Castillo de la familia Haughton (MM B: 84511)

[Arya Macnair]

Arya la oyó, cada una de sus palabras, su voz era melodía para los oídos de Lúthien, sonreía sin notarlo, era la felicidad que sentía su alma cada vez que lograba tener un momento de completa armonía junto a Oniria, y la misma se reflejaba en sus finos labios color cereza, deslizó la mano que sostenía la capa de viaje por sobre la misma hasta llegar a su cuello y con un ávido movimiento de sus dedos quitó el prendedor de plata en forma de Lobo que la mantenía sobre sus hombros para dejarla caer a un costado de la cama, tomó su prendedor y lo escondió bajo la almohada, sin dejar de sonreír. Aunque no esperaba las palabras finales de la Haughton, igual le supieron a gloria.

 

—Si estoy aquí, es para quedarme. Habrás notado que nadie logrará que me vaya— Murmuró, reclinó su cabeza, que hasta el momento había estado encastrada en el pecho de la Vampiro, dormitando con cada latido de su corazón, y sus ojos azules buscaron fundirse con aquel tono lila que le desbarataba el sistema nervioso, al encontrarlos, al ver la paz reflejada en las facciones de Oniria no pudo evitar sentirse culpable por las palabras que había dicho en su presencia en el Caldero, "No volverá a suceder" recordó, su propia voz hizo eco en cada rincón de su cabeza, y se clavó en su corazón cual daga envenenada, sus manos escaparon hacia las mejillas de la peliblanco y su cuerpo se deslizó solo unos centímetros más, no le gustaba mentir, y en aquel momento había dicho una mentira horrible.

 

Ni siquiera se detuvo a oír la voz de la razón hacer acto de presencia, besó los fríos labios de Oniria sintiéndolos tan cálidos como la primera vez, cual si fuese moneda corriente, lo disfrutó como agua en el desierto, como si aquella noche fuese la última noche de su vida, sin importarle si el cielo se venía abajo.

[Balderik Von Alexandros]

Dias pasados

 

Su hijo habia nacido sin problemas, los gritos de la castaña hiabian sido fuertes y por los cuidados de Bodrik este sin mas habia venido al mundo en un llanto normal, mietnras el castaño lo tomaba entre sus brazos. No podia dejar de sonreir, la felicidad estaba a flor de piel mienbtras en sus brazos lo tomaba, lo acunaba mientras este llorabab y pedia en ese llanto a su madre, a Sira que ahora estaba muy debil,.Se acerco y lo entregó en sus brazos, Demian aun lloraba envuelto en una sabana blanca, pero el castaño no podia de dejar de estar feliz y sin mas beso los labios de Sira mientras abrazaba a ambos, agradecia con la mirada a Bodrik y miraba de nuevo a su hijo que en brazos de su esposa dormia placidamente.

 

—Los amo...—Decia Kritzai volviendo a besar a su esposa, Dama y Cadmus asi como gus gus lo tomaban a Demian y lo limpiaban, y luego rapido volvian a entregar al matrimonio. Kritzai besó la frente de su recien nacido hijo por un tiempo, su piel suavecita mietnras ahora lloraba menos y empezaba a calmarse. Abrazaba a la castaña y a su hijo en sus braozs para hacerles saber una cosa, jamas los descuidaria y nadie los dañaria.

 

 

 

En algun lugar de Rumania...presente

 

 

La noche con esa bruma de latente peligro tenia como aliada a una gran luna en su punto mas alto, brillando radiente y daba su bendicion a sus hijos predilectos. El bosque espeso y con niebla por sus suelos permanecia en silencio, pinos y arboles que aunque muy unidos dejaban ver la luz de aquel astro, la luna, por todos sus suelos. Cada animal nocturno habia decidido callar por esos momentos, pues ellos mas que nadie sabian lo que pasaba. La hierba muy corta provocaba ruidos altos, era extraño mietnras en la lejania el sonido de eso impresedente s hacia mas fuerte.

