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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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La temperatura de la habitación subió. Los muebles se quejaron. Las ventanas se empañaron. Las velas se derritieron con el paso del tiempo. La botella de whisky se encontró con ropa interior en el suelo. Así fueron dándose ellos. Desenvolviéndose en la intimidad de las sábanas. Tomándose con fuerza y compartiéndose en la más pura independencia y libertad. Un ambiente de cuatro paredes no era más que un testigo de lo que ellos eran siempre.

 

Dicen que el sexo después de los 40 es el mejor. Cuando ya te conoces, sabes qué cómo te gustan las cosas así también en qué lugares innovar y por donde explorar. Y era costumbre que los dos se consuman en el punto más álgido del ritual. Tenían hasta ese reloj biológico. Pero esa noche Orión estaba un toque más preocupado por algo. Sintió las uñas de ella clavarse en sus pectorales y arqueó la espalda como pudo, ella estando debajo de él.

 

Se quedaron en silencio un segundo. Cuando Gatiux se iba recuperando le clavó la vista preguntando si algo estaba mal. Orión sonrió de lado.

 

De repente, el tipo se vio acostado, en la cama, mirando el techo, con la cara completamente colorada. Sus peludas piernas sobre los hombros de ella, que estaba arrodillada frente a él No sabía qué esperar. Dentro de todo iban por caminos conocidos. Lo disfrutaba, pero estaba curioso para saber cómo iba a terminar eso. Quiso mirar y Gatiux le puso la mano en el mentón. Estaba por hablar cuando puso los ojos como platos. Había algo diferente. Sentía dedos donde no los sintió jamás. Casi rompe las sábanas del fuerte agarre que metió. Y, como si tuviese un botón mágico dentro suyo, en un lugar poco común al cual ella había accedido, se desarmó.

 

Como si Orión hubiese venido con un botón de autodestrucción.

 

Quedó con los ojos en blanco, resoplando por la nariz. Soltó un leve quejido. Estaba completamente detonado. Estiró sus músculos.

 

Se acercó al borde de la cama para buscar sus bóxers. Había como una bolsita en el elástico. Con las uñas rompió la costura y sacó algo pequeño y brillante. Volvió y se acercó, sentándose con las piernas cruzadas y tomándole las manos.

 

- ¿Sabes? Hace mucho esperaba el momento correcto para esto, pero me di cuenta que todos son correctos contigo, Gatiux. Quiero que nuestras aventuras sigan hasta que cerremos los ojos para siempre.

 

Abrió la palma para dejar un anillo en la palma de ella.

 

- Así que… ¿qué dices? ¿Quieres casarte conmigo, Gatiux Malfoy?

 

Y lo dejó, desnudo los dos en la intimidad de una habitación.

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Gatiux sonrió. Estaba tumbada de lado en la cama pasando los dedos de forma distraída por el pecho de Orión, sus uñas trazaban caminos seseantes sin ninguna intención en particular más que no romper el contacto tras la explosión del clímax, mientras recuperaban el aliento. El fuerte brazo del Yaxley descansaba bajo su cuello, rodeándola en un semiabrazo laxo, notaba las yemas de los dedos de éste en su espalda. Y la felicidad cosquilleando cada fibra de su ser.

Le proporcionó a Orión su espacio cuando notó que éste se movía y se levantaba de la cama. Supuso que iría a beber agua o whiskey para hidratarse. Gatiux se incorporó mientras observaba cómo el otro se movía, deleitándose con los fuertes músculos de su espalda, tenía unas pocas de marcas rojas, pero nada sangrante o que fuera a dejar huellas por más de una hora.

Cuando Orión se sentó en la cama, ella hizo lo mismo solo que sobre sus pies. El corazón de la banshee comenzó a latir con ímpetu cuando un fuerte presentimiento la golpeó. Orión había tomado sus manos. Miró sus propias manos y luego los ojos azules del hombre. Esos que siempre lograban desarmarla. Sentía curiosidad y la boca seca. Tragó saliva, ¿estaba ocurriendo eso que creía?

"¿Sabes? Hace mucho esperaba el momento correcto para esto, pero me di cuenta que todos son correctos contigo, Gatiux."

