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Mansión "Ojo Loco" Potter Blue (MM B: 78439)


Sagitas E. Potter Blue
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-Lo se soy la peor madre del universo - le dije a mi madre mientras miraba en todos lados a ver donde estaba Alessandra o Sean - Yo te tengo confianza infinita porque tu eres mi madre, porque entre las dos no hay secretos pero con Alessandra no ha sido del todo así intento conocerla y aunque la amo con locura siento que ha sido difícil aun así lo intento, lo intento con locura pero siento que no soy tan buena como tu. ¿Puedes averiguar con los Elfos a ver donde están?

 

Sonreí a mi madre, iba a decirle algo más pero una mata de pelo rubio se lanzó hacia mi, le sonreí sintiendo todo ese amor emanando dentro de mi, le contesté:

 

-Estaba ayudando a tu abuela con algo - le sonreí a mi hija que al parecer me estaba esperando nerviosa, acaricié su melena rubia y le di un beso en la frente, me senté en la escalera consciente de que mi madre estaría en la sala de la chimenea y mas consciente aun de que Sean estaría en mi habitación con SJ, pero era muy consciente de que mi hija quería hablar conmigo y que sin importar nada mas ella me necesitaba, debía hacerle caso a mi madre en eso y darle a mi hija lo que necesitaba... a mi:

 

-¿Esta todo bien hija? ¿Hay algún problema con Kamra? ¿que te preocupa preciosa?

Editado por Perenela Arya Grindewald Potter Blue

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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Dejé a Perenela sola allá abajo y subí lo más deprisa que pude hacia mi cuarto. Cuando abrí la puerta amarilla corrí hacia la cama y me tapé la cabeza con la almohada. Estaba horriblemente cansada y me costó reprimir el llanto. No quería hacerlo, ya había llorado bastante este día y no quería seguir. No. Tenía que recuperar la calma. Perenela me conocía y sabía lo mal que estaba pero no podía permitirme que el resto de familiares me viera así.

 

Por ello, llené la bañera de agua caliente, casi abrazando. Mientras, fui al armario y tomé uno de los chandals que siempre tenía por allá, de esos que sólo me ponía cuando estaba en casa o haciendo labores de jardinería, en los invernaderos, todos muy usados pero muy cómodos. Me hacían sentirme bien. De pequeñuela, tenía que apañarme con los que me daban en la Caridad del Orfanato y me había acostumbrado a lo ligero y sencillos que era. No aguantaba las ropas pesadas ni los zapatos. Eso para los momentos en los que lucía como Warlock.

 

Dejé caer una pastilla de sales en el agua y me metí dentro. Quemaba. La piel se puso roja al contacto pero permanecí dentro, agarrada a mis rodillas y con la cabeza sobre ellas, reflexionando.

 

Día muy duro... No sé cuanto tarde pero el agua estaba tibia cuando terminé de frotarme. Para cuando salí del agua, ya estaba fría. No tardé nada en vestirme y cepillarme el pelo, dejándolo caer en cascada hasta los hombros. Salí y, desde la puerta, observé mi varita. No, no la quería. La dejé encima del tocador. La oscuridad del corredor me dio miedo, de repente, como si hubiera alguien acechando.

 

-- Tonterías -- me dije. Sin embargo, cerré la puerta y contemplé la madera. Estaba encerrada en mi cuarto con un ataque de pánico.

 

Ahora sí que tardé, al menos unos cinco minutos, en tomar la decisión de bajar a la Sala de la Chimenea, como había quedado con Perenela, pero tocar el pomo de la puerta me producía una extraña sensación de vacío. Así que opté por un método alternativo. Me aparecí en ella, sin salir de mi habitación y sin pisar aquel pasillo oscuro.

 

Allá, sorprendí a una elfina que colocaba un ramo oloroso de flores azules recién cortadas, en un centro de mesa.

 

-- Por favor, pide que nos traigan emparedados y snacks para tres personas. Zumo de naranja y café, té de frambuesa con regaliz también...

