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Libro de la Fortaleza


Badru
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—Por eso te amo, cariño —dijo Bastian en cuanto se dio cuenta de que su esposa le había salvado del envenenamiento.

 

Todo estaba pasando muy rápido, demasiado rápido en realidad, y eso no le estaba gustando. El fénix, que lo había acompañado desde la selva se encontraba volando por la zona. Lejos, para no ser controlado por nadie, pero a la espera de su llamado por si era necesario salir del lugar. Él se iba a arriesgar solamente lo justo. Ya le había ofrecido una vía de escape a Gatiux y seguramente en poco tiempo eso es lo que él haría. Correr hasta Valkyria, ir hacia Gatiux y desaparecer entre llamaradas amarillas y escarlatas.

 

Se concentró y trajo a su mente los recuerdos de todo lo que aprendió en la clase en que aprendieron a utilizar el libro. En ese momento no era necesario, aparentemente, pero si que iba a necesitar aquellos poderes en el momento menos pensado. Si, curarse a velocidades sobre humanas era muy interesante y realmente útil.

 

Accio Varita de Gatiux —dijo el mago justo luego del hechizo silenciador de Elizabeth Silé.

 

El efecto fue inmediato. La varita de su tía se hizo presente en su mana al recorrer la poca distancia que lo separaba de la misma. Se la lanzó a la bruja, con eso podría hacer unos cuantos evanesco y quedar totalmente libre de las cuerdas que la tenían atada. Luego de ello, y cuando el rayo sectusempra de Elizabeth comenzó a viajar en su dirección, pensó en una salvaguarda mágica haciendo que todo su cuerpo y prendas de vestir se volvieran intangibles. El rayo lo atravesó y en ese momento recuperó estado sólido.

 

—¿Estamos locos o algo? —preguntó sin dejar de lago el tono molesto en su voz. ¿O es que los Uzzas estaban locos y se les había safado un tornillo?

 

 

 

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Nunca comprendería a los ingleses.

 

Cuanto más observaba la batalla, menos cosas comprendía. Miró a Badru a lo lejos, deseando con toda su alma que hiciera algo, pero Badru se limitaba a sonreir mirando como se desarrollaban los acontecimientos, sin intervenir. Nunca le había caído bien aquel Guerrero, por más que intentara disimularlo, su Honor no estaba del todo en orden. Quizás fuera por la confusión que sentía o por el enfado que ya empezaba a despertarse dentro de ella, pero en honor a la verdad, no era la primera vez que tenía aquella impresión de Badru. Fuera como fuese, tal vez estaba siendo injusta con él, pero Asuhr estaba ya cansada de un expectáculo que distaba mucho de ser honorable.

 

¿Qué pretendían aquellos aspirantes? Pelear bravamente, era honorable. Dejar tirado a un contrincante que no era tu enemigo atado con unas cuerdas, sangrando copiosamente y sin su varita, era todo lo contrario. Al oponente caído había que tenderle la mano, felicitarle por lo bien que hubiese peleado, remarcarle sus aciertos y ayudarle a recuperar honor. Ni siquiera Badru había curado a Gatiux ni la había retirado de la batalla, lo que quería decir que, incluso en su precario estado, quería exigirle que siguiera luchando. Asuhr sabía que había tiempo de sobras para que alguien se acercara a curarla, pero no podía soportar verla ahí tirada sin que nadie de los presentes se preocupara por su estado. No podía consentir que tal deshonor cayera también sobre ella. Si esa era la prueba, más allá de saber utilizar el libro que se le iba a vincular, acertaría con lo que ya había decido hacer. Si no lo era... bien, su Honor era antes que nada.

 

Corrió hacia la chica de cabello violeta, casi la única con cuyas acciones se había sentido identificada cuando estaban en la selva. Las aves que había conjurado para que la protegieran aún la seguían.

 

- Curación - Pensó apuntando a Gatiux, sabiendo que aquel conjuro la dejaría sin la energía necesaria para volverlo a pronunciar otra vez, pero consciente de que lograría reponerla lo suficiente.

