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Yaxley Manor (MM B: 109997)


Orión Yaxley
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La cabeza le palpitaba, la resaca estaba taladrándole la cabeza en el sentido más sanguinario, Hasta los rayos de luz que entraban por la ventana del cuarto de Gatiux le quemaban la vista.

 

 

-¿Ropa? Wow, esto si que va en serio...-Estaba destruida, más no sorda. sospechaba ya que su hija estaba saliendo con alguien, y aquella noche, en medio de una de las mejores... o peores borracheras de su vida había confirmado con quien, su juguete... Ex-jugete sexual. No pudo evitar negar con la cabeza silenciosamente, recriminándose la mirada de su hija cuando ella llegó en la noche, bueno, la de todo el mundo. Quizá debería reconsiderar aquello de dejar de beber...

 

-Uff, escurrirme quiero, pero de esta resaca- Contestó a la chica de cabellos violeta mientras se apretaba las sienes con las manos - Por favor dime que tienes algo de herbovitalizante entre tus cosas...- Tomó asiento justo donde la chica de ojos ambarinos había palmeado y de forma aprovechada se echó de lleno en la cama.

 

-Claro que que se linda, se veía hermosa incluso cuando insistía en vestir esa carpa de circo.- Y es que aunque ella misma le hubiese insistido bastantes veces ya que se pusiese aunque sea su ropa, su hija era de aquellas tímidas criaturas que buscaban en su vestir un tipo de concha protectora. Quizá, solo quizá, no era tan malo que tuviera novio.

 

-El que no va a ser lindo es tu tío Orión, en lo que vea como tengo la sala...-se giró para poner la cara de lleno en el colchón y pegar un quejido lleno de frustración. aun no había podido ni siquiera hacer la mitad de las cosas que debía hacer a lo que se suponía sería su cuarto. Por el momento era solo una pocilga sin techo cuyo amplio y roto ventanal dejaba la vista plena a la entrada del manor. paredes por ahora peladas y una alfombra manchada cuyo uso ya estaba descartado. Sin lugar a dudas el toque final, la cereza del pastel, lo daba la cama, que inutilizada con el hueco en el techo había sido, quizá por meses el nido de un animal extraño.

 

La sala por su puesto había dado las veces de habitación, sus baúles distribuidos por todo el lugar estaban abiertos con la ropa arbitrariamente distribuida en todos los espacios disponibles mientras el sofá prestaba por ahora, un servicio de cama.

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Gotitas de transpiración caían sobre su frente. Estaba excesivamente caluroso para un día de verano. Bah, mentira. Pasa que el tipo ya estaba poniendo manos a la obra. Jadeaba, mientras que pasaba su manga toda sucia por la frente, añadiendo una mancha más a su, ahora, oscura cara. Era un trabajo bastante monotemático. Orión añadió un ítem más a su lista de cosas para nunca hacer en su vida: arreglar tejados, junto con reproducir la esclavitud élfica y tomar té tibio. Sus prioridades siempre en orden.

 

Técnicamente, gracias a la magia, todo era más fácil. Ubicar el hueco, romper con patadas todas las vigas podridas y reemplazar las tejas por unas nuevas gracias a un encantamiento duplicador. Ya había arreglado hasta el último de los huecos, ahora sólo faltaba limpiar y homogeneizar todo el tejado. Por suerte, la Manor no era tan grande como esos castillos oligárquicos de cualquiera de las familias actuales en el barrio británico.

 

Apuntó su varita y un chorro potente de agua salió a lo hidrolavado. Un par de minutos y ya. Finalmente conjuró junto con su mano izquierda un encantamiento desecador y aislante. Tendría que revisar las averías en un par de semanas más.

 

Finalmente bajó una de las paredes con una habilidad de escalar especial. No le hacía falta hacer rapel.

 

Entró por la puerta trasera, que daba justo a la cocina donde vio a una jovencita rubia, Aleksandra. En realidad, todo en comparación de él era más joven. No diremos la edad específica del patriarca a fines de no herir su suceptibilidad, pero en un ambiente donde todos estaban en sus veinte tempranos, él ya entraba en una adultez moderada.

 

- ¡Hola! Buenos mediodías. Veo que conoces a Nathaniel.

