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Cintas de Colores (MM B: 107664)


Jessie Black Lestrange
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No había motivos para seguir con el tema de Li y Valeskya, no era nada en contra de toda mi descendencia, había sido un perfecto intento por desquiciarme dado el secreto que rondaba al pequeño de ojos y cabello dorado, y como tal no hacía falta aclarar ni explicar nada. Ni Helena ni el pequeño que vendría en camino eran objeto del interés de Valeskya más allá de como sobrinos, claro está, aunque sinceramente, esa madre abandónica, poco y nada de atención prestaba a mi descendencia.

 

Me alegraba que mi táctica de dejarme llevar, diera resultado; al menos la hostilidad ya no venía tanto en miradas y sus palabras se contradecían con sus gestos maternales al tener su mano sobre la mía. Insistía en que no había necesidad de guardar rencor porque lo nuestro no hubiera resultado, y aunque me hubiera gustado, lo cierto era que teníamos una eternidad por delante y millones de personas para seguir intentando. No negaba que era agradable la idea de querer compartir la eternidad con una sola persona, y ponía mi empeño en eso, pero no me desesperaba si no resultaba.

 

Estaba mirando el vientre plano de la Malfoy cuando su fina mano de dama levantó mi cara desde mi barbilla sin ningún tipo de problemas y me hizo mirarla fijamente mientras me ponía de pie y tomaba mi mano ¿qué era aquello? ¿una especie de odio ablandado por la maternidad? Su sonrisa lóbrega parecía un duelo de su odio, o de sus intentos para que explotara sin resultara. No terminaba de darse cuenta que aquellas pequeñas muestras de afecto no me molestaban, que eran todo lo que quería para tener cierta certeza de que podríamos llevarnos bien.

 

-Yo no te odio -dije luego de apartarla con suavidad, pero manteniendo un tono firme- lo que no quiere decir que quiere decir que vaya a volver a caer a tus encantos, Juv -me permití cierta sonrisa arrogante, rechazar los besos de odio y deseo daban una satisfacción especial, aunque no era algo fácil de hacer...- tienes una forma extraña de odiarme en verdad -Di un paso hacia atrás, aquello seguro había sido todo lo que la bella rubia no se esperaba, cuando ella solo conocía mi lado más entregado, emocional y dócil, nada que ver con el Joaquín Granger frío, centrado, analítico, el de todos los días, el que vería de ahora en más.- Si no tienes nada más que hablar de nuestro hijo, partiré, pero los visitaré pronto.

 

 

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Tal y como se lo esperaba, no buscaba tener nada que ver con el sentimentalmente. Ahora las cosas serían del modo que Malfoy dispusiera―Lo verás cuando nazca, no antes―esbozando una sonrisa triunfal en sus labios. El acercamiento, no había sido nada más que una jugada estratégica por parte de la vampiro, justamente eso era lo que le hacia difícil de descifrar de una sola―Las puertas de la mansión Malfoy, para ti están selladas a piedra y lodo, no intentes acercarte a mi dentro del Ministerio o en alguno de mis locales. Porque no darás con mi paradero, si tanto deseas verle, esperarás 8 meses y medio para ello. Si algo le sucede sea bueno o malo, no será de tu conocimiento―soltó con frialdad. Su surda acarició su vientre con suavidad, estaba protegiendo a su hijo de una relación tóxica.


Le salía mal el fingir que todo era miel sobre hojuelas, si deseaba conocer el lado más nocivo y maquiavélico de la rubia, no se lo negaría en lo absoluto―Ya tienes la certeza de que vas a tener un hijo y yo la de que ―le miraba con un profundo despreció, dejándose esas palabras para ella. Sólo le unía a él su pequeño, aquel niño que dentro de poco se empeñaría en detestar costará lo que costará al hombre que le había dado la vida―Jura por tu inmoralidad que haré que te maldiga una y mil veces, no dudes que si me empeño en eso será sencillo de lograr. Tú lo decidiste así, no yo―asentía con arrogancia―Ha sido un placer, Joaquín Granger―paso delante de el rumbo a la salida de la habitación―Nos veremos en 8 meses y medio, deseo que la espera te sea grata y muy placentera―abriendo la puerta salió sin mirarlo nuevamente.


