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Libro de la Fortaleza


Badru
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No hubo tiempo de usar el poder de su pajarraco para escapar de la peligrosa selva en donde se encontraban. Un Uzza apareció de la nada, o quizá no tan de la nada, para guiarlos hacia lo que aparentemente era el final de aquella pesada prueba en la que -si bien casi mueren bastantes- habían aprendido a utilizar con cierta facilidad los hechizos del libro de la Fortaleza. Fue solo luego de hacer aquella magia que entendió el motivo del nombre de libro. Estaba pensando, al parecer, para hacer más fuerte a las personas mediante hechizos protectores en su mayoría. Se quedó maravillado cuando una especie de portal se hizo presente en la selva. Un portal que no dejaba escapar la luz, que si se llegaba a apreciar era precisamente porque era mucho más negro que la más oscura noche.

 

Se internó en lo desconocido. ¿Qué podía salir mal? Muchas cosas, si. Pero en ese momento por su mente solamente se le ocurría poner muchos kilómetros de distancia de aquellos indígenas molestos.

 

—Gatiux. Aún sigue en pie lo del pajarraco —dijo en tono de broma en cuanto se hubo cerca de su tía.

 

Mientras esperaba la respuesta de la bruja, sin desviar la mirada para nada, se acomodó la espada sostenida en la espalda. Esta se había movido por todo el jaleo de la huida. Lo mismo con la capa de viaje roja, se habían soltados varios botones por lo que no le quedó más alternativa que soltar los pocos que aun quedaban. Aquel lugar era caluroso, si, pero no tan húmedo como la selva. Sostuvo la varita entre los dientes y con las dos manos arrancó la enredadera que sostenía su blanca cabellera. Tomó la varita con la mano derecha.

 

»¿Esta prueba de que va exactamente? Que me liado y no tengo ni la más mínima idea..

 

Su mente se aclaró en cuanto vio que algunos comenzaron a lanzar hechizos. Aparecieron animales transformados desde rocas de tamaño considerable. ¿Era acaso una especie de batalla la que se llevaría acabo en ese preciso momento? Supuso que si.

 

 

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A Tauro le preocupaba si iban a ver las suficientes rocas o árboles que los allí presentes pudieran usar a su disposición y es que con los pocos hechizos que podían usar realmente no habían demasiadas opciones. Varios de los de sus grupo usaron las primeras rocas a la vista y usaron el típico hechizo para transformarlos de acuerdo a lo que desearan y no era mala jugada, otros en cambio decidieron invocar pajaritos que servirían de protección a sí mismo si alguien los atacaba. No sabía qué hacer, pero tampoco es que lo tuviera que pensar demasiado.

Uno a uno se fueron haciendo conscientes del por qué se encontraban allí reunidos y la mayoría hizo lo propio para prepararse para la batalla, aunque dados los últimos acontecimientos cualquier cosa podría pasar y en lugar de una batalla entre grupos, podrían desatarse diferentes batallas individuales o el mismo Uzza podría enfrentarse a todos ellos juntos. ¿Su poder sería tan grande como para hacer algo como aquello? No, aquello era demasiado, incluso para él, quizás los Uzzas con más rango si podrían.

— Morphos —dijo con tranquilidad la oji-azul mientras apuntaba a otra de las rocas medianas que allí había, la roca era lo suficientemente grande y pesada como para poder ser transformada en casi que cualquier criatura adulta, en ese caso, por ejemplo, un lobo y en eso fue precisamente lo que se convirtió. El feroz animal se situó frente a ella enseñando toda su dentadura, con uñas de las patas bien enterradas en el suelo firme, listo para defender o atacar, según el caso.

— Avis —esta vez las palabras salieron de su boca en un tono perezoso, pues aquel hechizo poco le gustaba y debían ser muy contadas las veces en que lo empleaba en alguna batalla, sin embargo, doce cuervos del más negro plumaje y con el máximo tamaño que pudieran alcanzar (el de una paloma) salieron de la punta de su varita y también se situaron frente a ella sin obstaculizar su vista. Apenas y había algo de acción hasta el momento, pero eso le daba tiempo para seguir analizando el terreno a su alrededor y ver las ventajas y desventajas de este en lo que daba inicio la verdadera acción.