 

Ahora necesitaba una varita, pero no tenía ninguna que estuviera segura que se adaptaría a la bruja.

 

Ya que había gastado la energía que le permitiría volver a usar la Curación, Asuhr decidió crearse alguna defensa adicional.

 

- Morphos -pronunció apuntando a una roca de suficiente tamaño, que al momento tomó la forma de un guepardo de colmillos afilados y poderosas garras. El se encargaría de protegerla junto con las aves que todavía volaban a su alrededor. Al menos de momento.

 

- Evanesco -apuntó a la cuerda que amordazaba la boca de Gatiux. -Vamos, levántate, no sé qué pretende Badru, pero no me fío. Algo raro está pasando.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Levanté una ceja, muy sorprendida por la aparición de una muchacha a quien no conocía. ¿O sí? ¿No era una profesora de conocimientos como yo? Bueno, no era algo que, en aquel momento en que estaba descolocada por los hechos que se sucedían a mi alrededor, pudiera afirmar. Lo que sí me sorprendió es que intentara silenciarme. De acuerdo que ese hechizo da sí o sí pero... ¿es que acaso no veía a mis pajaritos que estaban en aquel momento revoloteando por mi cabeza?

 

Parpadeé bruscamente, no sé si enfadada o aliviada, porque el Silencius había alcanzado a mis colibríes que hicieron un "plof" en el aire, como una burbujita que revienta, y se desvanecieron en la nada. Fue todo tan brusco que tuve que darme cuenta del silencio (relativo) del aleteo de sus plumas para convencerme que ya no ganaría el primero premio a las aves más bellas de toda aquella batalla.

 

Al menos, algo positivo, mi segundo Episkey salió y, por tanto, mi (¿podría decir compañera de bando, aunque sólo fuera por estar en el mismo lado que nos había situado el UZZA) compañera de clase estaba curada, ya que había alcanzado su objetivo.

 

A la vez, apareció la UZZA Ashur y la miré feo. Creo que demasiado, ya que ella acababa de llegar y seguramente no tenía culpa de nada. Sin embargo, se le notaba que estaba en su naturaleza el matar. No es que me diferenciara mucho de ella, pero en mi naturaleza estaba el defenderme, a mí, a los míos, a los inocentes, a los que me rodeaban, pero mi fin no era matar por matar, ni matar en respuesta a un ataque. Así que refunfuñé, desde el árbol donde estaba apoyada.

 

-- ¿Hablar? Si los que me conocen, saben que hablo hasta bajo el agua... Pero de todas maneras, gracias.

 

Suspiré, parecía que la batalla estaba en cierto punto álgido en el que todos se miraban para ver como reaccionaba el otro. Yo, a lo mío, que era hablar y protegerme, dejando de lado que seguramente ya me habían suspendido en la clase del libro. Era igual, quedaba bonito con esas tapas molonas en la biblioteca de la casa. ¡Quién sabe! Tal vez mi hijo, cuando creciera, pudiera encontrarle utilidad.

 

Iba a echarle en cara, por supuesto, que yo soy así de bruta, en medio de un combate y estar allá quieta sin hacer nada..., que quisiera matar pero después me lo pensé. Cada cuál ha de luchar por sus convicciones, equivocadas o no, pero mantenerse firme. Así que debía valorar el Honor que sentía esa muchachita en amar y valorar la lucha con la varita. Yo no era tan drástica y prefería métodos menos bélicos ("¿cómo casarte con un indígena, so bruta?", dijo mi mente). Sonreí.

 

-- ¿Vas a atacar a alguien? -- esperaba que al menos a mí no, que estaba descalza, sudaba como un gorrino y ahora tenía que preocuparme porque la Uzza se acercara. Ya me había demostrado que era muy capaz de ganarme de un soplido. Así que seguí hablando, algo que no se me da nada mal. -- ¿Sabes que antes hice un hechizo de esos como el tuyo, imitándote? El Salvaguarda nosequé...

 

Esto último lo dije muy flojito, porque me dio vergüenza que, por el nerviosismo, no me acordara del nombre concreto. Además, la UZZA estaba haciendo algo que a mí no se me había ocurrido: curar a Gatiux. Corrí tras ella, olvidando por completo que estaba en medio de una batalla.

