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Videncia


Sajag
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La imagen aún daba vueltas en mi mente cuando me desperté o creí haberme despertado. Tenía el rostro perlado en sudor y me dolía la espina, así como mis manos temblaban incesantemente. Todavía podía sentir el ardor del hierro caliente en mi espalda, el grito agudo de mi propia voz en los oídos y las risas de aquellos que me causaban dolor sin justificativo. Los sueños me atormentaban desde que mi cuerpo había comenzado a debilitarse por causa de Sybilla y sabía que no provenían de mí, sino de ella, algo que ella había vivido en algún momento de su vida probablemente. Eran recuerdos, quizá, o temores, no lo sabía, pero allí estaban. Era consciente de que la mujer que habitaba en mi cuerpo había poseído el ojo interior, había impartido clases de Videncia en la Universidad y, ahora, yo sentía el impulso de seguir sus pasos.

 

Me bañé y refresqué, aunque cada vez que cerraba los ojos todavía sentía mis muñecas ser aprisionadas por el fuerte agarre de manos varoniles y el hierro al rojo vivo quemando la carne de mi espalda, carne que había tocado una docena de veces en los últimos días para asegurarme de que nada de eso era real. Me vestí de negro, como acostumbraba a hacer desde hacía unos meses y salí rumbo al Ateneo. Tenía la impresión de que el Arcano ya estaría esperándome, podía presentirlo, pero no quería llegar demasiado temprano o demasiado tarde. ¿Estaría acompañado por algún otro alumno o yo sería la única? ¿Qué me pediría hacer? ¿De verdad estaba completamente segura sobre lo que estaba haciendo?

 

Dejé que las preguntas invadieran mi mente por completo, mientras mis pies avanzaban solos hacia la estancia del Arcano Sajag. Quería estar en lo cierto de que me sentiría completamente segura sobre mi decisión una vez lo viera. Que mis preguntas se irían respondiendo a lo largo de la clase y que descubriría, por fin, que yo también tenía el don de la videncia escondido dentro de mí. No sabía si iba a merecer el conocerlo, si en realidad el Arcano iba a enseñarme o simplemente me echaría de allí, pero podía empezar por probarlo.

 

Juguetee con mis manos mientras caminaba, cambiando el color de mis uñas, la forma de mis dedos, el largo de mi brazo. La metamorfomagia había sido mi primera habilidad y nunca había hecho uso de ella, pero no quería que se "atrofiara" como un apéndice que nunca usamos, así que de vez en cuando cambiaba alguna parte de mi cuerpo, aunque finalmente decidía volver a ser como soy: me gusto, me quiero. Podía haber muchas cosas malas con mi personalidad, pero mi cuerpo era tal como me gustaba.

 

Detuve mis pasos frente a la puerta abierta de la casa de Sajag o, al menos, el lugar que había adornado y tomado como casa una vez llegado al Ateneo. ¿Debería pasar o esperar a ser invitada? Unas voces salían del interior del lugar y no quería interrumpir, ser inoportuna.

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Sajag era consciente de las dudas que pasaban por la cabeza de su pupila. Pero eran dudas infundadas. No valía preguntarse si tenía o no el Ojo Interior, si había gente mal llamada adivinos que le habían obligado a esconder ese don para evitar sentir que todo lo que veía eran paparruchas, o que su lucha por ocultar ciertos detalles de su vida habían provocado que le fuera difícil abrirse a la Videncia... Él sabía que no era cierto.

 

Además, estaba haciendo un té como una auténtica profesional. ¿Cómo podía insinuar que no creía en la Videncia? Sus manos movían las tazas como un experto adivinador de posos de té.

 

- Una rosa...

 

El Arcano repitió la palabra como si se tratara de un eco. En realidad, cada uno vio una cosa diferente. Era indudable el significado de aquella flor para la mujer: estaba enamorada y le correspondían. Sin embargo, Sajag vio a una mujer pequeña, muy joven, casi una niña, correteando por los campos amarillos de azafrán. La rosa se transformó en una flor que él, un joven de nariz aguileña y casi un imberbe todavía, colocaba tras la oreja de la chiquilla.

 

El experto de Videncia rechazó con un movimiento de su mano derecha aquella visión del pasado que no venía al caso y que no quería que ella viera, si es que había conseguido producir la interacción con él como él había hecho con ella para ver su flor.

 

- El Amor es una fuerza impresionante dentro de uno mismo, consigue colocar el cuerpo y la mente en un inestable equilibrio que puede conseguir de nosotros lo increíble. El Amor consigue que nos veamos capaces de mover el mundo.

 

El Amor... Sajag se sintió inquieto con aquella frase. Como Arcano, había abandonado aquel sentimiento en pos del conocimiento. Además, había visto lo que había sucedido con aquella chiquilla. Al fin y al cabo, él ya pasaba del centenario y había olvidado casi su año de nacimiento. Cambió de tema para no hablar de aquel sentimiento que, a veces, aún le dolía por dentro.

