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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Emprendí rumbo en dirección a la puerta algo arruinada por lejos. Hacia lo que alguna vez había sido una enorme puerta que daba acceso a la extraña Mansión. Acaricié la maciza estructura de marmol cubierta de artilugios y símbolos que jamás había visto. Mi mano se deslizó sobre ellos impresionado por la cantidad de oro que esta poseía para luego refugiarse entre los pliegues de la túnica, ambas manos. Escuchaba pasos dentro de aquella mansión, y una pequeña voz que encomendó la llegada del joven Matthew discriminando su vestimenta. Triviani dio una mirada rápida a su ropa y zapatos. << Si, esta bien, lo admito, no me prepare para venir... >> Comento.

 

Suspiro mientras escrutaba el inexpugnable lugar que circundaba por hermosas flores y jardines. No estaba seguro de querer volver a aventurarse en la espesura, aun tenia esa extraña certeza de que algo lo observaba pacientemente desde las sombras, esperando a que cometiera tal solo un pequeño error, para abalanzase hacia él.

 

¿¡Que demonios!? Giro sobre si mismo, y recibió en los brazos a la exuberante Juv entre sus brazos mientras esta lo besaba en ambas mejillas.

 

Una pequeña sonrisa se figuro en la comisura de sus labios, no estaba acostumbrado a este tipo de cariño, las demostraciones afectivas no eran algo muy característico del gitano. Aun que no le disgustaba en totalidad, era un poco agradable y esta visita era amistosa, por lo cual no negaría que le gusto eso. El mortífago la tomo por los hombros y le regalo una sonrisa cálida y cómplice a la esbelta mujer. El hedor de los elfos era despreciable y esperaba que ella lo ayudara a jugar con alguno, sin que su madre lo notara.

 

Claro, no podía perder venir a verte tras tu regreso, querida. Dijo él, mientras lo invitaba a pasar. Ademas, traje... Bri-llan-ti-naaa. (?) Levanto ambas manos y las agito.

 

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―Volví solo para verte y me debes algo―sonrió tras sentir que le tomaba por los hombros. La amistad entre ambos se acrecentó de un momento a otro, no recordaba con certeza cuándo inicio la misma, pero estaba segura que no deseaba que esta tuviera un final por nada del mundo―Lamento lo de los elfos, pero considéralos un mal necesario―arrugando un poco su nariz, le hizo una seña al sirviente para que desapareciera en el acto. Volviendo a mirarlo de arriba abajo, recordaba cada detalle del Triviani, desde su receló por los elfos hasta la forma picara en que se relacionaba con las personas, evitando pasar por alto el mal genio que se cargaba a veces.


Pero eso era lo genial de Matthew, verle sonreír era catártico para Malfoy. Ahora la sorpresa que le tenía preparada, estaba segura que no haría más que elevar el buen humor de la rubia. Ese que pocas veces se dejaba sentir o ver dentro de su fría y obcecada personalidad―Y bien, ¿Que tienes para mi?―aplaudiendo como una niña pequeña que esperaba el presente soñado, aquel que desea desde que tiene uso de razón o estar dentro del mundo mágico. Su sonrisa se iba acrecentando a cada momento, tras recordar el reto al cuál sometió sin querer al gitano. Tenía la mala costumbre de empecinarse con las cosas hasta hacerse con ellas, tal vez ese era un rasgo que muchas veces le metía en más problemas de los que podía bancarse a decir verdad.


―Primero la sorpresa, ya luego torturaremos elfos, si es lo que te apetece―mirándole de forma cómplice cumpliría su palabra sin lugar a dudas―No lo puedo creer―soltó casi en un gritó saltando como una pequeña coneja―Entonces lo harás, porque mira que deseo verte brillar y de que forma―la emoción se había apoderado de la fría personalidad de la Nigromante. No acababa de entender la razón, pero poco le importaba dar con el motivo real de todo aquello―Tendremos una cena, ¿quieres quedarte?―le invitó sin pensar en la reacción de su madre. Pero amparándose en el derecho de tener los invitados que ella quisiera dentro de la mansión, ya fuera como visitas para tomar una copa o degustar una exquisita cena con ellas por todo lo alto.


@@Matthew B. Triviani


Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Elizabeth movió la cabeza afirmando, en algún momento llevaría a Dexter a conocer a la persona más especial para ella después de él. Pero no sería pronto, ya que no estaba muy segura de cuanto tardaría en regresar a Londres, ya que había decidido visitar a sus amigos mientras realizaba diferentes papeleos que necesitaba tener en orden para volver a irse en cuanto tuviera todo listo, por lo que siguió con la conversación como si nada estuviera pasando.

