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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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La curiosidad invadía mi cabeza, como si fuese la de un niño pequeño, ansioso por la llegada de Santa. ¿O a qué niño no se le cruzó por la cabeza un sinfín de preguntas en Nochebuena? Cómo es, qué tan gordo, si será gruñón, o simpático. Capaz fuera terrorífico, tan feo cual cucaracha. Sea como fuese, el conocimiento de la verdad apagaba todo aquel torbellino de cuestionamientos, quedando en la simple y vana respuesta, y yo quería saber esa respuesta cuanto antes.

 

Los ojos de la Malfoy despertaban en mí ese interés. ¿Qué era lo que había despertado tanto odio en Mistify por parte de la Black como para desearle tan terrible destino? A mí me había arrebatado el corazón y partido en pedacitos, tengo motivos de sobra, pero, ¿a ella? Odiar está implícito en la naturaleza del ser, y si mal no recuerdo tenía en mi biblioteca uno de esos libros de psicología que hablaban al respecto. Podía ver en sus ojos al Thanatos en su máxima expresión, y aquello no hacía más que hacerme sonreír. ¿Qué más excitante que el alma humana al corromperse?

 

La seguí con la mirada cuando decidió levantarse de su silla, sin poder evitar distraerme con sus curvas. Me aparté de la mía y me coloqué frente a ella, sin emitir una sola palabra. Su mano se posó sobre mi hombro y sentí cómo el calor de su piel traspasaba las telas de mi ropa y se contagiaba a mi piel. Torcí mi brazo, mirándola de reojo, permitiendo que deslizara sus dedos hasta mi antebrazo y acompañarla de tal forma camino a la salida de la biblioteca.

 

-Me imagino que tendrás alguna especie de pasadizo secreto que nos lleve hasta tu lecho.

 

Torcí la sonrisa y la miré de lado. Tenía su rostro muy cercano al mío como para no tentarme a besarla, sin embargo sólo sonreí un poco más. Ya me estaba lamentando no haber incluido dentro del juramento una noche de placer.

 

-Goshi empieza a temblar de sólo escuchar mis pasos acercarse. No quiero alertarla antes de tiempo.

 

Solté una carcajada.

 

-Me tiene más miedo que a las avispas, créeme que es un bendito punto a favor. Pídeme cualquier monería que quieras que haga antes del incidente y me encargaré de concedértelo... -Llevé un dedo a su mentón para dirigir su mirada hacia la mía.- Soy quien maneja los hilos de la marioneta. En cambio tú, la dueña del circo. Haré todo lo que me digas, será un placer.

 

 

--------------------

 

 

La habitación de la Malfoy era territorio desconocido para mí. Apenas habíamos ingresado a la misma solté su brazo, dejando que continuara su camino hacia dondequiera que tuviera aquella daga de la que tanto me había hablado. Mientras tanto, me dediqué a observar cada detalle que decoraba su cuarto. Lo que me tenía nervioso era un leve siseo que no podía distinguir de dónde provenía, pero aturdía mis oídos como un viento que soplaba en linea recta hacia mis orejas.

 

Tironeé de ambos lóbulos para despejar un poco mi audición y torcí mi cuello para liberarme de las contracturas, llevando luego mis manos a los bolsillos de mi saco y volviendo mi mirada hacia la Malfoy que rebuscaba en sus cajones.

 

-La cantidad de cosas que debes esconder entre estas paredes, no me quisiera imaginar.

 

Interrumpí el silencio, alzando una ceja, sin obtener respuesta de su parte. Se encontraba concentrada, quizás demasiado para mi gusto.

 

El siseo volvía a incomodarme. Troné mis nudillos dentro del saco y apreté los labios. Ahora dependía totalmente de ella.

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Campaña del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas

 

Solo una vez entró, solo una vez pudo apreciar un poco del esplendor de esa mansión, y solo una vez no pudo realizar su trabajo. ¿Sería que en esa ocasión, todo se repetiría?

