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Doyle´s (MM B: 104907)


Fokker
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Si hubiera querido, la detenia. Pero pudo mas el deseo de saber que haria la vampiresa, ahora que parecio comprender que el que tenia al frente no era su socio.

 

Exacto Juliene, te di lo que querias de Fokker y practicamente te regalaste— cada palabra dicha con verdadero tono de burla hacia ella. Conocia muy bien lo que pensaba ella del Crowley, y lo que pensaba Cygnus de ella —No fue dificil jugar contigo, porque es lo que siempre quisiste ¿Acaso me equivoco?

 

Saco un ciogarrillo y lo encendio sin perder detalle de los movimientos de la joven —dejame felicitrate por tu descubrimiento, ya te habias tardado. Que deseas de premio ¿otro beso para celebrar? jajaja

 

La risa fria se vio cortada por el golpe seco sobre el escritorio provocado por ella. Cualquier persona se hubiera asustado, la mirada de la chica era de temer, pero él no, Movio su cabeza hacia atras y exhaló una gran bocanada de humo, momento que aprovecho la joven para colocar su varita en su cuello. El demonio solo sonrio.

 

Espero que este dispuesta a terminar con lo que quieres empezar, no creas que me detendre— dijo con extremo aire de suficiencia —Crees que tus amenazas tienen efecto sobre mi. Por si lo olvidabas, no me puedes hacer nada, solo dañar a tu socio y la verdad eso quiero verlo.

 

No era por nada, pero si Fokker moria el al fin seria libre, o es lo que creia deseaba con todas sus fuerzas poder ser libre al fin y disfrutar de su vida y no permanecer encerrado en aquel envase humano. Llevó su mano al bolsillo y tomo su varita, o bueno la que le pertenecia a Fokker, la que era suya estaba en algun baul en el Castillo Crowley.

 

—Vamos Black, tienes que hacer algo mejor para conseguir una respuesta clara...

 

@@Juliene Black Lestrange

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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kRRKjq1j.gif         "Perdón por la sangre derramada xD "

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-- ¡Pues si, la verdad!-- retiró la varita de la garganta del Crowley -- Lo deseé desde el momento exacto en que lo conocí, claro, en ese entonces yo solía ser demasiado volátil y estaba ese idi*** de Santus... ¿y por qué te estoy contando mi vida? Oh, me he sentido vieja repentinamente.

Una estrategia, tenia que pensar una condenada estrategia para no dañar a Fokker en lo que se deshacia de aquel desgraciado que tan cómodo se hallaba en el cuerpo de su socio, era una lástima que tuviese razón, si hacia caso a sus instintos solo dañaria a quien podia señalar como un gran amigo, casi al nivel de Carlos, solo que con algunas variantes. Pero resultaba dificil no desear borrarle la sonrisita de suficiencia que se gastaba aquel i******, efectivamente, su carácter explosivo habia regresado.

-- Pero bueno, tienes razón.-- aceptó, tomando de nuevo la botella entre sus manos y llevandola a sus labios-- Dañarte no es una opción, ese rostro que usas es demasiado bello como para maltratarlo, ¿el beso que ofrecias era en serio? Porque podria solo taparte los ojos y fingir que no eres un intruso-- estaba colocando bastante empeño en parecer una tonta enamorada o una est****a mejor dicho, pero era lo único que se le ocurria de momento--. Debes entender que una anciana como yo ha de aprovechar los momentos de felicidad, dudo que Cygnus me deje ultrajarlo una vez recupere su cuerpo, una lástima.

<<Tonto, Fokker, ¿como le das tanto poder?>> Si lograba sacar al Crowley de aquel lio iba a cachetearlo hasta que le ardieran las manos, en principio por no avisarle de su doble personalidad, diciendolo de alguna manera, y en final por dejarse dominar por la misma en un momento tan crítico como el que vivian. Una vez más se acercó al demonio, tomando asiento en sus piernas tal y como segundos antes lo habia estado, solían decirle que era buena para crispar los nervios de las personas, ¿sería eso suficiente para que aquel ser le devolviera a su socio? Tendría que intentarlo.