Sus pasos eran firmes y certeros, apareciendo en sus orbes lapislázulis un brillo peculiar que significaba sólo una cosa. Su mente estaba en ver crecer poco a poco su vientre, además de charlar con su hijo mentalmente y desde ya, comenzaría a sembrar la semilla del odio y el recelo en su hijo. Era capaz de muchas bajezas y esa no sería la peor, ya que lo mejor estaba por venir. Sintiendo la lluvia empapar su dorada cabellera, resguardaba sobre su capa de viaje su aún vientre plano, desapareciendo en medio de una bruma espesa su rumbo era desconocido incluso para ella. Tenía demasiadas cosas en las que pensar y resoluciones que tomar de forma definitiva, aquellas que marcarían la vida de ella y su hijo para siempre.


@Joaquín Granger

Editado por Juv Malfoy Croft

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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  • 2 semanas más tarde...

Hacía un tiempo que había dejado al Granger y Juv en el cuarto de Viana, Jessie arreglaba un par de pasteles en la cafeteria mientras intentaba por todos los medios no ir a correr a la visita de su hijo

 

Mamá sobre protectora, tal vez lo era, pero no quería que su hijo se relacionada con esa clase de gente.

 

Suspiró y dejó el pastel en la vitrina luego de cortarlo en ocho rebanadas. Se recargo en el refrigerador y observó a los magos y brujas pasar fuera de la tienda.

 

Aún recordaba cuando aquel mago llegará a intentar matarla en su local, no sabía que había sido lo que lo había hecho irse pero se alegraba por eso.

 

Tenía asuntos pendientes con Matthew pero lo arreglaría en otro momento. Debía explicarle aún muchas cosas, cosas que ella misma aún no entendía y no porque no comprendiera sino porque no quería hacerlo.

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Haise Malfoy

Era tiempo de volver a toparse con Vianna, aunque no vaticinaba que la reunión fuera del todo tranquila y serena. Conocía a la perfección a la joven, atrabancada y vengativa, justo como le gustaba, pero a veces se cuestionaba su relación con ella. ¿Qué tanto resistiría sin volver a verse tentado por otra fémina?, no era la clase de hombre que se ata a una sola mujer y por mucho que su debilidad por la joven era evidente, jamás le terminaría de cortar las alas del todo al castaño. Sus pasos le llevaban por las calles del Diagón, rebuscando en sus pensamientos la mejor forma de darle la cara, inevitablemente se toparía con ella y era mejor tener claro los puntos desde un inicio.

—Imposible salirme de esto—ponía los ojos en blanco pasándose la mano por el cabello, alborotando un poco este. El verse desaliñado no pegaba con su imagen, pero poco le importaba en esos momentos. Si el verse de lo mejor, le sacará de encima el embole que cargaba con mucho pesar, no dudaría en irse a meter a una estética y le cambiarán del nombre de ser posible. Haise era especialista en cautivar a las mujeres, pero cuándo una intentaba hacer lo mismo con el Malfoy, pocas veces caía en las redes de alguna. Empero, Vianna era otra cosa y justamente eso le ataba en cierto modo a ella, posiblemente sus ganas de matar o algo que les llevará por la misma senda sin duda alguna.
La lluvia hizo acto de presencia, empapando de un momento a otro su gabardina azul oscuro. Aquel obsequio de Juv que se volvió parte de su cuerpo, pocas veces se despojaba de ella y en esta ocasión, tal vez le ayudaría a librarse de los golpes que le diera su novia. No estaba seguro de poder llamarla de ese modo, el precipitarse a verle de ese modo, si que le colocaba una soga alrededor del cuello. Respirando profundamente se adentró en el local, buscaba con la mirada a su pareja, nuevamente se estaba metiendo el sólito en camisa de once varas. Agradecía que la Black Lestrange, no estuviera ahí o entonces si, no se libraría de que le arrancarán la piel a tiras de forma lenta y sumamente dolorosa.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Vaya que el tiempo pasaba demasiado rápido, la cafetería se llenaba cada momento de mas y mas personas. El Licántropo no lograba reconocer a cada una de las personas, a pesar de que la mayoría de las veces trabajaba a su lado con un pequeño detalle en su rostro, pero esta era una ocasión diferente. En esas circunstancias no se preocupan por la apariencia incluso había varias personas que se presentan desnudas a una redada pero ahora, a todos los veia de una manera... Muggle.

