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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Damon Malfoy

 

Un mundo de recuerdos se agolpó en su mente, no podía controlar la sensación de acosar con preguntas a Anna. Entendía que todo lo dicho por Ian, posiblemente eran vanas conjeturas ideadas por su hermano para contrariarlo, pero como darle crédito a cada una de las cosas que habían acontecido momentos antes. El silencio de la Ivashkov solo empeoró la situación, ocultarle cosas tan importantes antes de desaparecer de su vida, no hacía más que incrementar la duda en el vampiro.

 

─Ian pocas veces miente, creo que eso lo sabes bien…─desviando su vista hacia la cama depositó ahí la bata. Analizando con lujo de detalles las expresiones y sensaciones que provocaba su hermano gemelo en la castaña. No era un secreto que desde pequeños el, la buscaba sin descanso, deseoso de captar un poco de su atención. Eso le molestaba sobre manera a Damon, pero no podía prohibirle que tuviera una relación con la sobrina de su madre. Extrañamente aquel nexo no era sanguíneo, sino solo por elección de Malfoy, tras entablar una relación muy estrecha con la madre de la demonio.

 

─¿Qué paso exactamente la noche que Ian te echo de esta mansión?, no espero una evasiva como respuesta…─su tono era cortante y directo. Sentía algo muy especial por ella, pero en medio de todo eso estaba su contraparte y compañero de vida Ian. ¿Cómo echar por tierra los cuatro años que le apoyo tras la partida de la joven?, ¿Cómo condenarlo sin tener la versión de ambas partes?. Era arriesgado condenarlos a ambos de una, pero detectaba que algo ocultaban ese par de jóvenes y pronto develaría dicho misterio. Su cuerpo fue cubierto por una camisa de manga larga negra resguardando sus piernas bajo un pantalón de vestir de la misma tonalidad.

 

─Puedes cambiarte de ropa, si lo deseas…─señalóel guardarropa que estaba al lado del suyo. El mismo estaba dotado de infinidad de vestidos y conjuntos de dos piezas, entre ellos pantalones y faldas, esperaba que todo fuera del agrado de la demonio. Se habia esmerado en darle un obsequio digno de ella, lastimosamente no tuvieron la oportunidad de gozarlo como él lo tenía planeado, todo gracias a su hermanito gemelo. Sí que sabía cómo colocar el dedo en la llaga y lastimar de una forma que era difícil de sanar u olvidar.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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- Damón, bebiste mi sangre. Si lo que Ian dijo fuera real tú lo verías pues estaría en mis recuerdos-

 

No podía negar que se sentía un poco ofendida, al escuchar a su novio decir esas palabras, ¿tal era su desconfianza?, de verdad la iba a poner a prueba después de probar su sangre, que si tenía algún secreto lo develaría cual agua cristalina. Su corazón ardió en tristeza y dolor al escuchar su pregunta, pero no dudó en responderla con nada más que la verdad brillando en sus labios que aun dejaban rastros de aquel acto de amor eterno que los había unido

 

- Lo viste todo con tus ojos Damón, esa noche Ian me mostro cada una de las cosas que tu hacías, me recordó cuanto odiabas mis actitudes y más allá de todo que tú eras feliz teniéndome lejos. Le envió cartas a mi madre para saber de mí, cartas que mi madre no respondió por decisión mía, pero Ian jamás intento tocarme de nuevo, jamás desde ese día que lo herí-

 

Lo miraba a los ojos, sin pestañar, mantenía su mirada consiente que al decir la verdad como lo hacía, estaba destruyendo a dos hermanos que quizás empezarían a odiarse. Jamás imagino que un triángulo amoroso iba a nacer, y menos teniéndola en el centro, pero no podía hacer nada para salvar a Ian que cada vez más se hundía en su propio afán de mentir para separarlos, cavando su propia tumba.

