✿.｡.:*El refugio Mágico*.:｡✿* (MM B: 102601)

[Ela Karoline]

Loida Forland

 

—Setenta y uno, setenta y dos, setenta y…— antes de completar la frase le abrían la puerta, no estaba equivocada al pensar que se había estresado por nada, un elfo amablemente se hizo al lado para que ella pasara tirando del baúl donde estaban sus lindos vestidos de fiesta para los locales nocturnos, sus bikinis para esos días de playa o piscina que pensaba disfrutar en Londres y demás pertenecías.

 

—Gracias— dijo la bruja al pasar cerca del mago que tan caballerosamente le cedía su lugar permitiendo que le atendieran primero, gestos como esos no se veían hoy en día y menos proveniente de un desconocido, una sonrisa cautivadora afloro en los labios de la peliplateada siendo regalada al Potter. Detuvo el baúl unos pasos antes del mostrador de recepción y ella sola se desplazo hasta allí.

 

—Buenas noches, si, si, deseo una habitación, ¿tiene agua caliente?— bueno no es que estuviera exigiendo trato preferencial, pero su piel requería ciertos cuidados y frio solo tomaba los helados y bebidas, volvió a sonreír un poco para evitar sonar presuntuosa.

 

—Bonito lugar, puede recomendarme algún sitio para cenar— pregunto volteando a ver solo por un segundo al mago apostado contra la pared, vamos era una francesa, de vacaciones y no conocía mucho de los lugares en el callejón así que cualquier sugerencia era bienvenida.

[Jacob Cullen Black Potter]

El joven se ruborizo al ver la sonrisa de la joven y desvio su mirada, miro todo a su alrededor pensativo, habia bastante gente pasando por el lugar, desde elfos hasta clientes que iban con su traje de baño hacia la piscina, el joven se quedo frunciendo el ceño mientras veia con atencion a los empleados. Rapidamente sonrio, esas personas le habian dado una gran idea. Agarro su pequeña maleta y dando un ultimo vistazo al lugar se marcho. De algo estaba seguro, mas tarde volveria.

 

Salio del lugar, sonriendo, era hora de hacer del Callejon Diagon algo activo otra vez...

[Ela Karoline]

Loida Forland

Ahora que ya estaba siendo atendida, la peliplateada se sacaba los guantes que cubrían sus manos, eran sencillos pero de muy buen gusto como todo su atuendo, que desde luego había sido comprador en Francia en una casa de alta costura, No es que la Forland fuese millonaria pero no tenía carencias de galeones y sobre todo se tomaba la vida tal cual venia.

 

También era algo observadora, así que cuando pregunto si tenían referencia sobre un buen lugar para comer y giro para ver al mago que le había cedido el turno pudo apreciar un tono que no recordaba en su rostro, el hecho de que bajara la cabeza significaba o que era muy tímido o que en verdad lo había incomodado. Debía recordar que estaba en Londres y allí la gente era un tanto más conservadora, quizás lo que en Paris y Francia fuese una forma de conocer personas aquí resultara un coqueteo descarado y por supuesto se salía de las normas.

 

—Dígame tienen algún servicio de alimentos a la habitación o es solo hospedaje— giro hacia la empleada que le atendía, para saber más de que le ofrecía el refugio, quería aprovechar al máximo su estadía allí, además parecía ser un buen sitio, con aire limpio que respirar y tranquilidad aún cuando parecía tener bastantes clientes. Noto que el mago tomaba su equipaje y salía del lugar, sin registrarse, soltó un suspiro esperando no ser la causa de aquello, aunque dudaba que alguien dejara de hospedarse por otra persona a la que apenas acababa de ver.

[Annick McKinnon]

Dietrich Kohl

 

 

El alemán caminaba por el Callejón Diagon a paso presuroso. De vez en cuando miraba discretamente hacia atrás para asegurarse de que nadie lo seguía, y no era para menos que estuviera un poco paranoico. Desde hacía días había entrado de manera ilegal a Inglaterra, perseguido por un grupo de magos, eso sin contar con los problemas que se estaba generando al intentar mezclarse entre los magos ingleses.

