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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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"Me pasas tú, Akiza..."

 

Esas palabras me llegaron a a lo mas profundo de mi ser, mi corazón volvía a latir a mil por hora, mis mejillas volvieron a lucir ese color carmesí que me caracterizaba, me estremecí por las caricias que me proporcionaba Mery, haciendo que mi piel se ponga carne de gallina, conecté una vez con la mirada de la bruja, sentí que pasaron horas con esa conexión con ella. Comencé a pensar cuando sucedió, el cariño hacia la chica aumentó a cada momento que la encontraba, por cualquier motivo, se dio cuenta que sentía algo muy especial, y sin duda alguna no era una simple amistad, era algo más fuerte y contundente.

 

Cogí una de las manos de Mery, y entrelacé con la mía, con mucho cariño cómo si no la quisiera romper, ya que la veía cómo un tesoro. Acerqué mis labios hacia su oído izquierdo.- ¿Sabes? Tu también me gustas...desde esa vez que nos vimos...hiciste que algo creciera en mi...No sabía que iba a pasar...y me alegro que las dos sintamos lo mismo.- susurré en su oído, y me arriesgué dándole un beso tierno en su cuello, esperaba que no se asuste o se sienta incómoda.

 

No quería avanzar muy rápido, primero porque a pesar de que sabía sus sentimientos, quería respetar el espacio de Mery, la que más quería, y segundo, había que pensar en que era lo que le sucedía.Su salud era lo más importante para mi en esos momentos.- Me siento muy feliz al haberte conocido, en ese bar...y que estés en mi vida...¿Me permites estarlo? ¿Me permites estar en tu vida?.- pregunté con mucha emoción mirándola sin quitar la conexión en su mirada.

 

@@Mery Gaunt Karkarov

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Se dejó llevar del brazo de Tauro, como acompañante. Avanzó por el pasillo con calma y con la frente en alto, seguida por el suave sonido de la capa de lana verde al arrastrarse por la alfombra. Los murmullos se acallaron en el mismo instante en que aparecieron, todos los ojos estaban puestos en Tauro y Leah, y ellas no desviaban la vista la una de la otra, completamente embobadas. Beltis contuvo la sonrisa burlona ante aquella escena tan azucarada.

 

El compromiso era algo que admiraba y podía comprender. Esa celebración no era más que un mensaje, una firme declaración de propósitos ante la familia y amigos. Todo el simbolismo de la celebración, la fiesta, los vestidos no hacían más que ayudar a manifestar aquella férrea decisión. Como tradición era algo respetable, incluso tenía en sus detalles un dejo de belleza que costaba entender, místico y atemporal.

 

Alcanzaron a Leah y dejó a Tauro con ella. Sonrió con sinceridad. Ahora tendría que ser Leah quien compartiera la vida con su hija.

 

<<Luego le deseo suerte. Pobre.>>

 

Tomó su lugar frente a todos en el altar, lista para sellar aquella promesa. Aclaró su garganta

 

- Nos hemos reunido para ser testigos de la unión entre Leah y Taurogirl, dos personas sumamente importantes para nosotros. Hoy han decidido prometerse felicidad, fidelidad...amor.

 

Escucharse la voz tan clara y segura pronunciando esas palabras le resultaba, por lo menos, extraño. En ese punto de su vida había logrado comprender que el amor era una magia poderosa, acaso la más. ¿Había estado Dumbledore en lo correcto? Tal vez había acertado, a pesar de su locura.

 

- Ningún hechizo tiene el poder de esta simple promesa, la de unir vidas de forma duradera. Una promesa que hacen hoy y que se renovará día a día en las más pequeñas cosas y que podrá atravesar tempestades. Una unión que las hará más fuertes y más grandes, más felices e indestructibles, si están dispuestas.

 

Hizo aparecer un fino lazo de plata, antiguo y lleno de significado. Se acercó a la pareja y las rodeo con la ligera cadena por los hombros y brazos. Anudó si forzar, no quería que fuese imposible de quitar, no pretendía que tropezaran con él.

 

- Los anillos -mientras se acercaban con ellos, prosiguió-. Leah Ivashvok y Taurogirl Crouchs, ¿prometen amarse y ser fieles la una a la otra por toda la eternidad?