-- Algo mejor... ¿cómo qué? Supongo que tendrás ideas para darme, digo, al menos eso debes tener porque si te soy sincera me resulta patetico que debas depender de un cuerpo ajeno para vivir-- ahi estaba un poco de ese veneno natural que le habia otorgado la vida y que siempre la llevaba al borde la muerte-- ¿Se acabaron los cuerpos perfectos y atleticos para ti cuando llegaste a la fabrica, mi amor?


@@Fokker

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  • 3 meses más tarde...

—Solo una cerveza y seguimos —se dijo más para si mismo que para alguien.

 

Y es que así no lo quisiera, no tenía nadie a quien decirle algo. llevaba cerca de dos semanas -desde que había despertado- que no tenía contacto alguno con absolutamente nadie que no fuer Rhyfs o Catherine, los fieles elfos del castillo Crowley, que por cierto parecían más las ruinas. No porque la edificación estuviera afectada o averiada, sino porque estaba más habitada por vagos y marginados que por los mismos miembros de la familia. Tenía mucho por delante si quería recuperar el nivel del castillo y por eso había pasado bastante tiempo de la tarde en el callejón comprando víveres y demás artículos que requería el castillo.

 

Ingresó al local atravesando la puerta de caoba carmesí oscuro que separaba la melancólica y triste tarde londinense, del cálido y acogedor interior del lugar, que recibía a los recién llegados con un suave aroma a canela en el ambiente que hacia par perfecto con las tonalidades rojas de la decoración. Destellos perdidos de luz blanca cegaban al holandés mientras avanzaba en busca de una refrescante bebida mientras el silencio reinante a su alrededor y el polvo en alguna de las mesas le indicaba que no había mucha actividad en el local en un buen tiempo. Llegó a la barra justo en el momento en que la asustada mesera se terminaba de apuntar la camisa y lo que parecía ser el bartender desaparecía por la puerta de la bodega del bar.

 

—Pensé que se se comía era en la planta alta pilluelos —bromeó dirigiendo la mirada al botón del pecho de la pelirroja con una sonrisa pícara en su rostro—. Dame una botella de vodka y un vaso, traviesa.

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La rubia se encontraba desolada, deprimida. Cada cuanto una tristeza enorme evadía su cuerpo y alma y no había que lo detuviera, exceptuando el alcohol, aquel amargo y a la vez dulce sabor podría calmar sus penas en un vaso por un rato. Salió rumbo al callejón buscando un lugar donde sirvieran esas bebidas, y para su suerte no tuvo que caminar mucho para hallarlo.

 

Entró en el vistoso local y apenas divisó la barra, se acercó para tomar asiento y poder realizar su pedido. -Disculpa, ¿me podrías dar un whiskey doble con mucho hielo?- Dijo Zelda mirando a quien la atendiera primero. Luego posó su mano sobre su cabeza mientras su codo estaba apoyado en el mostrador. Su largo cabello teñido en rubio claro caían en leves mechones por su rostro, algo despojado por las lagrimas que previamente habían caído en este.

 

No traía maquillaje alguno, y la tristeza estaba clavada en sus ojos marrones. Había residuos de las gotas saladas en su vestido negro, el mismo era un corte sencillo y básico, algo corto, pero cubría lo necesario. Sus zapatos rojos de tacón le molestaban ligeramente, razón por la cual movía sus pies tratando de que la sangre corra con mejor fluidez. Dio un suspiro ahogado antes de que le alcanzaran su pedido, el cual agradeció con una muy leve sonrisa y un suave "gracias".

 

Tomó el vaso de vidrio con su mano, y tras mirarlo unos segundos, lo llevó a sus labios para dar el primer trago largo. Le quemaba la boca y la garganta, a pesar de no ser su primera vez con la bebida, aun no se acostumbraba, una mueca entre dolor y satisfacción se formó en su rostro para luego apoyar nuevamente el vaso en la barra.

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Elizabeth Malfoy

Necesito un vaso de tequila y un momento a solas conmigo. —dijo.