 

Estaba a punto de realizar un comentario sobre que seguro era hija de él. El muy bribón había dejado mini Nathaniels por toda Inglaterra y cada tanto llegaba uno que otro a incorporarse a la casa. Y la Yaxley estaba abierta. Esperamos que no siga por cuestiones de daños infraestructurales, sino una mera metáfora, claro está.

 

Orión abrió la cañería y esta vez salió un chorro de agua grisácea. Ni siquiera algo marrón. Lamentable. Tomó el borde de su remera y se secó un poco la cara, dejando una importante marca oscura en la misma.

 

- Con su permiso. Iré a revisar el sistema de cañerías por si las dudas.

 

Habló en voz alta dejando la cocina atrás. Estaba seguro que Nathaniel se encargaría de su compañía de la forma más paternal posible.

 

Ahora ¿dónde diablos quedaba el sótano?

 

Había una puertita que por el momento no habían accedido. Daba al armario debajo de las escaleras y estaba perfectamente mimetizada. Resulta que se trataba de una entrada delicada hacia una despensa junto con el aseo de la planta baja. Con mucho cuidado de no romper nada, y con la varita iluminando la situación, nuestro querido amigo de ojos azules entró envalentonado. Existía allí una puerta trampa. Bingo.

 

La abrió y un viento aciago movió sus cabellos. Esa sensación eerie. En esos momentos deseaba que la electricidad hubiese sido incorporada en el mundo mágico de la antigüedad. Los Yaxleys claramente no se sentían identificados con ese tipo de tecnología. La puerta trampa era una boca de lobo. Tragó saliva. Ya no estaba tan envalentonado. El tamaño era un poco más que el ancho de sus hombros. No tendría problemas en ése sentido.

 

Con un pie tras otro comenzó el descenso.

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Maida no supo en qué momento exacto fue que todos decidieron decir lo que ella misma pensaba de su antigua indumentaria, pero no pudo evitar sonrojarse. ¡Tampoco lucía tan mal! ¿o sí? De alguna manera cuando ella se autodenominaba un saco de papas la cosa sonaba hasta graciosa, pero ya oírlo de su tía y su madre, la avergonzaban. ¡Hey! Algún crédito tenían que darle, ella así, había conseguido un novio, y uno que no era precisamente el feo de Londres, así que ...en fin. Tanta ropa le estaba volviendo el pensamiento trivial a la Yaxley.

 

¡Yo tengo herbovitalizante! —chilló emocionada y luego se tapó la boca con ambas manos— Nop, no tengo, las dejé en la maleta que está con mi elfo doméstico en el Castillo Black. ¿Hasta cuando no podremos salir de aquí?

 

Pregunta quizá inútil, porque estaba segura de que Luisitha no tenía la menor idea, y talvez, en un afán por cuidarla, Orión no le hubiera dicho todo a Gatiux. Teorías lógicas. Pero ocupaba saber esos pedazos de información. No podía asaltar el armario de Gatiux cien veces. Y ni qué decir del temita de compartir habitación con Nath, aunque, había que ser un poco más honestos en ese tema, y decir que tampoco era que la idea le disgustase demasiado. Sacudió la cabeza y escuchó a su madre.

 

¿La sala? ¿Qué pasó exactamente? ¿De dónde venías ayer? Estabas tan... tan... eh, no quiero sonar maleducada, pero estabas un poco demasiado "entonada" —dijo tratando de evadir el contacto visual.

 

Y que conste, que al menos de momento, no estaba hablando del tema Nathaniel, estaba hablando de ella. A saber con quiénes habría estado que la dejaron llegar a ese nivel de ebriedad. Aunque quizá sólo era una noche entre muchas. La Yaxley no estaba habituada, ella no bebía. Ella era una papa. ¿Su cambio también incluía cambiar algunos hábitos sociales? Vio la cara de su mami estrellarse contra el colchón y decidió que no. Esa parte al menos, de momento, se mantendría intacta.

 

¿Si tienes poción herbovitalizante, Gatiux? — preguntó de pronto— ¿Qué tal si evadimos la casa en general y nos enfocamos en arreglar el cuarto de mamá? Creo que le hará falta la ayuda. Ya que los machos se encarguen de lo pesado. ¿Se enojaría mucho tío Orión?