 

Matthew estaba algo incomodo, el fingir amabilidad por un largo tiempo estaba logrando que se agobiara y realmente él no era así. Pero no quería que su acompañante tuviera una mala impresión, le provocaba un poco de interés estar cerca de ella y compartir algo más que solo un café; Bel se había decidido a probar uno de los pasteles que preparaba Viana aquí en el local. Pero a cambio de ello deseaba conocer y ver con sus ojos el cómo se preparaban... El Triviani sonrió y rasco parte de su nuca con el dedo índice, de nueva cuenta estaba nervioso pero esta vez, quizás se le podía notar un poco más.

 

Bel había comentado de su negocio pasado y el fracaso que este había sido, «Pensándolo bien, ¿sera buena idea trabajar con mi madre?» tras el comentario de ella que sus hermanos fueron un real dolor de cabeza, daba mucho para pensar al gitano. No tenía más opción que levantarse y llevarla a conocer la parte de la cocina. Se desplazó de la banqueta y ella le susurro al oído; Matthew aceptó con un gesto de su cabeza.

 

Ven Se paró a su derecha y extendió la mano para que lo siguiera.

 

Pensaba en como reaccionaria ella al ver al maldito Uri desmayado en el suelo, producto de la anterior tortura... Esperaba que Viana lo haya quitado del camino o simplemente desapareciera. Pero para su sorpresa al mover empujar la puerta él seguía tirado boca abajo en el suelo. Abrió sus ojos como plato y tragó saliva.

 

Viana preparando pasteles: ¡Viana! Exclamó en tono de regaño Triviani. ¿Que demonios hace Uri aquí tirado? ¡tenemos visitas!

Diálogo de Viana con Matthew.

 

V: -Perdón Matt! es que... nose... jeje...- Respondió nerviosa. -Quizás se resbaló... jeje... le pego?- Pregunto divertida.

 

M: ¡NO! replicó serio. Compórtate, limpia un poco tu ropa; no debes cocinar de esa manera. Añadió.

 

V: -Si!... ya mismo... no le cuentes a tu madre por favor...- Bajo su cabeza y apenas le dirigía la mirada.

 

M: Vuelve a cocinar enseguida para la dama, no quiero que la hagas esperar.

 

Fin diálogo de Viana con Matthew.

Espero sepas disculpar... Ya sabes lo que es trabajar con familia Suspiro. Son algo inútiles.

 

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Editado por Matthew B. Triviani

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¿Qué podía estar sopesando? Quizá había sido muy arriesgada, pidiéndole entrar a una parte del negocio que de seguro no era mostrada a los clientes. Después de todo el negocio era también de su madre, y de lo poco que conocía a Jessie, podía ser una mujer de sobra recelosa. Por fortuna, tras tomarse un par de minutos el asunto, la respuesta de Matthew fue positiva. De manera que lo seguí en silencio, evitando chocarme con alguna de las personas que recién llegaban al establecimiento.


Parecía increíble, pero estaba segura que había más gente que al momento de mi llegada.


Nos detuvimos frente a una puerta que él empujó con seguridad. El olor dulzón instantáneamente inundó mis sentidos, pero aquella sensación agradable desapareció en cuanto distinguí en el suelo a un pobre elfo tirado boca abajo, como una clase de triste muñeco echado al abandono.


La reacción del anfitrión ante semejante espectáculo no se hizo esperar. Parecía que el asunto lo tenía tan sorprendido como a mí, y rápidamente llamó a gritos a Viana, la muchacha a quien la primera vez había dedicado una mirada de profunda indiferencia, para luego tras una disculpa, llevar a la mujer a un rincón a conversar. Los gestos de la empleada revelaban un profundo temor hacia el joven, de manera que era incapaz incluso de sostenerle la mirada.