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Nadie había aparecido para decirles nada, ni siquiera se escuchaba algún sonido amenazador o fuera de lo normal que les indicase que se avecinaba algo importante, pero, por algún motivo, las personas allí presentes se estaban preparando para empezar una batalla. Como si de una pelea entre mortífagos y fenixianos se tratase, los presentes habían empezado a crear defensas a la espera de que a alguien se le escapase su primer hechizo. Gatiux observó alarmada a los presentes. ¿Empezaría alguno allí la batalla o estaban esperando a alguien más?

 

La Malfoy se puso de pie, de pronto inquieta por la idea que se estaba formando en su cabeza, no sabía cuanta gente más aparecería y si serían hostiles contra ellos por algún motivo que se le escapase, tal vez lo que estaban haciendo los allí presentes no era del todo descabellado. Aguantó la varita frente a la roca sobre la que había estado sentada segundos antes e imitó a los demás.

 

-Morphos

 

Una pantera negra de ojos amarillos, como los suyos, le miró y se movió en circulos en torno a la bruja de cabello violeta. Aquel felino le defendería de cualquier cosa que amenazase con atentar contra su vida. Movía la cola de un lado a otro, listo para atacar si su invocadora daba la órden. La bruja lo miró unos instantes embelesada por la majestuosidad de la criatura, tan hermosa como letal.

 

-Avis

 

Doce pequeños diamantes mandarines comenzaron a revolotear alrededor de la Malfoy, cantando de forma alegre alrededor de su invocadora, sin obstaculizar su visión, pero dispuestos también a protegerla. La pantera les siseó, pero Gatiux la acalló con una orden mental. Fue entonces cuando comprobó que todos los anillos y los amuletos estaban en su sitio, por si necesitaba echar mano de uno de ellos. Había comprobado que eran muy útiles y le servirían en la batalla seguramente. Esperaba que el pajarraco de Bastian la sacase de allí de una pieza, tal y como le había ofrecido su sobrino, si las cosas pintaban mal. Se mantuvo alerta por si alguien más se acercaba hasta allí...

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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El Ragnarok se mantuvo atento a todo lo que hacían a su alrededor. Dibujo una mueca ante lo que preguntaba Anne. Si aquello era lo que sospechaba habría sangre, derramarían sangre y eso le gustaba, así podría saciar la sed del vital líquido. Dio unos cuantos pasos para acomodar mejor su posición. Escucho atentamente lo que respondía su hermana ante lo que él había dicho, quizás ella había entendido mal lo que había querido decir con aquel reclamo el cainita refiriéndose al quidditch y no a lo que hacían allí.

 

-la verdad hermanita es que sea lo que sea habrá que tener cuidado, no sé qué es lo que encontraremos pero sospecho que no será nada grato –le contesto.

 

Mantuvo su varita entre los níveos dedos mientras se movía para obtener una mejor posición y un mejor campo visual, claro estaba sin perder de vista a la Gaunt ya que si ella lo necesitaba le ayudaría. Al fin el cainita había entendido aquella prueba y la razón por la que había aparecido allí.

 

-Creo que mis hipótesis se están haciendo realidad –murmuro para sí mismo.

 

El Ragnarok no preparo ninguna defensa como lo estaban haciendo sus compañeros, él simplemente estudiaba las millones de posibilidades que podrían darse en lo que fuera a suceder, sin embargo, le preocupaba que no había visto a Ashur por ningún lado. Ladeo la cabeza pensando en la última vez que la había visto y había sido con Elvis, así que ella debía estar con él. Gruño para sí mismo sabiendo que se suponía que él y su compañero debían protegerla, al menso hasta donde pudieran, era una guerrera que prometía grandes cosas y tanto él como Elvis le habían prometido a su maestro que la cuidarían hasta llegar al final.

 

-No dejaran nada para transformar –bromeo el cainita expectante a que alguna cosa sucediera- cuando llegue el momento ya veré que hare, supongo que por ahora habría que plantear una estrategia

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¿Quién me había mandado a mí, apuntarme al dichoso libro?

 

<< nadie>> respondió una pequeña voz en mi interior. Mi conciencia se burlaba de mí al ver los retos a los que tenía que enfrentarme, sobre todo cuando se trataba de conseguir más poder. Conseguir el libro de la Fortaleza había sido un orgullo, pero ahora lo lamentaba. Después de buscar la maldita tumba de la supuesta madre de Tutankamón... Ahora ya no estaba tan segura de seguir adelante.