 

Acababa de salir de uno de los negocios de comida, pero antes de hacerlo había aprovechado una oportunidad para hurtar un poco de dinero de uno de los comensales que se encontraban en Central Perk. Ahora tenía el estómago lleno y unas cuantas monedas que le permitirían alimentarse al menos un par de días más, pero a cambio la sensación de culpa lo perseguía como una traicionera sombra.

 

Llevaba ya casi una semana cuidándose la espalda y temiendo que en cualquier momento alguno de los enemigos le echara el guante, ésa era una de las razones por las que había tenido pocas oportunidades de dormir y cuando lo había logrado en general lo había hecho en lugares inhóspitos. Comenzaba a extrañar las comodidades de una cama, por eso al pasar al frente de uno de los negocios se detuvo en seco para releer un letrero.

 

“El refugio mágico. Asilo del peregrino”. La fachada era sencilla, de madera color blanco. El lugar parecía humilde y por eso mismo daba la impresión de que casi nadie reparaba en él. Parecía un lugar sumamente humilde y el rubio pensó que era algo que podía pagar con el poco dinero que con el que contaba. Necesitaba asearse y sobre todo descansar. Sabía que por una parte era algo arriesgado pero por otra supuso que el enemigo esperaría que durmiera en lugar abierto y no hospedado en el afamado callejón.

 

Decidió arriesgarse. Aún no tenía pistas sobre los paladines a los que buscaba así que daba lo mismo si dedicaba un día a descansar o no. Sólo deseó que el enemigo tuviera la misma escasa información que él, y que la localización del Templo del Clan de la Mano de Plata aún no hubiera sido descubierto. SI eso sucedía se desataría una guerra que afectaría a muchos…

 

Aún tenía esos pensamientos rondando en la cabeza cuando el ojiazul, cubierto totalmente por una capucha que impedía que sus facciones se observaran a simple vista, atravesó el umbral de la entrada, pero se quedó boquiabierto con lo que veía. El interior no era lo que había esperado, y sin embargo le agradaba. ¿A caso el cansancio y el poco sueño lo estaban haciendo alucinar? Se quedó petrificado, como encantado por lo que veía.

[Ela Karoline]

Loida Forland

 

La persona que le atendía se había entretenido con algo en su mesada por lo que no le contesto a la pregunta hecha sobre si la habitación venia con alimentación o solo era hospedaje, la peliplateada iba a decir algo más pero la mirada de la mujer que se había enfocado en la entrada del establecimiento la hizo girarse, allí entraba un mago, aún no podía ver bien sus facciones o el tono de su cabello porque estaba cubierto por una capucha, cosa que le hizo pensar o que era un nómada o que trataba de ocultarse de alguien, todo ello a juzgar solo por lo que sus ojos habían captado en apenas unos segundos.

 

—Me allegro haber llegado antes, si me llego a pasar más tarde seguro no encuentro habitación— dijo sonriendo aunque como se había girado la mujer que le atendía no pudo verla, Loida en cambio se centro más en escudriñar al forastero, “forastero y quién demonios se creía ella, que tampoco era inglesa” con una mueca en sus labios se respondió mentalmente “francesa y muy orgullosa de serlo” claro que eso era un monologo interno que nadie más podía escuchar.

 

—Más vale que se apresure a registrarse o se quedara sin hospedaje mon sieur— se atrevió a decir la bruja, ¿era su temperamento aventurero la que la impulsaba a hablarle a un desconocido que quizás no fuera amigable? O era simplemente que no quería que al mago le pasara lo que a ella, pues este era el cuarto establecimiento al que asistia, parecía haber casa llena en Londres aquel día.