 

Era el momento del intercambio de argollas junto a los votos. Estaban ante el momento más importante de la ceremonia. Algo se removió en lo más profundo de su ser. Una emoción inexplicable que nacía ante la felicidad de su hija.

Editado por Beltis

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—¡Por el Señor Tenebroso! —el susurro destiló gravedad, denotando la preocupación por sobre el fastidio que de pronto la había sumido. Sus pasos se detuvieron en seco justo en el medio de la oscura habitación, con las ventanas tapiadas cual asilo de un demente, ante aquel reloj colgante tan antiguo como ella misma. Los nervios la obligaron a rascarse la barbilla, consternada, presa del incesante tac tac que daba el segundero a medida que avanzaba, y perdida en sus rebuscados pensamientos.

 

Al cabo de unos segundos, cuarenta y ocho si no había contado mal, algo despertó su ensimismamiento. Levantó la cabeza, sacudiendo aquellos descuidados cabellos blancos y por primera vez miró consciente la hora que marcaba delante. Aquellas agujas dispuestas de aquella manera la sacaron de quicio y con crispación comenzó a moverse como un torbellino.

 

—Tarde. Es tarde, es tarde, es tarde, es tarde —se desnudó con la velocidad de un lince y se vistió con un largo vestido borgoña más rápido que una prostituta terminando el turno— tarde, muy tarde. Pero que tonta, es tan tarde. —cepilló su largo cabello, dejando algunas hebras entre las cerdas y, tanteando en la oscuridad sin dejar de repetir ni un segundo lo tarde que era, logró encender una vela a medio consumir para poder verse en el espejo. La repentina imagen que le devolvió el cristal le recordó lo mucho que llevaba allí encerrada.

 

Se acercó a su reflejo y observó con detalle como sus ojeras moradas se hundían bajo unos ojos escarlatas, tan brillantes que parecían lo único vivo dentro de aquel rostro. Su piel, otrora vibrante y rosada, se veía gris y demacrada. Estaba tan...

 

—Es tarde —frunció el ceño, obligándose a si misma a actuar rápido, y decidió retocar su famélica apariencia con maquillaje, aquel maravilloso invento que lograba transformar un bagre en la princesa de todos los cuentos. Maquilló sus labios de un bordó oscuro, esparció rubor por sus huesudos pómulos y resaltó sus ojos para que el resto de sus rasgos no llamaran tanto la atención.

 

—Ay que tarde. Me matarán. No, que digo, me mataré. —tocó por inercia y con impaciencia la marca que aguardaba en su nuca, volviendo a mirar la hora. Calzó su capa, apagó de un soplo la fuente de luz y, sin titubear, desapareció de la Mansión Malfoy como un relámpago de hollín.

 

--

 

Apareció casi al instante en el castillo Ivashkov. La luz del sol la encegueció a tal punto que tuvo que cerrar sus ojos con fuerza, tapándose la cara con sus manos. Al retirarlas, lentamente para acostumbrarse a la claridad, las notó tan delgadas que le generaron un poco de vergüenza, obligándose a ocultarlas tras las telas negruzcas de su capa de viaje.

 

Entre tanto, tardó al menos un minuto en poder enfocar la mirada y encontrar que estaba a punto de perderse la boda al completo. Como un relámpago, sosteniendo su fino vestido, comenzó a moverse como una sombra fugaz hacia el lugar del acto. La cabellera azulada de su amiga, su líder, le servía como punto de referencia a lo lejos. Casi al trote llegó justo donde la gente conocida se aglutinaba y maldijo para si por haber quedado tan expuesta a las miradas. Retrocedió un par de palmos y se quedó allí, justo detrás del gentío, pero en un sitio perfecto para ver el espectáculo con sus protagonistas.

 

—Hermosa —susurró para si misma, olvidando toda prisa y con una tenue sonrisa nostálgica, cuando logró hacerse con el semblante que Taurogirl le regalaba a Leah. Por un momento recordó aquellos episodios en el Laboratorio y se sintió tranquila al saber que iba a dar ese "si" tan preciado a alguien que de verdad cuidaría de ella hasta el fin de sus días.