 

La joven de cabellos castaños, aguardó con la paciencia que se caracterizaba, pero como era una simple humana, llegaría el momento de no poder aguantar más. No obstante, era una experimentada trabajadora del ministerio, del departamento de criaturas. Quería llevar ante todos, la opción de librarse de alguna plaga, por más pequeña que fuera.

 

Muchos de los magos y brujas, se hallaban ocupados. Cada uno en sus labores, con sus familias, y entendía que no muchas veces tenían en tiempo para visitar o pedir alguno de los servicios del departamento donde ella laboraba y, es por eso que la campaña ofrecía la facilidad de obtenerlo sin siguiera salir de su hogar.

 

– Se encuentra alguien en casa – pregunto a una verja quieta, la cual asumía que estaba en ese proceso de transmisión del mensaje.

 

Sin embargo, las demás casas de Ottery St. Catchpole, necesitaban su inspección.

 

– Solo un poco – se dijo la Potter Black.

 

El día se alzaba triunfante aunque ella intentaba mantener la entereza y profesionalismo que le ayudó a obtener ese puesto. El sacrificio valió la pena. Le gustaba su trabajo, y lo haría hasta que defender y reforzar esa seguridad que cada habitante merecía de la institución más importante de ese mundo.

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  • 2 semanas más tarde...

Sostenía entre mis manos aquel libro tan extraño que había encontrado en una biblioteca apenas unos días atrás. Había sido motivo de grandes reflexiones, preguntas y de ninguna respuesta desde que lo había leído por primera vez, aunque quizás aquella no era la palabra correcta. Todo lo que se escribía en las hojas de Compone fabula desaparecía sin dejar rastro, desvaneciéndose cada palabra en su propia tinta sin regresar nunca más. ¿De qué clase de engaño se trataba aquello?

 

Compone fabula... – murmuré, leyendo para mí el titulo que encajaba en la portaba, pasando los dedos con cuidado por cada uno de sus trazos, los cuales en su relieve le daban a aquel volumen un aspecto elegante pero al mismo tiempo antiguo. Demasiado, como si aquel libro hubiese pasado por demasiadas manos antes de llegar a las mías –. No intentes resistirte a mis encantos... Pues caerás ante ellos.

 

Reí para mí tras decir aquello, como si aquel volumen fuese una dama esperando a ser cortejada, y que solo si se hacía bien aquel trabajo llegaría a desvelar todos sus secretos más profundos. Para mí eso no era un problema, ni nada que pudiese echarme atrás, sino que representaba un desafío, y uno al que era muy complicado resistirse.

 

Salí entonces fuera con él en la mano y me dirigí al vestíbulo de la Mansión, con intención de esperar allí sentado a que algún familiar conocido pasase por aquel punto, y poder así intercambiar algunas palabras con él. Llevaba también un bolígrafo, un objeto desconocido a ojos de cualquier mago, pero que para mí era algo a lo que estaba acostumbrado de mi vida muggle.

 

Veamos... – justo en aquel instante, Chávez apareció en lo alto de la escaleras, bajando de escalón es escalón lentamente. Refunfuñaba, como siempre, guardándole rencor eterno a un mundo que se había cebado demasiado con él. Como para no hacerlo –. Tengo una idea.

 

Escribí entonces en una de las páginas en blanco del libro: Chávez caerá por las escaleras... Pero no, era imposible que aquello se pudiese cumplir. Sería como llevar a cabo una maldición Imperio pero sin echar mano de la varita, y que sobre todo no estaba en absoluto prohibido, o al menos aún no.

 

Para mi sorpresa, todo cambió en un instante.

 

Al cabo de dos segundos tras escribir aquella corta frase, el elfo doméstico tropezó con una de sus propias patas y cayó escaleras abajo, saltando de peldaño en peldaño con absoluta torpeza y soltando un ridículo chillidito cada vez que su cabeza golpeaba contra un escalón. Reí para mí mismo ante la situación, aunque lo que más me dominaba por dentro era aquel sabor a triunfo que degustaba en aquel instante.

