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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Siempre había sido un tanto contestador y Orión lo sabía; la paciencia que me tenía se notaba en la elocuencia de sus palabras. Quizás era él, mi padrino, uno de los exponentes sobre los que me posicioné para llegar a dirigir parte del mundo mágico. Después de todo, era la única figura paterna que conocía, ¡y más aún!, pudiendo hacérselo saber, era algo que retraía pues esconder las emociones, era según mi criterio, lo que me fortalecía. Idylla se había mantenido en silencio.

 

-Es lo que buscamos- sostuve sin miramientos- ya nadie obedece las prácticas si no son politizadas. ¡Esa manga de emplu...! ... prefiero tomar el desayuno tranquilo. Ya tendremos tiempo de conversar sobre esto...- les dije a ambos, pues también reflejé el rostro de la banshee en el gélido gris de mis ojos. Un brillo de disgusto podría apreciarse en ellos; pestañeé un par de veces.

 

¿Habría sido su voz?, ¿la mirada? ¡quién sabe qué cosas!, después de todo Gatiux, mi madrina, era una banshee. Su naturaleza, por más seductora que fuese, no solamente serviría para convencer a Orión de hacerle hotcakes, sino también para minimizar las tensiones de quien cayera preso de aquellos ojos amarillos.

 

-... No me gusta cuando haces eso, tía. Lo sabes...- le comenté inclinado hacia ella con el antebrazo puesto sobre la mesa.

 

Siempre había tenido la duda de si había sido ella quien me había hecho olvidar el amor que un hijo pudiese tenerle a su madre, después de todo y a pesar de que en la mayoría de mi infancia había sido criado por mi hermana mayor, sí quise a Mahía; al menos esa aseveración la guardaba con un profundo recelo y la recordaba. Sin embargo, también memoraba las noches en que la madrina de Maida y mía, nos sentaba a ambos a la mesa para cerciorarse de que comiésemos todo lo que estaba en el plato, y muchas otras, nos contaba cuentos antes de dormir para olvidar lo que al menos yo, vivía hoy en día, una guerra. La bruja calmaba los ambientes y sin duda alguna, podría haber sido una buena madre.

 

-... Por lo demás...- comenté al tiempo que reposaba la espalda en el respaldo de la silla- Maida anduvo descalza la mayoría de su juventud. Si no fuese por el decoro de lo que significaba trabajar en el Ministerio de Magia inglés, no conocería los tacones. Somos distintos, la pulmonía la curamos con un chasquido de los dedos...Si Gatiux quiere, todos queremos viejo Yaxley. Es la ley de la casa...-concluí cambiando el tema rápidamente en alusión a los hotcakes que había ofrecido el animago.

 

La puerta se oyó a la vuelta del pasillo y mi querida prima apareció en escena. Traía a alguien de la mano; empuñé la diestra sobre la mesa mientras mi sonrisa se caía en una mueca de seriedad. Tan solo observé la movida.

 

- Después de la guerra, muchos italianos han gozado de lo que pretendían destruir, aquí... en mí país- comenté hacia el compañero de la joven Yaxley. Alguien tenía que ponerlo incómodo- Espero no seas de aquellos que buscan aventurarse como espías en una misión suicida...- observé a Maida. La mirada era clave: Si te rompe el corazón le parto el ...Ella ya me conocía- Si salen a pasear por los jardines de la manor, que sea silbando y aplaudiendo.

 

Otra ventisca revoloteó algunas papeletas que alguien debió haber dejado en la entrada. ¿Quién más llegaba?... ¿Near, Evedhiel, tía Lu?...Al último no le había visto ni en pelea de perros.

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Me había dado cuenta de que estaba mucho tiempo en silencio, normalmente no era de aquel modo. Pero simplemente la escena se tornaba tan familiar que no pude interrumpir el maravilloso reencuentro, sabía lo que era desaparecer y luego volver después de años. Además de que sin saber que es lo que era de la realidad en aquellos momentos, era difícil adecuarse a dichos regimientos nuevos, más por la guerra que teníamos encima contra los muggles.

 

-Bueno no trabajo como tal en un departamento del ministerio, soy reportera así que me entero de las noticias a veces mucho antes de toda la gente- conteste de buena gana y me dispuse a probar los panqueques que le habían servido, estaban muy buenos y ella sin duda tenia mucha hambre.

