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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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El sol se estaba ocultado detrás del horizonte. Ya las sombras jugaban entre los objetos y la brisa se hacia cada vez más fría. Llevaba una túnica negra como la noche y algunos detalles estaban en plateado, que seguramente cuando se hiciera más tarde, brillarían con la luz de la luna que aún no había aparecido. Caminaba con un paso constante. La Orden del Fénix aún se mantenía viva, como la llama de un fénix resurgiendo cada vez. Pero solamente tenía que vigilar aquellos terrenos, me había llegado una leve inquietud. Todas las familias eran sospechosas de algo. Conocía a sus miembros pero era mejor ser precavido.

Portaba la máscara de luz que protegía mi identidad. Aunque podía ir con la tranquilidad que tenía al ser director del Departamento Auror, no podría hacer nada si alguien aparecía a entrometerse en nuestros caminos. Además tenía que dar la cara y eso significaba que podría poner en peligro a mi familia, ya más de lo que estaba. Llegué a aquella hermosa verja, tan decorada, tan grande y con gran estilo. Empuje levemente aquellos hierros y la puerta se abrió. Había mucho que recorrer y aún tenía que encontrarme con mi compañera. ¿Dónde demonios estaba?

Expecto Patronum —no necesitaba traer muchos recuerdos felices en mi mente para realizar aquel guardián plateado con la forma de un gato. Éste se materializo y recibió la orden de ir a buscar a Lisa e indicarle que ya había llegado y que la esperaba en la fuente, como habíamos quedado. Aún nos separaba una gran distancia. Mientras la verja se cerraba, el patronus salía corriendo entre los árboles y avanzaba, pude levantar la vista hacia la elevada edificación tan imponente que no pude contenerme—. Es grandioso.

Ottery se caracterizaba por contener enormes mansiones y grandes castillos. Y éste era realmente hermoso. Su fachada era muy llamativa, aunque aún tenía que avanzar por aquel camino que era largo. Estaba acostumbrado a no caminar tanto dentro del territorio de la Gryffindor pero éste lo triplicaba en su tamaño. Los árboles pasaban a ambos lados. Podia escuchar el ruido de agua ondeando. Un lago. Aunque no podía verlo en todo su esplendor. Al cabo de diez minutos llegué cerca de la fuente. Me coloqué la capucha. Los últimos rayos del sol iluminaban todo de un color rojizo. Las estatuas parecían que me observaban. ¿Sería parte de la defensa de la familia? Aunque no tenían que defenderse de nada, no estaba alli para destruir nada, mi varita descansaba en el bolsillo interno de la túnica.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Hacía mucho tiempo que un patronus como aquel no llegaba hasta mi persona. Un precioso animal peludo y con la voz de Elvis me indico que el cateo a realizar seria en la mansión Crowley. Asentí a la bestia y me encamine hacia mi habitación para ponerme un atuendo afín a la situación. Cinco minutos después y ya con un pantalón negro, suéter fucsia y botas latas, gire sobre mis talones y me desaparecí en dirección a mi destino.


La finca se hallaba al costado oriental de la emblemática calle Ottery, justo sobre la colina que colinda con el bosque negro londinense. Hice acto de presencia, envuelta en una estela blanca, a cincuenta metros exactos de las verjas que separaban los terrenos de la propiedad de la comunidad mágica. Mire al cielo, los rayos del sol al atardecer iluminaban mi sereno rostro. Toque la verja con la punta de mi arma mágica y sin más, ingrese al verde césped que rodeaba la casona.


En mi rostro portaba una luz, indicando al mundo que estatus, rango y cargo portaba dentro de la sociedad. Era fenixiana y lo seria siempre. Con aquel método nadie podría reconocer mis facciones, como tampoco mi voz. Camine por el sendero hasta dar con una grandiosa fuente, donde ya se hallaba mi camarada y en aquella ocasión comandante en jefe. Lo salude de forma tranquila con un claro – Buenos ojos te ven, ¿todo bien? – Me sentía cómoda con el Gryffindor y aquello pocas veces pasaba.

