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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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Estaba acostumbrado a, en ocasiones así, estresarse más que las novias en cuestión. Pero esa vez llevaba manteniendo la calma durante bastante tiempo; Leah era igual de perfeccionista que él y pocas veces se olvidaría de algún detalle. No obstante, seguía siendo uno de los padrinos de la boda y su deber era estar al lado de su tía, que por mucho que supiera controlar la situación probablemente no lograría aplicar la técnica en ella misma.

 

Afortunadamente todavía entraba bastante claridad en las ventanas del castillo Hawthorne, así que el vampiro le dio los últimos acabados a su esmoquin azul oscuro y a las terminaciones plateadas, sin la necesidad de un espejo. Antes de bajar las escaleras pasó una mano por su cabello rubio —que ya comenzaba a presentar tintes marrones— y lo alargó un poco hacia arriba, sin retocarlo demasiado. No esperó a Isabella, sobre todo porque era la que más tardaba en arreglarse y porque lo más seguro era que terminara yéndose con algún otro mago que Liam desconocía, por lo que tampoco le llamó.

 

Su figura apareció a un par de metros de la verja principal de los Ivashkov y en cuestión de segundos ya había atravesado gran parte del jardín que iba colina abajo. No debería usar sus condiciones vampíricas en una celebración así, pero no quería interferencias con nadie antes de encontrar a Leah. Ya de por sí le molestaba estar manejándose en el hogar de Zack y... Caroline. El pensar en ambas personalidades lo impulsó aun más a aumentar la velocidad.

 

No era difícil encontrar a la Atkins, tantos años con ella le había ayudado a profundizar su aroma por muchas capas de perfume que posea encima y el conocerla tanto también le ayudaba a guiarlo a las zonas más alejadas de la concentración multitudinaria. Al final la encontró en una planta mucho más alta que todas las demás, pero no hizo más que golpear la puerta.

 

—¿Leah? —Susurró, estando completamente seguro de que lo escucharía de todas formas—. Soy Liam, ábreme rápido o entro a la fuerza. Aunque estés desnuda.

 

Y sí, Liam Hawthorne había llegado a la boda.

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You can't make people love you, but you can make them fear you.


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Su barra de jabón. El objeto más envidiado de Ottery se deslizaba por su recio cuerpo lubricando la nívea piel con una espumosa capa blanca. Sus manos acariciaban con lentitud cada músculo superior e inferior con tanta serenidad que, se podría decir, se trataba de un ritual para encontrar la paz interior haciendo uso de los atributos físicos propios. Y si así fuera, se consideraría un método tan placentero como sencillo. Aquél día, la tensión y el estrés ya estaban siendo acaparados por las novias, y probablemente por algunos padrinos. Por tal motivo, se necesitaría de al menos una persona estable sentimentalmente para asegurar el éxito de la ceremonia. Después de todo, estaban en su castillo, y por lo tanto, todo lo que ahí se llevara a cabo debía ser de calidad.


Una vez el agua lo despojó de la sustancia jabonosa, estuvo listo para salir de la ducha envuelto en una toalla lo suficientemente absorbente como para no derramar gotas por todo el suelo. Una lenta caminata lo dirigió hasta su cama donde ya se encontraba extendida la vestimenta que utilizaría para la ocasión. Dejó la toalla húmeda a un costado y comenzó a cubrir su desnudez iniciando por la prenda de ropa interior. Al cabo de unos segundos el corpulento Mortífago ya lucía un traje azul metálico en perfecta armonía con sus ojos grisáceos. Un calzado italiano perfectamente pulido terminó por concretar su atuendo.


Dando por finalizado el rápido proceso, estuvo listo para acompañar a su prima en calidad de padrino. Le tomó poco tiempo llegar a donde sabía estaría ella preparándose para el gran momento. Lo que resultaría sorpresivo sería encontrarla con la misma inquietante ansiedad que parecía dominarla cuando propuso a Cissy, Liam y él, acompañarla en el evento. En ese momento él debía ser su apoyo para alcanzar el objetivo de la noche. Debía estar para darle algunas palabras de aliento que la motivaran, aunque de habérselo contado antes, con tiempo, ya le fuera aconsejado que se lo pensara bien. Ahora era tarde para eso.


