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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Debia esa visita desde hacia mucho, por lo que esa vez con todos los anillos ganados y acomodados en su respectiva cadena, con todos los consumibles que tenía en el monedero de piel de moke que se encontraba en la misma mano donde tenía mi varita, desapareci de mi cuarto en Chrookshanks para aparecer fuera de los terrenos del castillo Triviani.

 

Sabia que al ser miembro de la familia podía netrar en algunas áreas del castillo, tenía que investigar bien cuales. Sin embargo, era mejor ser cortes y avisar de la primera llegada de alguien a un castillo. Alise las arrugas imaginarias de mi pantalón dde mezclilla negro. Llevaba una playera de manga corta color peridot. El gatito del tatuaje en el antebrazo izquierdo miraba a todos lados con atención.

 

Afortunadamente los tenis eran cómodos por lo que me permitían caminar largas distancias sin cansarme, para disfrutar los jardines.Estaba tentada a convertirme en una minina persa blanca y arañar los árboles, pero no sabia que criaturas vivian ahi. Mejor investigar que arrpentirse. Llegue por fin a la puerta principal del castillo y toque tres veces, esperando que alguien me recibiera. Una vez que me dieran alojamiento en la familia también, podría curiosear con mayor libertad.

 

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@@Alyssa Black Triviani

Editado por Lyra Katara Selwyn

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Gyvraine apenas abrió la boca para poder siquiera reclamar del contenido del caldero como prueba fehaciente de que Candela le había robado, cuando éste salió por la ventana con todo y el elfo que había estado ayudando a su hermana. sus celestes ojos se quedaron todo un segundo mirando el espacio por el que había salido aquella precaria poción y justo antes de girarse hacia la gitana ésta saltó por entre las cortinas, como siguiendo el mismo camino del Chuck.

 

- ¿Qué demonios? - susurró tratando de detener a su hermana, aunque era demasiado tarde, pues ésta ya caía hasta donde parecía se celebraba una fiesta de té - ¿Es en serio que así vas a escapar? - dijo a la silueta de Candela que ya había llegado a tierra firme. La Malfoy jamás había entendido la psicología de la hija menor de Aland, pero no cabía duda que jamás se había quedado quieta.

 

Desde lo alto contempló la escena, tratando de identificar a quienes habían sido interrumpidos tan de sorpresa por la Triviani y logró ver una cabellera de un color inconfundible, así como una chica más y por un momento la idea de ver la cólera de Alyssa contra Candela se le antojó particularmente divertida. Los modales de su hermana jamás habían sido los mejores y, por supuesto, siempre era un espectáculo digno de ver el cómo su tía trataba de lidiar con ellos.

 

- Ya recuerdo qué extraño de este lugar - susurró para sí, apoyada en el marco de la ventana, al tiempo que hacía una floritura para que los restos de poción dejaran al elfo libre, así como sus heridas comenzaron a sanar - sus malditos chillidos no me van a dejar escuchar - se quejó con un dejo de aburrimiento, mientras hacía una floritura más y el Chuck desaparecía del jardín.

 

Agudizó el oído y apenas unos cuántos fragmentos de la conversación llegaron hasta ella, ni el haber desaparecido al elfo había ayudado en nada, no había más remedio que acercarse más. Sabía que la palabra baúl había salido de entre los labios de Candela, y algo en su interior le recordaba a gritos que su hermana no buscaba cosas viejas solo por qué sí y, muchos menos, después de haber saqueado la alacena de ingredientes.

 

- Creo que tendré que saludar a la familia - se dijo con nula emoción en la voz, ya que desde hacía días prefería no toparse con nadie que hubiera formado parte de su vida, pues sabía que se darían cuenta de la laguna mental de la que pretendía sufrir. Echó un último vistazo a la alcoba de su hermana en busca de alguna pista del robo de sus ingredientes, pero estaba consciente que no encontraría nada, todo había sido perfectamente limpiado y, sin más, salió de nuevo al pasillo.

