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Libro del Caos


Bakari
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El Ragnarok llego a la orilla sin contratiempos, Marie había desaparecido y él ni siquiera se había dado cuenta ya que se había concentrado en simplemente ignorarla, sabia el efecto que aquella antigua vampiresa podría lograr en las personas, pero él, había luchado ya hacía demasiado tiempo con sus demonios y había cometido demasiados errores co0mo para caer en los juegos de ella. Una vez que piso la orilla el Ragnarok observo a los presentes. Entrecerró los ojos al ver a Bastian allí, sin embargo, estaba más pendiente de la mujer que se encontraba a su lado. Dibujo una mueca, sencillamente aquello podría ser un problema, más que nada porque Mei desconocía muchas cosas del vampiro y no deseaba revelárselas ni a ella ni a nadie. Aunque las palabras del Uzza hicieron que le prestara atención a él y a nadie más. Aunque sospechaba que en algún momento la Delacour y él deberían hablar.

 

-Más seguro de lo que podría imaginar –dijo el cainita ante la pregunta de Bakari- la verdad es que de no estar seguro no estaría aquí

 

Siguió al guerrero con la mirada hasta que lo vio sentarse y meditar… aquello era nuevo, si, debía recordarse a sí mismo que cada uno de aquellos señores el conocimiento antiguo tenían personalidades diferentes, si bien había tratado con ellos cuando fue escogido para dar aquellas clases, aun así debía recordárselo un millón de veces, al menos, no eran Badru. Suspiro y espero a que Bakari se concentrara. Al aparecer el contrato lo miro de mala gana, ¿debía leer las letras pequeñas?, ¿había alguna otra cosa que debería saber con respecto a aquel contrato?, ¿algo que el Uzza debería decirles pero que no les dirá hasta el último momento?, se encogió de hombros, que más daba, aceptaría las consecuencias de sus actos. Las instrucciones eran claras así que invoco la daga del sacrificio, se hizo un corte y firmo con su propia sangre.

 

-¿te ayudo amiga? –Pregunto el vampiro a Mei- no quiero que te vayas a desmayar por la sangre o algo por el estilo, se supone que debo… cuidarte –dijo el cainita simplemente para molestar a Mei- no queremos que le pase nada a la madre de mi ahijada y después ¿Qué le diré si me reclama?

 

Sin embargo, el cainita recordó las últimas palabras del guerrero. Maldijo por lo bajo, pero se resigno. Había llegado el momento de dejar uno de sus secretos en aquel pensadero

 

****************

 

Sentía sed, deseaba sangre, sus orbes refulgían con ira descontrolada, a su alrededor se encontraban algunos cuerpos, él los había desgarrado con sus propias manos, había apretado el cuello de cada una de aquella victimas sin tener un mínimo de misericordia, los había visto perecer mirándolos a los ojos, observando como la luz de vida se iba apagando en cada uno de sus rostros, pero aun así no se sentía satisfecho. Su rostro estaba desencajado. Su ponzoña quemaba en la garganta, mas cuando intentaba respirar, aunque no lo necesitaba, el aroma de aquellas personas, aquellas que estaban a sus pies y a los pocos metros a su alrededor, era enfermizo y atrayente.

 

Podía escuchar en su mente los gritos de cada una de aquellas victimas, era la primera vez que se sentía tan poderoso. Era ágil, un magnifico cazador, podía moverse cual fantasma sin hacer ruido y destrozar a la mas mínima criatura solo con un dedo.

 

Al inicio había maldecido su ser, había odiado en quien se había convertido pero se convenció a sí mismo, más bien una voz le decía que debía dejarse llevar por el nuevo poder, había sido débil y había caído en la trampa del caos y de su oscuridad, ¿no había demostrado ya que aquel era su defecto fatídico?, ellos habían ganado, habían reclamado la vida de los inocentes y él se las había dado como ofrenda y sacrificio.