 

Y se despidió de su hijo dejando un beso en su frente. Casi de inmediato la mujer de piel canela desapareció del departamento donde vivía con su pequeño hijo y Yuritza, su elfina domestica, que se dedicaba a cuidar del pequeño. Apareció a varios metros de aquel lugar, justo donde daba inicio la calle de los locales en el Callejón Diagon. Su vestimenta era un largo abrigo en color negro que hacía creer a todo el que la viera caminar como si no tuviera nada abajo, pero en realidad llevaba una vestido en color blanco, lo bastante corto para hacer lucir sus aun perfectas piernas que se acentuaban con las zapatillas blancas con detalles en negro que la hacían 15 centímetros mas alta de lo que ya era.

 

Dejo que su instinto la llevará, el sonido de sus tacones al caminar eran silenciado con el barullo de la calle altamente transitada, y de las risas de los niños que corrían de un negocio de dulces a otro. La Malfoy los miro, deseaba que ninguno de aquellos niños la llegaran a tocar con sus manos llenas de caramelo y chocolate, por lo que opto por entrar al primer bar que encontró. Doyle's. El nombre le recordaba algo, pero nunca pudo recordar que, seguro lo confundía con otro local en el que ya había ido a beber.

 

Con permiso. —siseo, esquivando a varias personas y mesas.

 

Llegó hasta la barra, le sonrió al barman de tez morena y mientras pensaba en que pedir el rabillo de su ojos percibió la presencia de alguien a quien no había visto hace demasiado tiempo. Todo en ella se paralizo, León Crowley estaba a exactamente dos bancos, trato de actuar normal. Así que en lo que le volvía el alma al cuerpo sin dejar de mirar al caballero de cabello negro se dirigió a la persona al otro lado de la barra.

 

Un caballito de tequila, doble, medio limón y sal.

 

@León Crowley

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—Una botella y un vaso —murmuró la camarera al entregar el pedido a León—. Cortesía de la casa. Por favor no le diga nada a su hijo.

 

¿A mi hijo?. No me digas que esto es del rey Cisne —exclamó mirando el lugar un poco más detalladamente—. Ya comprendo el gusto por el color rojo. Desafortunada herencia materna.

 

Las mejillas del rostro cargado de vergüenza de la mujer hacían juego perfecto con el color de su cabello y el tapizado del lugar que, para sorpresa del Crowley, había recibido algunas personas mientras esperaba la bebida. Siempre había considerado que tenía buena espalda para ese tipo de negocios hasta que abrió el suyo, a unas cuantas calles del caldero. La puerta de ese local solo abría para que los molestos seres de luz en rostro entraran a inspeccionar, segun eso, por sospechas de actividades ilícitas. Claro, sospechas, como si nadie en el mundo mágico supiera que la traidora tenía nombre y apellido propio.

 

Sería inútil negar que la misma marca habría utilizado esas artimañas y herramientas para conseguir sus propios objetivos, pero que sea alguien tan caradura en la vida para proclamar a los 4 vientos la fidelidad a un bando cuando en realidad se era un despojo de persona, era algo detestable. Pro un momento se llegó a preguntar sis los que en su momento fueron compañeros de bando pensaron eso mismo de él cuando desapareció. Se había perdido tanto en sus propios pensamientos que no se percató en qué momento la barra recibió a otra persona. El sutil aroma a vainilla y el pedido del "caballito de tequila".

 

—Mucho tiempo que no escuchaba esa expresión —Apuntó en voz alta con la mirada fija en la botella de vodka mientras servía un poco en el vaso—. Son pocas las personas que lo piden de esa forma hoy en día. Salud por eso —levantó la copa en dirección a la mujer ahora si fijando la mirada en ella.

 

Tardó un poco más de lo normal en reconocer el nombre detrás de los orbes que se mezclaban entre azul y verde, grandes como esferas. Era normal, llevaba mucho tiempo sin interactuar con alguien y mucho menos con ella, que no la había visto en un par de años. Trató de hacer memoria cuando había sido la última vez los labios carmesí de la demonio le habían sonreído, pero a ciencia cierta, no logró recordarlo. Agachó la mirada dibujando una sonrisa y volvió a los ojos de la Malfoy.

