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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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Una de las primeras noticias que escuché tras mi llegada fue que mi bisnieta se había casado con una joven Macnair, y lo peor es que no había sido invitada. Lo cierto es que probablemente sí habían tratado de contactarme, pero al encontrarme en el extranjero tratando de evitar a Pik localizarme se volvía una tarea sumamente difícil. Me llenó de pena saber que había perdido la oportunidad de presenciar tan único evento, las bodas entre mortífagos eran escasas y cuando se daban toda la marca celebraba la antigua ceremonia que solo los de su bando conocían. De todos modos no podía dejar de presentar mis respetos a las recién casadas, apenas me enteré supe exactamente qué es lo que les regalaría.

 

Ese era el motivo para mi visita al Castillo Ivashkov aquel día, era la primera vez que pisaba aquellos terrenos puesto que era una familia relativamente nueva, pero mortífaga al fin. Ataviada con una túnica morada de ribetes negros, el cabello suelto en prolijas ondas y una pequeña caja rectangular en mis manos, así me acerqué hasta la entrada principal donde tras golpear un par de veces aguardé a ser atendida.

 

- Mi señora ¿en qué puedo ayudarla? – me increpó el elfo que respondió mi llamado.

 

- Deseo ver a mi nieta, Tauro, y a su mujer Leah… - repliqué en un siseo despectivo mientras que trataba de atisbar el interior de la morada.

 

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Era extraño cuando alguien tomaba a los Squibs del castillo por sorpresa, obligando a los elfos personalez de los patriarcas a hacerse cargo de sus labores y fue precisamente por ese motivo, que ya lista para ir al comedor, alzó una ceja hacia el vestíbulo. Lune, uno de sus elfos más antiguos, recibía a una visita mientras los criados centraban su atención en la comida y por cosas de la vida, era alguien a quien no esperaban.

Con un gesto que señalaba a la paciencia, puesto que iba a ausentarse un momento, la rubia avanzó por la sala y asomó la cabeza por la puerta para ver a Alyssa. La mujer intentaba mirar adentro por encima de la alta criatura de su propiedad, lo que le arrebató una sonrisa. Pocos días antes había escuchado sobre el retorno de la Triviani a Ottery, por boca del hombre que ella consideraba su mejor amigo. Pero lo relevante no eran los chismes de Pik, sino que esa mujer era algo muy cercano a una suegra... o segunda suegra.

-Bienvenida al castillo Ivashkov -saludó al dejar atrás la habitación, aún en su vestimenta más casual-. Pasa adelante. Lune...

No tuvo que decir más, el elfo voló de inmediato escaleras arribas sin hacer nada más que temblar un poco. Para ese entonces, ella ya había llegado con la pelirroja que en algún momento había sido su tía adoptiva..

-Tauro está ahí dentro junto a Lyra, estábamos a punto de pasar al comedor, me.gustaría invitarte si gustas.

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Por suerte no fue mucho lo que tuve que esperar, el elfo en cuestión ni siquiera había respondido a mi demanda cuando vi aparecer tras la criatura a una de las mujeres que estaba buscando. Recordaba a Leah aunque vagamente, más que nada la conocía por su status actual en la Marca ya que se había convertido en una mortífaga muy poderosa, encontrándose en el selecto grupo de los Altos Rangos. Pero en realidad no había conseguido olvidar su rostro desde aquel ataque terrorista que habíamos sufrido a manos de los muggles, pues ella había sido una de las que estuvo conmigo en aquel horrible incidente.

 

- Muchas gracias – repliqué dedicándole una sonrisa – Agradezco que me reciban sin previo aviso, abría mandado una lechuza pero lo cierto es que esperaba poder sorprenderlas.

 

Seguí a la Ivashkov quien me guiaba por el lujoso vestíbulo de su castillo, el estilo era sin duda exquisito siguiendo la innegable influencia de todas las familias tenebrosas. Al parecer estaban preparándose para comer y me sorprendió ver a Lyra allí también, sonreí con más ganas aún al ver a la bruja pues ella era lo más cercano a una madre que había tenido aquí en Inglaterra.

