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Animagia


Suluk Akku
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Definitivamente a la bruja no le gustaba esperar, sabía qué hace nada le había pedido a la arcana que la sacara de aquel lugar, pero ya empezaba a impacientarse. Caminar con tacones por aquel bosque no era nada cómodo, bajo la mirada a sus pies y lamentó haber ido con aquel atuendo a la clase, lanzo un suspiro y por primera vez extraño estar en su forma animal. Pasado un momento observó a las mismas esferas brillantes que la habían transportado a ese lugar y en esta ocasión no intentó huir, dejo que la impactaran.


– Rápido quizá para usted… para mí eso ha sido una tortura y como tal me ha parecido que durara siglos. – le respondió a la anciana, que sin perder tiempo siguió con la clase. Valkyria le intentaba prestar atención pero el dolor constante que tenía a un costado la distraía por lo que para no interrumpir lo que su maestra le decía activó uno de los amuletos que había adquirido en las clases con los Uzzas, el amuleto de curación brillo tenuemente cuando la bruja lo activo y acto seguido sintió un alivio al comprobar que estaba siendo sanada.


– La conexión que tengo con las panteras ha sido desde que tengo memoria, viene de familia. Sospecho que mi padre era un animago ya que no me explico cómo era que se comunicaba con una pantera macho que tenía, lo consideraba más su amigo que una mascota en sí. – Empezó a relatar, intentando ignorar el sentimiento de tristeza que le provocaba recordar a Sombra y aún más a su padre. –Cuando tenía unos cinco años aproximadamente descubrí que podía entender lo que decía, mi madre pensaba que estábamos locos – añadió con una sonrisa triste.


–Crecí en su compañía y con el tiempo llegue a tenerle un gran cariño, creamos un lazo muy fuerte que hasta el día de hoy nos une, no podría siquiera contar las veces que me salvó la vida y mucho menos los incontables consejos que recibí de su parte. Lastimosamente cuando se creó la reserva intentaron obligarnos a que lo dejáramos en ese lugar. Para ese entonces yo no poseía los conocimientos ni influencia que hoy poseo, así que le pedí que se marchara por su bien o sería perseguida ya que como he dicho no era una pantera ordinaria. – dio un suspiró y añadió


–Quizá si no se hubiera marchado mi vida no se hubiera torcido tanto, quizá aún sería humana…-- comentó y no se refería precisamente a su condición de vampira. –Quizá es por eso que me convierto en pantera… quizá realmente quiero volver al camino del bien… a lo que Sombra representaba en mi vida…–dijo levantando la mirada hacía Suluk.


Esperaba que aquel relato fuera suficiente para la arcana y que no la obligara a adentrarse más profundamente en su memoria, no quería revivir partes de su pasado que la lastimaban, que eran dolorosas para ella. Era una bruja fuerte pero algunas partes de su pasado eran su talón de alquiles, partes tan ocultas que ni siquiera su esposo conocía.

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- ¿Locos? Más loca ella - La arcana normalmente no guardaba sus palabras pero, quizás, en algunos momentos era necesario realizarlo pero ella no aprendía y el ser tan anciana le daba algunos privilegios o beneficios dentro del grupo de Arcanos. Suluk no entendía por qué las personas se negaban a aceptar que existían animagos, pero eso había quedado en su pasado y en el de su aprendiz - Interesante - Ella conocía mucho sobre la habilidad pero la historia le estaba cautivando mucho.

 

- ¿Y cuál es ese camino del bien? - Aunque Suluk era capaz de leer las mentes, en menor medida que Sauda, no le gustaba aprovechar dicha habilidad y prefería que sus alumnos siempre le dijeran lo que pensaban o lo que estaba pasando por su mente en cada momento. Para la arcana no era completamente claro lo del camino del bien y necesitaba un poco más de explicación para entender mucho mejor la conexión con las panteras.

 

- Otra pregunta. ¿Qué características tanto físicas como psicológicas compartes con las panteras? - La conexión era mental, pero también se manifestaba a través de otras características igualmente importantes de entender para garantizar control y una transformación adecuada. La animagia siempre se había caracterizado por ser una habilidad demasiado sensible y debía aprenderse muy bien todo lo que la rodeaba para entender su esencia.

 

 

- De paso, quiero que me digas que crees que pasa con la ropa durante la transformación - Suluk pocas veces realizaba esa pregunta pero sabía que era un tema que debían aprender a entender y controlar sus alumnos para no tener accidentes poco agradables - No quiero que andes sin ropa por ahí después de una transformación - La arcana tenía claro cómo evitar que eso ocurriera, pero no siempre era el caso de sus alumnos y debía garantizar que lo entendiera.

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  • 2 semanas más tarde...

Agazapada detrás de un montículo de nieve, Asuhr podía oír los rugidos a lo lejos. Se acercaban demasiado deprisa y el suelo retumbaba cada vez con más fuerza. Debían de ser cientos. Como tantas veces había hecho a lo largo de aquel largo año, maldijo a la anciana Suluk por haberles hecho ir a aquel lugar sin varita mágica. ¡Un año entero sin varita y luchando por sobrevivir en el que sin duda era el lugar más mágico del planeta! Desde luego a estas alturas, a Asuhr le cabían pocas dudas sobre la veracidad de lo que les había dicho la Arcana tanto tiempo atrás.

 

- Es hermosa -recordaba Asuhr que había comenzado Suluk, refiriéndose a la aurora boreal que en aquel momento cubría todo el firmamento de un manto de filamentos de colores. -Tan hermosa que podríamos considerarlo un buen presagio -dijo sonriendo. - Estamos en el centro del Polo Norte, aunque si he de seros sincera, os diré que éste es un lugar tan mágico, que sólo es accesible por los magos. Si os he dicho que no trajerais ningún objeto, es porque la magia aquí es tan fuerte, que cualquier interferencia puede provocar efectos tan poderosos como incontrolables. Aquí, en este lugar, se diluyen las fronteras. Los mundos se tocan entre sí y mil universos paralelos confluyen en este lugar. Desde aquí se puede ir a otros mundos, incluso a otras dimensiones. Se puede viajar al presente, al pasado, al futuro, a las estrellas... Aquí no hay fronteras. Sólo hay magia. Y está en estado puro. Quiero que experimentéis con vuestra habilidad aquí, donde la magia no sigue las reglas tradicionales -había terminado ordenándoles.

