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Metamorfomagia


Amara Majlis
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¿Estaba realmente listo? Sí, lo estaba.

Comenzó a volver poco a poco a  su apariencia original frente a Amara, Alyssa aún tendría que practicar un poco más aunque prácticamente habían llegado juntos al hogar de Amara. Se dejó caer sobre una silla cercana, había escuchado sobre la "prueba", pero nadie le había contado con exactitud en lo que consistía ya que al apacer esta estaba estrictamente ligada con el mago que deseaba adquirir alguna habilidad. Suspiró, ¿cuál podría ser su prueba? 

- ¿La prueba no tiene porque estar relacionada estrictamente a mí historia, no? - Lo cierto es que no tenía una vida tan interesante como los demás, no tenía una gran historia ni grandes problemas por resolver o por lo menos eso creía él -. Por lo menos no, directamente... Pero obviamente estará relacionada a la habilidad así que será una prueba donde tendré que demostrar todo lo que he aprendido gracias a usted.

Solo le estaba dando vuelta a la información, realmente no tenía ni idea, pero lo cierto es que su prueba ya estaba de alguna forma establecida y esta tendría que ver con su futuro. Un futuro bastante lejano que no afectaría de ninguna forma al presente y que olvidaría por completo una vez que superara la prueba. Se levantó y se posiciono frente a la Arcana.

- Creo que estoy listo para tomar la prueba... Y el qué pasara en ella, supongo que ya lo sabremos una vez que comience.

@ Amara Majlis

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  • 2 semanas más tarde...

Amara escuchó la respuesta de su aprendiz con alegría y a la vez nostalgia, sabía de antemano ya su respuesta y esperaba que su prueba pudiera reflejar todos los conocimientos adquiridos durante su estancia con la arcana, sabía que ya no quedaba más que enseñar a su alumno y era momento de verlo partir así que sin más se levantó un poco de su asiento mientras el chico continuaba observándola, caminó y le dio la espalda para posteriormente continuar con su argumento.

-Como seguramente ya sabrás, el ateneo es el lugar donde realizarás tu prueba, aquí se encuentran el portal que es donde te veré y consta de siete puertas, en ellas te dirigirás para realizar tu prueba, cada una de esas puertas lleva a un lugar y tiempo diferente dentro de cualquiera de las posibles realidades que existen, así que puede que tu prueba tenga que ver contigo o puede que no sea así.

Acto seguido sacó de su estante un anillo similar al que tenía la arcana, era con el que se vincularía y realizaría la prueba correspondiente, se lo mostró a su aprendiz pero no se lo entregó – aquí se encuentra el anillo que te entregaré el día de tu prueba, con el yo podré observar cada uno de los movimientos que realices pero yo no tendré ninguna manera de intervenir en el desarrollo que realices de tal manera que estarás solo, si veo que tu vida corre peligro en ese instante te sacaré y la prueba habrá finalizado, recuerda que no podrás usar magia ni otros conocimientos salvo lo aprendido durante mi clase - acto seguido abrió la puerta de su casa e invitó a salir a Cillian, ahora se encargaría de llevarlo al lugar donde estaban los portales.
 

@ Cillian Haughton

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  • 2 meses más tarde...

Harriet Travers

Trasladarse de su natal Inglaterra para llegar hasta Japón había sido tan agotador para Hattie, que tras una semana de aclimatación por fin, ese martes se había puesto en marcha, acompañada de su inseparable Cloe, con destino a Mahoutokoro. El día era brillante, a pesar de ser invierno, y portando una sombrilla, la joven avanzaba tranquilamente, deteniéndose (quizá más tiempo del debido) en los jardines y otros atractivos que el recinto poseía en su interior.

— Aunque intenté averiguarlo, nadie sabe exactamente cuánto demora adquirir estas habilidades, así que tenga cerca el espejo comunicador mi señora. Yo estaré al pendiente para pasar a recogerla en cuanto haya culminado- como se lo imaginaba, la diligente Cloe no había escatimado en precauciones para asegurar que no tuviera contratiempos, y emocionada, Hattie se lo agradeció dándole un beso en la frente, mientras daba media vuelta y se despedía agitando la mano en su dirección.