En la entrada de la habitación esperaba Liam, quién parecía haber llamado sin obtener respuesta alguna. Zack le saludó con una sencilla sonrisa mientras empuñaba su mano y hacía resonar la madera golpeándola con sus nudillos. Leah siempre había sido buena para afrontar situaciones difíciles, y el hecho de que aquella vez estuviera a punto de decidir una compañía eterna, no quería decir que debiera estar más nerviosa que en otros casos. Aunque ahora que lo pensaba, sí que tendría motivos incluso para huir.


—Leah ya somos dos. Sabes que no me gusta esperar. Y probablemente los invitados han de llegar en cualquier momento — Dijo en voz alta esperando que al otro lado su prima estuviera cuerda para prestarle atención antes de que tuviera que derribar la puerta —. No me hagas impacientar — Finalizó dando un suspiro a la par que peinaba su cabello, ahora seco, con una mano.

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Era un gran día un gran pero gran día, era increíble como pasaba el tiempo sin duda alguna no podía creer que por fin nuestra líder Tauro se iba casar con Leah sin más sin menos jamás pensaba estar vivo cuando llegara este evento o este día. No podía creer aunque la azulosa se iba vestir de novia, pero bueno era un gran noticia tanto para las que se iban unir como parejas como para todos los mortifagos de la marca tenebroso que estarían pasando un buen rato en esta boda.

 

 

Mientras los padrinos e las madrinas se encargaban de la boda Otto andaba en la cocina preparando la torta para la boda, el peliblanco se lo había prometido a la joven pareja que se alguna día iban al altar él les regaladia la torta de su boda. O mejor dicho las tortas el demonio pensaba hacer tres bodas, una para Tau con su sabor favorito, uno para Leah y otra para las dos, también haría tortas decorativas para decorar el entorno.

 

 

OttoBlack andaba moviendo a varios elfos mientras le indicaba lo que tenían que hacer cada uno por suerte tenia buena manera de obra, que le había sido encargado.-A ver enano calienta eso bien y que no se queme el chocolate-decía el Black sin tiempo que perder-Ustedes los del fondo piquen bien esas menta, tanto que queden en polvo pero háganlo suave para que no pierda su sabor –comentaba nuevamente el joven a otro grupo que andaba amansando a las órdenes del peliblanco.

 

 

El tempestad con su delatar de cocinero comenzaba a poner una a una con sumo cuidado las capas de la tortas, con suma delicadeza para que no se cayera todo mientras luego de poner todo en su orden. El peliblanco agarraba un cuchillo y comenzaba a cortas los bordes que sobraba mientras cada cierto tiempo miraba las estaciona donde los elfos trabajaban arduamente a las órdenes del hijo de Goshi, en eso el tempestad sacaba su reloj de bolsillo y miraba la hora-Maburro donde estas Maburro, donde estas elfo del mal-gritaba el demonio mientras un elfo aparecía de la anda frente a Otto-Bien ahí estas donde está mi toddy, quiero mi toddy y lo quiero ahora-comento ordenándole traerle su bebida, mientras seguía cortando partes de la tortas que sobraba hasta que por fin vio como elfo le traía su vaso chocolatozo.

 

 

El chico sin tiempo que perder agarraba el vaso y le daba un fuerte trago-Todyy-dijo en voz de minino mientras que con la mano libre, seguía cortando por aquí y por halla dándole libertad a la idea principal tratándole de darle una buena forma a la torta de la boda.

Editado por OttoBkack

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Soltó un suspiro y puso los ojos en blanco ante el inminente grito, seguidamente alzó un mano y se tapó los ojos. No podía dejar de reírse ante lo que decía su compañera, las palabras eran entre pena, risa y confusión. Un mar de emociones corría por la mujer.

— No voy a ver nada nuevo que no viera con anterioridad, pero respetaré tu intimidad física-visual solo porque estas a hora de casarte. Aunque puedo decir que el día de tu boda fui la primera persona en verte desnuda —sonrió de oreja a oreja y separó sus dedos, viendo de nuevo a la Crouchs.

