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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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Abrió los ojos de golpe, como si de un momento a otro hubiese perdido el sueño. La habitación estaba a oscuras, escuchaba gotear agua y se percató de que estaba sentada contra una pared. El olor a humedad le incomodó el olfato mientras intentaba recordar cómo había llegado a ese lugar, o tan siquiera por qué estaba ahí. Lo único que recordaba era haber recibido a su amigo Apolo en la casa, haber hablado con su padre presentándolo como un primo lejano y luego... y luego todo iba a negro. Suspiró mientras se levantaba con cuidado afirmándose aún de la pared, preguntándose si acaso estaba todavía en la Manor.

 

Escuchó un maullido a la lejanía, por debajo de la madera a sus pies. De una forma u otra, Shadow la seguía incluso estando dormida. Caminó un poco desequilibrada buscando la varita entre sus tejanos, para luego encender la punta de ella y alumbrar el lugar. Fuera lo que fuese, estaba plagado de libros uno sobre el otro, textos antiguos pudo reconocer gracias a muchas runas que se hallaban en ellos. Aspiró un poco sorprendida, arrepintiéndose al instante cuando el polvo entró por su boca y la hizo toser. Caminó aún tosiendo buscando una salida, con la madera crujiendo bajo sus pies. No había puertas. ¿Dónde carajos estaba?

 

Pero otro maullido le indicó el camino hasta una trampilla. Debía estar en algo así como el entretecho, por lo que abrió y justamente una escalera dio contra el suelo de la planta inferior. Bajó rápidamente por ella y se movió por los estrechos pasillos con Shadow caminando en círculos a su alrededor y haciéndola tropezar varias veces, pero esa conducta no era algo que pudiera reprocharle. Había estado preocupado o hambriento, en ambos casos supuso que ver a su dueña le alegraba.

 

Se encerró en su pieza dispuesta a bañarse, y mientras el agua caía por su cuerpo desnudo, las preguntas inundaban su mente sin darle tiempo alguno para relajarse. ¿Qué había pasado? Escuchó algunos gritos en el piso de abajo y pegó un brinco fuera de la ducha, mojando todo a su paso mientras intentaba meterse dentro de la ropa un poco asustada. Una vez logrado, con el pelo goteando por donde pasaba, se apresuró a buscar el sitio desde el cual provenían los gritos de hechizos. ¿Qué rayos pasaba?

 

 

Off: holi xD

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  • 3 semanas más tarde...

El aire de la vida entró en su cuerpo con una fuerte aspiración. Sus ojos azules se encontraron con unos faroles gigantes, ambarinos, llenos de amor. Amor en forma de preocupación y seguramente de preocupación y reproche.

 

Estaba en el sótano. Lo reconocía. Aunque en ese momento estaba más amigable y no tan secta satánica como lo era con las velas prendidas hacía unos momentos. Suspiró y se llevó la mano a la frente. Le zumbaban los oídos y todavía no se acostumbraba al escenario. Le tomó la Gatiux, la cual la sentía como un cable a tierra, un ancla para sentirse vivo nuevamente. Recordemos, que su alma había salido de su cuerpo en todo ese tiempo y este último lo había sentido a su manera.

 

Esto no fue un deux ex machina. Y tampoco quiero bajar motivación, pero es que ninguna de las acciones de los miembros de la familia hubiese cambiado el destino del patriarca. Bah, “destino”. Lo que sufrió Orión fue una suerte de viaje en un momento de crisis y estrés que estaba pasando la casa. Claramente, ver cómo las propias energías vitales de Orión se desvanecían justo con la aparición de dementores te hacían llegar a una conclusión directa. Lo habían besado. Pero, no. Los encapuchados y el secuestro mágico del cuerpo inerte del Mago Oscuro no tenían nada que ver. Al menos, en parte.

 

No hace falta señalar al elefante en la habitación. La Yaxley tenía sus secretos. Desde el maldito comienzo, con la imposibilidad de existencia de elfos domésticos; hasta la torre de vigilancia incrustada al sistema edilicio. La Yaxley estaba viva. Como si alguien le hubiese lanzado un vitae con gran poder y este respondiera ante los ataques, con protección.