 

****************

 

Sin más dio un paso atrás. Aquello había sido difícil, había sucedido justo después de ser convertido, cuando el caos y su oscuridad natural lo dominaban y aun no había peleado contra sus demonios.

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En cuanto su mente abandonó la confusión lo primero que vio fue a Bakari haciéndole una seña, instándolo a que el momento de dejar la barca había llegado. Así lo hizo. Pese a que logró deshacerse de aquel espíritu (que aprendió a identificarlos en su clase de Nigromancia) y que estaba claro que lo que vio no era real su corazón no dejaba de palpitar acelerado y parte de su mente aún estaba concentrada en su pasado. ¿Era suficientemente enderezar el camino para encontrar la paz pese a los errores del pasado?

 

Intentó responder que si, que su seguridad no había menguado pese a los visto. Pero no lo hizo, mientras menos mentiras mejor. Él iba a continuar, iba a enfocar sus esfuerzos en hacerse fuerte y cumplir varios de los objetivos fijados. Pese a todo. Pese a que el miedo brotó en su interior, pese a que en ese momento dudaba inclusive de si mismo. ¿Y si el caos lo poseía nuevamente como en el pasado?

 

Reconoció a las dos personas que acudían a la clase en calidad de estudiantes, al igual que él.

 

—Delacour quien diría que te encontraría en este lugar cuando me ha costado localizarte... pero respeto al pueblo Uzza, tranquila. En este lugar da igual quienes somos.

 

Esa era una de las tantas mentiras que si podía permitirse. Mentiras al fin y al cabo, por su puesto. Pero necesarias. Pero eran demasiadas. En torno a su reciente afiliación a la Orden del Fénix había montado un circo de mentiras. Juicios con los que no estaba de acuerdo, ofensas que le dolían más que a los ofendidos. Era la parte de su vida que lo ayudaba a luchar contra el caos.

 

—Ragnarok

 

Invocó la daga del sacrificio en la mano izquierda pues en la derecha ya se podía ver la varita mágica. Le daba miedo. En su futuro estaba entrenar para proteger sus recuerdos, para crear muros inalienables que volvieran a su mente un recipiente hermético. Pero ahí se encontraba, accediendo a compartir un recuerdo. No estaba claro si lo verían todos o solamente el Guerrero.

 

Cortó la yema del índice derecho, cambió la varita de mano y dibujó su firma con la sangre que brotaba de la pequeña herida. Apenas y podía entenderse, como todos los documentos que él firmaba, pues su caligrafía era burda y tosca.

 

 

Mentiras y patrañas. En ese se podía resumir su vida en aquel momento. Las reglas estaban para cumplirse, eso estaba claro incluso para alguien como él. Matar a su amigo le había dolido bastante pero eran actos realizados siguiendo ordenes. No se sentía culpable por eso.

 

Cuando el caos realmente se apoderó de su cuerpo fue en el momento en que no acató las ordenes. El caos no se encontraba en desobedecer, el caos estaba en todo lo que eso significaba. Por un tiempo llegó a disfrutar el torturar y matar para la Marca Tenebrosa.

 

 

No era un recuerdo concreto, era una recopilación de muchos actos despreciables de su pasado. Mató a jóvenes y a ancianos, a hombres y a mujeres. Y no se conformó con asesinarlos, llegó incluso a profanar sus cuerpos. Golpearlos cuando claramente sus vidas habían desparecido, cortar partes de sus cuerpos. Pero donde más caótica había sido su vida eran los momentos en que torturó sin necesidad.

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La imagen evidentemente modificada de su padre desapareció en cuanto pronunció aquel hechizo, y sólo en ese momento pudo volver a recobrar la compostura. Aunque aquellas palabras le habían dolido mucho más de lo que su expresión de perplejidad había demostrado, habían sido las determinantes para percatarse de aquella trampa. No, aquel no podría haber sido nunca su padre, aquellas palabras que la imagen había recitado con una voz totalmente similar a la de él no habían sido más que pensamientos y miedos muy profundos que, en un tiempo pasado, ella misma había tenido.

