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Calles de Londres


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A cada presentación respondí con un movimiento de mi mano y una sonrisa, a modo de saludo, pero nada me preparado para la noticia del diario El Profeta que desplegaba mi papá y a medida que iba leyendo un escalofrío me recorría toda, reconocí la letra de mi mamá Annick, pero no hice ningún comentario al respeto, solo fruncí el ceño y dije lo que sabía que nos llevaría a decidir cómo haríamos para ir, eran muchos lugares, había poco tiempo y éramos pocos pero buenos magos y brujas que esperaba que pudiéramos ayudar de alguna manera.

 

- Podríamos ir algunos a unos y otros a otros lados, son muchos lugares y somos pocos pero podríamos intentarlo, 2 podemos ir al crucero y 2 al palacio de Buckinghan, quizás así lleguemos a abarcar todo y bien, creen que funcione? - Pregunté ansiosa y esperanzada, tamborileando mis dedos sobre el papel, mientras fruncía el entrecejo en clara muestra de concentración absoluta -

 

Parpadeé entendiendo que igual no éramos suficientes, si bien mi idea de dividirnos era buena, aún quedarían lugares sin ver, pero me encogí de hombros pensando que al menos algo haríamos, tenía ganas de empezar a investigarlo todo y me dije que dónde me tocara y con quien por mi sería genial, siempre que eso me mantuviera en movimiento.

 

- Esperen un segundo, todo esto me suena premeditado, y si quieren que vayamos ahí? Qué pasa si es una trampa? De acuerdo, supongamos que no y que lo que dice el periódico es así, pero igual tenemos que ser precavidos e ir con cuidado, a estas alturas ya no me fío ni de mi sombra, así que alerta permanente todos - Les pedí entre preocupada y entusiasmada de emprender una aventura junto a mi familia -

 

No quería arruinar la acción, solo pretendía que supieran que teníamos que ir con cautela, sin un ministerio y con todo el caos que había afuera, tendríamos que ir con más cuidado del necesario y no levantar sospechas, sobre el qué íbamos a hacer y cuándo.

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Londres

Mucho tiempo después de la reunión de los sagrados 28

 

El Ragnarok mantenía abierto el profeta mientras leía atentamente cada una de las noticias que allí aparecía. No era que le agradara mucho aquella publicación o aquel diario, sin embargo, muchas veces podía leer cosas entre líneas o enterarse de algunos asuntos de interés que pudieran beneficiarle tanto a él como a los miembros de Tartarus.

 

Odín le había servido un poco de té para después ir a atender a la Macnair y a la pequeña Kore quien tenía algunos días de nacida. Dibujo una mueca al leer cada una de aquellas noticias pensando en ¿Cuál sería la mejor opción a tomar? O simplemente ¿Dónde debería seguir su siguiente parte del plan?. Tras cada noticia podía sentir como sus ganas de matar y destrozar iban en aumento. Aquello era perfecto como para que la marca Tenebrosa volviera a aparecer en los cielos generando el caos.

 

Pensó un poco pensando en si debería decirle a Cissy lo que pensaba hacer. Aun estaba débil por el alumbramiento de Kore y cada día se recuperaba un poco más, solo que, a su cuerpo humano le había costado mucho más de lo normal mantener y tener a aquella semi vampiro que se había convertido en su vida. ¿Sería mal padre si se iba por allí a jugar y no se quedaba pendiente de su prometida y su `pequeña niña?. Puso la mente en blanco, por el momento no haría nada, pero si encontraba alguna cosa, algún resquicio que pudiera aprovechar todo seria cuestión de actuar rápidamente, hacer de las suyas y luego volver a la tranquilidad de casa.

 

En Grecia, había hecho aquello y le había resultado fácil. El vampiro era un arma peligrosa y letal.

 

-que comiencen los juegos –susurró- que comience la cacería.

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En alguna mazmorra de Buckingham Palace

Dos semanas después del ataque a Guernsey


La habitación daba vueltas en su cabeza. Cerró los ojos, pero sólo consiguió que una sucesión de caras de desconocidos empezaran a girar cada vez más rápido en su mente. ¿Dónde estaba? A duras penas lograba unir las piezas de lo sucedido. Un sin fin de sogas dirigiéndose hacia ella... los magos supremacistas... muggles capturados, un desmaius... luego otro.... y alguien dándole una poción.... Tenía la sensación de que había estado sin sentido varios días. ¿Cuánto tiempo llevaba allí?

Despacio... muy despacio, intentó abrir los ojos de nuevo. Todavía se sentía mareada, pero hizo acopio de toda su fuerza de voluntad, tratando de aclarar sus pensamientos para hacerse una idea de la situación. Estaba en una estancia amplia, a todas luces subterránea, junto a un montón de muggles y algunos pocos mestizos y otros magos pertenecientes a la categoría "indeseables" a los ojos de cualquier supremacista. Todos ellos estaban atados con gruesas sogas. En el caso de los magos, también estaban amordazados y les habían quitado las varitas. Mackenzie palpó con sus manos atadas el bolsillo de su túnica donde solía llevar la suya, observando que, efectivamente, también a ella se la habían quitado. Se removió en el suelo en el que estaba sentada y notó enseguida el contacto con el objeto legendario que nadie había localizado. La varita de sauco seguía estando en el interior de su muslo. Nadie se había molestado en buscar una segunda varita, tras haber encontrado la primera. La Malfoy sonrió, notando que el mareo comenzaba a desaparecer de su cabeza y un plan se esbozaba en su lugar. Tampoco había desaparecido de su bolsillo el objeto alfa que siempre llevaba a mano, con una buena carga de magia antigua que ni siquiera necesitaba varita.

Estaban en una especie de mazmorra. La estancia no tenía ventanas y olía a alcantarilla. Había cadenas colgadas de las paredes, pero la mayoría de muggles y magos estaban sentados en el suelo, atados con sogas mágicas. Algunos gemían, gravemente heridos. La única salida era una estrecha puerta, algo elevada, a la que se accedía tras unas pequeñas escaleras. La primera parte de su plan, consistía en obtener información, pero debía de ser cauta. Si aparecían los supremacistas, tendría que seguir fingiendo que estaba drogada y desde luego seguir atada hasta el momento en que estuviera preparada para actuar.