 

- Necesito descansar un poco.

 

Orión se sobó la cabeza y descubrió un poquito de sangre. No recordaba exactamente todo, pero a diferencia del resto, mantenía la temperatura corporal. Los dementores habían desaparecido y sólo quedaba el desastre en general.

 

Sólo esperaba, que el día siguiente fuera normal.

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Cuando un torbellino de emociones se acumulaba en la mente de Gatiux Malfoy, ésta solía desaparecer, huir donde sólo pudiera escuchar el viento ululando en sus oídos mientras un mar gris embravecido chocaba contra las rocas unos metros más abajo. Allí donde el verde de la campiña inglesa dominaba más allá de donde alcanzaba la vista y el cielo gris amenazaba con lluvia. En ese páramo desolado solía meditar por el día, mientras que por la noche dormía en una cabaña destartalada por cuyas rendijas se colaba el frío.

 

Le despejaba la mente sí, pero también le volvía más huraña al contacto humano cuando volvía a Inglaterra. Solía pensar en lo que era su vida, en lo que había sido y en aquellos que ya no estaban. La mayoría se fueron sin más explicaciones, una terrible costumbre que se fue convirtiendo en norma. Un día vivos y al otro como si se hubieran esfumado de la faz de la tierra. Un cliché. ¿Se convertiría ella también en uno de esos clichés o tendría el valor de dejar una nota?

 

Al final de todo no eran carne y huesos, si no recuerdos que se iban borrando con el paso del tiempo.

 

Sí, había vuelto, pero el aura de la banshee emanaba cierta melancolía que no trataba de disimular. Decidió salir al jardín envuelta en una manta fina una hora antes del amanecer y se sentó en el jardín trasero, donde la hierba crecía de forma un tanto desigual. El tenue viento despeinaba su larga cabellera violeta. Sus ojos amarillos estaban fijos allí donde sabía que saldría el sol cuando el cielo comenzó a clarear.

 

Hacer cosas sencillas como esperar el amanecer no solía estar en la apretada agenda de los magos, que pasaban la vida entre catástrofes y distintos desastres naturales. Sólo echaba en falta no tener un elfo que le trajese una taza de café para calentar sus manos. Gatiux se apretujó aún más en la manta, como si fuese una especie de coraza, intentando que sus pensamientos no divagasen. Sería una lástima perderse un momento como aquel. Un trino lejano le avisó que los pájaros comenzaban a despertar.

 

Atrás quedaba el recuerdo de lo vivido en aquel lugar días atrás. De cómo Orión estaba muerto y al momento siguiente no, sin mucha más explicación se había marchado del lugar, como si fuera un martes cualquiera y hubiese despertado de la siesta. La Yaxley le despertaba aún más desconfianza después de aquel día. Quiso volver a la seguridad de la Malfoy, y lo hizo por unas pocas horas antes de marcharse lejos del pueblo.

 

Entreabrió los labios para dejar que el vaho se perdiese en el aire. El sol anunciaba un nuevo día.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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La calma parecía haber amainado los sucesos de días atrás. Sucesos en los que la joven no había participado, pero sí que era consciente de lo que significaba. Sus padres habían estado en peligro y su impotencia la había debilitado hasta el punto de no mover un dedo por ellos. Apenas estaba intentando mantener una relación con ambos y casi los pierde de un instante a otro. Era triste, pero más triste era que se hubiera confinado en su trabajo y hacer caso omiso de lo que estaba ocurriendo en la Manor mientras ella despachaba compras. Pero, por suerte, eso ya había quedado atrás y estaba segura de que todos querían guardarlo en el pasado bajo llave.


Pero su mente inquieta no la dejaba dormir. Cerraba los ojos y su mente comenzaba a divagar entre los tantos problemas a los que tenía que hacer frente. Ni tan siquiera intentando descansar, podía hacerlo, lo cual era más que un fastidio. Estaba demasiado activa, teniendo en cuenta que ya durante la noche su elfina había bajado a la cocina a prepararle una infusión de hierbas relajantes. Lo único que consiguió con eso fue ir al baño un par de veces.