 

Pero si había algo que había aprendido en las pruebas de las únicas dos habilidades que tenía por el momento, era todo aquello que había ignorado por tanto tiempo, el hecho de todo lo que sus padres la habían querido y protegido incluso cuando ya no se hallaban en aquel mundo terrenal.

 

Llegó a la orilla al fin, dejando la barca a un lado y saliendo para dirigirse hasta donde Bastian y Bakari se hallaban. Hizo un leve asentimiento con la cabeza ante las palabras del Uzza. No eran nada del otro mundo para alguien normal, pero luego de haber tenido que vérselas en primeras con Badru, su primera experiencia con los guerreros y con quien tan mal se había llevado, aquellas palabras le sonaron a la gloria misma, un gran empujón para seguir adelante a pesar de todas las dudas que había tenido en un principio.

 

Una tregua, Karkarov, ― respondió, haciendo un leve asentimiento con la cabeza ― aunque la verdad es que no he ocultado, más bien, podrían haberme encontrado en mi mansión. No es mi culpa que los Inquisidores tengan tan poca inteligencia como para no ir a descabezar a los líderes primero antes que ir por los eslabones más bajos de la cadena.

 

Sí, estaba al tanto de lo que habían estado haciendo, estaba al tanto de todo a pesar de que no trabajaba en el Ministerio. Como también estaba al tanto de lo que el hombre intentaba hacer, de forma muy sutil. Se lo agradecía, aunque no había podido hacerlo aún frente a frente, pero lo haría en algún momento. Entendía totalmente su posición, a fin de cuentas ella había estado en sus zapatos hacía meses atrás. «No te tortures» le habría gustado decirle, sabiendo lo que estaría pasando por su cabeza, o parte de ello.

 

No me desmayaré, tengo bastante tolerancia ― una mentira descarada, pero no le gustaba admitir públicamente que se impresionaba fácilmente cuando la sangre abundaba. Aunque un pequeño corte no haría mella en ella.

 

Invocó la daga, la cual hacía ya demasiado tiempo que no lo hacía. La primera y última vez había sido durante su clase de libro de la Sangre. Levantó su mano izquierda y, con sumo cuidado, se hizo un pequeño corte en la palma de su mano, para seguidamente escribir su nombre con su varita, usando la sangre como tinta.

 

Esperó su turno con paciencia mientras tanto Hades como Bastian dejaban cada uno un recuerdo. No los vio, no quiso hacerlo por respeto, sabiendo que aquellas situaciones era algo sumamente personal. Dio un paso al frente y fue su turno entonces.

 

 

Se vio a ella misma, en una habitación totalmente sola y destrozada, con las cortinas chamuscadas dando paso a la luz de la luna. Sola, sucia, despeinada y hasta con marcas de heridas, aunque no graves. Pero eso era normal cuando terminaba una batalla, como en aquella ocasión. Lo diferente era su aura.

 

Tantas cosas en tan poco tiempo. Toda su vida había cambiado drásticamente, no una, sino varias veces en apenas unos meses, y no para bien.

 

Su ceño se frunció en señal de desagrado. Todo ello había acontecido luego de una batalla, luego de saber que una persona muy querida para ella se había marchado de la Orden y de Londres, sin despedirse de ella, sin darle chance a decirle siquiera. Ella, que había sido un sostén tan grande para cuando había quedado totalmente sola con dos niños recién nacidos, había hecho eso, ¡no se había dignado a darle un maldito saludo siquiera!

 

El dolor y el miedo a los cambios que llegaban de forma brusca a su vida la habían hecho perder la cabeza. Por un momento, por unos ínfimos minutos, en los cuales había salido de la habitación destrozada y casi corriendo hasta el techo de la mansión.

 

¿Qué había pasado por su cabeza en aquel momento de desconcierto? No lo recordaba, realmente había estado fuera de sí, dolida, tan dolida y furiosa con el mundo, que en cuanto su mejor amiga había llegado por detrás de ella no la había reconocido en un principio, y aunque lo hizo luego de voltearse y verla, por su cabeza no pasó nada más que no fuera una palabra: Cruciatus.