 

- Tauro, Lyra… - les saludé con una leve inclinación – Que gusto verlas, lamento mucho la interrupción pero es que quería sorprenderlas… - repetí esta vez en presencia de la Crouchs – Supe de su boda y quise traerles un obsequio para ambas, una tontería tal vez pero que espero les sea útil – dicho esto deposité la pequeña caja sobre la mesa, recubierta con terciopelo negro y el escudo de la Triviani grabado en plateado sobre la tapa.

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—Es una grata sorpresa —replicó divertida, siguiendo a la Triviani en dirección a la sala donde tanto su esposa como su cuñada seguían esperando—, además, no todos los días tenemos visitas que valgan la pena. Últimamente hemos tenido muchas visitas molestas por parte de los odefos infiltrados en el Ministerio de Magia, pero los han echado a todos y ahora estamos algo tranquilos.

 

Cortó la conversación de forma sutil al alejarse directamente al bar, donde sirvió un trago de Whisky de Fuego tan perfectamente bien que se podía cuestionar su aparente sobriedad. Estaba tan concentrada, que escuchar la mención de su boda la tomó otra vez fuera de base en los cinco minutos que habían transcurrido desde la llamada a la puerta. Por un momento sintió remordimiento al no haber invitado a la mujer y luego, casi de inmediato, recordó que técnicamente sí lo habían hecho. Pestañeó y se giró, notando que Alyssa no parecía enfadada en absoluto.

 

Sus ojos esmeralda viajaron directamente a la caja de terciopelo, donde reconoció de inmediato el escudo de los Triviani y luego se posaron otra vez en ella. Era muy mala para reaccionar a esas cosas y se notó por la forma en que se acercó a ella, tendiéndole el trago sin mirar demasiado el regalo. Y es que estaba apenada. Sin embargo, la caja era tan llamativa que no pudo evitar volver a mirarla y mucho menos el movimiento casi involuntario de su diestra, la cual acarició casi con cautela la suave superficie del empaque.

 

—Muchas gracias, Alyssa. Aún no lo he abierto pero sé que será mucho más útil de lo que creemos —la miró de reojo y luego bajó la cabeza—. Muchas gracias de verdad. Cabe destacar que enviamos una invitación a todos los mortífagos, sólo supongo que no la has recibido, pero es otra historia. Me habría gustado que vinieras.

 

Compartió una mirada con Tauro y con Lyra, casi como si pidiera permiso antes de hacer lo que debía por curiosidad y luego separó la caja de su pequeño pestillo, descubriendo lo que había en el interior.

 

—Vaya —exclamó, maravillada.

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Sentí que muchas cosas se habían juntado en tan solo un instante. Tauro por fin bajo y le devolví el abrazo, sin saber como escapar del tema de no haber estado en la ceremonia.

 

-Lamentó no haber estado ahi, he escuchado que fue una ceremonia preciosa, hermanita.- Respondí.-Estoy bien, no ha habido novedades todavía, excepto el haberme postulado a un nuevo puesto, pero mejor no me ilusiono hasta ver los resultados.

 

Lo cierto es que no quería aburrir a Leah nuevamente con la misma historia. Miré a mi hermana fijamente, se veía bastante bien, por lo que no había duda alguna que su esposa la estaba tratando muy bien.

 

-No tengo que preguntarte cómo te ha ido, hermanita. Te veo bastante bien.- Comenté.-Gracias por cuidarla tanto, Leah.

 

Mi cuñada había preparado rápidamente una bandeja con algo sencillo para mi hermana, pero el squib de antes llegó en ese momento a avisar que ya estaba la comida. No pude disimular que tenía también algo de hambre.