 

- Bien, como habrá notado, tiene mucha intuición para interpretar de forma correcta. Claramente, esa rosa despierta mucho sentimiento en sí misma. Ahora, le ruego esconda ese lado sensible porque tenemos visita. Había visto que una joven no-joven se acerca y no creo que quiera mostrar esa faceta propia delante de ella.

 

La mano con la que había hecho un movimiento leve para cambiar de tema hizo ahora un gesto rotatorio. Cuando la palma volvió a quedar boca arriba, sobre ella descansaba una ajada baraja de cartas del tarot, muy usada, con motivos indios decorativos en las esquinas. Una silla se movió hacia la mesa, dejando un sitio disponible a la derecha del Arcano. Tauro usaría la de la izquierda. El Indio avanzó hacia la mesa y se sentó. La puerta estaba abierta y él alzó la voz.

 

- Pase, señorita. Elija una carta... Usted también, señorita Crouch. A ver si la suerte les acompaña. Por cierto, bienvenida a la clase de Habilidad de Videncia, señorita...

 

Estuvo a punto de pronunciar su apellido cuando sintió el dolor que le acompañaba. Respiró un aroma que...

 

- ¿Sybilla? ¿Eres tú...?

 

El Arcano estaba aturdido. Sybilla había demostrado su valor de Adivina Vidente ante el Portal hacía muchos años y había conseguido vincularse con el anillo. ¿Por qué sentía su esencia cerca cuando aquella mujer le era una desconocida?

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Hasta ese momento, Tauro no entendía a qué se refería Sajag con poder «vislumbrar el resquicio de su propiedad», pero mientras más contemplaba la flor más creía que ésta podía moverse, no físicamente claro, sino dentro de su mente y no conforme con esto tuvo una pequeña ¿visión? de una niña que corría y de un hombre que colocaba una flor tras su oreja.

— ¿Qué fue eso? —preguntó como acto reflejo. Ninguno de los dos personajes le resultaban familiares, más que todo por el hecho de que su visión fue un poco borrosa y no podía distinguir sus rostros; lo que de lejos pudo haber sido un cuadro inocente sobre la vida de alguien no la hacía sentir bien. Era una extraña sensación.

Sajag había dicho algo muy cierto con respecto al amor, «el amor consigue que nos veamos capaces de mover el mundo» y eso era precisamente lo que sentía al estar con Leah. Sonrió ampliamente sin importarle esta vez que el Arcano la viera, después de todo él era la única persona en esa habitación. Tauro quería que le siguiera contando cosas con respecto al amor, para alguien que no acostumbraba a hablar de temas tan personales con absolutamente nadie, encontraba aquella conversación tan trivial muy fascinante y tan pronto estuvo a punto de decir algo más, el Arcano cambió el tema y lo que dijo le borró la sonrisa.

¿Visitas? Sintió que su espalda se ponía recta de inmediato y su lenguaje corporal volvía a adoptar la misma rigidez de siempre. Ahora que por fin se estaba abriendo al Arcano, la inesperada llegada de un visitante la hacia sentir incómoda y sabía que él era consciente de aquello. ¿Cómo lo manejaría?

— ¡Cissy! Eres tú —soltó entre aliviada e incómoda todavía. Una cara conocida le daba cierta tranquilidad, aunque le seguía preocupando el hecho de que alguien más supiera lo que pasaba por su mente. De nuevo su Oclumante interior hizo su aparición.

Una vez Cissy -a quién Sajag llamó Sybilla- tomó asiento en la mesa, Tauro tomó una de las cartas del Tarot. Antes de analizar lo que le había salido, la peli-azul no pudo dejar de apreciar cómo estaban decoradas sin profundizar en su significado.

— Son...peculiares —comentó colocando la carta boca arriba que revelaba la figura de un Ermitaño, era fácil saberlo, puesto que allí mismo lo decía.

— Es un Ermitaño, sé algunas cosas, pero no serían más que suposiciones mías. Uhm... —sin pedir permiso siquiera, Tauro se levantó de la silla y caminó hacia la estantería más próxima, donde de manera rápida buscó algún libro que le pudiera ayudar con la interpretación de su propia carta — Aquí está —sonrió satisfecha, regresando con Cissy y el Arcano.

— Sin estar del todo segura, esta figura del Ermitaño la puedo asociar con palabras como sabiduría, paciencia, silencio, avance espiritual, inspiración divina, circunspección. Debido a su forma de vida y retiro del mundo también se le puede relacionar con la soledad, el balance y el progreso. Sin embargo, alguien me dijo que las cartas tienen su lado bueno como malo, aunque estos dos conceptos tienden a ser muy subjetivos —no sabía cómo podía expresarse de ese modo, como una experta en la materia, así que antes de que la inspiración se fuera prosiguió.