 

La elfina se fue y me quedé sola. Sola... En silencio. Me estremecí y me senté, repasando una línea imaginaria de la mesa con la punta del dedo. Cerré los ojos. Me sentía muy rara por dentro. Era después... Después de todo... Después de todas las experiencias... ¿Y ahora qué?

 

Permanecí así, callada, observando la madera noble de la mesa cuando lo sentí. Elevé la mirada hacia la ventana. ¿Qué era eso...? Lo volví a oír y casi corrí hacia allá, pegando la cabeza en el cristal.

 

-- ¿Alguien llora?

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- Oh- abrió los ojos cuándo le dijo aquéllo.

 

Se apeno por cuestionarla y sonar algo ruda pero se había preocupado ante su repentina desaparición; Alessandra se ruborizo con la caricia de su madre, siempre que se veían Perenela era afectosa con ella lo que hacía preguntarse porque la había dejado y pensar en eso la entristecia.

 

-Con Kamra está todo bien- le dijo alarmada para que se relaje.

 

Sabía que se comportaba cómo una niña pero no estaba segura cómo tomaría aquéllo que había visto en Nigromancia y claro el embarazo de su esposa. Miró a su madre por un largo rato hasta que suspiro y caminó hasta los pies de la escalera y se sentarse a su lado.

 

-Verás cuándo estuve en Nigromancia el Arcano nos abrió un portal dónde creó que fui una época muy atrás- le explicó removiendose incómoda - sabías que tengo una demonio dentro de mi? Y que soy una reencarnación de ella? Se llama Asami- le dijo.

 

Ya no estaba incómoda, al contrario estaba anonadada, confundida, dolida pero no con ella,sino con toda la situación.

 

- La madre de Asami la mató y ella bueno término en mi-

 

 

 

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Seguía con la cabeza pegada al cristal pero no me llegaba ningún ruido. Tal vez me habría dormido, no sé... Juraría que había escuchado algo llegar desde los jardines pero ahora no se oía nada. La elfina entró y sentí el olor de aquella tisana de regaliz que, seguro, me ayudaría a calmar mi estómago y mi espíritu. Era normal estar cansada, después de tantas cosas vividas, sufridas en realidad. Abandoné la visión de los jardines de la mansión y me dirigí hacia la mesa.

 

-- ¡Lunas de frambuesa! ¡Gracias! -- Sabía que Harpo estaba en medio de eso. Eran mis favoritas pero sólo en ocasiones en las que estaba muy bajoneada, más que el chocolate que solía comer más a menudo. Sonreí a ella pero, en realidad, era un reconocimiento interno de que mi elfo era el mejor. Sin estar a mi lado, me cuidada siempre y me entendía, sabiendo qué hacer siempre cuando ni yo misma me entendía.

 

Me senté y tomé uno de los dulces mientras la elfina me servía una tisana. A medio camino del mordisco, volví a sentir los lloros. Paralizada, miré a la elfina, quien seguía sirviendo el té como si nada. Dejé la luna encima del platito y la miré, buscando una reacción.

 

-- ¿No sientes que alguien llora?

 

La elfina mi miró, sorprendida, y unas gotas amarillentas cayeron sobre la mesa. Se disculpó y las limpió enseguida. Sentí que le subía el rubor a la cara y sonreí.

 

-- No pasa nada, elfina... ¿Puedes decirle a mi hija Perenela que SJ está llorando? Lo oigo desde aquí. A ver si Sean le está haciendo algo...

 

Desconfiaba tanto de mi yerno como de mí misma. ¿En realidad lloraba el niño? Tal vez fuera el viento.

 

Sólo el viento...

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Me adentré en la Ojo Loco, bostezando. Llevaba las manos en los bolsillos, enfadado....bueno, supongo que no debería estarlo. O si...demonios! No lo sabía. Pero me había ido de la Potter Black caminando y había acabado alli, asi qeu llamé a la puerta, y cuando los elfos me abrieron, pregunté si mi madre estaba alli.

