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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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Definitivamente estaba comenzando a cansarse de aquella familia y de ir a aquel castillo, cada vez que iba era completamente ignorada, sin exageraciones, todos le pasaban por al lado como si nada, como si fuese un fantasma. ¿Acaso era un fantasma y no lo sabía? No lo creía pero en aquella ocasión iba acompañada de su fiel amigo y acompañante eterno Electrix, su elfo.

 

Llegó al castillo vistiendo de negro como siempre, pantalón negro, chaqueta y camisa negra y unos tacones de aguja con tacón negros también. Sus labios pintados de rojo intenso y sus ojos delineados de negro y su cabello castaño suelto con suaves ondas que rebotaban con cada uno de sus firmes pasos.

 

- Ama Nats, ¿segura que quiere estar aquí? ¿No preferiría ir la mansión Rambaldi? - Preguntó el pequeño y frágil hombrecillo de traje tomando con sus manos frías el dedo meñique de la mano derecha de la ojos azules.

 

- Sí Electrix, no hay nada de malo en visitar a la supuesta familia. - Respondió mientras abría la puerta de aquel castillo. No tenía que esperar a que alguien la atendiese, ella era parte de allí aunque no lo sintiese así.

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Me quedé parada, estática, sin saber qué rayos hacer desde el momento en que la elfina concluía con su humilde acto de acompañarme a través del vestíbulo y dejarme allí, en la nada misma, frente a la puerta de la sala. Me crucé de brazos y pegué la vuelta dándole la espalda a los murmullos que se escuchaban desde el interior de aquel habitáculo, intentando no pecar de curiosa. Pero me era imposible. Mi cerebro no podía evitar tratar de conectar aquellas frases incompletas que llegaban a mis oídos y completar aquellas inconclusas con lo que me parecía acorde.

 

¿Es que acaso no aprendía? Ya había tenido un encuentro desagradable con la familia Crowley, en la cual mi intromisión en una reunión familiar no derivó en más que una patada en el trasero por presentarme como reportera. De esa mancha era imposible que volviese a tener una buena relación, salvo que el mismísimo León me recibiera y me invitara a pasar.

 

-Pero está ocupado...

 

Resoplé. Detuve mi caminata circundante y fijé la mirada en un cuadro que decoraba la antesala. Había algo en aquella pintura que me desconcertaba, extrañamente el hombre que figuraba allí no se movía. Empezaba a pensar que me tendría miedo o vaya a saber qué desperfecto tendría. Las voces provenientes de la sala iban subiendo de tono a medida que esperaba al Crowley. Por dentro deseaba no tener que esperar mucho tiempo más y que se terminara convirtiendo en un desastre.

 

Cuando la puerta de la sala se hizo protagonista con un chirrido estrepitoso, di la vuelta con una sonrisa en los labios que se desdibujó al mismo tiempo que mis ojos descubrían la presencia de una pelirroja que desconocía.

 

"¿Otra pelirroja más...?"

 

Me mordí el labio y clavé la mirada en León, alzando una ceja. Estaba claro que nadie en ese castillo, siquiera él, esperaba mi visita.

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—Así que Madison, ¿No? —indagó León luego que la mujer con un rostro entre sorprendido y arrepentido se presentara.—. Seré muy claro con usted señorita, si cada mujer que engendrado un hijo mío vinera a reclamar este castillo y a mi como suyo, no quedaría absolutamente nada de herencia para nadie.

 

La expresión de Madison, que luego de recordar el nombre fue que León cayó en cuenta que la había conocido en un bar de Liverpool, era una mezcla abstracta de ira, tristeza y desconsuelo. Un largo sin viaje sin duda, pero de nada le había servido. Había dejado muchas cosas atrás tan solo para llegar hasta Londres y buscar a aquel que le había jurado amor eterno una noche y a la siguiente desaparecer. ¿Cómo podría alguien creer un mentira por tanto tiempo? Seguro ella.