 

Mientras avanzaba paso a paso por el pasillo trataba de recordar cuántas veces había estado en el castillo después de su graduación de la academia y se dio plena cuenta que el lugar que había sido su refugio en su niñez, apenas si era relevante en su vida posterior. Avanzando como por inercia había llegado hasta la planta baja, pero justo antes de girar hacia el jardín donde había caído su hermana, escuchó que alguien en el hall pronunciaba su nombre.

 

Gyvraine se detuvo en seco y frunció el ceño ligeramente, pues no había reconocido aquella voz y volviendo sobre sus pasos fue con cautela hacia donde, al parecer, continuaba una amena plática de un sirviente con alguien a quien la bruja no lograba reconocer. La Malfoy se quedó oculta tras una columna, intrigada aun por la extraña curiosidad de aquel visitante, al que aun no sabía qué tan de confiar era.

 

- ¡Chuck! - dijo Gyvraine saliendo de su escondite y fulminando al elfo con la mirada ante su indiscreción frente a un completo extraño - ¿Se puede saber quién demonios te permitió revelar información familiar? - elevó una ceja expectante a la respuesta del elfo y, sin esperar más de un par de segundos, se dirigió al visitante - ¿Y usted es? - preguntó dejando los formalismos de un saludo de lado, pues después de que había estado interrogando al Chuck sobre su lugar en la familia Triviani, la Malfoy no creía que el hombre merecía consideración alguna.

 

 

We're always one...

.::Familia Malfoy::. ||Vacaciones Administrativas (?)||.:Familia Triviani:.

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Mirshka Dupont

 

 

Sonreí cuando pude ver una visión en mi mente, Gyvraine llegaba hasta ese sitio para enfrentarse conmigo frente a frente por lo que había proseguido con el interrogatorio al elfo... lástima, el pobre tendría que sufrir las consecuencias de sus acciones y yo, bueno, yo simplemente tendría que hacerle frente a la bruja que llegaba.

 

Era una fortuna presentarme con esa apariencia en vez de la del fenixiano, al menos tendría unos segundos de ventaja.

 

- Mirshka Dupont, - me presenté sin más - estoy buscando a Louise Norghdam, ¿se le hace familiar el nombre?

 

Estaba tranquilo, confiaba en mi capacidad de poder mágico para salir de un encuentro aleatorio en cualquier parte de este país y, por lo que entendía de las costumbres británicas, preferían investigar un poco a su contrincante antes de lanzar un conjuro al aire. Aburridos, pero astutos.

 

- Seguramente no, - me apresuré a decir - es por eso que vine a ver a Candela, aunque si está ocupado no molesto, esperaré con paciencia a que las cosas estén más tranquilas.

 

Claro, no podía decirle que planeaba primero saber más de su actual familia, sería un error el desenmascarar a mi hermana debajo de aquel cuerpo... aunque sabía perfectamente que la bruja sabría comportarse.

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Chuck

 

 

En cuestión de segundos sucedieron varias cosas a la vez que el pobre elfo no pudo manejar. La señorita Gyvraine, al parecer, se había separado de su hermana y se encontraba ahora recriminándole el haber revelado parte de la historia familiar que, no sabía, era secreto. Y además, no, bueno en realidad sólo sucedió una cosa, pero a Chuck le dio la impresión de que había sido mucho para su pequeña mente.

 

De modo que esperó a que sea el momento indicado para poder presentar sus respetos a la señorita y no pecar de inoportuno, de algún modo ya le había empezado a temer al mago que, en ese momento, se presentaba como Mirshka Dupont, y no quería interrumpirle. Mirshka, un nombre bastante extraño, pensó Chuck.

 

— Señorita, —dijo por fin cuando no corría peligro de ser maleducado— él señor Dupont dijo ser familia de la señorita Candela, creí... creí que... —dudó.

