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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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El mago escuchó sorprendido todos los logros de su hermana, se encontraba orgulloso y a la vez fascinado con todo lo que había logrado, no solo dentro de la reserva de criaturas mágicas si no también dentro de de la comisión internacional. Era como un sueño en el que sus seres queridos al fin estaban logrando sus sueños. Y en aquel instante recordó que tenía un Crup y un Hipogrifo dentro de la reserva.

-Ahora que lo comentas, tengo dos criaturas mágicas en la reserva y no me he dado el tiempo de ir a visitarlas, espero que me puedas acompañar - dijo sonriendo a Cillian - y pues en general no hay mucho que comentar al respecto ya que ni yo puedo explicarlo, solo aparecí 10 años en el futuro y todo había cambiado - respondió la pregunta de Mónica sin poder evitar la nostalgia y la angustia por no poder regresar.

Acto seguido vio a Cillian presentarse con su hija y le dio gusto observar su reacción, respetuosa pero a la vez con nervios por conocer más a la familia del rubio. No hacía mucho que el Ryddleturn le había contado sobre el oficio que desempeñaba y aunque no lo aprobaba del todo, estaba dispuesto a apoyarlo en lo que fuera necesario. Recordó la escena de celos que le hizo en la noche de la conmemoración y no pudo evitar sentirse apenado, aún tenían que discutir al respecto. Sin embargo la oferta de los negocios no era nada mal.

- Pues me encantaría asociarme, sinceramente un ingreso extra no me haría daño - comentó el Malfoy sin percatarse que todo se trataba de una pequeña broma.

 

@ Cillian Ryddleturn  @ Monica Malfoy Haughton  @ Ashley Emily Black Lestrange M.

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No pudo evitar levantar ambas cejas al escuchar que Cillian había formado parte del departamento de regulación y control de criaturas mágicas e inmediatamente bajó la copa de la que en ese momento volvía a beber. Se limpió la comisura de los labios con la palma de la mano, pues al bajar el recipiente, el hielo le salpicó ruidosamente al caer contra el culo del mismo.

- ¿Has trabajado en el departamento de criaturas? - le preguntó casi gritando presa del entusiasmo-. ¡No me lo puedo creer! ¡Fui directora de ese mismo departamento durante toda mi etapa en el ministerio de magia!

Mónica había estado fascinada durante toda su vida por las criaturas mágicas y el estudio de estas. Desde muy joven había dedicado su vida al estudio de las magias diferentes a la que poseían los magos y muy pronto se vio fascinada por todos los seres que no fueran humanos. Era como si en Cillian acabara de hacer un descubrimiento empírico, pues a lo largo de su experiencia no había encontrado a muchas personas que tuvieran mucho de ese aspecto en común con ella.

- Hermanito, creo que Cillian y yo nos vamos a llevar excepcionalmente bien – le anunció, dedicándole una amplia sonrisa a ambos-, sí que por supuesto estaré encantada de llevaros a la reserva, podríamos pasar un día maravilloso allí – aseguró mientras se imaginaba a sí misma de nuevo llena de barro y pasto, tal y como acababa siempre que estaba allí.

Aprovechó para beber nuevamente cuando el castaño le plantó un beso en la mejilla al Malfoy y por un momento se sintió tremendamente sola. Los recuerdos llevaban atormentándola desde que hubiera vuelto cierto mago desaparecido con el que nunca había sido capaz de zanjar la historia que ambos habían tenido y eso la inquietaba.

Sonrió disimuladamente cuando ambos magos ofrecieron asociarse a ella en su futura inversión.

- ¿De verdad? - dio un leve respingo en la silla-. ¡Me encantaría! ¡No es algo a lo que ya podréis negaros, eh! - miró a su sobrina, que parecía algo rezagada en la reunión-. ¿Tu te animarías, Ashley?