Fue como si el tiempo se dilatara en un segundo infinitesimal que durase años. Una leve pausa en la cual las sinapsis del cerebro de la Malfoy enviaron más información de la que ésta podía procesar. Sonrió nerviosa al tiempo que apretaba las manos de Orión comprobando la realidad, temiendo haberse dormido y que esto lo estuviera generando el subconsciente. No, estaban allí. Y eran las palabras más bonitas que podía decir. Asintió suavemente, porque pensaba igual. No importaba en que lío estuvieran metidos, pero siempre era un buen momento si estaban juntos.

"Quiero que nuestras aventuras sigan hasta que cerremos los ojos para siempre. Así que… ¿qué dices? ¿Quieres casarte conmigo, Gatiux Malfoy? "

Orión puso sobre la mano de Gatiux un brillante anillo de oro blanco con un diamante engarzado. Era el anillo más bonito que había visto en su vida. Y no se creía que estuviera allí en sus manos. Lo recorrió con la yema de los dedos, sus ojos amarillos viajaron desde la joya hasta los ojos que tenía enfrente varias veces. La incredulidad se reflejaba perfectamente en su rostro, con los ojos tan abiertos como un cervatillo deslumbrado.

Y-yo...

Las palabras se le agolpaban en la garganta formando un nudo. Tragó saliva. Estaba sintiendo tantas cosas en aquel instante. Por supuesto que había fantaseado con aquel momento en muchas ocasiones, con Orión haciendo la gran pregunta, pero no había pensado que fuera a concretarse, manteniendo por siempre algo indefinido que trascendía mucho más allá. En otro tiempo Gatiux hubiera salido corriendo, escapando al verse superada por sus propias emociones, pero en la actualidad esa pregunta llenaba de dicha un corazón repleto de amor.

Sabía desde hace tiempo que Orión era el indicado, the only one, aquel que no la dejaría caer, su compañero de aventuras, al que había entregado su alma por completo. Quien después de tantos años hacía que el corazón de la banshee aleteara como las alas de un colibrí cuando aparecía en la misma habitación. Era amor, en mayúsculas y subrayado unas cuantas veces.

Sí... sí quiero. -contestó al fin- Casarme contigo me haría la mujer más feliz del mundo. Sí sí y sí.

Sonrió extasiada de felicidad pura, colocándose el anillo en el dedo anular de la mano izquierda. Alzó la palma por encima de sus ojos para observarlo desde otro ángulo. Era perfecto. Se abalanzó encima de Orión tras pegar un gritito de júbilo, agarrando la cara de éste con ambas manos y besándolo repetidamente. Poco importaba que estuvieran completamente desnudos. Eran ellos dos, sin ningun artificio, y esa pregunta le acababa de hacer la mujer más dichosa sobre la faz de la tierra.

De pronto, Gatiux recordó algo y se levantó como un resorte de la cama.

¡Espera un momento! -salió disparada de la cama y le apuntó con el dedo índice- ¡Y ni se te ocurra moverte de ahí!

Corrió hacia un armario y se metió en él, conectaba secretamente su habitación en la Mansión Malfoy con su homónima en el Manor Yaxley. Volvió cuando no había pasado ni medio minuto, agitada por la carrera y saltando en la cama al lado de Orión, que enarcaba una ceja mientras Gatiux reía.

Yo... de algún modo sabía que esto sucedería algún día.

Antes muerta que admitir que había visto el anillo que llevaba en su dedo anular mientras se hacía pasar por otra persona en un antro de mala muerte una noche que quiso pasar desapercibida. Eso había ocurrido meses atrás. De hecho, pasó tanto tiempo que llegó a creer que Orión habría cambiado de opinión. O que la borrachera de esa noche le jugó una mala pasada con alucinaciones.

Orión Yaxley, ¿harías el honor de casarte conmigo?

Entre sus dedos surgió un anillo de oro blanco, liso, robusto pero con formas redondeadas, se lo ofreció mientras se mordía el labio inferior aguantando una sonrisa. Quería que todos supieran que se pertenecían, y que él llevase encima un regalo material que le recordase aquel instante para siempre.

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Estaba emocionadísimo como un niño con juguete nuevo. No podía creer aquello que estaba sucediendo. Es que, era como mirar atrás y ver tantos años juntos… Tantas aventuras vividas. Es que, sentía un abismo, pero de esos de los buenos. Sentimientos que culminaron en besos reiterados que no hacían más que ponerlo colorado. Y fue cuando dijo el sí que lo embriagó realmente el amor.