¿No tienes una foto tuya y de tu esposa en casa? —preguntó para después mirarle con una expresión entre divertida por las palabras que ella le había dicho y de terror por la pregunta acerca de las bodas. —De verdad me sorprendes, me estás diciendo que, en dado caso de tener un fracaso en tu matrimonio, tu siguiente pareja no podría llevarte al altar de nueva cuenta. —le pregunto. Pero antes de que la peliazul pudiese evadir su pregunta, fue ella la que volvió a hablar para responder acerca de si estaba en sus planes el matrimonio.

La verdad, consideré casarme sólo una vez. Pero la persona con la que hubiese deseado unirme ahora está casada. —se le quedó mirando a los ojos mientras le tomaba la mano, sus dedos acariciaban el dorso de la mano de la Líder mortifaga con cierta suavidad. —Así que, en este momento, sólo deseo hacer feliz a Dexter.

Tras aquel momento en donde volvía a dejar claro que ella no tenía una bonita historia de amor y que iba a morir sola, la demonio trato de actuar normal, después de ver como el elfo se iba con una gran lista de diferentes bocadillos. Por lo que le hizo soltar un comentario acerca de las harinas con las que alimentaba el cuerpo que estaba habitando.

Espero que después de comer todo eso, hagas mucho ejercicio… —le guiño el ojo como en señal de complicidad.

La mujer de piel canela deseaba preguntarle algo muy íntimo a Tauro, al momento en que se animó a preguntar, un elfo apareció a mitad de la sala en la que ambas mujeres se encontraban una frente a la otra. Si no hubiese sido por aquella interrupción posiblemente le daría un pequeño beso que no significaría nada para la líder mortifaga, quizás sólo un arrebato de la persona que consideraba su amiga.

El elfo les aviso que Beltis se encontraba en la Mansión y deseaba ver a Tauro, por lo que la demonio sonrió buscando una excusa para poder retirarse.

Creo que es el momento en el que me retiro, me saludas a Beltis, pensé que después de la desaparición de su marido, ella regresaría a la Ryddleturn. Si de causalidad vez a mi madre, haz favor de decirle que me encuentro bien.

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- ¿La desaparición de mi marido? - interrumpió con la ceja enarcada al escuchar su nombre, todavía con la mano apoyada en la puerta-. Perdón pero ¿nos conocemos?

Entró a la sala en medio de la conversación vestida con un quimono de seda y terciopelo negro bordado. Se dirigía a hasta que escuchó una voz que no reconocía hablar de ella. Tauro estaba junto a una mujer a la que no conocía, o al menos no recordaba haber visto antes pero que parecía tener alguna noción sobre su marido y su paso por la familia Ryddleturn. Se detuvo frente al bar de caoba y cogió un vaso.

- ¿No la invitas a quedarse?- Le espetó a Tauro mientras se servía whisky de espaldas a ambas.

Había llegado en mal momento así que intentaría arreglar esa intromisión con una bien simulada amabilidad y una invitación a cenar; esperaba que Tauro supiera apreciar el gesto. Se giró y se fue a sentar a uno de los sofás mientras esperaba a que la cena estuviera lista, cosa que sucedería en minutos.

- ¿Te quedas a cenar? - preguntó con una media sonrisa-. No es muy usual que estemos juntas, así que habrá comida y bebida de sobra. No se discuta más, te quedas.

 

Tal vez a su hija le hiciera ilusión que se quedase. No lo sabía. Con ella nunca sabía. Se cruzó de piernas y bebió. Hacía mucho tiempo que no pensaba en la Ryddleturn y mucho menos en su marido, quién había desaparecido sin dejar rastro años atrás. Casi lo había olvidado, de hecho, ni siquiera había perdido el sueño en su búsqueda. ¿Qué habrá sido de él? ¿Seguiría vivo? Lo dudaba, no era precisamente joven cuando se casaron, un matrimonio pactado que al final no le había traído beneficios a ninguno. Beltis tenía que seguir aguantando algún que otro rumor que la señalaba como la mano detrás de la desaparición. Rumores de pasillo malintencionados que a ella le hacían gracia y que no le molestaba fomentar de vez en cuando. Bebió y observó en silencio a aquella mujer y a su hija. ¿Había interrumpido alguna conversación privada?

