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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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¿Una invitación de los Moody? Pese a que el mensaje llevaba días sobre su mesa de noche, ahora que terminaba de alistarse frente al espejo no dejaba de repetir la pregunta que saltó en su mente cuando abrió el sobre que contenía la invitación. Maida no era una bruja de fiestas, había asistido a muy pocas en su vida, si se contaban diez seguramente estaban exagerando. Sin embargo, no había motivo alguno para negarse a asistir. Para comenzar, sus tíos no estaban en el pueblo como para asumir la representación de la familia Yaxley en un evento benéfico como ese y, según palabras del viejo Orión, era importante mantener los lazos de la comunidad mágica, sobre todo en tiempos como los que corrían. Ahora, todo eso no era más difícil que el lío en el que hallaba metida en ese preciso momento. Siguiendo los múltiples consejos de la tía Gatiux, había puesto su mayor esfuerzo en conseguir un atuendo adecuado al evento, sin embargo, seguía sintiendo que lucía un disfraz más que un vestido de gala.

La piel de Maida era pálida por naturaleza, lo que siempre hacía resaltar la tonalidad azul de sus ojos y la razón por la que el dependiente de la casa de modas le había recomendado el tono coral que ahora lucía sobre su figura. Pero ese color era demasiado vívido para las tendencias grises que optaba en su día a día, resopló al menos unas quince veces mientras el tul de seda de su vestido se acomodaba sobre sus curvas. La parte del torso era suave, un encaje del mismo color se mezclaba con transparencias y mostacillas a juego, no portaba escote porque el encaje jugaba como suficiente efecto seductor, sobretodo porque delineaba el cuerpo de la Yaxley. Decidió solo llevar dos brazaletes de fantasía en mostacillas corales y el cabello semi recogido en un moño con ondas. Si, claramente no era la Maida de todos los días que apenas gastaba unos quince minutos para su arreglo personal. Se veía bien, aunque no se sintiera cómoda. Por lo que decidió hechizas los zapatos de tacón para que sus pies los sintieran como pantuflas mullidas. En algo tenía que ganar, se dijo a sí misma mientras tomaba una foto al su reflejo y pensaba que su tía estaría muy orgullosa de la decisión. 

Hechizó además unas orejas extensibles para hacerlas invisibles, y un par de vuelaplumas para hacerlas minúsculas junto con un par de pergaminos. Luego de mucho pensarlo, había decidido materializar en algo más que simples panfletos la información clandestina que recibía como Vuelapluma. Había contado con muchísima suerte en los últimos tiempos, su coartada como asistente de Aaron había sido perfecta aunque agotadora. Su primo era un ente incontrolable que la tenía al borde de la histeria con cada decisión que tomaba, sin embargo, su nuevo rol en la prensa de Ottery la tenía manejando hilos que pretendían proteger al ex-ministro, su líder y su primo. Claramente no tenía las habilidades mágicas para enterarse de todas las conversaciones que se sucedieran en la fiesta, sin embargo con los artilugios que andaba metiendo en su pequeño bolso plateado, pues seguramente podría cubrir a las personas de mayor interés que viera.

Giró sobre su eje una última vez y desapareció de su habitación con un último resoplido. 

¡Wow! —sentenció con los ojos abierto en cuanto vio la parafernalia montada en lo que deberían ser los jardines de los Moody, se alisó un poco la falda del vestido y apretando su bolso entre los dedos, caminó hacia dónde asumía debía estar la recepción del evento. Miraba muy poca gente por lo que notó que era una de las primeras en arribar al evento— Maida Yaxley — informó a los encargados de  la lista de invitados y en cuánto le indicaron, ingresó deteniéndose pasos ante de la mesa con el chocolate derretido para colocarse a punta de varita un antifaz delicado en encaje coral que cubría solo la franja de sus ojos y en efecto, como había prometido el dependiente, haciendo que el azul de su mirada se convirtiera en el protagonista.

Aunque había arribado sola, días anteriores se había encargado de escribir a alguien de su absoluta confianza y con el que sabía la pasaría de la mejor manera posible en un evento como el de aquella noche, pero no le gustaban del todo esas formalidades de que la recogieran de casa y cumplir con la parafernalia habitual.