 

Sabía bien que casos como este se le presentarían, que alguna creería que todo lo dibujado en un óleo de deseo y frenesí se materializaría con tan solo buscarlo a él. Se acercó a la mujer y la hizo a un lado del grupo. Si bien no era nada agradable lo que le iba a decir, no quería que la familia se empezara a burlar de ella, fundamentando el odio que de por si, ella misma se había buscado. A un costado del salón, lejos del oido y la vista de sus hijos, le habló en un tono más calmado.

 

—Puedo ofrecerte un techo y comida por esta noche. Una cuenta en Gringots con algunos miles de galeones que ayudarán en lo que necesites. Si creíste que podías venir a apoderarte de mi castillo por una noche, estás muy equivocada.

 

No hubo necesidad de más palabras. La mujer tomó sus maletas tan pronto como las había descargado y con una fuerza admirable abrió las puertas del salón de par en par. El golpe de las mismas contra la pared llamó la atención de todos los presentes hacia el lugar, donde un rostro bien conocido por León aguardaba allí. Con una sonrisa irónica y caminando lentamente, el mortifago se acercó a la Malfoy.

 

—Vaya vaya, Señorita Malfoy —pronunció al tiempo que veía como los demás miembros de la familia continuaban con su día a día—. No pensé que se presentara tan pronto ante mi. Supongo que esperar una disculpa de su parte es demasiado, ¿No?

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Bajé la mirada hacia el suelo, intentando ocultar una sonrisa que emergía de mis labios y con la cabeza aún un tanto gacha levanté las cejas mirándolo a los ojos desde mi mediana estatura. Llevaba las manos hacia atrás, mientras tambaleaba sutilmente mi cuerpo hacia atrás y hacia adelante cual niña pequeña.

 

-Pues, creo que es lo mínimo que podría hacer en las circunstancias que nos conciernen.

 

Intenté disimular un poco mi interés pero me fue imposible no girar el rostro, observando cómo la pelirroja se retiraba del castillo cargando sus maletas. Volví hacia el Crowley, llevando mis manos hacia delante y sonriendo de lado. El leve rubor de mis mejillas denotaban un poco de vergüenza de mi parte ante su reclamo, el cual por los relatos que me habían llegado consideraba completamente justo. De todas maneras, cualquier dejo de timidez era tapado completamente por la alegría que me daba volver a verlo sano y salvo.

 

-Sabes que se me suelen escapar ciertos comportamientos que no puedo controlar por mi condición. -Mi mano derecha se extendió hacia el cuello de su camisa, acomodándole una ligera arruga como gesto de cariño.- Sin embargo no lo justifico.

 

Llevé mis manos a los bolsillos de mi pantalón, sin dejar de reparar en sus gestos mientras volvía a tambalearme hacia delante y hacia atrás, como si esperara algo de su parte. Asumir la pertenencia a mi raza era algo que nunca iba a salir de mi boca, a menos que fuera realmente necesario. Como León ya me conocía, creía que no era necesario aclarar por demás.

 

Descruzando las piernas di un par de pasos hacia atrás recorriendo nuevamente el espacio de la antesala con la mirada.

 

-Realmente no pensaba venir hoy aquí.- Me volví a acercar a él a paso lento y cruzado cual ocho tanguero.- Pero soy una niña muy impulsiva y algo me dijo que era el momento ideal para volver a encontrarte. -Tomé una de sus manos entre las mías y le sonreí.- Espero no haber caído inoportuna.

 

Fruncí los labios mirándolo a los ojos.

 

-¿Aceptas mis disculpas? -Pestañeé exageradamente apretando un poco su mano como si tratara de un gesto de súplica.- Dime que sí.

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Tantos asuntos a los que atender me habían robado tiempo que dedicar a tantas cosas pendientes que había aparcadas. Podía parecer que no, pero tras aquella cabellera dorada y esos hipnóticos ojos azules, profundos como las más abismales fosas de un océano perdido, Alexander Malfoy tenía una hija cuyo rostro apenas podía recordar ya. ¿Un mago tan joven, desperdiciando su juventud tras haber descubierto su paternidad tan pronto? Como otros tantos, sí, aunque a diferencia de ellos yo no podía permitirme decir que fuese un bien padre. De hecho, ¿cuántas veces había coincidido con ella en los últimos meses? Muy pocas.