 

Aarón y su tía siguieron hablando, por lo que me pude quedar comiendo sin querer interrumpirlos, pero de un momento a otro entro una chica con su hermano de la mano. Todo fuertemente atragantandose con un pedazo de la comida y cuando por fin pudo pasarse el bocado unas lágrimas le salieron por el esfuerzo. No pensaba que aquel día encontraría a su hermano con una novia, bueno aunque en realidad no era su hermano, más bien hermanastro para tal caso.

 

-Que bueno verte Albus, no conozco aún a tu novia disculpa- comento la Macnair poniéndose de pie enseguida y le dio su mano para estrecharla - mucho gusto, soy Idylla Macnair, hermana de tu novio por lo que parece-

 

@@Aaron Black Yaxley

@@Maida Black Yaxley

@@Albus Renaldi Macnair

@Gatiux

@@Orion Yaxley

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Mael Blackfyre.~

Mis pasos eran lo más ligeros que podían correr. Prácticamente era de vida o muerte porque al salir de aquella, tendría asegurado unos cuantos galleones en mis bóvedas. Seguramente me estaban pisando los talones y ante cualquier paso de duda, no tendría salida. Aquella puerta explotada en miles de pedazos había sido toda una teatralidad, pero estaba en lo cierto si pensaba que me arrepentiría luego.

Mi respiración debajo de aquella máscara se sentía mucho más profunda al igual que mi corazón, que intentaba obtener oxigeno de ése escape con grandes bocanadas de aire. Esquivé un par de personas, que saltaron a un lado alterados y antes que nadie pudiera hacer algo más, doblé en un pasaje y desaparecí. Toda la oscuridad me envolvió por completo. Pasé del callejón diagon al lugar que creía que iba a pasar más desapercibido.

Pisé tierra firme y seguí corriendo. Esquivé algunos cuántos árboles y por suerte no me había cruzado con nadie más. La capucha tapaba también mi cabello y aquellos zapatos amortiguaban los pasos apresurados. Me estaba quedando sin aire, tenía que encontrar algún sitio seguro.

Miré para atrás mientras observaba una zona de árboles aún más espesa. Escuché sonidos a lo lejos ¡Malditos! Me habían seguido el rastro. Pero aquellos eran tres y estaba seguro que ante cualquier movimiento de mi varita, seria hombre muerto. Corrí lo más estable que pude pero mis pulmones estaban a punto de saturarse. Los árboles me llevaron a la parte más profunda de aquel bosque y en cuanto pude darme cuenta, un camino se abría ante mi.

Era una señal. Tanteé el bolsillo. Era la cuarta vez que corroboraba que el paquetito estuviera allí, al fin de cuentas, todo era por eso.

Saqué mi varita aprovechando aquellas sombras de la copa de los árboles. Me daba la sensación de que alguien miraba. Cuando quise acordarme, pude notar que había una hermosa fuente. Completamente vacía pero eso no dejaba de ser hermosa. Levanté una ceja y apoyé una mano en el borde. Mire a lo lejos, intentando tomar aire y pude notar una estructura, si se podía llamarla asi. Lo que necesitaba, se había materializado de alguna manera. Sin dudarlo, avancé.

El sitio aquel parecía abandonado. Había pedazos de persiana rotos, tejas ausentes en el techo, moho en los ladrillos. Plantas secas. Un sitio olvidado. Sin embargo, en ése momento era el sitio perfecto. Realicé una floritura con mi varita y borré algunas cuantas huellas que había dejado atrás. Me encaminé para el lado izquierdo donde la torre se encontraba erguida e impotente, pero por desgracia abandonada.

Me lancé al cubierto de algunos matorrales y plantas. Apoyé la espalda contra la pared, intentando recuperar rápidamente el aire. Mientras lograba aquello, rebusqué en mi túnica y aferré entre mis dedos aquella bolsita de cuero. La sacudí un poco, satisfecho con lo que había logrado. Eso significaban dos cosas: una gran adquisición para AN y unas monedas de oro más. Escuché un zumbido muy lejano.

Guardé la bolsita muy bien dentro de mis ropajes y miré al cielo. Vi pasar dos figuras en escoba. Estaba seguro que me habían perdido el rastro y habían decidido buscar por los cielos.