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- Claro que tengo herbovitalizante. Espera un segundo que te la busco.

 

Tendiéndose sobre la cama se asomó por el borde y sacó de debajo de la misma un maletín verde con correas marrones. Lo abrió y sacó de él la poción herbovitalizante, etiquetada con una caligrafía estilizada, cerró el maletín y lo devolvió con un movimiento a su lugar bajo a cama. En realidad ese no debería ser su lugar, pero tendría que valer mientras instalaban otros muebles en aquel viejo cuarto, y eso sería después de pintar.

 

- De un trago, toda. -le indicó a Luisitha mientras la ponía en sus manos- Ya me dirás donde fuiste para pillarte esta resaca hoy. Espero que por lo menos el alcohol mereciese la pena.

 

No había nada peor que el alcohol de garrafón rebajado que daban en algunos sitios. No podrías evitar la resaca por muchos años de práctica que llevases bebiendo. Gatiux sabía lo que era levantarse en esas condiciones, por lo que se compadecía de Luisitha, a la que seguramente cualquier ruído le parecería un terremoto. Debería haberse quedado vegetando el resto del día junto a una botella de agua.

 

- Danos un par de días para normalizar la situación, Maida. Después podrás salir con normalidad. -esbozó una sonrisa pervertida- Seguro que encuentras algo entretenido que hacer mientras tanto.

 

Y no se refería a arreglar el jardín. Hubiera sido mucho peor si no se quedase encerrada con el novio en la misma casa, Maida podía entretenerse con Nathaniel, un par de días no era mucho tiempo. Hasta que los que les perseguían les perdieran la pista. Quizás la magia que impregnaba el hogar Yaxley se le pegase a sus moradores y les protegiese contra sus perseguidores.

 

- Mientras tanto, como dice Maida podemos ayudarte a arreglar tu cuarto, aunque las paredes no queden muy bonitas, lo dejaremos como algo habitable aunque espartano. Venga, levanta.

 

Gatiux empujaba con suavidad a Luisitha, no como para tirarla de la cama, pero sí para que se pusiera en marcha.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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La verdad no recordaba mucho de aquella noche. Bebidas, un hombre, no recordaba para nada quien era, estaban en un bar, tampoco recordaba que bar. Si recordaba que tenía otra ropa y que creyó ver a Victor en algún momento de la noche. Negó con la cabeza de nuevo. Era claro que lo que había hecho aquella noche estaba además de ser excesivo también se pasaba de extraño. Quizá, solo quizá algún día lo dejaría en el pasado, como todo.

Se tomó la poción de un solo jalón y pudo sentir como su cuerpo recuperaba gran parte de su vitalidad. La cabeza al menos había dejado de palpitarle y los ojos de arderle como si estuviesen encendidos en llamas.

Obedeciendo a los empujones de Gatiux y a que no se negaría a unas cuantas manos extra para arreglar la pocilga que ahora llamaba cuarto comenzó a caminar en dirección al gran ventanal que venía a dar sobre la entrada principal, allí, girando a la izquierda se encontraba lo que en algún momento fue la alcoba principal del lugar.

Cualquier persona que no estuviese decente hubiese seguido buscando en la casa por alguna habitación más decente, pero no, Luisitha no era un ser humano decente, era una bruja loca y de gustos excéntricos y caprichosos. La vista del cuarto era insuperable. Quizá también era una de las habitaciones más grandes pero la diferencia no era significativa a menos que se contase con el espacio abierto del techo, y del balcón que venía a dar al frente del manor y cuyas condiciones solo permitían a aquellos aficionados a las emociones fuertes pararse en él.

-¡Bienvenidas a mi “hermoso”-Énfasis en hermoso- Cuarto!-

La imagen no daba para menos que llorar, las ventanas rotas, el agujero en el techo, si, esas cosas negras eran popó sabrá el cielo de que animales, la cama sería más útil como leña, las puertas en vitral que venían a dar al balcón estaban rotas, algunos charcos de “agua” se amontonaban por sectores, las pocas cortinas que aún quedaban colgando estaban roídas y definitivamente el baño necesitaba trabajo por hacer.

-Hay que admitir que tiene potencial chicas- Dicho esto se amarró el cabello en una coleta y con varita en mano se dirigió a las otras chicas -¿les parece si comenzamos por el techo?-

Editado por Luisitha Black M.