 

-- ¿Sigue viva? Puedo reanimarla con Nigromancia porque...

 

¡Ni soñarlo! Aún estaba decidiendo el arcano al mando sobre si era confiable el enseñarme esa habilidad y mis prácticas sobre el terreno no habían sido del todo fiables más que con animales pequeños. No podía arriesgarme a hacer que Gatiux volviera sin memoria, o peor, sin un miembro que le resultara imprescindible para la vida diaria.

 

-- Puedo usar algún hechizo curativo, ahora que tú parece que le hiciste algo que vuelve a respirar. -- Eso significaba que no estaba muerta, como yo la había dado en su momento. Mala sacerdotisa, debiera haberlo comprobado antes. Miré hacia el animal que protegía a la UZZA y me estremecí. Esperaba que no me atacara porque estaba literalmente en sus manos; si ella quería, allá iba a caer con ella. .-- ¿Crees que es suficiente? Ennervate.

 

Moví la varita con cuidado, siempre mirando a la fiera del colmillos afilados que había morphoseado Ashur, por si acaso. Esperaba que, si Gatiux había sido revitalizada con lo que le hubiera hecho la Uzza, reviviera y se levantara. ¿Qué podría haber usado si no le había visto ponerle las manos ni decir nada?

 

¡Demonios, claro! El hechizo ese de la Curación, seguro. Yo aún no había tenido oportunidad de usarlo. Tragué saliva.

 

-- No te sientas ofendida, creo que has hecho algo maravilloso, pero deja que me arriesgue a usar otro Episkey con ella, sólo por si acaso, no es que dude de tus fuerzas ni sabiduría mágica. Es porque soy tozuda, nada más...

 

Y moví la varita pensando en el Episkey, sólo para sentirme yo más tranquila, porque parecía que Gatiux había vuelto a la vida. ¿Cómo y cuándo iba a acabar aquello?

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La rubia apenas si había podido acomodarse cuando los rayos salieron por todos lados por lo que se agazapo esperando que nadie la viera. Ella no estaba ahi para luchar contra nadie, mucho menos contra sus propios compañeros y no lo iba a hacer ahora. Pero no todos pensaban como ella y escucho cuando Mei lanzaba un hechizo y supo que era para ella, su mente estaba en blanco así que se hizo un ovillo esperando el golpe. Pero su instinto de supervivencia afloro y se escucho decir -Salvaguarda mágica

 

El hechizo atravesó su cuerpo fantasmal y se perdió en la arena, miro con rabia a la mujer que lo había lanzado y en lugar de dispararle a ella decidió tomar venganza de otra manera.

 

-Seccionatus- dijo lanzandole el hechizo a Lisa que no se esperaba ataques de su mismo lado de la batalla y que además sabia que ella y la otra bruja eran buenas amigas, por lo que seguro le dolería que atacara a alguien tan querido por ella . No le importaba si sus compañeros tras esto se le iban encima y la mataban. En primer lugar ella ni siquiera quería estar ahi atacando gente que conocía y que al parecer habían caído en el juego de los Uzza.

 

-No voy a caer en su juego guerreros, no voy a atacar a gente que quiero para su retorcido sentido de la distracción - grito en dirección a donde había visto al hombre que los había llevado a ese lugar. Desde luego que aun continuaba ahi viendolo todo y solo la miro atravesándola con su mirada penetrante, la Granger le sostuvo la mirada desafiante, no se iba a echar para atrás, a lo hecho pecho, pensó.

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En esos momentos desde la perspectiva en la que estaba vio a un lindo rinoceronte Diceros Bicornis a las orillas del lago, que bebía agua, grande imponente de unos 1.6 metros de alto pero con un peso que iba de los 800 a los 1,300 kg desde la perspectiva de la Malfoy aquel animal de piel gris que desconocía lo que pasaba a escasos metros de él solo pesaba unos 900 kg así que dejando de lado todo lo que estaba pasando a su espalda se dedico a caminar en dirección al animal. Quizás al igual que el animal ella podría conseguir un poco de agua para beber, ya que el calor la estaba haciendo cometer locuras como atacar a una persona que apenas conocía.