 

Por fin lo había descubierto.

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Campaña del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas

 

El silencio era bueno, pero la espera hacía que el mismo fuera cada vez peor. La reja no volvió a hablarle. Las aves que cruzaron el cielo se alejaban de manera estruendosa y ni así parecía apreciar figura humana alguna.

 

- Creo que no hay nadie en casa - pensó la Potter Black tratando de tener esa esperanza que de "verdad", nadie estuviera por allí.

 

Lanzó un suspiro de nuevo. La segunda vez, y no podía siquiera demostrar sus habilidades ganadas con el pasar del tiempo en ese puesto a una familia más. Y no le gustaría pensar que ocultaban alguna criatura que pudiera ser una posible plaga. La devastación en la se sumiría Ottery no podría ser salvada por una sola persona.

 

- Vamos a otro - se dijo girando sobre sus talones.

 

Se encaminó a otro hogar que estuviera al menos, habitado de elfos que pudieran dar al menos un paradero de sus amos, y así visitarlos en el transcurso de la Campaña del Departamento de Criaturas.

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  • 2 semanas más tarde...

Goshi Malfoy - En su habitación

 

-Lo sé, me veo encantadora.

 

Dando un medio giro volví a colocarme de frente al elfo al cual perdía de vista por el volado del vestido. Las centelleantes lentejuelas reflejaban la luz de la luna que entraba a través del amplio ventanal que cubría la pared, mientras los tocados verde esmeralda se mezclaban con los rojos que provenían de la ardiente fogata de la chimenea. Hacía tiempo que no lucía tan hermoso vestido. No era una muchacha muy femenina que digamos a la hora de vestirme, pero esta vez buscaba algo diferente.

 

Al encontrar asentimiento en los gestos de Warhol no pude evitar soltar una carcajada. ¿Qué sabían los elfos de moda? Nada. Sin embargo no podía confiar tampoco en un espejo. Y no, no me acostumbro aún a la idea de ser un vampiro. Tenía que acostumbrarme a la consulta de inexpertos, y con eso conformarme, por el momento.

 

Me acerqué a una silla que se encontraba a un lado, encontrando con uno de mis pies descalzos una de las sandalias que estaba dispuesta a probarme. Tomé asiento, cruzando un pierna sobre la otra para llegar con mis dedos a la hebilla y ajustar el calzado. Lo mismo hice con el otro zapato, sin complicación alguna.

 

Al levantarme mis piernas se aflojaron un poco. Vaya. Si por demás pareciera ridícula en vestido, no quisiera imaginar verme de afuera caminando de tal forma. Parecía un ganso rengo, aprendiendo a caminar con una pata postiza. Frustrada estiré la pierna dando una patada que liberó uno de mis pies, dejando volar la sandalia metros delante mío. La otra me la quité a la fuerza y la arrojé contra la puerta.

 

Resoplé, con el ceño fruncido y me senté al borde de la cama mirando hacia la ventana.

 

-Siempre pretendiendo ser alguien más Goshi, no cambias...

 

Sacudí la cabeza, dejando caer el broche que sostenía mi larga cabellera y me dirigí a Warhol. Me dio pena mirarlo a los ojos. Llevaba un moretón en uno de ellos por culpa de uno de mis tantos ataques de ira. Ladeé la sonrisa.

 

-Warhol, tráeme por favor una copa de vino. -Volví a levantarme de la cama aflojando los tirantes del vestido.- Y déjamela sobre la mesa de luz. Luego prepara mi bolso de viaje con lo básico. Saldré en un rato de visita para el castillo Black.

 

-S-s-i-si-si, señorita Goshi. -Agachó la cabeza y se dirigió hacia la salida de la habitación.