 

@ Cillian Ryddleturn @ Ashley Emily Black Lestrange M. @ Ludwig Malfoy Triviani

Editado por Monica Malfoy Haughton
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El viento golpeaba sus mejillas como caricias suaves y consecutivas, temiendo romper con la perfección del delicado rostro de aquella mujer que cruzaba el cielo como una blanca estela. El silencio de aquella noche que la envolvía con su oscuridad apenas era interrumpido por el casual aleteo del hipogrifo sobre el que iba montada, que frenaba su majestuoso planeo ante la necesidad de tomar impulso. Su rubia cabellera bailaba libre, con el aire guiando cada fina fibra, mientras se aferraba con firmeza al blanco plumaje del majestuoso animal. La perfección de su cutis era apenas interrumpida por unas casi imperceptibles arrugas que se formaban junto a la comisura de sus labios, dispuestos en una ligera sonrisa. Pocas cosas le provocaban un goce más íntimo que atravesar el cielo a lomos de una de las tantas criaturas que se dedicaba a coleccionar.   

 

La bruja dio un delicado golpe con su talón contra el abdomen del animal, como una señal de aminorar su vuelo, al instante de divisar a la distancia las parpadeantes luces de las plantas superiores de la mansión Malfoy. La reconoció con suma facilidad apenas sus azules ojos captaron los primeros detalles en la piedra que decoraban con inapelable gusto su fachada ¿No era acaso una de las arquitecturas más afamadas de la historia reciente, cuna de magos y brujas oscuros de innegable impacto en la sociedad mágica? Claro, también la había reconocido porque entre las mohosas paredes de sus olvidadas mazmorras solía encontrarse con Thiago…su amado Thiago.

 

Inclinó ligeramente su espalda, quedando su pecho casi pegado al lomo del hipogrifo, y se preparó para resistir su peso hundiendo los codos en el pelaje de la criatura ante el descenso al que estaba por enfrentarse. La alada bestia emitió un alarido al marcar su objetivo y se precipitó hacia un meticulosamente medido aterrizaje, extendiendo sus imponentes alas de par en par. Apenas sus cascos entraron en contacto con la acera, sus fibrosos músculos se tensaron para lograr una rápida estabilidad para su jinete. Al alcanzar su objetivo con la excelencia que lo caracterizaba, el hipogrifo sacudió su cabeza con gracia para acomodar su reluciente plumaje en un claro gesto de satisfacción.

 

La Médici alisó con delicadeza los pliegues que se habían formado en su vestido, una pieza victoriana de amplia falda acampanada y confeccionada con una delicada tela verde esmeralda, y dejó que un suspiro se escapara de entre sus labios. Se dejó caer del lomo de Razz, simplemente dejando a la gravedad hacer su trabajo. Ni la finura de sus tacos logró, al golpear el suelo de forma repentina, que perdiese su natural gracia ni aquella postura distinguida que tanto la caracterizaba.

 

Le dio una última caricia al lomo de aquel hipogrifo como un explícito gesto de despedida y le dedicó una sonrisa que destilaba sincero cariño. Razz agachó ligeramente su cabeza, rindiendo pleitesía a su dueña, y contorneó su cuerpo en busca de una posición cómoda para descansar en el suelo. Su fiera mirada, sin embargo, siguió observando la estilizada figura de Lucrezia Di Médici mientras ésta se alejaba por aquel sendero. Había algo subyacente en el aire que no le permitía apaciguar la pasiva tensión que experimentaba cada vez que percibía que su dueña podía estar en peligro.

 

La aristócrata ya no recordaba la última vez que se había siquiera acercado a aquella zona del poblado ¿Cuánto tiempo había pasado y con qué velocidad había transcurrido el mismo? Previo a la caída de Aaron Black Lestrange como Ministro de Magia, la blonda italiana se había exiliado en la villa familiar, lejos de la influencia y la red de conexiones del otrora líder mortífago. Su relación personal, pese a pertenecer a una organización fundada en valores que ambos compartían, no había sido francamente la mejor. Lucrezia tenía una visión de poder diferente a la del ex líder de La Marca Tenebrosa y una forma de obtenerlo mucho más pragmática, producto quizás de aquella herencia aristocrática anclada en el tiempo con la que se había formado.

