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El Hipogrifo Asustado (MM B: 105757)


Reena Vladimir
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El niño de Andros era muy bonito, bien educado y muy lindo en sus palabras. Le gustó que nos pusiéramos a dibujar. El animal, Uni-Ojo, era muy dócil y se dejaba agarrar, posó para nosotros y lo plasmamos con lápices de colores en el pergamino. Altair era dulce, como su madre. Bueno, su madre era adulta y tenía rasgos agresivos, pero normales, para defender a su familia y a la Orden. Hacía bien, aquel niño merecía ser cuidado.

 

- ¡Es un dibujo muy bonito!- le dije, animándole.

 

En realidad, lo era. Altair sabía dibujar muy bien. ¿Habrían acabado de hablar Andros y Sagitas? Iba a comprobarlo.

 

- Dame la manita, Altair, vamos a enseñarle este dibujo a mami.

 

Era bien educado y se levantó, puso la silla dentro del espacio de la mesa, me dio la mano y me acompañó fuera de la clase. En el exterior estaba Andros y Sagis, pero también estaba Matt. Mi primo decía si podía dar la clase en el patio con los niños. Esperaba que le diera permiso, porque así dejaría ir a Altair con el lobo, quien le cuidaría, y yo podría hablar con Andros un momento sobre temas de la Orden que nadie más debería oír.

 

- Oh, sí, si vas, llévate a Altair y te quito un momento a Andros, tía, que le quiero comentar lo guapa que está con ese vestido.

 

Y conociendo a mi tía, sabía que Sagitas iba a sospechar enseguida, pero era lo primero que se me había ocurrido.

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La charla con Andrómeda estaba siendo amena y clarificadora. A ella parecía gustarle la guardería, pero no iba a presionarla para que trajera a su hijo sí o sí. Era importante tener total confianza en nosotros antes de dejarnos al niño o tendría un ataque de angustia a los dos minutos de despedirse con él en la entrada. Y eso nos dificultaba más el trabajo a los educadores. En las primeras semanas, trabajábamos más para educar a los padres que a los hijos.

 

Por eso prefería que ella estuviera totalmente segura de querer dejarnos a Altair allá, con los otros niños.

 

Sonreí a Matt, se le veía azorado al verme aún acompañada. Le hice una seña afirmativa.

 

-- Claro que sí, hijo, no te preocupes. Hace buen día, que los niños disfruten del patio. Eso sí, procura que los gemelos Aldecosi no se acerquen a los árboles del lado norte. Los he trasplantado ya tres veces. Son unos vándalos.

 

Después me di cuenta que Andromeda podía sentirse mal por le comentario. Me puse a reír levemente.

 

-- Es cierto, Señorita Perseus. Esos gemelos han arrancados cinco árbolillos de membrillo del patio sólo para ver si hay duendecillos con ollas de oro debajo. Menos mal que soy buena jardinera y los he salvado, pero no creo que ninguno de esos árboles resista un ataque más.

 

Xell salió en aquel momento con el niño de la mano. El infante traía un dibujo y su sonrisa era contagiosa. Me encantaban los niños pequeños, así que le imité y sonreí más aún. Hasta que sentí la escusa más tonta que había oído. Pero no dejé la sonrisa, no quería asustar a Altair.

 

Parpadeé dos veces antes de acceder. ¿Aquella mujer... casi una chiquilla... tenía algo que ver con Xell... más allá de...? Suspiré y le tendí la mano al niño.

 

-- ¿Has visto un lobo blanco? Es muy suave. ¿Quieres tocarlo? Matt, espera, que voy contigo.

 

Y miré de reojo a Andros y a Xell antes de dejarlas a solas.

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Me puse un poco rojo, había interrumpido la reunión e Sagis con aquella chica, que al parecer qeuría traer también a su hijo a la guardería. Metí las manos en los bolsillos y me quedé parado, esperando.

 

Sagis dijo que si, saldríamos, había buen día para tenerlos fuera, aunque debía mantener a un par de gemelos lejos de los árboles.

 

Xell mientras pareció con el chico que seguramente era hijo de la joven, traía un dibujo y sonreía feliz. Xell puso una excusa para hablar con la joven a solas, al parecer ellas se conocían.

 

Yo casi me iba ya para dejarlas, cuando Sagis me llamó, venía con aquel niño diciéndole que si había visto a un lobo blanco antes. Me paré para esperarles y seguimos avanzando. Fenrir estaba fuera, sentado a la sombra de un árbol. Teníamos que sacar a los niños fuera, y yo seguía sin saber manejarme con ellos, más all´de ithilion.

 

Pero los sacamos fuera, y entonces me quedé parado, sin saber si Sagis querría decirles algo o no.