 

Aún llevaba las mismas ropas que cuando había entrado a esa construcción. Botas de piel de dragón, unos tejanos, una camiseta y una cazadora de cuero, además de los libros (guardados en el monedero de piel de moke) y los anillos colocados en todos los dedos de mis manos. A pesar de llevar la antorcha en mi mano izquierda y la varita en la mano derecha, ambos encendidos, en ese oscuro lugar parecía que las nieblas de la oscuridad no se dispersaban. Ni con el mayor potente hechizo de iluminación.

 

Había conseguido salir airosa gracias a uno de los magos que, de casualidad me había encontrado en uno de los pasillos. De no ser por él, podría haber sido devorada por un maldito inferi. Al final cansada de tanto buscar, había vuelto a la entrada. Pero alguien ya nos estaba esperando. Tiré la antorcha al suelo y ésta se apagó pero no hice lo propio con mi varita de álamo.

 

Era un joven moreno, con ojos oscuros cómo la noche, que me recordaban al viejo profesor de pociones, Severus Snape en sus viejos retratos. Con su mano, nos había indicado que lo siguiéramos. Yo fui detrás de él, hasta atravesar una especie de portal mágico. Cuando hubo pasado el tiempo de oscuridad, tuve que entrecerrar los ojos durante un segundo porque la luz era demasiado intensa.

 

Miré a mi alrededor, estábamos en una sabana; bajamos de la pequeña montañana mientras yo, intentaba pasar desapercibida. Pero aún así desconfiaba de ese guerrero. El lugar era demasiado extenso, muchos animales por doquier, y árboles medio muertos. El paraje era bastante desolador y el motivo que nos había llevado ahí, más aún... Me alejé del grupo hasta que vi un árbol un tanto especial.

 

Intenté que no se me notara mucho y poniendo la varita en la boca, empecé a escalar uno de los árboles que parecían bastante gruesos. Con la agilidad propia de la raza vampírica a la que pertenecía, subí en un periquete. Estaba bastante alejada, a una distancia de unos diez metros. Si alguien quería atacarme tendría que al menos ponerse a una distancia prudencial. Había visto algunos ofidios propios de esas tierras, quizá sería hora de empezar a "usar" la varita cómo debía de ser. Me di cuenta que por el aroma de Sagitas ésta estaba cerca, algo cerca de dónde yo estaba, su pelo color violeta a pesar de la distancia, era inconfundible. Yo aún estaba agazapada en una de sus ramas.

 

Estaba ansiosa por conseguir el libro, pero si podía evitarme desangrarme al inicio de la batalla, mucho mejor. Al menos, estaba algo oculta gracias a la copa de la acacia y sus gruesas ramas. Podía escuchar las conversaciones de los demás compañeros a pesar de la distancia. Éstas llegaban cómo si fueran susurros pero aún así los entendía... Esperaba que no me localizaran tan pronto.

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Cuando sus pies tocaron tierra firme agradeció a algún ente invisible que no hubiera sido de una forma brusca. Le dolía el cuerpo como si le hubieran dado una paliza, suponía que por todo lo que había ocurrido durante la clase que supuestamente ella y Jank deberían de haber dado. Y decía supuestamente porque una serie de catastróficas desdichas los había perseguido hasta que llegada de Badru, en medio del desierto. Y diablos, gracias a Merlin que el guerrero había aparecido, pues estaba segura de que alguna de las personas que conformaba el grupo hubiera terminado mal.

 

El sol brillaba y calentaba con fuerza. Allí donde se hallaban no había mucho bajo lo que protegerse, así que Mónica optó por llevarse la mano a la frente para que los rayos de sol no la cegaran. Giró sobre sus talones para ver lo que la rodeaba y aprovechar la vista que la altura de la colina le otorgaba, más que nada por tener cierto control del sitio en el que habían aparecido. Lo observó todo, lo analizó todo y supo exactamente que aquella sería una tumba perfecta.