 

Escuchó las palabras de su amor, unos segundos después de que ella terminara de hablar. No quería aceptarlo pero esa noche se había visto arruinada por aquel que con un poder impresionante para sembrar discordia. Sus ojos detallaron a DAmón mientras se vestía, recordó la primera vez que su corazón brinco de amor al verlo, con su capa y su varita siendo unos simples niños que solo deseaban explorar el mundo que los rodeaba. Hicieron click desde ese día y para siempre, pero ahora estaban allí un puado de años después y con cicatrices por suturar dudando el uno del otro.

 

Camino a su lado dejando caer aquella capa por su cuerpo que aún tenía las marcas delatoras del hombre que la había hecho suya, no sentía pena al estar frente a él y pudo comprobar que era observada por uso ojos hermosos que se vieron reflejado en el espejo de aquel armario. Una sonrisa cruzó sus labios al ver como Damón la miraba y sin pensárselo dos veces eligió el primer pijama que consiguió, el cual para su suerte se trataba de lencería. Una lencería francesa y que sin ser vulgar podría erizar la piel de cualquier hombre enamorado.

 

Se giró para observarlo pero una luz nublo sus sentidos, algo que solía ocurrirle de niña. Todo era blanco mientras en la distancia la risa de unas niñas se escuchaba - Tres- susurro la voz de su demonio el cual se mostró ante ella tocando su vientre. Se vio segada por aquella luz otra vez mientras sus manos buscaban aferrarse al Armario que era lo único la mantenía de pie. Sabía que Damón le preguntaría, sabía que en algún momento debía decirle pero no era esa noche donde tanto había pasado.

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Ian Malfoy



Permanecía sumido en sus profundas cavilaciones, no terminaba de dar crédito a lo presenciado por sus ojos. Anna con Damon viviendo un idilio amoroso, que a los tres les costaría algo más que una buena reprimenda por parte de sus progenitoras. Era insensato pensar que Juv aceptaría esa relación de buena gana, no toleraba la idea de tener a Anna como novia de ninguno de sus dos hijos, pero si tuvieran que darle a elegir sin duda alguna le daría su aprobación a Ian. Varios ramilletes negros se extendían por toda residencia Malfoy, adornando el caminito que conducía a la entrada principal, decoraciones lujosas colgaban de los alfeizares de las ventanas. Una máscara completamente blanca con detalles en dorado en los bordes, resguardaba el rostro del vampiro luciendo un traje negro acompañado por una capa de viaje que protegía su elegante atuendo.

─Todo esta listo, señor─la voz del escolta asignado por su madre para su cuidado resonó en sus oídos. Meciendo la copa con parsimonia en su diestra, bebió un corto trago de bourbon, aquella bebida que le resultó muy grata desde que pudo beberse algo más que cerveza de mantequilla o jugo de calabaza. Sus orbes lapislázulis descansaban en una pequeña caja de color oscuro, ni el mismo sabia el contenido de esta, pero eso no le inquieto en lo más mínimo. Su respiración era lenta y pausada, no se presionaría antes de tiempo y menos echaría por la borda los planes de la rubia Malfoy. No le extrañaría que su hermano Damon estuviera retozando con alguna hermosa joven dentro de sus aposentos, lamentaba que Annabeth Ivashkov, no fuera capaz de diferenciar entre lo que le convenía y lo que era una verdadera pérdida de tiempo.

─Vayamos, pues─depositando la copa sobre una mesita ratona plasmó en su rostro su mejor mueca. Eso de verse dentro de fiestas y celebraciones con personas desconocidas no era lo suyo, pero si con eso se sacaba de encima las cantaletas de su tío Christian, no le costaba nada sacrificarse y fingir tener interés en las conversaciones superficiales y banales que tenían los conocidos y amigos de su familia. Tenía pocos amigos y con eso le bastaba y le sobraba, solo anhelaba tener una sola cosa en su vida y eso le fue negado desde pequeño, lacerante era el dolor que sentía al no poder verla como una mujer que le despreciaba de una forma tajante e imposible de modificar.