Tal cual le habían indicado al ingresar, la joven Travers se mantuvo por el borde del río, cuyas aguas diáfanas y tranquilas, dejaban ver toda clase de peces, entremedio de los nenúfares. El vestido que lleva ese día, en tonos esmeraldas, roza sus tobillos con suavidad, mecido por el viento que también agita las flores de los árboles de sakura, pero no es tan fuerte como para echar atrás el kasa de bambú que lleva puesto como el toque chic y exótico de su atuendo. Le admira comprobar cuanta magia está siendo empleada para que las sakuras permanezcan totalmente florecidas en lugar de marchitas, dando sombra y frescura al camino, así que no se apresura en llegar hasta donde la arcana, y dejándose envolver de la suave y delicada fragancia de esas flores, tarda casi una hora en hacer el recorrido, deteniéndose incluso para sacar algunas fotografías con la cámara mágica que lleva en su bolso.

Siempre ha creído, desde su primera visita en su adolescencia a tierras orientales, que existe un indudable misticismo en sus tierras y gentes que hace que se perciban tan especiales. Una sabiduría milenaria, donde a diferencia de en Europa, todo arte es valorado y reconocido, y por eso mismo, incluso disciplinas tildadas de "frivolidades" encuentran un desarrollo conceptual y hasta filosófico, que la joven encuentra fascinante.

Sabe, por numerosos artículos de revistas leídos con avidez en las tardes antes del té, de algunas de esas  tradiciones  existentes, que lo mismo guiaban la elección de qué colores elegir para vestir o para decorar espacios, como también el qué comer y el equilibrio que debía predominar para lograr resultados adecuados. Distinguir cuanto de verdad y cuanto de charlatanería hay en todo ello, es quizá la tarea más difícil, pero ella está convencida que encontrará el tiempo entre las lecciones o incluso durante ellas, para aprender de eso también. 

Cuando finalmente distingue la fachada del hogar de la arcana, Hattie deja escapar un suspiro antes de animarse a entrar, aprovechando que la puerta está entreabierta. En el interior, no distingue a nadie, aunque el vestíbulo es tan gigantesco que asume que fácilmente puede estar dejando pasar la presencia de algo o alguien. Se concentra entonces en observar meticulosamente el interior, y entonces, admirada, da unos pasos más hasta quedar al frente de la pared que, desde la base hasta el techo, exhibe una serie de rostros de personas, tan bellamente fotografiados, que la joven no pueda evitar sorprenderse por el esmero con que cada una de esas fotos han sido hechas y luego dispuestas en el espacio, para hacer patente no solo una gama variada de expresiones, sino también de patrones de belleza.

Por supuesto, si en algún momento el asunto sale a  relucir en su aprendizaje con Amara, ella le dejará en claro que está muy alejada y en desacuerdo con todos los que pregonan que la hermosura depende del cristal con que se mirase. ¿Darían las lecciones de metamorfomagia para esa clase de debates estéticos? No lo sabe, pero espera que sí, esperanzada en qué, como todos le han comentado, esa arcana es diferente a sus demás colegas.

Entonces ¿Dónde es que Amara se encuentra? Hattie se pregunta si la apariencia de la bruja coincidirá con la última que vio de ella en la sección de sociales de una popular revista de modas, que es donde de hecho, supo por primera vez de ella. Alejada de espacios académicos, han sido por esa clase de magazines que Hattie ha sabido de la popularidad de esta mujer, siempre metida en actos de beneficencia de todo tipo, y con un particular gusto por el azul que ella también comparte. Motivos de lo más triviales, y no obstante, los que han determinado que ella esté haciendo el esfuerzo de estar allí.

Y es que no tendrá forma de saberlo hasta tenerla en frente, pero se ha convencido de que solo esta arcana podrá entender en toda su dimensión y sin juzgarla,  qué razones son las que están atrás de su firme deseo de dominar la habilidad de la metamorfomagia.

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Acudir a Mahoutokoro no era sencillo para Maida, para comenzar, nunca había sido la más entusiasta para los viajes largos, continuando con la lista de cosas que no disfrutaba, pues, los medios de transporte mágicos o muggles le causaban un grado de ansiedad muy alto, cosa que había ido confrontando con su novedosa carrera de guardiana en los Tornados. Viajar en escoba ya no era algo que la aterrara tanto, sin embargo, para ese día en particular, había hecho de tripas corazón, y se había endilgado los permisos suficientes para llegar con dos trasladores. No tenía demasiado tiempo libre, estaba segura que Mosquito iba a llamar a entrenamientos de pre temporada en cualquier instante y aún tenía pendiente lo del tema de la Metamorfomagia. 

