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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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Apenas da un par de pasos hacia atrás cuando se tambalea. Mel no lo nota, si no hasta que Catherine se lleva una mano a la frente. Su semblante, ha adoptado un aire enfermizo. Luego, se desmaya.

 

--¡Catherine!

 

El eco de la voz de Melrose resuena en el claro, ya de mañana. La mujer desvanecida sobre el suelo, al igual que el muchacho, pero en breve, Mel repara en que sus facciones parecen cambiar. Eso no debería ser posible y sin embargo...

 

A pesar de sí, se aparta de él, sabiendo ahora que no se trata de Dryn. No puede ser, porque él había tenido su rostro pero ya no lo tiene, como si todo hubiese sido una ilusión en la que Mel cayó. En lugar de alarmarse, de pronto su expresión toma cierto aire de calma. Sabe que no debería ser así pero no puede evitarlo: cuántas menos implicaciones significa eso para ella, es mucho más fácil enfocarse. Sabe qué tiene que hacer.

 

Cuando mira de nuevo al "desconocido" se da cuenta que buena parte de la quemadura está de vuelta lo que significa que no se podrá quitar tan fácilmente. Mira de reojo a Ellie pero no capta en ella más que algo que interpreta como concentración.

 

Decide acercarse a Catherine en lugar de a el desconocido y se da cuenta de que está muy fría, aunque no muerta. Tiene entonces que ser alguna clase de rebote, la magia impregnada en el brazo de ese chico, que impide que sea curada.

 

Pronto, el brazo está del todo ennegrecido, no deformado, pero horrible como antes. Mel no está segura de querer despertarlo, porque no sabe quien pueda ser en Realidad. En su lugar, se dirige hacia Catherine y prueba con un ennervate pero la mujer sólo lanza un gemido bajo, de dolor, antes de seguir en su estado de inconsciencia.

 

--Esto es muy raro --masculló Mel para Ellie.

 

Por supuesto, ya no está alterada pero de todas forma el asunto no pinta bien y sigue sin saber quién es ese muchacho en realidad, aquel que hasta hacia un par de minutos creía que era uno de sus más próximos conocidos.

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El fugitivo

 

Abrazo al frío mar que acuchilla mi piel,

mi mano sana se aferra a la tarea loca,

cortando las mareas, blandiendo la varita,

mas el frío hunde sus dientes, difícil moverla.

 

A lo lejos la tormenta corona la torre,

y una voz hierrosa me envia tempestades,

Levantando vientos desata su furia el nigromante,

aunque lejos estoy ya de su mal alcance.

 

Larga noche me arropa con olas de alfileres,

mi nado empequeñece a lo lejos la negra torre,

la tormenta no cesa y se alza como sol en cenit,

un tronco entonces conjuro y al fin abrazo.

 

Noto entonces la carga pesada del viaje,

precio alto el demandado y largo contrato,

mi brazo quema como carbón rojo y blanco,

me acerco entonces y su calor reconforta.

 

Lágrimas de mar se convierten en humo al bañarlo,

incluso al sumergirlo el agua burbujea,

sobresale victorioso e igual de encendido,

Y calienta el tronco que pronto se quema.

 

La costa sombría es pero lo veo tal paraíso,

entrando en calor vuelo al deseo de pisarla,

el aire salado y la piedra húmeda embriaga mi mente,

alguien me espera para llevarme de regreso.

 

Mi dedo negro lo señala sin saber yo por qué,

de el un látigo rojo brota gritando como trueno,

raudo e iluminado como el fuego golpea y mata,

encuentro entonces un torso quemado igual que mi brazo.

 

La risa negra de horror hace eco dentro mio,

el carbón brilla con intensidad con alegría,

lejos de mi la tormenta cesa ya y la voz calla,

la tierra abraza y mis ojos se cierran al ver morir laa estrellas.

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¿Y mi trio?

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—Esto empieza a tornarse ridículo.