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Semper Fidelis http://i.imgur.com/z1Ac7.gif Mortífaga Banshee


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Era consciente de que entre aquellos invitados él era más un extraño que un viejo conocido al que saludarían con dos besos, un abrazo o una palmada en la espalda, pero Alexander se había acostumbrado a ser uno de los grandes tapados del mundo mágico: uno de aquellos magos que permanecían continuamente en la sombra, amenazantes como lobos gruñendo desde su guarida, pero que en cualquier momento en el que estuviesen dispuestos movían pieza para desatar todo su talento, dejando sin aliento a todos aquellos que alguna vez se permitieron llegar a dudar de ellos.

 

No esperaba encontrarse con demasiados que pudiesen reconocerlo, pero tampoco le importaba demasiado, pues podía ser que incluso llegase a chocar con algunos, tal vez únicamente. Si se cruzaba con Tauro la felicitaría con sinceridad, y si se le presentaba la oportunidad le diría algo que hacía mucho tiempo que le quería decir.

 

Acudía a la boda como acompañante de una amiga con la que se había encariñado hacía ya mucho tiempo atrás, y es que Evarela Black se trataba de una bruja que también podía hacerse notar si ese era su propósito, y con el apuesto Malfoy lo había conseguido. Realmente, Alexander conocía tan solo a una de las novias en cuestión, tan solo habiendo oído en alguna ocasión el nombre de la otra, pero había sido invitado por la mortífaga y él era un caballero que no faltaba a las grandes citas cuando era convocado para alguna de ellas.

 

Espero que hayan encargado alcohol suficiente –murmuró, pensando en la cogorza que se iba a pillar con todo tipo de licores que a buen seguro tendrían allí dispuestos para los invitados, muchos de ellos acostumbrados a largas noches de bebida pero también a duras mañanas de resaca. A él poco le importaba la ceremonia, el convite y mantener la compostura ante el resto de los presentes, pues lo primero que acudía a su mente en aquel instante era beber y disfrutar de un rato agradable con quien pudiera ofrecérselo–. No quiero tener que montar un espectáculo con los elfos domésticos.

 

Se dirigió entonces a donde se concentraba el bullicio del tan esperado y laureado evento, y ese lugar no era otro que los jardines del Castillo Ivashkov. Caminó con paso firme a través de los senderos, cuidadoso para conservar su traje totalmente impoluto, elegante y adecuado para una ocasión como la que se presentaba, y negro en contraste con la camisa blanca que escondía bajo él, en contraste también con su larga cabellera rubia, recogida en una coleta como pocas veces había hecho. La barba y la perilla las presentaba recortadas, pero aún se mantenían cubriendo parte de su rostro, marcando especialmente su mandíbula.

 

Que alguien me diga cuál es mi sitio –dijo mientras buscaba con la mirada a algún elfo doméstico, quizás porque tenía ganas de golpear a alguno de ellos. Realmente no sabía si la ceremonia ya había dado comienzo y llegaba tarde a la misma, pero al menos se presentaba a tiempo y antes de que desalojasen a todos los testigos de la unión.

Editado por Alexander Malfoy

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Bajó después de Leah y salió con los demás invitados a la zona en donde se unirían las dos novias. Se preguntó si alguna vez él contaría con la suerte de encontrar alguien con quien casarse, con quien tener un lazo tan fuerte que nadie pueda romper. Le hacia falta Alyssa más que nunca y haría cualquier cosa por su compañía, pero la Triviani no le respondía las cartas y se la pasaba huyendo por toda Italia con su hija.

Se dirigió a la parte trasera del altar, donde los padrinos se encontraba reunidos, el piano tocaba armónicas notas y los elfos empezaban a servir champagne para el brindis. Tomó dos copas y se las tomó de golpe, dejando los recipientes donde los encontró. Era cierto que debía mantenerse enfocado en las novias y en su disfrute, pero el recordatorio de Alyssa lo afectó más de lo que pensaba. Se alegraba por ambas novias, pero su mente estaba en otro lugar muy alejado de la boda.

Él y los demás padrinos se encontraban en un área cercana al altar cuando la ceremonia daría inicio. Beltis sería la cura y le sorprendió lo multifacética que podía ser, cada día asombraba más al Macnair con sus diversos roles. Mientras todos los invitados empezaban a sentarse y hacer silencio, los ojos se posaron en las dos novias y en el esperado sí. Por primera vez notó a Juliene cerca de él y una fina sonrisa se formó en su rostro. Notaba ya los efectos de las bebidas en su mente y decidió mantenerse callado, luego del acto tendría que hablar con la Black Lestrange.

