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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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El viento le revoloteaba el pelo de lo lindo, mascullo un juramente enfadada porque la pelirroja odiaba que su perfecto peinado se encontrará arruinado por un poco de aire, pero suspiro pensando que fue su idea viajar en su escoba así que nadie tenía la culpa de aquello solo la bruja por decidir viajar en ese transporte, pero es que ella amaba sentir el aire en su pálido rostro y ver lo pequeñitas que parecían las casas y mansiones desde allí, pero esta vez iba directo a buscar a Made, del porque la buscaba era muy sencillo ella era su amiga y una de sus mas queridas consejeras, además de que quería volver al lugar al que hacía milenios que ni iba, no sabía si la encontraría pero esperaba no llegar demasiado tarde, así que cuando aterriza en el jardín delante de la entrada de la casa, suspira pensando que quizás mandar una lechuza hubiera sido mejor, pero era su casa también así que imagino que a su amiga no le molestaría que estuviera esperándola allí.

 

Su vestimenta no distaba mucho de ser la habitual, tenía su traje violeta claro, su camisa blanca con pintas negras, su pantalón violeta y sus zapatos de tacon alto también de color violeta, la única diferencia en su aspecto era el cinturón dorado que traía puesto y sus pendientes de cristales en sus orejas, por lo demás era la misma Luna alta, de cabellera pelirroja, hoyuelos de forma de corazón y con una gran sonrisa alegre que todos conocían, solo esperaba no haber llegado en mal momento y poder tener una charla con sus familiares, después de todo, ellas las consideraba sus mas queridas amigas.

 

Sobrevoló el lugar preguntándose porque sentía una sensación rara en el pecho, como si temiera que no la recibieran bien, ¿de donde salía ese miedo extraño y para nada lógico? es que en realidad la vampiresa hacía mucho tiempo que no se pasaba por ahí, si bien compartía mucho con Made y Eileen, no era habitual verla por estos lares y hacía bastante que no las veía para algo que no sea recreación y no misión de la Orden, por eso estar allí era genial, lo genial era que ella había recordado como llegar hasta ahí y eso ya era decir mucho, de la persona más despistada y patosa del mundo, porque así como la veían podía perderse en una calle o no saber como llegar en el mismísimo ministerio y eso ni en mil años cambiaria, por eso estaba feliz de haber podido llegar sin otro contratiempo que sus cabellos no tan ordenados como siempre.

 

 

Aterrizo lo más limpiamente que pudo en la entrada, suspirando un momento antes de bajar de la escoba, odiaba los aterrizajes pero ella tenía que bajar y buscar a Made, no sabía bien porque pero quería hablar con ella de algo que no fuera trabajo o misiones, aunque siempre acabarían hablando de eso de una forma o de otra, se preguntó si no molestaría pero se dio cuenta que eso era algo absurdo, era amiga de ella, así que podría visitarlo cuanto quisiera, suspiro armándose de valor y bajándose de la escoba mientras seguía diciendo que no tenía nada que temer y que tenía que estar feliz de no haberse perdido, solo esperaba verla más pronto que tarde.

 

- Hola Made,Eileen ¿están por aquí? solo pasaba para visitar y bueno ver ¿Cómo andaban? hacía mucho que no las veía fuera de la oficina o las misiones así que vine de visita, ¿puedo pasar? lo siento, no quiero molestar pero me acordé como llegar así que pude venir ¿a que es genial? - Les dije llamándolas con mi repique de campanas característicos desde afuera sonando muy feliz y alegré, en realidad estaba orgullosa de no haberme perdido y esperaba encontrarlas más temprano que tarde -

 

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  • 2 semanas más tarde...

Ellie nunca ha sido capaz de desarrollar un vínculo especial, como pueden hacerlo otros magos de forma casi natural; sin embargo, es capaz de fabricar una fantasía de que así es. Un vil engaño. Hace un par de meses, viajó al Amazonas para tomar una clase magistral de Cuidado de Criaturas Mágicas en Castelobruxo y aprendió cómo "lidiar" con animales mágicos; en teoría, sabe cómo saludar a un hipogrifo y pedirle permiso de subirse a él. Pero, cuando se acerca, la criatura no parece verla con buenos ojos... Hasta que su amuleto de amistad con las bestias, emite un brillo discreto en el bolsillo de su túnica; entonces, Ellie inclina la cabeza y recibe lo que considera una respuesta positiva de uno de los hipogrifos. Sin embargo, aún encontrándose en el lomo del hipogrifo, no se siente satisfecha. Un vil engaño.