 

Nadie podría decir que Asuhr no hubiera cumplido las órdenes de la Arcana. Como tantas veces en su vida, había llevado el cumplimiento de las órdenes al límite de lo imaginable. ¡Un año entero sóla, abandonada por todos y sin varita, en donde su mayor poder mágico procedía de su habilidad animaga! Bueno, tal vez aquello no era del todo cierto. Al menos, no lo era desde que Vim se había convertido en... Vim, dos meses atrás. No había forma alguna de expresar con palabras claras aquella transformación. Miró complacida y sonriente a su derecha, donde un delgado filamento resplandeciente, no más alto de 10 cm, escarbaba nervioso contra la nieve, tratando de abrir un hueco y meterse dentro.

 

- ¡Qué extraño eres, Vim! No sé qué es mayor si tu poder o tu cobardía -rió Asuhr, acariciando con un dedo lo que parecía ser una estrecha cabecita, en la que lucían dos pequeños ojos de colores cambiantes.

 

- ¡Hym! ¡Hym! ¡Hyyyymmm! -Vim tenía una extraña forma de expresarse. Aquello pretendía ser una mezcla de gemido, quejido y llanto. A Vim le gustaban las caricias, pero era un cobarde irremediable y no le gustaba nada lo que se estaba aproximando.

 

Realmente Vim no hablaba ningún lenguaje. Al menos, ninguno comprensible para Asuhr. Sin embargo, llevaban dos meses entendiéndose a la perfección. Y en aquel momento, ambos sabían que el peligro era inminente y las opciones escasas. La joven Uzza tomó su forma animal y se convirtió en una cobra real. Bajo esta apariencia le era mucho más fácil interpretar y evaluar los peligros. Ahora podía ver el espectro de colores que dibujaba a la horda de fieras a lo lejos. Podía distinguir con certeza el número de enemigos, su tamaño, su velocidad y su dirección. Más de 200 de aquellos monstruos que hacía semanas recorrían las llanuras heladas del Polo Norte, probablemente llegados de algún mundo de otra dimensión a través de un portal abierto por la última aurora boreal.

 

Asuhr había aprendido mucho de aquellas auroras boreales durante el año que había pasado allí. Al principio, después de que todos se marcharan y la anciana Suluk hiciera desaparecer la primera aurora boreal, había tardado mucho en volver a formarse otra semejante. Pero más adelante, volvieron a formarse. ¡Y de qué manera! No era algo que Asuhr hubiera aprendido a controlar del todo, a pesar de las veces que se había tenido que enfrentar a aquel fenómeno. Las más de las veces, cuando una de esas auroras boreales se formaba en el cielo, la joven Uzza acaba transportada a otros mundos, a merced del pasado, del futuro o de simples imaginaciones. Tantas veces había pasado de un mundo a otro, de una dimensión a otra, que ya no tenía la certeza absoluta de encontrarse realmente en su propio tiempo y espacio. ¡Quién podía saberlo, después de tantos saltos dimensionales! Quizás Vim sólo fuera producto de su imaginación. Quizás esos monstruos también lo fueran. O quizás todo era real y estaba ocurriendo en su propio tiempo y espacio.

 

En algunas pocas ocasiones, sin embargo, había logrado hacer magia tirando de los hilos de colores que formaban las auroras boreales, igual que tanto tiempo atrás, le viera hacer a Suluk. Tenía algo especial aquella magia, cuando uno podía simplemente alzar la mano al cielo y jugar con los delgados haces de luz, convirtiéndolos en hechizos y encantamientos mágicos. Había aprendido el poder de la voluntad jugando con aquellos haces de luz, pues realmente, todo en aquella magia era cuestión de voluntad, no se precisaba varita. Lástima que las auroras boreales no siempre estuvieran disponibles y lástima también que fueran tan incontrolables y uno no supiera realmente cuando podía acabar realizando una magia maravillosa y cuándo terminar despedido a otra dimensión, aunque esto último fuera mucho más probable que lo primero.

 

Los rugidos se hicieron clamorosos y la nieve comenzó a removerse en el suelo, impulsada por la fuerza de las pisadas de aquella enorme manada de monstruos. Ahora podía verlos con claridad. A primera vista, podían parecer una especie de osos gigantes. Tenían la misma complexión, pero medían más de 3 metros de alto. Sin embargo, Asuhr ya se había enfrentado a ellos dos veces en las últimas semanas y sabía que eran mucho más que osos.

 

- ¡Vamos Vim, ya se acercan! -Susurró en pársel.

 

- ¡Nnnnn! ¡Nnnnn! ¡Nnnn!

 

- ¡Venga! No hay tiempo para esconderse. Ni tampoco serviría, ya lo sabes. - Daba igual que hablara en el lenguaje de las serpientes. De cualquier manera, Vim no entendía ningún lenguaje. Si se entendían bien, no era exactamente por el lenguaje, sino por pura percepción. Algo tan difícil de entender como de explicar.

 

Los osos corrían a una velocidad difícil de imaginar en una especie tan enorme. A medida que avanzaban, Asuhr podía ver el viento arremolinarse a su alrededor. La nieve se levantaba a su paso y se alzaba sobre ellos formando aludes que caían a su espalda. Era como si un tornado se fuera formando a su alrededor y arrasara con todo aquello que no sucumbía antes a sus afilados dientes y garras.