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—No pasa nada hermosa—. Dijo, respondiendo el comentario de su querida Ariadna. Se acercó a ella, dándole un cálido abrazo, rodeando con sus fuertes brazos la cintura de la chica, mientras que se acercaba a su mejilla para darle un tierno beso de bienvenida. La tomó de su mano, con una sonrisa de oreja a oreja, observando lentamente el vestido de la peli-azul, las facciones de su rostro y ese brillo esencial que emanaba de su cálida sonrisa. Se acercó a ella de nuevo, quedando ambos cara a cara, él con un poco de tensión en sus músculos del pecho, dijo:

—Hoy estás espléndidamente radiante... hoy deberías ser la novia, ¿sabes?—

Luego de su ultima frase, se sonrojó un poco. Observó a su alrededor, habían muchas personas y la mayoría de ellas se les hacía familiares u a otras las conocía por completo como en el caso de su ex novia. Sonrió de nuevo y sintiéndose más tranquilo guió a la joven con su brazo hasta quedar cerca del altar, donde vio primeramente a Leah acercarse, realmente se veía hermosa, además de tensa y nerviosa, totalmente algo valido para ser el día más especial de su vida.

Sacó su varita y de ésta brotaron cientos de mariposas y chispas de colores que acompañaron al alto rango al altar, todo tomó más color del que había, sin saber quién las había convocado. Notó la sonrisa de la joven y la felicidad que brotaba de su ser. Volteó a ver en ese momento a su querida Ary y no pudo evitar pensar e imaginar el momento en el que algo de eso le ocurriera, no podía imaginar la felicidad que podían sentir Tauro y Leah en ese momento. Sin más, cruzó su brazo por detrás de la espalda de Ariadna y tomó su mano derecha con la misma mano, quedando ambos juntos sintiendo el cariño que se emanaban el uno al otro.

 

Si bien Ariadna no se caracterizaba por ser cálida y cariñosa al inicio, el Karkarov se ganó el aprecio de su corazón y sentía exactamente lo que ella pensaba. Besó de nuevo su mejilla. —Oye, vamos, más cerca.— se desplazaron aún más hacia al altar, quedando muy cerca de éste, viendo exactamente lo que hacían las dos, las palabras de Beltis resonaron con poder y autoridad en la instancia y por fin, el matrimonio se consumaría. Por dentro, Vladimir solo les deseaba un duradero matrimonio.

 

—Espero que tengan buen vodka...— dijo, finalmente, mientras observaba a la pareja.

 

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Si pensó por un momento que era la única a la que se la comían los nervios estaba equivocada, la temible Ángel Caído tampoco había sido capaz de decir mucho y para Tauro, quién estaba a acostumbrada a su voz y conocía cada una de sus expresiones, el temblor tras el ''Hola'' fue evidente pero igual de reconfortante al darse cuenta de que no estaba sola. Escuchó las breves palabras de Leah hacia su madre antes de que esta subiera al altar para asumir su nuevo cargo y de nuevo se centró únicamente en ella, con su cuerpo levemente inclinado como si se dispusiera a darle un beso, recordando a último momento que según el protocolo no tenía derecho de besar a la novia antes de estar casadas. Su prometida adivinó sus intenciones y besó cada uno de sus dedos con extrema delicadeza, como sólo ella sabía hacerlo y lo que dijo después la sonrojó tanto que resultó ser una suerte que sólo ella pudiera notarlo.

 

— Eso porque no te has visto lo suficiente en un espejo, mi vida —la pequeña charla llegó a su fin cuando Beltis tomó la palabra.

 

Las palabras «felicidad, fidelidad y amor» las repitió como un eco constante en su mente, reflexionando acerca de cómo se habían conocido, de cómo una lluvia de estrellas había sido testigo de la pasión que las unió aquella noche en los terrenos de la Fortaleza Oscura, pero que con todo lo lujuriosas que ambas eran, el simple placer no les había alcanzado y terminaron enamorándose rápida y perdidamente. La felicidad la conocía gracias a ella, así como el significado de la palabra fidelidad terminó adquiriendo uno nuevo y finalmente el amor, un tema Tabú teniendo en cuenta de donde provenía, del grupo del cual hacía falta y de toda la muerte que traía encima, pero con Leah no sólo había encontrado una confidente, sino alguien con quién compartir todas sus cargas y eso hacía que la vida fuese muchísimo mejor.