 

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Bel Evans Ollivander

— Este hombre no ha escatimado en gastos por primera vez en su vida.

Ya ni siquiera era capaz de recordar cuando había visitado por última vez la propiedad de los Moody. Lo cierto era que, pese a tener un cierto parentesco con ellos, mis relaciones con varios miembros de la familia eran un tanto conflictivas, especialmente con el patriarca que estaba organizando la fiesta de ese día. La invitación, que había recibido con poco entusiasmo, a diferencia de mi elfina que veía en el asunto la oportunidad perfecta para que "reencaminase mi vida" había terminado por ser genuinamente interesante, tras convencer a Cillian de que me acompañase a ella.

Claro que, por insistencia de él, me había puesto en contacto también con Hessenordwood Crouch, administrador de la Heredad Ollivander, para que viese la forma de traer a Garry al evento, ya que el rubio deseaba volver a verlo, y yo estaba convencida de que era mejor hacerlo en un lugar con mucha gente, antes que en un spacio discreto que pudiese dar pie a que terminasen en problemas.  Además, para Hess iba ser una oportunidad invaluable de ampliar su cartera de clientes, y confiaba en que eso fuera para el hombre, más decisivo que la tarea (que no era poca cosa) de vigilar a Garry para que no se metiese en líos. 

Con el antecendente que habíamos vivido en la fiesta organizada por la familia Luxure, P-ko había pegado el grito al cielo y me había hecho prometer, ya que no podía evitar que siguiese visitando la residencia Ollivander, que por lo menos no saliese nuevamente con el Ollivander. 

La recepción estaba bellamente iluminada por multitud de pequeñas luces en los árboles, semejantes a luciérnagas de un tenue brillo amarillo.  Las antorchas guiaban el camino alfombrado y multitud de pinturas estaban instaladas en una exposición que daba a mostrar el gusto refinado de Richard por el arte ¿sería que estaba poniendo a venta alguna pieza de su valiosa adquisición como parte de las donaciones? Era improbable, considerando que ya solo el expendio de esa fiesta debía estar afectando seriamente su fama de tacaño, pero el solo pensamiento me hizo sonreír y llegar de inmejorable humor hasta uno de los varios mostradores instalados en el recibidor, para dejar allí el  abrigo de cachemir y el bolso, del que solo saqué un par de viales de poción (la misma que siempre llevaba conmigo "solo por precaución"). 

La falta de atención en la invitación, había hecho que llegase sin ninguna clase de antifaz a la fiesta, por lo que inclinándome sobre el mostrador, decidí escoger uno de los que allí ofrecían. La elección apenas me tomó segundos, pues uno plateado con detalles en los bordes, hacía un buen contraste con el vestido de satén y encaje azul marino que llevaba, y casi parecía un accesorio complementario del prendedor con forma de flor,  que mi elfina había usado para recoger los mechones de cabello que habitualmente caían libres sobre mi cara. 

¿En qué momento llegaría Cillian? Un rápido vistazo alrededor me confirmó que el mago aun no se encontraba, aunque reconocí, no sin cierta reticencia, la figura de Maida Yaxley, confirmando mis sospechas de que fácilmente más de uno se limpiaría las manos de su papel en esa guerra, con donaciones hechas a la medida de sus conciencias. 

Y la noche recién estaba empezando...

@ Cillian

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La noche de primavera era muy calurosa, el verano estaba a puertas y la verdad me encantaba como el frío y la lluvia dejaban de estar y el sol empezaba a reinar, el Reino Unido era muy lluvioso y frío, tener algo de calor en una época del año era fantástico para poder tener una noche agradable afuera. El baile al que nos dirigíamos era en la Mansión Moody, era un baile para recoger fondos para todos los damnificados de la guerra mágica desatada tras el ataque de los muggles a los magos a causa de la caída del estatuto del secreto. Miles de vidas Mágicas se habían perdido y la sangre de los magos que había sido derramada era muy triste, pero lo peor era que aún estábamos bajo ataque de un misógino muggle que quería desaparecer la sangre mágica a como diera lugar. Aquellos que habían perdido sus pertenencias o sus familias habían terminado también de mala manera y esta familia de buen corazón quería recolectar dinero para poder ayudar a los magos. Me parecía totalmente loable que así alguien lo hiciera, no sólo los gobiernos estaban haciendo proyectos para mejorar la vida de todos aquellos afectados, sino la gente común también lo hacía.


