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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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despues de ser atendido por un elfo ,una criatura que realmente llamaba su atencion , este desaparece pero en cuestion de minutos lo toma por sorpresa al vampiro observándolo y preguntando su nombre ,algo le decia que era maida quien lo enviaba

 

-soy marcos alcott fui acompañante de Maida en la gala de navidad -

 

luego de estas cortas plabras aquel ser lo dejo pasar tomándolo un poco del extremo inferior de la chaqueta de cuero ,guiándolo a la sala donde se encontraba ella la primera mirada que le dirigió el vampiro ambos la esquivaron ,el se sentia culpable por lo que habia ocurrido en la gala realmente habia sentido que toda su caballerosidad se perdio en un segundo ese dia . pero tenia que ser fuerte y decirle algo.

 

Hola Maida perdoname por lo que ocurrio no se bien que paso pero no quiero que te enojes conmigo de mi tienes un gran aprecio

 

las palabras llegaban a mostrar la culpa que sentia en ese momento , mientras fisicamente estaba distante de ella .

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Efectivamente, Mushu, identificó al vampiro como Marcos Alcott y por ende, lo escoltó con rapidez hacia el jardín trasero, justamente en el lugar de las mesitas, dónde se encontraba una ya sonrosada Maida aún aferrada al libro de la muggle como si en el lomo de aquel objeto encontrara la calma que necesitaba para afrontar la conversación tan embarazosa luego del encuentro en la Gala de Navidad. ¡Debió haber tenido más amigas en el colegio! Aquello le habría servido mucho para este momento, pero no, ahí estaba ella, sola con sus nervios y las palabras agolpándose detrás de sus dientes.

 

Intentó verlo un par de segundos, pero no, fue incapaz de sostenerle la mirada, y lo peor fue cuando su voz golpeó sus oídos disculpándose por el beso, y ya ella dejó de entender nada. Es decir, si había estado mal ponerse en esos planes, pero la culpa no había sido entera de Marco, ella misma se había dejado llevar, y es más, ella se había puesto solita en semejante situación, quizá si no hubiera aceptado su abrazo, o la invitación misma, no, claro que no...esos gestos podían darle a él la imagen equivocada y bueno, adelantar ese tipo de acciones entre ambos.

 

En un último esfuerzo por calmarse, dejó el libro sobre la mesita y pasó su mano por su boca, como si aquello ordenara las palabras que ahí dentro desordenadas, pugnaban por salir. Respiró hondo, y le señaló la silla frente a ella.

 

Buenas tardes Marco —saludó con voz mucho más tranquila de la que esperaba, e incluso logró sonreírle sin que sus ojos se chocaran con los de él—, no hay nada que disculpar, realmente creo que ambos fuimos un poco imprudentes y bueno...quizá salir así te dio la impresión de que yo estuviera enojada contigo, cuando en realidad, estaba un poco aturdida aún por el hipogrifo y por el b...—se interrumpió a si misma dándose cuenta de no poder decirlo en voz alta aún sin sentirse avergonzada—, por el suceso. No quiero que pienses mal de mí, normalmente no me comporto así, ni permito esos comportamientos a mi alrededor.

 

Resopló un poco más aliviada y decidió pasear su mirada azul por detrás del vampiro, allá dónde se veían las lindes del jardín y los arbustos parecían siempre un poco más alborotados de lo normal. Su elfo nuevamente hizo acto de presencia esta vez portando una bandeja con fresca limonada y unos pastelillos de chocolate, colocó todo en la mesa, se aseguró de que el ánimo de su ama no hubiera flaqueado y desapareció.

 

Sírvete lo que gustes, si deseas otra bebida, estaré encantada de poder brindartela —curiosa, descubrió en las manos de él, el bolso blanco que daba por perdido y una caja de chocolates que estaba segura, tenía algunos espacios vacíos, aquello le hizo mirarlo directo a los ojos, confrontar la mirada en la que se perdió semanas atrás, en Navidad—, creo que esos chocolates son míos. ¿Cómo has estado, Marco?