— Al mismo tiempo ésta carta puede representar la inmadurez, los vicios, la oscuridad, testarudez, traición y el engaño. También se le relaciona con una persona excesivamente tímida e insociable, carente o exageradamente prudente. Con enemigos ocultos —agregó, bajando la voz al decir esas últimas dos palabras. Dejó la carta allí tal cual estaba y pasó el libro a Cissy en caso tal de que lo pudiera necesitar, era su turno.

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El Arcano se estremeció. Era una fuerza poderosa lo que acababa de sentir a su alrededor. No podía afirmar que se debiera a la chica que acababa de entrar, a aquella que, por algún motivo, le había hecho pensar en Sybilla. No lo era pero... Sagaj estuvo tentado a dejar todo y a poner la mano en la frente de la recién llegada para entender porqué olía tanto a ella, porqué la recordaba... ¿Sería una reencarnación, una posesión, un familiar...? Cualquiera de las tres posibilidades sería factible...

 

Pero no lo hizo. No quería asustar a su nueva pupila, pronto tendría ocasión de saberlo. En cuanto entraran en trance, él se encargaría de "ver" todo lo que necesitaba saber. Se pasó la mano de forma inconsciente por la oronda barriga. Cuando la había conocido tenía un físico algo más cuidado... Sonrió levemente y el anillo tomó un color rosado resplandeciente que le hizo recordar que....

 

Se dio un manotazo demasiado fuerte en él. Seguro que el ruido del autogolpe que se había infligido habría llamado la atención de las dos muchachas. Era la única manera que se le había ocurrido para dejar de pensar en temas privados, muy privados, que no quería que nadie más viera. En otro momento no habría tenido problemas con ello pero la última unión con la señorita Crouchs le había dejado la sensación que el roce de sus mentes le había generado un eco sobre la niñita hindú a la que, en su juventud, había regalado una flor. No podía ser tan descuidado; por eso había roto el vínculo de forma drástica, para evitar cualquier fuga de su cabeza.

 

Nadie debía de saber lo ocurrido con Sybilla...

 

Si es que era ella la que había detectado... Tal vez sólo había sido un eco de su mente ensimismada en el tema del Amor... No debiera haberlo tocado... Carraspeó levemente y se dio cuenta que casi había perdido la explicación de su pupila sobre la carta que había sacado. Había sido muy perspicaz al interpretar la figura del Ermitaño. Apenas se notó su suspiro y volvió la atención hacia ella.

 

- Muy bien, señorita Crouch - notaba que ella se había envarado un poco al saberse acompañada por una alumna, aunque la conocía porque la había llamado Cissy. - El Ermitaño... ¿Cree que representa su esencia? ¿Cree que ha acertado en su consideración...? Además, yo ahora tomo una carta y...

 

Una de las cartas salió volando del mazo y se materializó delante del Arcano.

 

- El Nueve de Copas junto al Ermitaño... ¿Qué cree que significa? ¿Le depara un destino alegre o desgraciado? Deben entender que las cartas no nos enseñan sólo lo que el libro indica sino que interaccionan entre ellas para ir haciendo más profunda la lectura del consultado. Podemos hacer hasta cinco tiradas. Los más expertos se atreven con seis pero las predicciones se vuelven erráticas con tantas fluctuaciones. Siempre aconsejo un mínimo de una y un máximo de cinco para profundizar en el futuro. ¿Quiere probar suerte esta vez, Syb... , señorita Cissy?

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Me balancee sobre mis pies, aún jugueteando con la proporción de mis manos y mis nuevas habilidades, antes de que me dieran la bienvenida a la casa del Arcano. Vale, sí, no me hubiera gustado cruzar ese pórtico sin recibir permiso e interrumpir el intercambio entre la alumna y el hombre de barriga prominente, pero me intrigaba los pedacitos que llegaba a escuchar de la conversación. Puse un pie dentro del lugar y tuve una sacudida de mi propio cuerpo, como si recordara haber estado allí antes. El aroma del incienso acompañado por el de la comida casera, los colores llamativos de la India, la visión de figuras, formas, una sonrisa... Parpadee aturdida. Fue apenas un momento, mientras me acercaba a donde estaban el Arcano y, para mi sorpresa, Tauro, mi líder de bando.

 

-Buenas...- pero no concluye la frase.

 

Sajag me miraba con el ceño fruncido, un ligero ajuste en su posición y parecía que sus ojos querían penetrar mi mente como un Legeremante. Me estremecí y de nuevo me sentí mareada, sobre todo al escuchar el nombre por el que me había llamado. Dentro de mi cuerpo, de mi mente, Sybilla dio un respingo y salió de su soledad autoimpuesta. Sentí sus manos presionar los costados de mi mente, envolverme y estirarse para poder tocar al Arcano y no supe por qué, pero tenía el anhelo de hacer lo mismo que ella.

 

<<¡Maestro!>> gritó en mi cabeza, tan fuerte que pensé que lo expulsaría por la boca y llenaría la habitación con su voz propia. Me tomé la sien y la masajee, mientras dirigía ahora una sonrisa extraña a Tauro, esperando que ella no se hubiera dado cuenta de aquellos segundos de duda y entendimiento por igual.