 

Me indicaron donde estaba, y cuando llegué, la encontré junto a los ventanales, en un sillón. Estaba sola, al parecer, merendando. Asi qeu sin mediar mucha palabra, me senté en un sillón, frente a ella, con la mesita en medio. No dije nada, solo me quedé alli, mirando la mesita.

 

Levanté al vista hacia Sagitas y la miré. Parecía triste, o a lo mejor cansada. Parecía que nunca teníamos un momento para descansar. Al contrario que yo, Fenrir entró trotando, con la cola en alto, feliz. Se sentó y dando un pequeño ladrido, alzó la pata para saludar....y de paso, intentar que le dieran algo de lo qeu había sobre la mesa.

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La elfina me dejó a solas de nuevo y empecé a dar vueltas a la pasta entre los dedos, pensativa. Prestaba atención y no sentía lloros. Seguramente, la elfina le había dicho algo a mi hija, quien habría atendido a SJ. Suspiré y sentí que mi estado de ánimo hoy no me acompañaba. Cuando me di cuenta que no estaba sola, Matt ya se había sentado enfrente. Le miré, sin lanzar el chillido de sorpresa al verle, tan abatido como yo. El silencio nos rodeó, sin saber qué decirnos. Y seguro que hubiera seguido así si no hubiera entrado Fenrir correteando, aportando luz en la sala, viveza con sus correteos y su saludo peculiar. Le vi la pata en alza y le saludé, sin darme cuenta que mis dedos estaban manchados de frambuesa. La media luna había quedado completamente chafada y no me los había limpiado. Sonreír al notar que él intentaba comer los restos sólidos que aún quedaban entre ellos. Me limpié con una de las servilletas y le sonreí.

 

-- Buen Fenrir, no, no, no me lamas... Espera, que te doy una pastita para ti solito.

 

Le di el dulce y sentí satisfacción al verle tomarla y tumbarse en el suelo, disfrutando de su premio por ser tan buen animalito. Después levanté la vista y me crucé con la de Matt. No podría aguantar otro momento incómodo, así que le hablé, lo primero que se me cruzó por la cabeza.

 

-- ¿Qué tal tu día? ¿Todo bien entre Heliké y tú...?

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Alessandra se quedó en silencio observando a su madre de reojo, llevaba bastante tiempo callada y le preocupaba, ella siempre decia que la verdad era lo mas importante, dolia no se iba a negar porque era doloroso pero era mejor que vivir engañada años sin conocer la verdad para que al final una se enterara de la manera mas cruel todo aquello.

 

No pudo evitar pensar en sus ex parejas, quienes les habia mentido para al final dejarla cuando tenian asegurado su noviazgo con otras brujas, frucio los labios al recordar aquello, solo en ese momento le decian la verdad, cuando la dejaban ese mismo segundo. Pero su madre la seguia preocupando al no decirle nada, ¿estaba enojada?.

 

-Asami ha renacido en otras mujeres parecidas a mi- le explicó.

 

Había visto fotos, aún conservaba el cuaderno con la vieja informacion que le dieron años atrás. Todas con distintos colores de cabello, distintos padres, hermanos, familia, apellido y todo pero sus ojos azules, su piel blanca y los gestos de sus labios.

 

Una vez se había pasado varias horas frente al espejo buscando signos de su ¿viejas vidas? O sólo era otro cuerpo igual a los otros? Nisiquiera sabía que pensar y su padre había muerto cómo para preguntarle sólo le quedaba preguntarle a su madre o hablar con su zorro, aquél animal que venía con el Grimorio de adivinación cuándo lo había cursado.

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Me quedé mirando como Fenrir saludaba a Sagitas, con el ceño fruncido. Comencé a mover la pierna, arriba y abajo, en un gesto rápido, un tanto nervioso. MIentras, el lobo había ido a echarse junto a la pared, con las orejas hacia atras, muy feliz el por tener su premio, un dulce para el solo.

 

Pero fue la pregunta de mi madre, tal vez inocente, o tal vez sabiendo que algo pasaba, lo qeu me hizo bufar antes de estallar.