 

@@Marco Alcott

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Le agradaba ver el castillo con movimiento otra vez, jamás sería el de antes eso estaba claro pero al menos no era la fatídica desolación que había encontrado ante su regreso. Ya de por sí consideraba un gran éxito haber convencido a su madrina para que se mudara con ella, Lyra había sido para ella una imagen materna desde su temprana adolescencia en Inglaterra pero los años y sus distintas actividades les habían distanciado, al menos hasta ahora que la minina por fin había accedido a vivir en la Trviani. Estaba en el salón cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta, no se apresuró en responder pues imaginaba que los elfos se harían cargo, sin embargo los minutos pasaban y nadie acudía.

 

- ¡CHUCK! – Rugió la Black cerrando el libro de un sopetón - ¡Chuck! ¡¿Dónde diablos se metieron estas bestias ahora?!

 

Los sirvientes brillaban por su ausencia. Una característica que no había cambiado en aquel castillo a pesar de los años era la peculiaridad de sus elfos, todos casi tan locos como sus propios amos, rebeldes y algo irreverentes. Finalmente se incorporó soltando una sarta de palabrotas poco propias para una dama, arrojó el libro sobre el asiento y se dirigió hacia el vestíbulo sin dejar de maldecir contra todas aquellas criaturas del mal que se hacían llamar sus asistentes. Juró venganza y se apaciguó ligeramente de solo pensar en lo que les haría ni bien los encontrase, aquello de por sí logró arrancarle una siniestra sonrisa. Abrió la puerta esperando encontrar algún representante ministerial, molestando con algún servicio que de entrada rechazaría, pero la persona que encontró del otro lado del umbral logró erradicar su mal humor por completo.

 

- ¡Lyra! – Exclamó la mortifaga olvidando todas las penurias de los elfos y esbozando una amplia sonrisa – Me has alegrado el día, ven, pasa por favor – agregó al tiempo en que se quitaba del camino para dejar que la Ivashkov pasara. - ¿Quieres algo de tomar?

 

No sabía si es que habría alguien disponible para servirles pero como anfitriona ella debía cumplir con la obligación de ofrecérselo, aunque significara que ella misma tendría que ir a la cocina a buscarlo.

 

@@Lyra Katara Selwyn

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Suspiró. Al final sus planes de poner de cabeza el castillo se habían echado abajo en cuanto Alyssa se olió lo que su sobrina traía en manos, y la ojigris no estaba acostumbrada a ser descubierta con tanta facilidad. ¿Es que tenía una bola de cristal que le avisaba cada paso que fuese a dar?¿O realmente se parecía tanto en carácter a su madre que ello le hacía predecible? De todos modos, fuere cual fuere la respuesta, Apocalipsis quedaba descontado en sus proyectos de "remodelación" de su hogar.

 

Una de sus manos fue a parar al bolsillo derecho, en donde guardaba con cierto recelo una nota robada. Días atrás había vuelto a entrar en la habitación de su hermana mayor y extrajo una hoja de uno de los libros de la pequeña biblioteca de Gyv, seguramente cuando se diese cuenta se pondría furiosa. Y ese pensamiento sacó la primera sonrisa, en mucho tiempo, en los labios de la zingara. Chuck, que había estado observándola todo ese tiempo, ladeó la cabeza para confirmar si se trataba realmente de una sonrisa o si sólo era producto de su corta imaginación.

 

Candela releyó una vez más la nota escrita y murmuró por lo bajo unas cuántas palabras, como si intentase recordar algo relacionado con lo que tenía entre sus manos. No lograba descifrar una de las frases, la encontraba por demás confusa, pero al cabo de unos segundos algo le vino a la mente.

 

― Sí, ama. ―dijo Chuck antes de que la Triviani pronunciase palabra.

 

― El castillo tiene pasadizos secretos... ―no era una pregunta― lugares secretos. Mazmorras, sótanos debajo de sótanos...

 

― Túneles... ―colaboró el elfo.

 

― Túneles... ―repitió Candela y, entonces, se le iluminó lo mercurio de sus ojos― Túneles...

 

Chuck la miró con extrañeza, no se imaginaba el interés de la bruja por ellos. Pero la gitana guardó la nota, evidentemente satisfecha, y salió de su habitación. Debía explorar.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Las miradas de ambos estaban fijas los ojos azules que recordaba a la perfección desde que los había visto por primera vez le hacía entender el motivo de estar ahí , sin perder tiempo se acerca a ella extendiendo la mano invitándola a pasear por el inmenso jardín.