 

Ella no era así, al menos no cuando le hacía falta su mascará que le diera una personalidad de incognito para poder atacar y sembrar terror junto con sus compañeros de bando. Pero aunque se sentía culpable ante aquel ataque, no iba a disculparse por aquello, por lo que entre más se acercaba al rinoceronte, su anillo de amistad con las Bestias le informaba que el animal se encontraba ansioso al ver con la tranquilidad en la que ella se acercaba. Pero Elizabeth apenas entendía muchas de esas cosas que venían con los libros así que solo podía sentir miedo e intranquilidad, pero, ¿a qué?

 

Se encontraba perdida en sus pensamientos, tratando de descubrir a que era lo que temía en su interior que no vio venir al Rinoceronte a toda velocidad hasta que las vibraciones del suelo le hicieron alzar la mirada al animal que trataba de atacarla, no quería lastimarlo, así que con rapidez y soltura movió su varita apuntando al Diceros Bicornis mientras pensaba Orbis Bestiarum. No había probado antes aquel hechizo de su libro aprendiz de brujo que cuando vio el anillo dorado rodear al animal sintió miedo. ¿Y si aquello le mataba? Pero no, de repente se sintió en unión con él, por lo que le pidió que se tranquilizará, que no le haría daño, que solo buscaba agua para hidratarse. Tras entenderla o más bien acatar la orden de la ojimiel se dio media vuelta y regreso por donde había llegado perdiéndose entre las sombras a la lejanía.

 

Teniendo el gran cuerpo de agua dulce para ella se interno a este haciendo que de esa forma su cuerpo de piel canela se sintiera fresco, porque después de lo que había sufrido en clases, estaba segura que iban a pasar más de unos meses para que ella volviera a inscribirse a una clases de libros o siquiera comprar uno. Esos guerreros Uzza estaban locos, no le agradaban, si ella quisiera ser parte de algún grupo de guerreros seria de los Guerrero Jaguar no de un grupo como aquel que se divertían ante la frustración de las personas al no poder defenderse y había estado a nada de haber sido parte del juego, pero se había rendido.

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Los rayos iban y venían en todas direcciones. Era increíble la cantidad de animales que pasaban a manos de los diferentes presentes. Algunos animales caían. Otros aparecían y atacaban a los rivales. Alguno de ellos los usaban como barrera. Las flechas salían rebotando, los rayos chocaban, pero el sol continuaba igual de todas maneras. Saqué un poco de sudor de mi frente. Cuando Hades terminó de defenderse, pude darme cuenta que tal vez aquella no era la manera. Y menos cuando éste pretendía que cuidara Asuhr.

 

La joven Guerrero empezaba a desenvolverse con su varita. Estaba tímida. O perdida. No sabía muy bien, pero estaba seguro que era cuestión de tiempo. »¡¿Te encuentras bien, Asuhr?!« le pregunté, esperando que aquello no la desorientara y algún hechizo la impactara. De momento, la dejaba que empezara a moverse sola, si necesitaba mi ayuda, no estaba muy lejos para ello. Aunque miré a una persona que la estaban atacando de más. Mei. ¿Por qué siempre era el centro de atención? Se había defendido de miles de ataques con el elefante, y a mí aún, no me había lanzado nada.

 

Morphos —el suelo contenía muchas de aquellas piedras, que llegaban a ser del tamaño similar a una pelota de tenis. Converti un bezoar rápidamente, mientras que lo tomaba, y daba algunas zancadas para llegar hasta Mei Black Delacour—. ¡Ey, ten cuidado! Toma... —se lo lancé para que lo tomara. Cuando ésta lo tragara, el veneno que estaba recorriendo sus venas, desaparecía como lo habían hecho las nubes en aquel sitio. Aunque esperaba que apareciera alguna.