 

Asuhr, transformada en una enorme cobra real, metió ágilmente su testa debajo del agujero que había estado cavando Vim y lo alzó en el aire, dejándolo colocado justo encima de su lomo. Sin perder el tiempo, comenzó a reptar por el espeso manto de nieve a una velocidad vertiginosa. Aún así, sabía que la manada de monstruos pronto les alcanzaría. Tenía que dejar que se aproximaran. Si actuaban demasiado pronto, las fieras podrían desviar su camino y alcanzarlos con un simple giro. Si lo hacían demasiado tarde... bueno, ella acabaría entonces a merced del tornado de nieve, de los aludes que caían a ambos lados de la gigantesca manada como cascadas devoradoras y de las garras y dientes de aquellas fieras. Humana o serpiente, no sobreviviría. No sin una varita mágica.

 

- ¡Ahora Vim! -Gritó en parsel cuando la horda de monstruos casi les daba alcance.

 

Vim emitió un zumbido y se movió como tratando de esconderse dentro de si mismo. Pero entonces, el pequeño filamento luminoso giró como un minúsculo ouroboros que estallara en un haz de colores. El agujero central formado por el pequeño cuerpecito de Vim se fue haciendo más y más grande, a medida que infinitos filamentos se desprendían de él y ascendían al firmamento, formando los maravillosos haces de luz de una aurora boreal. Asuhr se apartó de Vim, que ahora no era ya exactamente Vim y dejó que la aurora boreal se expandiera por todo el firmamento hasta que su agujero en el centro fue lo suficientemente grande para tragarse a toda la manada de monstruos. Y así fue, en un momento estaban allí, despertando a las fuerzas del caos de la naturaleza y, al siguiente, habían desaparecido por el enorme agujero, rumbo a otra dimensión. La noche estaba en calma, ahora. Apenas soplaba viento y la luna dominaba el cielo nocturno, completamente despejado. La aurora boreal también había desaparecido y Vim, asustado y jadeante, volvía a ser el cobarde filamento de siempre, arrebujado muy cerca de Asuhr, que volvió a adquirir su forma humana.

 

- Ya está Vim. Ha sido fácil, ¿no? Te tragaste a esta también, igual que a las dos manadas anteriores. Esperemos que no haya más.

 

Vim no parecía que estuviese muy de acuerdo en lo fácil que había resultado, a juzgar por el susto que parecían reflejar aún sus pequeños ojillos.

 

Asuhr caminó hacia el iglú que tiempo atrás creara Suluk. Era lo más parecido a un hogar que tenía allí. Añoraba volver al mundo de antes, pero se había acostumbrado a vivir allí. Tampoco es que hubiera tenido otras opciones. Cada día, desde aquel fatídico día en el que todos se marcharon dejándola atrás, había intentado regresar, sin éxito alguno. No estaba segura, pero juraría que al principio había sido cosa de Vim. Vim era... en el fondo era... una anomalía. Cuando Suluk cerró el portal e hizo desaparecer la aurora boreal, Asuhr había retornado de golpe de una de aquellas extrañas dimensiones a las que aquel extraño fenómeno permitía viajar. Y Vim era el último filamento de luz de aquella primera aurora boreal. Cuando ésta se apagó, Vim, por el contrario, había permanecido brillando. Tendido en el suelo nevado, Asuhr lo había mirado pensando que desaparecería al instante, pero no había sido así.

 

Durante muchos meses, Vim sólo había sido un filamento de luz, tendido en el suelo, que no quería apagarse. Pero para desgracia de Asuhr, cada vez que ésta intentaba regresar, activando el portal creado por Suluk, Vim emitía destellos hasta formar una pared de luz y de... interferencias. Lo mismo pasaba, cada vez que Asuhr intentaba comunicarse con la Arcana a través de los artilugios que ésta dejara en el iglú. No había forma de activar nada con Vim allí. Pero tampoco había forma de apartar a Vim. Tantas veces como Asuhr había intentado apagarlo o apartarlo de allí, tantas otras veces que el pequeño filamento había vuelto a aparecer y a brillar allí. Y así, cada noche, el ritual se repetía. Asuhr haciendo esfuerzos por regresar y el pequeño haz de luz interfiriendo para que no lo lograra. Al final, todo acabó explotando y convirtiéndose en chatarra sin ninguna utilidad.

 

Pasó el tiempo, Asuhr sobrevivió como pudo, explotando su forma animaga al máximo. Hasta que, durante otra impresionante aurora boreal, Asuhr se encontraba muy cerca del pequeño haz de luz, cuando fue transportada a uno de aquellos mundos dimensionales. Había sido una experiencia aterradora y no le gustaba recordarla, en absoluto. Pero algo había ocurrido. No estaba segura de si la aurora boreal también había engullido al incombustible haz de luz y lo había transformado o qué exactamente había sucedido. El caso es que cuando la experiencia terminó y Asuhr regresó, allí estaba Vim. En el mismo sitio donde habitualmente brillaba el inerte haz de luz, pero ahora ya no era solamente eso. Era una criatura con consciencia y vida. Y Ashur lo había llamado Vim, porque ese fue el primer sonido que la joven le escuchó, aunque jamás hubiera llegado a comprender lo que significaba.

 

La joven Uzza se recostó sobre un camastro que meses atrás había tenido la suerte de hacer aparecer con la magia de aquel lugar, durante otra aurora boreal, y se tapó con la piel de un oso polar que lograra cazar hacía cosa de un mes. Al menos había logrado que el iglú fuera un hogar confortable. Cerró los ojos y se quedó plácidamente dormida. Vim dormía a su lado.

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  • 2 semanas más tarde...

Suluk se había comenzado a cansar de esperar a su alumna. Parecía que cada vez que estaba comenzando a tomar ritmo la clase, ella decidía perderse entre sus pensamientos y se ausentaba por completo de la clase aunque su figura física siguiera en el mismo lugar - Esto no lo logro entender - La anciana deseaba salir del lugar en el que se encontraba y regresar a su vivienda en el interior de la Universidad Mágica. Su Vara de Cristal abrió un nuevo portal para darle gusto a sus deseos, necesitaba un poco de frío y lo más cercano que podría conseguir era su hogar.