 

Mi cuñada salió por unos instantes, regresando con otra visitante. Me sorprendió ver a Alyssa y sonreí, era de las pocas personas de las que todavía conservaba un buen recuerdo en la Marca. ¿Cuál era su relación con Tauro? Miré a mi hermana con curiosidad, tendría que contarme esa historia.

 

-Alyssa, bienvenida. No interrumpes, prácticamente acabo de llegar también.- Comenté.

 

Vi el regalo que les traía y no pude evitar sonrojarme. Todavía no les tenía ningún regalo, no podía encontrar nada que compensará el haber tardado tanto en llegar. Leah había abierto la caja mientras tanto y me dio curiosidad.

 

-¿Qué es el regalo, Leah?- Pregunté, mientras levantaba un poco la cabeza para ver, pero mi cuñada la tenía tapada de forma que solo ella podía verlo.

 

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@@Alyssa Black Triviani

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Recibí de buen grado el trago que me ofrecía Leah, lo cierto es que me apetecía más el alcohol que algo de comida en estos momentos. Mojé mis labios al tiempo en que me sonreía ligeramente al ver la curiosidad plasmada en el rostro de la Ivashkov, sus dedos volaron hasta la caja acariciando suavemente su superficie. Mi sonrisa se acentuó aún más en cuanto escuché su comentario sobre la invitación a la boda, claro que me había ofendido apenas me enteré pero fue poco después que encontré la tarjeta que habían dejado en el castillo durante mi ausencia.

 

- Y a mí me hubiera encantado poder estar aquí – repliqué – La invitación llegó a la Triviani pero yo no estaba allí, y desafortunadamente no había nadie que pudiera contactarme en esos momentos.

 

Podía notar que la intriga estaba a segundos de vencer a la mortífaga, me divertía ver como su mirada no podía escapar de la caja por más de unos segundos antes de volver a concentrarse en ella. Cuando finalmente la abrió y vi el asombro reflejado en su rostro me llené de pura satisfacción, sabía que había acertado. En el interior de la caja yacía una almohadilla roja, también de terciopelo, sobre la cual descansaban dos colgantes de plata; ambos consistían en un dije ovalado con un gran diamante incrustado, enmarcados por un intrincado diseño que resaltaba la pureza de aquella gema.

 

- Son amuletos de presencia – repliqué ante la pregunta de Lyra – Aland y yo tenemos unos muy similares – agregué llevando involuntariamente la mano hasta mi cuello donde acaricié el medallón esmeralda que destacaba contra mi pálida piel – Los amuletos de presencia permiten a sus portadores saber en todo momento dónde y cómo está la persona con la cual está conectado, siempre y cuando lo lleves puesto. De ese modo siempre sabrán donde encontrarse, si necesitan ayuda, si es que están heridas o en peligro, así como también sabrán cuando la otra este bien, a salvo y feliz.

 

Tanto Tauro como Leah permanecían sumidas en un profundo silencio, ambas concentradas en los diamantes que yacían dentro de la caja. Me sonreí una vez más y mientras que les permitía procesar mis palabras hice aparecer mi daga de plata en la diestra, el arma que siempre me acompañaba aparte de mi varita.

 

- Les mostraré como funciona… ¿Leah me permitirías tu mano por favor? – le consulté extendiendo la izquierda hacia ella.

 

Luego de lanzar una significativa mirada a Tauro, la Ivashkov finalmente extendió su diestra hacia mí aunque aún con cierto recelo. La tomé y con la daga realicé apenas un pequeño corte en su dedo índice, luego lo giré hasta colocarlo sobre uno de los diamantes presionando ligeramente para conseguir que una gota de su sangre callera en él. La gema se iluminó ligeramente y absorbió el espeso líquido formando un denso remolino en su interior, así por una fracción de segundos hasta que al final acabó por convertirse en un bello rubí.

 

- Muy bien, este será para Tau… - dijé al tiempo en que soltaba la mano de Leah y me giraba para encarar a la Crouchs – Ahora necesito la tuya.