Una vez de regreso junto a mí, asentí a su explicación. La verdad era que me importaba bastante poco el postre ahora ¿es que acaso no pensaba hacer nada por la infeliz criatura en el suelo?


Si no te importa, voy a ayudarle— sin esperar su respuesta me incliné y con cuidado saqué del morral el estuche con los viales de pociones que siempre traía conmigo— nunca salgo de casa sin ellas ¿sabes? Una manía que adquirí durante mis tiempos de sanadora en San Mungo.


Evalué unos segundos, cual sería la más conveniente para darle, decidiéndome por la poción herbovitalizante. Por lo que se la administré con sumo cuidado y luego apuntándole con la varita, pronuncié enervate fuerte y claro. El elfo no tardó en recuperar la conciencia, mas inesperadamente, en cuanto abrió los ojos, vi en ellos reflejarse el espanto al ver a Matthew. E inmediatamente después, chasqueando los dedos, desapareció de la cocina.


Inútil o no esperaba al menos un gracias de su parte— comenté soltando un suspiro y volviendo a incorporarme— pero es evidente que está asustado de algo...o mejor dicho de alguien.


Levantando el rostro observé a Matthew fijamente unos segundos, para luego colocar de vuelta en el morral los viales de pociones que no había usado. Sí, definitivamente él había estado ocultándome cosas, pero no tenía idea de qué razones lo empujaban a ello ¿sería el concepto que tenía de mí? ¿y cuál era entonces ese concepto? Mi curiosidad, como siempre, se alzaba por encima de toda precaución.


¿Por qué te temen?— avancé un par de pasos más hacia él, todavía con la cabeza levantada dada la diferencia de estatura entre los dos— eres una persona bastante interesante— sus curiosas pupilas, de un imposible color avellana, en esos momentos traslucían una profunda malicia — me agradaría poder conocer más de ti ahora que estamos casi a solas... pero del verdadero tú.


Apartando finalmente la mirada, jugueteé entre mis dedos con la varita que había usado antes.


El muchacho alocado y desalmado de la clase. El tipo egocéntrico y elegante de los exámenes, el amable anfitrión ¿cuál es tu verdadera cara Matthew Triviani? ¿Cuál de todos esos vas a ser finalmente conmigo?


Sonreí. Ahora es cuando sentía que esa visita se ponía verdaderamente interesante.



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Respiró antes de cruzar por la puerta después de haber pasado por la barra, esperando que no hubiera nadie del otro lado, aunque ya tenía su plan de escape por si las cosas no resultaban como quería. Una vez cruzando el umbral de la puerta se tomó un par de segundos para formular su pronta reacción y llenarse de sorpresa para que Bel no sospechara. Una leve sonrisa se apareció en su rostro mientras se dejaba llevar por el momento, el aroma de café recién hecho cambio completamente su manera de reaccionar, mandando a la basura todo lo que tenía planeado.

 

Se acercó a la mesa pasando por encima a Uri, para tomar una taza que parecía no tener dueño, y de no ser así, ya la habían perdido. Dio un sorbo con los ojos cerrados y sintió una extraña pero agradable sensación recorrer su cuerpo, sacudió los hombros y abrió los ojos. Había dejado de lado por unos instantes a Bel, inconscientemente, claro. Parecía ser una persona demasiado razonable y dispuesta en ayudar a los demás... Eran diferentes a simple vista; mientras Matthew hubiera dejado morir al elfo, ella lo socorria.

 

Eso suena... Interesante. Dudo su respuesta. ¿Cuanto tiempo estuviste en aquella Dependencia? Añadió.

 

Unos cuantos golpes de su varita y meticulosos métodos el elfo cobró la conciencia nuevamente, era asqueroso verlo esparcido por el suelo, desparramando espuma por la boca. Viana; limpia el suelo. Ordenó. Suspiró resignado al ver la cara de espanto que este le dio sin discreción y desapareció. Volteo a la mesa desteñida en la cual estaba apoyado y colocó el cafe. Dio inicio inicio entonces a la pequeña y tortuosa confesión que tanto anhelaba Bel... Con algún pequeño sentido teatral para no espantarla.