 

- Debes seguir ese portal, te llevará hasta donde Anne y Niko para que puedas charlar con ellos - La anciana tenía una decisión tomada y abrió un segundo portal para su aprendiz. La clase para ella había llegado al final, tendría que iniciar de nuevo su aprendizaje con un poco más de constancia y ánimo por realizar las actividades otorgadas para el desarrollo adecuado de la habilidad y el control de su forma animal - Creo que eso es todo por ahora - En teoría Suluk podría descansar en la comodidad de su casa a la espera de su siguiente alumna.

 

Los directores le habían informado que tendría una nueva estudiante pero hasta el momento no se había presentado en su hogar, así que ella misma se encargaría de recibirla al llegar el momento indicado. La anciana atravesó el portal con un poco de lentitud pero con el paso seguro y feliz de saber que podría regresar al lugar en el que guardaba muchos de sus recuerdos y artefactos mágicos. Quizás hasta tendría tiempo de crear algo nuevo para controlar el clima o aplicar sus conocimientos avanzados sobre Meteorología.

 

Al llegar a su casa comenzó a sentir una sensación rara, no entendía muy bien qué era lo que sucedía pero no era algo normal. El clima se estaba intentando manifestar, en especial la nieve que tanto amaba y que siempre rodeadaba su caso a gusto de la Arcana - Pero no he estado mucho tiempo fuera, ¿qué es lo que ocurre? - La situación la tenía un poco incómoda y no lograba entender muy bien los sucesos a los que se estaba enfrentando pero tenía claro que algo estaba sucediendo y tendría que descifrarlo a tiempo, ¿o algo malo pasaría?

 

- Las auroras siempre me han gustado - La nieve se comenzó a mover lentamente, como si uno de sus artefactos hubiese fallado, hasta formar una aurora en el piso. No entendía el mensaje, pero sabía que era fenómenos demasiado interesantes y que llevaba mucho tiempo sin acercarse a una de ellas. Dentro de sus labores como arcana había tenido que cambiar un poco sus escenarios, pero sabía que algún momento regresaría al Polo para verlas de nuevo y aprovechar sus conocimientos mágicos para tocarlas como aquella última vez.

 

- Hay algo que no estoy viendo, lo sé. ¿Qué será? - La anciana pocas veces perdía la noción y el sentido de los mensajes dados por la nieve. Conocía bastante bien el funcionamiento de dicho elemento y se entendían demasiado bien así que había un detalle que no estaba teniendo en cuenta y por eso no lograba descifrar lo que estaba ante sus ojos. En algún momento había dado una clase en la cual se habían involucrado las auroras y ese había sido su último acercamiento, pero llevaba más de un año sin ir a dicha zona.

 

- ¿Será que puede ser? - Una de sus alumnas no había regresado junto con los otros alumnos y no había presentado la prueba por dicha razón. Suluk había intentado buscarla por todos los medios pero nunca pudo acceder hasta la dimensión en la que se encontraba. Sus alumnos y ella sabían que ese era el riesgo de realizar una clase en una zona llena de tanto poder mágico y capaz de absorber personas para llevarlas a otra dimensión o incluso a otro momento del tiempo tal como la magia del portal. Aunque el portal no tenía ni el 20% de la magia acumulada en una aurora.

 

- Creo que le daré una oportunidad - No le gustaba tomar decisiones sin saber muy bien qué era lo que estaba ocurriendo pero tenía un plan perfecto - Vayan a la zona de la primera clase realizada en este país, quiero que busquen presencia humana o mágica por cualquier lado. Creo que mi alumna ha aparecido - No sabía por qué había desaparecido pero tenía claro que la cantidad de experiencias acumuladas por ella serían de gran ayuda para todos los magos y Suluk sería la primera en querer escucharlas.

 

- Si notan presencia mágica por favor utilicen todo su poder para ayudarla a regresar - Las esferas de nieve encantadas por Suluk guardaban gran parte de su magia y de su capacidad de conectar con las auroras, así que esperaba que las esferas tuvieran la capacidad de interactuar con la magia de dicha zona del Polo para hacer regresar a su alumna al mundo en la tierra, si es que no se encontraba en él - Estaré esperando noticias - La nieve reaccionaría si algo malo ocurriría y, quizás, Suluk tendría que acudir nuevamente hasta esa zona.

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La universidad no me era un espacio ajeno, pues en sus aulas había llevado no pocas clases, como maestra y también como alumna. Mas esta vez, a diferencia de todas las experiencias anteriores, venía para aprender un tipo de magia diferente.

 

Y no podía negar que el asunto me ponía nerviosa.

 

Mientras tanto, sobre el césped de los jardines, muchos jóvenes charlaban animados sobre sus planes para el nuevo año, y unos cuantos más practicaban hechizos para duelos o leían tumbados en el suelo, aprovechando el viento fresco que corría en esa estación. En suma, por todas partes, podía sentirse ese deseo vívido de aprender un poco más sobre la magia, sobre nuevos conocimientos, sobre el conocimiento en sí mismo como un fin.

 

Por comparación, me sentía vacía o tal vez la palabra más adecuada era convenida. No era ninguna razón altruista, la que me tenía ahora buscando la casa de la Arcana que me compartiría sus saberes, sino una bastante egoísta, y podía decir que incluso con nombre propio.

 

¿Dónde estaría él ahora? Era una pregunta como tantas otras que no tenía respuesta, y en realidad, ya estaba bastante acostumbrada a que las cosas fueran de esa manera entre nosotros. Así que me limité a seguir caminando, deteniéndome únicamente para contemplar la biblioteca que durante muchas tardes había sido mi refugio personal para escapar de la guerra, de los abandonos de la gente que quería, y del peso de mi legado familiar.

 

Cuando llegué a las villas, revolví en el morral hasta dar con las indicaciones para llegar a la casa de Suluk Akku. Era curioso comprobar que aquella parte de la universidad sí que me era desconocida, además de bastante más solitaria, pues apenas y podían verse alumnos. ¿Habría sido un pedido expreso de los Arcanos que habitaban cerca esas precauciones? No tenía forma de averiguarlo, y no estaba entre mis planes hacerle una pregunta tan indecorosa a la mujer que me enseñaría, así que abandoné ese pensamiento y traté de concentrarme en el elaborado discurso que durante horas había ensayado en mi torre del Castillo Evans McGonagall.