 

-Hola Tau. Qué agradable coincidencia- dije.

 

No podía expresar con mayores palabras lo que estaba sintiendo en aquel momento, no sin revelarme frente a Crouchs. Sabía, lo presentía, que Sajag se sentía como yo y no sabía hasta qué punto llegábamos a conectar. Me tambalee hacia la silla a la derecha del Arcano y puse ambas manos sobre la mesa -de nuevo mis manos- para poder tomar algo de control sobre la situación, si es que podía tenerla. El Arcano aún tenía sus ojos en mi cuando su anillo comenzó a brillar con un tono rosado y se lo golpeó de manera tan sonora que di un respingo en mi lugar, asustada. Él simplemente hizo como si nada y miró a Tauro, quien ahora daba una explicación sobre la tarea que Sajag había encomendado: tomar una carta del Tarot.

 

-...las cartas no nos enseñan sólo lo que el libro indica...- repetí en un susurro, a la par del hombre. Había escuchado esas palabras antes.

 

Entonces, mi mente comenzó a evocar palabras del pasado por sí misma y un lacerante dolor en la frente hizo que cerrara los ojos y me perdiera el resto de las palabras de Sajag.

 

Era verano, quizá, por el modo en que las hojas verdes de los árboles se mecían con la brisa y hacía un calor atroz, aunque la piel blanca y de porcelana de la mujer no mostraba signos de estar sufriéndolo en lo más mínimo. Su cabello negro se mecía como las hojas y sus ojos verdes chispeaban con la luz del sol. Tenía una manzana en la mano, que en aquel momento se dedicaba a cortar con una afilada hoja de cuchillo y le tendía un gajo a un hombre moreno, de ojos y cabello castaño hasta la altura de los hombros. Tenía una sonrisa de impresionantes dientes blancos y la dedicó por completo a la mujer, antes de rozar su mano con la de ella. Parecían ser íntimos amigos y compartir más cosas en aquel roce de las que se decían con palabras.

 

Tan sólo la falta de barriga en aquel recuerdo que no era mío me decía que aquella barriga había vivido mejores días. Y la mujer, el cabello negro como el ébano y los ojos verde esmeraldas, también eran un eco de alguien que ya no estaba... no entera, al menos. Me mordí el labio. ¿Había sido su recuerdo o el mío? Sajag parecía consternado ahora que se dirigía a mí.

 

-Castalia- lo corregí con énfasis.

 

Tomé una de las cartas del Tarot y me encontré con un Loco de cabeza.

 

-El loco... o el tonto- musité, mientras la dejaba delante de mí-. Sé el significado de la carta pero no su interpretación al caso- dije con total sinceridad, mientras miraba los trazos de sus ropas y la expresión de su posición. El Loco parecía estar allí invitándome a vivir una aventura de conocimiento-. Vivir la vida con alegría... El loco representa la libertad- continué, esperando a que el Arcano interviniera para darme un mejor vistazo de lo que estaba diciendo.

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—¿Que si representa mi esencia? —Tauro se mostró dubitativa. Repasó mentalmente todo lo que le había dicho al Arcano antes de responder —Ya lo creo —dijo después de un rato. En un viaje interno y en retrospectiva, ella misma era una Ermitaña en todos los sentidos, siempre lo había sido, tanto en los aspectos positivos como negativos — Supongo que nos parecemos más de lo que yo esperaba —admitió y aunque Cissy y Sajag estaban manejando cierta tensión entre ellos, Tauro no lo había notado, no todavía.

 

— El nueve de copas no hace más que afirmar que ahora mismo me encuentro en ese momento de felicidad. No he tenido una vida... fácil, nada de qué preocuparse, pero en algún punto pensé que ciertas cosas no estaban hechas para mí y tan sólo me dedicaba a vivir, pero ahora siento como que estoy viviendo de verdad y si a eso se le llama felicidad, pues lo soy.

 

¿Qué pasaría si seguía sacando cartas? ¿Y si lo que veía no le gustaba? Además Sajag tenía razón en algo, el sacar muchas cartas podría tergiversar el significado de todo o la misma interpretación, nunca era bueno abarcar mucho y a veces no necesitabas saberlo todo, la vida estaba llena de detalles, algunos insignificantes pero importantes en algún punto de la vida. Por otro lado la carta de Cissy era bastante rara, con dos personalidades aparentemente opuestas.

 

— ¿Qué significa el tonto? —esperaba que Sajag les pudiera dar una interpretación más amplia de lo que ellas o cualquier libro pudiera decirles — Por cierto, ¿ya habías tomado esta clase antes? Parece como si se conocieran —preguntó de manera muy ingenua.

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- Castalia...