 

 

 

-----------------------------------

 

 

 

Volvía a ser la misma de siempre. Borcegos en los pies, con un par de calzas ajustadas, cinto de cuero y camisa de manga tres cuartos. Cepillaba mi cabello como de costumbre con los bucles a los lados, sintiéndome más segura de mí misma. El elfo se encontraba detrás mío, con mi bolso y mi piloto en brazos.

 

-Apóyalo por ahí. -Dejé el cepillo sobre la cama y llegué al armario en tan sólo tres pasos, abriendo sus puertas de par en par.- Veamos... Dónde pude haber escondido mi más preciado tesoro.

 

-¿Te-t-te-te-tesoro?

 

-¿Acaso has olvidado lo que te he dicho, Warhol? -Lo miré de reojo.- La est****a de Mistify ha logrado robarme a mi familia, mis seres queridos, e incluso mis poderes como hechicera.

 

Esbocé una sonrisa sarcástica y agachándome casi al ras del suelo me asomé a un hueco que parecía ser el resguardo de los zapatos del antiguo inquilino, o mejor dicho el usurpador de mi sala de juegos. Era muy pequeña cuando había dejado el castillo Malfoy, tanto que siquiera recordaba si aquel armario era propio o lo habrían colocado luego de mi partida.

 

-Pero hay algo que nunca permití que me arrebatara y necesito recuperar...

 

El silencio del elfo me hizo voltear hacia él.

 

-¿Acaso a ti no te gustaría volver a ver el rostro de tu madre? Necesito recuperar esa fotografía. No soporto más ese blanco en mi memoria. -Volví a sumergirme en aquel hueco, sin esperar respuesta de la criatura.- Ya revisé entre todas mis cosas. Si no está por aquí, la habré escondido en el cuarto de Alexia en el Castillo Black.

Editado por GoshI

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  • 2 semanas más tarde...

En medio de la noche y tan rápido como lo que tarda un corazón en latir, una figura apareció frente a las puertas de la familia Malfoy. Aquella imagen recortada gracias a la luz de la luna, se quedó de pie, mirando al interior a través de las rejas de hierro que no se habían movido ni un centímetro, como si no reconociera a la recién llegada como parte de la familia.

 

- Hogar, dulce hogar - susurró Gyvraine con media sonrisa dibujada en los labios, gesto en el que sus celestes ojos no alcanzaron a participar. Tomó aire, como si dar un paso hacia el que había sido su hogar tantos años le costara toda su voluntad o como si necesitara valentía para volver -. ¿Me extrañaron? - dijo con ironía, sabiendo que lo miembros de la familia que aun ocupaban la mansión ya estaban más que sumidos en el más profundo de los sueños y que, aunque no lo estuvieran, ni siquiera hubieran notado su ausencia.

 

Dio un paso adelante y su maleta, que hasta entonces había pasado inadvertida, avanzó con ella, flotando a un par de centímetros por encima del suelo. En realidad la joven Malfoy había olvidado el que su equipaje la acompañaba, pues la simple imagen de la mansión al final del camino empedrado le había sobrecogido de tal forma que se sintió de nuevo una pequeña niña que era llevada de la mano de su madre.

 

- Casi olvido cómo es este lugar - se dijo a sí misma una vez que las puertas se abrieron, tal vez reconociendo la magia que corría por sus venas. A pesar de que pudo aparecer directamente en su habitación, sin tener que pasar por la ceremoniosa parte de atravesar el vestíbulo y subir las escaleras, pero esa noche Gyvraine se lo permitió, tal vez sintiendo que eso se lo debía a cualquier cosa que fuera lo que sintiera por ese lugar, tal vez un dejo de agradecimiento acompañado de buenos recuerdos sepultados en algún lugar de su mente.

 

Inhaló el aire puro del enorme jardín y la vida lentamente regresó a cada una de sus células, había estado tanto tiempo fuera que hasta el aire era diferente. Sacudió la cabeza un par de veces antes de que en su pálido rostro se dibujara la habitual sonrisa burlona y altiva que le acompañaba siempre, tal vez se había permitido unos minutos de nostalgia al atravesar todo el camino a pie, pero por unos minutos ya había sido suficiente, no necesitaba más melancolía en su vida, ya había vivido de ello mucho tiempo.