 

Chasqueó la lengua y suspiró. No había muchas opciones a parte de la de descender por la ladera hasta la llanura en la que la mayoría de los presentes se concentraba. En lo alto del cielo, donde no veía muchas nubes, un par de águilas marciales sobrevolaban sus cabezas como únicos testigos de lo que estaba apunto de pasar ¿Serían aquellas criaturas conscientes de que estaban apunto de presenciar una batalla? Era complicado saberlo, puesto que ni los presentes lo sabían con certeza.

 

- ¿Que diablos pasa? ¿Es que dan premios a los que más pajaritos y criaturas tengan invocadas? - levantó ambas cejas viendo la escena. No eran una ni dos las invocaciones que habían realizado, si no muchas más. Cuando reconoció a alguno de los otros profesores supo que tanto los rostros conocidos como los desconocidos formaban parte de la larga lista de inscritos en la universidad y algo le decía que ya no formaban los mismos equipos que habían asistido a las clases-. ¿Pero qué...?

 

Se apartó el cabello suelto del rostro y buscó la varita, -guardada hacía apenas unos minutos-, entre los pliegues de la túnica ligera que llevaba. La brisa era nula, así que la finísima tela que le llegaba a la mitad de los muslos permanecía inmóvil al igual que ella, que se había separado del resto y se había situado a una distancia considerable de cualquier persona, criatura o amenaza. A unos ocho metros podría decir a simple vista, una distancia que no cambiaría mientras ella no quisiera.

 

- Cuidado Mónica, me parece que ahora eres una más – se dijo a sí misma mientras sus ojos buscaban a quien unirse.

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Su ceja se alzó lentamente cuando el guerrero apareció ante ellos, con el poder de quien sabe más que cualquiera de los presentes. No obstante, no hizo ningún comentario, se limitó a mirar a Tauro de reojo mientras los segundos transcurrían. Realmente no tenía muchas ganas de separarse de ella y tampoco estaba en posición de exteriorizarlo, ya Zack la había mirado con desaprobación en la clase y lo más probable era que Pik pensara algo similar. No porque no estuvieran de acuerdo, sino porque estaba ligeramente distraída dentro de su concentración usual. Suspiró.

 

—Cuidado y te muerdo del otro lado, preciosa —respondió, con toda la naturalidad del mundo, ensanchando una sonrisa pícara antes de ver a la Crouchs desaparecer por el portal. Luego llevó los ojos a su primo—. ¿No vienes, Ivashkov? Supongo que ya puedo tratarte un poco mejor, ésto de profesor no termina de entrarme en la cabeza.

 

Guiñándole un ojo con complicidad, se adelantó hacia el portal y se perdió en él como había hecho antes la Líder Mortífaga.

 

~o~

 

In-so-por-ta-ble

 

Tan sólo poner los pies en la tierra, se quiso morir. La Sabana se extendía ante sus ojos como un manto de tierra, calor y desolación, sin contar a los animales que se movían de un lado a otro en el horizonte. El sol enviaba esos rayos letales hacia ellos y ella empezaba a sentirse como un cubo de hielo bronceándose en el Sahara, propensa a derretirse en cualquier momento. Como un demonio, podía esperarse que se sintiera cómoda en el entorno... pero no, era de las pocas excepciones que no soportaba un poquito de calor o le daba la crisis.

 

Y para colmo, por los nueve metros que las separaban, su novia estaba en el equipo contrario. Todos los demás estaban a la misma distancia y, lamentablemente, eran ligeramente mayoría. Mónica y Heliké, de su equipo, ya habían llegado y eso era una buena noticia. Pero pronto empezaría la matanza y su primo estaba por llegar, para unirse a la fiesta. La mujer le lanzó una mirada sarcástica a Taurogirl y con un simple movimiento de varita, toda la ropa desapareció de su anatomía, dejándola tal cual una rumana la había traído al mundo. Un poco de celos nunca estaban demás(?)

 

A su alrededor no había nada morpheable, por suerte, lo más cercano estaba a unos seis metros a la redonda y por ende estaba a salvo. Los animales que podrían ser oppugneados estaban lejos de ella, también, y nadie aún había decidido atacarla, lo cual era una ventaja. Enarboló la varita, realizó una pequeña reverencia hacia sus contrincantes y la alzó como señal de aviso. En cualquier momento podría lanzar una maldición. No obstante, estaba atada a las acciones neutrales y la de los libros... af, con lo fácil que habría sido con sus propios hechizos.