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La chica de piel morena se encontraba bastante nerviosa, no sabia que decir cuando se encontrara en la mansión. Su andar era lento y cuando por fin se encontraba al frente de la puerta no sabia si tocar o retirarse de inmediato. Aunque tenia que aceptar la idea de que le agradaba mucho poder conocer a otros miembros de la familia.

 

Toco la puerta tres veces con bastante inseguridad. Quien seria la persona que la recibiría?, todo era un dilema para ella. Tampoco sabia si estaba bien presentada, ese día vestía unos pantalones cortos muy coloridos, la blusa tenia los mismo colores que los pantalones, cubriéndose con una chaqueta de jean que contenía parches, su cabello afro resaltaba mucho de su estilo.

 

Esperaba que su madre la recibiera con mucho cariño, aunque podría ser otra persona quien abriera la puerta. Los nervios no la dejaban pensar claramente, seguía tocando la puerta cada vez más fuerte. Que estarían haciendo? parece que se encuentran muy ocupados.

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  • 1 mes más tarde...

Decir que la vida de Maida había sufrido un giro vertiginoso hacia lo desconocido, si, eso ya lo había hecho días atrás. Sugerir que debía huir de Inglaterra antes que las responsabilidades terminaran por consumirla, era otro tema. Pero no, ahí estaba, estoicamente aferrada a un palo de escoba que a duras penas había logrado dominar en las últimas semanas. Aunque ella y Gatiux habían ayudado a poner en decencia el cuarto de su madre, Lu. Ella se había dedicado dos semanas completas en hacer los propio con las habitaciones que pronto ocuparían Aleksandra y Charlot. La casa no era lo suficientemente grande para que tuvieran habitaciones privadas, y esperaba que su esfuerzo tuviera la recompensa de no tener que lidiar con el desgrado de ambas.

 

Las paredes de la habitacion las había pintado en un suave blanco humo, y las columnas las había colocado con un beige para disimular algunas grietas que aún no conseguía reparar del todo. Dos camas amplias y cómodas, un armario encantado para que pudieran entrar todas sus cosas, y un escritorio que tendrían que compartir, porque no había espacio para mucho más. De todas maneras, en las colchas que cubrían sus camas había logrado bordar una gran C y una gran A en cada una, para que pudieran reconocer sus sitios, al menos al comienzo de la convivencia.

 

Unas gotas perlaban la frente de la Yaxley, pero antes de irse a alistar y lucir un poco menos como Cenicienta luego de las doce campanadas, se sentó en el escritorio de la habitación y rasgó un mensaje para su madre.

 

"Mami, me ayudaría muchísimo que le des el visto bueno a algo, ven a la Manor, porfi. Maida."

 

Estaba por entregarle el pergamino a alguna lechuza que estuviera disponible, cuando recordó que no tenía ninguna. Tampoco al elfo. Si seguía así, pronto se vería en las calles de Londres buscando trabajo muggle. ¿Es que nadie en esa casa tenía piedad de ella? Bueno, tener habilidades muggles no era malo, pero en serio requería a Lu con urgencia y si tenía que esperar a que su madre se apareciera en su habitación, estábamos apañados.

 

No había de otra. Volvió a tomar la escoba y fue directo a la puerta de la habitación de su madre para deslizar la invitación por debajo de la puerta. Entonces si, se secó el sudor con la manga de aquella túnica vieja y completamente empolvada. Se quedó en medio del pasillo del segundo piso sin saber si irse a cambiar o buscar otra manera de avisarle a Aleksandra y Charlot que su habitación estaba disponible. ¿Caballos? ¿Qué animales era los que tenía?

 

Tío Orión tiene que resolver el tema de los elfos domésticos, así yo no puedo —bufó.

 

@@Charlot Gryffindor @@Luisitha Black M.

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  • 2 semanas más tarde...

Orión se sobó la cabeza mientras despertaba. Se había hecho un gran golpe en la última excursión que realizó hacia el sótano. No pudo encontrar absolutamente nada interesante, porque bueno, estaba todo oscuro y no encontraba la maldita forma de encender una luz, por lo que tuvo que volver por las escaleras con las que se había tropezado. Habían pasado varios días desde incidente y ya la Manor comenzaba a parecer un hogar después de todo.