[Annick McKinnon]

Dietrich Kohl (mago alemán perseguido por Bodo Klinger. Tiene información importante para los paladines de la Mano de Plata)

 

 

El rubio comenzaba a preguntarse si podría pagar el hospedaje con el poco dinero que había logrado hurtar en Central Perk. Estaba tan absorto observando el sitio y pensando en lo que haría que no se había percatado de que había más personas cerca de él. Fue hasta que una voz femenina con un peculiar acento lo hizo reparar en su presencia.

 

Vio a dos chicas, una de ellas al parecer estaba a cargo del lugar y la otra, la que se había dirigido a él, parecía ser una clienta en busca de hospedaje. Observó detenidamente a la pelipleteada; era guapa y su acento y últimas palabras lo hacían pensar en que era francesa.

 

─Tiene razón, madame. No hay que correrr el riesgo –al igual que en Central Perk le había sido imposible ocultar su acento alemán; pero a diferencia del otro local, en esta ocasión se bajó la capucha y dejó ver sus facciones.

 

En su aspecto físico no había nada especial sino sólo los rasgos comunes de cualquier alemán; aunque sus ojos azul claro, casi grises, siempre llamaban la atención.

 

No tenía conocimiento de que el grupo Blackrock tuviera contactos fuera de Alemania, así que supuso que no había razón para desconfiar de la francesa. Además, si deseaba pasar desapercibido tenía que hacer un esfuerzo para mezclarse entre los demás inquilinos, y no mostrar su rostro hubiera levantado sospechas.

 

─Dietrich Müller, a su servicio –dijo haciendo muestra de galantería e inclinándose ante la francesa–. Parrece que he llegado a un buen lugar, con herrmosas y amables huéspedes.

 

A pesar de que intuía que la peliplateada no representaba ningún peligro, pensó que lo mejor era mantener oculta su verdadera identidad, así que mintió en cuanto a su apellido.

 

─¿Cuánto cobrran porr pasarr la noche aquí? –preguntó dirigiéndose a la otra mujer– ¿Incluye algún serrvicio como la comida, o sólo el hospedaje?

 

Probablemente esa información ya había sido solicitada por la francesa pero al contar con poco dinero tenía que sopesar sus posibilidades de quedarse ahí o no.

Editado 27 de Marzo del 2013 por Annick Poulain

[Ela Karoline]

Loida Forland

 

—Alemán ¿cierto?— aplaudió la peliplatadeada al escuchar al mago hablar, celebraba descubrir su nacionalidad, celebrara que fuese un huraño de mal talante, ella celebraba todo, que al fin y al cabo en eso andaba celebrando la vida en medio de sus vacaciones de primavera.

 

—Y además con lindos ojos— esa observación hubiera querido que fuera para ella sola, pero su boca siempre la hacía poner en evidencia, aquel día el carmín abandonaba solo de ratitos sus mejillas, porque allí estaba de nuevo, pero vamos si la indiscreción era el tema de moda para la francesa desenfadada.

 

—Loida Forland, Jajaja pues muchas gracias por lo que a mi respecta Dietrich— dijo con sonrisa en labios por el cumplido que le acababa de hacer así como la reverencia, aún quedaban caballeros de buenos modales en el mundo moderno, eso era bueno, escucho que le preguntaba lo mismo a la otra mujer pero esta al igual que con ella no respondía.

 

—Allí están los precios— dijo al observar una especie de carta sobre el mostrador del lado del alemán, y sin inmutarse se acerco mucho al mago y paso su brazo por uno de los costados de Dietrich para tomarla, era un juego por supuesto pero quien podía culparla por hacer ameno el tiempo mientras le asignaban habitaciones.

 

—Umm me parece que el precio es accessible, pero no ofrecen alimentos, tal vez debamos dejar el equipaje e ir a comer a otro sitio— ¿Qué estaba haciendo? Eso era una invitación directa y abierta que bien podía el hombre rechazar y ella quedar como un zapato o bien seguía siendo lindo y aceptaba volviendo la situación como que fuera él el que invitaba.