Todavía estaba dándole vueltas a su incipiente plan, cuando vio algo que no hubiera creído posible en aquel lugar. Una bolita de luz plateada titilaba desde un rincón oscuro cerca de donde Mackenzie se encontraba. Nadie parecía haber reparado en aquello, aunque también era cierto que la iluminación en aquella mazmorra era extraña. Luces de antorchas mágicas y muggles llenaban la habitación de sombras y luces difusas, por no hablar de una ominosa luminiscencia verde que Mackenzie no hubiera podido concretar de dónde procedía. Entre aquella amalgama de oscuridad, sombras y color, no era de extrañar que nadie hubiera notado una pequeña bola de luz blanco azulada. La miró con curiosidad y, al instante, la bola de luz plateada cobró forma ante sus ojos. ¡Era un patronus! Y no uno cualquiera. Mackenzie reconoció el gato de birmania que tenía ante sus ojos como el patronus de Elvis, su compañero de bando. Todavía estaba procesando esta información, cuando el patronus le trasladó un mensaje.

 

“Grimmauld Place, con la primer luz del alba. Tenemos mucho trabajo que hacer y poco tiempo.”


Nada más pronunciar el mensaje, el patronus se desintegró, como si comunicarle aquello a la bruja hubiera sido su único cometido. Mackenzie supuso que el patronus debía de llevar horas escondido, esperando a que la bruja despertara. Por la información que le transmitía, su dueño no parecía saber, en el momento de enviar el mensaje, que ella había sido capturada. Pero el mensaje también significaba que la Orden del Fénix se estaba movilizando, que muy probablemente, en aquel momento, ya estuvieran todos reunidos. Si lograba hacerles llegar un mensaje.... Tenía la varita de sauco y, aunque sus manos estaban atadas, podía alcanzarla fácilmente con ambas manos. Conjurar un patronus no sería difícil y hacerlo llegar a sus destinatarios tampoco. Los patronus no tenían dificultad para atravesar barreras físicas y fácilmente podría moverse entre aquellas paredes subterráneas. Lo difícil sería conjurarlo sin dar a conocer a sus posibles captores que se encontraba armada y despierta.

La puerta se abrió en aquel momento y un grupo de supremacistas penetraron en la mazmorra trayendo cientos de muggles capturados con ellos. Mackenzie pensó que iba a ser difícil que cupieran todos ellos en aquella mazmorra, teniendo en cuenta los millares que ya había allí. Pero entonces vio por el rabillo del ojo, pues seguía fingiendo que estaba aturdida, cómo sus captores tomaban a un grupo de varias docenas de muggles y se los llevaban, mientras les apuntaban con sus varitas. ¿Adónde los iban a llevar? ¿Qué iban a hacer con ellos?

No se le escapó comprobar que había vigilantes tras la puerta, antes de que ésta volviera a cerrarse ni tampoco le pasó por alto el descontrolado griterío y barullo que se oía tras la puerta, procedente del exterior. Se dio cuenta de que llevaba varios días allí metida y no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo en el exterior ni de cuántos eran sus captores ni de si podía contar con algún tipo de ayuda. Ni siquiera sabía qué estarían haciendo los ejércitos congregados afuera.

Cuando los supremacistas volvieron a cerrar la puerta y se fueron, Mackenzie utilizó disimuladamente su varita para hacer desaparecer la mordaza mágica y se arrastró hasta uno de los grupos de muggles que acaban de traer.

—Perdonad... llevo días aquí dentro y si pudierais decirme qué está pasando ahí fuera...

Los recién llegados la miraron con extrañeza, como si fuera lo más raro del mundo que alguien no supiera lo que estaba pasando allá afuera.

—Los magos... esa gentuza del demonio... —El hombre se interrumpió y las lágrimas anegaron su rostro. Continuó hablando entre sollozos. —La magia existe. ¿De eso tampoco se enteró? Esos magos han iniciado una guerra y les da igual cuántos de nosotros muramos en ella. Se llevaron a mi mujer y a mis hijos.... —el llanto se desbordó en el hombre, que no pudo continuar.

—Atacaron Guernsey. Destruyeron por completo la isla y mataron a todos sus habitantes. —Continuó un joven a su lado. —Sus dragones hundieron un barco de placer, un crucero, y mataron a todos los pasajeros. Había niños entre ellos...

—Sí, eso ya lo sabía. Me encerraron justo a la mañana siguiente del ataque a Guernsey. Había ejércitos de magos alrededor del Palacio de Buckingham y en Hyde Park. ¿Siguen ahí? —Inquirió Mackenzie.

Los muggles la miraron con tristeza y empatía, no parecían ver en ella a una bruja. Teniendo en cuenta lo raída que estaba ya su túnica, después de varios días de cautiverio y el hecho de que se encontrara tan atada como el resto, a Mackenzie no le extrañaba que la vieran como una muggle más. Además, los magos estaban amordazados y ella ya no. Obviamente, para los muggles, el hecho de que no estuviera amordazada significaba que era una de ellos.

—Aquella misma noche del ataque a Guernsey hubo ya ataques, aunque entonces se limitaron a Buckingham Palace y a nosotros, los que no tenemos magia. Comenzaron a apresarnos aquella misma mañana. Luego, todo ha ido a peor. Los dragones llevan días atacando todo Londres. Han muerto muchos de nosotros. Y supongo que de ellos también.

—¿Quiere decir que estamos en guerra? —Mackenzie lo había esperado, pero aún así aquello era terrible.