 

Le llegó el corazón a la garganta. Tenía como cinco toneladas de lágrimas estancadas detrás de sus ojos. Hacía un tiempo atrás, tras una charla especial, entendió que el amor era una construcción y no algo que te arrollaba de la nada. Aunque, sí, cada vez que la veía sentía la abofeteada de la felicidad; la relación vista desde hoy con la Malfoy no era más que una sucesión de todo lo anterior, desde el mismísmo día uno

 

Asintió como el bobo enamorado.

 

- ¿Y ahora qué traes entre manos?

 

Si sabía que sucedería era porque los dos estaban en la misma página. Sincronizados. Y sabía que Gatiux era la que elegía todos los días porque su relación era diferente a cualquiera que hubiera tenido. La conocía desde todos los ángulos posibles, pero aun así siempre lograba sorprenderlo. Porque su encuentro había sido ciertamente furtivo. Algo que ni él había podido predecir en su futuro.

 

- Orión Yaxley, ¿harías el honor de casarte conmigo?

 

Tomó el anillo y sintió lentamente la superficie

 

- ¡Si! ¡Mil veces sí!

 

Le extendió la mano para que ella le colocara el anillo. Luego, hizo lo mismo él. Se abalanzó sobre ella abrazándola. Enterró su rostro en su cabellera. Se había extraído de la realidad completamente. Ni siquiera se le cruzó por la cabeza preguntarle por el armario. Estaban los dos sin ningún tipo de filtro. Y eso, eso era la felicidad.

 

Hasta que bueno, un crack interrumpió la escena. Orión soltó un gritillo y buscó el borde de la sábana para taparlos a los dos. Después de todo, estaban desnudos.

 

Raikkonen estaba a los pies de la cama con la misma mirada severa que, todos los Malfoys, le dedicaban.

 

Orión se la devolvió con creces.

 

- Señorita Malfoy, me ordenó que le avisara cuando la ama Mistify volviera.

 

- Señoracof.

 

Si no fuese porque tenía lo básico de modales, el elfo seguramente le hubiese dado el dedillo del medio. Podía ser todo lo anti esclavitud, pero, aquellos los de esa mansión, eran un poco especiales.

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Orión había aceptado el anillo de Gatiux, y ésta el de él. Ambos estaban nuevamente acaramelados en lo que podía ser el segundo asalto de la noche, cuando de repente un crujido característico interrumpió la escena. El gritito que profirió Orión lo hizo todo mucho más cómico. Gatiux se apartó de la sábana no tenía problema alguno en que las criaturas domésticas la vieran sin prenda alguna, los elfos a menudo le preparaban la ropa tras salir de la ducha.

 

Le hizo un gesto con la cabeza para que empezara a hablar. Normalmente no entraban en su habitación si estaba acompañada, a menos que sucediera algo importante.

 

Señorita Malfoy, me ordenó que le avisara cuando la ama Mistify volviera.

 

¿La has visto? -preguntó Gatiux mientras se levantaba de la cama- ¿Dónde está?

 

Sí. La ama Mistify se encuentra en su habitación.

 

El elfo le estaba pasando la ropa que estaba tirada por la habitación. Sólo la de Gatiux, ignorando la de su acompañante. La banshee por su parte le iba pasando la ropa a Orión para que se vistiera al tiempo que hacía lo propio. Fue hasta el cuarto de baño a enjuagarse la cara y donde se peinó un poco, rizando un poco la larga melena violeta. Tenía los labios algo hinchados.

 

Raikkonen, ¿sabes si Mistify sigue actuando extraña como la otra vez?

 

La última vez que la rubia estuvo en la Mansión había confundido a Gatiux con otra persona, nombrando a gente de la que nunca oyó hablar y parecía una niña pequeña a la que la magia le impresionaba. Mostró poco de ese porte altivo que la caracterizaba en aquella ocasión. La banshee de ojos amarillos hubiera querido investigar más sobre lo que le estaba pasando a la otra, pero desapareció tan rápido como había llegado.

 

Raikkonen no lo sabe... -el elfo se agarró con fuerza las manos- Chavez está monopolizando al ama Mistify como siempre.

 

Frunció el ceño mientras salía del baño, preocupada por el tema. Orión se había vestido también. Gatiux sonrió mientras abría la puerta de su habitación.