 

Repetí el mismo proceso con ella solo que esta vez el diamante mutó hasta convertirse en un aguamarina, con su claro color celeste pero de notable intensidad muy similar al cian. Solté su mano y dejé que ambas curasen las pequeñas heridas que había realizado en sus dedos, mientras tanto limpié la daga haciendo que volviera a desaparecer. Me acerqué hasta la líder mortífaga y corrí su cabello de modo que pudiera tener accesibilidad a su cuello, acto seguido tomé el colgante del rubí y se lo coloqué con suma delicadeza. Lo mismo hice con Leah colocándole a ella el del aguamarina, y en el momento en que acabé pude notar por la expresión de sus rostros que los amuletos funcionaban.

 

@ @ @@Lyra Katara Selwyn

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Luego de responderle que se encontraba perfectamente y que la había extrañado en la cama, tomó el plato que su esposa le entregaba con más entusiasmo del que ella esperaba. La tostada fue la primera en ser la víctima de Tauro, quién la terminó muy pronto y seguía con hambre, después fue el turno del queso y el delicioso jugo cítrico. El detalle de la rosa tampoco lo pasó por alto y cuando terminó de comer, dejando apenas algunas de las frutas, la acercó a su nariz para olerla.

 

— La verdad es que me ha cuidado muy bien, hace mucho que no me sentía tan feliz, sino sabes que nunca hubiese dado este paso tan grande —le explicó a su hermana, aunque se le notaba demasiado — Siento que por fin las cosas están como deben ser y con tu llegada lo completa.

 

— ¿Tan pronto ya? —la comida ya estaba lista y más emocionada que sorprendida, observó su plato casi vacío, pero la peli-azul también era conocida por su apetito voraz y eso su esposa lo sabía — Vamos Lyra, hoy te sientas en el puesto principal, eres nuestra invitada de honor —Tauro se puso en pie para ir hacia el comedor, pero en ese momento alguien llamó a la puerta y Leah, como buena Matriarca que era, salió a atender a la visita.

 

— Podemos irnos adelantando, la esperaremos allá sentadas —su frase quedó a medias pues Leah ya se encontraba de regreso y nada más y nada menos con: —¡Alyssa! —la desaparecida bruja Triviani no se había dejado ver desde hacia mucho tiempo, aunque nada comparado con su hermana gemela, eran dos gotas de agua completamente idénticas —¡Pero qué sorpresa! Siento que de haberlo planeado no habría salido tan bien —rió.

 

— ¿Un obsequio? No te hubieras molestado —pero ya Leah estaba con el regalo en las manos y ahora también sentía curiosidad por saber lo que había en su interior, al igual que su propia hermana. ¿Sería algo de familia?

 

Fascinada escuchó la explicación de Alyssa, ya de por sí con sólo ver los amuletos pensó que era un detalle muy bonito de su parte, a pesar de no mantener una comunicación muy constante el que hubiese pensado en ellas y lamentar no haber estado en su boda, hablaba muy bien de ella. Parecía ser algo muy importante si tanto su gemela como ella compartían un objeto similar. Ni Tauro ni Leah se atrevieron a interrumpirla, fascinadas con el relato deseaban que les contara más.

 

— Wow, ¿es correcto andar con eso por ahí? —bromeó al ver la daga. Confusa vio como Leah se dejaba tomar la mano y aunque tenía una leve sospecha de lo que venía, apenas vio la sangre de su amada mancharle el dedo sintió una punzada que la puso alerta de inmediato, despertando su instinto por protegerla y eliminar todo aquello que le hiciera daño, pero al tratarse de Alyssa se controló. Lo que sucedió a continuación ni ella misma se lo esperaba, pero entonces entendió lo que pretendía hacer la Triviani. Le devolvió una sonrisa a Alyssa, entregándole voluntariamente su dedo para que repitiera el proceso.