 

Las ventanas de la planta baja ya estaban bien colocadas y los pedazos de tejado que estaban repartidos por el frente de la Manor ya estaban apilados en el tacho de la basura. Varios de los familiares habían hecho un excelente trabajo plantando alguna que otra flor silvestre en los campos que estaban a los costados del camino. Lo que aún no podía entender era el funcionamiento de la fuente. El ciervo seguía sin echar agua.

 

Era verano, pero se sentía una correntada helada que invadía cada tanto la torre de vigilancia donde Gatiux y él habían colocado su nido de amor. Por eso se puso una joggineta y unas pantuflas. Se negaba a un sweater. Era Julio en Inglaterra y eso significaba calor húmedo. Se lavó la cara, los dientes y bajó hacia la Manor. Era en las escaleras donde sentía el frío creciente que venía desde la puerta que comunicaba a la Biblioteca.

 

La ausencia de los elfos era otra cosa que quedaba en suspenso. Se acordó de eso mientras cruzaba la sala llena de libros. La respuesta podía estar allí, aunque por lo que veía a ojo ligero eran algunos tomos básicos que cualquier mansión mágica debía tener. Le costaba un poco caminar. Se encorvaba con cada movimiento. Sintió un viento helado que golpeó su cara cuando pasó a la sala principal.

 

Debajo de la escalera se encontraba la compuerta al depósito, donde se había lastimado por última vez. Estaba abierta. Era de donde salía la corriente de aire. Se sentía pálido y sin ganas de nada.

 

- ¿Pero qué diablos? –susurró cuando vio un poco de escarcha en el marco de la puertilla.

 

Se acercó para examinar más. Paso que daba, paso que se preocupaba por sus familiares. Cada escenario era peor. Agradeció por un momento el no tener el don de la videncia, sino sus pesadillas iban a ser más vívidas. Paralizantes. Se asomó por la puerta trampa que estaba en medio de la alacena.

 

Seremos honestos, el tipo quiso pedir ayuda, pero nada, no se podía mover. Y por segunda vez, cayó. Esta vez, perdiendo el conocimiento.

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La última vez que había pisado esos terrenos se había visto obligada a salir huyendo, presa del terror de no poder encontrar calma para conciliar el sueño el resto de las noches que se propuso pasar ahí, así que ahora, un tiempo después, se sentía ciertamente avergonzada de regresar. Sin embargo, aún no había cumplido con su cometido en ese trozo del mapamundi y todavía se sentía en deuda con Orión, por abrirle las puertas de su nuevo hogar. Así que allí estaba, recorriendo el pedregoso camino al Manor Yaxley.

 

Allí fuera el sol estaba en lo alto, lanzando sus rayos sobre la blanquecina piel de Bridget, que descubierta en los hombres, llevaba un vestido floreado hasta las rodillas, en tonos rosados. En un brazo sostenía su varita, demostrando su desconfianza como emoción predominante en su interior; con el otro brazo llevaba arrastrando su baúl viejo, con la mayoría de sus pertenencias. Este ocasionaba un ruido molesto al chocar con las piedras, pero no le importaba.

 

Su duda se tradujo en la forma en que detuvo sus pasos ante el ingreso de su pseudo hogar, pero después de fruncir los labios y cerrar los ojos por un segundo que pareció una eternidad, se abrió paso a zancadas empujando la puerta que rechinó a modo de protesta. Pero a Bridget no la recibió más que una brisa helada, como si alguien con inclinaciones muggles hubiera dejado el aire acondicionado al máximo. La piel se le puso de gallina, y mientras cerraba la puerta detrás de ella, no pudo evitar el impulso de cubrir los brazos con ambas manos, tirando al suelo su baúl, que al caer levantó una ligera capa de polvo.

 

¿Hola? —gritó con fuerza, y le sorprendió ver que su boca producía vapor. Estornudó, a causa del polvo o del cambio brusco de temperatura, era difícil definirlo. No obtuvo respuesta. Dio tres pasos temerosos hacia las escaleras, apuntando frente a ella con su varita.

