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El Hipogrifo Asustado (MM B: 105757)


Reena Vladimir
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Sentí muchos "ooohhh" y muchos aplausos por allá fuera. Enarqué la ceja al no saber a qué se debería eso. Ante la mirada de Reena, sonreí.

 

-- Seguro que es Jesse, habrá hecho teatro a los niños, le gusta mucho tanto a ella como a los enanitos.

 

Pero la curiosidad me corroía. Sentía a los niños que gritaban de alegría y correteaban.

 

-- Creo que se lo están pasando bien... Mira, hasta Uni-Ojo se ha animado y quiere salir fuera a verlos. ¿Tienes algo más que preguntar sobre la sala? Aquí Akira se sentirá muy bien y estará vigilado continuamente. Ya verás como no encuentras ni un sólo problema. Mira, te llevo a las cunas, donde los pequeños estarán aún durmiendo. Los que han sentido son los de las otras clases, que los despertamos antes porque no necesitan dormir tanto y además así les dejamos un ratito más a los pequeños.

 

Avanzamos unos pasos por el pasillo, tras salir del aula, y le iba indicando servicios, salas de plastilina, la zona de teatro, el comedor...

 

-- Y mira, aquí... ¡Ohhh!

 

Desde donde estaba se veía la sala donde alguien había puesto un árbol de navidad. Ya sabía de qué se alborozaban los chiquillos.

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Me gustaban los micropuff's de las paredes, me apunté esa idea de que la habitación debía ser diferente para que diferenciara entre casa y la guardería, y encajé muy mal su riña. Pasaba demasiado poco tiempo en casa como para que me permitieran malcriar al niño haciéndolo dormir conmigo. Podía decirme lo que quisiera sobre su desarrollo pero en mi habitación mandaba yo.

 

Además estaba claro que mas desarrollado estaba Akira durmiendo conmigo que Ithilion siempre solo en su cuna. Él no sabía lavarse la cara y tampoco hacía intento de vestirse solo, comer o saltar en la cama como hacían los niños. Él era mas de quemar cosas, de hacerlas volar, explotar e incluso implosionar. Aun recordaba como le había arrancado la cabeza a un dinosaurio de juguete haciéndola explotar hacia adentro y me ponía los pelos de punta.

 

Tampoco podía estar de acuerdo con eso de aprender. Mi niño necesitaba relacionarse con otros, divertirse con otros niños de su edad, no aprender los colores, los números y las letras. Eso no me gustaba y era mi primera reticencia a llevarle allí.

 

-Vaya, al parecer alguien a descubierto América... ¡o no! ¿Un árbol de navidad?

 

Miré a mi tía, aquello estaba fuera de lugar, si ponían un árbol lleno de regalos y no les dejaban abrirlos de inmediato se comerían viva a su cuidadora, mi prima. Y si les dejaban al llegar a casa exigirían que papá Noél pasase por casa antes de tiempo y eso podía poner a muchos padres de los nervios...

 

-¿Y ahora que vais a hacer con los regalos?

 

El excepticismo se plantó en mi rostro, quería yo ver como salía Jesses de aquel aprieto ella solita, porque además con los gritos de aquellos niños iban a despertar a los mas pequeños y se "iba a montar la de san quintín"

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Argentus

 

El niño se movió en sueños pero algunos sonidos provocaron que se despertara, no lloró. Sin embargo, acostado todavía miró al móvil de micropuffs que giraba. Recordó el de la casa.

 

Aun en la cuna Argentus giró solo, todavía no se levantaba solo pero agarraba la barrera protectora que rodeaba la cuna. Quería comer, quería a su madre, no deseaba estar solo. Y fe entonces que sin pensarlo, tocando la barrera, un trozo de hielo se formó.

 

Comenzó a llorar a voz de cuello.

 

Sunar

 

La joven madre volvía a aparecerse por el callejón para ir a ver s su niño. El trabajo se le estaba poniendo algo pesado y después de una inspección, se escapó para ver a Argentus. Confiaba en sus familiares pero no quería dejar de verlo, lo extrañaba.

 

La pelicastaña se acercaba a la guardería y una persona la detuvo a la entrada. Era una bruja de cabellos verde lima. Le pidió que fuera a visitarla cuando estuviera menos ocupada. Escribió el nombre del negocio y la dejó.

 

Sunar guardó el papel y entró a la guardería. Un bullicio la recibió. Sonrió al pensar que debía estar divirtiéndose a lo grande. No obstante, ella quería saber donde se encontraba su pequeño de cabellos azules.

 

Después se dio cuenta que presenciaban, un hermoso árbol navideño en la sala camino hacia el área de los más chicos de la guardería.