 

Ellie asoma la mirada por encima de su hombro, hacia la apertura entre los árboles que les deja entrever el patio trasero de la casa, pero Madeleine no parece venir. Y, a decir verdad, no tiene deseos de esperar por ella.

 

—No podemos perder tiempo —dice Ellie por lo bajo.

 

No está segura de cómo Mel se sienta al respecto, pero de todas formas su prima asiente y es la primera en partir. Es ella quien tiene el rastro y la capacidad de seguirlo.

 

«Pero yo, ¿qué se supone que hago aquí?».

 

✾ ✾ ✾

Madeleine está vestida con pantalones cargo, una camiseta blanca y una chaqueta de pana verde oliva. Tiene el cabello recogido en una cola de caballo y la mirada decidida, preparada para cualquier cosa que pueda venir. Está lista para la misión. Se mueve con sutileza por las sombras de la casa ya vacía, hacia el patio trasero... hasta que escucha una voz familiar, llamándola. Sacude la cabeza y llega a considerar la idea de salir corriendo. Quizás, de ser otra persona, ni siquiera habría dudado y habría seguido con su camino; pero no se trata de cualquier persona, sino de Gryffindor, una de sus compañeras más cercanas. Una de las pocas personas que puede tocar su fibra sensible sin siquiera intentarlo.

 

—Gryffindor —llama Madeleine, asomándose desde un lateral de la casa—. Eileen y Melrose acaban de irse, y yo estaba por seguirla... Tenemos una especie de emergencia familiar. Ehm, una misión, digamos.

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Escuchar el Gryffindor de Made la hace sonreír a nadie le pasa desapercibido el cariño y afecto que le tiene, porque apesar de sus maneras medio hoscas o rudas, la bruja tiene un lugar especial en su corazón y de tantos años que la conoce sabe que es su forma de ser cariñosa para con ella y también entiende que esta apurada y que justo la localizo cuando estaba por irse a ¿una misión familiar? ¿ella podría ir o no? se queda pensativa antes de responderle, no porque no sepa que decirle si no porque esta pensando en como pedirle ir con ella o si puede hacerlo o no, al fin y al cabo, ella también es de la familia así que podría ayudar de alguna manera o intentarlo al menos.

 

 

- Made nada me alegra más que verte, gua de veras que lamento haber llegado en mal momento, pero ¿puedo acompañarlas? ¿Dónde es? lamento estar retrasándote pero no sabía como llegar y luego me perdí en fin... en conclusión que llegué por lo menos y eso que generalmente me pierdo mucho más, ¿emergencia familiar? pero ¿están bien no? quiero decir a ninguno le paso nada malo o algo así, lo siento es que me preocupo y pues ¿puedo pasar? - Le digo sonando feliz de verla y preocupada por si alguien le paso algo -

 

No me paso desapercibido que la bruja esta en plan batalla, primero por como va vestida y segundo porque sabe reconocerla cuando está por ir en una misión, sonríe porque es la misma Made que siempre la ayuda en todo y la ayuda a llegar a muchos lugares, solo saca su varita de la su oreja manteniéndola en su mano derecha y le sonrió es su manera de decirle que está lista para ir a donde diga y dicho sea de paso, se pregunta si podrá ayudarla y saber en que misión están involucradas, porque sabe que cuanto más varitas tengan mejor será.

 

- Made ¿Cómo estuviste todo este tiempo? se que nos vemos en el trabajo o en las misiones pero nunca en algún otro lugar de descanso digamos, o lo siento, tenemos una misión y yo aquí haciendo preguntas, ¿quieres que vayamos yendo? si es que puedo ir y puedo ayudar sabes que estoy dispuesta para cualquier lugar al que podamos ir y bueno, ¿alerta permanente no? - Le digo sonriendole feliz y esperando poder acompañarla en la misión, no se lo dice pero esta muy feliz de verla, es su amiga más querida y a quien siempre llama cuando necesita ayuda en algo, así que esta feliz de poder ayudarla en lo que pueda -

 

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"No podemos perder tiempo"

 

La afirmación es cierta pero Mel duda antes de dar un último vistazo y partir. Se eleva y se aleja en una dirección genérica. No pasa mucho tiempo hasta que vuelven a descender.