 

Miré el cielo. Algunas águilas deambulaban el lugar, esperando que el cuerpo de alguno de nosotros, empezara a pudrirse después de caer en batalla. Claramente que eso no pasaría, Badru sanaría a cualquiera que cayera en combate. La cuestión no era aquella. Asi que cerré los ojos, mientras pensaba en un Orbis Bestiarum. Quería poder sentir la libertad que hasta ése entonces, tenía una de ésas águilas. Pude sentir su nerviosismo. Pude sentir las ansias de comer un poco. Eran pocas las veces que caían personas por allí, asi que el calor y el hambre eran los únicos compañeros de los animales.

 

¡Atacala! Sus ojos serviran de almuerzo —le ordené al águila para que atacara a Adryanie. Si, quería ver como mi nieta se liberaba de aquello. El águila había sido rodeada por un anillo dorado, casi imperceptible. La magia de aquel poder, me dejaba controlar a la criatura como si la hubiera invocado yo mismo. El águila emitió un chillido que resonó en todo el terreno y extendió sus alas, y fue contra mi nieta, para aferrarse a su pecho y desgarrarle la piel. Claramente que utilizaría su pico para poder molestar su visión y rasparle el rostro—. ¿Quieren su libro! ¡Vamos, es su oportunidad de demostrar lo que saben! —le comenté aquello a mis compañeros del equipo, para incentivarlos.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Los animales de la sabana, por raro que parezca, no se asustaban al vernos combatir ferozmente, si no que cada vez estaban mas cerca de nosotros, como si los Uzzas hubiesen decidido que fuesen parte de su plan. Uno de ellos me llamo la atención por su velocidad y belleza. Un puma moteado observaba mis movimientos desde la distancia. Sonreí al tiempo que pensaba en Orbis Bestiarum para así poder hacerme con el control de su energía, esencia y cuerpo. El felino ronroneo tras haberse completado aquella extraña unión. Una luz ambarina salia de su cuello. Los conjuros de los libros estaban siendo mas que útiles.


Justo a tiempo, pense, para ver como el precioso felino saltaba y se interponía entre los hechizos de Leah y los de Sofia y mi anatomia. Las medias lunas que tanto la Atkins como la otra fémina me habían enviado habian ido directas al pecho del animal, el cual no apartaba sus ojos de mi persona. El expelliarmus también le dio a el, pero al no tener varita, nada sucedió. Me dolio verlo tirado en el suelo y agonizando, pues no era un morphos sino una criatura real con sentimientos y emociones. Me acerque a el y con sumo cuidado le quite todas las filosas armas blancas que le hacían daño.


Me importaba un rábano quien me apuntase o lo que me dijesen, no iba a permitir que mi nuevo amigo muriese. Justo al tiempo que me arrodillaba a su lado, sentí un aura caliente sobre mi pecho. Levante la cabeza para ver como Sagitas me regalaba uno de sus preciosos y valiosos conjuros de curación. Se lo agradecí con una sonrisa. A pesar de las diferencias que ambas poseíamos, cuando tenia que ser, como era el caso, combatíamos una al lado de la otra – Poter Blue – La llame, ignorando el hecho de que hasta un Uzza habia llegado al campo de guerra – Ayúdame con esto – Le señale al preciso ejemplar que se retorcía en el suelo.


Estaba tan centrada en mi nueva misión que no vi quien se acercaba a mi hasta que su sombra elimino el calor sofocante del astro rey - ¿Estas bien? - S, era mi rival, pero también mi amiga. Si ella no me atacaba, yo no lo haria, mas que nada porque tenia la certeza de que ya estaba siendo acosada por varios de los presentes - ¿Necesitas algo? Esto se esta saliendo de control, sobre todo porque aquí la gente va obcecada y no mira mas que en su beneficio…. - Una queja que solo un verdadero miembro de la Orden del Fénix sabría entender. El sacrificio a veces, por otras personas, era necesario – Si muero, sacarla de aquí, Xell me mataria….

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Hizo una mueca con la boca, viendo que estaba siendo atacada una vez más, pero no importaba pro el momento, aún estaba viva por suerte y esperaba seguirlo un poco más, sólo debía curarse de algunas cosas y aprovechar el tiempo que tenía para ello. Vio entonces cómo su camisa mutaba y se transformaba en una avispa marina, la cual inmediatamente la envenenó, pero la ignoró momentáneamente.