 

—Vaya sorpresa señorita Elizabeth, tiempo sin verla —redujo a uno el número de sillas entre los dos—. ¿Señorita aún, verdad?

Editado por León Crowley
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-Son pocas las personas que lo piden de esa forma hoy en día. Salud por eso.

 

La voz del Crowley dirigiéndose a ella le había tensado de una manera que sólo atinó a cerrar los ojos por un segundo en espera de que no se girará a verle. Pero aquello había sido inútil, al abrir los ojos, ambas miradas se cruzaron, trató de sonreír, de coquetearle pero no lo hizo hasta que las siguientes palabras del chico y un tequila en el cuerpo le habían hecho sonreír.

 

-Joven León, que gustó verle. -sonrio.

 

Elizabeth se acercó un poco al demonio y dejó un beso muy cerca de la comisura de sus labios, dejando en el un poco de su labial que se apresuró a quitar con su dedo pulgar. Estaba evitando la respuesta a la pregunta hecha, nunca le había gustado hablar de su hijo, había sido parte de un amor de adolescencia y aunque lo amaba, prefería que Dexter fuera exclusivo de ella.

 

-Justo estos días me había preguntado mucho por ti.

 

Actuaba de manera natural, como si el solo hecho de estar tan cerca de aquel hombre no le provocará que el corazón se le acelerará. Se odiaba. No entendía como es que después de tanto tiempo aún tenía sentimientos por el. Sus ojos claros se perdieron por un minuto en el negro de los suyos, podía verse reflejada en ellos. Sonreía. Sonreía de la misma forma que cuando salían.

 

-¿Qué estas tomando? -pregunto y agregó una pregunta más personal para romper la formalidad. -¿Cómo te ha ido?

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Sus labios dibujaron una sonrisa. Pequeña, pero contaba como una.

 

—¿Ah si? Espero que hayas tenido una muy buena razón o un buen recuerdo para ello —llevó el vaso cargado de vodka a su boca y dejó que este se deslizase por su garganta tan despacio como pudiera. Sus ojos negros permanecían fijos en los de Elizabeth por un momento, bajaban luego por su abrigo oscuro recorriendo su silueta de su cuerpo hasta las zapatillas y volvía a sus ojos intentando descifrarla—. Vodka, como siempre. Los buenos hábitos nunca cambian aunque todo lo demás lo haga. ¿No crees?

Había pasado mucho tiempo cortejando a muchas mujeres como para darse cuenta porque razón cuando una pregunta era evadida. Ninguno de los dos dedos anulares de sus trigueñas manos refleja el brillo de una argolla de matrimonio así que la respuesta debía ser un poco más compleja. ¿Realmente necesitaba saberla? No, en realidad no. Pero el instinto lo obligaba a establecer ese momento en el que se habían visto por última vez, saber si él era el villano, héroe o victima. Aunque a juzgar por la sutil caricia de la Malfoy en la comisura de los labios, debería estar usando una capa roja y el emblema de la esperanza en su pecho. De todas las cosas que podría haber cambiado León tras su regreso, las peores permanecieron.

 

—¿Qué he hecho? Bueno es una pregunta tanto complicada —tomó la botella y sirvió otro poco—. He estado un poco mal de salud como mi demacrado rostro puede revelarlo y estuve, digamos, en un profundo sueño. Cuando desperté había pasado ya algún tiempo y mucho de los que tenía, ya no está conmigo —el licor se desapareció de nuevo por su garganta—. El trabajo en el ministerio, la dirección de la academia, mi familia, mis actividades extra-laborales. Solo me queda el vodka y mi sentido del humor ¿Crees que pueda lograr mucho con eso? Espero que si o estoy ***.ido.