 

El muchacho desconocido no reaccionaba, por lo que Mel lo había dejado tendido sobre la hierba. No era parte de su naturaleza abandonar a los heridos ni mucho menos pero su instinto le decía que ese tipo estaba vinculado a algo extraño. Como una disrrupción, solo que distinta a la de Richard, más aterradora y menos "controlada" si acaso lo de Richard podía llamarse control. El chico estaba sin duda fuera de sí.

 

—Catherine...

 

Mel acababa de conocerla pero le daba pena por ella. Sus lobos habían llegado a su lado y no parecían estar dispuestos a abandonar sus costados ni por un momento. Al moverla, Mel había recibido ya un horroroso mordisco y no podía pedirle a Ellie que se arriesgara a intentarlo también así que básicamente, lo único que hacían era mirarse las caras, intentando pensar en una posible solución.

 

Al final, todo lo que Mel pudo pensar fue en traer las pociones. Le pidió a Ellie que se quedara allí y segura de que podría volver al lugar a través de la desaparición, fue a Luss a traerlas. Sólo que en el camino no pudo evitar las preguntas de Richard, quien no estuvo de acuerdo en ser dejado atrás, sobre todo cuando oyó acerca del repentino acercamiento de Catherine y de cómo había caído frente a una extraña magia.

 

—De todas formas —dijo Mel un tanto hastiada por su intensidad—, tengo que volver rápido con esto —aclaró, alzando el set de pociones—, así que alcánzanos en cuanto puedas.

 

Richard masculló un par de insultos pero no necesitó que se lo repitieran dos veces. Fue a calarse los googles y los guantes y pronto salía por la puerta frontal para tomar la moto. Mel, en cambio, tan sólo se alejó de allí por el empedrado y desapareció cuando ya se encontraba a prudente distancia. Pronto, estuvo de nuevo con su prima, Catherine y aquel muchacho. Sin embargo, tuvo que forzar su camino entre los mordiscos y aullidos, antes de decidir noquearlos a pesar de que quizá, eso significase que no volverían a confiar en ella.

 

Soltó un suspiro de sólo pensarlo y esperó. Le había dado poción herbovitalizante, algo de elixir de la vida y poción agudizadora de ingenio. Aquello pareció mejorar su semblante pero no despertarla del todo. Su rostro, tomó algo de color.

 

—¿Ahora qué?

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  • 1 mes más tarde...
  • 4 meses más tarde...

┊NUEVO COMIENZO

 

—¡Por fin!

 

Ellie se saca los guantes amarillos y se echa hacia atrás el cabello, un poco húmedo por el sudor, para apreciar su trabajo. Por fin el recibidor está apto para recibir visitas, mientras que la sala de estar y la cocina denotan que en esa casa vive gente decente. Si bien ella no es precisamente una fanática de la limpieza —de hecho, aquella es la primera vez desde que se mudaron a ese lugar que se ocupa de los quehaceres del hogar—, se siente conforme, incluso feliz con su trabajo. La visión de la casa ahora le parece más agradable; de repente, es más atractiva para habitar. Con una sonrisa de entusiasmo, se gira hacia su prima con la esperanza de recibir un halago, pero Madeleine se limita a alzar la mirada de su ejemplar de El Profeta y esbozar una sonrisa distraída.

 

—¿Hay alguna noticia importante? —pregunta, resignada. Cada día que pasa, extraña más a Melrose; no se había dado cuenta de lo mucho que se había encariñado con su prima. Lamenta no haberse tomado más tiempo libre para estar con ella... «No exageres», se dice a sí misma, cuando advierte que piensa en ella como si hubiera muerto, o algo por el estilo. Aunque ya no puedan verse en el día a día, en alguna ocasión encontrará la oportunidad de visitar las Southern Uplands.

 

—No te preocupes, todavía no atacan el Ministerio de Magia —replica Madeleine, con una sonrisa no muy amable.

 

Otra vez —añade Ellie con cierta dureza en su voz. Por supuesto, se refiere a la declaración de guerra de Bulgaria y sus aliados. Luego de la crisis de la noticia, las cosas se han tranquilizado y, de alguna forma, parece que los miembros de la comunidad mágica han encontrado la forma de continuar sus vidas con normalidad. Ella también lo ha hecho, en realidad; de hecho, se siente tonta por haberse preocupado, por haber estado tan asustada al principio.