 

-Ven vamos a pasear deberíamos empezar de nuevo, así que a tu servicios Marco Alcott por ahora ya que busco a mi madre, y vengo a dejarte tu pequeño bolso al igual que los chocolates que te regale lo tenía como algo pendiente que no podía cumplir pero ya estoy aquí, feliz de verte aunque espero que no te esté incomodando ya que no me habías buscado ni contado donde encontrarte.-

 

Esperaba que la joven aceptara su invitación para caminar por el inmenso jardín rodeado de una belleza grandiosa, mientras desviaba un poco la mirada sobre ella para tomar un vaso de limonada, mientras después alborotaba su cabello un poco. Dé golpe una sensación llamo su atención empezaba a preguntarse quieres Vivian allí, no entendía la curiosidad que había nacido pero no podía llevarle importancia en ese momento.

 

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Luego de haber aparecido en las afueras del hechizos antiaparición, el joven Lestrange cayó de rodillas y un rugido ensordecedor brotó de su garganta, un sonido que helaba los huesos, la sangre y hasta su propia alma. ¿Tendría alma? Agatone se lo había preguntando decenas de veces en lo que llevaba como vampiro y, a pesar de no haber podido obtener una respuesta clara, sabía que al menos estaba maldito. Eran novato en aquella condición y posiblemente aquel era el problema por el que no podía controlar las extrañas y contradictorias emociones que recorrían su cuerpo.

-Por Chuck- susurró con exaperación, centrando sus dedos cual garras aldededor de su garganta para intentar calmar aquella sed, aquel deber que a medida que pasaba el tiempo era más difícil de enfrentar. Era como lejía ardiente que recorría sus venas, escalofríos incontrolables que tensaban sus músculos, movimientos convulsivos que le dificultaban la respiración. Eran sentimientos y emociones humanas que luchaban por permanecer con él mientras la ponzoña, aun después de tanto tiempo, quería ganar el reinado que era su alma.

Vomitó con un movimiento espasmódico de su abdomen aunque nada salió de su boca. Luego de la segunda arcada una sustancia negra cayó en el suelo manchando su barbilla, sin llegar a ser del todo líquido ni gaseoso. La misma tiñó el verde cesped y emanó un abominable hedor a putrefacción. Sabía que podrían haber sucedido cosas graves que no habría de saber enfrentar, pero estaba seguro que al ser un mago podría controlarlas. Un mago... He allí el dilema. Un muggle que se convertía en vampiro tenía la travesía más fácil pero, cuando aquel veneno mortífero interfería en un cuerpo saturado de magia, eran dos los diferentes poderes que luchaban dentro de él para hacerse con su identidad. ¿Cómo nunca había oido de otros magos vampiros en aquella situación? ¿Qué le había causado símil padecimiento?

Aun se encontraba lejos de la puerta del imponente castillo que otrora le hubiese fascinado. Pero en aquel momento, con los rayos rutilantes de infinitos colores que surcaban su campo de visión, apenas sabía lo que se encontraba delante de si mismo. Y no había más magia que pudiera utilizar porque sus ultimas energías las había consumado al aparecerse. No era la primera vez que se preguntaba si estaba en el lugar indicado pero, al haber recibido expresas instrucciones de su victimario que lo había sumergido en aquel infierno, estaba dispuesto a hacer lo necesario para terminar con su suplicio.

-¡Triviani!- exclamó con vesania, con ojos llorosos, mejillas enrojecidas y el palpitar de corazones a la distancia que lo indusían en un frenesí incontrolable-¿Cómo... demonios... haré...?- susurró con pesar.

 

Aún recordaba los sentidos y emociones humanas con los que había crecido, aquel desarrollo de años que lo habían llevado hasta ese momento que creyó su vida estaría completa, feliz y radiante de prosperidad, hasta que un ser demoníaco lo convirtió en lo que era en ese momento: un monstruo.

Miró el libro que cayó del bolsillo de su chaqueta de cuero marrón, un pequeño libro que había adquirido tan solo dos días atrás y que ponía "Libro del Aprendiz de Brujo". Era irónico, porque sabía a ciencia cierta que aquel libro le enseñaría secretos hasta ahora desconocidos pero que aquel momento de desesperación, de nada le serviría. Lo lanzó a un costado intentando ponerse de pie y caminar hacia el castillo, cuando una horda de elfos domesticos pasó corriendo por su lado llevando el cuerpo de un hombre que, sin duda alguna, estaba muerto.