La Yaxley estaba en una búsqueda que no habría pensado necesaria unos años atrás. Lejos quedaba la comodidad con la que se comía libros y conocimientos sin sentir la necesidad de poseerlos, su cuello andaba repleto de los anillos, amuletos y dijes, todos reducidos mediante magia para no estorbar a su movilidad, todos sin haber sido usados en batalla. Porque ella no luchaba, no le interesaba. Había construido una manera de vivir a la sombra y protección de diversas figuras, nada parecía haber cambiado a simple vista, porque Maida a simple vista desaparecía, era una bruja cualquiera caminando en Diagon, sin alzar el mínimo polvorín mientras caminaba. El tema era que había perdido tanto el lugar a la sombra, como sus figuras de protección, y ahora, despojada al completo de su tridente, se veía en la imperiosa necesidad de protegerse. Aunque ella siguiera diciéndose a sí misma que lo hacía por proteger a sus fantasmas. ¿De qué podría servirle a su ahijado ausente que ella pudiera dejar de tener los ojos azules o el cabello castaño? Era ella quien deseaba ocultarse, aunque no lo supiera.

Resopló una vez puso los pies descalzos en el camino a la vivienda de Amara, sabía dónde se suponía debía encontrarla, pero una vez cruzado el tramo de la ribera del río, no estaba segura si realmente vería a Amara próximamente, aunque pudo vislumbrar su casa. Momentos más tarde, sacudió la melena antes de dirigirse a la puerta, estaba abierta, aunque no veía a nadie a simple vista.

¿Amara? —preguntó apoyándose en el marco de la puerta intentando ver algo más— Perdón, pero esto estaba abierto. 

@ Amara Majlis

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Si había algo que le fascinaba a la arcana de Metamorfomagia por sobre todas las cosas eran los eventos sociales. Amara era conocida por su gran espíritu altruista y su vocación por ayudar al prójimo, era tal su emoción por estar siempre en los mejores eventos y destacarse por su benevolencia que en repetidas ocasiones dejaba a sus estudiantes solos y sin supervisión alguna, aunque en los peores casos los utilizaba como sus ayudantes para decorar los eventos que ella misma organizaba, no es que quisiera ser grosera, en lo absoluto, si no que esa simplemente era su manera de ser.

Aquella mañana de enero tenía todo lo necesario para la primer fiesta después de año nuevo, a tan solo unos pasos de su morada había instalado una carpa la cual recibiría a más de cien personas quienes no solo acudirían a divertirse y socializar pues el objetivo final de la celebración sería obtener fondos para la reserva mágica. Entre los invitados se encontraban otras arcanas como la anciana Suluk con la cual tenía una estrecha amistad, después de todo ambas habían perfeccionado el arte de la transformación corporal desde hacía varios años solo que una era un poco más salvaje que la otra.

Por todo lo demás era evidente que Amara no recordaba en lo absoluto que en ese día recibiría a dos estudiantes que se adentrarían en el mundo de la metamorfomagia, en su mente solo había espacio para su celebración que incluso había dejado la puerta de su casa abierta sin importarle siquiera que algún extraño pudiera meterse. El evento se llevaría a cabo en tan solo doce horas y aún no había colocado mesas ni mucho menos ordenado el lugar, sin embargo ya estaba vestida para la ocasión utilizando un vestido largo de color azul con un collar de perlas el cual combinaba con sus pendientes de diamante, su peinado se había acomodado con una trenza que llegaba hasta la espalda baja la cual por cierto estaba descubierta. Para la arcana siempre había sido importante verse bien y elegante no por nada con casi 200 años de edad seguía conservando la apariencia de una treintañera.

Había olvidado por completo un par de decoraciones en su morada por lo que tuvo que regresar a toda prisa para no perder más tiempo, avanzaba dando zancadas por el césped mientras se recogía el vestido, no quería caerse y arruinar su maquillaje. Fue entonces que se dio cuenta de que había dejado su puerta abierta  - debo ser más cuidadosa, siempre me pasa lo mismo – dijo entrando a su casa mientras veía a la silueta de una mujer dentro, por un instante su rostro se puso pálido y fue ahí que recordó que específicamente aquel día recibiría nuevas aprendices, se llevó la mano a la frente y apenada estuvo tentada en regresar a la chica y pedirle que volviera en un momento más oportuno, sin embargo mientras caminaba vio que había otra mujer la cual observaba los retratos que tenía colgados en su muro.