 

—Y tampoco hay noticias de los mortífagos —comenta con un tono aparentemente casual, aunque sus ojos la observan indiscretamente por encima del periódico—, ni de la Orden del Fénix.

 

Oh.

 

Se vuelve hacia el salón, dándole la espalda a Madeleine. No quiere hablar de la Orden del Fénix con ella; no por desconfianza, sino porque cuando no fue capaz de explicarle por qué se unió a la organización clandestina, su prima parecía estar a punto de sufrir un ataque. Todavía no tiene una respuesta y lo cierto es que no le preocupa encontrarla. No le debe una explicación a ella, ni a nadie.

 

—Recuerda que quizás vengan otros miembros de la familia —dice Ellie, desde la escalera que conduce al piso de arriba—. Esos son temas que no podemos hablar con tanta ligereza...

 

 

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El pueblo de Luss había resultado más pintoresco de lo que la Delacour pudo haberse imaginado en el momento en que decidió que era hora de ir a Escocia a conversar con Eileen, durante los meses que precedieron a la desaparición del bando como a la marcha de muchos de sus miembros de Ottery había encontrado en la inefable alguien con quien contar a la hora de solucionar asuntos ministeriales así como algunas misiones fuera de lo típico del trabajo del ministerio, sobre todo desde aquella ocasión en que la ayudó con el problema de la maldición por aquella cámara.

 

Dado que no conocía exactamente el lugar de su hogar sino el nombre del sitio decidió aparecer en el pueblo junto al lago, aquel aire puro de montaña inundó sus fosas nasales haciéndole agradecer el hecho de estar allí, siempre era bueno respirar nuevos aires y darse un respiro.

 

Caminaba siguiendo las indicaciones que le habían dado en el pueblo rumbo al hogar de la Moody, ahora que ya no estaba a cargo de la oficina del ministro contaba con más tiempo para sus cosas, aunque ahora tenía un nuevo puesto era sabido que tenía más autonomía y libertad de movimientos que la que tuvo cuando recién llegó a ese departamento la primera vez.

 

Dejó el camino labrado en piedra para encontrar unas tablas que dirigían sus pasos a una cabaña, el nombre en el buzón a la entrada del camino le indico que estaba en el lugar indicado. Conforme sus pasos se acercaban logró divisar a dos personas en la entrada del lugar, una de ellas la bruja a quien iba a ver. - buen día, díganme que llegue justo para desayunar que el clima de este lugar me está abriendo el apetito - dijo con una sonrisa, recordaba que en alguna ocasión le dijo a la bruja que si la visitaba llegaría pidiendo comida así que mejor cumplir su palabra.

 

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Escocía tierras altas de un follaje encantador y verde hasta más no poder, a veces temía perderse entre tanto verde y tanto follaje, pero una parte de la vampiresa sabe que no puede detenerse a contemplar el lugar, tiene que encontrar a Made y Eileen, no es urgente verlas pero se siente forastera en todos lados, como una extraña que no logra encajar en ningún lado, por eso es que las busca más que nada, primero porque ellas son sus amigas y segundo porque sabe que solo así estará tranquila y en paz, no confía en nadie como en ellas y sabe que si necesita ayuda ambas estarán por la labor de ayudarla.

 

La razón de su agitación es por todos conocida, desde que no está en el ministerio y hasta que le den su nuevo puesto en él, se siente como un león enjaulado en minúsculas capaz de nerviosismo extremo, no importa que esté de regreso en la Orden del Fénix, tampoco interesa del porque esta allí en realidad, lo único que la preocupa es que no la reconozcan cuando la vean y es que la pulcra joven, ahora luce desaliñada y toda sucia de haber estado montando en su escoba por horas hasta llegar allí, sabe que dará una mala impresión pero no se toma el tiempo de pensar en aquello, cuando escoba en mano, sigue caminando hasta aquella casita que se divisa a lo lejos, esperando solo tener un momento para poder charlar con ellas y pasar una bonita y apacible tarde.