 

- Estos elfos ya no saben hacer su trabajo - dijo de pronto, acercándose a uno de los rosales y apenas dijo aquello un chasquido a su espalda le anunció que uno de los sirvientes había acudido a su llamado -. Quiero una explicación, Hamilton - dijo sin volverse, pues sabía quién había aparecido -, que yo sepa, a pesar de que la familia no te lo diga expresamente, DEBEN cuidar de cada planta en este lugar - su mirada se clavó en el elfo que la miraba con una mezcla de sentimientos indescifrables.

 

- Han sido los cambios de tiempo bruscos los que maltrataron las plantas, ama - contestó con un matiz de rabia en la voz, a lo que la Malfoy solo respondió enarcando una ceja, como esperando a que Hamilton agregara algo más que le había faltado y de inmediato, casi a regañadientes, el sirviente hizo una reverencia de noventa grados -. Muy bien, Hamilton, que no se diga que un elfo de la familia Malfoy ha perdido los modales y ha olvidado cuál es su lugar - dijo triunfante avanzando más entre el jardín para detenerse apenas a unos metros -. Lleva mi equipaje a mi habitación y ordénalo, yo me quedaré por aquí hasta que sea hora del desayuno, para saludar a la familia.

 

El tono vivaz en a voz de Gyvraine fue lo que más hizo enojar al elfo que la fulminó con la mirada y con un chasquido hizo desaparecer el baúl que había sido casi abandonado por su ama. Con una última inclinación y murmurando por lo bajo, con toda intención de que la Malfoy lo escuchara, desapareció hacia donde había ido a parar el equipaje, para hacer exactamente lo que le habían ordenado.

 

Si, tal vez lo que más había extrañado de aquel lugar era pelear con el viejo y cascarrabias de Hamilton, que a pesar de ser solo un elfo era lo único que se mantenía constante desde el primer día que llegó a la mansión. De nuevo una sombra de nostalgia apareció en su mente, pero obligándose a sí misma a pensar en algo más miró al horizonte y la línea rojiza que comenzaba a aparecer le indicó que estaba a punto de amanecer, solo era cuestión de tiempo para que los Malfoy salieran a cumplir con el estricto itinerario de comidas.

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Una nueva presencia apareció por los jardines de la Mansión Malfoy con una mezcla de olores dulces y licor. Afrodita llevaba mucho que no se quedaba a dormir en su hogar, especialmente con los últimos días que había vivido llenos de adrenalina y excesos. Solo recordar un poco de aquellos días se curvaba una sonrisa picara en sus labios, no entendía de todo porque se sentía tan bien aunque su cuerpo se encontraba completamente agotado con el maratón que había tenido.

 

-Soy un desastre .- Pensó simplemente, sabía que en el momento que cruzara la puerta de entrada todos la mirarían raro por su desastrosa apariencia. El vestido negro ajustado que cargaba se hallaba arrugado y los zapatos altos rojos en vez de estar en sus pies estaban en sus manos, no quería imaginarse ella misma como estaría su rostro o su pelo aunque no pudo evitar reírse sola y negar con la cabeza, ¿Qué importaba? No era primera vez que llegaba luego de un período largo de ausencia en un estado así o peor.

 

Se fijo en el cielo iluminado por miles de estrellas y una luna llena hermosa, seguramente podría tener algo de suerte y nadie estaría despierto o por lo menos paseando por los alrededores de la mansión, Los Malfoy la mayoría del tiempo se la pasaban encerrado en sus habitaciones, eran pocos los momentos que compartían juntos últimamente, un ligero sentimiento de nostalgia sintió, las cosas cambiaban pero no podía evitar extrañar esos tiempo en cuando compartía con su familia, ya poco quedaba de aquello.