>>El vestido está en camino, tranquila, aunque Hugo era el encargado de traerlo y espero que no se quedará tomando un par de copas con Evarela. Le advertí a todos los squibs que no le dieran alcohol a ese dos hasta que yo lo ordenara con un movimiento de mano la mandó al baño. Vendré en unos minutos, no te ahogues que no quiero ser el causante de un asesinato por parte de Leah.

Dejó sola a la peliazul, pero no sin antes echarle una mirada de cuerpo completo cuando entró al baño. Dio media vuelta y salió de la habitación, pero antes se vio en el espejo del cuarto y se detalló por un minuto. Llevaba un traje gris del mismo tono de sus ojos grises, con ciertos detalles en los dobleces de un tono más oscuro. La corbata era negra y fina, a juego del par de zapatos. Era un traje bastante sencillo, pero entre sus ojos y el cabello peinado negroazulado peinado hacia atrás llamaba bastante la atención.

Se acomodó un poco la corbata y salió de la habitación, en realidad no tenía ni idea donde podrían encontrarse los demás padrinos. Deambuló por los pasillos desconocidos y se dejó llevar por unas voces que escuchó al final del pasillo. Se encontró con dos de sus compañeros de bando, Zack y Liam, los quieren seguro esperaban a la otra novia. Al percatarse de su presencia saludó a ambos con un gesto y se acercó a ellos.

— ¿No quiere abrir la puerta? —ambos negaron, Liam dándose por vencido y Zack a punto de romper la puerta—. Veamos si esto funciona se aclaró la garganta y tocó la puerta dos vecesLeah, sal o empezaré a gritar como es el vestido de Taurogirl y las sorpresas que tiene preparada para ti. Te doy diez segundos. Uno, dos...

 

Y siguió contando, esperando.

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Los golpes en la puerta la sacaron de su trauma momentáneo, haciendo que alzara la mirada de una vez. Si Tau no era, ¿entonces...? Oh, Liam. Meditó un segundo entre abrirle la puerta o no, pensando que quizás se iría si guardaba silencio. El muchacho la había amenazado y confiaba en su impulsividad, pero también confiaba en la forma en que sabía cuándo retirarse. Sólo que, recién había internado el rostro una vez más en sus manos, cuando un segundo vampiro arribó a su puerta y golpeó mucho más fuerte: Zack. De él sí no estaba tan segura. El Ángel Caído rompería la puerta con un atril si no le abría al instante y aunque ya estaba decidida a hacerlo cuando Pik arribó, era evidente que no estaba lista para enfrentar a ninguno de los tres.

 

Rodó la silla ruidosamente para que no tomaran acciones contra su puerta, que nada tenía que ver con la testosterona que desprendían, avanzando con toda la tranquilidad que no tenía hacia el pomo. Al girarlo, era poco consciente de que estaba en ropa interior y al enfrentar al pequeño grupo de mortífagos, que automáticamente hicieron una revisión de su anatomía, lo pasó por alto. El peinado no se había movido ni un poco gracias a la magia que había aplicado en su creación y aunque estaba radiante, su expresión remarcaba la necesidad de apoyo que requería. No de uno, ni de dos, sino de tres. Familiares, amigos, compañeros de bando, ahora padrinos. Esos hombres eran sus confidentes hacía tanto que sería tonto si se mostrara aunque sea un poco apenada por la falta de ropa.

 

—De no ser porque sus gustos son tan torcidos como los míos, les diría que serán la fortuna de las mujeres, pero hay más hombres en nuestro bando capaces de apreciar tanta... musculatura —comentó, pasando las pupilas por cada uno de ellos antes de tomar asiento y cruzar las largas piernas—. Están perfectos.

 

Desvió la mirada hacia el rostro del Malfoy y perdió el poco color que había recuperado.

 

—¿Está bien, Pik? —era la primera vez que se refereía a su novia en horas y por la forma en que empezó a bailar en la silla, quedó en evidencia su temor—. Oh, Merlín, necesito un trago. Liam, haz el favor de servir algo fuerte y Zack, por el Señor Tenebroso, dime que sabes qué demonios voy a ponerme... Aunque bueno, ¿qué vas a estar sabiendo tú?