- No entiendo que le molesta tanto! - exclamé, enfadado No sabía si con ella, o conmigo, pero lo estaba. - No lo se!

 

Si, con esas especificaciones, probablemente Sagitas se quedaría igual qu eestaba. Asi que con un gruñido le expliqué de la mejor forma que pude.

- Me utiliza de almohada. No...no me importa y entiendo que asi duerme mejor. Vale. Últimamente, además, le da por pedir cosas extrañas para comer, en cualquier momento. Ni siquiera se que era, pero fui a buscarlo. Cuando regresé, estaba mirándose en la habitación... No se por qué acabamos discutiendo porque dice qeu está gorda...Demonios! Está embarazada, que...que espera? Discutimos porque...dios, porqeu le quité importancia. - noté qeu me subía el calor a la cara, pero era verdad. Para mi estaba bien, no...no le veía el problema. - Crees qeu estamos locos?

 

Estaba perdido. En esas situaciones no sabía como manejarme, asi qeu intentaba entenderla, intentaba siempre ayudarla.

- Al final me fui de casa antes de que acabara tirándome algo a la cabeza.

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Era indudable del nerviosismo que Matt intentaba disimular. Por algo soy la Reina del disimulo, mostrando buena cara cuando la realidad es totalmente diferente. A pesar que me hubiera gustado seguir mimando a Fenrir, el perro se alejó a comerse el dulce desde un lugar en el que podía seguirnos a los dos. Casi me asusté (sin el casi) por la rápida respuesta de Matt en un tono enfadado. Permanecí hierática, escuchándole quejarse de la actitud de Heliké. Enarqué una ceja y conté hasta tres antes de contestarle. Aunque quería apoyarle, para algo era mi hijo, su desconocimiento del género femenino me hacía gracia y me enojaba a la vez.

 

-- Está embarazada, ¿qué quieres? Las mujeres así somos las más indecisas del mundo. Has de entenderlo...

 

Sí, claro que no lo sabía, como la mayoría de los hombres que habían pasado alguna vez por esta situación. No entendían los complejos cambios del cuerpo que experimentaba una mujer embarazada. Me hubiera gustado darle un zape, cariñoso lógicamente, por no saber comportarse mejor.

 

-- Tu hermana Perenela está por aquí, con su hija, por cierto que también está embarazada y de quintillizos, así que vas a tener muchos sobrinos de golpe, querido. Vete acostumbrándote que las mujeres embarazadas sufren una transformación que les va carcomiendo por dentro. A ver... Tú debieras entenderlo. ¿Sabes lo que te pasa cuando llega la luna llena y tu cuerpo te pide ser un hombre lobo? Pues es algo así...

 

Vaya comparación le estaba haciendo a mi hijo... Me entró la risa y me metí media luna de golpe en la boca para acallarme. Tragué y me tomé mi tiempo para recuperar la compostura. Matt estaba demasiado atribulado y seguro que no le hacía nada de gracia todo esto.

 

-- Los cambios son brutales y de golpe, sin tiempo de reacción. Pasas de una normalidad a una situación de alarma total, tu cuerpo necesita el triple de aporte de calcio, de líquidos, de elementos para separarlos de ti y concentrarlos en la barriga, donde comienzan a formar un ser vivo. Células, piel, ligamentos, huesos, todo se va conformando ahí dentro, quitándolos a la madre. Realmente es como un parásito que te obliga a tener carencias alimenticias y a contrarrestarlas con más alimento, con más cuidados, con mas esfuerzo. El centro neurálgico del cuerpo comienza a buscar residuos de calcio y lo quita de donde hay reservas. En esta etapa, nuestros propios huesos se resienten para aportar el calcio necesario para los huesos del niño, los dientes se vuelven más vulnerables, el azúcar, los minerales, todo aporte necesario para mantenernos activas deja de ser usado para nuestro confort y se va a la zona donde eso crece y crece sin miramientos.

 

Ay, pobre Artagracia, la estaba tratando de parásito. Intenté no reírme de nuevo.