 

Tenía mucha lógica, así que no entiende por qué no había caído en cuenta de eso antes.

 

—El rastro es difícil de seguir desde el aire —explicó Mel con calma hacia Ellie—. Me temo que tendríamos que seguir a pie. Tu puedes sobre uno de los hipogrifos para que pueda llevarte —allanó Mel con sencillez—. Mientras tanto, puedo ir por mi cuenta en tierra.

 

La bruja dio un par de palmadas en el otro hipogrifo amigo, instándolo a partir de regreso. Era un animal muy listo: captó el mensaje enseguida y, ni corto ni perezoso, se puso en marcha. Después, colocó una cuerda muy fina en el otro, pidiendo el permiso correspondiente (que sorpresivamente le fue otorgado), para que su prima pudiera sostenerlo a modo de riendas.

 

—A mi señal, aprieta las piernas de forma que él pueda empezar a correr.

 

Mel partió a gran velocidad. Hacía ya un tiempo que no se movilizaba así por el bosque, aunque claro, de todas formas era significativamente más lento que el vuelo. Le costó unos momentos encontrar el rastro pero tampoco fue un gran esfuerzo: era potente y característico. Además de eso, el bosque empezó a cobrar vida bajo su nariz, bajo sus pies. Se dio cuenta que había extrañado todo eso ¿hacía cuanto que no había salido de excursión así?

 

Claro que, eso no era una excursión. Era una búsqueda que tenían que realizar lo más rápido posible. Echó un vistazo por encima del hombro solo para asegurarse de que Ellie estuviera siguiéndola...

 

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Allí estaba una vez más. Dos largos años pasaron desde la última vez que llamó a ese lugar hogar. No, no fue una rabieta, una pelea, ni que tuvo que salir huyendo por alguna emergencia familiar; de esas que abundan entre los Moody. Simplemente decidió que, por el momento, era mejor tomar distancia. Por primera vez estuvo orgullosa de haber tomado un rumbo en el momento adecuado, no se equivocó. Y ahora que estaba de regreso comprobaba que aquel lugar era tal cual como lo recordaba. Quizás un par de detalles habían variado, pero la esencia seguía siendo la misma.

 

La mujer miró con nostalgia la entrada que conducía al bien conocido hogar de los Moody. Alargó la mano hacia el costado derecho. No venía sola.

 

—Mira Newt, bienvenido a casa.

 

Bueno, tal vez no eran las palabras más adecuada, pues aquel niño nunca había puesto un bendito pie allí, pero cierta pertenencia había al ser de la familia de su madre. Newt Alexandros aún no alcanza los dos años, camina con seguridad la mayoría del tiempo, aunque aún trastrabilla todavía en otras ocasiones. Mira con curiosidad todo lo que hay, de seguro ansioso de soltar la mano de la mujer para ir a tocar lo que pueda. Balbucea un par de ruidos, aún es algo flojito al tratar de formar una palabra. Es de cabellos más bien colorines, pero no tan rizados como los de su padre, aunque en las facciones ganó por lejos el gen Moody - Rouvás.

 

Athena lo mira con ese cariño que nunca esperó sentir, pero que está allí ahora. Decide soltar su mano para que recorra y conozca por si mismo.

 

—Solo espero que esto no sea un desastre como antes de irme... —Aunque eso es un poco inevitable, sobretodo si recuerda a sus dos pocos queridos hermanos. De corazón esperaba que ya no estuvieran al acecho. —Newt, hijo, mira vamos hacia allá. Hacia la casa. —El enano ya había comenzado a sacarle las hojitas al rosal más cercano. Pero miró en la dirección que Moody señalaba y dijo algo que parecía ser "casa". Le quedaba un largo camino todavía, en ese sentido.

 

No traían equipaje, solo una especie de bolso con cosas más esenciales. La idea era una visita casi de cortesía con boleto de vuelta. Pero ahora que estaba allí, como que estaba dudando si eso podría ser o no.

 

Después de unos minutos recorriendo el jardín, y de apurar un poco al niño, que quería quedarse buscando insectos, o eso parecía (—¡Por todos los Dioses, soy su madre pero no le entiendo tooooodo!) lograron llegar al menos a la puerta. Desde adentro no se escuchaban ruidos a decir verdad, ni siquiera esa música que solía escuchar Richard mientras bebía sangría u otras cosas que Athena jamás se atrevió a averiguar qué rayos era.