 

El lazo de plata envolvió los cuerpos de las mujeres haciendo que se acercaran más de lo que ya estaban y la sensación fue tal cual lo describió Beltis. ¿Desde cuando la bruja tenía conocimiento sobre estas cosas? A juzgar por lo poco que sabía de ella podía pensar que se estaba burlando, pero por esa vez le pareció que sus deseos para con las novias eran sinceros y que estaba ahí porque de verdad le apetecía. Ya se sentía indestructible a su lado, pero ahora sería completamente invencible. Rachel se acercó haciendo la entrega de los anillos, uno a su madre y el otro a su prometida; estaban hechos de plata y en el medio tenían una pequeña piedra de un zafiro,Tauro le sonrió agradecida de que se hubiese tomado el tiempo para ir a pesar de lo imprevisto que fue todo, ya después la buscaría para hablar con ella.

 

— Yo... —la voz se le fue, inspiró hondo y de nuevo lo intentó.

 

— Yo, Taurogirl Crouchs Lavigne, te tomo a ti Leah Ivashkov por esposa, para amarte y cuidarte por toda la eternidad que ni la misma muerte nos podrá separar —había empezado bien, ahora tenía que continuar — Eres la prueba de que puedo seguir siendo yo mientras te amo, de que no debo cambiar nada de mí porque es precisamente el motivo por el cual te gusto. Gracias a ti, le doy más prioridad a lo que verdaderamente importa, descubrí que hay cosas más fuertes que la sangre, que lo que siento por ti está más allá de todo entendimiento y que siempre seremos tú y yo. Realmente no imagino mi vida sin ti en ella y no planeo hacerlo ni en un futuro lejano. Eres mi infierno ¡y vaya que me gusta quemarme en el! —finalizó con una divertida sonrisa, terminando de ponerle el anillo donde correspondía.

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La ceremonia no se hacía esperar, todos sus invitados ya estaban ubicados, y los que llegaban sobre la hora se movían en silencio para escuchar las palabras de quien era oradora y responsable de llevar a cabo esa unión.

Sonreí a Tauro sin esconder mi emoción, ya en otro momento ajustariamos cuentas e historias pendientes. luego dirigí la mirada hacia su prometida y me sentí más segura cuando vi como ella miraba a mi madre, sin duda se merecían y correspondían en un amor que dudaba que algún día yo puidese sentir.

 

En cuanto se hizo mención de los anillos, actué como si algo me hubiese pinchado con una aguja en el trasero. De un salto adelanté un paso abriendo la tapa de la caja roja, donde reposaban un par de anillos de plata con una piedra de zafiro en el centro donde debía ir algún Diamante típico. Tal vez no era muy despampanante, más bien de belleza hipnótica y sombría.

Su procedencia era desconocida, se ignoraba quien era creador de aquellas pares de piezas, pero sus propiedades valían todo el esfuerzo que había hecho para obtenerlas y entregarlas en las mejores manos que podía confiar. Esperaba que ellas descubrieran sus secretos y en la fuerte unión que creaba en los portadores.

 

Esperé mientras tomaban los anillos con una sonrisa nerviosa, pude observar cómo estos brillaban con más intensidad que antes al ser tocada por las novias, sin duda su amor de una por la otra debía de ser genuino.

 

Hecha mi tarea, me moví a mi lugar mientras los votos continuaban y se daba paso a la parte más crítica del casamiento, el temerario "si" que te enlazaba de por vida a otra persona.

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Apretó con más fuerza la mano de Tauro cuando la música bajó gracias a la orden indirecta de Beltis, quien había logrado callar a la multitud con su mera voz. Era reconfortable. Darle la espalda a la gente y sólo mirar a una de sus líderes hacía la carga llevadera, como si estuviera siendo venerada con algún premio. Sus ojos viajaron en ese momento a la peli-azul y la sonrisa volvió a iluminar su rostro. Sí, podía verlo así.