 

Y estuvo a punto de dejarse llevar por aquel impulso desmedido en el que sólo deseaba que un tercero sintiera el mismo dolor y sufrimiento que ella volvía a tener nuevamente. Lo habría hecho de no visto por primera vez llorar a la Weasley frente a ella y de rodillas; sólo eso logró sacarla de aquel estado de transe en el que había entrado, y evitar hacer algo de lo que se arrepentiría el resto de su vida.

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No se movió de donde estaba. A esa distancia, podía ver -si es que quería- los recuerdos que iban dejando sus alumnos. Cada uno era muy diferente del otro, al igual que sus peores recuerdos. Incluso, podía escucharlos casi discutiendo por temas que a Bakari poco o nada le importaban. Los dejaría charlar, relacionarse y matarse si es que así lo deseaban. Eso le daba a él la oportunidad de conocerlos un poco más, de saber que tan superficiales eran sus vidas.

Cuando los tres nombres estuvieron en los pergaminos y los recuerdos en el pensadero, un ligero temblor lo sacudió, elevándose un metro del suelo. La luz azulada se tornó blanquecina y el pensadero “explotó”, desapareciendo y llevándose con él los pensamientos. Bakari solo asintió y puso los ojos en blanco. Sabía que era momento de continuar, por muy afectados que sus estudiantes estuvieran; ese era el momento perfecto para aprender a invocar los poderes del caos.

 

—Bah, cada vez es más dramático. Ya empecemos. Vamos a invocar algo, usando ese sentimiento que aún tienen luego de recordar sus caóticas vidas. Úsenlo para darse poder. Por ser la primera vez, tienen que estar atentos ¡Nada de varitas en las manos!

Se puso de pie, enderezó totalmente la espalda y guardó la varita a un lado, pues no iba a necesitarla. Pensó él en las atrocidades que había hecho en el pasado, en las cientos de vidas que había tomado y dejó que sus pensamientos se convirtieran en poder, y que ese poder se trasladara a sus manos, que estaban a la altura de su pecho, con las palmas apuntando al suelo. Una nube oscura comenzó a formarse y hacerse cada vez más grande.

Cuando la oscuridad alcanzó el tamaño justo, juntó las manos como si diera un aplauso y la magia oscura hizo lo suyo. La nube se desprendió hacia adelante, resultando en una invocación. Un señor del caos. Caprichoso y egocéntrico, que miró a Bakari con furia por llevarlo a un lugar donde no había ninguna batalla de por medio.

—Otra vez me llamas para puras tonterías — su voz era profunda y gruesa, muy oscura, evidentemente estaba molesto.

—Para curarme y no reclamarle nada a tu invocador —respondió tranquilo.

 

A Bakari no le sorprendía en lo más mínimo el mal humor del señor del caos. Luego de esa breve charla, lo ignoró por completo, le interesaba más saber sobre sus alumnos, ¿podrían los tres invocar el señor del caos? Y mejor aún, ¿podrían controlarlos? Sino, la clase se convertiría en un campo de guerra.

 

—Pueden intentarlo, realizando el mismo movimiento —volvió a indicar la posición de las manos y el aplauso —. Si la nube no se forma o no sale la invocación es que su recuerdo es inútil y deben buscar una experiencia peor.

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El Ragnarok elevo una ceja sin entender de que estaban hablando aquellas 2 personas, la verdad entendía poco de aquello y poco le importaba en aquel momento la situación, ahora el cainita debía de estar concentrado en el caos, en no dejar que lo consumiera o se apoderara de él, sino pasarían cosas malas, sangrientas, cosas que no deberían pasar al menos mostrando su cara normal. Se encogió de hombros y dio un paso al lado para dejar que ambos firmaran aquel pergamino y entregaran algo de ellos, quizás porque clara y sencillamente aquel pensadero sabía que eran 3 personas desapareció en una explosión unos segundos después.