 

El sempiterno sonido del río, me dejó en claro que ya me encontraba cerca de la residencia. Avancé, con un leve temblor en las piernas que era imposible de notar bajo el holgado pantalón de algodón que llevaba puesto, y con el corazón batiendo cada vez más fuerte en el pecho.

 

La pequeña casa, de diseño simple, resaltaba por su particular murete de barro cocido, pero sobre todo por la nieve que la rodeaba ¡nieve en medio del clima eternamente templado de la universidad! Supe entonces que había llegado a mi destino.

 

La cancela se encontraba entreabierta, pero no me sentía con la confianza para simplemente pasar. Así que permanecí fuera, con la varita guardada en el morral, y las manos metidas en los bolsillos de la gabardina gris. Ahora que lo pensaba mejor, no podía haber escogido una indumentaria más muggle y más extravagante, pero confiaba en que la Arcana no se dejaría llevar por las apariencias.

 

Porque de ser así, solo por mi cabello desgreñado todo el tiempo, ya tendría la chance perdida.

 

Fue entonces cuando unas esferas de nieve salieron de la casa, en distintas direcciones. Retrocedí varios pasos, anonadada por el espectáculo, y aquella sorpresa me costó perder el equilibrio y caer sentada sobre la nieve.

 

- Maldición, seré est****a- farfullé mientras me ponía de pie y con espanto comprobaba que alguien salía de la casa, de modo que me apresuré en hacer una reverencia- Soy Bel Evans McGonagall y vengo para pedirle que me permita compartir su habilidad, la animagia.

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Acostumbrada al sol de su querida Tierra de Uzza, a lo que más le había costado acostumbrarse era a la sempiterna noche polar. Hacía ya muchos meses que el sol había dejado de salir, pero Asuhr no era una ignorante y sabía que apenas quedaba poco más de un mes para el amanecer polar y que con él volvería a brillar el sol en el cielo, aunque su resplandor fuera tan tenue allí. De hecho, dos semanas antes de aquel amanecer, un breve crepúsculo luciría en el cielo, anunciando la inminente llegada del astro rey. Sabía esas cosas porque durante el año que llevaba en el Polo Norte, las había experimentado. Pero además, en la Biblioteca custodiada por los Nahm - Uzza allá en su lejano país, había muchos libros y, entre ellos, no eran pocos los libros de viajes, pues los Guerreros Uzza pasaban más tiempo en tierras lejanas que en casa, de modo que debían estar bien informados.

 

Faltaban pues tres semanas aún para que se empezase a ver siquiera un leve resplandor iluminando el cielo polar. Era de noche, una oscura noche invernal, a pesar de ser más de las doce de la mañana y de que su estómago le dijera que era la hora de la comida diaria. Vim saltaba de un lado a otro del iglú, jugando con cualquier cosa que encontrara, mientras ella cortaba unas tiras de carne seca y preparaba un guiso con los escasos ingredientes de los que disponía.

 

- Vim, ¿qué tal si dejas de jugar con las mantas y me ayudas, al menos, a darle vueltas al guiso? Tengo que salir a recoger algo de nieve para destilar agua.

 

- ¡Imm, imm, immm, immm! -Exclamba Vim tirando de las mantas y haciendo un revoltijo con ellas.

 

Asuhr salió del iglú encogiéndose de hombros. A Vim, obviamente, le daba igual el guiso. No es que pensara que la hubiera entendido, pero de cualquier manera, aunque sus palabras hubieran tenido algún sentido para él, seguramente habría decidido hacerles caso omiso. Siempre lo hacía.

 

Cuando regresó con un cubo lleno de nieve, Vim se las había ingeniado para crear unas esferas del mismo material. ¿Cómo lo había hecho? Unos minutos atrás no había nieve en el balde de madera que tenían dentro del iglú para destilar agua. Se sintió una est****a por haber salido a buscarla, cuando no hacía falta.

 

- Vim podías haberme avisado de que había nieve dentro. ¿La habías escondido? ¡Vamos ponla en el balde! Tenemos que hacer agua.

 

- Huim, huim, huim - Vim miró a Ashur confuso.

 

- ¡Vamos!

 

- Huim, huim, huim.

 

Asuhr agotó su paciencia y se avalanzó sobre las esferas de nieve, dispuesta a meterlas en el balde de una patada, si era necesario.

 

-¡Ayyyy! -Fue su involuntaria exclamación cuando ella cayó al suelo de bruces y las bolas de nieve se esfumaron del sitio como por arte de magia y saltaron al techo. -¡Vim! ¿Porqué has hecho eso? Me has hecho tropezar.

 

Ahora Vim parecía compungido y miró hacia las esferas de nieve con resentimiento, como si éstas le hubieran jugado una mala pasada. Ashur no sabía qué hacer. Aquellas esferas de nieve parecían mágicas, pero no tenía una varita con las que poder controlarlas. A falta de la colaboración de Vim y de alguna aurora boreal de la que aprovechar la magia, lo mejor que se le ocurrió fue servirse de su forma animaga. Se convirtió en una cobra real y trepó por las paredes del iglú hasta el techo, en donde se encontraban las bolas de nieve.

 

Durante unos minutos, éstas se quedaron quietas, como mirando los ojos reptilíneos de la forma animaga de Asuhr y luego saltaron al suelo y comenzaron a jugar con Vim.

 

- Vim, si has creado esas cosas, lleváteas a otra dimensión o adonde te de la gana. Empiezan a caerme mal.

 

Saltó al suelo, recuperando su forma humana y decidió dejar en paz a las esferas de nieve. Dispuso en el balde la que ella había traído y siguió con el guiso, indiferente a los juegos de Vim o, más bien, enfadada consigo misma por sentirse tan impotente con unas simples esferas de nieve. No tener su varita a mano la sacaba de quicio en muchas ocasiones.