 

Los detesto, realmente. Contestó serio. Supongo que es por mi manía a torturarlos... ¿Quieres intentar? ¡Es divertido!

 

Había dado a relucir una de las tantas facetas de su flemática personalidad, sabía con exactitud que quizás no le agradaría demasiado su repentina confesión a la joven bruja. Pero qué más había que decir, la verdad. Después de todo no le gustaba fingir ser alguien que no era... Simplemente sus sentimientos fluían todo momento, dado que en algunas oportunidades era un poco más flexible con las personas y no del todo serio o malvado.

 

Se cruzó de brazos y luego descanso ambos a sus costados, mantuvo uno de ellos en la misma posición, y con la otra buscó su varita debajo de la copia que llevaba por delantal. En otra oportunidad la había escondido bajo su camiseta, pero no era el caso, había olvidado por un momento donde podría haberla dejado y se concentró en ella. Levantó la cabeza bajando la mirada, buscando descifrar las intenciones de la misma, la diferencia de estaturas era algo que le agradaba, además de que era una mujer bastante atractiva y seductora, con sus palabras.

 

Largo una pequeña risa, escondiéndose bajo una sonrisa que automáticamente se le figuró, con las mejillas algo rosadas por el mismo nervio que esas palabras provocaron. Yo puedo ser quien tu quieras que sea... Y tratarte como tal. Respondió acariciando con su dedo indice parte de su mejilla derecha para finalmente tocar su mentón con su dedo pulgar Esa decisión queda en usted. Finalizó con un beso en su mejilla.

 

En aquel momento divagaron comentarios que había tenido lugar a escuchar en el Bar de su hermana. «¿Bel, era casada?» una pregunta que para Matthew, tenía mucho significado y daria fin a muchas de sus dudas. Vamos ¿Que es de la vida sin locuras? ¿no?

 