 

Las cosas habían cambiado abruptamente con la interrupción del inquisidor y la asunción de una nueva Ministra con la que había mantenido una alianza, sostenida en una incipiente amistad, para acabar con el régimen totalitario de Aaron. La italiana había abandonado su privilegiado exilio semanas atrás y vuelto a instalarse en su magnánima mansión, ubicada un punto de Ottery alejado de aquel por donde ahora caminaba, luego de limpiar todo el desastre que sucesivas requisas en búsqueda de su paradero habían causado. Sin embargo, como un hecho inevitable pero largamente postergado, la hora de volver a extender su red por toda Inglaterra había llegado.

 

El golpeteo de sus zapatos sobre el sendero de piedra blanca se elevaba rítmico, como un eco que perturbaba la serenidad que con su manto cubría los jardines. Había en todo lo que la rodeaba algo que vagaba entre lo ajeno y lo familiar, algo tan sutil que se escapaba de su afilada percepción y que le era imposible definir al menos de momento. En más de una oportunidad había visitado aquella mansión de ineludible popularidad, casi siempre en ocasión de algún encuentro con intenciones espurias. Le era imposible desligarse del hogar que había acogido a Thiago, aquella persona desvanecida en sus años mozos que sin advertirlo había atado su destino a Ottery. Allí moraban quienes compartían su sangre; quienes lo habían educado en una ética ambigua que ella había aprendido a amar.

 

La aristócrata detuvo sus pasos unos metros antes de llegar a la puerta de maciza madera de roble que auspiciaba de entrada a la mansión. Los muros de impenetrable piedra aislaban todo el ruido del interior, sumiendo los jardines en un sepulcral silencio y obligando a los visitantes a preguntarse si realmente había alguien dentro dispuesto a recibirlos. Lucrezia reconocía que nunca había logrado replicar la mística que se percibía en aquella atmósfera, viciada por el aroma a alcohol añejo. Inhaló una bocanada de aire limpio y se dispuso a subir las escalinatas con paso decidido, dejando que sus caderas se contornearan al ritmo de sus pasos.  Tomó un pequeño pliegue de tela que se había formado en la punta de su dedo índice y tiró de él con delicadeza, quitándose el aterciopelado guante negro que cubría su mano izquierda. Golpeó con sus nudillos cuatro veces la fría madera, dejando que un segundo exacto transcurriera entre golpe y golpe.

 

Esperó.

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Sonrió.

No entendía cómo es que las cosas estaban saliendo tan bien en aquel momento, pero se sentía contento de que todo aquello estuviera funcionando bien. Después de saludar a Ashley, había vuelto junto a Ludwig que no podía explicar que era lo que había pasado con él, pero aún así lo aceptaba aunque por lo que se había dicho ya en ese pequeña e improvisada reunión, Cillian podía jurar que Mónica no se quedaría tranquila con eso e intentaría encontrar una respuesta.

— ¿Directora? Supongo entonces que algo de todo aquello que se encontraba implementado en el departamento cuando llegué a él fue cosa tuya —en realidad Cillian no había hecho demasiado por el departamento más que mantenerlo funcionando, para cuando él llego a la dirección del mismo ya todo estaba implementado y funcionado correctamente—. Tendremos que quedar algún día para platicar sobre ello, yo también fui Director, el último antes de los cambios en realidad. 

No dijo más sobre el tema, no era el momento para continuar con esa conversación, ya tendrían tiempo después para hablar sobre el departamento y todo lo relacionado a él. Cillian no era el mejor en el tema, pero tenía bastante interés y amor por el mismo aunque con el tiempo lo había ido dejando poco a poco de lado. Poco a poco la conversación se volvió hacia el tema del negocio y le alegraba escuchar que Ludwig también estaba interesado en el tema. 

— Será divertido —añadió a la invitación que Mónica hacía a Ashley—. Creo que alguien llama la puerta.

Solo un par de segundos después de que Cillian escuchó los golpes contra la puerta.