¿Aquel sitio aún tenía restos de protecciones? Al parecer era invisible y era un Refugio en ése momento. Apoyé la cabeza sobre aquella piedra húmeda.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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La gente abarrotaba la cocina, y aunque estaba en una situación nada cómoda para mí tenía que sonreír. Gatiux, ¿Idylla? Y claro, reconocí claramente su voz, Aarón, primo de Maida.

 

Atendí con una sonrisa al recibimiento y a la advertencia de la señora Malfoy. Supuse que era normal que siendo Maida su pequeña sobrina recibiera ese tipo de advertencias. Luego vino un comentario incisivo de parte de Aarón. ¿Que buscaba? Pelear no creo, tal vez sólo eran simples celos de primo.

 

-Estoy al tanto de lo que pasó en la guerra, señor. Viví cerca de aquí por aquél tiempo, pero sigo prefiriendo las bellas campiñas italianas. No se preocupe, estoy aquí por Maida, y supongo que lo estaré por mucho tiempo.- Mostré mi mejor sonrisa y esperaba dejarle claro que la vería seguido... Después de todo pensaba casarme con su prima.

 

Maida había tomado asiento y yo me coloqué detrás de ella, poniendo mis manos sobre sus hombros. Mis sentidos tan afilados se encontraban listos para cualquier cosa, pero ¿Porqué? Relajé un poco mis hombros y posé mis ojos de amatista sobre mi pequeña hermana. -No esperaba verte por aquí Idylla, ni por asomo. Cómo siempre, un gusto verte hermanita. Supongo que es buen momento para presentarte a mi novia, Maida. Creo que nos viste juntos en la boda de nuestra madre.

 

Me sentía un tanto extraño, cómo si todas las miradas estuvieran sobre Maida y sobre mi. Sentía la mirada de Aarón cómo tratando de escudriñar en cada parte de mi cuerpo.

 

Alguien más llegó, alguien desconocido, y cómo era la costumbre en mi tierra decidí esperar a que me presentara mi querida novia.

 

@@Aaron Black Yaxley

@@Maida Black Yaxley

@@Idylla Macnair T.

@Gatiux

@@Orion Yaxley

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Leonid Yaxley

 

La llegada del pelirrojo pasó bastante inadvertida para el numeroso grupo de magos y brujas reunidas en la cocina de la Yaxley, tampoco es que esperara bombos, platillos y fuegos artificiales pero no podía negar que en el aire se respiraba una cierta tensión que hasta para el ruso era más interesante que su interrupción en el hogar familiar, novios, italianos, traiciones, política, parecía ser una ensalada de lo más divertida.

 

Saludó al resto de sus parientes, amigos de la familia con una sacudida de la mano mientras se alejaba de la puerta e iba hacia la mesada donde estaban sus padres - El viaje estuvo muy bien, de Moscú a Londres, aparición legal - sonrió mirando al ex Primer Ministro Mágico mientras remarcaba lo de aparición legal, era de las personas que no conocía en persona de los presentes que no necesitaba que se lo presentaran - Firmé unos papeles en el Ministerio, un poco de palabrería, lo de siempre y quedé libre para viajar hasta casa - se recostó sobre la mesada mientras cruzaba los brazos y piernas.

 

-Al menos aquí no está nevando, necesitaba cambiar un poco el paisaje blanco por el marrón de los árboles pelados y el barro de la lluvia invernal inglesa… ah y los compañeros del trabajo se quedaron sin whiskey escoces y que mejor lugar de donde traerlo que de su propia tierra, seré ruso pero mi apellido es Yaxley se donde esta el buen whiskey - se giró hacia sus padres.

 

-¿Hotcakes? Puedo ayudar - se ofreció, era lo mínimo que podía hacer después de haber llegado sin nada en las manos.

 

 

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- ¿Elfos? Hablaremos de eso en otro momento señorita –Orión la apuntó con una de las espátulas justo después de justificar cómo el jardín estuvo en orden todo ese tiempo.