 

De pronto un golpe en seco hizo eco desde lo que parecía una habitación próxima, similar al de un saco de papas al caer en un camión de carga. Los ojos azules de Bridget se abrieron como platos y por un momento sintió el deseo de retroceder. Frunció el ceño y aguantando la respiración se aproximó hacia las puertas de madera que estaban ocultas detrás de la escalera que dirigía hacia el primer piso. El frío parecía incrementar a medida que avanzaba, de manera que se agachó en cuclillas y recogió su abrigo, que se había resbalado de su brazo. Con un movimiento rápido se lo puso, pero la sensación de invierno no pareció mejorar.

 

Asomó la cabeza por una de las destruidas puertas que llevaba a los cuartos de servicio, y allí en el suelo, difícil de reconocer, estaba un bulto inerte. Achinó los ojos como forzando a su vista, mientras resbalaba por el perfil de la puerta hasta que sus rodillas chocaron con el helado suelo. Se sentía mareada y de pronto sintió que sus energías le eran arrebatadas. Dese esa perspectiva y a pesar de la poca iluminación se percató de que el bulto no era sino Orión, quien de seguro cayó minutos antes, cuando el sonido que de ahí provenía la sorprendió.

 

Orión —murmuró, como si su llamado podría despertarlo, y gateó hasta tomar uno de sus brazos.

 

Tomó fuerza de no supo donde y jaló el cuerpo del mago hacia afuera, tropezando con sus pies y cayendo de espaldas. Se incorporó de nuevo, con un esfuerzo inhumano y con la habitación dando vueltas a su alrededor. Sostuvo su varita con fuerza para no perderla en el intento de jalar a Orión de nuevo y tomando una gran bocanada, volvió a mover un par de metros hacia el pasillo el cuerpo inconsciente de su padre adoptivo. ¿Por qué nadie más había acudido todavía?

Editado por Bridget Wenlock

SemperFidelis

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¿Y ahora qué?

 

Se acomodó el corbatín una vez más, nunca antes había llevado uno puesto y aún no lograba acostumbrarse a él. Pero bueno, en realidad lo que el Yaxley llevara puesto no es del todo importante, lo que sí podía serlo era que estuviera frente a la puerta del Manor decidiendo si debía tocar o simplemente entrar. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había estado ahí? Un par de semanas, meses quizá y en realidad no estaba seguro de querer volver... O, por lo menos, eso pensaba él.

 

Dio un paso atrás y deslizó ambas manos dentro de los bolsillos de sus pantalones. ¿Estaría su madre en casa? ¿Maida? ¿El sensual tío Orión? No pudo evitar una sonrisa, los extrañaba. Sí, también extrañaba a la tía Gatiux y a Kya. Negó, no quería pensar en Kya, no quería pensar en ese momento de debilidad que había puesto su mundo patas arriba aunque no podía negar que lo había disfrutado. En realidad, la razón de que Cillian no quisiera pensar en Kya era que, al igual que Juliene, había desaparecido de su vida.

 

— ¿Y ahora qué?

 

¡Que demonios! ¿Algún día dejaría de tener tantos líos mentales? No, nunca lo haría así que lo mejor era que dejara de darles vuelta y que siguiera adelante una vez más. Sin dudarlo más comenzó a caminar, sólo se detuvo parar abrir la puerta y en sólo un momento estar de nuevo en casa. ¿Casa? En realidad no había pasado demasiado tiempo en aquel lugar para que pudiera llamarlo así, pero al final de todo... ¿Lo importante era la familia, no? En fin, digamos que sí, que estaba de vuelta en casa.

 

— ¿Acaso no existe un momento de tranquilidad a lado de ese hombre? —Sí, esa fue la primera frase que soltó al llegar a casa.

 

Si bien estaban en pleno verano, el frío dentro del Manor decía algo completamente diferente. Se acercó hasta la desconocida o quizá no tan desconocida, le sonaba de otro lugar en realidad, y se arrodilló junto a su tío. ¿Estaba muerto? No, el mundo no podía tener tanta suerte. Se acercó un poco más al cuerpo y estuvo tentado a comenzar a tocarlo por completo, pero reprimió el impulso.

 

— ¿Y ahora qué le ha pasado? —Inquirió a la bruja junto a él— Y, ¿sabes porqué acaso porque hace tanto frío aquí dentro?

 

 

 

 

 

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