—¡¿Guerra?! ¿Se puede llamar guerra a esto? Esto es una masacre. Un genocidio. —Interrumpió otro muggle. —Nos están usando de parapetos cuando sus dragones atacan. ¿Porqué si no cree que estamos aquí? Nos reservan, nos guardan aquí hasta que se ven a esas descomunales fieras en el cielo. Entonces nos sacan y nos usan como murallas humanas. ¡Dios sabe para qué! ¡Con toda esa magia que tienen! He visto aparecer murallas de piedra ante mis propios ojos. He visto fuegos que no se apagan calcinar edificios enteros en un instante. He visto criaturas que jamás soñé que existían atacar como si fueran armas increibles. He visto objetos que son capaces de destruir calles enteras en un abrir y cerrar de ojos. ¿Para qué nos quieren a nosotros? Nos usan como escudos cuando tienen escudos de magia mucho mejores.

Mackenzie se horrorizó, pero al contrario que aquel hombre, comprendía demasiado bien porqué los supremacistas estaban usando a los muggles como escudos. En primer lugar, para un supremacista, aquellas personas eran poco más que elfos. Pero sobre todo, matar muggles, haría que las culpas de aquel conflicto bélico recayeran sobre los atacantes, ante la Comunidad Internacional de Magos. La mascre de muggles sería tortuosa para la comunidad mágica internacional y los británicos podrían echarle la culpa de aquello a los búlgaros, italianos y sus aliados. Además, Inglaterra sabía que los búlgaros y los italianos eran contrarios al levantamiento del secreto y que evitarían en la medida de lo posible involucrar a muggles en aquel conflicto. Si usarlos de parapeto hacía que los búlgaros y sus dragones se lo pensaran dos veces, sin duda alguna eso era una ventaja adicional para los británicos.

Tras escuchar lo que relataban, Mackenzie pensó que había llegado el momento de salir de allí. Pero iba a necesitar ayuda para sacar a todos aquellos muggles y ponerlos a salvo. Con las manos atadas todavía, agarró su varita de sauco e hizo desaparecer sus ataduras, ante la atónita mirada de los muggles.

—Voy a sacarlos de aquí —anunció con decisión. —No teman, no todos los magos somos monstruos —añadió al ver el terror dibujado en los rostros de los muggles.

Alzó su varita para conjurar un patronus y antes de que pudiera pronunciar el hechizo, una explosión hizo temblar la mazmorra. ¿Qué había sido eso? ¿Un cuerno de Erumpent? Cambiando sus planes, se apresuró a invocar un enorme escudo, ayudada por el objeto de arqueomagia que portaba en el bolsillo, y envolvió en él a los miles de muggles y mestizos que se hacinaban en la mazmorra. La carga de magia antigua se gastó por completo al hacerlo, pero no fue en vano. Una segunda explosión convirtió la mazmorra en un amasijo de cascotes y ruinas, que envolvieron todo el escudo. Por encima del transparente escudo, Mackenzie vio un pequeño boquete por el que se filtraba el cielo abierto y pudo divisar a los dragones escupiendo su fuego sobre un Palacio de Buckingham que, en aquellos momentos, se había convertido por completo en una ruina. El fuego se extendió por doquier.

Sobre unos cimientos abiertos, el enorme escudo conjurado por Mackenzie, era un refugio de luz en medio de un infierno. Empezaron a caer, cada vez más profundo. Los gritos y gemidos de los muggles eran ensordecedores. De pronto, todo cesó. Dejaron de descender y se quedaron parados suavemente en medio de algún lugar a muchos pies bajo el suelo. Todo era oscuridad y cascotes a su alrededor. El escudo desapareció, pero al menos sirvió para proveerles de una cavidad amplia en la montaña de escombros en la que habían quedado sepultados.

Mackenzie levantó la varita y realizó un encantamiento meterológico. De momento, lo más importante era poder respirar. Lo siguiente, sería conseguir ayuda.

Volvió a levantar su varita y conjuró un patronus con la forma de un pegaso plateado. Lo mandó hacia Elvis, rezando para que en verdad las barreras físicas no fueran un impedimento para los patronus. Nunca había enviado un patronus en aquellas condiciones, sepultada a cientos de metros bajo la superficie de un palacio en ruinas.

 

"Estoy enterrada bajo las ruinas de Buckingham Palace con miles de muggles y mestizos capturados por supremacistas. A salvo, por el momento. Pero necesitamos ayuda urgente."

@OrdendelFénix

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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CODA

Espectáculo en vivo

 

—¡Mamiii! —María alza la voz desde la sala de estar, para que su madre, en la cocina, la escuche. Sabe que no debe asustar a su madre, que "sufre de la tensión" (no entiende qué es eso, pero es lo que le repite su abuela, cuando hace enojar o altera a su madre), así que mantiene un tono dulce y sereno, que no transmita urgencia aunque sí la necesidad de que venga a su lado— ¡Mamiii!

 

—¿Qué sucede? —la mujer apaga la hornilla donde ha terminado de tostar las arepas y camina hacia el salón. Está cansada y no quiere hacer nada más que cenar frente al televisor con su hija, ver una película y quedarse dormidas ahí mismo. Quizás deje los platos sucios para la mañana, aunque sí debe meter en la secadora el uniforme de María. Y debe asegurarse de que duerma temprano, pues no quiere que tenga una excusa para faltar a la presentación oral que tiene en el colegio al día siguiente— ¿Estás bien?

 

—¡Mira! ¡Ya comenzó la película!

 

Adela frunce el ceño. Recuerda haber estado viendo las noticias por el canal de televisión nacional, no haberle puesto Netflix a María. Aunque, conociendo a los niños de hoy en día, quizás la pequeña ya averiguó cómo hacerlo. Después de todo María maneja con destreza su smartphone, ¿por qué no iba a encontrar la firma de usar el televisor? Sacude la cabeza. Debe poner orden. Toma el control remoto y levanta la mirada hacia el televisor de pantalla plana. Lo que observa es digno de una de esas películas de superhéroes, que tanto le gustan a su hijo mayor y en las que incluso ella se entretiene en el cine. Los efectos especiales son fantásticos. No sabe en qué lugar del mundo está ambientada, pero se aprecian barcos voladores, dragones, rayos de luz... Todo grabado desde un smarphone, a juzgar por el formato de la imagen y la calidad de ésta. Adela piensa en esas películas que hace algunos años estuvieron de moda, del género de falso documental. Debe ser algo así.