El Arcano saboreó aquel nombre que le recordaba la madera de un árbol y su mente volvió a huir al pasado, de un manzano. Sajag quedó un instante con la mirada perdida en un recuerdo compartido. Se rehízo enseguida, por supuesto, sólo que había desconfianza en sus ojos. Primero contempló a Tau, tal como la había nombrado a la Señorita Crouchs la recién llegada. Sí, su poder de la Videncia se estaba despertando muy rápido y, con ella, la capacidad de conectar entre los Videntes pero... ¿tanto como para entrar en la misma mente del Arcano?

Sajag no lo creía así, por lo que volvió sus ojos hacia los de... Castalia... La primera pupila interpretaba la carta que él había girado, ajena a la tensión que había entre ambos, hablando de la Felicidad que presuponía estar viviendo en aquella etapa de la vida. Después, tal vez intuyó algo porque preguntó sobre el resultado de la carta que había sacado la compañera.

- El Loco es una carta poderosa... - La voz del Arcano parecía venir de muy lejos, puesto que seguía aún mirando a la muchacha casi sin pestañear, como si estuviera en trance. - Un nuevo comienzo..., sí..., un cambio radical, en el pasado o en el futuro..., tomas de decisiones difíciles y arriesgadas que te costará tomar... Eres bastante optimista y siempre procuras estar de buen humor ante las vicisitudes que encuentras en tu camino...

Sus palabras parecían casi repetidas de algún sitio, como si estuviera recordando algún momento en que ya las hubiera pronunciado.

- Tienes un gran potencial que llevas... mucho tiempo... explotando... Más de lo que te imaginas... A veces dudas si tus decisiones son las correctas pero en el futuro lo verás más claro y estarás satisfecha de haberlas tomado. Evolucionas con cada golpe de la vida, de ahí tu positivismo porque aprendes de todo lo que te rodea...

¿Estaba interpretando todo eso de una sola carta o... o era que tal vez ya había dicho todo aquello a alguien y sólo repetía una conversación antigua?

Por fin, Sajag parpadeó y pareció regresar al presente. Sonrió levemente a la señorita Crouch, desviando lentamente la mirada de la que habían llamado Cissy en su presencia y ella insistía en llamarse Castalia.

- No, no tenía el placer de conocer a la señorita Castalia hasta el día de hoy, aunque... - Su sonrisa blanca volvió a aparecer esta vez, aún más amplia y triste que antes, algo que parece casi imposible de relacionar. - Aunque ya sabía que la volvería a ver. Quiero decir que... Soy Vidente; sabría que llegaría un día a mi habitación a pedirme... consejo...

¿Consejo? No era la palabra más adecuada. Debería haber dicho clases de habilidad.

- Muy buena su interpretación, señorita Crouch - dijo en un tono más fuerte y confiado, dando la espalda a la otra pupila y acercándose a un estante del que sacó un cuenco de madera, un mazo de chafar y una jarra de agua fresca. - ¿Nota como se va despertando su Habilidad? Es capaz de interpretar correctamente lo que siente. Venga aquí, por favor. ¿Confía en mí?

En esa pregunta iba mucho más implícito que las simples palabras que había pronunciado. Iba a someter a una prueba a la muchacha y quería que supiera que, pasara lo que pasara, él nunca diría lo que ambos iban a ver y que la otra compañera no sabría nunca lo que Tau, ese nombre le gustaba, habría visto.

- Si confía en mí, tome este jugo de planta que le he preparado. No tema, es amarga pero sólo es adormidera. Ponga un buen chorro de agua para que le sea más fácil tragarla. Le inducirá un sopor que le llevará a un trance en el que descubrirá si está preparada para aceptar que es una gran Vidente. Si decide confiar en mí, ahí hay un camastro con sábanas limpias. Verá algo que le hará despertar su Ojo Interior; notará algo de su pasado, presente o futuro que le obligará a tomar una decisión que le llevará hacia el portal de la Videncia o le alejará de él, según su decisión cuando despierte. ¿Está preparada?

Dejó que Tau tomara aquel mejunje si así lo decidía y volvió, por fin, su atención a Sybilla. Perdón, a Castalia. Se acercó a ella, se sentó frente a frente para verle sus ojos y dejó que la carta del Loco flotara un poco en el aire antes de depositarse de forma delicada en el centro de la mesa. Con una velocidad casi imperceptible, atrapó las manos de la muchacha y le ordenó un simple...

- ¡Mírame!

Permaneció así unos segundos, tal vez unas horas, una vida entera, penetrando en aquellos ojos. A su alrededor, la baraja empezó a temblar y las cartas saltaron, una detrás de otra hasta que una se dobló en el aire y cayó encima de la que ya había en la mesa.

- La Reina de Bastos.

Al Arcano no le había hecho falta mirar lo que había salido. Lo sabía. Siempre lo había sabido.