 

- Pronto se nos unirá Juve, me han avisado que también está en la mansión.

 

Su sirviente jorobado entró en la sala usando una levita negra impecable y un mantel blanco en el brazo.

 

- Poned un sitio más en la mesa, nuestra invitada se quedará a cenar -ordenó sin poner atención a Tauro ni a su amiga. No iba a dejar que se negaran.

 

El sirviente hizo una reverencia y volvió a salir.

 

- Perfecto. Ahora tendréis tiempo para ponerme al día y contarme de vuestras vidas. ¿Cómo os conocisteis?

 

¿Quién lo iba a decir? Ser madre se le daba mejor de lo que pensaba.

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Era invierno, pero aun asi el lugar podía sentirse la brisa cálida, sumergido en un sin fin de sentimientos, aquella deslumbrante sonrisa era todo lo que Triviani necesitaba ver para quedarse. Llevaba bastante tiempo esperando este momento, pensó que a lo mejor se había olvidado el porque estaba en la mansión, o no pensaba ayudarme con ese tema... Pero, era la única en que podía o esperaba confiar de momento, con ello, el camino a su libertad.

 

Pudo mas la curiosidad que la prudencia y el mortifago camino hacia los adornos, adentrándose por la boca de la serpiente. El interior era un extraño lugar de altos techos. A medida que avanzaba, extrañas luces se abrían a su paso, sin que pudiera llegar a determinarse donde se encontraba la fuente exacta de aquella iluminación y que es lo que fuese que la provocaba. Varias puertas cerradas se disponían y eso despeaba aun mas su curiosidad.

 

Esta bien, quizás luego pueda divertirme con algunos de ellos... Miro con el refilo de sus ojos a los que se paseaban por el lugar.

 

¿No era mejor utilizar humanos como esclavos? los elfos despedían un hedor asqueroso, el cual por naturaleza no soportaba y solo les provocaba desprecio... Lo único que rescataba de ellos era su buen vino que preparaba con su sangre. Quizás en alguna oportunidad podría hacerle probar a la Malfoy aquella exquisites, aun que por sus gustos tan refinados, no dudo que ya lo hiciera.

 

No deberás decirle a nadie quien te obsequio estas cosas... O quizás si. Murmuro en su oído y luego se alejo un poco.

 

Revolvió dentro de su capa hasta sacar un pequeño bolso de piel de moke, el cual contenía una cantidad enorme de objetos que se robaba del Magic Mall. Quien hacia el inventario era él asi que poco le importaba que se dieran cuenta o algo, estaba siguiendo los pasos de su madre, después de todo su bóveda de trastero no se llenaría por si sola, ¿no?.

 

¡Aquí esta! Soltó mordiendo su lengua, sacando una diadema.

 

Pero no cualquier diadema... Era la de la mismísima Rowena Ravenclaw, la que supuestamente todos creían perdida... Pero no, Matthew la había robado; pensaba venderla, pero la situación a meritaba un buen obsequio. Luego pasaría por hogwarts a burlarse del Barón, como no pudo con su culpa el cobarde recurrió al suicidio... Al menos hubiera echo las cosas de manera mas divertida, encogió sus hombros y miro a la joven como por poco saltaba de alegría y el cuenco de sus ojos se iluminaban como dos estrellas en la plena y silenciosa obscuridad de la noche...

 

Ahora que la usas, esta te proporcionara una inteligencia superior a la de cualquier bruja y con ella, seras invencible...

 

La tomo por ambas manos y la coloco sobre los cabellos de Juv, aquella era de un color dorado... Podria decirse que de oro blanco, por su pureza y manera de brillar, contaba con tres piedras de color esmeralda, fácilmente confundidas con zafiros que según de que punto sea observada se reflejaría su color. Encajaba perfectamente con sus ojos y su tes blanquecina.

 

¿Crees que sea el momento? se puede sentir mas personas dentro y no quisiera que se enfadaran contigo. Comento apretando sus dientes.

 

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Editado por Matthew B. Triviani

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Tauro se limitó a encogerse de hombros, buscando las palabras apropiadas para responder al comentario de Elizabeth, por fortuna, fue la misma bruja quién evitó ese momento y continuó hablando, sorprendiéndola cuando tomó su mano para acariciarla suavemente con sus dedos. De nuevo Tauro no sabía cómo responder a su gesto y una vez más la otra bruja le evitó el hacerlo. ¿Actuaría así a propósito?