 

Tal vez había sido mala idea el seguirle la charla a aquel hombre, temía la reacción de la señorita, pero temía más la de la gitana cuando se enterase de lo que estaba pasando dentro del castillo. ¿Y si la señora Alyssa se enteraba? No quería saber, no quería imaginárselo. ¿Era mentira que era familia?

 

 

******

 

@@Gyvraine C. Sullivan @Ishaya

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Mirshka Dupont

 

 

El elfo doméstico comenzó a balbucear ante la llegada de la nueva bruja, miembro de la familia por supuesto, por lo que caminé hasta la pequeña criatura mientras jugaba con los amuletos y artefactos en general que traía encima mío, todos ganados en los cursos de los libros de hechizos de los guerreros Uzza, una de las pocas cosas que me agradaba de Ishaya: se había mantenido con el deseo de conocimiento y poder.

 

Analicé brevemente a la bruja en su lenguaje corporal ya que siempre decían más de lo que creían en general las personas y ella no era la excepción, por supuesto.

 

- Me sorprende que alguien de tu raza sea tan educado, - comencé decirle justo cuando me interpuse entre aquella mujer y el pequeño elfo - generalmente los vampiros actúan por instinto más que por ética.

 

Una vampiresa británica, algo demasiado común en aquel viejo país, demasiado 'elegantes' si los comparábamos con sus semejantes en Europa del Este, todo por querer mantener unas viejas costumbres propias de su anterior forma mortal o simplemente por costumbre. Muy triste.

 

- No puedo creer que sigan teniendo a éstas criaturas como sirvientes, pero supongo que entre mayor comodidad mejor para todos ustedes; al final de todo son ellos los que van a seguir evolucionando su poder mágico mientras que ustedes... bueno, me alegra que su comunidad sea bastante próspera.

 

Ironías, toda Inglaterra estaba repleta de ironías con sus nativos.

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  • 4 semanas más tarde...

Bridget Wenlock

Servicios Administrativos del Wizengamot

Empleada


El sol ya empezaba a descender para el atardecer, y aunque había amenazado con nevar todo el día, las nubes empezaban a dispersarse, como resignadas. Eso sin embargo no elevaba la temperatura ni un ápice, pues Bridget continuaba viendo el hilillo de vapor que producía su respiración al chocar con el helado frío que la rodeaba. El trabajo que le quedaba era mínimo, y aunque disminuyera la velocidad a la que caminara, era evidente que terminaría justo antes de que anochezca.

Y así divagando con sus pensamientos sobre cosas vanales, llegó a su siguiente destino: el Castillo Triviani. Le tranquilizó volver a ver una arquitectura del tipo italiano, hecho enteramente de roca y figuras de animales enormes y ostentosas. Allí era más extraño ver estructuras lisas o humildes haciendas que un hogar como el que tenía en frente, demasiado grande para habitar a todos sus integrantes, pues parecía que la situación económica en Ottery iba tan bien que sus ocupantes no podían evitar demostrarlo.

Extrajo uno de los últimos pergaminos violetas y con la varita hizo que este volara sobre el estanque que daba la bienvenida a la propiedad, hasta la inmensa puerta de ingreso tallada en madera. Hecho aquello continuó con la caminata hacia la siguiente mansión.


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SemperFidelis

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  • 3 semanas más tarde...

Con el lío de las fiestas de fin de año muchos de los miembros de la familia parecían haber abandonado el castillo para pasar vacaciones fuera, Candela se contaba entre ellos ya que había decidido refugiarse en su negocio en el Callejón Diagón. Detestaba las fiestas con todo su ser, le parecían cínicas los falsos deseos de buenaventura que se deseaban unos a otros y ese "deber" que tenían todos de hacer una fiestecita o reunirse con gente a la que veían una vez al año y sólo para transacciones de dinero, nada más.

 

La Triviani había regresado a su hogar luego de unos días de paz y tranquilidad y, ya pasadas las fechas indeseables, comenzaba a extrañar el lugar que la había visto crecer. De modo que, cuando pisó nuevamente el castillo Triviani, se extrañó de no ver a ningún elfo recibirla. Dejó caer su morral en el piso y continuó su camino hasta la cocina, tal vez se encontraban preparando comida. Esas bestias no hacían más que comer mañana, tarde y noche, y con la ausencia de la familia, pues más aún.