 

—No es una película para niños —espeta Adela—. Ve a lavarte las manos para cenar. ¿Dejaste listo tu uniforme para mañana, verdad?

 

—Ay, mami... —protesta María, pero salta del sillón y sale corriendo a su habitación. El olor a pollo guisado y arepas asadas le hace agua la boca. Espera que haya quedado jugo de naranja del almuerzo.

 

Mientras se aleja, Adela presiona en el control remoto el número del canal de noticias. Por un momento la pantalla se oscurece y, al volver a encenderse... la misma imagen.

 

«Todas las transmisiones en vivo desde el Canal de la Mancha se interrumpieron al mismo tiempo —narra una voz femenina, mientras se superponen imágenes congeladas, evidentemente captadas desde dispositivos móviles, de algo que parece un cometa encendido en llamas bajar desde el cielo—. Hasta los momentos, ha sido imposible el contacto con el crucero, incluyendo a su personal y pasajeros. Sin embargo, parece ser evidente que el crucero Encanto del Mar fue el objetivo de un ataque de naturaleza mágica. Como saben nuestros espectadores, los últimos días han salido a la luz testimonios...».

 

Adela busca en el bolsillo de su pantalón su smartphone. Al desbloquear la pantalla, un montón de notificaciones aparecen frente a ella.

 

José: Hey, ¿estás viendo...?

Tía Leticia: Buenas noches, familia , esta noche en el canal...

Compañera Alicia: PON EL CANAL 8...

Pero se aparta de la aplicación de mensajería y abre el navegador. Escribe, en el buscador: canal de la mancha. Y comienzan a aparecer noticias, vídeos y fotografías, que se prolongan a medida que desliza el dedo hacia abajo. Hay enlaces a las transmisiones resubidas de los pasajeros, hay fotografías de cuadros específicos de los vídeos, hay reportajes, hay artículos de opinión. Hay de todo. Es demasiado para entenderlo por sí misma. Abre la aplicación de mensajería y busca a Lili.

 

Adela: Amor, estaba ocupada cocinando, ¿me puedes explicar qué está pasando? No entiendo nada

Lili está escribiendo

Lili está escribiendo

Lili está escribiendo

Lili está escribiendo

...

Lili: Creo que estamos en peligro.

◉ ◉ ◉

 

Fue un evento sin precedentes. En todo el mundo los canales de televisión, las radios online, los foros de internet, las redes sociales, narraron a tiempo real la batalla de Guersney. En todos los rincones del mundo estuvieron los muggles viendo pantallas, viendo la magia en acción... y viendo cómo los magos y brujas masacraban a los suyos. Lo que pudo haber sido un descubrimiento cálido y fantástico, se convirtió en una pesadilla al tocar la luz. Aquella fue la prueba de lo que los magos pueden hacer, de lo que su magia era capaz. Y entonces, comenzaron a aparecer: temor, envidia, recelo. No sólo entre los muggles, sino entre los magos. Si era aquello lo que quería lograr el Ministerio de Magia de Gran Bretaña, cuando pronunció abolición al Estatuto Internacional del Secreto Mágico, lo consiguió. Los muggles sabían de lo que los magos son capaces, los magos sabían que los muggles estaban enojados y asustados. Comenzó un conflicto abierto.

 

Naturalmente, la Confederación Internacional de Magos se mostró horrorizada con la terrible masacre a la comunidad muggle, tanto en el Canal de la Mancha como en Londres. Pero ésto no fue lo único. Con los atentados contra las comunidades muggles, comenzaron a aparecer manifestaciones de supremacismo mágico, profundamente Grindelwaldistas. Las violentas protestas no sólo invadieron Gran Bretaña, sino que se esparcieron por Europa, llegando a América, África y Asia. En cuestión de días la situación no tardó en escalar a un auténtico genocidio, donde los magos supremacistas usaban a los muggles como escudos contra los ataques de sus enemigos. A esas alturas, el acuerdo de paz que la Confederación pretendía alcanzar entre las naciones mágicas era un chiste.

 

Parece ser que el conflicto entre naciones se trata de una preocupación ingenua, pues mientras cientos y miles de muggles son masacrados día a día, persisten y crecen las diferencias entre magos supremacistas y no supremacistas...

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Con la Orden del Fénix:

 

Sin entender del todo lo que sucedía ante las puertas del Palacio Real, desaparecí rumbo al Cuartel de Grimmault Place. No fue difícil llegar, a pesar que muchos muggles estaban en las calles, comentando los sucesos estremecedores que se estaban sucediendo en la ciudad. La presencia de dragones estaba en la boca de casi todos con los que me cruce, disimulando con ellos que leía la prensa en las calles y parándome a soltar lastimeros "ay's" en las corredillas que se formaban en las esquinas. Hasta tiempo tuve de pararme en una lechería a comprar botellas de leche fresca y yogures naturales que acumulé en una cestilla de mimbre (mi varita había sido rápida en conseguir al pasar por una cestería). Pagué con dinero muggle, aguardando la cola tras varias mujeres que se entretuvieron bastante en explicar los sucesos de la Iglesia de San Martín, en las que se habían producidos muertes de esos "magos extravagantes".

 

Con toda esta información que fue recabando camino del cuartel tuve la certeza que los muggles no se iban a esconder sino todo lo contrario, iban a plantar cara a la magia, no muy segura de si por venganza o por envidia. Nadie estaba a salvo ahora, nadie de los nuestros, pensé... Estábamos en un terreno peligroso. Cuando llegué a la puerta del cuartel, mi ánimo estaba bajoneado. La guerra estaba ahora en varios frentes y ninguno nos era favorable. Cuando entré, fui directa a buscar a Elvis. Esperaba, ¡lo deseaba!, que tuviera una idea clara de lo que había que hacer.

 

Había más gente y frené mi incipiente verborrea antes de que se escapara por mis labios.

 

-- Buenas noc... Buenos días a todos. ¿Sabéis lo que está pasando ahí fuera?

 

Llegué a tiempo de escuchar de escuchar el plan de Luna y negué con la cabeza, sin saber a qué crucero se refería.