 

¿Te parece si vamos a darle la noticia?

 

Ambos salieron rumbo al cuarto de Mistify. Gatiux caminaba con la seguridad que le proporcionaba conocer hasta con los ojos cerrados aquel lugar, el que había sido su hogar durante tantos años. Miró a Orión un poco nerviosa. Llamó un par de veces a la puerta antes de abrir para anunciar que iba a entrar.

 

¡Misty! ¡Me dijeron que estabas en casa!

 

Se acercó hasta la rubia y la abrazó mientras sonreía. Le alegraba mucho verla de nuevo después de tanto tiempo. Aprovechó para mirarla de arriba a abajo cuando la soltó. Su sonrisa se intensificó.

 

Y has llegado justo a tiempo para enterarte de la gran noticia -Gatiux le tendió la mano donde brillaba el anillo de compromiso- ¡Me voy a casar! ¿Te lo puedes creer?

 

 

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- ¿Casarte? Vaya… ¿Felicitaciones? – Abrazó a Gatiux sin pensarlo. Lo que sí pensó es que todavía había gente lo suficientemente valiente como para hacer estas cosas.

 

¿Cómo se llamaba el novio? Ah si.. ahí está. Dio unos saltitos hasta llegar a abrazarlo, como si se tratara de una adolescente, aunque el gesto adusto del mago la contuvo un poco. ¿Qué hice mal ahora?

 

– Me alegro mucho que nuestras familias se unan. El viejo Armand estará feliz al enterarse. - ¿O no? Pfff.. todo eso de las relaciones entre familias era un verdadero embrollo, nunca se sabía si uno metía la pata cuando hablaba de otro mago, la mitad de las veces terminaba siendo familiar. Al final pensaba que todos se habían acostado con todos en ese lugar o mínimo el ochenta por ciento de los habitantes, de otra manera no había forma de que se lograra semejante nivel de parentesco.

 

- La Ama Mistify no tiene idea de lo que dice, para variar – susurró un elfo de contextura estirada. Era Raikkonen y a pesar de que su aspecto era mucho mejor que el de Chávez, a Gabriela le caía particularmente mal: era demasiado pedante y altanero para su gusto.

 

- Dora dice que le hacen faltan cacahuetes en la cocina – la voz áspera era de Chávez, apenas por detrás de la otra criatura – Y dice que solo tú consigues los mejores en Las Tres Escobas – sonrió con malicia.

 

El otro ni siquiera lo miró, pero sus pómulos se tiñeron de un tinte colorado antes de desaparecer con un crack. ¿Le daba vergüenza el pedido o estaba enamorado? ¿Los elfos se enamoraban? Bueno, había machos y hembras y se comportaban como humanos, así que no le pareció tan improbable. Gabriela lo anotó mentalmente para tenerlo en cuenta si necesitaba usar esa carta más adelante.

 

- ¿Y bien? ¿Hay que organizar la fiesta? – sonrió de oreja a oreja. ¿Es eso lo que habría dicho Mistify? Tal vez. – Digo, la despedida de soltera – según había leído por ahí, o escuchado los rumores las dos brujas eran expertas en ese tipo de fiestas, después de todo era una banshee, sea lo que sea que significara eso. – Obviamente tú no estás invitado – dijo soltando finalmente al mago mientras le guiñaba un ojo. Lo que le hizo pensar a quién diablos iba a invitar, si no tenía la menor idea de quienes serían sus compañeras de juergas. Bueno, ya vería qué hacer.

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  • 2 semanas más tarde...

El sol comenzaba a asomar por detrás de la enorme silueta de la mansión bañando los jardines en una cálida luz dorada. Todo estaba igual de cuidado de lo que Crazy lo recordaba; el césped verde y sano, los setos pulcramente recortados, las estatuas de mármol impecablemente limpias y por primera vez le asaltó la duda de qué habría sido de los Malfoy sin sus magníficos elfos domésticos. Echó una mirada a su izquierda donde el elfo de tez oscura que lo había acompañado en ese largo viaje lo observaba impaciente.