-¡Dios mio! ¿A dónde he venido?- agregó con un vehemente desasosiego, sabiendo que allí podría encontrar dos cosas: salvación o perdición.

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Tomó entre sus manos el bolso blanco que había usado en la Gala de Navidad y le sonrió. Sonrisa que desapareció en cuanto vio que Marco le extendía la mano y la invitaba a dar un paseo en los jardines. ¿Había dicho su madre? Ella a pesar de no ser parte directa de la familia Triviani, aún ostentaba una habitación en el castillo, y el que el joven estuviera buscando a alguien tan importante, sólo podía significar una cosa: eran familiares.

 

Se puso de pie sin tomar su mano pero dedicándole una sonrisa, mientras conjuraba un par de guantes que cubrierons sus brazos y pudo tomar el suyo, dejó que terminara su bebida para acompañarlo a caminar un poco mientras pensaba que si resultaban ser familiares, lo mejor sería pasar una temporada con los Ivashkov, como siempre, buscar refugio en la falda materna.

 

Gracias —le dijo mientras lo guiaba a los bordes del jardín y dejaba que si vista se paseara por los arbustos lejanos—. ¿Así que eres un Triviani? Yo soy ahijada de Alyssa, y te aseguro que si perteneces a su familia, encontrarás en ella todo el apoyo que necesitas en cada paso que des.

 

Recordó con gracia el truco de usar guantes para evitar el contacto directo con los hombres, un miedo que parecía ir calmando poco a poco, quizá era porque el recuerdo de Agares poco a poco se iba desvaneciendo de su mente. De costado, miró al vampiro al que hace unas semanas había permitido que la besara, y bueno, para que negarlo, ell también había respondido unos segundos sin temor alguno. Antes eso no habría sucecido de ninguna manera, y se preguntó, si aquello tenía significado alguno.

 

Marco, ¿quisiera que te haga un ligero paseo por el Castillo? Las habitaciones son hermosas —le comentó cuando ya estaban por llegar a los arbustos laterales—, no te voy a mostrar la mía, pero puedo señalartela en caso que necesites buscarme o algo.

 

@@Marco Alcott

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― ¡Triviani!

 

Candela había escuchado un grito en la lejanía. Aunque ignoraba de quién se trataba, le provocó cierta curiosidad saber por qué se nombraba el apellido de su familia. ¿Se trataba de otra guerra? De ser así aprovecharía para poner de cabeza al castillo y encontrar lo que estaba buscando. Pero algo en la mirada de Chuck le decía que no se trataba de una batalla, el elfo estaba inquieto, nervioso. ¿Hacía cuánto que no lo veía así? Especialmente porque no era uno de los elfos más temerosos del castillo, él era un tanto diferente.

 

El largo pasillo que recorría en esos momentos le impedía asomarse a la ventana más cercana para espiar hacia afuera, los muros se cerraban al final del camino dejando a la vista nada más que un reducido túnel, un agujero lo suficientemente grande para dejar pasar el pequeño cuerpo de la bruja; quien, porque su curiosidad es mucho más fuerte que su voluntad, se detuvo a unos metros de su destino. ¡Por fin había encontrado el camino ideal hacia la realización de sus nuevos planes! Sólo tenía que pasar algo para que lo fastidiase todo.

 

Desapareció tras una voluta de humo, y Chuck la siguió.

 

Su reaparición en los jardines delanteros del castillo fue algo más de lo que podría avergonzarse. Sus pies desnudos se afianzaron con torpeza sobre la rama de uno enormes árboles que allí habían, pero no fue una muy fuerte, de modo que, al sentir el mínimo peso de Candela, se partió. La Triviani cayó sentada sobre el césped y Chuck, para no hacer sentir mal a su ama, cayó de igual manera; un gesto bastante est****o, consideró la gitana, por lo que le dio un tirón de orejas por atrevido.

 

― ¡Ama, mire! ―exclamó Chuck señalando una figura en las verjas de la entrada― Allí, hay un hombre...

 

Y efectivamente, se trataba de una silueta masculina.

 

― ¡Dile que no hacemos caridad! ―espetó mientras se sacudía las hojas del maltrecho vestido― Que se vaya, o lo echaré a...