Amara encogió los hombros, sabía que sería muy malo de su parte regresar a aquellas chicas después de todo estaba consiente de que el viaje a su casa era bastante largo y cansado pero tampoco podía dejar pasar el evento que estaba por comenzar así que decidió matar dos pájaros de un tiro y enseñar su habilidad mientras sus estudiantes le ayudaban con la decoración – hola yo soy Amara, ya las estaba esperando  - mentía claramente, miró el reloj y vio que tenía un poco de tiempo para hacer las presentaciones y luego ponerse a trabajar – me alegra tener nuevas aprendices y el día de hoy es muy importante pues tenemos un evento que cubrir así que debemos apresurarnos.

Agarró una de las cajas y se la dio a la estudiante que tenía vestido esmeralda – me encanta tu vestido – dijo sonriendo – ten tu llevarás éstas telas que nos servirán de decoración – posteriormente miró a la estudiante que estaba cerca de la puerta, Maida y le dio una bolsa llena de ornamentos para decorar – pesa un poco, no rompas nada – comenzó a caminar de nuevo hacia afuera de la cabaña y rumbo hacia el lugar donde sería la fiesta, aprovecharía el recorrido para conocer un poco más a las aprendices y saber de que manera le ayudarían con el evento – me gustaría saber un poco más de ustedes, no sean tímidas y preséntense por favor – hizo una pausa y volteó a verlas con una mirada interrogante – creo que deben saber que para cursar ésta habilidad conmigo significa que tienen la capacidad innata de cambiar su apariencia física a voluntad ¿cierto? Además de su presentación díganme ¿Qué parte de su cuerpo pueden cambiar? Mejor dicho me gustaría ver una demostración de lo que pueden hacer.

@ Rory Despard  @ Maida Black Yaxley

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Harriet Travers

Harriet se limitó a sonreír al escuchar el elogio de la arcana a su vestido. El que Amara lucía también era bonito, y combinaba bien con la joyería, aunque esta última le pareciera algo excesiva. Haciendo una inclinación la joven pensó que pasarían hacia alguna otra estancia dentro de la casa, pero le sorprendió que la mujer comunicara que en realidad iban a ir a un evento; aquello le despertó una pequeña alama, pues aunque conocía a la perfección de etiqueta social, no era ella particularmente adepta a las grandes reuniones, y había leído y visto suficiente de las que solía organizar Amara, como para saber que en ellas a la mujer le encantaba mezclar personas de distintas clases sociales, un completo desatino a sus ojos, pues lo único que conseguía al final era que mucha gente perdiera las nociones del lugar que ocupaban en el mundo.

Sus pensamientos se disiparon cuando intempestivamente Amara colocó una caja en sus manos, que aun cuando no es pesada, sí resulta excesiva para Hattie que nunca ha sostenido en su vida algo más pesado que un abrigo de piel de armiño,  por lo que lo suelta a los segundos. ¿Cómo se le ocurría a la mujer que cargara todo ese material de esa manera? Para su fortuna,  parecía que la caja contaba con protecciones mágicas, pues nada se desparramó por el suelo, y aparte de un golpe seco en el piso, no ocurrió ningún percance mayor. Sin perder tiempo entonces,  la rubia sacó la varita que llevaba en la cartera, y con una suave oscilación de esta hizo que el objeto flotara por delante de ella.

La otra aprendiz estaba corriendo una suerte igual o peor a la suya, y pese a que en su interior Hattie se sentía espantada de los pésimos modos de Amara, por fuera mantuvo el mismo gesto impasible y sereno, tratando de convencerse de que aunque no fuera la mejor primera impresión, el genio que se decía que esa bruja poseía por el arte de la metamorfomagia lo compensaba.

Tenía que compensarlo.

Aun teniendo un considerable trecho por recorrer, la enorme carpa se apreciaba a la distancia. Por el tamaño, Harriet calculó al instante que fácilmente los invitados debían superaban el centenar, pero su atención se desvió rápidamente hacia la arcana,  cuando ella volvió a hablarles, pareciendo por fin recordar las presentaciones.

— Mi nombre es Harriet Travers señora, hija única y heredera del condado de Hampshire, al sudeste del país. No soy una persona que guste de los viajes, pero hace mucho que sigo de cerca su labor mágica y social, y por ello llegué hasta aquí, deseando profundizar y perfeccionar el don que naturalmente ha sido transmitido por la línea paterna en mi familia, desde hace generaciones.