 

@ Monica Malfoy Haughton  @ Ludwig Malfoy Triviani  @ Ashley Emily Black Lestrange M.

 

 

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El tiempo pasaba muy rápido en la Mansión Malfoy, y sobre todo con la compañía familiar que tenia la ojiverde, era demasiado agradable para ella estar a lado de su Tia Monica, su Padre y el amigo de esté.

La platica era sobre negocios y sobre el trabajo del ministerio, el cual ella también tenia, actualmente estaba como aprendiz en dicho ministerio apoyando a la familia. La chica bebió un poco de zumo de naranja y miraba atenta hasta que escucho su nombre por dos ocaciones.

Tanto como su Tia, Padre y Cillian estaba emprendiendo un negocio nuevo y lo mejor la estaban invitando a unirse a ellas, realmente se puso muy feliz, tal vez ese dinero extra no le vendría nada mal, podría seguir comprando esos disco muggles que tanto le gustaban.

La Ojiverde se dio cuenta que el joven y su padre eran muy cercanos después del beso en la mejilla, esta sonrío, aquel joven rubio le empezaba agradar mucho.

-Claro, me encantaría asociarme con ustedes - Dijo sonriendo la joven - ¿Ya tiene algo pensado? 

Después de responder se escucho unos pequeños golpes en la puerta .


-¿Esperamos a alguien más?

 

@ Ludwig Malfoy Triviani   @ Monica Malfoy Haughton  @ Cillian Ryddleturn

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El ambiente nunca había estado tan ameno en la Mansión Malfoy, era mágico ver como Cillian se integraba a la perfección con los parientes de Ludwig quien siempre se había caracterizado por ser callado. Verlos reír, platicar y estar en tanta tranquilidad le hizo sonreír y sentirse como en su casa, después de todo esa era su familia y no deseaba volverse a sentir solo y olvidado.

-Me alegra que se lleven tan bien pero no olvides que yo soy tu hermano – comentó a manera de broma – nada de asociarse para hacerme la vida, ¿entendieron? – estaba emocionado esperaba ir a la reserva lo antes posible y con ello saludar a sus criaturas olvidadas.

Ashley secundó la idea de asociarse para crear un negocio mágico y pareciera que al igual que Ludwig, su hija tampoco había entendido la broma, sin embargo, los pensamientos se vieron opacados por el sonido de la puerta al ser golpeada varias veces – no esperamos a nadie, me pregunto quién podrá ser.

No tardó mucho para que Penny, el elfo del rubio, llegara apresurado para comentar que alguien estaba tocando la puerta – amo Lud, la asistente de la ministra está afuera, no parece muy contenta ¿Qué hago?

-Bueno pues ábrele la puerta y déjala pasar – comentó Ludwig a su elfo – me pregunto cual será el motivo de su visita – dijo mirando a sus familiares y novio, por alguna razón tenía una mala espina de lo que podría pasar, pero prefirió estar en calma y esperar a que la bruja se presentara.


@ Cillian Ryddleturn  @ Monica Malfoy Haughton  @ Ashley Emily Black Lestrange M.  @ Lucrezia Di Medici

Editado por Ludwig Malfoy Triviani

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Desmond -elfo

 

La criatura se encontraba parada en el umbral de la mansión con una bolsa en el brazo, pesaba un poco porque tenía muchas invitaciones que entregar. Solo suspiro esperando que el día terminará para poder regresar a la mansión Macnair y seguir con sus labores, aunque sospechaba que su lugar cambiaría al consulado italiano para poder ayudar a su ama Macnair con los asuntos en aquel lugar.

 

No tardó mucho en llegar a la puerta y simplemente tocó con cara de aburrimiento, un elfo también le abrió en aquel momento y el entrego las invitaciones con los nombres en cada uno de los sobres.

 

-Entregalas a tus amos, diles que fueron invitados por el ministerio de magia italiano para asistir a una gala de beneficiencia- comento el elfo antes de desaparecer.