 

Tauro tomó entre sus dedos la gema, admirándola por varios segundos mientras le colocaban el collar en el cuello y el pequeño rubí descansaba sobre su pecho. Lo acarició con cuidado y pudo sentir una fuerte conexión entre ella y su esposa. Ambos amuletos brillaron intensamente por un breve momento y luego recuperaron su color.

 

— No sé qué decir —la voz se le quebró un poco, por lo que continuó hablando — Es asombroso Alyssa, jamás se me habría ocurrido obtener algo así y el que nos hayas dado este regalo a Leah y a mí... Significa mucho, no sabes cuanto —su mirada se cruzó con la de su esposa y de nuevo sus manos se encontraron para entrelazarlas — Muchas gracias, te aseguro que no me lo quitaré nunca, o alguien aquí presente es capaz de treparse al techo —soltó una carcajada.

 

— ¿Si te quedarás a comer con nosotras, cierto? Después de todo te has tomado el trabajo de venir hasta aquí, no puedes rechazarnos la invitación.

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Separó los labios para responderle a Lyra, pero Alyssa se le adelantó y gracias a Merlín que fue así, porque ella misma no había tenido ni idea de qué era lo que estaba admirando. Sus dedos curiosearon el collar casi con miedo a romperlo, antes de alzar la mirada para encontrarse con los ojos de Tauro. Era una cosa preciosa y la Triviani, ni por asomo, podía imaginarse lo que le acababa de regalar a la matriarca de los Ivashkov. Solía ser protectora y muy servicial en base al estado de ánimo de la líder mortífaga, pero ahora no tendría que poner tanto empeño en saber esas cosas, simplemente las sentiría.

 

—¿Mi...? Oh, vale.

 

Titubeó ligeramente al pensar en que iba a hacerle un corte, pero acabó por entregarle la mano a la pelirroja sin oponer resistencia. En respuesta, fijó los ojos en Lyra.

 

—Ahora podré cuidarla mejor, cuñada —esbozó una sonrisa que apenas y flaqueó debido al dolor del corte, pero no miró en ningún momento. Si había algo que odiara, era su propia sangre—. No dejaré que haga las locuras que siempre quiere hacer, ahora sabré dónde va a estar en todo momento.

 

Sólo por saber qué estaba pasando y aunque perdió todo el color al ver, se centró en lo que hacía Alyssa con su dedo. Por un momento pensó que la gema estaba absorbiendo el color de su sangre, razón por la que había quedado rojo al final, pero pronto vio cómo el fuerte color vinotinto era reemplazado por un rojo bastante llamativo. Ese rojo que le apasionaba y que llevaba consigo tanto en la Ivashkov como en la Atkins, sobre todo en la decoración. Sorprendida, mantuvo la mirada en la daga para ver el proceso de Tauro con más atención.

 

Palideció un poco más cuando miró la sangre de su esposa salir por el pequeño corte en el dedo y por poco se olvida de lo que estaban haciendo, saltando para detener a Alyssa, pero al final se las arregló para esperar. Y fue ahí cuando lo comprobó. La gema adoptaba el color que las definía, puesto que ese azul era el que Tau tenía en el cabello. Sonrió complacida y maravillada a un punto de éxtasis, mientras pensaba en un Curación para cerrar los cortes de los dedos de ambas. Cuando Alyssa llegó a ella, se giró para dejarla poner el collar y esperó, sintiendo casi de inmediato lo que pasaba con Tau.

 

—Esto es una cosa increíble —exclamó, con la emoción aún a flor de pie, tomando la mano de la peli-azul como si estuviera mucho más conciente de su presencia—, es perfecto. No sabes cuánto te agradezco por el detalle, Alyssa, es grandioso —contra todo pronóstico, se atrevió a abrazar rápidamente a la Triviani antes de dedicarle una amplia sonrisa—. Como se lo quite prometo enviarte fotografías de su prisión.