 

Había visto algo que la encolerizó mucho, Sofia atacando a, ni más ni menos, que su mejor amiga, ¡¿pero qué rayos le pasaba a esa loca?! Siempre metiéndose con la Weasley, siempre molestándola en todo lo que hacía, oh, pero ya la había cansado, además, también le debía una a ella por haberla acusado sin pruebas ni nada de ser una miembro de bando. Levantó entonces la varita, a la vez que con la mano libre se deshacía de la avispa marina, matándola y tirándola al suelo, a unos metros de su persona y quedando únicamente con el sostén de encaje negro mojado.

 

Expelliarmus – dijo rápidamente, desviando su varita de Hades para dirigirla a Sofia y lanzando su hechizo justo antes de que la mujer enviara un seccionatus a Lisa, por lo que el rayo le impactó e hizo saltar su varita a unos cinco metros de distancia por detrás de la Granger, dejándola totalmente expuesta –. Siempre lo mismo contigo…

 

Lanzándole una mirada de desprecio, volvió a centrarse en su alrededor, notando que Elvis se le acercaba y le otorgaba un bezoar que inmediatamente lo comió, curándola del veneno que Taurogirl le había efectuado.

 

Gracias – le dijo, a la vez que se ocupaba de realizarse una Curación a ella misma para sanar las heridas hechas por las aves que Taurogirl le había enviado anteriormente, los cuales habían desaparecido luego de que su elefante aplastara a uno y estallaran todos como una lluvia de confeti negro.

 

Una nueva mueca se le formó en la cara al impactarle el rayo que Hades había enviado a su persona, y hacerla comenzar a tener revolturas en el estómago. ¡MERLÍN, UTHER Y TODOS LOS VIEJOS MAGOS! Qué asco, qué asco, ¡qué asco! No recordaba que alguna vez hubiese recibido aquel impacto de hechizo, pero definitivamente, sería la última…

 

Finite incantatem pensó, apuntándose a ella misma y logrando de esa forma deshacerse del efecto del babosas antes de que llegara a la parte más desagradable de todo.

 

Maldición, Hades, ¡eso fue asqueroso! – le recriminó, lanzándole una mirada reprobatoria – Ya verás, espera a que pueda recuperarme y sabrás lo que es bueno. Oh, sí, ya veo contándole a Luna de la vez que dejé patas arriba a su padrino en plena batalla, vaya que sí.

 

La voz de su mejor amiga la desconcentró. Estaba más cerca que desde un principio, evidentemente tanto una como la otra se habían movido, acercándose sin darse cuenta. Negó con la cabeza ante sus palabras, dándole a entender que estaba bien, o por lo menos, por el momento.

 

¿Quieres que me lleve a un puma? ¿Estás loca? No irá a la Delacour – una pelea absurda en medio de una batalla de tal calibre, era algo que sólo ellas podían hacer –. Estará mejor aquí, luego lo curamos, pero ni loca lo llevo allá, que me asustará al lindo crup, y querrá almorzarse al micropuff y al gato, no, no, mejor acá.

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Se sintió profundamente decepcionada con aquella que alguna vez había pertenecido a su bando, Valkyria, ya que ahora intentaba matarla. No les bastaba con tenerla sin varita y aprisionada, tenía que darle el golpe de gracia. Se había compinchado con Zack para lanzarle un hechizo que le dejaría sin sangre en el cuerpo, muerta en cuestión de minutos. A una mortífaga. Por suerte, o por desgracia para la mujer, quiso atacarle de forma tan continua que de la varita de Valkyria sólo salió un chisporroteo, y a las palabras que dijo no le acompañó ningún rayo como tenía que haber hecho. De algún modo la magia de allí estaba limitada. Miró al Ángel Caído, seria, ya no había ningún asomo de diversión por su parte como minutos antes, habían hecho piña para acabar con ella y no pensaba olvidarlo. Era como si Zack hubiese muerto, aunque estaba de una pieza allí delante.