 

- ¿Piensas entrar? - dijo sin rastro del típico servilismo de los elfos-

 

Crazy no respondió y trató de sacudirse el polvo. Su ropa de viaje había sido en algún momento de buena calidad; una túnica negra abierta surcada de runas mágicas bordadas en hilo de plata, chaleco y botas de cuero, guantes de escamas de dragón y un cinturón del que colgaban una daga de plata, bolsas y compartimentos. Ropa de trabajo, cómoda, resistente y repleta de magia pero también muy cara. Cualquiera lo diría viendo su actual aspecto desastrado, salpicada de manchas de sangre reseca y desgarrones. Parecía un vagabundo, y quizás lo fuera.

 

- Puedes adelantarte tranquilo, Teach -respondió con un suspiro- siento acercarse a Chávez y no le caes bien

 

El extraño elfo doméstico esbozó una sonrisa torcida y escupió en el suelo.

 

- ¿Crees que Dora tendrá pastel?

 

Antes de que Crazy pudiera responder desapareció con un suave chasquido dejando una nube de polvo en el aire. Justo a tiempo puesto que Chávez ya se acercaba por el camino de grava con expresión de desconfianza. Escrutaba el camino con sus pequeños ojos preguntándose quién era aquel desconocido y porqué las defensas mágicas no lo habían atacado ya. No pudo culparlo por no reconocerle, su alta silueta se había vuelto más delgada, su pelo plateado le colgaba por la espalda en una desordenada melena y su antaño lampiño rostro hospedaba ahora una barba desaliñada.

 

- Chávez, viejo senil, voy a tener que jubilarte si no reconoces a tu patriarca favorito

 

Su voz también había cambiado, sonaba ajada y gastada, pero el elfo de piel verdosa la reconoció al instante y esbozó una sonrisa tan grande que por un momento amenazó con eclipsar el resplandor del sol que bañaba los jardines, o al menos así le pareció a Crazy. Apenas un segundo después se recompuso y esgrimió su gesto malhumorado y huraño de costumbre.

 

- Cómo voy a reconocerlo señor Malfoy si parece que se haya escapado de Azkaban

 

- No vas muy desencaminado pero dejemos las historias de mi viaje para después -dijo mientras se acercaba intentando disimular su tomara- hace más de un año que me fui, ¿Qué me he perdido?

 

- Oh veamos, esas estatuas locas de Hércules y Medusa se han peleado y ya no se hablan - dijo frunciendo el ceño- el prisionero que dejó en las mazmorras se murió porque se nos olvidó alimentarlo y hemos sufrido algunos ataques sin importancia

 

No mencionó a ninguno de los familiares, lo cual era extraño teniendo en cuenta que criticar Malfoys era el pasatiempo favorito del elfo.

 

- Oh, y su hija se va a casar

 

- ¿Que qué?

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Gatiux agachó la cabeza para esconder la risa dibujada en su cara. No había visto nunca un abrazo tan incómodo como el de Mistify y Orión, aunque era lo normal, no se tenían tanta confianza ya que las vidas de ambos transcurrieron por senderos diferentes. Lo curioso era que Gatiux había caminado por ambas, como un nexo de unión entre dos personas que apenas se encontrarían de otro modo.

 

No creo que el viejo Armand esté feliz por ello. Pero no me podría importar menos la opinión de un fantasma decrép.ito. -la banshee de cabellos violetas puso los ojos en blanco durante un segundo, luego adoptó un porte estirado, imitando al viejo fantasma- Esto es un escándalo, una Malfoy mezclándose con un Black. Creía que habrías aprendido sobre la pureza de sangre en todos estos años, jovencita... bla bla bla.

 

Movía la mano como si alguien estuviese hablándole de cerca. En verdad estaba cansada de todos aquellos sermones sobre mantener un linaje. Fue fiel a esa idea hasta cierto punto, nunca se mezcló con familias que fueran contra los ideales mortífagos, pero se cansó de tener que mantenerse alejada también de sus propios compañeros de batalla. Nadie sabía a ciencia cierta cómo había surgido la enemistad contra los Black, pero Gatiux no pensaba mantener una guerra que no le pertenecía. Aunque era gracioso como chiste recurrente.

 

Por suerte hace tiempo adoptamos un nuevo apellido, así la gente se distrae de la vieja rivalidad Malfoy-Black. Ahora somos Yaxley. Tenemos una casa donde vivimos con nuestros familiares. Y en donde no puedo plantar flores porque Trasto se las come todas. Deberías venir a visitarnos algún día, no es tan lujosa como la Mansión Malfoy, claro, pero es hogareña.