 

Por un ligero momento quiso darse la vuelta y regresar de donde había vuelto, volverse a perder en aquella cama con aquel chico por unos cuantos días, la idea era completamente tentadora hasta que recordó que posiblemente ni la recordará por los efectos del licor. Así que decidió moverse, dejar ese estado pensativo y caminar simplemente a la entrada.

 

La puerta se abrió sola reconociéndola, sonrió complacida y se movió tranquilamente descalza por el hall pensado en ir hacía su cuarto, tomarse un baño e irse a dormir; una idea fabulosa que pensaba ejecutar. Ya iba a subir las escaleras cuando se dio que había una presencia más. Se giro buscado quien era, llevaba mucho tiempo sin verla, pero la reconoció inmediatamente cuando su mirada la visualizó.

 

-¿Gyvraine? - Preguntó Afrodita, viendo a su prima después de tanto tiempo - ¿Cómo te encuentras? Parece que llegaras de un largo viaje...- Agregó.

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Recorrer la mansión en medio del amanecer se le había antojado particularmente tentador, una practica que había dejado ya hacía años, los mismos años que llevaba sin lograr tener ese algo que la atara a su hogar. El saber que los Malfoy dormían plácidamente tras las puertas de sus habitaciones y que un elfo o dos estaban al pendiente de sus pasos le resultaba casi revitalizante, casi como volver en el tiempo.

 

Su vaporosa túnica blanca le envolvía y le daba un aspecto de algún alma en pena, recorriendo lo pasillos y sentándose de cuando en cuando en los sillones, pues después de haber inspeccionado los jardines un vago sentimiento de pertenencia le inundó, quería más, llenarse por completo los sentidos de aquel lugar. Sonreía con los recuerdos de su infancia, y por un segundo casi pudo ver a sus primos peleando y jugando entre ellos, mientras corrían en el vestíbulo. El primer recuerdo que tenía Gyvraine de ellos.

 

Solo una voz conocida le atrajo de nuevo al presente, a ese presente tan desolado y vacío para la mansión. Antes de volverse, Gyvraine arrugó un poco el entrecejo, completamente extrañada de escuchar precisamente a un conocido, tal vez había hecho más ruido del que pensaba y ahora media familia estaba alerta. Giró lentamente sobre su propio eje y, esperando una reprimenda, se encontró con un rostro confuso en medio de las aun penumbras a los pies de las escaleras y, para su sorpresa, solo la recibió lo que podía decirse un saludo con un tono de extrañeza como el que ella misma hubiera empleado de haber encontrado a alguien allí.

 

- Hola - fue lo único que pudo alcanzar a decir en medio de su propia confusión. De inmediato recorrió con la mirada la imagen de su prima a la que apenas había visto en mucho tiempo, lo que parecía una eternidad. Una sonrisa apareció de pronto en sus labios, pues desde el momento en que había pisado esa mansión había imaginado justamente así a Afrodita Malfoy: con las señales claras de haber pasado una alocada noche con un apuesto joven que había arrugado su elegante y caro vestido, con el maquillaje algo arruinado y, por supuesto, envuelta en un aroma que se teñía de tabaco, licor y colonia de hombre.

 

Por fin después de toda su infancia y parte de su vida adulta esa imagen con la que había idealizado a su prima se hacía realidad ante sus ojos, surgiendo de entre la oscuridad. Entrecerró los ojos y avanzó un paso hacia donde la imagen de la banshee se había quedado de pie, sin querer apartar la mirada de ella por miedo a que todo aquello solo se tratara de una alucinación.

 

- Un viaje demasiado largo - confirmó Gyvraine sin borrar aun de su rostro la divertida sonrisa y evitando a propósito el responder cómo es que se encontraba, pues ni ella misma lo había descubierto aun -. ¿Tu cuerpo al fin refleja tu demencia interna? - preguntó, bromeando claramente y señalando los zapatos en la mano -. Creí que por fin habías encontrado en qué mansión quedarte cuando fuera muy entrada la noche, no me digas que tan pronto ya huyes de él - comentó haciendo alusión a los rumores que decían que Afrodita Malfoy por fin había caído en las redes del amor- ¿O es que los rumores no eran ciertos y sigues siendo un fruto prohibido en lugar de la media naranja de alguien? - preguntó, enarcando una ceja y yendo hacia la sala, sabiendo perfectamente que los miembros de la familia pronto se despertarían.