 

Fueron eternos, o eso le parecieron, los instantes que pasó allí indefensa. Esperando un golpe de gracia que acabase con todo aquello. Interminables segundos hasta que su sobrino Bastian recuperó su varita y se la lanzó. Sus orbes amarillos le dedicaron una mirada de gratitud.

 

«Evanesco»

 

La cuerda que le mantenía las manos sujetas al cuerpo desapareció, sin embargo cayó al suelo con la respiración agitada. Aquel calor la estaba marchitando, tenía la piel perlada de sudor, y no se sentía del todo bien. Si sólo pudiera cerrar los ojos un momentito allí al sol... Tal vez aquello fuese un mal sueño en el que podrías despertar si te dormías en él. Se sentía tan extraña. ¿Era por la magia Uzza por la que le habían hecho pasar? Gente con la que reías un día de copas, y al siguiente te estaba intentando matar. Por lo menos Pik no había vuelto la varita en su contra, aunque estaba en el equipo de Zack, aquello sería una estocada que no podría aguantar. Cerró los ojos sólo un instante, un segundo.

 

Un segundo fue suficiente para que alguien pensase que se moría, ella sólo quería descansar un momentito tumbada al sol. Deshidratándose bajo aquel intenso calor. Abrió uno de sus ambarinos ojos, sin ver muy bien de quien se trataba. No lo sabía, y tampoco le importaba demasiado, la traición de sus propios compañeros le había afectado más de lo que nunca admitiría en voz alta. Cerró el ojo, a la espera, con su pecho desnudo subiendo y bajando.

 

«Ahora es cuando vienen a rematarte. Check mate.»

 

Pero no sucedía nada. Cuando vio que no le impactaba nada, abrió ambos ojos extrañada y se incorporó. Allí a su lado estaba Asuhr. De su varita salían unas chispas que le hacía imposible llevar a cabo lo que estuviese pensando en aquel momento. Se apuntó hacia la cuerda que tenía en la boca. «Evanesco», la cuerda desapareció, quedando únicamente la de sus pies.

 

- Este lugar está encantado para que no puedas llevar a cabo demasiado rápido los hechizos. -le informó- Tienes que esperar unos... segundos... antes de que la varita te vuelva a funcionar.

 

Aquel límite de tiempo invalidaba algunas acciones de las personas, le había pasado a Valkyria, y ahora a Asuhr. Le agradecía muchísimo sus intenciones, aunque era una desconocida había acudido en su ayuda, más de lo que podía decirse de sus propios compañeros. Se sintió aún peor cuando Sagitas, a la que había acudido a rescatar obligada de alguna forma por Elvis, se acercó también a ayudar. No estaba acostumbrada a aquellas muestras de apoyo, y mucho menos por alguien que no le unía ni el bando, ni la familia. Su actitud hablaba mucho en su favor. Le sonrió a la mujer de forma sincera.

 

-Gracias.

 

Tampoco estaba acostumbrada a aquella palabra. No salía muy a menudo de sus carnosos labios. Pero se lo dijo de forma sincera a ambas mujeres. Comenzó a deshacer el intrincado nudo que se había formado en la cuerda de sus pies. En parte un poco azorada la palabra extraña que había salido de sus labios, así no tenía que enfrentar la mirada de las dos mujeres que le habían asistido de forma desinteresada. Había recibido curaciones de forma preventiva, y ahora tenía más energías que momentos antes.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Perdí el Oremus en cuanto vi que varios personajes se peleaban unos contra otros, sin más motivo que pasar un libro que, en el fondo, no merecía la muerte de nadie. El Poder Mágico no debiera verse incrementado a base de sangre de enemigos, pero menos de amigos, o al menos conocidos. Esa era mi forma de pensar; por supuesto, si había algún mortífago presente, no pensaría como yo. Incluso algún bandista de la luz no entendería mi punto de vista, pues a veces es más fácil atacar como medio de defensa que cuidar de no herir a ningún humano.