La verdad es que me había ilusionado con el baile, por desgracia había estado en algunos pero jamás había logrado bailar y tenía gran ilusión, en el pasado había tomado clases de baile de salón y eran muy entretenidos. Bueno aparte de ir a hacer beneficencia para los magos disfrutaríamos de un momento de interacción entre las familias residentes en Ottery y por supuesto iríamos en representación de la familia Dumbledore y pasaríamos un momento agradable. Los actuales patriarcas iríamos en familia con excepción de mi hermano Ernest que había conseguido pareja y estaba acompañado de una reciente protegida Dana Gryffindor, la joven había aparecido en los terrenos del Chateau y le habíamos acogido en nuestro hogar. La bruja era muy dulce y amable y nos habíamos llevado de maravilla.
Pará esta noche había elegido un vestido en degrade de negro a azul profundo, con un hombro descubierto y pedrería de diamantes en la cintura, unos tacones plateados con pedrería un antifaz plateado y la mitad del cabello rubio recogido en la parte de atrás. 

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-El salón está muy bien decorado, parece que será una noche agradable

 

Sonrei a todos los miembros de mi comitiva, ers momento de divertirse

@ Aaron Black Yaxley  @ Dana Gryffindor  @ Ernest Dumbledore  @ James Fleamont Potter

Editado por Ada Camille Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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La noticia llegó hasta los oídos de Macnair y no encontró mejor forma de felicitarla que toparse con ella dentro de la fiesta de los Moody. No creía necesario tener una invitación para poder acceder,  tomando en cuenta la estrecha amistad que mantenía desde hace años con Scarlet.

Echaba de menos a Darla, pero toparse de nueva cuenta con la Akane, siempre era un deleite para la Oclumante. Esperando tener la oportunidad de charlar de algún par de cosas y ponerse al día— Por los viejos e inolvidables tiempos—sonrió acomodando su dorada cabellera sobre su hombro izquierdo.

Aquel vestido elegido por la Primer Ministra de Nueva Zelanda, le calzaba a la perfección. Traje hecho a la medida, ajustándose la fina tela a su escultural figura, semejante a una diosa romana de la belleza —Elegancia y estilo ante todo —siseo colocándose un par de gemas lapizlazulis alrededor del cuello sujetadas por una cadena de plata.

Su peinado era su cabello suelto decorado por finas piedrecillas que destellaban al ser acariciadas por la luz de las lamparas de su habitación—Sublime y encantadoramente perfecto —refiriéndose al peducuire que daba el toque final a su atuendo. La comodidad que le brindaban sus sandalias, le daban la excusa perfecta para poder danzar algunas horas dentro de la pista de baile.

Desapareciendo en medio de un vórtice oscuro aparecio en el sitio donde se celebraba tan majestuoso evento —Justo a tiempo—cubriendo sus hombros con su capa de viaje enfilaba sus pasos hacia donde estaban los invitados. Esperando dar con su amiga lo antes posible. 

@ Scarlet Akane

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Darla y Scarlet en el Castillo Dumbledore, preparándose para la fiesta de caridad.

Darla tenía un pequeño conflicto interior, la familia Dumbledore, sus sobrinas le habían dicho que fueran todos juntos a la fiesta de caridad de los Moody. Hubiera deseado decir que no, pero como miembro de la Orden había recibido la misma invitación de parte de sus compañeros de bando y le parecía que debía corresponderles, mas como alto rango en que se había convertido.

Frente al espejo en su habitación de la Dumbledore acomodó sus cabellos, pintó sus ojos y sus labios con un tono pálido y luego se preguntó por qué elegía aquel vestido verde, con un drapeado en el escote y mangas y espaldas de pedrería. El verde era el color favorito de su prometido, el peltre le agradaba más que el dorado, los largos aros hacían juego con el bordado de su vestido y su cabeza daba vueltas preguntándose por qué iría. Giró haciendo un frufrú con la gasa del vestido mientras daba silenciosos pasos con sus tacos aguja, llevando en la mano la máscara verde de la cual colgaban los lazos dorados con que se ataba.