 

Un Squib apareció en ese momento, algo acalorado por todo lo que habían estado haciendo en el comedor y con señas, muy respetuoso, indicó que ya todo estaba listo para ir a comer.

 

—Se quedará, por supuesto —en ese momento, no había derecho a réplicas—. Lyra, vamos, debemos brindar por tu llegada y el cambio en el árbol genialógico. Con algo de suerte, Zack aparecerá con el mugroso de mi sobrino. Alyssa, síguenos, es un castillo algo grande pero no es muy lejos.

 

Feliz con su nuevo collar aguamarina, avanzó llevando a las tres mujeres por el pasillo y las guió hasta la sala comedor, donde había tanta comida esparcida de forma elegante sobre la mesa que bien podría haber sido una gala de Hogwarts. Todas las carnes, todas las guarniciones, todos los tipos de bebida. Todas colocadas del mismo lado de la mesa, ya que era tan larga que podría haber albergado, otra vez en comparación, a toda la población estudiantil del colegio mágico. Tomó asiento junto a Tau y al tomar la copa, se llenó inmediatamente de vino tinto.

 

—Por ustedes, Lyra, Alyssa —brindó.

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Escuché la explicación de Alyssa sobre los amuletos de presencia. Parecían ser muy útiles, pero era obvio que necesitaban tener una conexión muy fuerte con la persona que tenía el otro.

 

-Son muy bonitos y muy útiles.- Dije al ver los movimientos que hacia en ambos, con tan solo una gota de sangre de cada una, sonriendo ante el comentario de Leah.-Lo sé, cuñada linda. Aunque espero que Tauro nunca se lo quite o como acaba de decir, hará que te preocupes de más.

 

Nos dirigimos hacia el comedor, donde ya estaba la mesa puesta. No pude evitar ruborizarme un poco al escuchar el brindis de Leah, tratando que no se me notará mucho en el rostro. Me había hecho sentir como en casa, una sensación que no tenía desde hace mucho tiempo, desde antes de dejar esa familia que ya era solo un recuerdo.

 

¿Acaso habia llegado esta vez al lugar correcto? Solo el tiempo lo diría. Levanté mi copa emocionada, tratando de que mi voz se escuchará calmada.

 

-Yo brindo por ustedes también. Les agradezco que me hayan aceptado.- Mencioné.

 

Paso algo muy extraño en esa ocasióon, por primera vez me había quedado sin palabras.

 

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El solo ver la expresión de sus rostros bastó para provocarle un gran regocijo. Quería darles algo que no fuera un adorno más en el montón, o tal vez un gesto que pasara desapercibido, quería darles algo que de verdad les fuera útil y valioso. Por lo visto lo había conseguido. La Black sonrió complacida ante los agradecimientos de ambas, aunque se quedó petrificada ante el repentino abrazo de la Ivashkov; solo fue por unos escasos segundos, luego se relajó y dejó escapar una risa desestresante devolviéndole así el gesto.

 

- Me alegro que les haya gustado – comentó con una cálida sonrisa en los labios – Y claro, me encantaría quedarme.

 

Junto con Lyra siguió a la feliz pareja hasta el comedor, allí una larga mesa las esperaba repleta de comida y bebida, tanta que era ya sabido que jamás podrían acabar con ella solo entre ellas cuatro. Una vez allí alzó su copa y correspondió al brindis que realizó Leah, entrechocaron los cristales y todas juntas a la vez se llevaron la bebida a los labios.

 

- Es un hermoso hogar el que han construido – comentó la Triviani contemplando su entorno - ¿Aquí es donde celebraron la boda? Cuéntenme un poco sobre cómo fue…

 

De verdad estaba intrigada, a la Black le encantaban aquel tipo de eventos sociales. Era una romántica empedernida, aunque se esforzara por ocultarlo, y poder ver la celebración del amor en su máxima expresión era una oportunidad que no le gustaba perderse.

 

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