- Te rige Urano, un planeta de energía inagotable que te inclina a creer en todo lo espiritual. A veces te sientes desubicada, como si no encajaras. Sin embargo, eso no es handicap para ti sino un reto a superar. Eres creativa, siempre con ideas nuevas en la cabeza que no sabes de dónde surgen, la inspiración te llega de la Nada. Imprevisible, sorprendente, un torbellino de actividad... Te gusta controlar lo que te rodea y prefieres hacer tú misma las cosas porque no te gusta declinar responsabilidades en los demás empleados. Eres una Jefa nata. Eres la Reina de Bastos, pero creo que eso ya lo sabías, ¿verdad?

 

Sajag no creía necesario seguir hablando. De repente, las manos le quemaban asi que, a regañadientes, retiró el contacto con la mujer y señaló otro recipiente de barro que había dejado en la mesa al lado del segundo camastro.

 

- ¿Te atreves a pasar por la prueba del Trance, Syb... Señorita Castalia? La última vez que...

 

No, no podía decirlo así. Se levantó hacia uno de los estantes y tocó con la mano una cajita de madera con decoraciones indias. Dentro guardaba los pocos, poquísimos tesoros que había decidido conservar cuando se hizo Arcano, apenas nada de lo que representaba toda una vida. Allá descansaba aquella... No. No debía sacarlo. Tomó el Sitar y se sentó en el suelo, en un punto intermedio entre los dos camastros , esperando que la muchacha decidiera si pasaba aquella prueba o no.

 

- La última vez que toqué esta música ayudó a la relajación de mis pupilos - hasta él mismo se dio cuenta que era una explicación muy burda a su afirmación a medias anterior. - Si quiere beber la pócima y entrar en trance, estoy seguro que descubrirá algún secreto que tal vez ya sepa o que, tal vez, no quiera saber. Es su decisión. Yo... Sólo puedo guiarle a través de la música.

 

Y, guardando silencio, Sagaj empezó a tocar una delicada melodía indú de sus tiempo de jovenzuelo, cuando aún tenía un tipo más estilizado y una vida muy diferente a la ascética que había decidido seguir cuando aprendió la Videncia y aceptó el Anillo de Arcano.

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Sin darse cuenta, Tauro estaba liberando poco a poco su ojo interior, que aunque ni ella misma lo sospechara la Videncia estaba muy marcada en ella como una habilidad innata. Sajag también lo notó, mucho más rápido que ella por supuesto, incluso antes de que por su mente se cruzara lo que antes era una idea muy absurda como para tener el valor de afrontarla. Sonrió, por primera vez no se sentía tonta al verse a sí misma como Vidente y el Arcano era responsable de aquel resultado. Ahora Tauro quería seguir aprendiendo, quería seguir cavando en ese nuevo mundo que le resultaba asombroso, por eso cuando el hombre le preguntó si confiaba en él, ella asintió de inmediato. Estar con Sajag era como estar frente al hombre más sabio y humilde de todos y eso le transmitía cierta paz.

 

Tomó entre sus manos el recipiente que contenía la mezcla rara de plantas, aun sin conocer el verdadero efecto de éste, vertió una buena cantidad de agua porque su experiencia en el área de pociones le había enseñado que la mayoría de brebajes sabían mal, a veces ni podías terminar de beber todo el contenido sin haber vomitado unas dos veces, pero lo que ahora tenía sólo iba a saberle algo amargo.

 

— Confío en usted —. No hizo falta que respondiera si estaba preparada o no, lo que sucediera durante el pequeño trance en el que estaría inmersa lo diría todo y prefería no adelantarse aun a los hechos. Tauro se dirigió hacia el camastro con las sábanas limpias, tal como el Arcano le había dicho, bebió el contenido del brebaje notando un mínimo sabor a amargo y se acostó boca arriba con las piernas estiradas y ambas manos sobre su pecho, una arriba de la otra, esperando a que la poción hiciera efecto. Pasó alrededor de un minuto cuando ya los ojos se le habían cerrado por sí solos.

 

Por quién sabe cuánto tiempo Tauro permaneció como si estuviera dentro de un profundo y largo sueño, sin imágenes ni pensamientos, únicamente el estado inconsciente representado por la oscuridad en su mente. De pronto, una suave y cautivadora melodía proveniente de quién sabe donde comenzó a despertar su subconsciente, que curioso deseó encontrar al creador de tan hermoso sonido.

 

— Sabes que no debe estar aquí.

 

— Yo... Tampoco quería venir.

 

— Si permaneces un poco más, verás algo que no deseas, algo que ya sabes, pero que temes afrontarlo.

 

— Calla. No quiero saber más.

 

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos que cerró con fuerza. La voz de aquel personaje era gruesa, la de un hombre, uno que por muchos años fue su amor y su desgracia, uno que dejó una marca imborrable y un dolor profundo que tardaría años en curar. No era la primera vez que se veía en aquella situación, pero cada vez que estaba a punto de descubrir la verdad se obligaba a sí misma a despertar y así es como había ido bloqueando casi que por completo su ojo interior. La música volvió a sonar, brindándole una fortaleza que no sabía que poseía y entonces levantó la vista, mirándolo por primera vez en mucho tiempo. Abrió la boca para decir algo, pero él se le adelantó.