 

No. Nada en la cocina.

 

— ¡CHUCK!

 

El vozarrón estremeció cada rincón de la cocina, las copas tintinearon y las ventanas resintieron el mal trato.

 

— ¡CHUCK!

 

Al segundo llamado, un elfo enclenque y con expresión aterrada apareció frente a la ojigris.

 

— ¿Dónde demonios se han metido todos? ¿Y cómo es que apareces hasta ahora? Me quedaré sin cuerdas vocales si sigo gritando... Dame un vaso con agua. —el elfo obedeció al instante y aguardó a que la bruja terminase de beber— ¿Se han tomado vacaciones ahora que el castillo quedó solo?

 

— No mi señora, eso jamás... —su respuesta fue inmediata— Es... No sé como decirlo... Verá...

 

— No divagues Chuck, me molesta que des tantas vueltas... —le clavó la mirada al elfo para obligarlo a soltar lo que tenía que decir.

 

La criatura tragó saliva antes de responder, le incomodaban esos ojos grises que parecían estar atravesándote con cien cuchillos a la vez.

 

— Es una de las torres ama... algo está pasando en una de las torres...

 

Candela trató de entender el significado que guardaban las palabras de su sirviente, pero por más que lo intentase no entendía, ¿qué torre?

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~ Mosquito ~          Ianello 

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  • 2 semanas más tarde...

Los días iban pasando y el vampiro en su cuarto recordaba aquel beso con tan dulce señorita pero la culpa lo confundía al borde de mostrarlo como un monstruo por como actuó ese día .

 

Sentía la necesidad de volverla a ver así pedirle disculpas pero no solo eso si no devolver el pequeño bolso blanco que había dejado olvidado en la gala junto a la caja de chocolates que el vampiro le obsequio. Debería recurrir aquel lugar donde comenzó todo desde e accidente para ver si conseguía información de su paradero de la forma que sea hasta el punto de tener que asustar a algún empleado para obtener la información.

 

Pero nada había sido difícil en sus manos estaba la dirección de la joven y agradeciendo su habilidad se presentó en la pierde donde vivía la muchacha, realmente era una edificación bastante admirable, dispuesto a tocar con firmeza la puerta con esperanza que fuera ella quien lo atendiera así no tuviera que dar explicaciones a nadie de su presencia en aquel lugar.

 

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La Triviani llevaba años con un secreto, un juramento que se vio obligada a realizar hace mucho tiempo, de la mano con un sacrificio que se cobró un gran precio en su vida. En sus comienzos como mortífaga, aquella primera vez que obtuvo el rango de Nigromante, mantuvo una fugaz relación con su compañero de bando Jocker Black Lestrange. Fue efímera para ambos y muy superficial, pero intensa al punto de dejarlos a ambos con una hija en común: Mía Black Lestrange. Fue una bendición para ambos, una noticia que recibieron con entusiasmo y que de hecho consiguió volverlos más cercanos de lo que jamás lo habían sido, pues la presencia de aquella pequeña niña creó entre ellos un vínculo del cual no había escapatoria.

 

Sin embargo nunca nada podía resultar sencillo para la mortífaga, siempre debía de surgir algún infortunio para alterar los escasos brotes de felicidad que surgían en su vida, y en este caso se trataba de la maldición que cargaba desde su conversión en demonio. El pacto que había realizado en aquella ocasión tuvo un efecto colateral en sus hijos, algo de lo cual ella no estaba prevenida, transmitiendo la maldición que había contraído a toda su descendencia. Jocker estaba furioso, culpaba a Alyssa de que su pequeña niña se viera obligada desde tan temprana edad a cargar con un legado impuesto, y a su vez la Triviani no tenía fundamentos para refutar a dichas acusaciones.