 

—¡Deprimo!...— Se escuchaba en la lejania por parte de un hombre, seguido despues de el correr de una persona para luego detras y a medida de igual manera el sonido de algo mas, gruñidos y rugidos feroces. —¡Sectusempra!— Ahora la voz de Kritzai se habia hecho mas fuerte meintras sus pasos era veloces, corria con toda velocidad que tenia posible. Su respiracion era entrecortada a medida que el cansancio le cobraba factura, pasaba por los bordes altos, ramas gruesas y esquivando en zig zag cada arbol y pino de lo mas grueso y antiguo en su camino.

 

Pero detras de el venia algo siniestro, como Kritzai los imaginaba alrededor de quince bestias poderosas, venian detras pero sabia el castaño, no por mucho tiempo. Su varita no habia dejado de mandar hechizos, uno tras otro mientras esperaba que alguno hiciera impacto, por que todo hasta ahora habia fallado, esas bestias eran rapidas. Rumania le habia dado la bienvenida para una ligera exploracion de sus artes magicos, llevandole a un bosque por los rumores, alli habia un cumulo de magia poderosa verdaderamente extraño, los lugareños dcian que quien entrara jamas salia y Kritzai habia dejado eso en burla para los debiles el si habia entrado,

 

Pronto de entre cada rama encima de Kritzai estaba uno de ellos, un licantropo. Su mirada se elevaba hacia ellos mientras la magia le dolia el cuerpo, ese sello en su antebrazo donde portaba la varita le impedia usar la desaparición, dejando si para el una muerte segura. Pronto ya estaban sobre él, detras a unos metros corria desesperado pero con deseo de batallar. —¡Avada Kedavra!— y el rayo viajo hacia detras pero habia sido impacto fallido, el hombre lobo lo habia esquivado con velocidad increible saliendo ileso.

 

Un gran golpe su espalda le hicieron saber que algo le habia impactado, cayó al suelo de bruces mientras se giraba para lazar su varita pero habia sido todo en vano, tres bestias le tomaban con sus dientes feroces sobre una pierna, un brazo y del cuello, provocandole dolor intneso—¡¡¡Aaaaahhhhhh!!!...—Gritó Kritzai lo mas que pudo, su brazo por donde portaba la varita era uno de los tomados por las bestias, dejando caer su varita al suelo.

 

Su mirada estaba enfocada en el suelo, bocabajo sentia a cada bestias perforando su peil con gran daño, asi era levnatado por la mordida casi letal en su cuello del gruñido feroz de uan bestia. El dolor era insoportable pro sabia de ante mano eso no seria nada. Pasos de una persona llegaron a sus oidos, lento a medida que su vista se enfocaba en ella, una mujer desnuda se acercaba al cuerpo del castaño. Cada bestia dejo de mirar a la mujer, apartando al vista ferozmente, incluso agachandose al suelo cada uno de ellos. la mujer para el castaño no era nda, solo senrtia hacia ella furia y enojo. Su cuerpo era esbelto de una pelinegra, cuerpo proporcinado que ahora estaba a su vista muy cerca, mirada con mirada.

 

—Seria tu mejor...opcion.. que me mataras Lilith.—Decia Kritzai netre quejidos de dolor por las bestias que ahora tenian los ojos cerrados.

 

—No no, has denigrado a nuestra raza mucho tiempo estupido humano, ahora seras a lo que mas odias, seras privilegiado y viviendo con esto el resto de tu vida.—Dijo Lilith mientras se incorporaba y tras moverse un segundo su cuerpo cambio al de una licantropa, feroz bestia se acercó a su cuello. y a su mirada disfrutaba le momento, a pesar que el castaño deseaba moverse, quitarse de alli era imposible, Llilith le mordió feroz en el cuello, la parte libre. —¡¡¡Aaaaaahhhhhh!!!...¡¡¡Aaaaahhhh!!!— Gritaba de dolor el joven castaño.