 

¡Hola! – exclamó al ver su tía y a Reena.

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Un bebé pronto comenzó a chillar, era uno de los pequeños de la otra sala, aquellos que aun dormían o que al menos debían hacerlo aunque con el llanto de uno todos comenzaron poco a poco a lloriquear.

 

-OOh creo que ahora tendrán hambre.

 

De repente me apetecía tener en brazos algún niño, no soportaba escucharlos llorar, me partía el corazón. Iba a pedirle a mi tía que me llevara con los niños cuando la puerta, a nuestras espaldas se abrió y se cerró con rapidez.

 

-¿Sunar? Amiga. creo que vamos a tener que calmar a los niños si quieres llevarte al pequeño Argentus... Porque está aquí ¿Verdad?

 

Aquel niño, por lo que me habían dicho, guardaba cierto parecido con Akira aunque el niño de mi amiga tenía el pelo mucho mas azul. Era agradable ver que la guardería tenía clientes a parte de mi tía.

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Vio que las brujas le miraron. Pero algo más llamó la tención de la castaña. Era el llanto de un niño. Su hijo.

 

¿Ese es Argentus? - preocupada fue a verlo.

 

Escuchó las palabras de la joven Rosier, pero no quería llevárselo, solo calmarlo y saber que le pasaba. Se disculpó y fue a verlo. Seguramente, ellas estaban ocupadas y no quería incomodarlas.

 

Llegó al cuarto donde se escuchaba al niño llorar y alguien tratando de apaciguarlo.

 

Mami llegó - dijo corriendo hacia él.

 

De inmediato, el niño cesó el llanto pero no los lloriqueos.

 

Volviste a hacerlo. - comentó al ver algo congelado.

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La cara de Sunar me lo dijo todo, sí, estaba allí y era él el que lloraba con tanto entusiasmo, como si supiera de la llegada de su madre. Lo cierto es que eso no me extrañaba de los bebés mágicos y puesto que yo antes sentía a mi gemela no era de extrañar que los niños sintieran a sus madres, aunque sabía que mi pequeño no estaba unido sanguineamente a mi.

 

-Oh vaya... Si que te tiene apego...

 

Me atreví a entrar en la sala y acercarme a mi amiga. Le acaricie el pelo al niñito que abrazaba a su madre como si se le fuera la vida.

 

-Que lindo el niño. Vamos salgamos dejemosles un poco mas de siesta.

 

Miré a mi tía como si estuviera consultando mis palabras y como no dijo nada al respecto decidí salir yo primera de la habitación. Si mi amiga necesitaba mas tiempo para calmar al pequeño podía sacarlo y así no molestaría al resto de los niños, aunque algunos ya se estaban removiendo en sus cunas.

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Poco a poco fue calmándose el pequeño Potter Black. Estar abrazado d a su madre lo reconfortaba mucho.

 

Parece que has sacado algo de tu padre, verdad? – hablaba como si el niño le fuera a responder.

 

De pronto, Reena se acercó a madre e hijo y comenzó a tocarle el cabello a Argentus. La miraba muy atento, pero ya había dejado de lloriquear. Sonrió al ver a la chica de cabellos rojos.

 

- Tienes razón. Él debe dormir un poco más o ¿no? – lo miró y no parecía tener sueño.

 

Sunar vio que la joven Rosier salía de nuevo. La Potter Black al verlo tan despierto y saber que estaba en la siesta, sabía que era tiempo de alimentarlo. Seguramente desde que ella se fue al trabajo, todavía no había comido por la larga siesta. Además le enseñaría el árbol que Jesse pareció tener para los demás niños de la guardería.

 

Vamos a ver al árbol de tía Jesse – su voz sonó como una canción al expresar esas palabras al niño.

 

Salió también la ojimarrón de la sala, así los demás bebés no se despertarían por el ruido causado por el peliazul.

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Me sentía muy extraña en aquel local, aunque ahora estaba en el negocio no podía dejar de pensar en que yo hacía mal las cosas. En casa yo malcriaba al niño pero a su vez le enseñaba cosas que tal vez los expertos no recomendaban para un niño de casi dos años. Según tenia entendido los niños muggle no se lavaban ellos solos la cara hasta cerca de los 6 años y mi niño ya lo hacía. Pero si que no me arrepentía de que aprendiera por imitación. Eso denotaba inteligencia y me gustaba.

 

-Ese árbol de regalos traerá problemas, estoy casi segura de que alguien saldrá lastimado de ahí dentro.- Pensé.