 

Jadeó, presa del pánico y volvió a hundir la cara en los dedos.

 

—Soy la desgracia familiar.

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Antes de llegar al Castillo Ivashkov

 

¡Recuerda que has quedado en apenas un par de horas con Valentina! — comentó Faith alzando un poco la voz, sabía que Zurin estaba algo nervioso, y por ello le había ayudado a preparar la ropa que se pondría para la esperada boda. Leah y Taurogirl se casaban finalmente, lo harían en el Castillo Ivashkov, y tanto él como su prometida habían sido invitados al esperado evento, por lo que no querrían llegar tarde — Aquí tienes, la túnica de gala que he encargado para la ocasión — añadió la elfina mostrando una túnica de color azul eléctrico que recientemente había encargado en el Callejón Diagon, se trataba de una prenda bastante elegante, por lo que la acompañaría con unos castellanos negros en los pies y una capa negra, la cual tenía los bordes inferiores del mismo tono que la túnica, causando un curioso efecto.

 

El mago había salido de la ducha en aquel momento, sabía que no le sobraba el tiempo, pero tampoco tendría problemas para llegar a tiempo, aunque no sabía si podría decir lo mismo de su prometida, esperaba encontrarla lista cuando fuese a su casa a recogerla. Nada más dejar la toalla sobre la cama comenzó a vestirse, apenas tardó unos instantes en estar listo para la ocasión, pues tampoco le hacía falta una gran preparación, la túnica y la capa ya hacían parecer que el mago iba elegante, esperaba estar al gusto de su pareja, a la cual no le había contado nada de la túnica, pues ni él mismo sabía cuál sería, lo había dejado a elección de Faith, quien le había demostrado tener un gusto exquisito anteriormente.

 

No te preocupes, llegaré a tiempo sin problemas, ¿no ves lo poco que he tardado en vestirme? — comentó mientras comenzaba a peinarse para dejar su largo cabello listo para salir. Una vez hubo acabado con el cepillo tomó una de las gomillas que tenía sobre la mesilla de noche para poder hacerse una cola, aunque no sabía si aguantaría todo el día con el pelo recogido, pero le apetecía comenzar así la celebración — ¿Qué tal estoy? ¿Crees que esto le gustará a Valentina? — terminó dirigiéndose hacia su elfina, sabía que esta le diría la verdad aunque fuera sobre algo negativo, por eso le resultaba sencillo confiar en Faith.

 

Estás perfecto, la túnica es una de las mejores que he podido encontrar, la capa tiene el largo perfecto tras los retoques que le hice, y los zapatos están limpios y relucientes, ¿qué más quieres? — habló la elfina dejando clara su opinión — ahora quizás deberías ponerte en marcha, recuerda que según llegues a casa de Valentina no tendréis mucho tiempo para moveros hacia la celebración, y no querréis llegar tarde — concluyó tratando de hacer que el mago comenzase su marcha, en algunas ocasiones era demasiado tranquilo con las horas, pues a pesar de gustarle la puntualidad, no caía en la cuenta de que el resto de personas pudieran sufrir ciertos retrasos.

 

De acuerdo, ya me voy, veo que tienes muchas ganas de quedarte sola — comentó riendo mientras salía de la habitación. Sabía que la elfina lo decía por su bien, era cierto que no le gustaba nada llegar tarde a los sitios, y quizás no era mala idea acercarse pronto por la residencia de la pelirroja para poder meterle un poco de prisa en el caso de que no estuviera preparada a su llegada, aunque esperaba que no fuera necesario.

 

Comenzó a caminar con calma por las calles del lugar, en dirección hacia la residencia donde Valentina se estaba arreglando, había hablado antes con ella para quedar más tarde. Justo antes de llegar a la entrada de su hogar hizo aparecer un ramo de flores con un simple «Floreus», quería darle un bonito presente a su pareja, y qué mejor que una bella flor para que casara con la belleza de la chica. Acto seguido llegó hasta la puerta del lugar y llamó varias veces con los nudillos, esperando una respuesta por parte de alguien de la casa, aunque esperaba que fuera directamente Valentina o su elfina quien le atendiesen, pues no debían perder mucho tiempo para llegar bien a la celebración del día.