 

Cuando el guiso estuvo listo, lo engulló rápidamente y salió de la casa sin decirle una palabra a Vim, que seguía jugando con las benditas esferas. Fuera lo que fuera, Vim parecía tener afinidad con ellas.

 

El día estaba más oscuro que de costumbre. El cielo estaba encapotado y sin luna, por lo que ninguna luz alumbraba el nocturno día polar. Aún así, no quería perder las rutinas diarias y se dispuso a hacer sus ejercicios de entrenamiento. Lo cierto era que desde que estaba allí su forma física había mejorado si cabe. Eso le preocupaba a Asuhr. Sus velocidad y sus reflejos ya eran más rápidos de lo que deberían ser hace un año. ¿Qué pasaría cuando regresara? Sin embargo, regresar le parecía algo tan improbable que Asuhr había dejado de lado sus miedos y había comenzado a entrenarse con fuerza, indiferente a aquel poder que no debería estar allí. Ahora lo controlaba cada día un poco más y lo cierto era que no le importaba. Al contrario, se sentía bendecida. Allí no había Ktam que pudieran juzgarla y su anormal velocidad y reflejos eran un plus a a hora de sobrevivir en aquellas extremas condiciones.

 

Vim y las esferas de nieve se habían asomado a la puerta del iglu. Ya no jugaban, ahora la miraban intensamente, como si quisieran algo de ella. Asuhr se acercó, molesta porque la interrumpieran en su entrenamiento.

 

- ¿Qué pasa ahora Vim?

 

Vim no pronunció ningún sonido esta vez. Tan solo se apartó de la puerta y saltó hacia el interior del iglú, con las esferas de nieve siguiéndole en sus saltos. Asuhr entró al iglú resignada, pero nada más cruzar el umbral sus ojos se abrieron como platos. ¡Los instrumentos de la arcana volvían a funcionar! Las luces de colores parpadeaban y los interruptores saltaban, casi animosos, como si estuvieran deseando que alguien los pulsara. Y lo mejor de todo, esta vez no había interferencias con Vim, como en el pasado. Tal vez la nueva consciencia de Vim, las evitaba. Sea como sea, aquel no era el momento de indagar sobre aquella cuestión. Recogió sus pocas pertenencias, metió a Vim en uno de sus bolsillos, que saltó satisfecho, y.... apretó los interruptores....

 

Asuhr se llevó una mano a los ojos cuando un resplandeciente rayo de sol cayó sobre ellos. Sentía ganas de llorar, pero era de alegría. Aquella luz, aquella nieve bajo sus pies... y el calor... sí, había nieve, pero era distinta de la de allá. De alguna manera, era una nieve cálida, una nieve derritiéndose... Cuando por fin estuvo preparada para enfrentarse a su nueva realidad, apartó la mano y comprobó con sus propios ojos lo que todos sus sentidos ya le habían revelado. Estaba de nuevo en la Universidad. Se encontraba en el jardín de la casa de Suluk, bajo un paisaje invernal, sí, pero nada que ver con los del Polo Norte. El sol lucía en el cielo y, a pesar de los intentos de Suluk, el frío no era intenso. A su lado se encontraba el portal que hacía tantos meses les había transportado al Polo Norte y, rodeando el portal, estaba el lago que antaño conoció.

 

Sin prisas, gozando de la dicha del regreso, Asuhr caminó por el sendero junto al lago, rumbo a la casa de Suluk. Hasta se alegraba de oír a su Bennu cantando satisfecho a lo lejos. ¿Había pensado aquello realmente? ¿Su Bennu? De pronto lo vio acercarse y se dio cuenta de que no sólo había regresado a casa, también había regresado a su pasado y a sus miedos y a un lugar en donde los Ktam sí podían juzgarla.

 

Apartó aquellos pensamientos y trató de encontrar a Suluk. Lo que más deseaba en el mundo era recuperar su varita.

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Suluk estaba un poco confundida por toda la situación que acababa de experimentar. No le gustaba no entender los mensajes que la nieve le tenía, era su elemento favorito y la representaba demasiado bien como para no lograr capturar su esencia y entenderla - Espero no arrepentirme - Gran parte de su poder estaba concentrado en las esferas de nieve que había encantado unos minutos antes y no aceptaría haberse equivocado. Era una arcana y una de las más antiguas, así que sus conocimientos se suponían mayores debido a la experiencia acumulada durante todos los años.

 

La concentración que estaba experimentando Suluk en ese momento se vio interrumpida por un ruido en la parte exterior de su casa - Pero... ¿que ha sido ese escándalo? - La anciana se preocupó un poco, no estaba acostumbrada a escuchar ese tipo de cosas y menos tan cerca a su casa. Solo sus aprendices se atrevían a llegar hasta dicha zona debido al frío constante que se sentía en la misma. Sus artefactos mágicos hacían tan buen trabajo como podían, aunque nunca lograría replicar el polo por completo pero era un buen intento.

 

La anciana se levantó de su silla y salió para ver qué era lo que había ocurrido. Al llegar la escena con la que se encontró fue un poco graciosa para su gusto - No sabía que ahora los alumnos se presentaban de esa forma ante los arcanos - La mujer ya había logrado ponerse en pie, pero no había logrado evitar que Suluk observara el lugar en el que se encontraba en principio - Entonces debes ser mi nueva aprendiz de animaga, ¿cierto? - Era la persona a la que había estado esperando, aunque ahora podía decirse que estaba esperando a alguien más si es que su creencia resultaba cierta.

 

- Supongo que podemos empezar con la clase. Hoy no tengo ganas de salir a dar un paseo, así que espero no te moleste aprender bajo el frío que otorgan mis artefactos - Se caracterizaba por ser una mujer muy consideraba y por decir siempre lo que pensaba, aunque a veces no fue adecuado decir algunas cosas. Bel recibiría su primera tarea, la menos compleja de todas y la más fácil de realizar para sus alumnos - Espero que no tengas problema con tus recuerdos - No quería vivir lo mismo que con algunos de sus aprendices anteriores. Bel debía entender la importancia de su pasado para comprender su forma animal y sus características.