Habiendo llegado hasta la carpa, con sumo cuidado, Hattie  mantuvo a su lado la caja flotante, esperando por la orden de Amara del lugar más conveniente donde depositarla, y se fijó en la otra joven que ahora estaba presentándose. Había algo en el aspecto delicado de ella, que automáticamente le resultaba agradable, y no menos importante, en sus palabras y gestos se distinguía con claridad su clase, cualidad tan vital e importante para la rubia, teniendo en cuenta que por las circunstancias de ese día probablemente iban a obligarla a lidiar con muchos indeseables.

Restaba ahora dar una muestra de su habilidad a la arcana, y tras meditarlo unos minutos, finalmente Hattie fue la primera en adelantarse. Desde pequeña, cuando con algarabía su padre había descubierto que ella también poseía el don, se le había inculcado la importancia de no usarlo de manera superficial, o sin un provecho específico, y a medida que crecía, en numerosos libros y ejercicios prácticos siempre guiados por su padre, había conseguido un dominio importante para cambiar el color de su cabello y sus ojos, los tonos de piel e incluso los rasgos de su cara. 

Así que cerró los ojos unos instantes, tratando de que esa energía mágica que fluía en su interior aflorase al exterior, y cuando volvió a abrirlos sus ondulados y largos cabellos rubios habían cambiado, tornándose lacios y de color café, mientras que sus ojos habían mudado del verde al negro.

En general, puedo mudar mi apariencia a placer, pero- admitió con cierto recelo- no he conseguido todavía manejar volúmenes, que permitan hacerme lucir más delgada o más gruesa, ni tampoco cambiar por completo hacia alguien del sexo opuesto.

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A unas cuantas horas para su evento la arcana sabía que todo debía estar perfecto y no era muy adepta de usar hechizos u otras habilidades para sus labores o quehaceres, tal y como en las pruebas anteriores había prohibido terminantemente a sus alumnos hacer magia durante su clase pues consideraba como hacer trampa, era un mantra que había adoptado desde hacía muchos años que incluso lo aplicaba para su vida cotidiana. Casi no usaba su varita de cristal a menos que fuera algo realmente necesario por lo que al ver como Harriet utilizaba la varita para hacer la caja menos pesada únicamente se limitó en arquear la ceja y continuar.

Estuvo tentada en hacer alguna observación al respecto sin embargo al escuchar un poco de su historia se sintió un poco alagada, Amara era una mujer de vida social y el hecho de ser conocida incluso en regiones tan lejanas le hacía sentir bien, tuvo que cambiar rápidamente el color de su piel para no sonrojarse y entonces una vez que llegaron a la carpa y dejaron las cosas en la mesa pudo ver como su aprendiz realizaba una transformación bastante avanzada. Era claro que la chica había tomado mucho tiempo en perfeccionar sus habilidades y solo había unos cuantos detalles que pulir.

-He de admitir que no tengo muchos estudiantes como tu, la mayoría únicamente saben cambiar el color de su cabello u ojos, sin embargo tu estás en un nivel más avanzado lo cual me agrada – se sirvió una taza de té y le ofreció a ambas chicas que se sirvieran mientras comenzaba a colocar las telas y ornamentos en su lugar – al finalizar conmigo serás capaz de realizar casi cualquier transformación y permanecer transformada durante el tiempo necesario sin consumir mucha energía pero tendrán que hacer exactamente lo que yo les diga y sin rechistar, primero ayúdenme a terminar de decorar el salón que los invitados no tardarán en llegar.

Una vez que acabaron se sentó con las chicas y comenzó a hablar un poco más sobre la habilidad a perfeccionar, Maida aún no había hablado sin embargo le daría su tiempo para expresarse más adelante, carraspeó y comenzó – en primer lugar, durante mi clase y en la prueba, tienen terminantemente prohibido utilizar cualquier clase de magia, conocimiento y/o habilidad mágica o de bando que no sea la metamorfomagia, también pueden utilizar el conocimiento de transformaciones para cambiar sus ropas a placer pero de ahí en fuera no quiero verlas utilizando otro tipo de encantamientos ¿está claro?

Esperó a que contestaran y prosiguió – como sabrán yo tengo muchos más años de los que aparento sin embargo utilizando mi habilidad puedo aparentar una edad mucho menor, sin embargo la metamorfomagia consume mucha más energía de lo que parece, mientras más la usen más se cansarán ¿Cómo es que yo no me canso tanto si uso mi habilidad todo el tiempo? El secreto es practicando, a partir de hoy quiero que todos los días realicen una transformación al menos, solo así les costará menos trabajo y podrán transformarse con más rapidez y facilidad.