 

-- ¿Dos a Buckingham...? Vengo de allá y te puedo decir que hay un ejército inmenso de italianos parados en la entrada. Seguro que superan los mil magos en la puerta. Y un número muy amplio de inquisidores. Lo último que vi fue al Ministro Black Lestrange soltando su ponzoñoso discurso contra ellos. Además, iban aprisionando a todos los muggles y criaturas que se encontraban. Estoy segura que para hacerles servir de escudos humanos ante un posible ataque al edificio.

 

Me pregunté durante un segundo qué paradero tendría mi elfo. No debía dejarle mucho tiempo en manos de ese tirano. Dejé la cesta con la leche y los yogures en la mesa y proseguí narrando lo poco que sabía.

 

-- ¡Y búlgaros! El ejército ha entrado en territorio londinense con dragones y con armas... -- ¿cómo describir aquellos aparatos bélicos tan aparatosos? -- increíbles. Pero aún hay más... Los muggles...

 

Fruncí el ceño para intentar resumir todo lo que había visto de forma más escueta posible.

 

-- Los muggles nos odian. No se van a esconder, ellos no entienden de unos u otros... Se están rebelando contra todo mago sin distinción y...

 

Ahora sí, me senté y dejé de hablar, pensando en Babila, en Harpo, en los compañeros presentes que podía recordar verles a través del collar que había llevado el secretario negrito en mi suplantación. Suspiré y miré a los lados.

 

-- Falta gente. Xell está en España. Supongo que tardará en volver a cruzar la frontera. Y Mackenzie estaba en el interior del Palacio cuando todo se nos fue de las manos. ¿La viste salir, Elvis? -- Mi voz sonaba cansada. -- ¿Sabemos alguien de los que no están aquí? ¿Estarán bien...?

 

La llegada de otro patronus no hizo más que apoyar mi teoría de que aún podíamos tener muchos más problemas por delante. Cerré los ojos. Era agradable tenerlos cerrados durante unos instantes.

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Escuché todo lo que dijo mi amiga Sagis horrorizada, lo del Ministro Lestrange era de esperarse, usar a la gente de escudo humano era su especialidad así que no me asombraba en lo más mínimo esa revelación, los barcos que habían sido destruidos me preocupaban demasiado, porque allí podía haber personas inocentes que nada tenía que ver con todo esto, aún con todo me puse feliz de ver qué mis familiares iban llegando uno a uno para empezar a pensar en un plan de acción, cuantas más manos seamos mejor que mejor.

- Sagis amiga,hablaba del barco que está en peligro, pero me suena a que todo es premeditado, es como si hubieran planeado hacerlo todo y me da mala espina, creo que es una masacre, un atentado en contra del orden y algo tenemos que hacer pero no sé el qué, la cosa se presenta peligrosa - Le dije en un susurro con mi voz una octava más baja de lo habitual, no quería admitirlo pero pensar que el orden que teníamos se había ido me hacía sentir desprotegida y eso era algo raro, teniendo en cuenta que estaba a salvo y en familia -

No tuve tiempo de agregar más nada, tampoco tuve ocasión de decirle a Papá, que lo que había enviado mamá me preocupaba demasiado y que teníamos que ir los tres a ver cómo hacíamos para solucionarlo todo, porque un patronus de un pegado hizo que levantara la mirara asustada, saber que Mackenzie estaba en peligro nos pone en movimiento al instante, sabe que no debe ir sola, así que mientras se para y saca su varita mágica de su oreja donde la tenía escondida, espera que su idea sea bien recibida por ambos, aunque no está segura de que hacer a continuación, ella quiere ir a salvarla de alguna manera, a Mackenzie y a los demás que están capturados injustamente.

- Escucharon lo de los muggles y mestizos... yo creo que debemos de pensar un plan de acción ya, esto se esta yendo de las manos, están mal tratando simples civiles que no entienden qué pasa y no podemos dejar que eso ocurra, tenemos que ir a hacer algo o como sea, debemos pensar en algún plan e ir a ayudar y bien, ¿qué opinan? - Les dije aún con mi varita mágica en mi mano y deseando hacer algo solo que no sabe bien el qué -

Intuye que su idea es de locos, apenas puede entender la magnitud de todo el desastre que sucede y no es que sea lela o que su masa cerebral se redujera, es que no puede creer como el orden que había se fue tan rápido y como todo lo que quería ahora está destruido, entiende que este problema debe tener alguna solución solo que ella por primera vez no lo ve, pero está segura que algo se les ocurrirá porque ahora tiene a su papá y a Sagitas para ayudarla y mientras piensa que hacer, se dice que mejores compañeros de aventura no podría haberse conseguido y está deseosa de ir q la acción, pero sabe que primero tienen que pensar muy bien el qué hacer y el como lograr salvar algo, aunque sea algo de su querido Londres Mágicos.

Editado por Lunatica Lupin Evil Black

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En Grimmault Place:

 

Harpo no estaba en la Mansión Potter Black así que dejé al niño en manos de una de las elfinas. Tuvieron que dejarlo en la cama de la tía Sagitas porque su habitación estaba cerrada. Como lo creían en España, habían deshecho las camas y vaciado armarios para hacer limpieza general. Supuse que a la tía no le importaría precisamente la invasión de su cuarto sino que estuviera aún en territorio inglés.

 

¡Me esperaba una grande!

 

Peor sería si faltaba a una reunión de la Orden sin causa justificada, por lo que me aseguré que todo estaba en orden en la mansión antes de abandonarla. Babila llegó casi en el momento en que yo salía. Por sus noticias, acababa de dejar a la tía Sagitas en el "palasio grande de la Reina" así que, con un poco de suerte, podría llegar al cuartel antes que ella. Con Babi en la casa, al cuidado de todo, salí de la mansión y, al cruzar la verja de entrada, desaparecí y llegué a Grimmault Place.

 

Me tomé un poco de tiempo para entrar en el Cuartel. En contra de lo habitual, había muchos muggles en la calle o mirando por la ventana, así que tuve que esperar el momento propicio para entrar sin levantar sospechas. Aquel insensato de Ministro podría desvelar el secreto de la magia pero yo iba a mantenerlo lo más posible (aunque lo hubiera confesado al Cura de la iglesia que nos había acogido).