 

-Bueno, eso es nuevo –dijo el vampiro serio.

 

Las palabras de Bakari lo volvieron a la realidad. Aquellas nuevas instrucciones eran claras y precisas así que guardo la varita, al parecer iban a empezar con la parte más seria de aquel libro, sombras de recuerdos habían aparecido en la mente del cainita pero sabía que hasta que no aprobara el libro aquello que había visto y conocido alguna vez en tierras Uzzas no se vería claramente. Aquel había sido el precio de ir hasta allí como uno de los elegidos, había visto, aprendido y dominado cada parte de aquello, solo que, a menos que probaran que eran dignos nue4vamente el conocimiento quedaría escondido en sus cerebros.

 

No perdió de vista al guerrero, estudio cada uno de sus movimientos, no quería perder ningún detalle que pudiera retrasarlo o simplemente hacer que hiciera algo mal. Observar al mismísimo señor del caos sorprendió al cainita pero podía sentirse hasta allí donde ellos estaban parados el poder de aquel ente. Entrecerró los ojos al escuchar las nuevas palabras de Bakari. Observo de reojo a Mei esperando ver o descubrir que haría aquella chica o que podría descubrir ella de él. Suspiró no eran momentos para juegos o preocupaciones. Cerró los ojos para concentrarse, sabía que por ser la primera vez podía hacerlo de aquella manera, luego podría hacerlo ya hasta sin pensar, pero por ser el primer intento lo haría así.

 

Aun podía sentir aquella oscuridad en su pecho, a pesar de haber dejado aquel recuerdo en el pensadero aun tenía demasiadas cosas adentro, demasiado dolor y cicatrices, además su vida no había sido color de rosa, cada cosa que lo había marcado y hasta su propio carácter amenazaban con destruir la comunidad mágica cada día, solo que solía refrenarlo y dominarse, ahora Bakari le pedía que usara todo aquello para lo que estaba a punto de hacer. Por un segundo movió las manos y dejo que aquella ira acumulada se concentrará en su pecho tal como solía hacer cuando se entregaba al frenesí asesino. Sabía que en sus ojos aparecería el brillo de intensa maldad una vez que se dejara ir, su oscuridad, aquella que había estado sumergida bajo la luz y la normalidad estaba expectante, era el momento que había estado esperando por tanto tiempo, el cainita ahora si debía dejarla jugar.

 

Una vez que concentro toda aquella ira y poder el cainita hizo aquel movimiento de manos, hizo como si aplaudía juntando sus níveas manos y apunto con las manos al suelo.

 

Una nube oscura comenzó a salir del lugar donde el había apuntado con sus manos, está cada vez se iba haciendo más grande y parecía estar formando algo, por un segundo aquella figura no fue nítida, pero poco a poco comenzó a solidificarse y a materializarse. El Ragnarok había invocado un troll. ¿Aquello era en serio?, había invocado a un señor del caos en forma de troll, uno que parecía no querer amigos y estaba realmente molesto por haber sido invocado. Maldijo por lo bajo. Aquel troll había comenzado a moverse y estaba a punto de atacarle. Claro, con su suerte no le extrañaba, pero aun así sabía que debía defenderse o al menos evitar quedar tirado en el suelo humillado. Sin pensarlo 2 veces aquella cosa ataco al vampiro. Sabía que no podía usar la varita ya que Bakari les había ordenado aquello así que simplemente pensó en lo que podría hacer ya que para usar el salvaguarda mágica debía usarla

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Se estaba haciendo tarde y eso no me gustaba para nada. Las diferentes tareas que tenía que realizar se habían juntado de una manera inesperada y el tiempo me había jugado en contra. Sabía que podía llegar a la hora que quisiera, no era como las clases de conocimientos que tenía un plazo coordinado. Los Libros de Hechizos eran muchos más especiales y mejores que eso, y los Guerreros Uzza si la cuestión era enseñar, podían a llegar a ser maestros excelentes, pero no podía tomarme el provecho de llegar tarde simplemente por ser director. Mucho menos con Bakari.