 

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@ Crazy Malfoy  @ Mackenzie Malfoy  @ Monica Malfoy Haughton  @ Juv Macnair Hasani  @ Mistify Malfoy  @ Gatiux  @ Ludwig Malfoy Triviani  @ Ashley Emily Black Lestrange M.

Editado por Idylla Macnair T.
Olvide poner el nombre del elfo

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Lo minutos pasaban, marcados por el reloj imaginario que funcionaba como un mecanismo perfecto en su cabeza. El casi etéreo silencio que la rodeaba le permitía a la aristócrata transitar la espera con una serenidad impropia de una dama de alta cuna a la que le negaban el privilegio de la prioridad. En un ejercicio de relajación, tantas veces practicado en soledad, la bruja había apaciguado el ritmo de su respiración, volviéndola más pausada. Incluso había aprovechad para quitarse anticipadamente los guantes de aterciopelada tela que cubrían sus antebrazos, guardándolos en uno de los tantos bolsillos secretos distribuidos por su voluptuoso vestido.

 

Fue en el exacto momento en que por su cabeza cruzó fugaz la idea de encender un cigarro que la puerta se abrió ante sus ojos. Tuvo que bajar su mirada, entretenida en los detalles de las reptiles aldabas, para encontrarse con la presencia de un elfo doméstico que la observaba con una desconfianza que en vano se esforzaba por ocultar tras la servicial expresión de su rostro. La humanoide criatura tenía un aspecto dejado, como si sus servicios no se hubiesen requerido en bastante tiempo ¿Tan en desgracia había caído aquella familia, que había representado el pináculo del poder real en algún punto de la historia reciente? No tardaría en averiguarlo; esa era una certeza. Se adelantó al tímido intento del elfo doméstico de romper el tácito pacto de silencio.   

 

- Ahórrate las palabras, sé que puedo pasar. Ve a buscar las mejores copas que queden en pie en esta mansión.- le ordenó sin un ápice de empatía en su voz, como si de su propio elfo se tratase.

 

Apartó la puerta, que hasta ese momento se había mantenido apenas entornada, e ingresó en la sala de recepción. Apuntando al hueco vacío formado por sus dedos encorvados, la aristócrata comenzó a dibujar círculos con su varita que fueron reduciendo su radio a medida que, al son del movimiento, una botella se iba materializando. El contenido que se balanceaba en su interior no provenía de cualquier bodega cochambrosa ni era un simple “detalle” en agradecimiento por una invitación que nunca había existido: se trataba de un añejo vino Di Médici, elaborado con materia prima de excelencia cosechada en los viñedos familiares. Su magnífica calidad, que cualquier catador experimentado podría detectar con tan solo percibir su frutal aroma, era reconocida en toda Italia. Aquel regalo de cortesía era una declaración de intenciones típica de los círculos diplomáticos en los que la aristócrata acostumbraba a moverse.

 

Se fue adentrando con suma calma en la sala, dejándose guiar por la delgaducha criatura que había aprovechado para adelantarse nuevamente a sus pasos. Los sincronizados golpes de sus finos tacos contra la pulida madera del suelo anticiparían a los moradores su presencia, algo acentuado adrede. Le resultaba una obviedad que los miembros de la familia presentes en ese momento ya estaban al tanto de que entre las paredes de la mansión se movía una invitada no esperada ¡Y qué mejor que ahorrar sorpresas, cuando éstas podían convertirse en caldo de cultivo para la animadversión! Los mejores negocios, los que reportaban mejores ganancias, se nutrían de la confianza y de un ambiente distendido…y para eso estaba allí.

 

Descartaba encontrarse con el patriarca de la familia, ya que eran contadas las veces que lo había visto en persona y era una personalidad de la alta sociedad mágica reconocida por el misticismo que rodeaba su vida. El ex ministro supo mantener con pericia su privacidad durante su servicio como funcionario público y pocos detalles se habían filtrado a una prensa, por obvias razones, subordinada al poder político. Sin embargo, apenas sus ojos captaron las siluetas de los presentes, a la aristócrata la invadió una sorpresa aun mayor a la que hubiese experimentado de encontrarse al mismísimo Crazy Malfoy. Incluso se vio obligada a disimular un espasmo que casi llegó a interrumpir su respiración. Frenó en seco, presionando con sus delgados dedos el frío vidrio de la botella de vino.