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Ahora que llegaste me encuentro mejor —le dirigí una reverencia con mi cabeza a modo de saludo. Casi había estado a punto de nombrarla. Sabía que no había problema porque nadie más se encontraba entre nosotros. Pero tenía que acostumbrarme que por algo usáramos aquellas máscaras. Y que todo dentro del mundo mágico tenía oídos. ¿Y si las estatuas le avisaban a los patriarcas? ¿Y si nuestras sospechas de que por allí podía haber algún movimiento mortífago se hacían sólidas? —. ¿Quieres ir a dar unas vueltas? Todo se ve demasiado tranquilo. Aunque admito que me encantaría poder deambular por el interior del castillo

 

Le hice una seña a Lisa para que bordeemos la fuente. El agua que largaba ésta caía en pequeños hilitos. El ruido era muy tranquilizador y podía quedarme allí durante horas, tendido sobre el pasto a merced de los rayos del sol. Pero teníamos que investigar. Ver los movimientos. Solamente esperaba no alertar a ningún familiar. Era una visita casual, no teníamos nada personal. Si alguno aparecía le diríamos que estábamos ayudando a vigilar que nadie sospechosos se acercara a su casa. Como muchos nos pediríamos que nos fuéramos o que no nos necesitáramos. Y nos iríamos. Porque no éramos ni mortifagos, ni asesinos ni vandálicos. Solamente buscábamos la tranquilidad y la paz.

 

¿Hay un lago en éste sitio? Es enorme ¿Quieres ir a ver? —saqué mi varita. El sol aun nos brindaba un poco de su luz, aunque las sombras eran las protagonistas de aquel sitio. La copa de los árboles se movía un poco, sumándose a la música natural que brindaba la fuente. Pero todo nos serviría para ayudarnos a mantenernos escondidos. Hice algunos movimientos de mi varita mientras murmuraba algunas palabras. Algunas ondas invisibles recorrían varios metros tan rápidos como la luz y me indicaban que estábamos solos. Podíamos empezar a caminar.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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El Gryffindor tenía, como yo misma, la firme intención de deambular por los térreos de la mansión en busca de algo anormal. La paz y la tranquilidad de la sociedad era, sin duda alguna, nuestra meta. Como miembros del clan de la luz debíamos proteger, custodiar y velar por la seguridad de toso aquellos que vivían dentro del país y si la marca se interponía en aquella misión, acabar con ellos y sus fuerzas de la manera menos sanguinaria y sádica posible.


Los terrenos de la Crowley eran enormes, bien podríamos dar un paseo para comprobar el estado de los jardines traseros. Asentí ante su propuesta – Claro, tenemos toda la noche por delante – Y asi era, el sol estaba dejando paso a la Luna, astro rey por naturaleza en mi esencia. El knight inicio el camino y yo, sin más, le seguí. Sus estelas de luz y mis instintos como vampiro me indican que allí, por el momento, no habia ningún rival.


- Has estado algo perdido estas semanas, ¿algún problema? – En un cateo la concentración era primordial, pero también lo era, en la relación que todos los OdFs teníamos, la confianza entre nosotros debía ser la mejor y para lograr aquello, lo bueno era conocer los problemas del otro y ayudarlo cuando fuese necesario – El silencio a veces es revitalizante…. – Comente de forma tranquila.

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Oh, nada fuera de lo normal. Una esposa casi loca, un hijo por llegar, un trabajo que me quita todo el tiempo y una familia que mantener —le comenté a Lisa mientras atravesábamos los primeros árboles que seguramente iban a darnos paso al lago. La edificación estaba tranquila. Las luces del castillo empezaban a prenderse, pero prefería verificar el estado de ésta antes de irnos. Seguramente para muchos los jardines era un espacio innecesario que corroborar pero ¿Qué sucedía si la familia tenía algún sitio oculto con magia? ¿O alguna especie de bóveda subterránea? La magia podía hacer muchas cosas y entre ellas estaba nuestra manera de pensar—. ¿Y tú? ¿Cómo has estado? La última vez te vi dentro del cuartel ocupada pero no quise interrumpir para saludarte.

 

No necesitaba levantar mucho la voz para comunicarme con mi compañera. Ambos caminábamos entre los árboles, no alejándonos demasiado de la mansión. El lago nos e encontraba muy lejos pero solamente teníamos que echarle un rápido vistazo. Estaba seguro que con algunos movimientos de varita veríamos que todo era tan normal como pensábamos. Ibamos casi pegados entre nosotros. Solamente esperaba que ninguna raíz traicionera sirviera para que nos tropezáramos. La tranquilidad llegaba a incomodarme a veces.