 

Lo primero que divisa cuando alcanza a ver bien es a tres brujas en la entrada y sonríe a más no poder cuando las reconoce al instante, Dennis, Eileen y Madeleine, es tan grata su sorpresa que apenas es consciente que ahora esta corriendo con la escoba en la mano como loca hacía la entrada, se detiene justo a tiempo para no colisionar con su amiga Dennis, le pide perdón con la mirada de casi empujarla con la corrida, se detiene un instante para calmarse y pensar que decir, pero como siempre, empieza con su hablar rápido y cantarino, sin detenerse en ninguna palabra y diciendo miles de palabras en un minuto, sin notar que sus cabellos pelirrojos están sueltos y que el prendedor del fénix dorado yace a sus pies desprendido, solo quiere decirles porque esta allí y dicho sea de paso contarles la nueva noticia que la tiene tan contenta.

 

- Perdón Dennis pequeña, no era mi intención casi tirarte ¿estás bien? quisiera desayunar algo si es que hay, pero antes de eso quería decirles que me encanta esta linda casita, siento no haber venido antes pero anduve volando por todos lados hasta que encontré el lugar, lo siento no quiero ensuciarles nada, es que bueno eso de andar volando ya no es lo mío, solía volar y muy bien para desestrezarme del ministerio en su momento pero perdí el toque, así que como podrán ver estoy toda embarrada, malditos charcos que hacen que una se ensucie, odio ensuciarme y no estar pulcra, lo siento, no era mi intención y bueno ¿que se cuentan? ¿de que me perdí? - Les dije entusiasmada hablando rápidamente y sin parar un solo segundo, feliz y alegré de encontrarlas allí -

 

En circunstancias normales les daría un abrazo a las 3, solo que ahora esta toda embarrada y sucia y por supuesto no desea ensuciarlas más de lo que les habrá salpicado cuando casi colisiona con Dennis, se siente avergonzada y arrepentida de aquello, pero espera que ella le perdoné, sabe que no lo hizo apropósito así que espera que no le importé demasiado, esto de estar sucia es nuevo para mí, así que espero que no les importé demasiado, además de que estoy feliz de verlas a todas allí, sabiendo de que pasaré una velada hermosa y muy bonita, porque ellas ahora además de ser sus amigas son su familia y le emociona la idea de que siga llevándose así de bien con todas ellas.

Editado por Lunatica Lupin Evil Black

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—Estoy segura de que, en este preciso momento, lo que menos le preocupa al Ministerio son las andanzas de los bandos —replica Madeleine, mientras dobla el periódico mágico por la mitad, para entonces dejarlo sobre la mesa—. Tampoco parecen muy preocupados por la declaración de Bulgaria. Oh, no... lo que está en boca de todos, es la renuncia de Crazy y Mackenzie Malfoy y las elecciones. ¿Cuándo me ibas a decir que incursionarías en el campo político? —inquiere, golpeando con el dedo el listado de los candidatos al tan solicitado puesto. Oh, sí, Ellie había recibido un par de lechuzas al respecto, y no sólo referentes a su candidatura a Ministra de Magia.

 

—Deja de molestarme. Sé que, como yo, sabes que ya hay un ganador.

 

—Aún así, hay que disfrutar el espectáculo.

 

En ese momento, escucha los pasos sobre el suelo de madera. Ellie sonríe levemente, aliviada por la compañía de alguien más, mientras que Madeleine por otro lado hace una mueca de fastidio y decide concentrarse en su taza de café sin azúcar. Unos momentos después, un par de voces familiares la saludan.

 

—Buenos días, chicas —terminó con la limpieza justo a tiempo—. Sí, justo estábamos... —pero percibe la mirada de Madeleine, que le deja ver que ella no va a meterse en la cocina— estaba por preparar el desayuno. Aunque, a esta hora, creo que será más bien un brunch.

 

»Lamento que tardaras en encontrar la casa, Luna, pero lo cierto es que esa es la idea. Odio admitirlo, pero en estos momentos creo que es más seguro vivir lejos de las zonas mágicas. Si lo deseas, puedes limpiarte en el baño, o...

