los sillones e hizo un gesto para invitarla a sentarse, clavó la mirada en uno de los elfos que les observaba atónito y movió bruscamente la mano en señal de que se fuera, si acaso las cosas se complicaban deseaba estar sola los cuervos podrían esperar. Le observó curiosa y se dejó caer en el sillón.

 

– ¿Cómo has estado?- giró su rostro al elfo que aún se mantenía de pie, anonadado.– ¿Se te ofrece algo? Sirve de algo y trae té y licor... Sí, una Malfoy, anda ¡Ve!

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-Sigues igual de dulce como siempre y yo amargada -

 

Sonrió de lado mientras recibía en abrazo con placer, le agradaba la presencia de la arpía, era como un alivio en su alma corrompida con los años, porque si era bien que ambas poseían oscuridad, el cariño de años de amistad no las amargabas para nada, aunque sabía que Gabrielle estaba nerviosa y se preguntaba el porque.. ¿Qué era exactamente lo que le había dicho la ves pasada? No recordaba y sentía que la debía regañar por algo, pero el abrazo la hizo olvidar lo que pasaba por su mente, así que la siguió, ambas se sentaron en uno de los tantos muebles de la sala Black.

 

-Pues nada fuera de lo común, diría que estoy de visitas, pero realmente no estoy en un estado muy sano que se diga - Abrió la túnica y mostró la herida negra que atravesaba su cuello, pecho y parte de su brazo izquierdo. Una sonrisita de fastidio se formó en su rostro esperado la reacción de Gabrielle.

 

-El licor sería genial, haría que el ambiente mejorara bastante a pensar de todo - Miro al elfo con fastidio -¿Es un poco lento, no?-

 

Se cerró la túnica, no quería que más nadie viera la herida que se curaba lentamente, necesitaba definitivamente despejar la mente del desastre.

 

-Me invocaron y me encerraron en un cuerpo humano, así que ando un poco incomoda, por lo menos puede mantener mi forma - Se encogió con indiferencia -Pero todos lo que intentaron hacerme daño... Estan muertos - Un brillo lleno de malicia trasmitió.

 

-¿Qué cuentas tú? -Le preguntó

 

 

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