 

Pero el elfo ya no le prestaba atención, había corrido hacia el hombre y lo examinaba mientras le pasaba el parte, a gritos, a Candela. Se trataba de un joven, aparentemente herido, según Chuck. Sin embargo, la Triviani le hizo un gesto con la mano. No le interesaba lo que tenía para decir.

 

― Ama... ―la criatura había tirado de su falda en un segundo y al siguiente se encontraba frente al muchacho.― ¿Y si muere acá? ¿Y si alguien lo encuentra y lo relaciona con esta casa? No querrá tener a todo el Ministerio haciendo cateos por ser sospechosos de su muerte, ¿o sí?

 

La bruja puso en blanco los ojos y se acercó, en el camino recogió un libro, se trataba del Libro del Aprendiz del Brujo; lo que le recordó estar en posesión de sus amuletos y, con una mano, frotó su anillo detector de enemigos. Nada pasó. Al parecer, el chico no estaba allí para hacer daño.

 

― ¿Quién eres? ―resolvió preguntar sin terminar de acercarse por completo, él aún afuera y ella del otro lado.― ¿Qué quieres?

 

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Nuevamente estaba afuera de aquel castillo, ¿por qué era eso? Afortunadamente en estos últimos meses comencé a conocer más a fondo a todos los linajes que por cuestiones de conflictos no habíamos tenido la oportunidad de convivir, todo por cuestiones absurdas como riñas, malos entendidos, habladurías... había sido un alivio el tener que alejarme de la Orden del Fénix para convivir más con todas las personas que había dejado de lado.

 

En los Triviani había encontrado dos personas en específico con las cuales logré conectar bastante bien, Candela y Alyssa, ambas brujas atentas en diferentes aspectos; la primera había sido una vieja amiga con la que volví a tener contacto y la segunda una guía dentro de la Marca Tenebrosa, sorprendentemente. Por ello estaba ese día afuera del castillo, quería poder convivir más con dicha familia antes de desenvolverme en otras áreas personales.

 

Aunque debía de aceptar que me sentía bastante familiar con dicho hogar, algo me decía que esto no sería únicamente una visita social... supongo que era una corazonada.

 

@@Candela Triviani @@Alyssa Black Triviani

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-¿Quién eres?- supo escuchar luego de lo que le pareció una eternidad. -¿Qué quieres?-

Haciendo acopio de todas las fuerzas que pudo reunir, alzó la vista. Una gris mirada le observaba con aprensión, unos ojos calculadores ocultos tras una piel infinitamente blanca. Venía acompañada por un pequeño elfo que parecía dubitar entre el miedo y la incertidumbre. Agatone intentó incorporarse, evitando pensar en el dolor de su pecho con aquellas venas que habían dejado de funcionar. Ya no corría sangre por ellas sino que esta se había estancado para siempre. Su fría piel se había endurecido al igual que su voz, pero el proceso no se encontraba completo por lo que el dolor no parecía menguar.

-Lestrange- musitó con una débil voz. Al intentar volver la mirada a la bruja, apoyó su mano en la hierba pero terminó sobre la mancha de aquella sustancia negruzca que había emanado. Con un dejo de repugnancia bajó la vista intenando respirar calmadamente. -He recibo órdenes de... de acudir aquí en caso de... de que esto se descontrolara- concluyó.

Agatone sabía que aquella era una pobre explición en un intento de buscar ayuda, pero no sabía si sería prudente mencionar el nombre de aquien le había dado dicha información. Y por otro lado, no podía evitar el desasosiego y vergüenza por encontrarse en aquel enredo. Desesperado. Pero las órdenes habían sido claras: si el proceso se salía de control, en el castillo de los Triviani encontraría ayuda.

El problema era que Agatone no sabía qué tipo de ayuda necesitaba, y la primera impresión de aquel magnánimo castillo no había sido positiva. Más allá de que él mismo se consideraba más monstruo que humano con cada minuto que pasaba, no podía evitar la sensación de estar dirigiéndose hacia su propia perdición. Pero, ¿habría salvación para alguien como él?

-Yo...- dudó. -Quizás ya lo haya notado, pero me encuentro en una situación comprometida. Quizás usted...- volvió a detenerse, mirando nuevamente los ojos de la mujer, de esa infernal mirada que parecía no emitir emoción alguna. ¿O era Agatone quién ahora era incapaz de percibir emociones humanas? -Quizás usted pueda ayudarme-

 

@@Candela Triviani

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