Las palabras que resonaban en el silencio las recordaría cada día que viviera. Todas tenían un sentido personal que sólo ella y Tauro podrían entender. Se había enamorado perdidamente sin notarlo, un día cualquiera tras un momento de debilidad que había terminado por convertirse en la vía para acercarse a la hermosa mujer que tenía al lado. Le había mostrado fidelidad durante años debido al liderato de la Marca Tenebrosa, se había entregado a ella siendo un vasallo a sus órdenes. Y ahora se unía a ella en otro concepto de fidelidad, uno que ella misma desconoció hasta ese momento.

Había sentido amor mucho antes de saber que la amaba y había sido mínimo en comparación a lo que llegó a sentir después, a lo que sentía ahora bajo el artilugio antiguo que Beltis había usado para envolverlas. Por alguna razón, se sentía segura ahí dentro, metidas en su espacio pequeño y reservado. Ya no había nada por lo que estar nerviosa, a excepción de sus posibilidades enormes de ponerse a llorar otra vez. Pero contra todo pronóstico, al enfrentar a Tauro, parecía completamente serena e implacable.

Cosa que no duraría mucho tiempo.

Escuchó, sonriendo en todo momento, y asintiendo en otros con una ligera risita que delataba su estado. Iba a llorar, lo sabía. Cada inhalación era más rápida e irregular que la otra, marcando un ritmo poco común y claramente perceptible a la altura del pecho. Nunca dejó de mirarla, ni siquiera cuando Rachel hizo acto de aparición en posesión de los anillos. Sólo apartó la mirada de sus ojos cuando vio hacia abajo, justo a tiempo para ver el frío metal deslizarse por la piel de su dedo, convirtiéndola en su propiedad a partir de ese momento; no de una forma obsesiva, sólo... suya. Cuando volvió a mirarla, tenía los ojos llenos de lágrimas y unas cuantas se habían resbalado por sus mejillas. Se limpió con la mano, inhaló y habló, más despacio que nunca.

-Yo Leah Atkins Ivashkov, te acepto a ti, Taurogirl Crouchs Lavigne, como mi legítima esposa. Para cuidarte, respetarte y velar por tu felicidad sobre la mía cada día, desde hoy, hasta el último de ellos -estudió su expresión durante un segundo, recorriendo sus facciones con las pupilas como solía hacerlo cada vez que la veía, mirándola de verdad-. Alguien dijo una vez que no se puede vivir sin amor y no le creí. Pero es que no había vivido sino hasta el día en que te conocí. No tengo pasado, no tengo escritos que muestren historias ni anécdotas que me acompañen. En lo que a mí respecta, mi primer día de vida fue al verme reflejada en tus ojos azules y mi primer respiro fue tu aroma. Hay miles de cosas que podría decirte, podría alargar esta ceremonia durante largas horas, pero lo resumiré en una sola palabra: gracias. Por todo, mi amor. Representas todo lo elemental en mi vida y prometo amarte cada día con más intensidad que antes, asegurando que volveré a encontrarte cuando la muerte nos separe algún día y te diré que tardaste demasiado. En este o en otro mundo.

Tomó el único anillo que quedaba y le dedicó una mirada de agadecimiento a Rachel, antes de ponerlo en el dedo de Tauro.

-Te amo.

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Pensé que Cillian no me había escuchado lo que dije porque la dije tan bajito pero parece que si porque me pregunta que recuerdos y le contesto - nada recuerdos de pasado que surgieron de repente y que no quería recordar.

 

La ceremonia estaba por comenzar porque una de las novias nos anuncias que ya podíamos pasar el jardín y aun faltaba que apareciera la otra novia.

 

De repente sale una persona que no conocía pero parecía que Cillian si y que prácticamente nos arrastro hacia afuera, aunque se fue enseguida, tal vez era alguna de las madrinas de las novias a lo mejor – creo que no pude presentarme.

 

En el jardín me siento unas cuantas filas atrás del atar, no quería estar muy cerca del atar porque las bodas me traían triste recuerdos , había pasado pocos minutos que habíamos salido al jardín cuando por fin aparece la otra novia y debía decir que ambas tenían vestidos hermosos.

 

Estaba sentada atrás , era una vampira solitaria aunque la boda era un motivo de alegría , para Mary solo les traían triste recuerdos , recuerdos que no quería recordar, ella alguna vez tuvo a esa persona especial pero el destino se encargo de que no fuera feliz

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