 

Se separó con un titubeo sutil. Como si no quisiera despegarse completamente, pero ante la efusiva afirmación de Gatiux, se puso manos a la obra. Sacó la harina, los huevos, leche, mantequilla y polvo para hornear. De la heladera pudo encontrar dos tarritos brillantes de lata, cada uno con los ingredientes estrella. Cuando sacó la miel de la alacena algo muy dentro se movió. Recordó sus antojos por salmón crudo directo del río. Sacudiendo la cabeza se enfocó en la tarea.

 

Dio vuelta dos hotcakes a la vez con cierta destreza en el manejo de la sartén. Comenzó a apilarlos. Se dio cuenta que estaba preparando mucha comida. Y eso que aquel adjetivo de cantidad no lo tomaba a la ligera. Se veía que aunque fuera bien temprano a la mañana, la mayoría de la comitiva se sentía exhausta. Probablemente porque él lo sentía en carne propia. Y sí, estaban en una guerra, o venían de viaje, o regresaban de una búsqueda de casi un año por todo el mundo. Hay que sincerarse, toda ese show de familia lo hacía por el resto… por él. Porque él valoraba esas instancias. Verán, las brujas y magos contemporáneos pasan la mayor parte de sus vidas persiguiendo sombras. Sus vidas básicas se desarrollaban entre clase a clase o algún trabajo ministerial sin sentido (como una epidemia de embarazos). Puede que lo hacen en busca de rellenar un vacío insoportable, o tal vez supliendo algún resentimiento. Orión no estaba exento de ello.

 

Su instinto paternalista no venía de la nada. Tenía sus arrepentimientos y en algunas noches de luna menguante, se abrazaba con aflicción a Gatiux. La vida de un mortífago de alto rango no venía sin decisiones difíciles. La mayoría giraba sobre un eje sensible: alejar a su familia de la guerra, después de todo, formar una familia no entraba en el panorama. Como Evedhiel y Near. O casos donde Gatiux y él se tuvieron que hacer cargo, como con Aaron y Maida.

 

Cuando la puerta se abrió, Orión estaba dejando los platos en la mesa. No se inmutó, porque ya sabía de quién se trataba.

 

Una de las decisiones que lo atormentaban. Leonid.

 

Se limpió las manos mientras dejaba el delantal en una de las mesadas al costado del horno. Se limpió las manos en el pantalón. Le dio un apretón de manos en el antebrazo.

 

- Bienvenido a casa, muchacho. No te preocupes, ya está todo listo. A todo esto, Aaron, Maida, Leonid es… el menor. Por otro lado… -dijo acercándose a Aaron, mientras le ponía una de las manos en el hombro del muchacho-. Yo creo que Albus sabe bien en dónde se mete. Digo, él sabe que somos una familia de ex líderes mortífagos y altos rangos, ¿verdad?

 

Que era verdad.

 

Inhaló para seguir con alguna broma a Albus, Maida y toda la situación con Idylla, pero todo quedó en el aire cuando vio un cuerpo caminando con dificultad cerca de la fuente.

 

- Un momento.

 

Se asomó por el arco de la cocina, cruzó la sala con dos pasos y abrió la puerta. Se encontró con un muchacho joven, buscando un apoyo en la piedra de la Manor. Podía entender a leguas lo que estaba sucediendo porque estuvo en esa misma situación incontables veces: estaba escapando de alguien. Orión era bruto, no tonto. Pasó uno de sus brazos por sus hombros y lo levantó sin mucho esfuerzo en busca de meterlo a la Manor. Revisó que no viniera nadie a buscarlo.

 

- Amoooooor, ¿me das una manito un segundo? –Gatiux era la experta en primeros auxilios-. Tenemos un invitado más.

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Gatiux rió cuando Aaron empezó a expresar con pasión aquello que le impulsaba. Sin duda necesitabas de aquella fuerza para mover a grandes masas de gente por una causa. Prometió una conversación con ambos en otro momento. El Líder Mortífago se había quedado muy serio, los ojos grises del chico se fijaron en los amarillos de Gatiux, que le regaló una gran sonrisa tranquilizadora. Todo acabaría saliendo bien, sólo necesitaba del equilibrio. Templar el ánimo.

- No me gusta cuando haces eso, tía. Lo sabes...

- No se de qué me hablas, Aarón. -Gatiux le dedicó una sonrisa pícara y un guiño- No estoy haciendo nada.