 

Cuando pude reunirme en el interior de uno de nuestros lugares seguros, reconocí a Ela Karoline y me alegré de ver caras conocidas. ¡Por fin una reunión juntas! También estaba el primo Elvis, Luna y más gente en el lugar. Me hizo sentir más calmada después de lo sucedido en Londres aquella difícil noche. Encima de la mesa, un periódico con noticias y un cesto de mimbre con leche.

 

- ¡Un buen desayuno! Es lo que necesito. Esta noche no cené - expliqué. un poco tímida, antes de saludarles. - Buenos días a todos. ¡Oh, tía Sagitas! ¿Cómo es que estás aquí?

 

Yo pensaba que llegaría antes que ella... Dejé de tocar la leche y pasé el dedo por el borde de la cesta, sin atreverme a hacer nada más, esperando que ella saltara.

 

- ¿cómo es que Mackenzie Malfoy está en las ruinas de Buckingham Palace? ¿Es que lo han atacado?

 

Si conseguía que alguien me contestara antes que la tía me recriminara por no estar en España...

 

- Yo te acompaño, Luna. Cualquier misión en la calle será menos peligrosa que...

 

(que una Sagitas enfadada).

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Grimmauld Place Nº 12

Lugar seguro de la Orden de Fénix.~

 

Respiré.

 

No necesitaba ser vidente para saber que las cosas podían empeorar. Y realmente estaba empeorando. No solo porque más de tres cuartos de integrantes de la Orden del Fénix no aparecían, sino que la suma de problemas se estaba intensificando y éramos demasiado pocos para al menos poder cubrir uno de ellos. Miraba al pasillo con la esperanza de ver aparecer a varias figuras y me alegré al ver que Sagitas y Xell eran dos de ellas.

 

Sagitas dijo todo lo que sabía. Muchas cosas la habíamos leído en el Profeta que habían enviado. Otras se contaban prácticamente solas. Pero la postura de mi prima se veía realmente alterada y que estaba haciendo mucha fuerza para no explotar como quería de verdad.

 

— No, no la vi salir. De hecho a la que creía ver fuiste tú. Pero me fui de allí

 

Comenté ante las preguntas de mi prima. Nombró a Xell y como por arte de magia la joven bruja apreció allí. La joven estaba incentivada en salir y eso era super apreciable. Pero negué con la cabeza al ver que querían ir junto a Lunita y seguir la idea de ir al crucero. Miré a la prima Xell:

 

Hubo una reunión dentro del Palacio. Hubo muchos disturbios y llegaron los italianos y luego los búlgaros. El resto es historia —esperaba que aquello le sirviera como respuesta. Debía admitir que me había retirado en el momento justo. Miré a ambas jovencitas que al parecer querían separase—. Tenemos que ir todos juntos. Es imperativo que nos separemos —ahora miraba a mi prima, que había preguntado si sabía cómo estaban el resto:

 

No tengo la menor idea de dónde está el resto. No podemos esperar a que lleguen porque es tiempo perdido. Si sabemos el paradero de alguno, lamentablemente para ellos, tenemos que ir a buscarlos y unirlos al grupo —pensar en una sola cosa que ocurría, ya era demasiado. Cada panorama era igual de problemático que el anterior: dragones, un ejército de italianos, un ministro que había levantado el Estatuto del Secreto, Supremacistas que se habían encargado de aprisionar a muggles y magos.

 

¿Qué atacar primero?

 

La Orden del Fénix DEBE hacer algo. No importa lo que piensen de los magos, eso es la última de nuestras preocupaciones. Debemos tener miles de ojos y trabajar con lo mejor que tenemos —levanté mi varita. Ellos también tenían una. Pero antes de seguir, una estela de humo plateada estalló entre nosotros y apareció la figura de un pegazo. Tuve que retroceder unos pasos para dejar lugar a tal bestia, que habló con una voz tenue de Mackenzie Malfoy:

 

 

"Estoy enterrada bajo las ruinas de Buckingham Palace con miles de muggles y mestizos capturados por supremacistas. A salvo, por el momento. Pero necesitamos ayuda urgente."

Miré a Sagitas. Era la segunda vez que nombraba a alguien y aparecía, aunque no fuera de la forma en qué quisiéramos. Los sucesos estaban ocurriendo de tal manera que nos llevaba a eso: teníamos que regresar a ése lugar y auxiliar a la bruja. ¿Desde cuándo dejábamos de lado a alguien de la Orden del Fénix?

 

No quiero obligarlas a nada. Es su decisión. Pero creo que no podemos perder más tiempo, chicas, ni esperando a nadie ni armando ningún plan. Sólo nos tenemos a nosotros. ¿Qué dicen? Debemos ir a ayudar a Mackenzie. Es una varita más que tendremos a disposición y luego vemos qué más hacer. No es momento ni de comer ni descansar, sino de actuar.

 

Me giré sobre mis talones, mientras el Pegaso desaparecía, como si estuviera envuelto en una tormenta de fuertes ráfagas. Moví mi varita de arriba hacia abajo, murmurando las palabras correctas. Una luz cortó el aire, como si fuera una herida, pero emitía una estela de color extraña alrededor. El Fulgura Nox se abrió ante nosotros y no contábamos con mucho tiempo. Me aferré a mi varita.

 

¿Cómo encontraríamos a Mackenzie?

 

¿Cómo evadiríamos al ejército italiano?

 

¿Cómo estaríamos a salvo de los dragones?

 

Eran preguntas que surgían en mi cabeza pero ninguna me hizo retroceder. Avancé por el portal que nos llevaría directamente hacia el Palacio (o al menos lo que quedaba de él). Cuando pisé suelo firme de nuevo, miré atrás, ¿me habían seguido? Me giré mirando enfrente, intentando aguantar el poco oxigeno que podía respirar, evitando el humo, el polvo y el olor a muerte que claramente había alrededor. Apunté hacia adelante tapándome los ojos con el brazo libre y murmuré por segunda vez un patronus, especialmente para la ex viceministra. Tenía que dejarla tranquila que al menos estaba (estábamos) ahí.