 

¿Sería demasiado desvergonzado de su parte si solo entraba y ya?

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Catherine observa la escena un tanto pasmada. Ella misma se siente extraña de pisar la residencia de nuevo pero... no, no puede estar segura de adivinar los pensamientos que pueden estar cruzando la mente de Athena. No puede adjudicarse ese derecho tan fácil.

 

Su cuerpo reacciona más rápido que su cerebro. Se adelanta, los tacones de sus botas resuenan sobre el empedrado. Se aproxima a la puerta y llama a Athena en voz baja. Observa a la criatura que ella no cesa de vigilar para mantener a salvo: un niño. Su estómago se contrae. No está segura de poder afrontar la situación. Su tía... no, en realidad, Catherine sabe que no existen lazos de sangre que la unan a Athena; ella es hija de Richard y Richard no es su hermano en realidad. Se deshizo de las memorias de Pandora en su primer viaje al inframundo, ya no le pertenecen o la atormentan. Aún así, la siente próxima, como a todos los Moody que han pisado esa casa en calidad de miembros de esa casa.

 

Sus ojos se pierden un instante en los rasgos del niño. No es capaz de identificar si se parece a Richard o no, nunca ha sido buena detectando esas cosas. Sin embargo, algo le dice que es mejor no entrar. Por eso se toma la libertad de pedirle a Athena que la acompañe hacia los establos. No está segura de que la bruja vaya a acceder y la observa de reojo cada tanto porque, la verdad, es que su miedo es encontrar a Madeleine al interior. No quiere importunarla, siempre que se ven, las cosas terminan mal. Hay demasiado rencor no resuelto en medio y también culpa; es responsabilidad de Catherine.

 

En los establos casi siempre estan los hipogrifos. Catherine nota enseguida que no están pero antes de que se pueda preguntar a dónde pueden haber ido y con qué motivo, un pequeño unicornio sale corriendo hacia ella. Es un regalo de Richard, ella jamás se permite ese tipo de lujos: es pequeño, apenas del tamaño de un perro, una criatura que se mantendrá como un bebé para siempre. Tiene la cualidad de dotar de sosiego y calma a quienes lo rodean. El animalillo corre enseguida hacia ella y arracimándose hacia sus piernas.

 

Catherine le pasa una mano por la cabeza solo para no sentirse demasiado desgraciada una vez avanza hacia la mesa de madera que se encuentra instalada allí, junto a tres sillas igual de sencillas. La mesa está cubierta de un mantel cómeme, que utiliza para servirse de las reservas de la cocina sin tener que entrar en realidad.

 

Allí, instalada sobre ese forro, hay un juego de té con un té de jazmín que impregna su olor en el espacio, un poco de pan, queso, bayas, unas galletas en un plato y uvas de estación. Catherine toma asiento y observa hacia Athena con gesto expectante ¿qué es lo que hay para decir entre ellas?

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  • 1 mes más tarde...
Un escalofrío recorre su espalda.


—Mel...


El brillante cielo azul se ensombrece, demasiado rápido como para tratarse de causas naturales. Ellie se siente insegura sobre el hipogrifo; está acostumbrada a manejar su escoba, o ir de copiloto en una voladura, pero ir en el lomo de una criatura está muy lejos de lo que es su zona de confort. Es por eso que sus manos estrujan el pelaje de la criatura, cuando levanta temblorosamente el rostro hacia el cielo; con la boca entreabierta, contempla las nubes oscuras que se arremolinan en el cielo, concentrándose y volviéndose más oscuras en un punto del horizonte. ¿Se trata de un maleficio meteorológico? ¿O se trata de...?


Ellie no suele confiar en las corazonadas, sino en la evidencia real. Pero si habrán ocasiones donde deba seguir sus impulsos en lugar de la raz´n, quizás aquella debería ser una de esas ocasiones.


—Mel —repite, hablando más alto para que su prima, quien dirige la expedición al frente, pueda oírla—. ¿El rastro de Richard no te conduce hacia allá? ¿Crees que deberíamos acercarnos?