─Ahí está─parafraseó indicándole a su esbirro que le dejará solo. Sería mucho más sencillo pasar desapercibido y que ella pensará que era el odioso de Damon y no Ian el que se presentaba ante ella─Luces radiante y muy hermosa, Anna─musitó tomando su mano para darle un beso─¿Adivina quién soy?...─bromeó con la demonio como cuando eran pequeños, deseoso porque nunca diera con la identidad real de quien estaba detrás de esa máscara. Encaminándola hacia los jardines, no perdería el tiempo y le confesaría lo que sentía realmente por ella, solo esperaba que no le diera por su lado y lo dejará con un palmo de narices. Editado por Juv Malfoy Croft

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Una vez en la recamra de pandora: la tarde llegaba y una cosa era segura dejar todo atras no queria interrumpir nada si bien estaba en sus planes dejar todo como esta desde el principio se fueron las visitas milcher , curiosa tomo el atervimiento de preguntar ya se fueron

Bien dejemos todo , aquella chica decidio a dejar la familia malfoy , vestida con su falda verde y camisa plata , sabes es mejor superar tus miedos a ser preso de ellos verdad

 

Tal vez , si es asi

 

Muy bien mirando , la casa donde guardo un solo secreto

Se los dire despues , que hiciste pandora algo y les fasinara

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u.u nunca mas un juntos para siempre

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Annabeth M. Ivashkov

Pasado

 

 

- Mirror Mirror on the Wall- susurró

 

Ocultando aquellos ojos zafiro que adornados bajo una capa de maquillaje, estarían escondidos levemente en la máscara protectora que “cubriría” sus ojos de miradas en aquella fiesta de que su tía había organizado en la mansión Malfoy. Una sonrisa se dibujó en sus labios que brillaban en un sensual tono rojo mientras pensaba en la frase que acababa de pronunciar.

 

- Who is the fairest of them all?- Terminó la frase.

 

A veces le sorprendía lo vanidosa que podía llegar a ser, Era consciente del efecto que causaba su cuerpo dentro de aquella prenda, que cuidadosamente había elegido noches antes. Un delicado y elegante vestido cubría su piel, bañándola de pedrería y transparencia sin dejar que lo vulgar apareciera. Se veía perfecta o muy cerca de la perfección gracias a los dones que el ser un demonio brindaba, se detalló una última vez para luego caminar hasta la mesa donde habían dejado un traslador que los llevaría a la entrada de la mansión.

 

Afuera la música se podía escuchar, e incluso distinguir las voces que alegras charlaban o gozaban de aquel encuentro de secretos que la máscara creaba. Su tía era una gran organizadora de celebraciones y esa por mucho no se quedaba atrás, Al entrar al salón la mansión se había convertidos en el mejor escenario para bailar o enamorarse bajo los encantos del siglo XIX que muy sutilmente marcaban el cambio y el contraste perfecto con todos aquellos que tan modernos bailaban.

 

Sus ojos buscaban con afán al único joven por el que había asistido a aquella fiesta, Muchas máscaras pasaban ante ella pero ninguna era Damón. Podría reconocerlo donde fuera o eso pensaba la Ivashkov que un tanto triste decidió pararse cerca de la ventana a mirar como la fiesta empezaba a tomar un aire romántico y acogedor para todo aquel que como ella fuera espectador.

 

Una voz que se perdía por el ruido de la música la hizo salir de sus pensamientos, y allí tan majestuoso bajo aquella mascara se encontraba el… el único que durante toda su vida lograba arrancar sonrisas sinceras y secretos de los labios de la demonio.

 

– Damon… - susurró sin darse cuenta del error que estaba por cometer.

Editado por Emilia Malraux

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El ex-Nigromante apareció en las inmediaciones de la mansión Malfoy. Habían pasado ya unos días desde su llegada o, mejor dicho, regreso al mundo mágico. Durante aquella corta pero intensa semana había llevado a cabo diferentes tareas en el bastión tenebroso, así como algún que otro encuentro amoroso en las tabernas de las cercanías. No había comenzado mal la cosa.

 

Se echó a andar. La hierba, recién cortada, rozaba con su negra túnica con detalles en plateado, produciendo un onomatopéyico frufrú. Unos zapatos relucientes, del mismo color, protegían sus pies. Dirigió una mirada hacia la puerta y con un gesto la accionó para entrar al recibidor de su casa.