 

Mistify se había perdido muchas novedades. Gatiux se sentó en la cama, se atusaba el cabello de forma distraída, rizándolo con los dedos. Rió ante la mención de una despedida de soltera, y para sorpresa de todos, Gatiux incluida, negó con suavidad.

 

No quiero una despedida de soltera. Mi vida ya ha sido como una gran despedida de soltera continua. Estoy aburrida de todo eso... Ahora sólo quiero una boda íntima en los jardines de la Yaxley. -sonrió mientras se encogía de hombros- Aunque no diría que no a un día de spa con unas cuantas botellas de vino. ¿Crees que habrá alguna botella de muchos años escondida por algún lugar de la Mansión? Esas son las mejores.

 

Los ojos amarillos de Gatiux se perdieron por un instante en el recuerdo de la última despedida de soltera a la que asistió. Fue el punto de partida de la relación con el Yaxley después de un tira y afloja tras perjurar que no quería volver a saber nada de él. Al final de esa noche presenció un escándalo en el que la cándida novia olvidaba que estaba por casarse, y animada por el ambiente lascivo, engañaba al prometido. Un secreto a voces el día del enlace. Una forma horrible de empezar un nuevo capítulo. Rio silenciosamente. Oh, dulce ironía.

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  • 1 mes más tarde...

La bruma del amanecer todavía no se había disipado cuando la bruja alcanzó la puerta de servicio que daba a las bodegas y a la cocina de la mansión. Parecía una mañana tranquila y típica si no fuese por el olor a carne estofada que provenía de los fogones. Beltis no recordaba la última vez que los elfos hubiesen comenzado a cocinar tan temprano ¿Había pasado algo? Dio un par de golpes con las botas en el suelo para quitarles el exceso de barro mientras el hipogrifo la observaba algo intranquilo.

 

- Te di la última rata anoche. Ve a cazar al bosque, seguro encuentras algo para comer, tengo entendido que hay muchos animales sueltos.

 

Le mostró su inconformidad con un chillido y se dio media vuelta para dirigirse hacia el bosque. La criatura se había pasado la noche volando, así que luego agradecería encontrar un sitio fresco para descansar. La bruja, por su parte, también estaba hambrienta y cansada, por lo que se quitó rauda las pesadas botas en la entrada, colgó la capa de cuero desgastado en el perchero y se dirigió descalza a la cocina esperando entrar en calor con vino especiado. A esta altura los elfos estaban tan acostumbrados a que Beltis utilizara la entrada de servicio y comiese en la cocina, que no se inmutaron cuando fue hasta los fogones y se sirvió vino caliente en un pocillo de cerámica.

 

- Mmmm veo que estás usando clavos -cerró los ojos al inspirar.

 

- Sí, es su receta. Es la única que toma vino caliente en esta casa -contestó la elfina.

 

- Lo sé -sonrió y bebió un sorbo- traigo conmigo mis costumbres bárbaras, una desgracia ¿Hay algo para picar? Muero de hambre.

 

Le llevaron queso, embutidos, tostadas y pequeños dulces rellenos. No vio a su elfo personal, así que supuso que seguría en la biblioteca de la mansión devorando libros para luego agobiarla a preguntas.

 

- Bien -dijo después de engullir un trozo de queso maduro- ¿Hay alguna noticia? Si están preparando tanta comida es porque hay gente en este muermo de sitio.

 

- Oh, la señorita Gatiux se casa, todos los elfos hablan de eso. Creíamos que en esta familia ya nadie se casaría.

 

- ¿Con quién se casa? -la bruja cortó pastrami con el cuchillo y se lo llevó a la boca.

 

- Un Black -contestó rápidamente volviendo a sus labores.

 

- Que no, es un Yaxley, un tal Orion -corrigió otro elfo.

 

- Vaya -Beltis torció la boca-. Pobre chiquilla ¿algo más?

 

- Los amos han regresado -dijo alguno al pasar.

 

- Eso sí que es una sorpresa -sonrió volviendo a tomar entre ambas manos el pocillo con vino-. Por eso os veo tan felices trabajando.