 

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Editado por Mr Zurin

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— ¿Es que no recuerdas nuestra boda, querida? Creo que nada podría superarla.

Estaba a sólo unos pasos detrás de Juliene, quien parecía comenzar a adaptarse de nuevo a Londres... O quizá no, con ella nunca se estaba seguro del todo. Se ajustó una vez más la corbata, estaba un tanto nervioso. ¿Quién se hubiera imaginado que esas dos terminaran juntas? Por lo menos él no, no lo hubiera hecho ni un millón de años.

— Nada que no se cierto —sus labios se acomodaron en una media sonrisa—. Eres mía, Juliene. Y es hora de que los demás comiencen a tomar ese detalle en serio.

¿Que demonios? Podía casi escuchar la carjada de su esposa antes de que esta terminara de escuchar su respuesta siquiera. La verdad de todo era que los últimos meses habían sido difíciles y no tenía con quién más acudir a aquella boda tan importante. Negó ante el último comentario de la vampiro.

 

No pasaría su día al lado de otro hombre.

 

— ¿Nos vamos?

 

Creía recordar el lugar así que trajo el recuerdo a su memoria, quizá Juliene hacia la mismo ya que parecía un tanto apresurada. La sostuvo con un poco más de fuerza y sin advertirle nada hizo que ambos desaparecieran sólo para aparecer un segundo más tarde a un par de metros del Castillo Ivashkov.

 

— ¿Sabes si Zack estará por ahí? Ese hombre me vuelve loco.

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Castillo Haughton


Los relojes repartidos por las habitaciones del castillo Haughton marcaban las once de la mañana. Buena hora del día para levantarse un fin de semana, e incluso algo más tarde. Sin embargo, Valentina ya se encontraba en pie desde casi que los primeros rayos de sol atravesaron las ventanas de su habitación. Y no era para menos, ya que en apenas una hora más se llevaría a cabo uno de los acontecimientos más importantes para la comunidad mágica en los últimos tiempos, evento al que numerosos magos y brujas reconocidos acudirían.

La boda de Taurogirl Crouchs y Leah Ivashkov. Líder mortífago y segunda de a bordo en la Marca Tenebrosa. Ambas con trayectoria profesional intachable dentro del Ministerio y muy populares entre la gente, tanto por sus poderes mágicos como por la carisma que van derrochando por donde pasan. Tanto ella como su novio habían recibido varios días antes la invitación del enlace matrimonial entre ambas mujeres. Una boda que se llevaría a cabo en el castillo familiar del que Leah era matriarca, prácticamente improvisada teniendo el poco tiempo de antelación del que habían disponido para prepararlo todo.

Un buen baño con algunas flores aromáticas silvestres traídas por la propia Ellie fue el primer paso que dio Valentina para comenzar la mañana. Hasta su piel iría perfectamente hidratada para la ocasión, pues la ropa elegida dejaba ver buena parte de su piel, aprovechando que el frío ya había desaparecido. Tras ello, uno de los sirvientes de la familia se había encargado de maquillarla con tonos no demasiado fuertes, puesto que se trataba de una boda de día, y dejando relucir a la perfección sus preciosos ojos color miel. Otro más fue el elegido para trabajar con la cascada roja que portaba como cabello. Tras mucha indecisión, finalmente ambos se decantaron por un recogido bajo de las ondas de su pelo con mechones delanteros y flequillo sueltos. Éste iría adornado por algunas sutiles flores plateadas.

En aquel instante, la pelirroja se encontraba cubierta únicamente por su ropa interior y un fino camisón de seda color esmeralda. Llegaba el momento de colocarse el vestido que tantas horas de búsqueda le costó para encontrarlo. Tardes enteras paseando por el Callejón Diagon y algún que otro pueblo cercano. Ellie, y sobretodo sus pies, eran buen testigo de aquello.

¿Crees que será buena opción? —preguntó nerviosa a su fiel amiga.

¡Por supuesto! No cabe duda, señorita. Será usted la más bella flor del lugar, después de las novias —contestó Ellie sin dudar en sus palabras.