Pero sí lo sabía. Gatiux había aprendido a leer el ambiente muchos años atrás, y podía inclinar la balanza hacia un lado o el otro según su estado anímico o lo que pretendiera conseguir. Incluso los mortífagos más combativos también podían relajarse de diversas formas, y el ambiente distendido siempre facilitaba mucho cualquier tarea de unión o comunicación.

- Si salen a pasear por los jardines de la manor, que sea silbando y aplaudiendo. -decía Aaron-

Gatiux había soltado una carcajada por la frase de Aaron. Le resultó tierna, protectora y absurda al mismo tiempo. Si los muchachos querían darse arrumacos encontrarían la esquina adecuada siempre que quisieran, por muchos ojos que hubiera en un lugar, nunca serían los suficientes para encontrar a dos personas con inventiva y las hormonas disparadas.

- Sí, y si van a estar en su cuarto ni se les ocurra cerrar la puerta, jovencita. -Gatiux se puso los puños a los costados mientras fingía seriedad- Y si salen, la quiero en casa antes de las once de la noche.

Puso los ojos en blanco mientras negaba con la cabeza y sonreía. Pobre Maida, ser la pequeña acarreaba que todo el mundo la quisiera sobreproteger y a veces caían en situaciones como aquella. Tenían que darse cuenta de que la debían de tratar como una adulta, sobre todo Aaron, que era el que menos asumía ese hecho.

Ariadna por su parte, aunque hubiera estado callada dando cuenta de la comida, le contó a Gatiux que era reportera, un trabajo ideal para enterarse antes que nadie de las cosas. La Malfoy asintió con interés, ella también pasó años trabajando en primera línea, en la de San Mungo para ser exactos. Se enteraba de los heridos y muertos porque llegaban a ella. Era un trabajo interesante si querías información, aunque suponía que estresante.

Gatiux se sintió un poco culpable por haber arruinado la cita o lo que fuera que tuvieran Aaron y la Macnair cuando ella llegó a la cocina, ya que no había dejado de aparecer gente desde su llegada. Después reveló que era la hermana del muchacho que acababa de llegar con Maida, el llamado Albus. Si no tenía suficiente presión con presentar al chico ante sus familiares, ahora estaba conociendo a la cuñada.

- Al final todo queda en familia.

Las palabras de Albus hicieron que el gesto de Gatiux se tornara un poco más serio, sin ser de enfado, reflexionando sobre lo de que estaría por allí mucho tiempo. Tomó aire. El tipo de actitud de Albus, cómo parecía moverse alrededor de Maida como si fuera un satélite en órbita con el planeta, le hacía pensar en un gran enamoramiento que precipitara las cosas con demasiada rapidez. Y en la ventana de un baño por el que escapar. Esperaba que los muchachos se tomaran las cosas con tranquilidad, las prisas nunca eran buenas compañeras.

-Eso está bien. A veces te hacen sufrir largas esperas con las tonterías burocráticas. -dijo Gatiux contestándole a Leonid- Espero que no pienses en asaltar mis provisiones de whiskey, jovencito. Las tengo contadas.

Le gustó la predisposición que tuvo Leonid para ayudar al patriarca Yaxley a hacer hotcakes. De repente eran un montón de bocas que alimentar en aquella cocina. A todos les había parecido una idea maravillosa la de los hotcakes, aunque Orión sólo se los hubiera ofrecido a Gatiux. La banshee observaba a Orión moverse entre los fogones, apoyando la barbilla en la palma de la mano mientras sonreía. Él no tenía ni idea de cuanto lo había extrañado, tanto que dolía. Verlo allí delante todavía le parecía irreal.

Trasto, el cancerbero de Gatiux ladró varias veces en la lejanía. Los ojos amarillos de ella se dirigieron a la puerta trasera de la cocina. Conocía aquel ladrido, era de inquietud ante algo. ¿Qué lo habría puesto nervioso? Los ladridos ahora se acercaban a la casa. Ella frunció el ceño, normalmente era una criatura muy tranquila y juguetona, pese al tiempo que tenía junto a ella, no solía ladrar así por unas ardillas. El ladrido cambió de dirección, iba hacia la puerta de la casa.

Orión salió de la cocina, y Gatiux se levantó de la mesa. De un cajón, donde guardaban las cucharas de madera y otros utensilios, sacó una de las varitas olvidadas de Orión. La había escondido ella allí para una situación de emergencia en la que ella no tuviera la suya propia.