Era temprano. Ese día podía permitirse no madrugar, ya que era su día libre en el Mall. Sin embargo, su estado de alteración no la iba a permitir disfrutar de ello. Estaba cansada de dar vueltas y más vueltas en la cama, así que optó por levantarse. Salió a la terraza de su habitación. Una ligera brisa se hacía notar. Cogió una pashmina para cubrirse los hombros y miró al cielo. Ya empezaba a clarear. Los primeros rayos de la mañana querían terminar con la oscuridad de la noche. Miró el césped y pudo ver cómo una figura de pelo violeta permanecía sentada en el jardín.


Calzó sus zapatos antes de bajar al vestíbulo. Abrió la puerta y se dirigió al jardín trasero. Su madre continuaba allí, acomodada sobre el césped y abrazándose a una manta. Procuró no hacer demasiado ruido y se sentó a su derecha. No sabía muy bien qué decir, así que se limitó a contemplar el paisaje junto a ella.


No podía dormir —terminó diciendo tras un breve lapso de tiempo.



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Gatiux sonrió levemente cuando vio aparecer a Valentina, que se acomodó junto a ella sin hacer ruído alguno, como si no se atreviese a romper ese momento. Sólo con el paso de los años había aprendido a disfrutar con la presencia de sus hijos. Cierta parte de ella sabía que lo había hecho mal en su juventud, pero no podía hacer nada para cambiar todo aquello, sólo aprender a vivir con lo sucedido y con las decisiones precipitadas. Tampoco es que pidiera muestras de cariño cuando se encontrase con alguno de sus hijos, se conformaba con que no le girasen la cara la viesen.

¿Qué es lo que te pasa para que no puedas dormir? -preguntó Gatiux tras la confesión de Valentina- ¿Hay algo que te aflija?

Tal vez al verbalizar aquellas inquietudes se harían más pequeñas. Quizás tuviera mal de amores, no sabía tanto de su hija como para conocer su actual situación sentimental. Era una muchachita bella, podría tener a quien quisiera de aquel pueblo en el que para bien o para mal se conocían casi todos. Y si era así tal vez tuviese que hacerle una cortés visita a aquel individuo.

¿Mal de amores, quizás?

Nada que no arreglase un confundus y una bebida con un poco de ayuda. Eso no lo dijo en alto, pero lo pensó. El sol ya había salido. Gatiux se puso en pie, había tenido una idea que le pareció brillante. Valentina no había conocido a su mascota preferida. La banshee le indicó con un movimiento de cabeza que le siguiera, entusiasmada por la idea repentina. Se alejaron un poco de la casa, allí tras un grupo de árboles se extendía una llanura que iniciaba una colina.

Gatiux silbó de forma aguda. Primero se oyeron los pasos retumbando en el suelo. En la lejanía podía observarse como un enorme perro de tres cabezas negro se acercaba corriendo hacia ambas. La Malfoy sonreía al ver a su cachorrito de apenas cuatro metros trotar en su dirección. Se giró para ver la reacción de Valentina.

Es Trasto, mi cancerbero. -dijo Gatiux- Quería presentartelo.

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Bauleo —siseó apuntando a la pila de cosas que tenía apiladas en la cama.

 

Maida estaba sentada con las piernas en mariposa mirando como cada uno de los libros se metía ordenadamente en el baúl, seguido de las túnicas, y algunos corbatines. Pergaminos escritos por ella, y un sinfín de boberías más. Al parecer nadie más se iba a unir a la familia por lo que su habitación, pasaría a ser única y exclusivamente para la ojiazul. Había juntado todo su valor posible para hacer la mudanza no pedida, el día de hoy. Canturreó una vieja canción de aquellos primeros días, como si aquello la animara a mantener la actitud positiva, y volvió a apuntar con la varita.