 

Si. Sabía que la respuesta era si aunque de todas maneras debía hacerla o pretender que la hacía. Eso había sido lo único que lo había acompañado por mucho tiempo. Eso y Arthur. Agachó la mirada un momento al suelo, buscando que su rostro no evidenciara el cruce de emociones que la perdida de su fiel elfo representaba para él. Había sido un golpe demasiado fuerte y pese a su dura y áspera coraza exterior, aún le quedaban algo de emociones que se mantenían relegadas la mayoría del tiempo pero que se filtraban por entre las grietas de los recuerdos de una larga amistad. Cuando trató de levantar de nuevo el rostro, sus ojos se percataron de un pequeño espacio entre los pliegues del abrigo de la Malfoy, que revelaron el misterio bajo el mismo: firmes y tonificadas piernas canela que se perdían en un vestido blanco que se había subido ligeramente por la posición de quien lo modelaba. De inmediato recordó, con lujo de detalles, la última vez que la había visto. Olvidó al instante en lo que estaba pensando y una sonrisa apareció.

 

—Pero bueno, dejemos de hablar de mis males. No creo que hayas venido a un bar a escuchar penas ajenas —llamó la atención del mesero y pidió con un gesto, otras dos botellas iguales a las que ya tenían—. ¿Qué ha sido de tu vida desde aquella fiesta de despedida en la fortaleza oscura?

Editado por León Crowley
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Un buen recuerdo, no lo se, veía unas cuantas botellas de vodka y después de eso me dio curiosidad por saber de ti.

 

Se encogió de hombros restando importancia al hecho de que aun lo tuviera presente y mas que aun estuviera interesada en el. Pero estaba de acuerdo que había hábitos que no se iban por mas que uno tratará y en su caso era coquetear. Elizabeth amaba mostrar un poco sus piernas, era como el gancho perfecto para atraer miradas de los caballeros. En ocasiones aquellos movimientos para que el abrigo dejara ver mas de lo que debía y que a su vez la falda se subieran unos centímetros eran casi de manera automática.

 

Apoyo sus manos en la barra haciendo señas al barman para que le sirviera dos caballitos mas mientras escuchaba al demonio hablar. No había podido evitar poner una cara de sorpresa al escuchar por todo lo que había tenido que pasar aquel hombre que en algún momento era mas que un conocido. Suspiro. Y le dedico una sonrisa, algo le decía que aquella pregunta era retorica, pero aun así se aventuro a darle una respuesta, quizás, y solo quizás, el Crowley dejaría de ser un hombre por el que uno dijera "miren ahi va el León Crowley, ex director de la Academia" y volviera a ser ese hombre tan admirado por muchos.

 

Si dejaras un poco el vodka y te concentraras mas en volver a ser el León que mucha gente quiere de regreso. Podrías lograr demasiadas cosas.

 

Sus ojos siguieron el recorrido de la cabeza del pelinegro. La Malfoy sonrió mientras mordía de forma traviesa su labio inferior. Había logrado que el patriarca de los Crowley fijara su vista en donde ella quería, lo peor o mejor de todo era que en ningún momento había perdido el hilo de la conversación, así que trato de disimular que se había percatado del recorrido de aquel par de ojos negros habían hecho por sus piernas. Hasta que vio la sonrisa picara en su rostro.

 

Vengo a este tipo de lugares a relajarme y si se puede a hacer amigos. Así que ello implica también escuchar males. Perdona, el calor en este lugar se ha vuelto un poco insoportable.

 

El abrigo negro que la cubría minutos antes se hallaba sobre el banco detrás de ella. ¿Le estaba coqueteando al contrario? la respuesta era si, aunque no estaba muy segura de que aquellos coqueteos fueran notados por el chico con el que conversaba.

 

La fiesta de despedida en la fortaleza. —repitió.

 

La verdad es que no recordaba nada de aquellas fiestas en la Fortaleza, es más no recordaba nada de lo que había sido su vida como partidaria de los bandos, cuando dejo aquellos bandos le habían quitado cada recuerdo dentro de ellos.

 

Viaje por el mundo, hice amigos, conocí gente importante que me hizo crecer como persona. —guardo silencio un segundo.