- Amoooooor, ¿me das una manito un segundo? –le llamó Orión- Tenemos un invitado más.

Salió de la cocina, y en el salón encontró a su pareja cargando con el cuerpo desfallecido de alguien más, alguien que ella no conocía. El primer impulso de Gatiux fue apuntar con la varita y pensar en interrogar al sospechoso recién llegado. "¿Quién es usted y qué diablos hace en mi casa?". Pero no parecía estar en condiciones para responderle nada en aquel momento. Le indicó a Orión que lo tendiera en el sofá.

- ¿Lo conoces de algo?

Gatiux se movía alrededor de modo profesional, examinando el cuerpo del chico, comprobando que tuviera pulso regular y buscando las heridas que le hubieran ocasionado. Gatiux encontró una herida en el abdomen. Puso las manos sobre el mismo y realizó una Curación, dejando la piel y tejidos como nuevos en cuestión de segundos. Sobreviviría. Realizó un movimiento de varita y en cuestión de segundos tenía una poción herbovitalizante entre los dedos. Abrió el frasco y dejó caer el líquido por la garganta del desconocido. Esperó.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Gracias a Morgana por los hotcakes, esa cosa rara y escocesa que les había puesto en medio de la cocina no eran del agrado de Maida, ni de nadie, al parecer, después de todo, todos se habían apuntado con facilidad al desayuno americano, incluso Leonid estaba ayudando a su tío. La bruja giró el rostro para verificar que tanto Albus como ella seguían en la cocina de los Yaxley, estaba un tanto callado, a lo mejor las palabras de Aaron o de Orión le habían calado en algo, esperaba que no. Ya bastante tenía con su pulgar derecho peinando las uñas de su mano izquierda, muy nerviosa. Tanta gente debía aligerar el ambiente, aunque ella no lo sintiera del todo.

 

Primo, creo que sólo te he visto en el compendio familiar y aquella noche de la Riddle —musitó Maida dedicándole una sonrisa—, pero seguramente tu estancia en Londres hará que tengamos mayor frecuencia y no hay nada más refrescante que depositar mi afecto en otro primo que no se meta en tanto lío cómo aquí el ex-ministro.

 

Aunque lo había mencionado, no giró a ver a Aaron, si lo hacía, se vería en la imperiosa necesidad de reclamarle su actitud de chistosito para con Albus. Maida estaba ya bastante grandecita para que él estuviera por colocarle una chaperona o algo así. Afortunadamente, Gatiux viró la conversación y limitó las frases de su primo en pies para chistes de recámara y esas cosas. No se iba a poner a cocinar, sin embargo, caminó hacia los armarios para sacar una cantidad de platos semihondos para el desayuno. Tener a Leonid le hizo recordar a Near, Evedhiel, otros primos a los que ella estimaba y que seguramente andaban pataperreando por el mundo en busca de aventuras secretas, o capaz que Orión los había enviado, con su tío nunca se sabía. Pero quizá era ese espíritu poco arraigado de sus primos lo que había hecho que la pequeña de los Yaxley se aferrara tanto a Aaron, y sobretodo a su seguridad, cada vez que él se había escapado en su niñez/adolescencia para visitarla en Drumstang la habían acercado a la familia, por eso su transición a Inglaterra le había parecido siempre tan cómoda. Eso claro, no evitó que el broche que compartían ardiera en el lugar que él lo tuviera, "por payaso", pensó.

 

Lo que la sacó de sus pensamientos fue el repentino llamado de ayuda de Orión, aunque intentó mantener el tono calmado, Maida presintió otra catástrofe Yaxley y sacó la varita de la túnica.

 

¿Cómo es que jamás tenemos un día tranquilo? —dijo sin saber si reír o desesperarse, topándose con la mirada de Ariadna— Me encanta conocerte como hermana de Albus, aunque no sea la mejor de las circunstancias. ¡¡¿¿NECESITAN MÁS AYUDA??!! —chilló lo último, temiendo lo peor.