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En un cuarto, tras el mostrador (?)
Me cuesta imaginar que puedes encontrar de divertido en algo como eso— repliqué con total desagrado ante su confesión sobre los elfos— ¿qué gracia tiene cebarse con lo débil? — entorné la mirada y una sonrisa burlona asomó—¿No disfrutarías más, de ser el caso, de someter a un igual antes que a alguien claramente inferior?
Tenía ganas de alejarme de él pero a su vez sentí que si retrocedía estaba cediendo, y no pensaba bajo ninguna circunstancia dejarlo creer que podía intimidarme. Todavía llevaba la varita en mis manos, y de ella un puñado de chispas rojizas salieron en el momento en que, tomándome del rostro, daba una respuesta claramente insinuante que terminaba por sellar con un beso en la mejilla.
Él podía fanfarronear respecto a mucha cosas, pero no en cuanto a la seguridad con que se conducía a cada momento, siempre seguro de que podía ganarlo todo.
— ¿Es que me he convertido en alguna clase de trofeo a conseguir, Matthew? — el olor a café que todavía lo envolvía resultaba atrayente pero necesitaba mucho más que ese olor y la sonrisa para tentarme — No dudo que si te lo propones, podrías conseguir a quien quisieras, varón o mujer.— le di una larga mirada de pies a cabeza antes de proseguir — es evidente que posees los recursos suficientes para ello. Así que no entiendo ¿Qué ganarías seduciéndome?
¿Y si creía que todavía pertenecía a la Orden del Fénix y por ello el interés de sonsacarme algo? Era una posibilidad que no podía descartar, pero me resultaba insuficiente, visto lo calculador y perspicaz que él era. Además, dado que mi propio orgullo por alguna razón se sentía comprometido ahora, no podía simplemente salir de allí. Al contrario, debía plegarme a ese juego que me proponía e ir hasta las últimas consecuencias.
He visto toda clase de personas desde mi llegada a Ottery. He tomado vidas por defender otras siendo parte de la Orden del Fénix ¿Qué te ha hecho pensar que podrás doblegar mi voluntad? — las palabras eran toda una declaración de principios y un desafío a la vez— Y si te dijera que tengo un juego mucho más interesante para proponerte ¿estarías dispuesto a jugarlo?
Me aproximé a él entonces, y colocándome levemente de puntillas, rocé sus labios con los míos. ¿Imprudente? No del todo. Matthew no podía sospecharlo pero antes de salir de allí, había tomado ciertas precauciones...
Elfina P-ko
(En el Castillo Evans McGonagall con @@Pakami Gryffindor)
Descendió las escaleras como pudo, hasta llegar al recibidor donde había dejado al viejo amigo de su ama tomando té y soletas. Desde muy temprano, la elfina no había dejado de ver el reloj familiar en donde la manecilla de su ama había pasado de "En una visita" a "Peligro inminente". El cambio, como era de esperar, la había puesto sumamente nerviosa y era la razón de que hubiera ido hasta la habitación de Bel para coger de allí el trozo de pergamino donde figuraba solo un nombre y una dirección.
Aquí tiene la dirección del local joven Gryffindor — exclamó la criatura con su característica voz chillona que destilaba preocupación, tendiéndole el arrugado papel al amigo de su ama— yo le dije a la señora Bel que ese joven con el que iba encontrarse me daba mala espina, pero ella no ha hecho caso ¿y está viendo el reloj ahora?
P-ko se lamentaba. Debía haber sido más tajante en advertirla de los peligros de encontrarse con un Triviani ¿que no conocía ella todas las historias que circulaban sobre esa familia?
¿Se encargará del asunto verdad? Oh, ud. siempre se ha preocupado tanto por ella. Estaba tan insegura, la ama Bel me prohibió contar este asunto a su esposo. Pero yo, estaba ya dispuesta a ir a decírselo, aun si tenía que plancharme las orejas luego de castigo ¿sabe?— su estado de agitación era tal que apenas respiró para seguir soltando todo aquel torrente inacabable de palabras— y aun con eso, el señor Grelliam Ollivander puede ser tan extraño que realmente ni creo que se preocuparía de este tema ¿la descuida mucho sabe? Ahhh, pero que cosas estoy diciendo — compulsivamente la elfina comenzó a pellizcar sus brazos— lo importante es que no se preocupe más de P-ko y vaya a ver que tiene a mi ama en peligro inminente por favor.

 

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No pudo contener la risa que le provocó ver el rostro estupefacto de Bel, su apariencia podría ser bien de una mujer dura y fuerte, con sus manos tan ágiles pero que daban una impresión de que te aplastaria con un solo movimiento de su varita; pero no presentaba una amenaza para el Triviani, menos cuando ambos tenían una exhaustiva experiencia en el uso de esta para matar. Algo que no podía presumir del elfo, tenía el miedo dibujada en su rostro.

 

Cuando el peligro es igual e incluso superior es donde las cosas tornan diversión.

Usarlos a ellos, es como un simple pasatiempo... Aun recuerdo cuando torture a uno de mis hermanos. Respondió con una sonrisa.

 

Su gesto era la impasibilidad hecha rostro, ni siquiera se inmutó cuando Bel. «Quien resultaba ser una ex miembro de la que todos pensaban extinta, Orden del Fénix.» Así pues, el Triviani tuvo que abandonar todo pensamiento que estaba procesando, recibiendo un chorro de aire caliente, Matthew se sintió seco de un momento a otro soltando algo de vapor. Dio una vista rápida a las cafeteras que humeaban en señal de ya estar a punto el café. Agradecido, pero aun preocupado, se guardó la varita que había encontrado al fin; en su bolsillo derecho de atrás.

 

¿Acaso insinué algo similar? soltó de pronto Matt.

No te tienes porque menospreciar tu encanto. Deberías pensar en que no gano nada, solo una linda compañia.

Quizás la reputación de mi familia me precede, pero un buen caballero a veces disfruta de estas cosas. Le sonrió.