 

Él, invadido por la furia y el rencor, y ella, poseída por la culpa y la pena, llegaron a un acuerdo mutuo en el cual establecieron que Mía crecería con su padre hasta que tuviera la madurez suficiente como para enfrentar las consecuencias de la maldición que le atormentaba. Alejada de su madre, obligada a creer en mentiras sobre la temprana muerte de ésta última, la joven Black Lestrange creció apartada de sus raíces maternas e ignorando las bases de su procedencia. Sin embargo Alyssa se las arregló para estar presente en su vida como una mentora, como su protectora, pues una vez dentro del bando Jocker ya no podía mantenerla apartada de ella.

 

Ahora, tantos años después, había llegado el momento de cantar la verdad. La prolongada ausencia del Black Lestrange le había dado el valor necesario como para hacerle frente a la situación, ateniéndose a la posible catástrofe que podrían desatar sus palabras. Pero al fin y al cabo era su hija, y ella merecía saberlo.

 

- Mia – sentenció la Black con voz trémula – Gracias por haber respondido a mi llamado.

 

La había citado en su castillo sin dar mucha información al respecto, y ahora se encontraban sentadas frente a frente en el salón de la residencia Triviani.

 

 

 

Off: @@Mia Black Lestrange aquí el drama que me pedías *-*

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Maida Ivashkov podía considerarse una bruja mucho más que afortunada, no sólo tenía cerca de sí misma personas que la apoyaban, y que estaban dispuestos a colaborar en cada paso que daba, sino que además muchos de ellos, incluso le habían dado algo que se llamaba hogar, una de esas personas, era sin duda alguna Alyssa Triviani, su madrina, y una amiga personal de su madre biológica. Con todo eso encima, claro que podía, y que, como en ese momento justo, usaba una habitación dentro del Castillo.

 

Había pedido a su elfo doméstico que se asegurara de que estuviera localizada en una zona dónde no interfiriera con los asuntos familiares, silencioso, y de ser posible, incluso con vistas al jardín trasero, aunque, luego de su primera visita, había añadido además, mantenerse un poco alejada de Candela Triviani, no sse imaginaba despertandose todos los días con alguna sorpresa nueva que lograra causar algún paro cardíaco.

 

Justamente, llevaba días en el Castillo Triviani, siendo una de las criaturas más silenciosas del lugar, ya que luego de los sucesos en la Gala de Navidad, pues, su voz se había escuchado sólo lo minimo para decirle a su elfo doméstico las cosas que realmente le hacían falta. Así que, en medio de semejante quietud, que un sonido la desconcentrara de su lectura, la hizo saltar de su asiento en una de las mesitas del jardín trasero. Un viejo libro muggle que ella disfrutaba muchísimo, Persuasión de Jane Austen, una antigua escritora inglesa, casi salió volando de la impresión.

 

Se llevó una mano al pecho, justo cuando su elfo volvió a aparecer frente a ella.

 

Señorita, me temo que un joven con la descripción de su acompañante para la fiesta navideña, está en la entrada del castillo —dijo mirándola con divertida curiosidad mientras las orejas de la Ivashkov se tenían de rojo—, ¿Cómo debo proceder?

 

¿Qué se supone que haría ahora? Era precisamente de aquel momento que había estado huyendo desde hacía días, y claro, lo más fácil era decirle que lo mandara lejos, pero y ¿si volvía? ¿Y si otro familiar lo atendía? ¿Qué pasaba si alguien se enteraba de su indiscreción en la Gala? ¡Que bochorno! ¡Que vergüenza!

 

Maida se dedicó a acariciarse los dedos compulsivamente mientras podía sentir como el rubor se esparcía en sus mejillas, y el elfo esperaba indicaciones. Frunció el ceño y decidió, con una valentía que le aparecía muy de cuando en cuando, tomar el toro por las astas.

 

Hazlo pasar — y medio más tranquila, añadió— pero primero asegurate que sea el señor Alcott.

 

 

@@Marco Alcott

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