 

Cuando hubo entrado, dejó su túnica en los dorados colgadores y se miró en el espejo. Llevaba una camisa blanca, con los dos botones más cercanos al cuello desabrochados. Unos pantalones de pinzas negros y los zapatos anteriormente mencionados. Un cinturón de piel, proporcionaba la sujeción necesaria para que su parte de abajo se mantuviese en su sitio.

 

Se adentró en la sala, la cual permanecía totalmente inhabitada. ¿Qué había ocurrido con los Malfoy? Aquellos tiempos de gloria, aquellos tiempos de reinado en Ottery St. Catchpole se habían terminado. Habían quedado atrás todas aquellas memorias tan buenas que él guardaba en rincones especiales de su mente: sus padres, Mistify y Crazy, sus hermanos, sus hijos e hijas... En otro apartado estaban los desamores que, quizá, era la parte que ahora menos le importaba pero que más le había afectado durante el paso del tiempo.

 

Atrás también habían quedado sus experiencias como alto rango, como una persona más que respetada en el bando oscuro. Pero poco le importaba. Tenía paciencia, ganas y talento; quizá tres de los ingredientes más importantes para volver a triunfar. Y ambición. ¡Cómo se notaba que era un Slytherin!

 

Se dejó caer en uno de los mullidos sofás, tras haber cogido un libro del mueble, y comenzó a hojear el mismo. Instrumental, rezaba la portada, por James Rhodes.


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Apenas pudo llegar a pie hasta la Mansión Malfoy. En su estado no se había atrevido a aparecerse y que medio cuerpo quedase atrás, por lo que no le quedó otra que caminar. Tiritaba por culpa de la fiebre y cruzaba los brazos bajo su pecho. A punto estuvo de caerse unas cuantas veces mientras caminaba por los jardines. Sus extremidades pesaban cada vez más. Se sentía extraña.

 

Cerró tras de sí la puerta principal, soltando un gemido y dejándose caer tras ella por unos instantes. Había comenzado a sudar, pero seguía teniendo frío. Debía llegar hasta su habitación en el último piso, allí podría dormir. O morirse, lo que viniera antes. Haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedaban se levantó y continuó hasta las escaleras, agarrándose a los muebles. No fue apenas consciente de que en su errático caminar tiró un candelabro y varias figuras. Subió los peldaños dando tumbos, chocando contra la barandilla.

 

Al llegar a su habitación se tumbó sobre la cama sin desvestirse, resguardándose bajo un edredón nórdico de plumas. Los dientes le castañeaban. A la banshee le pasó por alto el hecho de que sus ojos no habían dejado de cambiar de tonalidad, en un torbellino multicolor incontrolable. Era como si alguien estuviera llevándose su vitalidad.

 

- Mmmm... ¿Qué está pasando?

 

Se sentía demasiado diferente para ser un resfriado corriente, era como si estuvieran drenando su magia. Los temblores eran cada vez más fuertes. Empezó a sentirse a morir. Un grito ahogado escapó de sus labios.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Desde la sala, un ruido lo sacó de su ensimismamiento. Nathaniel trató de fijar toda su atención en el sentido auditivo, que no hacía más que proporcionarle material de que algo estaba pasando en el hall de la mansión. Marcó la página en la que se había quedado, doblándola por la esquina superior, y dejó el libro sobre la mesita que yacía enfrente a la chimenea.

 

Se incorporó y comenzó a caminar, con inquietud. Apoyado en el marco de la puerta, cual cazador furtivo esperando avistar su presa, observó cómo Gatiux se arrastraba escaleras arriba. - Menuda fiesta debió de pegarse... - musitó. Ella no había sido consciente de su presencia, era como si el estado de embriaguez hubiese hecho su trabajo a la perfección hasta el punto de llevarse todo rastro de sensatez.

 

Pero... actuaba de manera extraña. Era su ex-prometida. Había bebido incontables veces con ella -- uno de los pasatiempos que más le gustaba ambos -- y no recordaba aquel tipo de comportamiento en la banshee. Ciertamente habían pasado cuatro años desde que se habían separado y, como es normal, la gente cambiaba. Pero... ¿tanto? Enarcó una ceja, viendo cómo se perdía en uno de los pasillos que probablemente la dirigiesen a su habitación.