 

— Sigues igual a cómo te recuerdo, no has cambiado nada.

 

— Tú tampoco.

 

Esbozó una pequeña sonrisa.

 

— Veo que también estás casada.

 

— Yo... Sí, hace un par de meses conocí a alguien y puedo decir que soy feliz.

 

— ¿De verdad lo eres?

 

— Lo soy.

 

— Entonces me alegro mucho por ti, sabes que lo digo en serio.

 

— Lo sé.

 

A pesar de que no era su mejor conversación, las palabras sobraban, más esas pequeñas frases significaban tanto para ellos, en especial para la muchacha. Ésta vez fue ella la que habló.

 

— Ahora sí estoy preparada para continuar, pero me daba miedo decírtelo por temor a no verte nunca más.

 

— Sabes que no pasará, tenemos una hija que se parece demasiado a mí, algo que considero muy injusto, porque nunca habrá mujer más bella que tú.

 

— Y tú nunca cambias... Ella está bien y estuvo ahí el día que me casé.

 

Una pausa breve, nada incómodo, pero necesaria para poder decir lo que venía a continuación.

 

— Quizás tarde más en verte, solo quiero saber si éste va a ser el único modo para poder hacerlo.

 

La pregunta estaba formulada de manera implícita, hacía años que Tauro se debatía ante la idea de sí su primer amor estaba muerto o no y lo que se había negado a averiguar pronto lo haría.

 

— Me temo que sí, siempre que vengas al pasado me encontrarás. En tu presente no existo de manera física, pero quizás en algún futuro muy lejano nos volvamos a ver. Con los demonios nunca se sabe.

 

La melodía se fue apagando muy lentamente y Tauro sintió la necesidad de ir por ella, lo cual quería decir que pronto se iría.

 

— Gracias y perdóname por no haberlo querido ver antes, era muy difícil para mí.

 

— No te preocupes, eres feliz y es lo único que siempre me ha importado. Dale un beso a nuestra hija de mi parte, algún día nos volveremos a encontrar.

 

La melodía llegó a su fin y con ella la oji-azul salió del trance.

 

¿Qué había sido todo eso? Lo único que sabía con toda certeza era que ahora podía vivir con la verdad respecto a su antiguo amor y la responsable de que ahora tuviera la fuerza para afrontarlo era su esposa. Sonrió, sonrió de verdad al darse cuenta de lo feliz que era y que él también lo hubiera notado.

 

— Gracias por esto, Arcano Sajag, realmente lo necesitaba.

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Si bien mis ojos estaban puesto en el Arcano, no dejaba de darme cuenta que él vacilaba entre Tauro y yo, probablemente intentando no marcar mucho su curiosidad hacia mi y que Crouchs no se diera cuenta de que, aparentemente, Sajag ya me conocía. No, bueno, no a mi, sino a Sybilla, que no dejaba de saltar en mi cabeza constantemente cuando mis ojos se fijaban en los del Arcano.

 

-No, en realidad. Pero mi familia está llena de videntes y es probable que el Arcano haya conocido a alguno de ellos- respondí a Tau, mintiéndole en parte y diciéndole la verdad por otro lado. Además, Sajag reafirmó aquello diciendo que él era Vidente, cómo no, y me había visto llegar o había visto que este día llegaría. Reprimí una sonrisa: estaba segura de que el viejo pansón no se había visto venir ésto. Yo tampoco.

 

Dejé que se levantara del asiento y condujera a Tauro hacia una pócima y una invitación a entrar en trance. Seguro que era parte de las pequeñas pruebas que tendríamos que pasar antes de pararnos delante del Portal y conseguir el anillo de la habilidad. Me relajé, en parte, mientras preguntaba a Sybilla sobre su relación con Sajag pero ella no hacía más que responderme con evasivas constantemente. <<Es una larga historia>> era algo que ya me había repetido tres veces desde que le había preguntado por él en los escasos minutos que el Arcano estuvo explicando a Tauro lo que pasaría a continuación, así que no fui capaz de echarle un vistazo a ello, estaba más intrigada por la vampiresa y el viejo sabio.

 

Me tomó por sorpresa cuando Sajag se sentó frente a mi y me ordenó que lo mirara. Fue algo inmediato: me vi atrapada en sus ojos castaños y mis manos, sin necesidad de que mi cerebro diera la orden, se posaron sobre las suyas. Dejé que aquellos ojos me guiaran por pasajes de mi interior y la electricidad que corría entre nosotros se volvió un manto, que nos abrazaba y nos aislaba del resto del mundo. No sé cuánto tiempo permanecimos así hasta que él comenzó a hablar. Escuché cada una de sus palabras y no pude responder, parecía que me había descifrado por completo, que estaba viéndome por dentro y yo no tenía cómo cubrirme, completamente desnuda a su visión.