 

Reducio —hechizó cuando todo estuvo metido, el baúl quedó del tamaño de un pequeño cofre para joyas— ¿me pregunto si todo será así de fácil de ahora en adelante?

 

Blandió la varita un par de veces más, para aparecer unos botes de pintura, y finalmente una pañoleta de seda violeta. Envolvió el baúl enano con cuidado y finalmente alzó una de las tablillas del suelo, donde previamente había escarbado en el piso un agujero. Colocó ahí todo. Suspiró. Tomó el balde de pintura entre sus dedos y se puso de pie. Dejó la varita a un lado y hundió ambas manos en la mezcla de azul bebé. Embadurnó las paredes haciendo algunos garabatos que sólo ella entendería y que pronto, quedarían cubiertos en su totalidad.

 

Mientras, seguía cantarina tratando de simular.

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- Argh

 

Extendió sus brazos y soltó un pequeño bostezo. Movió su trasero un poco más cerca del borde, para poder apoyarse en el respaldo. Se rascó la comisura de la boca con el pulgar, mientras veía el espacio vacío en la gran cama king size. Suspiró. Luego, giró su vista hacia los grandes ventanales de la torre. Una fina neblina cubría los campos, mientras que, a la altura de la torre, la vista era clara. Otro día.

 

Se vestía. Prefirió unos pantalones de entre casa, una camiseta blanca y una flannel que le diera un poco más de abrigo. Mientras lo hacía, reflexionaba un poco. Sí, la entendía. Es decir, ¿quién no se tomaría un retiro espiritual luego de lo sucedido en la Manor? La primera noche luego del ataque, el Yaxley se había quedado solo en la casona.

 

Bajo la escalera de caracol con tranquilidad, con las manos en los bolsillos. Cruzó la puerta que daba hacia la biblioteca. Las primeras luces de alba levantaban tímidamente los colores pasteles y desaturados de las estanterías. Como si fuese un camino prediseñado, fue sin pensar hacia la chimenea. Detengámonos un poco cómo era. Claramente, grande. Tenía un marco de mármol marrón, tallado con numerosos ciervos y cuernos, que iban de un lado, al otro. La estructura, era de piedra, claramente, con una gran parrilla de metal, para sostener la madera. La peculariedad una chimenea para dos ambientes, la biblioteca y la sala. Sus ojos azules se iluminaron ante el fuego.

 

Cruzó el arco, hacia la sala, y se encaminó hacia la cocina. Con suaves movimientos de su varita, encendió los fuegos de la cocina y puso a calentar dos ollas llenas de agua. Se puso en puntitas de pie para sacar dos tarros viejos. Uno de café y el otro de té. Los preparó en dos recimientes con filtros y los separó. Sacó un gran bolsón de harina y lo echó sobre una de las mesadas. Comenzó a amasar el pan.

 

Pero es que, ¿quién diablos se pondría a preparar su propio pan dentro del mundo mágico? Claramente, Orión. Pero le gustaba, aunque su cara sea de completa seriedad. La rutina le daba ciertos parámetros. Parámetros que tuvo que generar tras la desaparición de su videncia. Sólo le quedaba la adivinación

 

La chimenea, en el techo, desprendía su humo característico.

 

Había vida en la casa.

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Trasto llegó corriendo hasta las dos mujeres, el cancerbero medía varios metros, pero para Gatiux seguía siendo tan sólo un cachorrito grande, uno que llevaba años junto a ella, amaestrado y bien educado. Con una señal de su dueña el perro se acostó frente a ambas. Gatiux le rascó detras de las orejas de la cabeza derecha mientras estiraba los brazos para abrazarlo. La gente solía temerlo por su tamaño, pero era un amor de criatura y el perfecto guardián.

Y mientras le presentaba a Valentina, vio humo salir de la chimenea del manor, que por fín empezaba a despertar. O se estaba auto-incendiando de nuevo por algun extraño maleficio. La Malfoy subió encima del cancerbero y dio una orden queda de que le acercara hasta la casa. Apenas tuvo tiempo a despedirse antes de que el animal comenzase a trotar.