Miró detenidamente a Harriet y le sonrió – puede que sientas que te cuesta trabajo poder cambiar la forma de tu cuerpo sin embargo es más fácil de lo que tu crees, todo está en la mente, mientras más te concentres es mejor pero también es importante dejarte llevar, si crees que verte más voluminosa te puede hacer verte mal tu cuerpo simplemente se resistirá al cambio, quiero que cierres los ojos y te imagines que estás frente a una persona que te haya hecho sentir muy mal en el pasado, ahora que la tienes frente a ti imagina que tu eres una persona mucho mayor y fuerte y poderosa, eres grande tan grande que esa persona que te lastimó es ahora tan pequeña que la puedes patear y mientras te imaginas todo esto, concentra toda tu magia en hacer realidad tu pensamiento, inténtalo ahora.

@ Rory Despard  @ Maida Black Yaxley

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¿Un evento? ¿Era muy descortés dejar la caja tirada por ahí y regresar a Londres? Tenía la caja entre las manos y los pies caminando detrás de la arcana y de, ¿Harriet dijo? No estaba del todo segura de haberla oído bien, era una heredera esa parte si que la había oído. No tenía ganas de ningún tipo de reunión, es más, y nada en contra de su compañera, pero habría estado mucho más cómoda estando sola. La Yaxley no tenía exactamente el modo social en los últimos meses, de hecho, esperaba terminar lo antes posible con sus preparaciones académicas y volver a subirse en una escoba. De cierta manera, el quidditch le estaba brindando un estado de paz que llevaba casi dos años perdido. Y así, sin darse cuenta, perdida en sus propias quejas, había llegado al lugar dónde se llevaría a cabo la reunión o lo que fuere que Amara estaba preparando.

Mil disculpas, tenia la mente concentrada en no dejar caer ningún adorno, —se excusó luego de oír las indicaciones de la arcana.

Pensó detenidamente en los motivos que la llevaron a buscar a Amara, había notado cuando era niña que sus ojos no se definían en un tono concreto de azul, sin embargo, siempre le había atribuido aquello al efecto de la luz en sus pupilar o pretextos similares. No había sido sino hasta hace unos meses, que notó que el cambio ya abarcaba más que una gama de azules, sino que se volvían completamente negros, o corrían hacia un verde esmeralda intenso. Dentro de casa. Eso, no era ningún efecto del brillo solar, era entonces, ¿un síntoma? ¿Se decía así? No quería ofender a nadie.

Soy Maida Yaxley, no tengo mucho que decir de mí, soy una bruja muy apasionada por la herbología y las pociones, he trabajado arduamente y de la mano con el ex ministro Aaron Black, y actualmente soy guardiana del equipo de los Tornados. Lo siento, realmente detesto hablar de mí —se justificó con una sonrisa y recordó una de las últimas preguntas—, no tengo maneras de saber si en mi familia corre la metamorfomagia pero he notado que mis ojos cambian de color según mi estado de ánimo, como esas piedras que tienen algunos anillos, lo tomo con mucha gracia, pero realmente le puse importancia al asunto cuando de pronto en medio de un ataque de felicidad muy eufórico, mi cabello creció casi quince centímetros. Y no, no me había tomado ninguna poción de crecepelo. 

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Harriet Travers

Luego de traer la queja, la siguiente tarea había sido colocar las telas sobre las mesas y acomodarlas. Hattie se había detenido, quizá más tiempo del debido, contemplando alrededor del enorme toldo el color de la luz atravesando el follaje y de acuerdo a ello, aun cuando Amara no lo pidiera, había reacomodado algunas mesas, de forma que todos los invitados pudieran gozar de buenas vistas durante el evento, por lo que únicamente restaba ajustar algunos detalles y esperar a que todo eso diera inicio.

Hattie se puso en marcha de regreso a donde Amara y la otra jovencita se encontraban, todavía complacida  por el elogio que le había dado de estar avanzada en su uso de la habilidad, pero súbitamente su ánimo desmejoró al escuchar que no podrían usar más ninguna clase de magia, excepto la pertinente a transformaciones. ¿Por qué les imponía semejante restricción? Hattie esperó por una explicación lógica ante ello, pero la arcana continuó hablando de la habilidad y la manera en qué había conseguido que su energía no disminuyese, y era interesante lo que comentaba, pero ninguna explicación sobre lo otro llegó.