Se detuvo unos segundos, al darse cuenta que pensaba en Seba como si aún estuviera vivo, mantuvo la mano sobre el picaporte de la puerta de su habitación y luego respiró profundo para salir e ir a reunirse con el resto de la familia. Se sentía extraña habiendo aceptado la nueva invitación de Danny pero era una sensación agradable, aunque no habían podido disfrutar a pleno la Gala de San Valentín había sido feliz de poder ir con él a la gala y ahora tenía la oportunidad de compensarle en la gala de caridad.

¿Quieres que me ocupe yo?, había preguntado su alter ego en los breves segundos que le llevó llegar a la planta baja del castillo. Y Darla no lo dudo, le temblaban las manos pero para cuando llegó a la planta baja de la mansión los cabellos recogidos en una delicada cascada eran de un rojo más oscuro e intenso y la mirada tenía el tono verdoso de los ojos de Scarlet,  la sonrisa seguía siendo altamente cálida pero más sensual.

 

Scarlet en la mansión de los Moody.

—Fulgura Nox —pronunció Darla en las afueras del castillo invocando un haz de la noche que la llevaría a Luzz, lugar de residencia de los Moody.

Al atravesar el portal la Akane guardó la varita en el bolsillo oculto entre los pliegues de su vestido, mientras con paso delicado y firme recorría los terrenos de la alegre casa. La hierba había sido parcamente cortada, los tablones de madera relucían bajo las luces y podía apreciarse las macetas con flores y una huerta. Deliciosamente delicado.

Scarlet avanzó pensativa y observando a los presentes desde lejos, había elegido abrir el portal justo al ingreso del terreno, junto a la calle de piedra labrada. Pensó que un chal hubiera estado genial sobre los hombros, aunque no hubiera lucido la hermosa pedrería de su vestido. Ahora era cuestión de ubicar al Luxure y saber si no se había arrependito de ir con ella. 

Editado por Scarlet Akane
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Fiesta de máscaras, era una excelente ocasión para atraer la atención del mago de ojos negros.

La señorita Dumbledore había sido muy amable conmigo, demasiado. Abrió las puertas de su casa para darme cobijo y protección, sobretodo esto último ya que ese maldito debería estar buscándome. Yo solo quería cruzar una o dos palabras con el muchacho, en un lugar público y rodeada por la nobleza mágica dentro de los cuales muchos eran públicamente simpatizantes con la conocida Orden del Fénix. Aún recordaba el discurso de @ Nate Weasley cuando se declaró miembro de la organización fenixiana para luego desaparecer incinerando su oficina como un maldito cobarde.

La Dumbledore insistió en que asistiera al evento acompañada por su hermano y no pude rechazar su invitación ya que había sido muy amable. No conocía al muchacho y esperaba encontrarlo allí, deseaba que compartiera el encanto de su hermana ( @ Ernest Dumbledore ).

Llevaba un largo vestido negro con un tajo que nacía en mi cintura y permitía ver la totalidad de mi pierna izquierda, un escote recto caía sobre los hombros ocultando mis virtudes que se veían marcadas por la tela de seda.

Sobre mi rostro: la máscara de árbol.

¿Acaso sería loba o el cazadora?

Cualquiera de los dos era válido, de ser loba iría a la yugular de mi cazador. @ Mael Blackfyre

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Leonid Evans McGonagall

Nueva York, Estados Unidos

 

El sol se ponía sobre la gran manzana pero el ruso sabía que en Inglaterra ya sería noche cerrada, la gran y sorpresiva fiesta que los Moody montaron estaría comenzando. Aún no terminaba de entender que buscaba aquella familia con aquel evento tan impropio de ellos, el cosaco no era un Moody pero si un Evans y ambas familias tenían un contacto estrecho difícil de definir, así que en parte funcionaban como una gran familia. Por más que le hiciera ruido todo el asunto, ese circo era una cuestión familiar. 

 

Leonid terminó con dedos ágiles ajustarse el nudo de la corbata mientras su reflejo en el gran espejo de la puerta interior del armario le corrobora el buen trabajo que estaba haciendo, pese a que era su primera vez llevando una corbata, o un traje de etiqueta cómo luciría aquella noche. Otra situación que se le hacía extraña al recordar que los descendientes de Ojoloco eran los que organizaban aquella fiesta. 