Editado 9 de Septiembre del 2014 por Kritzai

[Kahlan Blackthorn]

Ian Malfoy Haughton

Su habitación permanecía sumida en las penumbras, deseando arrancarse de la mente aquellos pensamientos. No era sensato dejarse llevar por ese par de ojos misteriosos, tampoco verse sometido a los deseos insanos de tener un encuentro con dicha fémina, tampoco echar por tierra la excelente relación que tenia con su madre Juv y su tía Anne. Era un hombre decidido, aferrando a conseguir todo lo que deseaba y eso no sería puesto en duda por nadie que le conociera o deseará conocerlo, no por nada era el hijo de Juv Malfoy Haughton.

 

-Tengo que decirle lo que sentí, no puedo seguirme callando esto que me quema por dentro…-recorrió con la mirada la pulcra estancia. Sus libros permanecían sobre la mesa de noche, acompañados por la tenue luz que brotaba de la única lámpara que deseaba brindarle claridad a sus pensamientos. Si que se había metido en tremendo quilombo, ganándose sin lugar a dudas una severa reprimenda por parte de su progenitora-Si ella lo supiera…-ladeó la cabeza desterrando de sus pensamientos aquella imagen aberrante-Seria tal y como lo dijo Nathe, no mostraría piedad alguna, ni para con sus hijos y eso que somos su vida misma…-sonrió trayendo a su mente el pacto que tenia con su madre y el abuelo de la rubia, si que estaba atado de pies y manos por ambos demonios.

 

Aunque era un ser poderoso, no podía negar que su madre le superaba en varios aspectos en cuanto a dones demoniacos se refería. Le tenía muchísimo respeto a la Ángel Caído, entregándole sin duda alguna su sangre para salvarle la vida-Por mi estas aquí y por ti estoy aquí…-siseó sintiendo como su liquido vital ardía, quemándole tras percibir la conexión tan estrecha que tenia con la demonio-Tuyo por siempre…-musitó las palabras que le dedicará a su madre, tras obsequiarle su sangre, no podía negar que le fascinaba la idea de pertenecer a una fémina tan imponente y sensual como lo era a Haughton-Agradezco que seas mi madre, porque si no lo fueras…-bromeó colocando sus manos detrás de su cabeza.

 

Se sentía más relajado, posiblemente al traer el recuerdo de su madre a su mente, casi siempre Chris, Nathe o el, conseguían sentirse aliviados al recordar lo dura que podría ser su madre, sobre todo si ellos fallaban o cometían algún error que fuera irreparable en determinado momento-No, no creo que sea buena idea…-la voz de su hermano mayor Nathe, no tardó en resonar en la cabeza del castaño-Claro que no lo es…-respondió molesto cerrando sus ojos, tal vez era mejor dejarse seducir por el sueño que continuar con una guerra entre su corazón y su razón.

[Sira Loveless Haughton]

Su mente era un mar de dudas que no dejaban de acecharle y no tenían respuesta. Llevaba días pensando en todo aquello, en su aparición y el saberlo tan cerca de nuevo. Sus recuerdos al verlo habían vuelto. Cada momento pasado juntos ardía en la piel de la mortífaga, las noches en el castillo, el momento que se enteraron de aquella vida que crecía en su interior… toda clase de recuerdos habían vuelto, incluso los más dolorosos.

 

Aquellos padres que intentaron separarlos al saber de su relación, esos mismos padres que les habían robado a su hijo y después… después llego el momento que murió en sus brazos por salvarla, aquel momento en el que una parte de ella se había ido junto con él en aquella noche. Nunca la había olvidado pero la mantenía oculta para ella, solo aquel día en la mansión Riddle todo quedo desvelado.

 

Lo sorprendente de todo aquello era su aparición, semanas atrás un castaño de penetrantes ojos azules había aparecido en Londres dispuesto a ocupar el puesto de su madre. La Ángel Caído había salido y él estaba en su lugar. Su encuentro no había sido el más cordial del mundo, la sorpresa de ella de ver a su hermano en un cuerpo de un joven de veinte años habían trastocado a la Haughton. Durante días ambos demonios se habían pasado como niños tirándose de los pelos, hasta que de nuevo aquellos recuerdos habían invadido la mente de ambos.