 

Volvió a su asiento y tomó el libro con ambas manos. No podía negar que estaba preocupado, al fin y al cabo, ella había sido la mujer más importante de su vida hasta el momento. Sin embargo, todo se había terminado el día que la Ángel Caído huyó por la ventana del baño. Desde aquel momento, Nath cambió de habitación. De mansión. De baño. Y de vida.

 

Un grito lejano inundó de nuevo todos aquellos pensamientos que lo envolvían. - Pero... ¿Qué demoni...? - susurró. Se levantó, con celeridad, cerrando el libro de golpe. Dirigió sus pìes a las escaleras y subió los peldaños de dos en dos. Si mal no recordaba, podría llegar a la antigua habitación de Gatiux. Tras unos instantes, se plantó ante la puerta de la muchacha de los ojos de gato. - Esperemos que no haya cambiado de habitación... - pensó.

 

Knock, knock

 

Sus nudillos golpearon un par de veces la superficie de madera. - Gatiux, ¿estás bien? - preguntó.

 

 

 

----

 

@Gatiux


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La puerta de madera de la habitación de la Malfoy se abrió, y tras ésta apareció un hombre de cabellos naranjas. Ni siquiera había cerrado la puerta por completo en su errática huida hasta su cuarto. Él se acercó con gesto preocupado hasta la cama de Gatiux.

 

- Gatiux, ¿estás bien?

 

Ella temblaba como una hoja. Sus ojos, normalmente amarillos, cambiaban de color a un ritmo alarmantemente rápido, como en una fantasía psicodélica que recorría todo el espectro. La Malfoy no era consciente de la situación, no se había mirado en un espejo ni encontrado a alguien que le avisara de ello. Posó la mirada sobre la del hombre que acababa de llegar. Tardó unos segundos en reconocerlo.

 

- Nath-Nathaniel... t-tengo much-cho frío...

 

Pese a que estaba sudando, no dejaba de tiritar. La fiebre subía y subía. Empezaba a costarle hilar las palabras, y el cuerpo le pesaba como si fuera de plomo. No recordaba haberse sentido tan mal nunca en la vida. Era como si estuvieran absorbiendo su esencia. Magia escapando de su ser. El cabello de Gatiux dejó de ser violeta, cambió primero a azul eléctrico, luego se volvió naranja, después rojo y por último negro azabache, el color de la muerte. Su poder como metamorfomaga se estaba volviendo loco, incontrolable.

 

- ¿Viste que Cherryl parecía preocupada durante el desayuno de esta mañana? -preguntó- Tal vez deberías hablar con ella.

 

La mortífaga había comenzado a delirar debido al exceso de temperatura corporal. Su mente se había alejado unos cuantos años atrás al ver a Nathaniel allí parado, haciéndole creer que vivían en otro lugar, con otras personas a las que le perdió la pista años antes. Cherryl había sido su hija adoptiva, pero desapareció como otros tantos magos y brujas del mundo mágico, buscando nuevos horizontes.

 

Cuanto más tiempo pasaba, peor se veía la banshee. Era como si se estuviese consumiendo a un ritmo acelerado a ojos vista. Comenzaba a pesarle los ojos, aquellos ojos multicolor tan extraños que no dejaban de cambiar. Apretándose contra el edredón nórdico empezó a toser. Tenía sueño, aunque su experiencia en medicina le decía que no debía dormirse, no con tanta fiebre, primero debía bajar su temperatura corporal.

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Según golpeó la puerta, ésta cedió con suavidad, abriéndose ante él. No pudo evitar estremecerse, pues una oleada de recuerdos sacudió su mente con gran exactitud. Allí habían pasado bastante tiempo. En general, habían pasado bastante tiempo en cualquier rincón de la casa y, obviamente, en la habitación también habían tenido sus roces maritales. Como un pez sacado del agua, la banshee parecía estar extremadamente enferma y tiritando.