 

Sentía los sonidos provenientes del baño privado de su habitación donde Helene terminaba de prepararse para la gala, su novia era la única esperanza de no verse engullido en el mundo que los recibiría una vez llegaran a Londres. La castaña era una Bellerose, una de las familias más prestigiosas de Francia y de Europa, conocía a la perfección la dinámica de los eventos como aquel y como moverse con gracia entre la nueva aristocracia del viejo continente, era su salvavidas. 

 

Conforme con el resultado que le devolvía el espejo el ojiazul se giró hacia la cama que tenía a sus espaldas, donde el saco que completaría su traje para la fiesta aguardaba prolijamente extendido. Aquella misma tarde compró el atuendo, tuvo que hacer una parada de emergencia en una tienda de ropa en su camino a casa desde el Prebisteriano si es que no quería verse más fuera de lugar de lo que se sentiría durante la noche. Pero pese a su reticencia inicial se sentía más cómodo de lo que hubiera imaginado, se vio obligado a admitir el cosaco mientras se colocaba el saco por sobre sus hombros. 

 

El sonido de la puerta del baño al abrirse le hizo girarse hacia la misma, ansioso por conocer la apariencia de la francesa que juguetonamente reservó en un halo de misterio durante todo el día. Y fue aún más de lo que esperaba, estaba hermosa, deslumbrante - Wow - fue el primer sonido que logró articular mientras se acercaba sonriendo hacia la semiveela. 

 

-Damn it babygirl - trató jocosamente de hacer su mejor intento de acento neoyorquino - ¿Que te parecería salir un rato? Conozco una buena fiesta que está por comenzar - bromeó el pelirrojo mientras apoyaba su diestra en la cadera izquierda de la bruja y terminaba de admirar el gran esmero que puso para la gala familiar - Estas preciosa amor - le reconoció encantando el cosaco antes de abrochar el cumplido con un beso que le robó el aliento - ¿Lista para que sea el mago más envidiado de la fiesta? - le sonrió mientras la tomaba de la mano.

@ Helene Eloise Bellerose

 

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Últimamente el chico se sentía verdaderamente desconectado, del mundo tanto mágico como muggle. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que paseara por las calles del pueblo de Ottery como lo hacía recién en su retorno. La última vez que recordaba haber dado una caminata había sido precisamente una noche en que algunos mortífagos, anteriormente compañeros suyos, invadir una mansión. Obviamente Danny no pasaba de largo y se le había ocurrido entrar para ver lo que sucedía, sin recordar que aquella noche era luna llena y él terminaba transformado en un licántropo sin razonamiento. Lo que había pasado luego no lo recordaba, pero como había sido reciente, el joven mago todavía experimentaba la debilidad propia que le dejaba los días después de aquella transformación.

Sin embargo, Danny no estaba dispuesto a reindirse fácilmente y después de tomar un poco de poción y brebajes para recuperar sus energías, había aceptado asistir a una fiesta que se llevaría a cabo en una mansión a la que él no conocía. Era de esperarse, puesto que la curiosidad del muchacho no tenía límites y le ayudaría a socializar un poco más con las personas de su familia y, ¿Por qué no? Hacer uno o dos amigos también. Así que dentro de unos minutos estaría en la entrada de la mansión vestido con un traje formal y un antifaz que le cubría medio rostro. Danny se daba cuenta de que los magos adoraban las fiestas de disfraces puesto que hacía poco había asistido a una y esta sería la segunda. Solamente una duda le tenía pensativo, ¿Qué se estaba celebrando?

La memoria del licántropo era verdaderamente horrible, todo tenía que anotar, todo le tenían que repetir. En su casa guardaba decenas de cuadernos con anotaciones por todos lados para no olvidar los eventos importantes ya sean familiares, escolares o laborales. Realmente era una suerte que el muchacho siguiera recordando su nombre y domicilio, o sería un mago perdido a quien todos considerarían un vagabundo. Aunque además de su nombre, familiares y domicilio, había una cosa que no había olvidado tampoco y era el hecho de que iría acompañando a una linda bruja que había conocido el año anterior en el local de su hermana, y para la que él llevaba un sencillo pero bonito ramo de flores. Danny no había preguntado si le gustaban las flores, pero se las llevaría igual.