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Su prima parecía un fantasma con esa túnica blanca, le parecía incluso divertida la idea de que entrara a la habitación de algún miembro de la familia y lo asustara o tal vez lo hizo... nunca se sabia. Llevaba semanas, incluso meses que no la veía, pero sin embargo sentía un sentimiento agradable de volverla a verla. Era su única prima por así decirlo y que fueran relativamente contemporáneas ayudaba muchísimo en el trato que tenían, como si fueran hermanas y no importaba el tiempo que pasará, siempre era como si no hubiera sido demasiado manteniendo el mismo nivel de confianza.

 

-Si fue un viaje... ¿Donde están los regalos? - Le preguntó la Malfoy levantado la ceja.- A saber con quién andabas que te tuvo tanto tiempo retenida, así dejas esa etapa de monja que te posee. ¿Cuando fue la última vez que pasaste una noche divertida? Mejor no respondas, seguro fue cuando tuviste a Rocío - Agregó, las palabras que salían de los labios de la Banshee eran divertidas, mostrado siempre ese lado juguetón que poseía.

 

-¿Mi cuerpo?- Preguntó, dándose tiempo para verse en un espejo que estaba en el hall. Era un completo desastre, su pelo se encontraba completamente en un estado salvaje, la ropa arrugada, descalza y de por sí su rostro reflejaba ese brillo de 'noche salvaje', Gyvraine tenía muchísima razón, pero lo que hizo fue reírse. -No es demencia, es simple alimentación sana baja en calorías, te la recomiendo. -Anexó llena de diversión moviendo las cejas de manera sugerente.

 

Las siguientes palabras que dijo Sullivan le llamaron la atención, ¿Rumores? ¿Cuales rumores? Había estado tan distraiga la Mortífaga que ni cuenta se dio de que la gente últimamente hablaba de ella. Abrió la boca intentado dar una respuesta coherente sobre aquello, pero la cerro inmediatamente aun en estado de shock. Tenía curiosidad quien inicio un chisme de ese tipo.

 

-Pues... No sé de que rumores hablas - Respondió, encogiéndose de hombros. - Sigo siendo ese fruto prohibido que todos quieren y nadie puede tener, al menos que yo elija. Por cierto, ¿De donde sacaste que ando fija con alguien? Aunque no te puedo negar que tuve un maratón muy bueno últimamente con una única persona, así que no era necesario huir -Le guiño el ojo, volviendo a sonreír. A la final le parecía divertido todo aquello.

 

Se sentía completamente relajada y feliz, le importaba muy poco su apariencia desastrosa en ese momento, había llegado peor a la mansión. Tampoco era que importara mucho, los Malfoy muy pocas veces se fijaban en las cosas que hacía su propia familia, cada quien en su propio mundo. Los elfos eran un caso aparte, siempre recordándole que era la hija del Ministro y debía comportándose. le parecía incluso raro que no se apareciera Chávez fastidiado como siempre.

 

-Te imaginas prima que los rumores fueran ciertos... ¡Tendría que ser fiel! - Exclamó como si fuera un pecado capital, no iba a admitir en voz alta que solo se había acostado con una única persona últimamente, eso causaría que Gyvraine siguiera con lo mismo y era algo que debía evitar, especialmente si terminaba contándoselo a May, su hermana definitivamente sería peor con toda la situación referente a un rumor de ese tipo.

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La habitación pasó a convertirse en un caos en cuestión de un par de horas, con decenas de cajas y bultos esparcidos por todo el espacio y el elfo intentando inútilmente reacomodarlo mientras yo continuaba sacando cajas y cajas. Esa fotografía podía significar mucho más que un recuerdo. Esa fotografía podía cambiar el curso de mi historia con un giro de 180 grados.