¿Y su compañera? A diferencia suya parecía que no le molestaba aquella regla. Al contrario, al fin decidiéndose a hablar, se había presentado como Maida Yaxley, ex funcionaria y jugadora de quidditch, y a la luz de esos datos, fue que por fin Harriet entendió por qué es que le había parecido conocida, y era precisamente de las revistas de sociales que solía leer mes a mes, y en donde la joven Yaxley había aparecido destacada en portada días atrás, al haber sido elegida por segunda vez consecutiva como la mejor guardiana de la liga.

¿Estaba entonces ante una pequeña celebridad?

No importaba. Lo único que importaba realmente, era que con la respuesta detallada que la bruja había dado sobre su nivel en cuanto a la metamorfomagia, era casi definitivo que la oportunidad de protestar por la restricción del empleo de encantamientos había pasado, y seguía sintiéndose contrariada, pero tratando que aquello no se transparentase en su cara, permaneció impasible cuando Amara volvió los ojos hacia ella.

No podía negar que, pese a todo, había un genuino deseo de la arcana de compartir su conocimiento y de guiar lo mejor posible su aprendizaje. A Hattie le habían llegado historias de, sin ir muy lejos, el arcano de pársel quién ni siquiera se dejaba ver con sus estudiantes y solo mandaba serpientes, o de Rosália que jugaba con las mentes de sus discípulos. Frente a ellos, Amara no parecía tan mala con su regla, por lo que se convenció de que era mejor ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío.

Le había sorprendido además,  lo rápido que la mujer había entendido el por qué se le dificultaba transformar su cuerpo, y que esto tuviera que ver directamente con su aspecto físico. Así que cerró los ojos, y dejó que la suave voz de la arcana la guiara por ese ejercicio. La verdad era que su vida rara vez se había visto ensombrecida por malos tratos, por lo que le costaba dar con un recuerdo potente para ayudarla en la tarea, pero aun así, concentrándose, el primer recuerdo que consigue rescatar es del día en que un diseñador de moda se había burlado de sus primeros bocetos. Intenta entonces, que el malestar del hecho dispare su habilidad, pero pronto nota que el recuerdo es insuficiente, porque no siente a pesar de que se esfuerza, ese cosquilleo típico que le produce la energía mágica recorriendo su cuerpo para forzar los cambios.

Sabe entonces que tiene que buscar algo mucho más profundo, algo que realmente y de cierto modo, le provoque ira hasta el día de hoy. Y es entonces que acude a su mente la belleza del jardín de su propiedad decorado exquisitamente, con lámparas de papel, flores frescas y hasta hadas, para conmemorar su graduación de Hogwarts, y se recuerda  feliz junto a Cass, su mejor amiga, que no dejaba de bailar cada una de las piezas interminables que la orquesta sinfónica tocaba, mientras Hattie la aplaudía feliz desde su asiento, viéndola brillar.

Cass genuinamente había sido una muchacha brillante. La más hábil jugadora de quidditch que había conocido, y que aun con todas sus reticencias, había conseguido ganarse su corazón siendo una mestiza. Hattie le había hablado incontables veces, de que si seguía rodeándose de la gente adecuada, podría asegurarse una buena posición explotando sus habilidades. Pero esa fatídica noche, la llegada de Whisper lo había trastocado todo, con su madre y otras madres más, ansiosas por presentar a sus hijas ante el "apuesto heredero" que les duplicaba la edad.

Hattie se había burlado de esa actitud, pero había sido justa y precisamente su amiga, la que había terminado cediendo a las atenciones de Whisper, y no solo eso, sino que la había acusado ante sus reservas de "estar envidiosa de su suerte" y ella había deseado con todas sus fuerzas en ese momento, ser un hombre para que entonces "ser  un heredero" si importara. Y aun cuando Hattie no fuese del tipo violento para imaginarse saldando cuentas con alguien a golpes, quizás Whisper si era de los que necesitaban de una buena paliza, para dejar de engañar a muchachitas que, por otro lado, solo fantaseaban con "atrapar" a un hombre indiferente como él, y terminaban marchitas como Cass, atadas a promesas que nunca se llegaban a cumplir.

El efecto comenzó entonces. Por supuesto había alguien en la mente de Hattie que estaba tomando de modelo para esa transformación y que de uno u otro modo representaba para ella, las cualidades de un buen hombre, y ese era su padre. Se mentalizó entonces en él, en su alta y cuidada figura, los rubios cabellos como los de ella, mucho más cortos, en su bigote prominente y su nariz ancha. Lo visualizó con aquellos brazos fuertes que la habían sostenido después de cada caída de niña y con el vozarrón con el que castigaba a los peones ociosos, y que incumplían sus obligaciones.