 

"Estamos aquí. Esperamos, estamos intentando llegar"

 

Esperaba que con ése "intentando" le sirviera de consuelo de que la ayuda había llegado pero teníamos que no solo pensar la manera de encontrarla, sino de llegar hasta ella.

 

 

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Editado por Elvis F. Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Papá hablaba seguro y confiado, escuché todo lo que dijo sobre el palacio y fruncí el entrecejo intentando concentrarme, él tenía razón teníamos que ir todos juntos no podíamos separarnos porque dividirnos podría significar la muerte misma, tragué saliva pensativa y entendí que debíamos de movernos pronto, pero no llegué a dar ni un paso cuando una nota llego hasta nosotros, nota de Mackenzi que me tener un escalofrió total, ahora no cabía duda de a donde debíamos de ir y aquel: "yo te acompaño Luna" que había dicho antes Xell hizo que sonriera feliz, cuantas más varitas tuviéramos en nuestro haber tanto mejor para aquella peligrosa empresa que teníamos entre manos.

 

- Los disturbios del palacio lo leí en el diario, no supe más nada porque estaba en casa, en fin, es verdad tenemos que ir todos juntos y no separarnos para nada, es cierto si tenemos alguna ubicación de alguno de nuestros amigos podríamos unirlos al grupo para que seamos más varitas y nos ayuden pa - Le dije entusiasmada y feliz de poder hacer algo al fin -

 

- Xell me parece que ya se que hacer, papá tiene razón tenemos que ayudar a Mackenzie ella es lo importante ahora, no hay tiempo para ningún plan ni para pensar, tenemos que ir allí y encontrarla solo espero que no sea tarde, oh por dios, ¿cómo le paso esto?, sera mejor que nos apresuremos - Les dije a Xell y a Sagis mientras me giraba y camina detrás de papá, Elvis, viéndolo desaparecer por un portal -

 

Solo tuve que caminar hacía el portal por donde él había pasado, tragué saliva indecisa, ¿eso me llevaría al lugar indicado? no quería ser cobarde pero tenía miedo, la misma vampiresa que se enfrentaba a lobos, arañas, ratas y mortifagos, además de los Vulturi, los vampiros más malos de toda Italia, tenía miedo de pasar por un portal debido a que tiempo atrás lo hizo y fue una trampa en donde casi más la dejan herida, frote mis manos como si tuviera frió, mientras suspiraba y dejando mis miedos de lado, avance por el portal donde momentos antes había ido papá, tambaleándome al llegar del otro lado, esperando verlo pronto allí.

 

El patronus con la voz inconfundible de Elvis hizo que sonriera feliz, siempre había sentido una especie de felicidad al ver su patronus, como si un amigo querido viniera a rescatarme, era sinónimo de alegría y paz, sabía que en esos momentos no podía ponerme sentimental, que teníamos que actuar y hacer algo, parpadee al ver el humo alrededor, había un olor inconfundible para mí, como a salitre y ocre, como a muerte y sangre, levante la varita mágica y caminé detrás suyo intentando divisarlo, solo podía verle el cabello y noté sonriente que de atrás no tenía ningún pelo blanco, parpadee asombrada de que en medio de tamaña empresa difícil, se me ocurriera pensar de vuelta en que papá estaba poniéndose.... en términos generales más viejo de la cuenta, negué con la cabeza y seguí caminando detrás suyo, feliz de que ya casi lo alcanzándolo.

 

- Papá, creo que soy la primera en llegar, esto huele a muerte, no quiero ser pájaro de mal agüero, pero estoy segura que todo esta destruido así que tenemos que ir con cuidado, por cierto, ¿sabes donde puede estar? tu patronus sigue dándome paz, quiero decir... siempre que lo veo, es como estar en casa, ¿nunca te lo dije no? me siento a salvo apenas lo veo, ¿crees que la encontremos? estoy preocupada, no quiero que le pasé nada malo, por cierto, ¿como llegaremos hasta allí? ¿alguna idea? - Le pregunté de carrerilla como siempre solía hacer, con mi repique de campana más alto de lo habitual, como siempre que me ponía contenta o entusiasmada por una misión que cumplir -

 

Sonreí pese a todo, realmente su patronus, aquel gatito peculiar de birmania, con sus patitas blancas, seguía dándome una paz y una felicidad extrema, era como estar en casa y en familia, como si pudiéramos tomar un café o un chocolate y charlar de todo, me hacía acordar a un hogar a leña y a mi papá sentado leyendo el profeta o contestando cartas del ministerio o en alguna misión, quizás era por todos esos recuerdos que adoraba recibir su patronus, quizás él me daba paz, parpadee asombrada y me dije que no estábamos aquí para eso, así que esperé a los demás deseando ir a la misión y sintiéndome como siempre en casa y protegida, porque mientras Elvis estuviera allí sabía que nada malo podría pasarme nunca.

 

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Matt Ironwood.

 

El castillo Evans McGonagall se convirtió en su base de trabajo, además de su hogar durante aquellas dos semanas. La herida de bala ya se había curado por completo, los cuidados de P-ko eran constantes y muy atentos (no podía esperar menos de la querida elfina familiar) y el castaño se sentía como nuevo físicamente hablando, mentalmente y espiritualmente jamás se había sentido tan cansado, estar en guerra era una experiencia desgarradora.

 

El MACUSA continuaba haciéndole llegar nuevas misiones a través del reloj que llevaba en la muñeca derecha, como agente activo del FBI en territorio británico él y el resto de sus compañeros esparcidos a lo largo del país debían estar al pie del cañón, listos para llevar a cabo todos los cometidos del gobierno. Pero debido al estado de guerra en el cual el Reino Unido se encontraba sumergido, la llegada de más agentes para colaborar y relevar a los que hace dos semanas trabajan incesantemente y cumpliendo tareas recomendadas para grupos más grandes, era imposible.