— ¿Ejercicio? —sus ojos se abrieron con horror de un modo exagerado, como si la sola mención de la palabra fuese una ofensa, pero luego soltó una risotada — Por fortuna los dioses me bendijeron y el ejercicio que hago es poco, pero es suficiente para mantener esta bella figura —bromeó. En eso un elfo, diferente a los que las habían atendido antes, interrumpió su charla para hacer entrega de un regalo mandado por Beltis. La Mortífaga tomó la caja de madera con desconfianza y se limitó a leer solo la nota.

«Esa mujer»

— ¿Estás segura de que te quieres ir? ¡Apenas y hemos hablado! —exclamó, segundos antes de que Beltis hiciera su gran aparición.

-¿No la invitas a quedarse?-

 

— Estaba a punto de hacerlo, pero te me adelantaste.

 

¿Hacía cuanto que no veía a su madre? No tuvo que pensarlo mucho, el último encuentro más cercano que tuvieron fue en su boda. Nunca habían sido lo que se dice especialmente cercanas y cualquiera diría que de alguna manera Tauro seguía sus pasos, pero no era así; sospechaba que detrás de toda esa amabilidad habían intereses ocultos, además de que se las arregló para dejar sin escapatoria a ninguna de las dos.

 

— ¿Qué dices? ¿Te quedas? —susurró a Elizabeth. Si quería, aun estaba a tiempo de huir.

 

Pero su madre no se andaba con rodeos y aprovechó el momento de distracción para atraparlas en una conversación.

 

— Nos conocimos hace tiempo, diría que durante ¿Hogwarts? —. No era la mejor recordando cosas. Suspiró, derrotada, estaba en sus garras . Lo mejor era ponerse cómoda en el sofá— Fuimos grandes amigas, luego nos separamos, lo usual, y ahora nos hemos reencontrado —. Esta vez fue Tauro la que se sirvió un vaso de Whiskey, lo necesitaba. Tomó un buen sorbo y sostuvo el contenido restante en su mano derecha.

 

— ¿Y tú? ¿Dónde has estado? ¿Alguna nuevo tesoro que buscar? —. Estuvo a punto de decir otra cosa, pero no quería tratarla de viuda caza-fortunas frente a su invitada.

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Elizabeth camino rumbo a los jardines de la Malfoy para poder desaparecer, estaba saliendo del salón donde había tenido una corta pero fructífera conversación con la mortifaga, cuando escucho su voz invitándola a quedarse a cenar. Se giró para verla, sus ojos miel se quedaron clavados en los de ella. La morena sonreía, estaba a nada de aceptar la invitación de la peliazul cuando una mujer de cabellos blancos apareció en el marco de la puerta. Elizabeth la recordaba, pero al parecer Beltis no la recordaba a ella, lo que hacía más fácil el retirarse de aquel lugar.

Por un momento olvide las paredes de papel de esta mansión —comentó. Sus palabras iban a la recién llegada, y se acercó hasta esta con una mano estirada para estrecharla con ella. —Xareni Malfoy… —se presentó para continuar con la respuesta a la pregunta de la líder Mortifaga y madre de la peliazul. —Lord Cubias… de un momento a otro no se supo de él, para la comunidad mágica y no mágica eso significa una desaparición, me imagino que puede estar muerto.

Aquellas palabras las había dicho con tanta naturaleza que le recordaba cuando sólo tenía 16 años y no medía sus palabras al momento de decirlas. Al parecer había cosas que nunca cambiaban por mas años se tuvieran, era una persona que le gustaba ser directa con las cosas que pensaba y como las pensaba no había filtros en ella.

Sus orbes iban de una mujer a la otra, trato de ignorar un poco la conversación que llevaban sobre si se iba a quedar a cenar, o sobre cómo era que se habían conocido, las últimas palabras de Taurogirl le habían llamado la atención, no recordaba haberla visto en Hogwarts, es más estaba segura que no se habían conocido en aquel lugar, pero prefirió no desmentir a la peliazul, así que asintió con un leve movimiento de cabeza mientras sonreía mirando a la madre de esta.

La verdad era que el día que conoció a Taurogirl era cuando Sophie, su hija, se la presentó como novia, la morena desde ese momento se hizo amiga de la pareja de su niña consentida y se habían dejado de hablar cuando las cosas terminaron o un poco antes. En ese momento no estaba muy segura de que suceso había pasado primero, sólo que cuando regreso la mujer frente a ella estaba preparando su boda con su actual esposa.