Lo imaginó justo como la última vez que lo había visto diez años atrás, y un año antes de su muerte y dejó que la magia fluyera cambiando lo que debía cambiar. 

Cuando volvió a abrir los ojos, frente al espejo que asume que Amara ha colocado en algún momento en medio de su ejercicio, se contempla casi igual a él. Pues aunque se ha esforzado, aun permanece más baja, y no hay ni rastro mínimo de su cuidado mostacho.

Está pésima, una transformación a medias resulta igual de penosa que no conseguir nada-  termina confesando con cierta frustración y echa un vistazo a su compañera, que aun no completa el ejercicio, aunque duda que lo vaya a hacer mejor- Estaba intentando recrear la figura de mi padre ¿por qué cree que no lo conseguí del todo arcana?

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¿Por qué volver a estudiar si la vida misma ya te había quitado todo? Era la pregunta que el joven Elros se hacía una y otra vez mientras terminaba de rellenar el formulario de aceptación para cursar la habilidad impartida por la Arcana Amara Majlis; sintiendo en que tal vez era la oportunidad que necesitaba para reincorporarse poco a poco en la sociedad mágica que lo encarceló en Azkabán hace más de tres años. Pese a que muchas veces le era tedioso estar frente a muchas personas; el conocimiento le era más atrayente que cualquier cosa, y si ese saber le permitiría ser más erudito, no dudaría en adquirirlo de la mano de alguien a quien pudiese llamar "maestro/a". -Lo que no entiendo es por qué la Escuela Mágica se trasladó a Japón- preguntó el Gryffindor a la muchacha que le recepcionó el papel con la inscripción; no recibiendo respuesta verbal alguna, únicamente una mueca que le indicaba de que no tenía la más mínima idea del porqué de la migración; lo que dejó perplejo al rubio por unos instantes antes de volverle a dirigir la palabra con la mirada clavaba en su rostro.

-No se preocupe... comprendo que no quiera decir nada. Sé que un ex-convicto no debe ser bien mirado en estos lugares... pero tengo intenciones de poder educarme y salir adelante de esta adversidad- prosiguió con un dejo de esperanza, observando que la señorita revisaba sus papeles con pulcritud; hasta que finalmente aprobó la inscripción con un timbre de cera roja que envolvió los ojos del mago en lágrimas de gratitud. -Salude a Mr. Pippin de mi parte- se despidió antes de cruzar el umbral de la puerta de salida, con una sonrisa a flor de labios plasmada.

A pesar de que ya había cursado un par de habilidades hace bastantes años atrás; Elros no paraba de pensar en que nuevamente tendría que tener al frente a una mentora que le orientaría por un buen tiempo, y que eso no sería una tarea fácil, puesto que su terquedad característica de un adolescente, era evidente a metros de distancia; y una mujer experimentada como Amara sabría de que tendría un trabajo de hilos finos por venir. Fue así que luego de dejar en claro sus aspiraciones en la mansión de su familia; cogió un bolso con un par de pertenencias necesarias para el viaje, y con su varita en mano diestra bien aprisionada desapareció de las inmediaciones de su hogar rumbo a oriente. Sólo un chasquido se oyó por los alrededores de la vivienda de la bruja proveniente de Argelia; materializándose la figura fornida de Elros en las proximidades de una carpa que, a ciencia cierta, albergaría alguna especie de evento por la majestuosidad de la ornamentación. <¿Será buen momento?> se cuestionó el animago mientras caminaba por el césped, teniendo mucho cuidado de no pisar las flores.

-Hola, buen día... señoritas. Estoy acá en búsqueda de la Arcana Amara. Vengo desde Londres para entregarme a sus enseñanzas y encausar mi... mi don- saludó sonriendo con timidez, rascando su nuca con suavidad. En el lugar podía distinguir a tres mujeres, pero la que más le llamó la atención fue una con un vestido largo de color azul y collar de perlas, que sin duda alguna debía tratarse de su futura mentora. Lo que sus ojos verdes observaron a continuación fue sorprendente, ya que una de las brujas cambió su apariencia física a la de un hombre frente a un espejo, lo que erizó los cabellos del conductor de autobús noctámbulo de emoción. -Soy Elros... Elros Gryffindor. Mucho gusto- dijo acercándose a paso lento, esperando que alguna de las personas le dijera alguna indicación o le invitase a reunirse para poder explayarse con mayor determinación.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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