Pero aquel día era diferente. Me dirigía al Castillo Crowley, donde a buen seguro encontraría a mi hija, ya que no solía verla pulular por la Mansión Malfoy. Otros vástagos de mi sangre habían escapado a lugares mucho más lejanos cuando decidieron alejarse de su familia, por lo que agradecía que ella hubiese decidido quedarse cerca, y no alejarse tanto a la hora de tomar esa decisión. Así no tendría que gastar mis energías en aparecerme ni tomar una escoba entre mis manos para surcar los cielos sobre ella.



Lo que uno tiene que hacer por su sangre... – murmuré para mí mismo, recordando que encuentros como aquel, donde me sentía más obligado de hacerlos que otra cosa, representaban para mí únicamente una carga. Quizás fuese desagradable reconocerlo, pero era una evidencia que se me daba mejor mantenerme en la sombra –. Ojalá todo esto termine cuanto antes.



Continué caminando por los jardines hasta que escuché unos pasos frente a mí, allá a unos cuantos metros adelantando el sendero. Alcé lentamente la mirada al escuchar una vocecita proveniente de la misma dirección, y fue en ese instante cuando me di cuenta de que no era necesario comenzar la búsqueda, si es que en algún momento había comenzado. Apenas había puesto mi pie en los dominios Crowley un par de minutos atrás.



Enarqué una ceja al entrar en contacto con la bruja que tenía delante. Era, en efecto, la mujer a la que estaba buscando, muy cambiada respecto a la última vez que nos habíamos encontrado. Demasiado incluso.



Vaya... Mira a quién tenemos por aquí – dije, levantando un poco el tono de voz para que alcanzase a escucharme –. No esperaba encontrarte...



Mentí, pero era mejor eso a hacerla ver que de verdad me importaba saber cómo estaba, por muy escurridizo que me mostrase a la hora de realizar una visita a lo que ella llamaba hogar. Siempre orgulloso, siempre impenetrable.


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Tenía el rostro sumido en mis manos y evitaba que las lagrimas salieran de mis ojos, estaba demasiado sensible, demasiado aprensiva y eso me ponía en aprietos.

 

Estaba refugiada en la cocina intentando olvidar las palabras que mi padre le había dicho a esa mujer, habían hecho mella en mi, había remembrado las palabras que en alguna ocasión había sido victima... mi primer esposo me había ofendido de tantas formas.

 

En mi cabeza resonaban sus palabras esa noche, cuando estaba con aquella mujer que me había confesado que estaba con el, cuando mi hija era para el un estorbo y casi muere al nacer tras el altercado.

 

No podía evitar sentirme mal recordándome lo tonta que había sido al soportar tantas tonterías de parte alguien que no me amo lo suficiente para respetarme

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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<<Tal parece que a la gente no le gusta divertirse>>

 

El muchacho se puso de pie al ver que su padre daba por concluida la discusión con la extraña pelirroja y desviar su atención a otra bruja recién llegada, que el reconoció porque fue de las chicas que estuvo cuando paso el ataque de León. No se molesto en averiguar que quería, por la especial atención que le dio León en atenderla.

 

—¡Aburrido!— dijo en referencia a como giraban los acontecimientos de una buena pelea, a una escena de amor (? y se fue en la dirección de las cocinas, esperando que el resto de la familia se dispersara también, y no importunar a la pareja. Minutos antes de que todo terminara, vio que Ariane se iba en la misma dirección, sin responder a ninguna de sus preguntas. Y creyó buena idea conversar un poco con ella, y saber que había sido de su vida. Aun sostenía el vaso de whisky al entrar a la cocina, pero noto que ella parecía sollozar.

 

¿Te pasa algo?— pregunto parándose tras ella, esperando su reacción.

Editado por Fokker

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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kRRKjq1j.gif         "Perdón por la sangre derramada xD "

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Ensimismada en aquellos recuerdos que queria olvidar, el oírlo de los labios de mi padre habia sido fuerte para mí, aunque el tuviera la razón de no permitir que aquella oportunista mujer pidiese ser su esposa y la señora Crowley ppr la simple razón de tener un hijo... esas palabras habían removido en mi sentimientos que había querido olvidar.