 

Miré por la puerta la sala donde Jesses lo había aparecido, pero no dije nada, tal vez me equivocaba pero yo que era infantil ya de por sí me ponía en la piel de los niños y terminaría la cuidadora si no me dejaba abrir los regalos.

 

En aquel momento no quería ser mi prima. Los niños recurren rápidamente a las patadas, los lloros y los berrinches o pataletas, pero es que además aquellos que estaban en la sala sabían magia o al menos la experimentaban... Deseé con todas mis fuerzas que mi prima se hiciera un protego lo mas rápido posible o saldría mal parada.

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Entendía las preguntas de Reena. Era una madre novata y tenía mil dudas. Así que me armé de paciencia, como con cualquiera madre que llegaba a la guardería, y me dispuse a disipar lo más claramente posible sus dudas.

 

--Pues los regalos... son para ellos, por supuesto. Pero han de practicar la paciencia. Sólo se abrirán en Reyes, así que... ¡Ay, madre! Despertaron a los pequeñuelos.

 

Me dispuse a ir a ayudar a los elfos que se encargaban de los niños de aquella sala, pero llegó Sunar. No pude evitar el sonreír para mis adentros al ver que correteaba hacia allá, en busca de Argentus.

 

-- Las madres reconocen a su bebé entre miles de llantos...

 

Iba a prohibirle que entrara. Tenía muy claro que en horario de Guardería, las madres no entraban más allá del vestíbulo. Pero también sabía que era imposible negarle nada a mis familia y que, además, ellas tenían el privilegio de malcriar a sus hijos y no me iba a oponer a eso.

 

-- Bueno, vale, ve a por Argentus. Yo iré a ... a ver el árbol...

 

Sabía que ambas estaban muy alteradas por el árbol pero a la vez era un buen momento para demostrarles que no había nada al azar.

 

-- Hola, niños. ¿Os gusta el árbol? -- les pregunté a los chiquillos, que intentaban acercarse a hurtadillas, mientras parecía que Jesse y los elfos no les miraban.

 

Hubo muchas risotadas y todos asentían.

 

-- Bueno, pues podéis ayudarnos a poner las luces. ¿Qué os parece? Eso sí, no se tocan los regalos. Sabéis que están protegidos y que no podréis romper el papel que los envuelve hasta que llegue el momento. ¿Entendido?

 

-- ¡¡¡Síiiiii!!!

 

Miré orgullosa a mis sobrinas y me puse con los chiquillos a poner cuerdecitas con bombillitas. Un niño me tiró de la pierna.

 

-- Con cuidado, que puedo caerme y...

 

No era un niño, era un elfo. Parecía preocupado.

 

-- Tenemos un problema, jefa. ¿Puede acompañarme?

 

Hice un ademán a Jesse para que se quedara con los chiquillos mientras acompañaba al elfo a la sala de los niños.

 

-- ¡Mi madre! -- exclamé.

 

La habitación estaba helada. No sólo que hiciera frío. Es que colgaban carámbanos del techo.

 

-- Protego -- exclamé, al ver que uno de ellos se desprendía y caía sobre una cuna. Al dar contra mi escudo, se desvaneció. -- ¿Pero qué ha pasado aquí?

 

Me acerqué a las cunas. Menos mal que en ese momento sólo había tres niños haciendo la siesta.

 

-- Hay que sacarlos sin que se despierten; llevarlos a la habitación de las flores. Les contaremos un cuento cuando se despierten...

 

Miré al techo. Los carámbanos brillaban peligrosamente.

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Estaba sorprendida, la Potter Blue no se esperaba semejante declaracion por parte de Renna, la amiga de su madre, esta le iba a responder pero prefirio contarle un cuento a los chicos en el teatro. Camino hasta esto y comenzo con la historia, llamando la atencion de los pequeños con las cantarinas palabras que salian de sus labios.

 

Al poco rato un llanto proveniente del salon de los más pequeños llamo la atencion de la pelicastaña, pero al darse cuenta que los adultos habían ido a ver que sucedía, la chica se quedo con los niños aun contandoles el cuento.

 

Al rato, la amdre de la Potter Blue comenzo con los pequeños a poner las luces al arból, siendo advertidos por esta de no tocar los regalos hasta navidad. la pelicastaña hubiera preferido que los abrieran, ya que las cajas aun no tenían nada, pues había puesto un encantamiento donde el regalo aparecería hasta la mañana de navidad.

 

Asintiendo a su madre, esta se unio a los peques mientras Sagitas iba a ver lo que el elfo quería mostrarle, sentía curiosidad, pero no podía hacer nada de momento para investigar, ya tendria tiempo más tarde.

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