 

¿Oyes el agua? Estamos cerca —y así era. Al cabo de mínimos minutos llegamos al borde de éste. La ladera nos daba una vista extensa de todo aquello, la luna iluminándose en el agua, algunos objetos reflejándose en ella y la tranquilidad del sitio. ¿Cómo una familia que contenía a mortífagos en ella, o era lo que creíamos, podía estar tan tranquilos en éste sitio y destruir otros? Con mas esmero intentaría defender ése lugar. Miré a Lisa para ver si quería hacer algo en especial o hacia los habituales encantamientos de rutina. Movi mi varita por segunda vez. En esta oportunidad salieron una docena de esferas plateadas, un poco más tenues que la luz del patronus. Se extendieron como flechas hacia diferentes direcciones del lado, atravesando todo. Éstas serian capaces de reconocer tanto personas, como objetos o lugares ocultos.

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- Trabajo, más trabajo, una novia inquieta, poderes extraños que surgen sin más, problemas por doquier y una elite de defensa que entrenar – El resumen de lo que habia sido mi vida en aquellos dos meses que no nos habíamos visto – Las cosas pasan por algo, enhorabuena por el futuro hijo – La calma en la mansión hacia que la comunicación fluyese.


Conocía la historia de la familia que residía allí. Algunos, muchos más de los que pudiésemos pensar, amaban, por encima de todo, las artes oscuras. Nuestra misión aquella noche era comprobar la seguridad de los terrenos, pero también buscar algo que no encajase con el paisaje; tumbas, cementerios, mausoleos, o áreas cargadas de conjuros y maleficios tenebrosos, muy propios de los seguidores de Lord Voldemort.


Y el Gryffindor tenía razón, el lago estaba a escasos metros de nuestra posición. La luna, ya alta en el cielo, se relajaba grandiosa en las aguas en calma. Como el, yo también que la varita, pronunciando un claro hechizo que demostraba donde estaban mis ideales. Un hipogrifo enorme y con el honor marcado en sus ojos apareció en la punta de Kim. Un patronus brillante y fuerte.


Este, marcando un trote rápido, se perdió por las cercanías del bosque en busca de personas u objetos extraños. El seria, al igual que las estelas del Knight, el encargado de custodiar nuestras figuras hasta que nos fuésemos de allí - ¿Volvemos hacia la fuente? Porque aquí está todo despejado. Han estado muy tranquilos últimamente, no me fio, seguramente estén planeando algo gordo para estos dias….

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Aquel hipogrifo era magnifico. Desplegó sus alas inmediatamente que también lo hacían mis esferas de luz y remontó vuelo rodeando el lago. Era silencioso y su luz tranquilizadora. Se convertía en guardián, así que ambos estábamos más tranquilos. Tras obtener información de pese sitio, decidimos que lo mejor era regresar. Retomamos el camino invisible que habíamos hecho entre los árboles, esquivando algunos troncos, saltando algunas raíces hasta que volvimos a la fuente, lugar donde la soledad era la persona a cargo del jardín. Apunté a dos estatuas que vigilaban su hogar.

 

Gracias al encantamiento que podía realizar, le di vida. No era por defensa, sino para que nos ayudaran a la vigilancia del sitio. Éstas bajaron de sus pedestales y sus pasos eran duros, pegaban contra el suelo, casi tan rápido como podían. Al cabo de media hora, dieron toda la vuelta a la edificación. Les había costado porque había ciertos rincones por los que no podían atravesar y tenían que buscar otra salida. Cuando llegaron, dándonos un reporte tranquilo, regresaron donde correspondían. No quería que la familia nos tildara de vandálicos. Solo aprovechábamos el escenario que nos brindaban.

 

Sólo nos queda el interior del castillo. Pero creo que lo mejor es dejarlo para otro momento —mi compañera asintió. No era bueno ingresar en el hogar cuando había personas. Debíamos camuflarnos de una manera civil, porque portando aquellas máscaras podíamos ocasionar una batalla innecesaria. Tomamos el camino de regreso, ése que nacía en la entrada del castillo y casi con un kilómetro y medio de distancia, llegaba a la verja. Cuando llegamos y salimos unos cincuenta metros, le dediqué un abrazo a Lisa—. ¿Podemos vernos más tarde en el Grimmauld Place? Está bueno compartir un café y hablar más tranquilos. ¿Te parece?

 

Y acto seguido, ambos desaparecimos rodeados de aquel humo blanco. La oscuridad nos envolvió y nos alejamos del Castillo de la familia Crowley.

 

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Editado por Elvis F. Gryffindor

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FlashBack - Tres Semanas atras.


El sueño de Odín. Así lo llamaban las antiguas tribu nórdicas y escandinavas. El tiempo donde el espacio se perdía y la consciencia se fundía con el vacío oscuro y siniestro del propio ser, donde se renueva lo que muchos llaman alma y otros Ether. El profundo lapso en el que el padre de todo recuperaba su fuerza para regir con firmeza su vasto imperio asgardiano, el reino que a pulso, había ganado.