 

- Quiero que me digas cuál es tu forma animal y cuál ha sido tu experiencia con ella - Primero necesitaba conocer qué tipo de animal era capaz de adoptar y si había experimentado algún tipo de transformación previamente - Igualmente, quiero que me digas todo lo que conoces acerque de la Animagia y sus poderes - Era una habilidad demasiado interesante y muy compleja de controlar, dado que dependía del poder mental y de la capacidad física de cada uno de los aprendices. Suluk lo sabía bastante bien dado que era capaz de transformarse en varios animales y no por nada había pasado la prueba para ser Arcana de la habilidad.

 

- ¡Han regresado! - La sorpresa de la arcana fue demasiado evidente al notar que sus esferas habían regresado nuevamente - Solo puede significar una cosa, ¿será posible? - Si las esferas habían completado su misión, entonces su aprendiz perdida estaba muy cerca de regresar y de retomar sus aprendizajes - Aunque no creo que tenga mucho que aprender - Respondió la anciana dentro de su propia mente, el tiempo que había pasado era demasiado como para no haberlo aprovechado y aprender demasiadas cosas.

 

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Las esferas de nieve también habían regresado. Pudo verlas encaminarse hacia la casa de la Arcana y comprendió entonces que, de alguna manera, aquellas esferas no eran una creación de Vim, sino que habían sido los objetos mágicos de los que Suluk se había servido para hacerla regresar. Probablemente debían tener alguna conexión con las auroras boreales, a juzgar por su forma y por el modo en que le recordaban a Vim y la afinidad que éste había sentido con aquellos objetos mágicos.

 

Cayó en la cuenta de que Vim seguía en su bolsillo y se aseguró de que seguía bien. El interior del bolsillo brillaba con el resplandor procedente de Vim y éste se encontraba plácidamente dormido, enrollado sobre sí mismo. Visto así, Vim parecía un pequeño anillo de luz.

 

Estaba acercándose a la casa de Suluk, cuando oyó voces familiares en el exterior. Asuhr reconoció su propio idioma materno y por la forma de expresarse enseguida supo que se trataba de dos guerreros Nefir. Se paró en seco al percatarse de que poco había quedado de sus ropas Nefir en el largo año transcurrido en el Polo Norte. ¿Qué dirían de ella si la veían vestida de aquella manera? La mayor parte de su carne estaba indecorosamente tapada por aquella capa blanca de oso y aquella fiera había sido tan enorme que no sólo cubría ampliamente su cuerpo, sino además se arrastraba por detrás sobre la nieve, formando una cola de varios metros. Su pelo negro estaba sucio y enmarañado y caía sobre su espalda bastante más largo de lo que se consideraba correcto en una aprendiz de guerrera. Pero lo peor de todo era que su boca estaba al descubierto, pues su velo se había perdido durante una de aquellas auroras boreales y no había encontrado nada con lo que poder fabricarse otro. Sólo le faltaba ser repudiada por su propia tribu Nefir. Comprobó con alivio que los guerreros Nefir pasaban de largo la casa de Suluk, pero tomo buena nota para remediar el problema de su indumentaria antes de salir de las dependencias de la Arcana.

 

Llegó frente a la puerta de la casa de Suluk y se paró unos segundo meditando qué iba a decir. ¿Se sorprendería la Arcana de verla? ¿La estarían dando por muerta? ¿La recordaría siquiera? Estaba nerviosa ante la perspectiva del encuentro con la Arcana, pero se armó de valor, llamó a la puerta y entró sin más dilación.

 

En el interior, Suluk hablaba con una joven y Asuhr se dio cuenta de que las palabras correctas para aquella presentación seguían sin llegar a su mente.

 

- Yo... -balbuceó, incómoda por el silencio que se formó y que no encontraba la forma de llenar- Perdón si interrumpo algo. Soy Asuhr, no sé si me recordará, estuve aquí hace un año. El caso es que... bueno, yo era su alumna y me quedé allí en el Polo Norte. Acabo de regresar. Supongo que debo darles las gracias a sus esferas de nieve.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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- Toda persona que comparte sus conocimientos merece respeto, porque no es una tarea fácil. No se con qué aires o que formas habrán llegado los que me precedieron, pero es la manera como me gusta hacer las cosas.

La voz había salido incluso más firme que al momento de presentarme, pero estaba todavía lejos de sentirme en confianza. La acompañé, asintiendo en silencio a sus palabras, contenta de haber sido aceptada y de que estuviéramos, al menos por el momento, en el confort de un hogar, porque detestaba los viajes, más si implicaban ir a sitios calurosos. Fue entonces que, ya en el interior, la arcana volvió a dirigirse hacia mí y saltaron todas mis alarmas. ¿A qué se refería con que le dijera cúal era mi forma animal? ¡si ni siquiera tenía idea de ella!

- Mis recuerdos los creía repasados y asimilados ya, pero acaba de dejarme estupefacta. Creía, ingenuamente al parecer, que era en el proceso del aprendizaje de la animagia que uno optaba por un animal ¿es que acaso ya te debes haber convertido en uno antes?

Quizá a esas alturas ya la Arcana me estuviera considerando una est****a, pero me daba bastante igual. No había pagado todo el dineral, y especialmente hecho la travesía hasta ese lugar para darme por vencida rápidamente. En mi mente, muchos escenarios empezaban a configurarse, pero ninguno implicaba el abandonar mi plan de convertirme en animaga.

- Sí. La realidad es que no tengo idea de cual es esa forma animal que menciona. Mi infancia y buena parte de mi adolescencia, incluso ya estudiando en Hogwarts la viví más como una muggle, idols juveniles incluidos- la imagen de Colin Firth en su estupendo papel de Mr. Darcy cruzó por mi mente fugazmente- y lo que conozco de la animagia, es lo que me enseñaron en el Colegio.

Hice el repaso mental correspondiente apoyándome en los dedos de mis manos para contar todas esas ideas que recordaba, y solo cuando estuve segura, comencé a enumerarlos ante la sabia.