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Pasé mi mano por mi rostro mientras que la máscara desaparecía en una neblina de humo negra. Aún no me acostumbraba a toda aquella nueva etapa de ser un Mortífago y no había percatado en la posibilidad de haber entrado en terrenos de alguien, que podría llegar a ser un enemigo. El aire entró a mis pulmones con más facilidad, pero aquel ladrido me hizo sobresaltar tan fuerte el corazón, que me quedó una sensación extraña en el pecho.

 

Hubo movimiento en el interior de la mansión.

 

“Actúa, Mael. ¿Eres idi0ta?”

 

Solamente alcancé a hacer una cosa: aquella daga plateada me paso de lado a lado, provocándome aquella herida. La saga del sacrificio era una de mis favoritas, porque estaba relacionada a la sangre. Si me encontraba en una batalla, podía proyectar aquella misma herida en mi rival. Sentí la parte de mi vestimenta que se humedecía, mientras guardaba aquel instrumento afilado.

 

El ladrido se potenció y pude ver aquel perro enorme. La puerta se abrió y una figura, rápida, me rodeó por encima. Atiné a decir.

 

— Ey… ey ey…

 

Mis quejas se vieron totalmente silenciadas (y anonadadas) por aquella figura femenina realmente maravillosa. Aquellos ojos amarillos con pupilas afinadas las recordaría para toda la vida. Pero no estaba en ninguna posición agradable. Era entendible su postura, pero tenía que mostrar mi lado más sociable porque me estaba atendiendo en el interior de su casa. No podía quejame. Tal vez de como el mago me había dejado en el sillón, de una manera tosca. Pero pude ver sus características. ¿Dónde lo había visto antes?

 

Estoy bien, gracias —comenté secamente. Creo que una de las cosas que siempre me decían era que tenía que ser un poco más demostrativo, pero realmente eran pocas las veces que me interesaba. Me senté en el sillón y acomodé mis ropajes. Disimuladamente había rozado aquella bolsita resguardada. Quise desviar a conversación—. Estaba perdido. Disculpen, no sabía donde me había desviado.

 

Me levanté, acomodando mi ropa que tan al descubierto había quedado. Giré la cabeza al escuchar que una bruja gritaba unas palabras.

 

¿Viven aquí? —pregunté. Si hubiera tenido una representación de mis pensamientos, seria yo mismo negando con la cabeza. Ni siquiera había salido con el tono que quería preguntar. Parecía de incredulidad, mirando alrededor. Pude notar algunos objetos. “Cálmate, Mael” Mi mente se resguardaba con aquella magia tan especial. Había personas presentes, tenía que comportarme.

 

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Estar en el ojo de huracán me resultaba, cuándo menos, incómodo. Buscaba refugio en los ojos de mi hermana o en la pequeña figura de Maida. Escuchaba sonidos ir y venir, eran palabras pero me resultaba casi imposible poner atención a lo que comentaban las personas presentes.

 

Maida se levantó a buscar algo en la alacena, platos y tazas suponía yo, aunque quién sabe. La escuché dirigirse a mi hermana y no pude evitar sonreír al pensar en cómo se daría el encuentro entre Maida y Cissy, incluso me resultaba más gracioso pensar en nuestras familias cenando juntas.

 

Me acerqué para ayudarle con los platos cuándo de pronto alguien no esperado llegó. Ese olor resultaba inconfundible, era sangre. Poca, pude adivinar, pero lo suficiente cómo para dejar a alguien vulnerable. El olor férreo llenaba el ambiente mientras los anfitriones estaban en el salón con los recién llegados.

 

Mis colmillos se mostraron por completo. ¿Hacía cuanto que no bebía? Maida me había dado aquella infusión que parecía sangre pero no lo era, y cómo siempre los instintos llaman. Aguanté la necesidad de ir corriendo y simplemente evité tomar bocanadas prolongadas de aire.

 

Mis manos se pusieron tensas. No sabía si aquella persona era un atacante o sólo un pobre malherido que había llegado ahí por error. Al parecer Maida quería brindar su ayuda, y no dudaba que pudiera hacerlo, pero me puse delante de ella, sólo en caso de que fuera algo o alguien que quisiera dañar a los presentes.

 

¿Por aquí nunca tenían una comida o una cena sin novedades? Resultaba interesante la vida del mundo mágico.

 

@@Maida Black Yaxley

@Gatiux

@Orión Yaxley

@@Idylla Macnair T.

Editado por Albus Renaldi Macnair
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