Pero su corazón se encoge del temor. Incluso dejando atrás el incidente en casa, que ahora parece tan lejano y tan est****o, se siente en verdadero peligro. El viento comienza a soplar con más fuerza, las nubes amenazan con comenzar a soltar relámpagos en cualquier momento, y...


Y, allá en el prado, la oscuridad se condensa en esferas alrededor del hombre, aunque desde allí no pueden verlo. Aunque quizás, incluso de hacerlo, no podrían distinguirlo, encerrado en aquella especie de prisión.


Los hipogrifos protestan y se quejan, pero las brujas fijan su rumbo. Esperan encontrar a Richard pero, desafortunadamente, lo primero que distinguen son dos siluetas idénticas.


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  • 2 meses más tarde...

Mel intenta no mover un músculo, mientras el cielo y el panorama se cubren de esas esferas oscuras. A la distancia, distingue una forma pequeña, agazapada. Eso no concuerda con la risa tintineante que alcanza a oír a duras penas del otro lado del claro. La voz de Ellie parece llegarle desde muy lejos pero no desoye sus preguntas.

 

—Esta allí —replica con calma, los ojos muy abiertos y redondos.

 

La figura no se mueve ni parece distinguir su voz, como hiciera en otras ocasiones. Su atención, parece estar atraída por otra cosa.

 

Mel no está segura de cómo proceder a continuación, así que hace lo que hiciera antes con el propio animal que conduciera: lo deja ir, para no llevarlo consigo a un destino incierto. En lugar de hacer lo mismo con Ellie, lo que termina haciendo es tomarla de la mano y empezar a sortear despacio las esferas oscuras, una a una.

 

La bruja no está asegura de qué es lo que pretende pero continúa de todos modos.

 

Sin embargo, sus fosas nasales pronto se constriñen ante un olor desconocido y desagradable: huele a sangre y carne putefracta. Mel busca a ambos lados y no encuentra rastro de cuál pueda ser la fuente de ello. Sus sentidos parecen agudizarse, sus orejas se mueven como si estuviera en forma animal, tan solo un poco hacia los dados y sus ojos parecen querer escudriñar a través de las formas oscuras.

 

Puede sentir la mano de Ellie temblar en consonancia con la suya. Tal vez es eso lo que la distrae al igual que Richard parecía haber estado distraído con otra cosa o, tal vez, es que ellos son completamente silenciosos, de una forma sobrenatural. Cuando siente una mano que es colocada con suavidad sobre su hombro, pega un respingo tremendo, que por poco la hace tocar una de las burbujas de oscuridad.

 

La figura que le devuelve la sonrisa es asombrosamente parecida a Richard, pero no es él. Unos rasgos más hermosos, en tanto más crueles. El olor a sangre y putrefacción, proviene de sus cuerpos. Dos rostros idénticos, que toman a Ellie y Mel desprevenidas al mismo tiempo.

 

—Bien... —suspira una de las figuras, como si estuviera cansada e intrigada al mismo tiempo— ¿Quiénes son ustedes y qué las trae con... papá?

 

El otro suelta una risa cantarina como si no pudiera contenerse. Debe de parecerles bastante gracioso, aunque en realidad Mel solo se queda pasmada como cuando se siente una presa y no la que caza. Apenas reacciona, se zafa del agarre con un movimiento seco del hombro.

 

—Solo vinimos a comprobar el estado de Richard —replica con voz ronca.

 

¿Por qué ese par de rostros placenteros le resultan tan desagradables e intimidantes?

 

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  • 4 meses más tarde...

Lechuze

Lechuze cruzó los terrenos planeando en un cielo despejado, raro en esas épocas del año en Inglaterra. La criatura no pareció inmutarse por la luz solar o por la quietud que se  observa en toda la extensión, si no que se dirigió directamente hacia la ventana empañada de la ventana de la vieja cabaña, en cuyo interior, descansaba un muchacho pelirrojo.  El aspecto de él era extraño: Su cara, de rasgos delicados, no tenía la expresión neutra y casi seria que lucía cuando estaba despierto, por lo que la lechuza se detuvo en el alféizar y dudó. El sueño parecía quitarle varios años de encima. La vieja butaca, lucía bastante cómoda y la manta que cubría sus piernas parecía estar a punto de resbalarse.