 

¿En realidad era yo así? ¿En realidad era el Libro de la Fortaleza un deseo tan intenso que hiciera retroceder mi tendencia a respetar la vida de todo ser vivo al menos que la vida propia o la de alguien peligrara? No era fácil ser sacerdotisa en un mundo de enfrentamientos cotidianos, pero lo de hoy rozaba lo absurdo. Un libro... Sólo era un libro...

 

Sonreí.

 

Es malo que Sagitas sonría, siempre me lo habían dicho. ¿Ese UZZA quería libro? ¿Quería que demostráramos que sabíamos lo que era merecerse el Libro de la Fortaleza? Se lo daría.

 

Observé que Lisa me llamaba. Apreté los dientes con rabia. Una cosa es que nosotros nos matemos entre nosotros mismos, los humanos somos muy lerdos en este tema, por esto hay tantas guerras en el mundo, ¿pero herir a una bestia? ¡Dioses enigmáticos! ¿Cómo permitís que por placer se maten animales en un safari, por parte de muggles, y a la vez creernos que somos mejores y matarlos por el mismo placer de duelear? Si aún fuera un Morphos... Ese hechizo me gustaba. Sabía que, cuando morían, volvían a ser el objeto transformado. No había muertes.

 

Por eso apreté los dientes con rabia y me acerqué a Lisa. Si alguien quería atacarme, allá había una oportunidad sin igual, mientras caminaba descalza por el suelo reseco, manchándome los pies con la sangre derramada de animales y humanos por un igual. Pero yo odiaba la estupidez humana y amaba las criaturas (excepto unas que ya dije en su momento y no repetiría, porque me entraban escalofríos cada vez que pensaba en ellos).

 

¿Acababa de mencionar a Xell? Protesté.

 

-- Sé cuidarme solita, no necesito niñera -- era más una brabuconería, seguramente, que un hecho, pero en aquel momento no sentía miedo, algo irracional, supongo. A pesar de reñirla, me dio pena, aquella sangre... Comprobé que Gatiux estaba bien pues me había dado un "gracias" que supe que era sincero. Era una palabra simple que me hizo sentir mejor por dentro. Entonces fue cuando me agaché al lado de Lisa y del puma. -- Creo, Mei, que se refiere que me lleves a mí, fuera, a donde sea, lo que sería un placer. Me encantaría desaparecer de aquí, pero no antes de que los heridos hayan sanado. Soy una inconsciente, lo sé, pero no sería buena sacerdotisa si no intentara evitar la muerte, la mía y la de otros.

 

Un comentario ilógico para muchos, seguro. Así que apliqué un Desmaius al puma antes de pensar en el Episkey que sanó sus heridas graves. Tal vez no cerrarían del todo pero cuando despertara podría dejar que la Madre Naturaleza hiciera el resto. Estuve a punto de usar el Amuleto de la Curación, pero dudé; no estaba segura de si sólo servía para humanos o para seres vivos. Su uso mermaba mis capacidades como si la energía disminuyera, así que no había querido arriesgarme a perderla en aquel momento que tanto necesitaba conservar mi fortaleza en un hechizo fallido.

 

-- Os aconsejo que nos alejemos un poco del animalito. Cuando se despierte, que si no estoy equivocada, este rayo que lo ha desmayado no durará mucho, estará de muy mala leche. Seguramente nadie podrá controlar a una bestia terriblemente enfadada por sentirse herida. Los animales heridos son más peligrosos aún de lo que lo son en su medio natural.

 

Era mi consejo para los presentes. Siempre podría usar el Orbis si perdía el control y pretendía atacarnos cuando se despertara, pero prefería que el pobre puma se alejara por su propio pie, o patas, hacia el río, y dejara de fijarse en nosotros.

 

-- ¿Alguien más quiere usar criaturitas que no le han hecho nada? Sois una panda de...

 

Refrené mi lengua. Aún enfadada, el sentido común me decía que no era bueno gritar delante de los animales que nos rodeaban, los naturales quiero decir. Aún podría provocar una desbandada y ser pisoteados por toooodos los animales presentes. Entre todos podríamos dominar algunos animales, pero no todos, imposible... Acabaríamos hechos papilla.

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