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No sabía qué lamentaba más, si el hecho de que tantas personas se unieran en batalla, o que el sol seguía casi en su punto más alto elevando la temperatura del nuevo escenario. Una vez sus zapatos volvieron a tocar tierra firme, el Mortífago notó que estaban literalmente en medio de la nada. Badru se había tomado el atrevimiento de reunir a los alumnos de los tres grupos, además de dividirlos en dos equipos que deberían batirse a muerte, sin importar que fueran compañeros de bando o no.


Zack miró a su alrededor, y no encontró a nadie conocido, al menos no de su bando para ese simulacro. Al cabo de unos segundos, reparó en que se encontraba Monica y Heliké, con quien tendría que pelear codo a codo. Los otros ya tenían algunas protecciones, como animales y otros bichos raros de menor clasificación. En cierta forma, era bueno el hecho de que los poderes mágicos de alto nivel estaban siendo minados, obligando a los presentes a usar hechizos neutrales.


—Extrañaré mi Katana — Admitió en voz alta. Aun así, sabía que podía defenderse con cualquier cosa, sus años de experiencia no lo limitaban a hechizos altos, conocía los de dominio público y podía trabajar con ellos muy bien. Claro que estando todos así, deberían ser más unidos que nunca. Suspiró al tiempo que una ligera brisa hacía ondear su camisa abierta y de nuevo todo quedaba estático. Las gotas de sudor en su pecho casi totalmente descubierto bajaban por sus abdominales hasta acumular más peso y terminar siendo absorbidas por el pantalón en su cintura.


El característico y atractivo olor corporal del vampiro se hacía más intenso con el calor manteniendo su esencia a pesar de tener varias gotas de sudor aparecían dejando en claro que no era un buen escenario para un vampiro. Ser tan pálido y no tener formas de evitar la luz solar, le hacía pensar que saldría de ahí con la piel enrojecida. Sus mejillas comenzaron a ruborizarse a la vez que arrugaba su entrecejo como si eso le ayudara a evitar que los molestos rayos del sol le causaran incomodidad a sus ojos claros.


—Hay que acabarlos y salir de aquí. No soportaré el calor por mucho tiempo — Comentó mientras se juntaba con Leah en el centro de la sabana. Le había dirigido la palabra antes de que partieran de la pirámide donde fueron de excursión por la clase, y hasta entonces el hombre no había podido responder — ¡Ah!Tampoco me van tan bien las formalidades contigo, así que dime como quieras— Ciertamente debía ser extraño para su prima tener que verlo como un profesor, aun sin que este exigiera el respeto que se merecía como tal.


En el lugar no había tantos recursos que sirvieran para hacer uso de la transformación. Ahora que se ponía a detallar podía entender que el guerrero Uzza deseaba poner en práctica la imaginación de los pupilos, además de los profesores, no había mucho que se pudiera hacer ahí. Algunos árboles dispersos con ramas caídas, unas pocas rocas de menor escala, y uno que otro animal que se alejaba con celeridad al ver la cantidad de magos y brujas presentes.


—Empecemos antes de que me dé sed — Dijo a Leah sabiendo que ella lo entendería. Se preguntaba si Lyra apareciera con su botella de agua, o Pik. Dado que en la clase Lisa no le había dado una a él, no tenía cómo controlar su hidratación.

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En cuanto atravesó el portal se topo con una tierra mas árida que la anterior, y no solo eso si no que sus compañeros habían desaparecido y ahora estaba con otros. La bruja suspiro con desgano, ¿que acaso nadie tenia consideración de los de su raza? Todos parecían obsesionados con los malditos desiertos. Una fina capa de sudor perlaba ya su cuerpo y seguro si no moría en la lucha que seguro les esperaba por la manera en que todos se comportaban, seguro moría por deshidratación.

 

Estudio a los que estaban cerca de ella, el alivio recorrió su cuerpo al ver a varios de sus compañeros de bando en su grupo, una neutral que no estaba segura si sabría defenderse bien y nada mas. Al resto no los conocía de ningún lado aunque una de ellas casi podía asegurar que era empleada del ministerio. Aunque eso no era de gran ayuda, mas de la mitad de los alumnos de la Universidad lo eran. Busco donde recargarse mientras pensaba en como salir de ese lio, en primer lugar viva y en segundo con el conocimiento del libro.