Decidiéndose por fin, la criatura picoteó el vidrio con insistencia, hasta que el muchacho arrugó el ceño, y abrió los ojos, aunque de inmediato los cubrió con una mano tratando de quitarse de encima el cansancio, terminó por acercándose a la ventana para abrir paso al animal que pronto se posó sobre una mesa polvorienta y alzó la pata. Era una misiva corta. Los ojos de Richard se abrieron mostrando una emoción que no sentía casi nunca: alarma.

Pero a Lechuze no podía importarle menos. Simplemente, salió volando por la ventana y se alejó, dejando al muchacho con su correspondencia.

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Muchos meses después de recibir esa inesperada lechuza, Richard observaba los preparativos para la celebración desde el mirador instalado para la ocasión. Era un espacio confeccionado de manera artificial, adornado con madera blanca tallada, hadas, luces flotantes con forma de estrellas y máscaras de colores negro y áureo. La vegetación que rodeaba la glorieta, era también agradable a la vista. Richard soltó un suspiro y descendió por los escalones empedrados que formaban una espiral, rodeando la elevación coronada con el mirador. Permitía tener una clara vista de la parte del bosque adornado, un atisbo del lago y las largas y cómodas instalaciones del salón de baile.

El evento, que había sido calculado hasta el más ínfimo detalle, había sido una total sorpresa para los miembros de la familia. Por supuesto, todos habían sido invitados pero Richard no estaba seguro de que sus miembros asistieran, fuera de él mismo y Catherine, que eran los anfitriones. La mayoría de los Moody eran hoscos, poco dados a las reuniones formales y mucho menos en ambitos de socialité. Richard, que siempre había tenido un perfil bajo dentro de la sociedad mágica de Ottery debido a su condición, se veía ahora en la necesidad de dejar esa faceta atrás y adecuarse a otras necesidades que había traigo consigo la guerra.

Una de ellas, y quizá la más urgente, era establecer contactos con las familias importantes de Ottery. La lista, que había sido cuidadosamente estudiada, buscaba reunir a personalidades de diferentes ámbitos del mundo mágico: deportistas, artistas, amantes de Baco, comerciantes y aristócratas (muchos de ellos, congregaban varias de esas categorías). También, si bien con cierta reticencia, había decidido incluir políticos y periodistas. De hecho, Richard había evitado del todo ese mundo a propósito en épocas recientes debido a los problemas que eso le había traído en su vida con anteriodad, por lo que había buscado una persona conectada y adecuada que, sin embargo, no representara un riesgo muy grande y con quien pudiera tener una charla propia y cordial. Al final, para ese ámbito en específico, había terminado decidiéndose por Maida Yaxley. 

Sin embargo, Yaxley no era la única invitada (aunque sí la única miembro de esa familia a quien había extendido la invitación debido a lo fuertemente conectados que estaban con el ministerio): diversas familias del ámbito de la magia habían recibido una solicitud, si bien había intentado no exponerse demasiado en esa primera reunión. La excusa que daría en caso hubieran futuros altercados sería como es obvio, que no había considerado que figuras importantes pudieran asistir a su "modesto" baile, si bien el baile no tenía nada de modesto. No todos eran demasiado ricos, algunas de esas personalidades aportaban a Richard otro tipo de cosas que podrían resultar interesantes y útiles en los proyectos en los que pensaba embarcarse a futuro. Era la primera vez, en casi 250 años, que buscaba establecer aliados y se exponía tan abiertamente en el mundo mágico.

No podía negarse que era inevitable cierto componente de nerviosismo. El smokin, sin embargo, era impecable, al igual que la corbata michi, los zapatos que por poco reflejaban la luz de la luna y su cabello adecuadamente peinado hacia atrás y fijado con magia; solo un mechón muy fino y calculado de su cabello pelirrojo, caía por uno de los lados de su rostro para enmarcarlo. No había ni rastro de los bucles desordenados, de los piercings, de sus trajes de estrella de rock. Ningún pantalón de cuero, ninguna hendidura sospechosa en la ropa. Todo estaba limpio, fino, adecuado. Todo tenía que ir acorde a lo esperado y, si eso sucedía, Richard empezaría a tener la vida social activa y política que había abandonado desde que la madre de los gemelos muriera en el incendio de la abadía hacía ya más dos siglos. 