 

Su azul mirada se clavó en uno de los varones que conformaba aquella reunión, a quien reconoció como Ludwig Malfoy. No tenía un ápice de duda de que se trataba de él; tantas veces había visto aquel atractivo rostro en fotografías familiares que sus facciones se habían grabado en su retina ¿Cómo era posible que el padre de Thiago se encontrase en aquella sala en ese instante, cuando se lo había dado por desaparecido (o muerto) tantos años atrás? La aristócrata selló todas sus repentinas emociones bajo una sonrisa fría y se dispuso a acercarse aún más a los presentes, centrándose en lucir la belleza de su vestido a cada delicado paso que daba. Las posibilidades de conclusión de aquella velada se presentaban ante ella como infinitas.  

 

- Buona serata…- susurró, dejando que en sus palabras danzara un sutil tono seductor - Veo algunas caras desconocidas, normal dada mi ausencia en Inglaterra en los últimos meses. Mi reputación me precede, claro, pero para aquellos despistados mi nombre es Lucrezia Di Médici. Dejen lo que están bebiendo, no es digno de ser ingerido por alguien del linaje Malfoy.

 

Al caminar alrededor de los distintos asientos, la aristócrata aprovechó para engrandecer su presencia. Lucrezia tenía un talento natural para llevar ese tipo de reuniones y sobre todo para administrar los silencios. Cada instante, cada mínimo detalle, resultaba vital para conducir una charla de negocios. La tenue luz que se proyectaba sobre su blanca piel y la altura que sus zapatos le hacían ganar sobre el resto enaltecían su estilizada figura, sobresaliente para alguien de su estirpe. Mientras los elfos domésticos depositaban copas en las manos de los presentes, la aristócrata iba vertiendo el vino con delicadeza. Se detuvo, no sin ninguna intención, a medio metro de Ludwig. Sin embargo, aunque su atención se centraba en él, se aseguró que sus palabras se sintieran dirigidas a todos por igual.

 

- ¿Debería hacer una pequeña introducción a mi visita a esta mansión? Me conocerán como alguien cercana a la actual ministra, una consejera de confianza que articula todas las medidas relacionadas a las finanzas del Ministerio. Ese es un puesto que ejerzo testimonialmente ya que en el último tiempo me estuve ocupando de ciertos asuntos en mi natal Italia. La vida como funcionaria pública no es para mí, prefiero otros caminos en el ejercicio del poder…- la blonda dejó que sus últimas palabras fuesen por una ligera sonrisa pícara -  Entonces ¿Brindamos por la inquebrantable alianza de nuestras familias?

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Estaba tan cómoda en medio de aquella reunión que verse interrumpida por alguien ajeno provocó que arrugara la nariz y frunciera el ceño denotando disgusto. La conversación, que hasta ese mismo instante había sido de lo más distendida, se volvió un silencio únicamente interrumpido por el sonido de unos pasos que a juzgar por como sonaban, era de mujer. Mónica desvió la mirada hacia la puerta del salón a través de la cual la figura de una mujer que creía conocer, quizás de una vida muy pasada, desveló por fin quien había llamado a la puerta.

De pronto se vio sumergida en una escena que bien podría haber sido sacada de una película. Tanto Mónica como el resto seguían callados y, aunque no sabía el motivo por el que el resto lo hacía, ella estaba entrando en histeria con cada palabra que Lucrezia decía ¿De donde había salido? ¿Y qué se creía llegando con esos aires allí? La Malfoy apretó los labios formando con estos una finísima linea renca en señal de desaprobación.

- Si no te importa seguiré con mi bebida – no le dio las gracias y tampoco pensaba hacerlo. De hecho, cuando el elfo le ofreció la copa ni siquiera la miró, haciendo que la criatura agachara de forma sutil las orejas al no saber exactamente a lo que atenerse.