 

La voz de un hombre me hizo salir de mia pensamientos, mi hermano Fokker habia entrado en la cocina y parecía haberse dado cuenta de la situación en la que me encontraba. Deje de ocultar el rostro y me reincorpore despacio.

 

-Hola hermano, solo cosas para olvidar...

 

Vi su copa de whisky en la mano, la verdad me apetecía una copa o talvez unas cuantas.

 

-Te molestaria acompañarme a tomar unas copas, creo que seria una forma agradable de olvidar este mal rato. Que opinas?

 

Con un ademán de la mano le ofrecí el asiento contiguo al que yo estaba sentada

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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—¿Y esas cosas se pueden contar?

 

Inquirió con voz tranquila. si hace unos momentos el sarcasmo gobernaba sus palabras, ahora estas denotaban la seriedad y el deseo de ayudar a su hermana. Se acerco y tomo asiento junto a ella, observando el orden reinante y la apariencia fría de la gran cocina Crowley, ningún elfo parecía estar cerca, pero sabia que todos estaban dispuestos a escuchar cualquier orden y cumplirla de inmediato.

 

No, ¿que te apetece?— pregunto en referencia a la bebida que quería tomar: Luego de que ella eligiera, una botella y un par de vasos relucientes aparecieron frente a ellos. Cygnus se encargo de destapar y llenar ambas copas. —Salud— dijo y tomo un sorbo.

 

Ahora si me cuentas que paso hace tiempo que te sientes tan mal hoy

 

La miro directo a sus ojos, esperando tener la suficiente confianza con ella para que le hiciera saber algo de su pasado. Y se puso a pensar que aparte de Helen, y su hija, no conocía nada del pasado de muchas personas a las que quería.

Don't make promises you can't keep... but those are the best kind.

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La improvisada reunión que se llevaba a cabo en las escaleras por fin había llegado a su término. Claudia ya no dudaba en que la familia sentía cierto fetiche por situaciones como aquella, apareciendo cuando no eran necesarios y aglomerándose para dar paso a discusiones sin sentido y búsquedas de herederos perdidos. Nunca tendrían un mes en calma, alejados de lo que se consideraba lo normal para los Crowley. Porque lo anormal seria precisamente eso, permanecer en calma y sin problemas que los rodearan.

—Tu padre está ocupado, es mejor no molestarlo.

Sonrió forzadamente, inclinándose levemente hacia Ariane a modo de despedida. No estaba para presenciar como una, de las tantas mujeres que pasaban por la cama de León, se marchaba con la cabeza baja, en un muestra clara de derrota. La preocupación, e incluso, la lástima que llegó a sentir por la pelirroja, se esfumaron. Había reclamado algo que no le pertenecía, ni merecía. Así era como debía irse del Castillo Crowley.

—Iré de caza—dijo tan pronto Catt, la elfina familiar, se cruzó en su camino con una pesada carga de toallones en sus lánguidos brazos—. Tardaré, si León II pregunta por mí, infórmale de mi partida. No tardaré, o eso creo.

—Como ordene, señora—inclinándose, desapareció.

La mañana apenas avanzaba. Las labores domésticas no estaban a su cargo y por lo que recordaba, no tenía ninguna actividad programada. Dedicaría lo que restaba del día a recorrer los extensos bosques escoceses e irlandeses, cargando sobre su espalda el arco y el carcaj que poseía, regalo de Artemis en su trigésimo quinto cumpleaños. Un obsequio altamente valioso para la Crowley, teniendo en cuenta que el labrador del mismo había sido Hefesto, el herrero de las deidades.

Claudia tomó el morral que yacía oculto entre unos arbustos del jardín interno. Siempre lo dejaba ahí, equipado con todo lo necesario para sus improvisadas salidas. Echó un vistazo dentro, confirmando que su ropa y botas estuviesen en su interior, se cambiaría en el bosque. Alejada de ojos inescrupulosos y las voces de su familia.

<<Bosque de Rothiemurchus>>

Donde había estado la vampiresa, solo quedó el sutil aroma de un perfume.

But she said, where'd you want to go? How much you want to risk?

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| Semper Fidelis |

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