 

Un escalofrio recorrio su espalda y, PUM. La muchacha había rozado sus pequeños y delicados labios por los del Licántropo... Un intento fallido en que su rostro no proyectase ningún tipo de emoción con lo sucedido; logró escabullirse con éxito -con ayuda de la magia gitana que recorría sus venas(?)- y pararse tras ella, corriendo parte de su corto cabello despejando su nuca.

 

He llegado a lograr muchas cosas, no solo por ser una cara bonita... Sin discursos banales.

¿Un juego? ¿De qué clase? ¡SI, ME INTERESA! Contestó con emoción y algo de locura.

 

Ya iba por la cuarta taza, ¿o era la sexta?, de café y seguía tomando. Matthew nunca lo habia probado con tanta frecuencia, siempre resultaba apenas un poco y esa hiperactividad característica de cuando se le daba. Lo malo es que no había forma de negar las cosas, su adrenalina se incrementa y el peligro era algo que lo ponía inquieto, pero muy gozoso.

 

¿Que acción tomaría Matthew, por la repentina confesión?

 

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Castillo Evans McGonagall

 

Gryffindor depositó la taza vacía en su respectivo platillo con delicadeza, sintiéndose satisfecho. Una vez más había pasado mucho tiempo desde la última vez que había disfrutado de algo tan mundano como una comida. Luego de unos minutos en absoluto silencio, decidió ponerse de pie y esperar con gesto impasible el retorno de la pequeña elfina mientras se disponía a recorrer los enormes pasillos del Castillo Evans en busca de un cuadro específico. Gryffindor confiaba en encontrarlo antes de que la criatura de Bel volviera o de que él tuviese que salir a buscarla porque había colapsado de nervios en algún rincón.

 

Los habitantes de los lienzos se movían inquietos y apartaban la mirada cuando él se acercaba. Sin duda la cicatriz que deformaba su rostro y que le había robado un ojo, no era una visión agradable. Su expresión no revelaba la leve irritación que aquello le provocaba. Su se había movido casi de manera instintiva. Las matriarcas le perdonarían si hiciera desaparecer un par de parientes lejanos de los que ya nadie hablaba.

 

Aparentemente el destino tenía otros planes para las pinturas. La elfina había aparecido finalmente con un pequeño trozo de papel en la mano. Gryffindor lo tomó y leyó rápidamente su contenido antes de evaporarlo.

 

"Cálmate P-ko." Su voz grave resonó en el pasillo. "Conozco a Bel desde hace diez años. Tú y yo sabemos que no escucharía a Merlín si se le apareciera delante e intentara detenerla cuando ya se ha propuesto un objetivo."

 

El ojo de Gryffindor se disparó hacia el reloj familiar. La elfina no estaba haciendo aquel berrinche en vano.

 

"Está bien. Buscaré a tu ama." Suspiró luego de un momento. "No le digas a su esposo. No es necesario alterar su... pasividad."

 

Gryffindor agitó su varita, cubriéndose con su capa de batalla. Un trozo de tela azabache desteñida y destrozada. Aún lograba cubrir su cuerpo y la capucha ocultaba su rostro demacrado lo suficientemente bien como para que aún no fuera necesario reemplazarla. Desapareció inmediatamente, dejando atrás el rostro alterado de la elfina.

 

 

Cintas de Colores

La tienda no fue difícil de localizar. Resaltaba en medio del callejón con su colorida parafernalia. Gryffindor se acercó lentamente. Una figura sombría que contrastaba con los llamativos colores que inundaban el local. Era precisamente el último lugar donde a cualquiera se le ocurriría encontrar a alguien en peligro mortal. Su mano se cerró alrededor de la varita con firmeza y su cuerpo se tensó con anticipación. Al llegar al mostrador, un rostro sonriente enmarcado por un llamativo cabello color rosa lo recibió.

 

"Necesito ver a la señorita Bel Evans McGonagall." Gryffindor echó la capa hacia atrás, revelando su rostro a la joven. "Inmediatamente."

.-*[[ GPciano de Alma || http://i.imgur.com/LVhxFeN.gif || Sandía del Mal ]]*-.


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