La presentación y el resto le parecieron nada más que palabrería. Su boca se había descolgado levemente abriéndose con estupefacción, como si realmente no creyera lo que estaba pasando.

- Disculpa pero… ¿Qué haces aquí? - hizo una leve pausa que aprovechó para mirar de arriba a abajo a la rubia-. ¿Y de qué inquebrantable alianza hablas? - miró esta vez a Ludwig junto a quien se había situado la recién llegada de la que apestaban sus intenciones y dejó escapar una leve risita más agudizada por su enfado que por otra cosa - ¿Alguno de vosotros la conoce? - les preguntó a su hermano y los otros dos presentes, Cillian y Ashley.

 

@ Cillian Ryddleturn @ Ludwig Malfoy Triviani @ Ashley Emily Black Lestrange M. @ Lucrezia Di Medici

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La reunión que se estaba realizando en la sala de los Malfoy cada vez era más armoniosa y relajada, los presentes en verdad la estaban pasando bien, por un lado, las chicas quienes no paraban de reír ante los chistes que comentaba una a la otra y a su vez los chicos que agarrados de la mano no dejaban perder la oportunidad para darse alguna muestra de afecto, se querían y no dudaban en demostrarlo ante cada oportunidad posible.

Fue entonces cuando una nueva presencia llegó para unirse, el Malfoy pudo ver la mirada de desaprobación de su hermana y posteriormente volteó a mirar a la recién llegada la cual posó inmediatamente sus ojos en el rubio el cual se sintió tan impresionado como incomodo. El porte y la vestimenta de aquella bruja así como la manera en la que se estaba dirigiendo a los presentes, intentaba imponerse a aquellos quienes se habían criado bajo las enseñanzas del anterior ministro, lo cual en definitiva no tendría éxito. Aquella mujer se presentó como Lucrezia Di Médici y les ordenó que dejaran sus bebidas a lo cual Mónica se negó rotundamente. El Malfoy quien era conocido por ser un borracho empedernido aceptó la bebida pues ya se había acabado su copa. ¿Quién se cree ella para ordenarme lo que debo o no debo beber? Pensó el Malfoy mientras se le servía el extraño vino. Ludwig incluso podía sentir la respiración de aquella aristócrata en su nunca, ¿acaso lo estaba haciendo a propósito? ¿Cuáles eran sus intenciones?

Antes de poder responder, su hermana se le adelantó la cual también tenía muchas preguntas, mientras lo hacía el rubio no pudo esperar y decidió probar un poco de aquella bebida por lo que ingirió el liquido el cual era un vino bastante fuerte, sentía un sabor dulce y seco que quemaba levemente su garganta, hasta perderse dicha sensación en la mitad de su esófago. Habría que ser cuidadoso con aquella bebida si deseaba permanecer en sus cinco sentidos.

Efectivamente, desconocía la alianza entre los Malfoy y los Médici. Había escuchado en realidad muy poco de aquella familia y sabía de antemano que aquella rubia trabajaba para la actual ministra así que tenía dudas si su visita era familiar, de negocios o ministerial. Sin duda deseaba saber más sobre aquella misteriosa mujer y sus intenciones.

-Lamento decir que yo tampoco la conozco señorita Médici pero me encantaría saber que es lo que la trae el día de hoy a la Mansión Malfoy – comentó tratando de ser un poco más diplomático – los Malfoy sabemos conservar muy bien nuestras alianzas, así que somos todo oídos para que nos haga saber las alianzas que tiene en nuestra familia - acto seguido volvió a ingerir un poco más del vino el cual ahora no se sentía tan abrasador por lo que pudo disfrutarlo con más calma. A su vez volteó a ver a su hermana Mónica, posteriormente a Ashley y finalmente a Cillian quienes tenían la misma mirada, entre sorpresa y extrañez, sin duda poseían la misma curiosidad que el Triviani de descubrir las intenciones Lucrezia.


@ Monica Malfoy Haughton  @ Cillian Ryddleturn  @ Ashley Emily Black Lestrange M.  @ Lucrezia Di Medici
 

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