 

-- Tu cuerpo se debilita, te faltan aportes que ahora se derivan para el desarrollo del feto pero a la madre se le exige exactamente lo mismo, que camine, que vaya a trabajar, que mantenga su vida cotidiana a pesar que ese peso delantero se incrementa y que tu estructura ósea ha de aguantar más con menos firmeza. El estado de ánimo cambia porque hay carencias de elementos que alteran tu ritmo del sueño, de las comidas, de todo en realidad. Tu cuerpo se está transformando, comienza a ensancharse para favorecer el futuro parte y eso duele, los huesos se separan, los músculos se tensionan, la piel se estira de tal manera que cuesta entender que no se rasgue, los pechos se redondean y se empiezan a abrir huecos en ellos para extraer leche con la que alimentar al bebé cuando salga. Todo eso son heridas que si las sufriéramos de golpe, nos haría morirnos de dolor. Se reparten en nueve meses pero las heridas existen, la elasticidad se pone a prueba, los huesos se agrietan. Así que no me vengas con que Heliké está rara. Tiene que estarlo.

 

Ahora le señalé con el dedo.

 

-- Y tu deber es aguantarlo, y ni se te ocurra decirle que está gorda ni le quites importancia. Dile que eso que le crece la hace Bella. Utiliza las palabras más bonita, reconoce el esfuerzo que es tener dentro un ser que acapara todas sus fuerzas, hazle ver lo amada que es y lo que agradeces que pase por ésto para traer al mundo un fruto de vuestro amor y haz que se siente la mujer más apreciada del mundo, valorando su esfuerzo y dándole mucho amor.

 

Suspiré de nuevo. Fenrir había acabado el dulce y, con el hocico rojo por la frambuesa, se había levantado y meneaba la cola. Le lancé otra media luna.

 

-- Y no te quejes por los antojos. El cuerpo es sabio, lo que sea que te pida es porque en ese momento el cuerpo necesita de esos ingredientes para compensar alguna falta para fortalecer el crecimiento del bebito. Ni te cuento que yo obligué a Jack a ir a Italia en busca de queso parmesano y cumplió con lo que le tocaba, aunque ahora dudo si fue a Italia o se iría a algún supermercado abierto de madrugada. Como fuera, yo cené queso parmesano y lentejas, porque me apetecían. Y has salido fuerte.

 

¿Le habría quedado claro?

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Casi pude escuchar como Sagitas contaba hasta tres antes de contestarme. Y acabó regañandome....algo que en parte, supongo, entendía que era normal. Quien mejor qeu ella iba a poder entender a Helike? Pero conforme iba describiéndome lo que sucedía físicamente a una mujer embarazada, fui arrugando la nariz más y más...demonios...no....torpe de mi, desconocía la mayoría de aquellas cosas. Algunas las imaginaba, pero en si, las desconocía.

 

Al final agaché la cabeza, levantando la mirada hacia mi madre.

- Yo...yo no... - me había quedado sin palabras, cierto. - No me quejo por esas cosas. Solo le quité importancia porque no lo veo tan grave. No quería que se sintiera mal, pero no se que más puedo hacer por ella. Hago todo lo que se me ocurre y más para que no tenga que hacer esfuerzos.

 

Noté qeu el calor me subía otra vez a la cara. Di un par de vueltas al anillo en mi dedo, nervioso, pero con una sonrisa boba en la cara, seguro.

- Le digo eso todos los días. Para mi es preciosa tal y como está.

 

Fenrir se había comido dos de esas medias lunas, y ahora se lamía las patas, feliz, mientras tenía todo el hocico y los bigotes llenos de mermelada roja. Eso era bastante gracioso. El lobo se puso de pie y se asomó a la ventana mientras meneaba la cola. Parecía querer salir a caminar por el jardín.

 

El recuerdo de como había obligado a Jack a buscarle queso parmesano en la misma Italia me hizo bastante gracia, aunqeu mezclar queso con lentejas no me parecía demasiado apetecible.

- Hace dos noches tuve qeu ir a Brujas en busca de helado de chocolate. - admití.

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