 

Los elfos de aquel lugar no sonreían ni por obligación. Iba a echar de menos la casa vacía para ella sola, pero bien sabía que ese sitio necesitaba algo de vida. Era una pena desperdiciar tan magnífica construcción y dejar que el tiempo la habitara solo con fantasmas y recuerdos. El pocillo se rellenó de vino caliente y la elfina ahora le hablaba sobre el resto de familias de Ottery, de los cuernos de tal brujo y la desaparición de tal otro. Beltis hacía como que escuchaba mientras pensaba en si "los amos" se darían cuenta de los muebles y vinos que faltaban en la mansión. Probablemente no. ¿Qué había sido de Anne y Tauro? Estaba aplazando la visita a Anne, le había llegado el rumor de un embarazo y tenía toda la intención de no ejercer de abuela.

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  • 4 meses más tarde...

Un portal trenzado de zarcillos de tinieblas se dibujó frente a la puerta de la mansión, de él salió Crazy Malfoy vestido con una túnica negra con runas azul pálido bordadas en espiral a lo largo de sus mangas. Sus botas de cuero hollaron la gravilla levantando un ruido ensordecedor en aquel silencio sepulcral.

 

- Por fin

 

La aguda voz del elfo resonó con cierto eco.

 

- Teach - dijo Crazy a modo de saludo - Estabas aquí

 

- Sí, esperándote, aunque no parece que te haya importado mucho

 

Crazy tragó saliva. Observó su mansión, imponente, bella, bien cuidada pero solitaria. Su elfo personal lo observaba con ojos hundidos, su rostro de piel negra impasible y la mano en el largo cuchillo de caza que llevaba al cinto, como acostumbraba a hacer cuando estaba enfadado.

 

- Hay cosas que debo hacer solo

 

- Sí, y necesitas que alguien vigile a la familia por ti y todo eso - respondió el elfo doméstico con acritud - Mi sitio está contigo

 

- Lo sé, y así será a partir de ahora que he terminado lo que empecé

 

Teach esbozó una media sonrisa y no dijo nada. La brisa le agitó los escasos cabellos mientras observaba a su amo sin decir nada. Contra todo pronóstico Crazy sintió una punzada de culpabilidad.

 

- Ya no soy ministro - dijo al fin -

 

- ¿Ahora comienza un nuevo ciclo? ¿La Orden Nox y todo eso?

 

- Algo así

 

Crazy observó esos ojos negros diminutos que lo miraban diciéndole que aquello ya lo había vivido y que no le gustaba ser dejado de lado.

 

- Vente, viejo amigo - dijo al fin - Vamos a mi laboratorio, tengo mucho que contarte

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Beltis estaba zampándose todo lo que había en las cocinas. Como todas las mañanas aparecía en la mansión, comía hasta hartarse y desaparecía ante la mirada impertérrita de los elfos, acostumbrados a su extraña presencia. No decía mucho más, de vez en cuando ordenaba que limpiaran e hicieran la compra, los elfos se quejaban y luego la mansión volvía al silencio habitual. Así habían pasado los últimos meses hasta ese día. Una voz interrumpió mientras la bruja hacía cuenta de un bizcocho de zanahoria.

 

- El patriarca acaba de regresar.

 

- ¿Mno mwe wrestarrraz mwentwendo?

 

El elfo, su elfo que había aprendido a leer pero no todavía no sabía descifrar cuando Beltis hablaba con la boca llena, se quedó en silencio. La bruja bajó el periódico que estaba leyendo y tragó con dificultad.

 

- Que si no me estarás mintiendo. Hace meses me dijiste lo mismo y la mansión estaba más vacía que mi bóveda.

 

- No, claro que no. Acaba de llegar. Mengo lo vio hablar con Teach. Mencionó que iba a su laboratorio.

 

- ¿Su laboratorio? - Enarcó una ceja ante tal afirmación. Se bebió lo que quedaba de té y se puso en pie- ¿Dijo algo más?

 

Mengo se encogió de hombros. La bruja se limpió las migas del pantalón e hizo aparecer la varita. Había perdido la cuenta de los años que llevaba aguardando para poner en marcha un viejo anhelo, los antiguos poderes que fueron descubriendo a través de pistas y rastros en la historia, en libros arcanos, en tumbas y rocas. Si seguía esperando a que el patriarca la buscara, podía esperar a su muerte. Dibujó una línea invisible sobre el aire, solo eso bastó para que un portal se abriera en medio de la cocina. Al otro lado se veía una cabeza de cabello plateado.

 

Beltis carraspeó al atravesar el portal.

 

- Buenos días ¿Ya no saludas?

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