Realmente me encantaría quedarme… —empezó a decir, pero sus palabras fueron interrumpidas con las órdenes que daba Beltis a uno de los sirvientes que tenían en la mansión que se había acercado a notificarles que la mesa estaba lista para que pasaran a cenar. —si no hay de otra, será todo un honor tener una conversación con la famosa Beltis —hizo una pausa y miró a la peliblanca. —¿Ryddleturn? —pregunto para estar segura.

 

Creo que nuestra conversación sobre ponernos al día continuará en el comedor, las sigo.

Fue la última en abandonar el salón en el que se encontraban, se había quedado viendo las fotografías de los Malfoy, buscaba alguna imagen que le indicara el paradero de Mistify Malfoy y si es que la fémina seguía viviendo en aquel lugar, pero algo dentro de ella le decía que su madre no había pisado aquel lugar en varios años.

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  • 2 semanas más tarde...
—Nadie se molestará contigo—sonrió al sentir la diadema sobre su cabeza, aquel era un obsequió que no se esperaba y lo agradecía de una forma sumamente especial. Ella le ayudaría en lo que le pudiera, no se creía capaz de negarle nada y mucho menos darle la espalda en una situación como esa—Te prometo que nadie se enojará por lo que hagamos esta noche—dejando una leve caricia en su mejilla era una forma de agradecerle por el presente. Viéndose un poco atrevida depositaba un beso en su mejilla, no esperaba que lo tomará a mal. Eran personas que sabían la clase de relación que les unía de una forma especial, eran cómplices en cada una de las travesuras que perpetrarían esa noche—No pensé que vinieras, pero aquí estás ahora y la pasaremos de lo mejor—la sonrisa crecía un poco más en sus labios.
—Yo también tengo algo para ti—soltó apareciendo en su mano un dije de color negro como el ala de un cuervo—No es tan valioso como la diadema, pero si te mantendrá en contacto conmigo todo el tiempo. Digamos que será una forma secreta de cuidarte y saber que estás bien—explicaba colocándolo en su cuello—Cuándo se ponga tan frío como el invierno más crudo que haya azotado al mundo, percibiré que eres muy feliz y dichoso. Si se calienta como el mismísimo astro rey, no todo será grato, pero cambiará para bien—ambos lucían geniales con sendos accesorios. Ella por su parte conservaría en secreto que era la dueña de una de las reliquias más codiciadas y poderosas dentro del mundo mágico.
—¿Y que más tienes en mente?, no creo que la cena aún esté lista. Así que tenemos tiempo para jugar un poco y pasarla de lo mejor—avanzando por la cámara esperaba que Ares, no les diera una bienvenida por demás sorpresiva y violenta. Le gustaba la idea de que la mascota de su padre custodiará las entrañas de la mansión, no se podía pedir nada mejor que un basilisco capaz de matar con una sola mirada de sus ojos amarillos y amenazantes—Ven quiero mostrarte algo—tomándole de la mano le dio un ligero tirón—Nadie ha llegado tan lejos, no desde este punto de la mansión. Algunos lo intentaron y murieron de forma por demás dolorosa y extraña. Nosotros somos más astutos y no nos dejaremos pillar tan fácil—enarcó una ceja colando sus pasos por un pasillo angosto y levemente iluminado.
Quizás se estaba metiendo en la boca del lobo, pero al ser la hija del patriarca, no existía impedimento que le frenará de ningún modo. Matthew le seguía muy de cerca, observando el camino de regreso para no perderse, varios caminos se abrían paso delante de sus ojos, estrechos y amplios eran una tentadora invitación al peligro— Me acompañarás, ¿verdad?—inquirió sintiendo aún su mano unida a la suya—Recuerda que somos cómplices en todo esto, ya no te podes arrepentir por más que lo quisieras o desearás—ladeando un poco la cabeza percibió un aire gélido que le ascendía por la columna vertebral—Mi abuelo y todos mis antepasados, al menos los que recuerdo yacen en está parte de la mansión, criptas que no han sido corrompidas por el tiempo o el polvo—volvía a sonreír como si fuera una niña pequeña.