A León le hubiera gustado creer que era eso. Que su espíritu se fortalecía para continuar otros 350 años y que cada que despertaba de su largo sueño era más fuerte y su energía era renovada. Le hubiera gustado creer que estaba mejorando en vez de empeorar y que seguiría defendiendo su reino. Pero no era así. No despertaba más fuerte o más sabio y mucho menos más joven. Despertaba débil, sin fuerza. Él no era Odín.


Su cuerpo, por el contrario, cada vez tardaba más en despertar; su fuerza cedía ante el agotamiento que le producía el caer en ese letargo, lo cual podía adjudicar únicamente a una persona, o mejor, a un demonio: Balphomet. El ente demoníaco que habitaba en él y que había tomado su cuerpo y su vida como totem, parecía estar carcomiéndolo desde adentro, consumiéndolo cada día, un poco más.


—Maestro, ¿Está bien? —la primera voz, como lo había sido desde hacía mucho tiempo, era la de su fiel elfo, Arthur que se acercaba ya, con un vaso enorme de poción herbovitalizante, verde y espesa como siempre lo había sido.


—¿Cuanto tiempo esta vez? —la voz del patriarca salía débil y sus palabras torpes parecían tropezarse unas con otras a la salida de sus labios. Su cuerpo permanecía recostado sobre el diván de su habitación.


—Quince días amo. Dos más que la última vez.


—Alguien...


—No mi señor, nadie lo notó... esta vez.


No tenía que ver el rostro del elfo para saber que tenía sus enormes ojos vidriosos fijos en él y en las heridas que se abrían una y otra vez y por todo su cuerpo siempre que tenia el mismo episodio. Heridas de viejas batallas que traían al presente el dolor y el horror de tiempos lejanos. Hizo un esfuerzo para incorporarse pero de inmediato cesó ante el dolor en sus costillas. Los ojos lentamente se abrían, adaptándose a la cetrina luz proveniente de unas pocas velas consumidas casi por completos, sobre la mesa de estar. Estiró el brazo hacia la bandeja que sostenía el elfo y tomó la desagradable bebida.


—Se hace más difícil cada vez, Arthur. No sé cuanto tiempo más pueda aguantar —lanzó el primer sorbo y tragó, sin saborear. De inmediato su cuerpo tomó un poco más de energía, la suficiente para inclinarse un poco y recostar la espalda sobre el brazo del diván—. Tendré que volver a Hungría, al menos por unos días.


El silencio del elfo era lo suficientemente claro como para reconocer que, pese a que era demasiado arriesgado, debía hacerlo y cuanto antes. Ir a Hungría implicaba un peligro, no solo para León como persona sino para toda la familia.

Editado por León Crowley
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  • 1 mes más tarde...
La ventana de la habitación, dejaba colar la fresca brisa del atardecer, el sol se escondía en el horizonte, pintando de fuego las montañas y las puntas del las arboledas que rodeaban al majestuoso castillo Crowley. Salio de la ducha, envuelta en lino blanco, con las verdes orbes inundadas de esa luz dorada, que hacia lucir al par de uvas de Damasco, espectaculares, sin buscar mas adjetivos o adornos para lo obvio, la joven Grindelwald se hacia mas mujer cada día, la belleza de su rostro y cuerpo maduraba, como esos racimos de cerezas que había traído Koin del jardín, maduraba no solo físicamente, emocionalmente había dejado de ser la muchachita caprichosa, ensimismada en complacer cada deseo que pasaba por su mente, ahora meditaba un poco mas las consecuencias de sus actos, y si bien, aun le importaba muy poco o nada la opinión de los demás, si tenia precaución de no causar demasiados problemas. (sobre todo a sus elfos que eran quienes limpiaban sus desastres)


Se vistió con un sencillo y vaporoso vestido azul celeste, y unas zapatillas plateadas, bordadas con diamantes, su aspecto era angelical y limpio, a pesar de la oscuridad en la que vivió siempre y de carecer totalmente de sentimientos compasivos o caritativos, poseía ese encanto angelino, que heredo de su padre. Sin saber aun que era esa opresión en su pecho, salio de la habitación, era angustioso no saber que le pasaba, desde unas semanas atrás sentía deseos de llorar, o sentía las mismas ganas de destruir, de matar, de reír o de cantar, jamas había experimentado esa clase de cambios en su comportamiento, siempre fue callada y taciturna, solitaria, prefería las largas caminatas en las montañas de su natal Hungría, a la compañía de seres humanos, primero que nada, porque siempre estuvo rodeada de maestros y servidumbre, nunca de iguales, y cuando se rodeo de ellos, estos le mintieron, la usaron o se burlaron de ella; con la frustración escrita en las insípidas arrugas de su frente, bajo las escaleras, mientras se acomodaba las gafas, el pasillo estaba oscuro y solo el murmullo de los elfos se podía escuchar.