 

¡Tergeo! —musita Madeleine, sentada desde la mesa de la cocina, mientras golpea el aire con su oscura varita de ébano. Las manchas de suciedad y el agua salpicada desaparecen de inmediato. Si bien Ellie no está de acuerdo con ese uso de la magia, no puede evitar sentir cierta molestia con su prima, por no haber movido un dedo para ayudarla mientras limpiaba la casa frente a sus narices— Me alegra verte, Gryffindor. Parece que algunas personas nunca cambian. Y, hola... ¿Dennis Delacour? Otra fuerte candidata en las elecciones. Qué grupo tan pintoresco el que tienen. Me pregunto cómo se conocen...

 

—Todas trabajamos en el Ministerio de Magia —se apresura a decir Ellie, sabiendo a qué apunta Madeleine. No sabe qué tanto conoce a Dennis y a Luna, pero de todas formas no dejará que mencione nada acerca de la Orden del Fénix—. Y son bienvenidas en nuestra casa, también.

 

La casa no es muy grande, así que no necesita alejarse mucho para alcanzar la cocina. Aún así, Ellie les hace un gesto a Dennis y a Luna para que se sienten en la mesa, junto a Madeleine, o bien en la barra de desayuno.

 

—Aunque les tengo que avisar que no soy una muy buena cocinera —murmura por lo bajo—. Pero creo que nos las arreglamos bien sin los elfos domésticos.

 

—Preferimos la comida a domicilio —acota Madeleine, quien está bien cómoda, con los pies sobre la mesa y la espalda recostada en el respaldar de la silla—. Cada día me sorprenden más los avances muggles.

 

 

@ @@Dennis Delacour

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Cuando sus dedos aferran la roca, la siente fría y seca bajo la yema de sus dedos y eso facilita el agarre. Arquea la espalda casi a cuatro patas antes de aspirar con fuerza el aroma del verano: tierra húmeda, flores que todavía se aferran a su perfume. Juraría que, por un instante, fue capaz de percibir olor a humo pero el rastro se desvanece tan rápido como ella creyó percibirlo. En su lugar, está contemplando una vez más Luss a la distancia, por lo que mueve el morral para que no le estorbe el paso animado que ha estado llevando.

 

Es verdad que es mucho más simple desaparecer pero ha preferido no hacerlo últimamente. Usar sus simples piernas le ha permitido ejercitarse pero también existen otros motivos. Las crisis políticas son horribles para los magos y brujas regulares y de pesadilla para los medio-humanos. Se vio obligada a acudir con sus hermanos al norte de Escocia. Después de todo, no tenían el mismo conocimiento que ella de la coyuntura en Londres y se encontraban vulnerables. Una o dos veces habían intentado ser reclutados por fuerzas Búlgaras. La arremetida luego de la negativa podría haber sido brutal.

 

Sin embargo, segura ahora gracias a los portales y la magia Uzza, así como también las propias habilidades de su antiguo clan, repleto de miembros con grandes cantidades de magia, sabe que se encontrarán a salvo ahora. Libre de dudas, se aproxima cada vez más al punto de partida, nerviosa. No había dejado nada, ni siquiera una sola nota, luego de aquella extraña experiencia con Catherine y el desconocido cargado de maldiciones ¿Sería que acaso su familia seguiría considerándola como tal? ¿No irían a echarla? Había arriesgado bastante para poder acudir ahí y suponía que siempre podría volver pero ¿Y si no?

 

A lo lejos, empieza a distinguir cosas. Haciendo visera, al acercarse por la parte posterior del predio donde los árboles ya comienzan a ralear, es capaz de distinguir la presencia de los humanos. Todavía se encuentra lejos cuando oye sonidos extraños mas no provienen de las figuras que parecen mantener una charla allí si no del "depósito". Para ser más específicos, del lugar en donde mantienen a las criaturas de los Moody cuando andan durmiendo la siesta o se resguardan de la lluvia. Es tan solo cuando alcanza la edificación y entreabre la puerta que entiende por qué.