 

Por fin retiró sus manos de las mías, tan repentinamente como las había atrapado y carraspee.

 

-No creo que sea tan dirigente como cree, Maestro- dije por fin, siguiéndolo mientras me guiaba hacia el mismo camino que a Tauro-. Por supuesto, Maestro. Mis amigos me dicen Cissy- agregué, luego de responder afirmativamente a su pregunta.

 

Continué su camino, escuchándolo, hasta que se detuvo a mitad de lo que estaba diciendo.

 

-¿La última vez que... qué?- pregunté.

 

Pero él estaba buscando en alguna especie de caja. Me puse en puntitas de pie para ver por encima de su hombro, pero el hombre era alto, casi quince centímetros más que yo, así que no pude apreciar lo que estaba haciendo. Finalmente lo vi tomar un sitar y sentarse en el suelo. Me quedé observándolo unos segundos hasta que caminé hacia la mesita donde estaba la pócima. Llené un posillo con un poco de ella y el resto con agua, antes de caminar hasta un camastro junto a Sajag, recostarme y tomar la poción. No tardó en hacer efecto y, junto con la música, comencé a ver...

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¿Cuánto tiempo el Arcano de Videncia quedó prendado de la música y sumergido en un estado de suspensión anímica en el que sólo sus dedos se movían sobre las cuerdas del instrumento musical hindú, mientras su alma seguía la evolución de sus alumnas? Pudo haber sido un segundo o toda una vida. Sajag no mostró ninguna sorpresa cuando descubrió con quién hablaba la alumna más avanzada ni que tuviera una hija con ella. En cierta manera, lo sabía antes de verlo en aquella visión que estaba sufriendo. Siguió tocando, dividiéndose para seguir la de la otra, la... la que ya conocía de forma más directa. Sajag intentó dedicar una parte de su mente a entender el misterio pero prefirió, al final, dejarlo para otro momento.

 

Dejó de tocar, al fin, puesto que sus dedos le indicaron que había sido mucho tiempo, más largo que un suspiro, lo que le había dedicado a la música.

 

- Señorita Crouch... No me dé las gracias. Todo es mérito suyo. - El Arcano sonrió al verla tan feliz; era un sentimiento que se contagiaba con facilidad. - Creo que usted necesitaba mostrarse así, receptiva, permitirse ser feliz sin sentir culpabilidad. Creo que... está preparada para afrontar la prueba sin ningún prejuicio pre-elaborado en su mente. ¿Quiere enfrentarse al portal?

 

Levantó la mano para impedir que pronunciara ninguna palabra.

 

- No, no me conteste ahora. La embarga un sentimiento muy placentero y su cuerpo está lleno de endorfinas positivas alteradas aún por el mejunje que le preparé antes. Por favor... Le ruego que se tome veinticuatro horas para valorar su respuesta. Después de una ducha fría, un sueño reparador y, tal vez, consultarlo con su esposa, tendrá la mente más clara para decidir si se ve capaz de dar el paso. Si decide que sí...

 

El Arcano sonrió, aunque tristemente esta vez. En su mente aún rondaban las imágenes de su otra alumna, a quien debía rescatar de sus recuerdos.

 

- La esperaré en el lago que hay en el centro de la Universidad. No tiene pérdida, usted ya ha cursado otros conocimientos y sabe cómo llegar. Pero le advierto que la Videncia no tiene retroceso. Si se vincula con el Anillo, esta Habilidad le será muy útil y la hará desgraciada. A veces, no es bueno conocer con anterioridad lo que va a suceder sin correr el riesgo de cambiarlo. Eso, señorita mía, tendrá que aprenderlo con la práctica. Así... Si decide seguir adelante... La veré mañana.

 

Sajag sabía lo que iba a decidir y, aún así, la dejó alejarse sin añadir nada más. En realidad, estaba todo dicho. Ella era ahora la responsable final de sus decisiones. Después volvió sus pasos hacia el catre donde, al final, Cissy se había acostado y tomado la pócima para entrar en trance. Observó su semblante y, en un gesto instantáneo que no quiso reprimir, rozó con sus dedos el inicio del pelo de su alumna, allá donde nace en la frente. Se frenó en el irrepimible deseo de depositar un beso en ella y cerró los ojos. Era un Arcano, tenía todo el poder en sus manos y dominaba mil habilidades y conocimientos que muchos sólo soñaban poseer. No podía comportarse como un colegial enamorado.

 

- Sybilla... Camina y háblale... Enséñale de lo que es capaz.

 

Después hizo algo que nunca había hecho con ningún otro alumno, al menos en la actualidad. Se ruborizó un poco antes de tumbarse en su propio camastro, que acercó con un leve movimiento de su mano hacia el de la muchacha Macnair. Él no necesitaba tomar nada para adentrarse en el mundo de los sueños. Alargó su mano y rozó levemente los dedos de ella y...

 

Se sumergió en sus sueños, infiltrándose como una sombra en lo que veía Syb... Cissy.

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