Pero ya sabes. Mucha gente muy respetada del lugar acudirán, y yo soy una recién llegada. No quiero que opinen que no soy digna de compartir cubiertos con ellos... ¡y encima me presentaré de la mano de un Warlock!

¿Desde cuándo a la señorita le ha importado lo que piensen de ella? —rebatió sorprendida—. Nada de dudas ahora. Créame, va a estar estupenda, de la mano de un chico guapo y va a causar sensación. Además, usted también se ha hecho su propio hueco entre tanta persona destacada, ¿no? ¡Pues no hay nada que temer! —terminó con una sonrisa sincera.

Tal vez tengas razón y me esté preocupando demasiado. Bueno, tráelo aquí, es el momento —señaló refiriéndose al vestido de gala.

La elfina abrió el armario y de él sacó un precioso vestido largo en tonos claros. La parte de arriba, en color crema con adornos en relieve, poseía un escote en uve y una apertura por toda la espalda. Todo se fusionaba perfectamente para dar paso a una falda aguamarina de tela fresca y con un vuelo. Con cuidado, fue colocándoselo a su dueña, terminando de conjuntarla con los tacones, un colgante pequeño, una pulsera y pendientes largos, todo a juego con el color del top.

Y para terminar, el broche final —añadió mientras colocaba en su dedo anular de la mano izquierda el anillo de compromiso que no mucho tiempo atrás le había regalado Zurin—. Maravilloso, ¡maravilloso! —exclamó—. Es toda una preciosidad.

La chica se miraba al espejo de su habitación sin creer que era ella misma. En un momento, había pasado de ser una joven simplona a parecer toda una princesa. Con una sonrisa de oreja a oreja, agarró el bolso de mano y giró un par de veces para ver la caída de su vestido. Entonces, el sonido amplificado de unos nudillos golpeando la puerta del castillo interrumpió en sus oídos.

Seguramente se trate de Zurin. Ya casi es la hora de la ceremonia. El tiempo pasa rápido. Venga, le acompaño a bajar las escaleras.

Y ambas mujeres se dirigieron hacia el vestíbulo para recibir a quienquiera que estuviera llamando. Ellie se adelantó para abrir el portón, así evitaría que Valentina tuviera que hacer fuerza subida en los tacones. Al abrirla se topó con un apuesto y elegante mago que portaba una túnica de gala azul eléctrico impecable. La elfina se echó unos cuantos pasos para atrás para que la muchacha pudiera recibir a su pareja como era debido.

¡Cielo! Estás precioso —dijo mientras se acercaba para besar sus labios, tal y como solían saludarse—. ¿Esto es para mi? Muchas gracias —pronunció mientras recogía un hermoso ramo de rosas y lirios que entregó a Ellie para que la pusiera en un jarrón con agua.

Felicidades por su ascenso —entonó la elfina sin querer perder la oportunidad de elogiarlo por su nuevo trabajo de consejero del ministro.

Bueno, ¿qué tal? Espero que te parezca bien el vestido que finalmente he, bueno, hemos elegido —comentó girándose hacia su sirvienta—. ¡Oh, cielos! Mira qué hora es. Será mejor que nos movamos cuanto antes. Ellie, que te vaya bien en el día de hoy. Espero que mi madre no tarde mucho más en salir hacia el castillo. Cualquier cosa, dile que me he ido.

Y, tras ver asentir a su elfina, agarró a Zurin de su brazo izquierdo. En unos instantes, ambos desaparecieron de los jardines del castillo Haughton para aparecerse a unos cuantos metros del hogar de los Ivashkov. Caminaron hasta encontrarse con unas enormes puertas abiertas que daban paso hacia el jardín perfectamente cuidado.

Bueno, ya estamos aquí. ¿Hacia dónde nos dirigimos? —le preguntó a su acompañante esperando a su reacción para continuar andando.

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Editado por Valentina Ricci

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A pesar de que la espera había sido corta, lo fue aún más cuando Leah, en el interior de aquella habitación, sintió la presión de un mago más dándole tiempo para salir antes de que comenzara a revelar detalles sobre el vestido de Taurogirl. Se suponía que ese último estaría con la líder Mortífaga, asegurándose de que estuviera tan impecable como quedaría Leah en un rato por obra de… Voldy, pues al menos Zack no tenía talento para el maquillaje o vestimenta femenina. De hecho, probablemente ninguno de los tres tuviera dotes para lo que necesitaba la novia. Puro macho, cero mar!coteo.