Voy a ver que es ese humo. Nos vemos en la casa, Valentina.

Antes de entrar en casa, Gatiux se quitó los zapatos, algunas maderas crujían y no le gustaba hacer ruído tan temprano. Con los pies desnudos podía percibir que tabla podría alertar a posibles enemigos de su presencia. Se movió silenciosa como un gato, con las deportivas en la mano, aún arropada por la manta, rumbo a la cocina. Conforme se fue acercando, descubrió que de aquel lugar emanaba un olor delicioso a pan. Y concentrado sobre la encimera el patriarca Yaxley.

Gatiux no dijo nada por un instante, se quedó apoyada en el marco de la puerta mientras que sus ojos amarillos absorbían la belleza de aquella instantánea. No quería romper el momento, pero se moría por ello.

¡Eh, grandullón!

Sonrió de lado al encontrarse con su mirada. Se había tomado un par de minutos para observarlo en silencio, mientras aquellas manos fuertes trabajaban la masa, para apreciar aquella arruga que aparecía cuando fruncía el ceño de concentración. O el color exacto de sus ojos cuando la luz entraba a raudales en la habitación. Gatiux lo sabía. No importaba por cuanto tiempo estuviese fuera o alejada de él, Orión era el hogar al que siempre quería regresar.

Corrió hacia él en cuanto éste advirtió su presencia. En algún momento de ese pequeño trayecto perdió la manta que la protegió del frío cuando estuvo fuera. Echó los brazos en torno al cuello del mortífago y sonrió ampliamente, como una niña en la mañana de Navidad. Ni siquiera le importó las manos llenas de harina, sólo comprobar que ambos eran reales. Tuvo que ponerse de puntillas y acercarlo hacia ella para darle un beso, uno cuyo inicio fue tierno, pero que se fue tornando en algo más húmedo conforme pasaban los segundos.

Buenos días, ¿has dormido bien?

La pregunta que no había formulado casi se podía leer en los ojos amarillos de la banshee («¿me has echado de menos?»)

Estás hecho todo un elfo doméstico. Pan recién hecho para el desayuno, ¿qué será lo siguiente? -continuó- ¿No crees que es hora de que veamos como meter a una de esas criaturillas en el manor? Uno chiquito y que no trabaje mucho.

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No era demasiado buena compartiendo sus sentimientos. Casi siempre se lo guardaba todo para sí misma, para su mundo interior. Cuanto más supiera alguien sobre ella, mayor facilidad tendría para hacerle daño, y por eso se había ido volviendo más dura con el paso del tiempo. Pero, aún así, no podía evitar que todo el mundo no detectara su melancolía.


Bueno, no es nada importante... supongo.


Pero la muchacha no pudo evitar esbozar una leve sonrisa tras el intento de su madre por adivinar cuál era la causa de su congoja. Le resultaba gracioso, en cierto modo, ver cómo su madre intentaba conocer un poco más sobre ella. Apenas había sido un referente materno para la pelirroja, pero prefería centrarse en su relación actual y en su forma de demostrarle que se preocupara con ella. Mejor tarde que nunca.


No, no te preocupes. Zurin y yo estamos bien. No es nuestro mejor momento, pero ahí vamos.


Y tanto que no era su mejor momento. El warlock apenas le dedicaba tiempo. Llevaban una racha bastante torcida en ese aspecto. La falta de comunicación empezaba a cansar a la joven y la relación iba estancándose. Eso influía inevitablemente en el estado anímico de Valentina, pero no era el motivo principal del insomnio. Nunca había hablado sobre relaciones amorosas con su madre, y no sabía si era un buen momento. Pero antes de continuar con el tema, Gatiux hizo algo más divertido.


Anduvo tras la pelivioleta hacia una llanuraque no recordaba haber visitado con anterioridad. Para no ser una mansión, los terrenos del hogar familiar no estaban nada mal. Pero lo que le sorprendió no fue la dimensión del jardín, sino la enorme criatura que se intentó abalanzar sobre ella.


¡Dios mío!