 

Si algo la sorprendió no fue del todo el lugar donde estaba, no, eso no desde luego, pero es que la rubia era curiosa y ver tanto animal le llevo a preguntarse si aquello era una especie de reserva de animales. Viéndolos bien se dio cuenta que cada dos rodeaban a los magos en afán protector y entonces se percato que seguro eran hijos del morphos. Saco una servilleta y se seco el sudor que recorría su cuello y nacía desde su frente, lo dicho, iba a morir desecada.

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Estaba empezando a odiar ese viaje. A lo Uzza, su magia, sus pupilos y todo lo relacionado a ello. Era cierto que sus conocimientos eran avanzados y para muchos magos lo que enseñaban era sagrado, casi místico ¿pero se debía de llegar a ese punto para conocer todos sus secretos? Era demasiado y en el rostro del Macnair se empezó a notar la amargura y el desprecio que estaba ganando, aunque también, muy en su interior, deseaba aprender esos conocimientos. Se trataba de una mezcla de emociones que él solo podía entender.

 

Un poderoso mago apareció en la cueva e invocó un portal, no necesitaba explicaciones para saber de que se trataba. Sin duda era uno de esos guerreros, ninguna mago en su máxima capacidad podía aparecer en lugar exacto en donde se encontraba y crear un portal con tanta facilidad. Lo atravesó siguiendo los pasos de sus compañeros, no deseaba quedarse alejado de ellos para donde sea que fueran a ir.

 

El vapor le pegó como una bomba en la cara. La humedad se desprendía del seco pasto y el sol arrasaba todo lo que tocaba. La vida terrestre, a pesar del clima, se adaptaba y sobrevivía con dificultad. Se encontraba en uno pobres arboles que daban poca sombra, eran más madera que nada. Alzó la mano a la altura de sus ojos y creó una pequeña sombra para poder tapar el sol, era fuerte y dificultaba para la vista. Notó un par de figuras a un par de metros de él y empezó a acercarse con lentitud, sacando la varita para estar prevenido.

 

Podía lanzar un par de hechizo y robarles la vida con facilidad, pero notaba su magia bloqueada. Todo el poder con el que contaba no se encontraba en su máximo nivel y esto no tenía ninguna otra explicación: los Unza. Solo ellos podían negarle a un mago como él todo el poder mágico que poseía. Mientras seguía caminando bajó la guardia al reconocer las voces. Hizo un sonido con su garganta para llamar su atención y los saludó con un gesto.

 

—¿Nos toca enfrentarnos a todos ellos? —preguntó, cerrando un poco los ojos para mirar a la distancia las figuras que se dibujaban en la distancia—. Ya están bastante preparados para atacar, aunque no creo que sea difícil ganarles —sonrió abiertamente, recorriendo el rostro de Zack, Leah, Mónica y Helike, contaba con un buen equipo ahí—. Si nuestro poder mágico no estuviera reducido, esto se acabaría tan rápido como la dignidad de los fenixianos.

 

Se acercó a los Ivashov y los detalló por un segundo, se parecían más de lo que ambos podían percibir. Puede que no tanto en lo físico, pero lo que transmitían, su actitud y su lenguaje corporal era como un par de almas gemelas danzando a la par. Sonrió para si mismo disfrutando de la vista, no se encontraba en la situación correcta para hacerlo, pero nunca dejaba pasar una oportunidad así. Leah como Merlín la trajo al mundo y Zack a punto de desprenderse de la ropa, se notaba que ninguno de los dos estaba acostumbrado al calor.

 

—Si necesitas alimentarte, Zack, puedo ayudarte con eso cuando terminemos con esta batalla —clavó la mirada en la Zack y le dedicó una fina sonrisa, pícaro. Sabia que alimentar a un vampiro con su sangre creaba un vinculo que pocos entenderían y el Macnair estaba consientes, pero sus palabras salieron como si le estuviera ofreciendo un pedazo de chocolate, nada que lo haría arrepentirse—. A ti, Leah, te puedo ofrecer ropa… aunque seguro alguien estará contenta de verte así.

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