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Les vi alejarse, por fin, para poder hablar con mi amiga de un tema de la Orden. Estuvimos mucho tiempo, porque mi consulta era amplia y porque ella era un cargo en el bando, necesitaba consultarle el tema del Toque de queda. Después llamé a un elfo para que nos trajeran al niño, ya que Andros tenía que irse. Les acompañé hasta la puerta.

 

- Espero que te haya gustado la Guardería, Andros. A ver si nos vemos pronto por aquí y traes a Altair más a menudo. Los datos técnicos los hablas con Sagitas, pero yo creo que el niño aprenderá mucho por aquí.

 

Les despedí con la mano y no cerré la puerta hasta que les vi salir por la verja. Después suspiré, algo triste. Algo me decía que tardaría en volver a verla. Y eso me dejó mal sabor de boca.

 

Un elfo se acercó a mí.

 

- Hay que salvar a su primo de los niños.

 

- ¡Por los Dioses! ¿Qué le pasa? ¿Lo hace mal?

 

- No es eso, es que los niños están hambrientos y si no les llevamos pronto a la cocina, son capaces de devorar el lobo que tiene como mascota? ¿Nos ayuda a traerlos en orden hacia el comedor? Nosotros estamos poniendo la mesa.

 

- ¿Tía Sagitas también está con ellos?

 

- No, la directora está en su despacho con una lechuza que le llegó antes. Pidió que no le molestáramos si no era urgente.

 

Sonreí y me dirigí al patio, para ayudar a Matt con los niños.

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No sé cuanto tiempo estuve allá con Matt y los niños ( y el lobo ) pero pronto la madre se llevó a su hijo. Aproveché para irme a Dirección , a despachar un montón de papeleo que había que hacer.

 

-- Espero que puedas hacerte cargo de los niños, Matt. Si necesitas algo, me avisas. Pero tú eres adulto, seguro que no tendrás problemas para juguetear con ellos.

 

Le apreté el brazo, en un gesto de cariño; me hubiera gustado darle un beso, pero en aquel momento había demasiados ojos de niños mirándonos, con lo que era mejor no provocar hilaridad entre los pequeñajos en el ambiente escolar.

 

Estuve un buen rato allá, en el despacho, rellenando papeleo y recordando que Reena tenía que firmar unos cuantos, por ser co-directoras, cuando sentí un aleteo. Fenrir aulló un par de veces y los niños reían. Abrí la ventana que daba al patio donde estaban los niños y tomé una ave asustada.

 

-- ¿Qué pasa, chiquita? El lobo no te comería, estoy segura.

 

Yo confiaba mucho en Fenrir.

 

-- Vamos a ver... -- Tomé la misiva que traía y fruncí el ceño. -- Cachís... ¿Cómo es posible ésto?

 

Me enfadó recibir ese tipo de noticias. Bufé y tomé un pergamino para mandar una nota a Reena.

 

Sobrina: problemas de abastecimiento en el agua. El proveedor no nos sirve por un problema de huelga general en la zona de extracción. Tenemos agua exclusivamente para hoy. Hay que adquirir más, ¿se te ocurre dónde?

 

-- Bonita, le has de llevar esto a Reena Rosier, en la Vladimir. ¿Entendido?

 

Y la dejé volar en busca de la destinataria.

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Aparecí en el callejón diagón aunque un poco alejada de la guardería, tenía que ir a gringotts a sacar dinero para ir a por el agua que pedía mi tía. Aunque no tenía ni idea de donde se compraba el agua porque yo me conformaba con el que salía del grifo que sin duda era mas barata, aunque como se trataba de niños comprendía que tuviéramos que comprarla. Por eso es que me di bastante prisa para llegar a la guardería y buscar a Sagitas.

 

-Holaaaa, ¿donde demonios se compra el agua?

 

Me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla, parecía cansada y me daba pena, era agotador su ritmo de vida, pero de aquello podía encargarme yo perfectamente, solo tenía que decirme donde se compraba para quitarle ese peso de encima.

 

-Dime dónde y te vas a casa, podré con unas cuantas botellas de agua, a menos que te desestrese ir de compras.

 

No sabía que planes podía tener pero sin duda descansar no estaba dentro de sus palabras favoritas. Pero debía estar tranquila, seguro que la estancia con los niños la alegraba mas que a mi que con uno o dos todavía sobrevivía pero con mas mis niveles de estrés suben por las nubes y me vuelvo pulpo, y termino por volverme loca cosa que sobre excita a los niños.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Conseguimos dar más o menos la clase fuera cn los niños. Pero hacía muy buen tiempo y los críos estaban jugando, pendientes a lo suyo. Sagis debía volver dentro, y por eso me dejó con ellos, dándome un apretón en el brazo y dejándome para cuidarlos.

 

La miré y sonreí, nervioso. Vale si, yo era un adulto pero eso no significara que me manejara bien con tanto niño. Era torpe y como se pusieran misteriosos, no sabría lo que iban a querer.