- En primer lugar, me indicaron que un animago es aquel que elige ser un animal, y al hacerlo, conserva su pensamiento humano y capacidad de razonar, aunque no pueda hablar; en segundo lugar, que es una magia muy avanzada y que puede tener resultados fatales si no la haces adecuadamente, por eso el Ministerio lleva un control estricto de quienes poseen esta habilidad; en tercer lugar, que independiente del animal elegido, tu edad no se restringe a la edad del animal que escoges; en cuarto lugar, que siempre quedan indicios en la transformación que conectan a tu forma humana con tu forma animal y que un cambio físico significativo a tu forma humana también afectaría a la animal. Y finalmente...

Alcé mi pulgar, mostrando la mano derecha con los cinco dedos totalmente extendidos.

- En quinto lugar, que no es una condición innata, y con esto cierro mi enumeración sobre lo que sé de la animagia, y vuelvo a su primer par de preguntas, que lamentablemente, no tengo forma de contestar. No, no tengo ningún recuerdo de haber tenido una forma animal antes, pero la razón que me tiene aquí para aprender animagia es sumamente simple y sumamente contundente, la misma que motivó a los legendarios magos británicos James Potter y Sirius Black a aprender animagia también, ayudar a uno de mis amigos más queridos.

Con la mano izquierda, que en todo ese tiempo había permanecido metida en el bolsillo de la gabardina apreté el gastado espejo mágico del que no me separaba bajo ninguna circunstancia.

- Igual, es solo magia occidental, o británica si lo prefiere, de la que estamos hablando, porque es en la que fui formada. Supongo que aquí encontraré nuevos poderes y nuevos mecanismos para la magia.

Había dicho demasiado, y no sabía bien como la Arcana se tomaría toda aquella información. Por lo pronto, la aparición de una ex alumna suya, de aspecto desgreñado y vestimenta rudimentaria, dotaba al momento de un aura de extrañeza. No solo por su apariencia, sino especialmente porque informaba que había estado nada menos que un año en el polo norte ¿sería que entrenándose? ¿Sería que ese era el lapso que también me tomaría a mí poder aprender la habilidad?

Un leve escalofrío me recorrió. Un año para mí, fuera y alejada de todos, era imposible. IMPOSIBLE.

- Te ves agotada- fue todo cuanto pude decir a la recién llegada para luego, tras una corta búsqueda en mis bolsillos, dar con la barra de chocolate y entregársela- cómelo, te ayudará al menos hasta que puedas tener una comida decente.

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- No, no debes haberlo hecho. Solo que últimamente he tenido que recibir a alumnos demasiado experimentados en su habilidad y quizás un poco complejo de hacerles entender la esencia de la Animagia - Suluk prefería que sus estudiantes no tuviesen demasiada experiencia dado que se dejaría guiar y no tendría que enseñarle cómo evitar algunas malas costumbres a la hora de adoptar la forma de un animal, en especial su forma animaga.

 

La joven parecía demasiado experta en el tema o al menos así era teóricamente - Todo lo que has dicho es cierto, no has dicho ni una sola cosa mal, pero... - Las reglas y lo que se supone debía ocurrir eran muy diferentes al aprendizaje - ... en esta clase todo eso va a importar pero en principio debemos garantizar que conozcas tu forma animal y que aprendas a dominar tus instintos. Si bien no vas a perder tu capacidad de razonar, debes tener autocontrol y dominar tu forma animal para no dejarte llevar - Quizás eso era lo que siempre le resultaba complejo a sus estudiantes y en donde la arcana debía ser más exigente a la hora de darles permiso de realizar la prueba.

 

- Deseo conocer más acerca sobre la razón por la cual quieres aprender Animagia - Suluk se había quedado pensando en que deseaba ayudar a uno de sus amigos más queridos. Quizás eso podía estar relacionado con su forma animal o incluso determinarla por completo, pero para ello tenía que recibir un poco más de información y del contexto. La anciana era una experta en aprender a entender a sus aprendices y eso hacía que la conexión con ellos, a través del anillo de la arcana, fuera más fuerte que en otros casos.

 

- Claro que lo hago - ¿Cómo no recordar a una alumna que había buscado durante tanto tiempo y a quien había dado por perdida definitivamente aunque no por muerta? Suluk tenía claro que en algún lugar del planeta o de otra dimensión estaba, pero sabía que su poder era limitado y necesitaba de una gran magia para poder traerla de regreso - He tenido que esperar mucho para saber que todo estaba bien - La arcana no podía ocultar la emoción que sentía debido al regreso de la mujer, en especial por sus conocimientos adquiridos. Suluk deseaba conocer mucho sobre sus aprendizajes.

 

- Supongo que tienes muchas cosas para contar. En tanto tiempo pueden pasar muchas cosas, o en su caso se pueden aprender muchas otras sobre uno mismo - Recordaba perfectamente su dominio animal, pero seguramente era mucho más ahora y deseaba comprobarlo ella misma - Y tu forma animal la debes controlar demasiado bien - La anciana deseaba verla en acción pronto pero para ello era mejor salir al bosque o a un lugar mucho más apropiado. No quería poner a su nueva alumna y a la recién llegada al interior de su casa.

 

Su alumna más reciente le dio un poco de comida a su antigua alumna - Yo también tengo algo para ti - Hizo aparecer su Vara de Cristal y con un leve movimiento la varita de la mujer comenzó a materalizarse en sus manos - Supongo que te debe hacer mucha falta, así que aprovecha que te la he regresado para que puedas utilizarla durante un tiempo, pero al presentar la prueba tendrás que olvidarla nuevamente - La magia era necesaria y después de estar un año alejada de todo, entendía que la deseara con muchas ganas.

 

- ¿Les parece bien si vamos a dar un paseo por el bosque? - No sabía a qué bosque las llevaría pero deseaba tomar un poco de aire y dar inicio a una nueva aventura dentro de su clase. Quizás de esa forma, podrían comenzar a despertarse los instintos animales de su nueva alumna lo cual era completamente necesario para conocer su forma animal.

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