Hasta el momento ninguno de sus familiares decían nada por las flores a pesar de que no estaba haciendo el menor esfuerzo por esconderlas, y así terminan a la entrada de la mansión Moody. Danny mira a su alrededor y camina junto con los muchachos hasta ingresar en el lugar en donde descubre que ya habían estado llegando muchos de los invitados. Realmente el joven se sentía un poco incómodo al ir vestido con aquél traje que era muy distinto a los vaqueros o ropa deportiva y cómoda que solía usar todos los días, pero entendía que no podía tomarse semejante atrevimiento en un festejo como aquél. Además, ¿Qué le diría ella? En fin, ya asumiendo que al pasar el rato se acostumbraría, mira a su alrededor nuevamente para buscarla y no tarda mucho en encontrarla entre la multitud vestida con un traje verde que le quedaba muy bien a pesar de que se le notaba nerviosa.

—¿Me permite?

El chico se había acercado a ella lo suficiente como para saber que ella podría escucharle, le mira de frente con una sonrisa y le extiende el ramo de flores que había llevado para ella.

—¿Estás nerviosa?

Pregunta ladeando un poco la cabeza sin dejar de mirar la expresión de Darla, luego sonríe un poco una vez más y le confiesa. Aunque después de verla un momento se da cuenta de que había cometido un error, quizá Danny solo se proyectaba en ella y era él quien sentía nervios al encontrarse presente en ese lugar. A pesar de ello, el muchacho se mantiene con expresión relajada y no deja de prestar atención a la chica, ya que al ser sordo necesitaba observar las expresiones de las personas para no perder detalle de lo que le decían.

—También yo. Los festejos no suelen ser mi fuerte.

 

 

 

@Scarlet Akane

@Ada Camille Dumbledore

@Malum Luxure 

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Se había mantenido cercana al ingreso y entre las sombras, observando la llegada de las personas, no se sentía con todo el humor que necesitaba, podía sentir como la fuerza iba y venía en ella. Scarlet y Darla tenían en ese momento un conflicto nuevo, desde que habían entrado en el mundo de la nigromancia estaban pudiendo tener recuerdos propios, memorias nuevas, por momentos su piel se volvía más sensible y casi podía sentir que una podía escindirse de la otra. Y es que ambas brujas estaban convencidas que algo que habían obtenido en el portal de nigromancia las ayudaría a vivir, casi en forma independiente.

Allí estaba tratando de calmar su ansiedad cuando un suave aroma a café y rosas llegó hasta ella, se giró al escuchar un susurro. Se giró y quedó boquiabierta al ver frente a ella, a pesar del antifaz en su rostro pudo reconocer a Danny, con un magnífico traje formal y una cabellera rebelde pero peinada. La mirada gris del mago estaba clavada en ella y la Potter Black se obligó a cerrar los labios y sonreír, o parecía una tonta.

Claro que te permito, hermosas flores —comentó viendo el delicado ramo que llevaba y ahora le  extendía,  sonrío más —gracias ehmm… pensé que disimulaba mis nervios, veo que no —dejó escapar una risita mientras acercaba las flores para apreciar su perfume, con delicadeza hizo un movimiento suave con la varita y el ramo quedó trenzado en su muñeca derecha, como una pulsera de hojas y flores. Miró al mago a los ojos y sonrió una vez más.

—Tampoco lo son para mí, pero la caridad hace que una haga sacrificios, además, la idea de poder compensarnos por San Valentín resulta más que agradable —se acercó al mago y se tomó de su brazo, manteniendo su rostro a la vista de él para que pudiera ver sus labios —¿qué crees? ¿Deberíamos adentrarnos o esperamos aquí a que los anfitriones hagan su aparición? —sonrió divertida, no quería confesarlo, pero la idea de quedarse allí le gustaba más que tener que hacer sociales por demás.