Richard iba adecuando aquí y allá algunas de las luces que colgaban de árbol en árbol al pasar. El venue del evento, eran los terrenos Moody en Ottery. Los viejos escombros del castillo habían sido retirados, la cabaña destartalada había sido invisibilizada con magia, se había establecido una recepción y un recibidor. Estos se encontraban al aire libre, bajo una arcada iluminada que anunciaba la temática del baile: "Carnaval de Venecia". Luego se podía avanzar a través de un camino iluminado con antorchas, alfombrado  y acordonado con tonos vino, para que se pudiera apreciar las exposiciones de pinturas al aire libre sobre caballetes de madera y esculturas de mármol.

Se había adecuado el salón de baile con mostradores en el recibidor, para poder encargar los abrigos, sacos y bolsos en la parte delantera, con grandes almacenes de ropa ocultos a la vista. Había también máscaras negras para los ojos, con adornos simplistas, para aquellos aristócratas con dinero pero sin muchos ánimos de sentirse creativos aquella noche o que eran más bien austeros.

Se ingresaba a través de puertas delanteras que se abrían hacia los lados: el salón de baile era una extensión amplia, con un piso de madera lustrada instalado por elfos domésticos para la ocasión. Había largas mesas de comida a los lados y el espacio de baile era casi absurdo en su magnificencia. Adornos de flores con rosas blancas, rojas, magnolias, tulipanes, todo dispuesto con exquisitez. A ambos lados, había puertas abiertas, que invitaban a los comensales a asomarse a los jardines. Del lado izquierdo, estaba instalada la banda, en una parte cubierta con un toldo blanco puro, junto a unos artistas vestidos con los trajes tradicionales del carnaval veneciano que iban haciendo magia llamativa sin varita, rodeados de un cerco tupido de árboles. Del lado derecho, se extendían los terrenos despejados, que mostraban más mesas cubiertas con manteles y manjares diversos: fuentes de chocolate, confitería, pasteles, sopas de todos los sabores, cremas deliciosas, papas asadas, cocidas, ostras, camarones y otros productos marítimos, preparados o sazonados, ya fuera sobre bandejas con enormes cubos de hielo o en copas adornadas. Paté, trufas blancas, foie gras, jamón ibérico, caviar. Cada mesa parecía estar dispuesta para todos los gustos, desde los más exquisitos a los más mundanos. Tendrían un público diverso.

Una tropilla de elfos domésticos vestidos todos con los mismos tonos en blanco y negro, pasearía por los terrenos llevando copas y otros elementos a pedido de los invitados cuando estos llegaran. Había champaña y también una zona en donde se exhibían importantes colecciones de los vinos más antiguos que Richard tenía. Habría una serie de actividades: habían programado entretenimiento, una exhibición al aire libre, un paseo en botes en el lago que se encontraba al lado derecho de los terrenos despejados , una "carrera de valor" en un camino trazado con cuidado (y por ahora bloqueado con magia) que se internaba en el bosque que lo rodeaba todo, una subasta. Finalmente, fuegos artificiales al concluir la noche. Richard estaba cada vez más y más tenso. Era raro en él, sentir tanta emoción repentina.

Entonces, notó el roce de una mano blanca y delgada sobre su antebrazo. Se volvió para ver a Catherine con un vestido negro, de espalda descubierta y tacones a juego, observando todo con una expresión sobria. Llevaba un moño elegante a la altura de la nuca, el cabello recogido ligeramente hacia un lado de forma que rodeaba su rostro otorgándole porte y un collar de perlas con aretes y una pulsera a juego. Hacía mucho tiempo que Richard no había visto a su "hermana" así. Casi no parecía la viuda demacrada y consumida por la nigromancia que luchaba por recuperar la cordura hacía apenas un año. Era cierto que lucía pálida y su cuerpo nunca dejaría de sentir y seguir pagando el precio por los estragos de la magia negra pero con la iluminación clara de esa noche, la luz de la luna, la ropa y las disposiciones, casi lucía radiante. Podía notarse a metros de distancia, que sabía manejarse en un espacio como ese.

—Descuida, todo irá bien —masculló.

Richard asintió y notó como sus músculos se relajaban. Era cierto y, aún si no resultaba como había pensado, siempre podría pensar en alguna otra estrategia. Tomó un vaso de champán y le dio un pequeño sorbo. Apenas en unos minutos, los invitados empezarían a llegar. 

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