 

Desistí, dejándome caer sobre mis aposentos con el aliento pesado y los brazos caídos. Recosté la espalda sobre el borde de la cama y aflojé el cuello hacia atrás, dejando que mis ojos se hundieran en la profundidad del techo blanquecino. Ya había amanecido y Warhol se había encargado de cerrar los postigos de la ventana, puesto que no me había dado cuenta del paso del tiempo y si era por mí, hubiese dejado que los rayos del sol me calcinaran por completo. Tenía esa forma de ser, cuando me enfocaba en algo no me importaba nada más.

 

Luego de un rato me levanté del suelo. La criatura ya había ordenado gran parte del desastre, sin embargo quedaban un montón de cajitas a un lado y al otro de la cama. Empujándolas con el pie me abrí un camino hasta la puerta y sin decir una sola palabra salí de la habitación con el abrigo y el morral colgándome del brazo. Cerré la puerta tras de mi y luego de recorrer con la mirada la longitud del pasillo me dirigí hacia las escaleras.

 

Algo me hacía sentir extraña. Una presencia. Quizás eran alucinaciones mías, agregando que aún no me acostumbraba a la majestuosidad de tan imponente mansión. Me sentía un sapo de otro pozo, sin embargo me era tan ajeno para mí como el Castillo Black en su momento. Necesitaba recobrar esa maldita foto.

 

Bajé las escalinatas, sin hacerle caso a mi intuición. Hasta habría podido jurar que había escuchado el chirrido de una puerta apenas desaparecí del tercer piso.

 

La visita de Federico me tenía consternada y me había vuelto una persecuta. Cualquier sonido me alarmaba y no confiaba en nadie más que en mi propio elfo. Por suerte era de día, no me animaba a recorrer semejante laberinto durante la noche donde sólo los fantasmas del castillo hacían de las suyas y no era una experiencia muy agradable cruzarse con uno de ellos.

 

-...Te imaginas prima que los rumores fueran ciertos, ¡Tendría que ser fiel!

 

Al llegar al primer piso las voces de dos muchachas que se encontraban escaleras abajo llamaron mi atención. Ambas me resultaban conocidas pero no llegaba a distinguir perfectamente de quiénes se trataban. Tantos Malfoy hacían que las identidades se me entrecruzaran. Cuando me pude asomar allí estaban, Gyvraine y... Un par de flashes nublaron mi cabeza. La imagen de la taberna, sangre en el suelo, la risa est****a de Pascual, un dolor en la rodilla, el frío de la noche, la saliva caer de mi boca, vomitar... Apreté los ojos fuertemente y al abrirlos me encontré con la mirada de Afrodita.

 

Sonreí de lado. No podía hacer otra mueca ni gesto. Por dentro mi semblante se hundía en vergüenza pero no tenía suficiente sangre en mi cuerpo como para que se sonrojaran mis mejillas. Era un muerto vivo pero de finos rasgos que sólo adquiría un color más opaco que el papel cuando recientemente mis labios habrían degustado de un buen banquete. Sino siempre andaba por la vida cual Fantasma de Canterville.

 

-Los rumores son algo inevitable en este mundo. El Profeta ha revolucionado las mentes de casi todos los habitantes de Ottery, y podría decir que cada mago en esta comunidad se ha convertido en una suerte de cazarecompenzas. Y hablo con conocimiento de causa. Buenas tardes. -Desvié la mirada, evitando la de la rubia, y me detuve en la de Gyvraine.- Por lo visto hoy es un día de reencuentros.

 

De sólo pensar en pisar nuevamente el castillo Black se me revolvía el estómago.

 

-¿Qué noticias traen luego de tanto tiempo? -Giré hacia Afrodita, recorriendo su desastroso aspecto de pies a cabeza.- Aunque tú no has cambiado mucho.

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