@ Danny Lestrange

 

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Garrito & Hess

Está extraordinariamente cansado, así como cualquier otra noche, se siente adormilado por el ronroneo del sonido que hace el auto al volar por los cielos nocturnos de Ottery, cada uno de los sentidos adoloridos, con la mente entumecida bajo los efectos de un medicamento que se supone, irónicamente, lo ayudan para no quedarse dormido en cualquier momento, pero que lo vuelve de pronto incapaz de saber con certeza si todas esas estrellas que puede ver a través de esos cristales nublados son parte de un extraño sueño o de su realidad. Esa droga tampoco le está ayudando a terminar de entender porque está asistiendo a un evento de caridad, aun si los anfitriones eran algunos estimados Moody.

Todo esto le está llevando demasiado esfuerzo y disposición de su parte y, para ser sinceros, no quiere hacerlo. 

Hace mucho tiempo que no sale de noche, no fuera de las tierras que lo cuidan en casa, ni cuando no hay luna llena sobre el cielo, se limita raras veces a contemplar sin ganas la oscuridad y el misticismo de la misma a través de alguna ventana embrujada de la sala o la cocina. Pero hoy ha hecho una excepción, y no es necesariamente por los damnificados de esta guerra mágica que, por mucho, no le interesan ahora.

Puede sentir en el cuerpo cuando finalmente el auto comienza a descender suavemente, -Es ahí abajo- escucha la voz a lo lejos, pero es la persona que conduce, la misma que le invita a echar un vistazo por la ventanilla del coche para contemplar desde las alturas todo el espectáculo que se ha montado donde debería estar el hogar de los Moody. El auto aterrizó luego de unos minutos de sobrevolar los terrenos de la familia, quedan aparcados a los alrededores del lugar donde se lleva a cabo el evento, pero lo suficientemente cerca del acceso principal para que no le de tiempo de retractarse.

Aunque es inevitable luego de casi hora y media de vuelo.

¿Cuál es la posibilidad de que me regreses a casa si me siento arrepentido de esto?-, solo pensar en la pregunta es agotador.

Ah, pues…-, realmente pareció que se lo estaba pensando. Pero ambos saben que no lo está haciendo. —Ninguna, ya bájate del auto-, Hessenord fue contundente con su respuesta, como lo es siempre, y aun así Garry se deja caer perezosamente sobre el espacioso respaldo del asiento trasero del coche, cerrando los ojos con tanta fuerza, con toda la intención de quedar inconsciente por tan solo el esfuerzo de querer estarlo.

Anda, toma esto, te gustará-, el frío de la noche lo alcanza de golpe  cuando la puerta del coche se abre con toda la fuerza que es Hessen, y hace que la sonrisa del demonio sea casi irritante, pero de todas formas curiosea el artefacto que le entrega. Es una máscara en lugar de un antifaz, está fabricada con algún material rugoso y espeso y tiene la apariencia de un sonriente rostro antropomorfo de alguna especie de sapo anciano, ella cubre todo su rostro cuando se la coloca encima, a excepción de sus ojos. —Tienes algo bonito ahí, hay que sacarle provecho, ¿no crees?-, dice el demonio mientras busca en el asiento de enfrente los abrigos que luego cuelga en su antebrazo. 

Y...¿cómo me veo?-, Grell lleva puesto un traje de colores pálidos y grises como lo es el  mismo brujo, no hay nada en todo el conjunto que resalte o que le de un aspecto llamativo, ni siquiera en la fea máscara con la que cubre su rostro. Hessen casi se siente arrepentido del obsequio, pero al menos así luce solo algo más animado de lo que puede con la cara desabrida que carga siempre.

Espectacularmente con vida, mi amigo-, por alguna razón Garry le creyó. —Ten esto también, nah ah-, le advirtió con una mirada transparente. —Es solo si lo necesitas-, y finalmente, casi de mala gana le entregó también la petaca que Garry ocultó en un bolsillo de su peculiar abrigo de gala. 

Creo que la necesito ahora-, pudo escuchar la risa de Hessen, pero no pudo ver su rostro. Mejor no probar suerte todavía.

Vamos, yo estaré aquí, contigo-, le empujó apenas con media palmada en la espalda. —Y con algo de suerte, no llamas la atención de nadie con esa horrenda máscara-, Hess en cambio se embrujaba el rostro para colocar un antifaz que le cubría lo claro de sus ojos azules y le indicaba el camino hacia los mostradores en el recibidor.

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