—Tendremos que aprender de tus métodos para ejercer presión, Pik. Bien hecho — Comentó mientras ingresaban a la habitación, pues finalmente Leah se había tomado la libertad de recibirlos. Sus vacilaciones absurdas se quedaron a un lado, pues ella misma sabía que los necesitaba para ese momento. Zack se apoyó en una pared cercana a la ventana mientras la fémina se dirigía al trío, dándole instrucciones. Cuando llegó su turno, tuvo que contener una carcajada.


—¡Por supuesto! Tu vestido es perfecto. Está allá— señalo una esquina —, junto a mi título de profesional en corte y costura — finalizó su sarcasmo rodando los ojos y negando con su cabeza. No podía creer que los nervios desubicaran tanto a su prima — Se suponía que ya tendrías todo eso listo. O al menos que fueras solicitado la ayuda días antes, no justo ahora cuando faltan minutos para que des el sí — añadió mientras repasaba los rostros de los otros dos hombres. Ellos seguramente tendrían una idea de qué trapo brillante ponerle.


—Eso no importa — replicó tras escuchar el último comentario de su prima —Ahora necesitas arreglarte y casarte. Luego puedes seguir haciendo lo tuyo… ser una desgracia para el apellido Ivashkov — Bromeó reflejando una sonrisa condescendiente y parpadeando repetitivamente —Ya. En serio. ¿No tienes un vestido? — Cuestionó ahora sí, retomando la seriedad y empezando a preocuparse.

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-No, no tengo un vestido -admitió finalmente, alzando la mirada para ver la expresión seria de Zack-. O sea, creo que sí, no estoy segura. He estado pensando tanto y a la vez en nada que ya no sé lo que tengo y lo que no.

Abandonó la silla de un salto, modelando su cuerpo semi desnudo al trío de padrinos, que incluía a uno de Tau, buscando algo en la habitación. Técnicamente no sabía qué era lo que trataba de ubicar, puesto que no era el lugar donde solía dormir, pero algo encontraría si daba vueltas de un lado a otro. O al menos esa era su esperanza. Sobre la cama estaba esparcida la joyería que usaría y se dedicó a ello, frunciendo el ceño ante una incógnita que empezó a rondar su mente.

-Uhm... No sé si deba casarme de blanco.

Lanzó una mirada atrás, cayendo en cuenta de que los tres habían sido víctimas de sus días de soltera y soltó la primera risita real.

-Igual no creo que nadie lo note.

La lencería ceñida a su piel era blanca y los pendientes eran plata, al igual que la pulsera que había puesto en su muñeca, así que por esa razón lo había considerado. Su prometida se había encargado de borrar el pasado con palabras y acciones. Muchas acciones que incluían a sus cuerpos. Así que le habría sentado mejor casarse de rojo. Sus pies descalzos pero enfundados en unas largas medias blancas que llegaban al muslo la llevaron a la ventana. Desde ahí nadie podría verla, aunque ella logró divisar varias cabezas empezando a llegar.

"Ya pronto vas a dar el sí". Tragó saliva, llevándose la mano izquierda a la frente y el frío tacto del anillo de compromiso la regresó a la realidad. Sus ojos viajaron por la curvatura de plata y se centraron en el zafiro que estaba ahí, reluciendo a la luz del día con la misma intensidad que había tenido al poner uno igual tanto en su mano como en la de Tau. Era como haber plasmado la hermosa sonrisa de la líder en una joya. Sonrió de vuelta, recuperando la compostura tan solo pensar en el rostro de la mujer y se giró para ver a los hombres.

-Vale, esto es lo que haremos. Necesito que bajen y atiendan a los invitados, sino la fiesta terminará siendo en mi habitación. Alguien que encuentre a Cissy o a Juliene, ellas sabrán qué ponerme.

Pestañeó.

-El trago sigue en pie, así que rápido antes de que me arrepienta. Hoy vamos a ponerle mi apellido a la líder.

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