Cuando llego al final de la escalera, se sintió guiada hasta una de las salas principales del castillo, o eso creyó que era, pues había un enorme cuadro de León Crowley, su abuelo, lo observo con detenimiento, era un hombre de aspecto imponente y elegante, con una mirada penetrante que podía intimidar a cualquiera, con una chispa de inteligencia, el cuadro saludo con un ligerisimo movimiento de cabeza, y ella correspondió acercándose a el - Donde estas? tengo meses en este castillo y aun no logro verte, sabes....? - dijo casualmente, imaginando una charla cómoda y casual con un hombre al que conocía perfectamente, incluso imprimió algo de emotividad a sus palabras, segura de su soledad, no le importo en ese momento fingir que estaba en compañía de un ser muy amado, sintiéndose a su vez, muy amada también.


- Te extraño, extraño cuando cazábamos juntos en las montañas, cuando me mostraste como usar esta varita con seguridad - susurro mientras empuñaba la varita de vid, frágil aparentemente, flexible y rugosa, con una bella empuñadura de platino y zafiros, formando la cabeza de un corcel, como su patronus - extraño charlar contigo - murmuro, sabiendo que solo era producto de su imaginación, pues en realidad, jamas había pasado nada de eso, había crecido y cazado sola, y la varita fue educada a base de practicas y experiencias terribles ocasionadas por su osadía y su poco temor. Fueron tan elocuentes sus palabras, que por unos segundos creyó que eran verdad, y viajo vividamente a esos espacios vacíos de recuerdos reales, y plagados de imaginación y fantasías, quizás porque deseaba con toda su alma que fueran reales, aun si no lo admitía, ni siquiera a ella misma, deseaba con toda su alma tener una familia, como la mayoría de las personas en ese lugar.


@León Crowley



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Sólo bastó el aleteo de un pájaro alejándose de la ventana para despertar a Goshi en plena madrugada. Su cuerpo apenas estaba cubierto por la fina seda de las sábanas y un conjunto de pijama de verano, más no sufría del frío. Se resfriegó los ojos, corriendo el poco maquillaje que los delineaba y de un tirón se incorporó hasta quedar sentada con las piernas enredadas entre las telas.

 

Miró hacia la puerta y rascándose la cabeza emitió un sonoro bostezo seguido el chasqueo de la lengua al pegotearse contra el paladar. Enredó los dedos de sus manos entre sí y estiró los brazos como queriendo alcanzar el cielo pero sin mirarlo. Sus hombros tronaron como si fueran de madera desvencijada, para crujir nuevamente cuando dejó caer sus manos hacia adelante.

 

El peso de su cuerpo dibujó una curvatura que iniciaba en al parte baja de su espalda hasta terminar en su cabeza gacha. Resopló con un claro dejo de cansancio, hasta que finalmente decidió asomar su pie derecho para colgarlo a un lado de la cama hasta tocar el suelo.

 

El resto de su cuerpo la siguió, pero a un ritmo tan lento que cualquiera que la hubiese visto habría jurado que era la primera vez que se levantaba de la cama luego de varios días, incluso semanas, de sueño ininterrumpido.

 

Al incorporarse sus pies dudaron un segundo, cuando por fin decidieron arrastrarse hacia la silla donde se encontraba colgada su bata y apoyadas las pantuflas.

 

Así vestida, salió del cuarto, con una mano sosteniendo el pliegue de cierre del batón mientras la otra intentaba acomodar su alborotado cabello. Bajó las escaleras, peldaño a peldaño, con el peso del sueño en sus piernas y al llegar a la sala miró para todos lados, como si buscara algo o a alguien. Frunció los hombros y se dirigió a la cocina donde abrió la nevera, y luego de detener en su interior la mirada por cinco minutos, la volvió a cerrar.

 

Salió de la cocina. Se dirigió a las escaleras, subió un peldaño tras otro cada vez más lento. Entró a su cuarto, arrojó el batón en el suelo sin un poco de cuidado y se volvió a acostar enredada entre las sábanas.

 

Enseguida logró quedarse profundamente dormida, sólo que esta vez olvidó quitarse las pantuflas.

Editado por GoshI

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