 

- Nath-Nathaniel... t-tengo much-cho frío... - su voz, entrecortada, llegó al londinense que no hacía otra cosa que preocuparse por el estado de la Ángel Caído. Se acercó, dubitativo, no sabía hasta qué punto debía de ayudarla o no. No por el mero hecho de ayudarla, pues obviamente además de ser su compañera de bando había sido la mujer más importante de su vida, pero no tenía una vara de medir extremadamente concisa como para establecer los límites con ella. Nunca había tenido tacto en ese sentido. Le superaba la situación.

 

La frente de Gatiux no hacía otra cosa que emanar sudor, su pelo cambiaba de forma intermitente de colores. Y el ex-Nigromante estaba tan perdido que sólo pudo arrodillarse y acariciarle el pelo.

 

- ¿Viste que Cherryl parecía preocupada durante el desayuno de esta mañana? Tal vez deberías hablar con ella... - la voz fue un duro golpe para el Malfoy. El tiempo se paró. Cherryl. Gatiux. Nathaniel.

 

*****

La cocina de la mansión Malfoy Black era el escenario. Nathaniel, como un simple espectador, veía cómo su hija se llevaba a desgana una galleta integral a la boca. Sin ni siquiera mojarla en el tazón de leche tibia que yacía enfrente de ella. Con la mano izquierda sujetando su cabeza cansada, divagaba en un mar de pensamientos a los que su propio padre sanguíneo no podía acceder.

 

En el marco de la puerta, Gatiux estaba apoyada con gesto preocupado. Ambas manos sujetaban el peso del cuerpo, apoyándose por completo en la madera de roble que decoraba los bordes de aquella entrada interior. Tras ella, Nathaniel agarraba su cintura. Incluso en una situación que parecía lejana y no muy nítida, incluso en una situación cotidiana y a priori de suspense en cuanto a lo que estaba sucediendo, Nathaniel era feliz al cien por cien.

 

Tenía su propia mansión, con su familia. Con sus hijos e hijas, recién ingresados al bando tenebroso tras su graduación en la Academia. Además, contaba con su chica, Gatiux, una sobresaliente bruja que además de saber asesinar a cualquiera que se le pusiese delante, era una fiera en todos los demás aspectos de la vida diaria. ¡Qué feliz era...!

*****

El flashback no era más que un batido de recuerdos. Tuvo que volver a la realidad y un sentimiento de culpabilidad le había consumido reflejado en un temblor en sus largas y delgadas piernas. ¿Por qué le había pedido matrimonio? Ciertamente quería haber cerrado su vida con ella en aquel momento, pero la chica lo había avisado desde el principio de que no quería casarse, que era un alma libre por mucho que hubiese accedido por su propio pie a mudarse de mansión. Todo iba sobre ruedas pero su tren descarriló en el último momento.

 

Tomó a la muchacha en sus brazos, tras desvestirla previamente hasta llegar a su ropa interior. De ahí no quería pasar, no se sentiría cómodo. Él no iba a forzar ninguna situación. Tan frágil, tan bella. La llevó al baño contiguo a la sala, agarrándola con muchísimo cuidado, estaba en un estado febril avanzado y deliraba, como su declaración sobre Cherryl había demostrado. Suerte que se conocía perfectamente toda la estancia. Sin más dilación, llenó la bañera de agua y de hielo, con un par de florituras de varita, para que al introducirla allí se le estabilizase la temperatura a la joven.

 

- Te pondrás mejor, no me odies... Y Cherryl está bien, de hecho hablé ayer con ella por unos temas de la mansión, tengo pensado volver a alquilarla... - musitó, mientras la dejaba hundirse en aquella especie de iceberg improvisado. - Dime... ¿qué te ha pasado? Estoy un poco nervioso, soy negado para estas cosas... - susurró, acariciándole la espalda, mientras trataba de apelar a su cordura. ¿Obtendría una respuesta de Gatiux? O por el contrario, ¿obtendría una respuesta de alguien totalmente diferente?

 

 

----

 

@Gatiux


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