 

No los conocía demasiado, pero si había pasado unos meses con ellos en una especie de retiro espiritual. En las primeras semanas de enseñanza, cuando el Ministerio había logrado traer al pueblo extranjero Uzza e insertado en la Universidad, había tenido que tomar el papel como profesor de los Libros Menores. Y allí era donde había aprendido para poder enseñarlo en la Institución, además de tener el privilegio de relacionarme con los Uzza. Había llegado hasta ver el poder y potencial de los poderes, mas no usarlos. Por eso estaba allí, para el Libros del Caos.

 

Me daba miedo. No sabía si realmente podía defenderme del caos o provocarlo. Estaba seguro que el nombre era en ambos sentidos, sin embaargo tenía que presentarme ante el Uzza y así fue como hice. No conocía el punto exacto pero había estado pensando que la mejor manera de hacerlo, era usando su misma magia. Los Guerreros Uzza eran muy orgullosos, tanto de ellos como del resto. Si llegaba volando como un búho sería recordarles que tambien estaban los Arcanos con nosotros y era una guerra en la que no quería meterme. En cambio si usaba su propia magia, estarían mejor.

 

Asi fue como había utilizado el Fulgura Nox como medio de transporte. El portal estalló en miles de diminutas lucecitas y estelas de niebla que se arremolinaron para dejarme paso. Me adentré en él y aparecí del otro lado, observando que la clase ya había empezado y justo había tres personas conocidas. ¿Estarían conmigo? Hades, Bastian y Mei estaban cerca de Bakari, y al parecer había llegado en un momento donde estaban invocando la magia. No tenía el poder de controlarlo aún pero si me había atrevido a echarle un vistazo al libro. No tenía el poder aún de utilizarlo.

 

¿Llego muy tarde, maestro? Disculpe la tardanza, no sé si me recuerda, soy Elvis Gryffindor. Estoy aquí para aprender de usted —me acerqué de a poco, dedicándole una reverencia con la cabeza al maestro y luego a mis compañeros. Los chicos estaban totalmente concentrados asi que esperaba no sacarlo de sus casillas. Acomodé un poco mi cabello aunque sabía que era totalmente en vano porque ya crecía en todas direcciones. Miré a Bakari esperando que me dijera con qué empezar, suponiendo que mi leve presentación le había alcanzado. No eran personas que les gustara hablar con extranjeros.. ¿O se habían ablandado?

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Bastian no estaba seguro, pese a las palabras de su instructor, de que las cosas realmente fuesen tan malas como las pintaban. Si, le daba un miedo terrible jugar con el caos y en el fondo sabía que las cosas podían ser totalmente incontrolables. Pero cuando pensaba en eso de forma inconsciente su mente invocaba las palabras que -según la historia- había dicho Dumbledore. La felicidad estaba presente incluso en la tristeza, oculta, a la espera de ser encontrada. ¿Podía el caos funcionar de igual forma? ¿Podía el caos esconder el orden y la luz?

 

Imitó aquella extraña posición de manos realizada por Bakari. No había mucha seguridad en sus movimientos, más su concentración era total. Encontró recuerdos que eran capaces de destruirlo. Pero intentó encontrar verdad en las palabras de Dumbledore, y comprendió los motivos por los que era posible encontrar la luz. Tomó el caos, lo exteriorizó, pero sintió que inclusive en aquellas situaciones caóticas el sentimiento de lo correcto representaba esa luz. Invocó al señor del caos

 

Se asustó, se asutó de verdad. Ante si hizo acto de presencia ua criatura cuya energía no tenía en absoluto luz. O quizá si, en su momento podría ponerlo a prueba. Pensó que todo se desmoronaría, que la energía que manaba aquel ser destruiría todo a su paso. Pero no lo hizo. El Señor del Caos adoptó su apariencia más poderosa, la de un ente que desbordaba caprichos y que dejaba claro que lo único que importaba era él mismo.

 

¿En que se había metido?

 

off:

 

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