 

Richard ha instalado allí dentro entre balas de paja y aethonan durmiendo en hileras pegadas a la pared, una silla de playa en medio y una mesilla al lado, de la que toma cómodamente varios trozos de pizza para comer a la vez.

 

—¿Pero qué...?

 

Sus palabras no terminan, antes de que Richard haya dirigido su mano hacia ella pero nada le sucede. La expresión del brujo se relaja y hasta esboza una sonrisa cómplice.

 

—Ah, bueno, de todas formas tengo bastante ¿cuándo fue que te volviste una bestia famélica? —no tiene ningún escrúpulo al observarla de arriba abajo como si fuese un trozo de carne defectuoso que ha de venderse a como de lugar al restaurante. Su mirada ni siquiera trata de esconder la desaprobación— Tendríamos que hablar de negocios, tu y yo.

 

Mel todavía sigue sin habla cuando se tiende sin ceremonias sobre la paja del suelo al lado de la silla de Richard, en la que se encuentra cómodamente instalado, y toma un trozo de pizza. Los veranos no son calientes en Luss pero eso no parece importarle pues lleva abrigo, botas y jeans y la pizza está todavía tibia así que ¿Por qué la silla? Sus rizos además, están coronados por unos lentes de sol que por la estabilidad con que se mantienen sobre su cabeza, parecieran haber sido pegados con celo mágico.

 

Ella no lleva más que algo bastante cercano a un harapo.

 

Entonces, se escucha el sonido de un aullido y Richard maldice entre dientes antes de chistar. Los lobos de Catherine se acercan hacia ellos con las cabezas gachas luego de abandonar la juntura de la puerta.

 

—Estos idi***s acaban de delatarnos —masculla mientras mueve la mano de forma disimulada y la caja de pizza se cierra y toma un color oscuro, reduciéndose, para parecer más un paquete de entrega que comida delivery—. Si Eileen viene salúdala emocionada, de seguro que se distrae con sólo verte —vuelve a mascullar como un anciano engreído, a la par que oculta la caja detrás de la silla con esmero.

 

Fuera, Mel vuelve a oír sonidos, cercanos, más familiares.

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No sabe que es lo que hace en ese lugar. Las cosas con Ellie no funcionaron, y él, sin tener otro lugar de destino, sigue ocupando una habitación de los Moody. Nunca fue su intención lastimar a la bruja, lo que sintió fue real aunque se esfumó tan rápido como llegó. El quiebre apareció incluso antes de que todo se fuera al garete, antes de que la Orden del Fénix implosionara y él abandonara el país en busca de refugio. Recuerda el temor, recuerdo su respiración acelerada. Tenía miedo de haber expuesto su identidad, su pasado y su futuro. Temía por el simposio que, aunque aveces no entendía del todo, era la mayor herencia que le dejó su primer amor.

 

—Y si no le intereso. Lo he observado de cerca, con otro rostro y sin esto —lanza una carcajada mientras señala con el dedo su entrepierna —También me gusta, tanto como tú. Pero ¿Y si yo no le gusto?

 

Hobb lleva un largo tiempo siendo una persona promiscua, acostándose con cuanto hombre se cruza en su camino. Al principio eso calmó su dolor, su pena y sus desesperación. Sin embargo, con el tiempo, pasar por la cama de tantos hombres le causó más daño. Se sentía vacío aún estando lleno, pues varios de sus amantes realmente lo querían. Pero él no era capaz de enamorarse, hasta que conoció a Connor.

 

Está acostado usando el brazo de Connor como almohada, pensando en como es que podrá vivir si Ben no lo quiere, si Connor decide que en realidad Ben es su verdadero amor.

 

—Pero quizá tienes razón, no es momento de pensar en ello.

 

De un somo movimiento se levanta y está sobre Connor, sus cuerpos se rozan pues en ese momento están desnudos. El mago inglés está a punto de hablar, de decir algo. Pero Hobb no le deja, lo calla con un beso que dura para siempre.

 

 

 

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