[Edmund Browsler]

Andrew

 

El elfo caminaba cada vez más rapido por el callejón pues la noche caería muy pronto y su amo le había dicho que antes de las siete ya tenía que estar de vuelta en el castillo por algo de la excepción. Edmund le había explicado como funcionaba el Estado de Excepción, pero claramente Andrew no había captado mucho de lo que su amo le había enseñado.

 

— El refugio mágico —leyó en su lista y se paró en seco.

 

No tenía ni la menor idea de donde quedaba aquel local, por lo que literarlmente se le había caído el almas a los pies, ¿dónde encontraría aquel negocio en medio de tantos establecimientos? Concibió que lo mejor era ir de uno en uno, pero después de una media hora intentándolo, descartó esa idea. Así que empezó a preguntarles a los magos con quiénes se topaba dónde quedaba.

 

— Disculpe, señor, ¿sabe donde queda el refugio mágico?

 

— No, no lo sé —respondió honestamente un mago barrigón.

 

— ¡Señora, señora, señora! ¿Sabe usted donde queda el refugio mágico?

 

— No, no lo sé y no molestes —replicó una bruja con mirda severa y ropas elegantes.

 

Al rato, Andrew ya se había cansado y también había perdido las esperanzas. Estaba en el centro del callejón diagon, hundido en la multitud y sudando a chorros. Entonces vio un pequeño local frente a él, de color blanco y tejado de color vinotinto. Con un letrero grande que citaba "El refugio mágico". A Andrew no le cabía la alegría en su rostro y salió disparado como una flecha hacia dicho local para entregar la invitación.

 

http://img856.imageshack.us/img856/5240/invitaciones.png

[Laimi Evans]

Entre con suma lentitud a aquel lugar, jamás había estado en el antes pero cuando mi hermana melliza me propuso ser una de las socias del lugar no dude un segundo en aceptar puesto que amaba pasar tiempo con esa loca puesto que desde antes de nacer ya estaba con ella. Con paso ligero comencé a recorrer el lugar observando cada detalle, todo era perfecto desde los cuartos hasta la piscina y los jardines.

 

Justo en ese instante una sorpresa se me vino a la cabeza por lo saque mi varita y de ella salió una adorable forma era un conejo cabeza de león color plateado el cual viajaría donde se encontraba mi amiga Niqqui y le daría una amistosa invitación para pasar un tiempo conmigo, de seguro nos divertiríamos bastantes puesto que hace muchísimo tiempo no la veía.

Ahora solo quedaba esperar, me senté en uno de los sofás del hall esperando a que el tiempo pasara con rapidez, di un leve suspiro y un elfo domestico se acercó a observarme, le devolví la mirada y sonreí.

 

-Hola…¿puedes preparar algo para comer?, mi amiga llegara en unos momentos y de seguro tendrá hambre , además que yo también tengo un poco – le dije mientras me observaba con ojos asustados y algo sorprendido, de seguro no muchas personas lo trataban as pero eso no me lo impedía a mi hacerlo .

[Alecsa Atkins]

Se encontraba recostada en su cuarto, mirando el techo, pensando en miles de cosas que sucedían a su alrededor. Cerro sus ojos unos segundos y los abrió, dando un ligero salto al ver aquel patronus. Suspiro al tiempo que escuchaba el mensaje y sonreía ladina, ya era tiempo de ver su amiga.

 

 

Se levanto tomando su chaqueta y camino a la salida de la mansión, camino un tramo de las calles de Ottery hasta aparecer fuera de aquel local que su amiga menciono. Se acomodo el cabello a un costado y entro a paso seguro al lugar, mientras su mirada analizaba todo a su alrededor. Sonrio ampliamente al ver a Laimi y camino hacia ella que estaba dandole la espalda. Al llegar le tapo los ojos cual niña pequeña.

 

 

 

- ¿Quien soy? -dijo con fingida voz infantil.