 

Sus ojos azules como el mar miraban al chico. No pudo evitar mostrar su mejor sonrisa y jugar con su cabello mientras hablaba. Pero necesitaba hacerle una pregunta de esas que incomodaban y que a cualquiera harían salir corriendo. A la morena aquello no le importaba, necesitaba la respuesta a aquello.

 

Te haré una pregunta, espero y necesito seas honesto. Por mas que la respuesta que vayas a darme creas que vaya a herir mi ego, necesito que seas sincero. —en su rostro había una sonrisa.

 

¿Me amabas o solo fui una aventura mas en tu vida?

 

 

La pregunta salio de sus labios sin filtro. Y mientras esperaba la respuesta a aquella pregunta bebió ambos caballitos de tequila de un golpe. Pidió la botella de tequila cuando se percato de lo que había hecho, aquello ya no tenía arreglo. Así que se emborracharía para tratar de olvidar aquella osadía.

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—Lo curioso de todo mi querida Eli —continuó al escuchar las palabras de la Malfoy—, es que siempre he sido el mismo. Siempre he sido borracho, siempre he sido mujeriego y siempre he sido sarcástico. Pero es el poder lo que hace o no respetable a una persona en la sociedad mágica de hoy en día. Te voy a poner un ejemplo muy cercano a tu familia, sin decir nombre alguno—vació de nuevo el vaso por su garganta ante una súbita ola de calor que la obligó a quitarse el abrigo a lo cual no opuso resistencia. Elizabeth era astuta y él lo sabía—. El señor ministro de magia. Una persona con poder que no se le ha visto en mucho tiempo pero sigue allí, en su gran oficina amarilla. Nadie juzga, nadie critica, nadie dice ni hace nada. Yo sigo siendo exactamente el mismo, pero sin poder nadie se acordará de mi. Cuando tenga poder, muchos asegurarán haberme extrañado. Verdad para unos, conveniencia para otros. Pero como ya te he dicho, no venimos a hablar de males.

 

Lo que la abertura en el abrigo dejaba ver no era absolutamente nada comparado con lo que la panorámica completa permitía contemplar, desde el extremo de su más largo cabello que caía rebelde en su espalda destapada, hasta la punta de sus pies custodiados por sus infinitas piernas morenas y su geométrica cintura. La evidente señal que enviaba al morder su labio inferior, aunque sutil, había sido lo suficientemente clara para notarla. El juegueteo con los rizos de su cabello y que dejara al descubierto su piel, la hacía aún más cierta. Su mente ya estaba coordinando lo que pasaría después de que salieran del lugar.

 

—Oh, viajar. Lo extraño mucho. Creo que debo hacerlo pronto, tal vez visitar a mi familia en Holanda o a Rumania. ¿Y lo hiciste sola? —indagó con una notoria segunda intención ante la evasión de la primera pregunta—. Hacerlo solo muchas veces nos permite re-encontrarnos.

 

Era imposible no dejar que la mirada se le pierda por el recorrido de la piel canela de sus muslos que se perdían bajo la tela blanca, tan imposible como evitar que ella se diera cuenta, aunque para ese momento, no era mucho lo que le preocupaba. De repente toda la coordinación anticipada que pudiera estar haciendo se fue al suelo ante la advertencia de una pregunta que podría ser incomoda. Es como intentar decirle algo a alguien solicitando previamente que no se vaya a enojar. Imposible. En efecto, la pregunta cayó como una ola del mar ártico. La sonrisa del rostro se desdibujó un poco.

 

—Vaya que tienes una forma única de reentablar una conversación —apuntó sirviendo otro vaso y pasándoselo de un golpe. Valor líquido decía un mayordomo—. Dentro de las cosas que no perdí, está mi honestidad. Y si me la pides, te la daré. Si Elizabeth, te amé. Te amé hasta que fuiste solo una aventura más en mi vida. Como todas las aventuras que he tenido en mi vida. Puedo amarte una noche y a la otra no. Me entrego con amor en cada aventura para disfrutar el momento al máximo. Y lo nuestro fue algo más que una noche. Así que si te amé durante el tiempo que estuvimos juntos, si, te amé.

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