 

Las misiones siguen siendos las mismas que lo llevaron hasta Inglaterra, evacuar a todo ciudadano estadounidense del territorio británico pero debido a la caída del Estatuto del Secreto y al estado de calamidad en el que se encontraba sumergido el pais ahora las evacuaciones y rescastes también incluían a ciudadanos estadounidenses nomajs.

 

Matt cerró el cierre de su mochila y se la colgó sobre sus hombros, observó los extensos, verdes y calmos terrenos de los Evans y se preguntó cuanto duraría aquella paz, el castillo parecía ser una especie de oasis en medio de aquella guerra pese a ser una de las familias más amenazas por el nuevo régimen.

 

Los Evans McGonagall fue la única gran familia mágica que no participó de la reunión de los Sagrados Veintiocho (o los Incestuosos Veintiocho como gustaba decirle en tono de broma el Ironwood), para los supremacista aquello fue una afrenta, una declaración, los Evans eran traidores a la sangre, mestizos, enemigos de sus ideales, pero por el momento habían dejado los terrenos de la familia en paz, después de todo meterse con una de las familias más influyentes de la sociedad británica y segunda más rica, no era tan fácil como decirlo.

 

El ojiazul corrió las cortinas del enorme ventanal de su habitación ocultando el apacible paisaje que le regala, inspiró profundamente despejando su mente de miedos y dudas, focalizándose sobre lo que se aproximaba y giró sobre sus talones desapareciendo rumbo a su próxima misión.

 

Cuandos sus pulmones pudieron llenarse de oxígeno nuevamente, el olor del humo espeso y negro de los cientos de incendios que ardían, en algunas ocasiones desde hacía días y otros de reciente creación, a lo largo de Londres envolvió al mago como un capullo. Matt levantó la vista al cielo donde una espesa cortina de humo se elevaba desde un edificio de apartamentos a dos cuadras de distancia y ocultaba el brillo del sol primaveral, se sacudió las cenizas de los hombros en un gesto totalmente inútil, que tal cual copos de nieves caían sobre toda la ciudad desde hace dos semanas.

 

Matt ya se había inmunizado del aire corrupto de la guerra, pero por las dudas se encantó con un Casco Burbuja para protegerse de posibles vapores peligrosos que pudieran llenar el aire en algunos sectores. Su misión lo aguardaba a 500 metros de su posición, el Palacio de Buckingham. El símbolo de la familia real británica se convirtió en uno de los bastiones donde los supremacistas llevaban a cabo sus juegos de tortura en los cuales se basaban sus endebles ideales. Nomajs, hijos de nomajs, mestizos y "traidores a la sangre" eran llevados forzosamente hasta las mazmorras del palacio donde eran torturados y asesinados en un genocidio sin precedentes.

 

Mientras el castaño recorría las desiertas calles del Londres apocalíptico, sorteando pequeñas dunas constituidas enteramente por cenizas, repasaba por enésima vez el mensaje que le hizo llegar aquella mañana el MACUSA. Seis nomajs, todos ellos americanos que se encontraban vacacionando en Londres, habían sido capturados por los supremacistas que trataban de hacerse con el control del país, mientras luchaban contra los búlgaros e italianos que atacaban al oficialismo británico, el pueblo mágico y no mágico del Reino Unido se había encontrado en el medio de aquel fuego cruzado y era el que más bajas (y por amplio margen) había tenido.

 

Matt sabía que Buckingham era ferozmente vigilado y protegido por los seguidores del Ministro todavía en funciones, Aaron Black. Entrar no le sería fácil, tampoco sabía si había más agentes del FBI inmiscuidos en aquella misión por lo que aquel dia seria para observar, analizar, conocer la seguridad del edificio y a partir de ese punto idear un plan de rescate, solo esperaba resolver aquel asunto antes de que algo le sucediera a sus seis compatriotas.

 

Se encontraba pasando junto a tres autos completamente quemados cuando la figura de un patronus lo tomó totalmente por sorpresa, el sobresalto casi le hace lanzar un encantamiento aturdidor pero se contuvo al comprender de qué se trataba, la brillante y blanca luz tomó la forma de un gato y se su boca salieron las palabras de un hombre al que no reconoció, el mensaje era simple, la Orden del Fénix se reunirá en Grimmauld Place.

 

El mago se encontraba en una disyuntiva, como miembro en el extranjero de aquel grupo debía ir a la reunión, pero por otro lado tenía por delante la misión del MACUSA, donde la vida de seis personas dependía de que lograra llevar a cabo el rescate, la Orden podía esperar, enviará un patronus más tarde disculpándose.

 

Al llegar a uno de los amplias, extensas y arboladas calles que conducían hacia el Palacio de Buckingham Matt se puso en extremo estado de alerta, estaba ingresando en terreno hostil, estaba solo y no tenía idea de lo que se encontraría adelante, cuando más pensaba en aquello más se daba cuenta de lo est****amente impulsivo que era, pero no existía vuelta atrás, tampoco tiempo para planificar su accionar a detalle, se embarcó en aquella misión y debía cumplirla.

 

El mago se alejó de la calle y de adentro en el verde y boscoso parque de robles y abedules que discurre rodeando por ambos lados el camino empedrado, debía acercarse sin exponerse y los añejos y robustos árboles que allí crecían le ofrecían el escondite que necesitaba.

 

Pero cuando por fin tras un nudoso tronco de roble pudo vislumbrar el palacio quedó paralizado, ya no existía Buckingham, era una montaña humeante de piedra y mármol. ¿Que habia pasado alli? Corrió los pocos metros que lo separaban de los escombros y salió del verde parque para encontrarse con un grupo de cinco magos a los que desconocía, se ocultó tras una banca de madera con la varita fuertemente sujetada por si debía defenderse.

 

Observó oculto desde su posición como un mago lanzaba un Patronus con un mensaje, solo los miembros de la Orden del Fénix podían utilizar patronus para comunicarse, aliviado salió desde detrás del banco con ambas manos en alto, con la palma de la mano izquierda abierta y en la derecha sujetando su varita.

 

-Matt Ironwood, soy de la Orden del Fénix - se anunció al grupo mientras avanzaba con cuidado hacia ellos.

 

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