 

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- ¡Oh no! las paredes no son el problema, es que hay gente que habla alto y yo tengo un sentido de la audición muy agudo. Es un problema para conciliar el sueño - señaló sus ojeras azulosas bajo los ojos - Es extraño, nadie ha manifestado preocupación alguna por Lord Cubias en todos estos años. Solo yo lo he buscado. Es curioso y triste a partes iguales ¿Os conocíais? Realmente espero que no esté muerto y solo haya desaparecido como tantos otros miembros de esta y otras familias de Ottery.

 

Se dirigió al comedor con la copa en las manos y arrastrando la túnica. ¿Iba a ser el tema de la noche? Para enfrentarse a una desaparición que había ocurrido años atrás iba a necesitar todo el alcohol de la mansión para mantener la entereza y el interés. Nadie había hecho ni el más mínimo esfuerzo para encontrarlo, pero cada cierto tiempo le preguntaban a ella si es que estaba muerto, una pregunta tan absurda como ridícula que dejaba al descubierto las sucias intenciones que escondía su interlocutor. La mesa estaba puesta, pero como Beltis no seguía -ni fomentaba- normas ridículas, se fue a sentar donde quiso, cerca de la puerta.

 

- Para ti, Xareni, Beltis Malfoy. Aunque pareces saber más de mí que yo misma te tengo que corregir, Katara me acogió como una hija pero nunca fui Ryddleturn de sangre.

 

Juve estaba tardando, así que tendrían que comenzar sin ella.

 

- Sentaos donde queráis -desde donde estaba podía ver la puerta y alcanzarla con facilidad si la velada se torcía-. Tauro, volví porque tenía que solucionar algunas cosas. Lamentablemente, no hay tesoros ni riquezas involucrados. Luego, si quieres, podemos hablar de eso.

 

Bebió y sonó una campanada que marcaba el paso del tiempo ¿Juve llegaría a la hora o tendría que volver a mandarla a buscar? Le hizo una señal a su elfo, que aguardaba en una esquina sus órdenes. Inmediatamente, desapareció para ir a buscar a Juve. La traería aunque fuera de una oreja.

 

- Entonces tendréis más de alguna anécdota divertida de esos años escolares, me encantaría oír alguna.

 

Beltis se había perdido algunos años de Tauro, así que le vendría bien una dosis de recuerdos de su adolescencia.

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  • 3 semanas más tarde...

No estaba segura de si quería tocar el tema del dinero y riquezas con su madre, cuando actualmente ella estaba más necesitada (xD), sin embargo, asintió educadamente, restándole importancia al asunto para luego tomar lugar en la mesa, más exactamente a dos sillas de ella.

—No gozo de muy buena memoria, lo sabes —-. Tauro dejó su bebida sobre la mesa, esperando a que el elfo la retirara y le trajera una nueva — La única ocasión en la que sí recuerdo a Xareni dentro de Hogwarts fue en su clase de conocimientos —. Se detuvo un momento —. Pero si mal no recuerdo, lo que nos unió en un principio fue algo que tuvimos en común. Su hija, Sophie Haughton, tú debes conocerla, Katara era su madre El amorío entre las dos brujas nunca fue un secreto para nadie. Por años Tauro se dedicó a tener aventuras, pero Sophie fue su primera relación seria y con la que había hecho planes de casarse hasta que ésta desapareció. Su regreso, como todo en su vida, fue dramático, pues para ese momento ya la bruja se había casado con su actual esposa —. No sé si Xareni quiera compartir algo más contigo.

Había más platos sobre la mesa y Tauro se estaba preguntando a quién más estarían esperando. ¿En qué momento la familia había crecido tanto? Tenía la sospecha que lo que fuese no le iba a gustar. Suspiró. El interrogatorio se estaba prolongando.

—¿A quién más estamos esperando? —Más asientos fueron añadidos, el improvisado encuentro parecía más bien una reunión planeada —. ¿Dónde has estado? ¿Ya por fin me dirás la verdadera identidad de mi padre? —Pese a que el no saber quién era el segundo de sus progenitores no le quitaba el sueño ni le robaba la tranquilidad, sí sentía curiosidad por los extraños gustos de su madre —Algún día tendrás que averiguarlo, nunca sabes cuando podrías necesitar un poco de hueso tomado a la fuerza de mi padre para traer a alguien a la vida —bromeó.

 

En vista de que la cena todavía iba a tardar, pidió panes para untar con mantequilla y así tener algo en el estómago antes de caer desmayada. La comida casera hecha por elfos tenía buen sabor, pero tampoco es que hubiese probado otra diferente. ¿Beltis sabría cocinar? Lo dudaba.

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