 

Pero Fenrir quería jugar. había mucho niño allí y a el le gustaba jugar con ellos, estaba acostumbrado después de pasr el día persiguiendo a Ithilion y Argi en la PB.

 

Llegó Xell y sonreí.

 

- Hola prima! mira, están...bueno, supongo ue están bien - dije.

 

ME acerqué hasta ella, no sabía si ahora les tocaba alguna clase en especial o no, asi qu, mejor que ella me dijese algo.

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Me quedé un momento en la entrada del patio, mirando a los niños y a Matt. Desde allá juraría que sudaba, pero se le veía bien como cuidador. Sonreí. Parecía estar pasando un mal rato. Era un buen momento para acercarme a él.

 

- Hola, Xell - y reí al ver varias cabriolas de Fenrir, entreteniendo a los niños. - Tienes un buen compañero para estar con los pequeñajos.

 

Matt intentaba convencerme de que estaban bien y me hizo sonreír mas abiertamente.

 

- Claro que están bien. ¡Están encantados! Se les nota al instante. Quien peor lo pasa eres tú, ellos están disfrutando como bobos.

 

Todos los niños corrían de aquí para allá con el lobo, quien se comportaba como una mascota muy mansa y se dejaba hacer de todo, hasta que saltaba y corría para alejarse, pero no mucho, para dejar que le agarraran.

 

Sonó unas campanillas y miré hacia la entrada.

 

- Si esto te parece malo... Ya verás con los que le toca ahora. Barro, clase de modelismo. Espero que estés preparado para tan grata experiencia, primo. Vas a disfrutar de tener pegotes de barro en el pelo, y esperemos que no en otro sitio más feo.

 

Y solté una carcajada.

 

- Vamos, niños, en fila - dije, dando un par de palmadas. - Vamos a jugar con barro.

 

El "Bieeeeeen" atronó por todas partes y entraron corriendo.

 

- ¡Eh, de uno en uno! ¡No corráis! ¡Sin empujar! Bueno, Matt, creo que no me harán caso. Están entusiasmados.

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Pensé que Reena me iba a poner pegas. Estaba segura que ella me diría que era un gasto superfluo, ese de comprar agua sin más. Pero esperaba que fuera capaz de entender la urgencia que nos atenazaba. Los niños debían usar agua concreta, según marcaban las normas ministeriales. Tal vez chorradas, pero ellos mandaban.

 

Y hablando de la Reina de Roma, apareció enseguida y me dio un beso. Le sonreí, no hacía falta preguntarle si había recibido la lechuza porque enseguida me preguntó donde comprarla.

 

-- Te diría que en alguno de mis centros pero no. Mi agua envasada es de botellín individual, así que o compramos miles y nos arruinamos o vamos a algún centro comercial a comer garrafas para dos días, a ver si el proveedor nos sirve de una vez.

 

No sabía cuanto podía costar eso, pero no podía discutir el precio. Así que me parecía bien que se encargara ella. Reena sabía regatear sin más y eso hacía que yo prefiriera que ella se encargara de la infraestructura y yo de los niños, algo que a ella no se le daba muy bien.

 

-- ¿Ir de compras?

 

¿Cuánto tiempo hacía que no iba de compras? Una sonrisa amaneció en mi cara y me levanté. Tomé la capa verde botella y le hice un ademán para salir.

 

-- Me desestressará ir de compras. A ti no, en cuanto veas el dinero que me gasto, pero tú me frenas.

 

Abrí la puerta y paré a un elfo que pasaba en ese momento.

 

-- Eh, dile a mi hijo que se encargue de todo, que Reena y yo nos vamos de compras.

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Los niños lo tenían bien aprendido. Llegar del patio, ponerse la bata blanca y tomar un pegote de barro que ponían en su mesa. Previamente ya había puesto mantelitos de plástico en todas para que no acabaran embarradas, pero aún así siempre estas clases acababan de forma inesperada.

 

- Te aconsejo que te pongas tú también una bata, primo, por tu bien.

 

Fenrir pasó al lado de un niño que intentaba modelar algo incierto y le tocó el lomo, dejando su mano estampada en su blanco pelaje.

 

- Y mejor que adaptemos uno a Fenrir o tendrás que bañarlo para sacarle todo la arcilla de modelaje que le tiren encima.

 

Busqué varias batas y yo me puse una, a Matt le di otra y con un movimiento de varita, le puse un peto a su mascota. Al principio la olfateó y pareció morderla un par de veces pero después desistió y la ignoró. Me reí del lobo; estaba tan gracioso...

 

Un elfo se acercó a nosotros y le dijo a Matt que su madre se iba a comprar y que se hiciera él cargo de todo. Solté una carcajada.

 

- Eres el amo de la guardería, Matt, los niños son tuyos.

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