No pudo evitar elevar el tono de voz. Al grito, se le sumó un rostro miedoso. ¿De dónde demonios había salido eso?

Instintivamente, se colocó detrás de su madre, quien se dedicaba a rascar al "perrito" como si de un chihuahua se tratara.


Va-vaya. No sabía que hubiera mascotas tan peligrosas en la manor.


Aunque por la manera en la que se dejaba tocar, no parecía nada peligroso, de no ser por las tres enormes cabezas con sus respectivas tres enormes bocas a la vista. Cuidadosamente, acercó su mano a una de las cabezas. Ésta la olisqueó unos segundos y le dio un lametón. La enorme lengua empapó la mano de la muchacha, quien intentó limpiarse en el lomo del animal con cierto disimulo.


Parece que le gusto —sonrió.


Pero Gatiux decidió ir hacia la casa. Valentina aguardó unos minutos intentando "jugar" con el cancerbero. Pretendía que el animal la reconociera, al menos, para que no le pegara un bocado si se lo encontraba sin su madre. El sol se alzaba mientras tanto, y el ruido de su estómago hizo que la pelirroja fuera también hacia el interior de la casa a por algo de comida.

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  • 3 semanas más tarde...

Orión pegó un pequeño susto ante el llamado de Gatiux. Estaba sudando un poquitito, producto del trabajo con la masa. Estaba lleno de harina. Relajó su ceño y sonrió ante verla en la puerta. Ni bien había girado, para comprobar que realmente era ella, la vio más cercqa, corriendo hacia él. Con su cuerpo, pegado al suyo, sintió un calor que ni con mil mantas podía conseguir. Al fin la tenía cerca suyo, para sentirse completo.

 

Y la besó. No porque hacía mucho que no se veían. Sino porque era ella, después de todo. Bajó su cara, y con sus manos la tomó de la cintura para levantarla. Sus largos brazos la rodeaban completamente. Tenía ganas de mandar absolutamente todo al diablo y… bueno, digamos que, llenarse de harina por todo el cuerpo. Pero la Manor era pequeña, comparada con otros hogares ingleses.

 

- Buenos días, ¿has dormido bien?

 

- No te preocupes. Todo está mejor ahora.

 

Le devolvió una respuesta que buscaba contenerla. Cuando Gatiux se alejaba era señal, al menos para Orión, que las cosas se ponían bastante peliagudas. Los magos como ellos ya necesitaban ciertas seguridades. Ciertas.

Lanzó una pequeña risa mientras ponía sus dedos gordos sobre la masa. El tema de los elfos domésticos sobrepasaba todo su entendimiento. Él, como caso particular, no tenía; pero sí sabía que algunos miembros de la familia se encontraban con la imposibilidad de incorporar a los elfos dentro de la Manor. Deducía, que aquella barrera protectora que los alejaba del peligro, era también la que imposibilitaba la magia élfica dentro de los terrenos. Después de todo, justamente por esa barrera era que se habían mudado al lugar.

 

- Sabes lo que opino de los elfos. De todas maneras, empecemos por entender por qué es que ni siquiera pueden estar dentro de la Manor. Además, esto me mantiene un poco ocupado, y bueno, cuerdo. En cualquier momento exploto todo el maldito Ministerio.

 

Por cada palabra que soltaba, la masa sufría más los golpes proporcionados por el Mago Oscuro. Tomó un cuchillo y separó los bollos. Los cubrió con un paño seco. Se dio vuelta y apoyó su trasero en la mesada. Luego cruzó los brazos.

 

- ¿Por qué no vas preparando ese café que me vuelve loco?

 

Orión era té. Sólo té. Salvo el café de Gatiux.

 

- De paso habría que despertar a los niños. No vaya ser que se les haga tarde para el trabajo.

 

Ni lo pensó. Puedo asegurar, que si él mismo se estaba viendo en ese momento, hubiese escupido el té de la impresión. ¿Era en serio lo que estaba diciendo? Sacó los platos y tazas de la alacena y comenzó a ordenar la mesa.

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