 

Su presencia la hacía temblar aun conseguía ese efecto en ella tan solo con estar a su lado. Pero lo disimulaba delante de él, comportándose como aquella niña que siempre había visto en ella. Ahora lo sentía cerca, estaba en el castillo, ella no hacía mucho mas que se encontraba en su cuarto. Se miró en el espejo, no sabía exactamente que iba hacer, pero si sabía que aquel era el momento adecuado para verlo a solas. Una falda oscura en forma de tubo, una camisa blanca don un par de botones desabrochados con su cabello suelto salió del cuarto.

 

No le hacía falta buscarlo, se dejaba llevar por aquella atracción no solo por ser gemelos. Su aroma se encontraba en el ambiente dio unos pasos nerviosos delante de la puerta, no sabía si querría recibirla, no estaba segura de nada, si su madre la viera allí la mataría, estaba segura, pero no iba a dejarlo escapar, de nuevo otra vez no, toco tres veces la puerta y espero.

[Oniria]

La pelirroja manipuló con dedos de mantequilla las arrugas de su capa para dejarla caer como un velo sobre mi lado de la cama. Su respuesta me arrancó una carcajada de infante, una de esas que son raíces primitivas y que de antigüedad están enterradas en lo más profundo de los seres, nutridas por el ambrosía del alma. Una de esas joyas que el tiempo guarda, conserva en el interior de un cofre confeccionado con los engranajes de todos los relojes congelados. No reía con tanta naturalidad desde que nací. Le revolví el cabello y su color cambió de un rojizo uniforme a un cobre betado, un manojo de tallos de guayaba visiblemente diferenciados, uno apuntando a cada dirección de la Rosa de los Vientos, como una fascinante brújula personal de mechones y olor a centro de la Tierra.

 

Me miró a los ojos hondamente. Me taladró con aquellas esferas azules de agua melancólica en las que podía verme reflejada como una copia magnificada de mí misma. Dentro de sus pupilas mi rostro no expresaba dolor alguno, ni podía rascarse el drama de entre los pliegues pronunciados de mis párpados o lamerse el néctar agridulce (producido por una vida abrumadora) de mis labios. Mi otra yo, la que se había vaciado en sus cuencas tantas veces, se deshacía en sonrisas y se sentía omnipresente, inmersa en la conciencia de las cosas. Deseé teleportarme a aquella fantasía que se sucedía intensamente en el intervalo de tiempo en que la luz conseguía penetrar en su retina.

 

Me tomó por sorpresa, con la guardia baja, indefensa, incrédula. No recibí sus labios, no inmediatamente. Apenas pude prevenirlo como para elaborar un plan de acción. Y con plan de acción me refería, indudablemente, a un conjunto de respuestas medianamente premeditadas que me permitiesen lidiar con el asombro, el deleite, el amor que erupcionaba en boca de mis arterias y transmitía el grito enfurecido de la sangre por todo el cuerpo. Me quedé paralizada unos instantes, recordando la sentencia dictada en el Caldero. Se estaba repitiendo. ¿Debía aborrecerlo, apenarme por Allen? Mi piel se embadurnó en el egoísmo más altruista jamás conocido. Egoísmo porque sacrificaba los sentimientos de mi amigo en pro de mis actos, altruista porque estos estaban en su totalidad dedicados a satisfacer a Arya, a transmitirle cuán necesaria era su existencia en mi mundo.

 

—No puedo evitarlo. —Me excusé, más para mí que para la Lúthien. Quería al menos reconfortarme con aquella falacia. Estaba en mi voluntad frenarlo, lanzarlo todo por la borda, sí, pero no entre mis deseos.

[Sophie M.]

Muchos días habían transcurrido desde que la Haughton invirtiera todo un día en el Castillo de su ancestral familia, pero se alegraba en gran manera de que fuera así; se sentía más descansada que en muchas semanas, casi podía decirse que plena, feliz.

 

Su plan para aquel día sería simple, quería ver a sus hijas, aunque dudaba que se encontraran en el hogar de los Haughton, su vida de mortífagas había absorbido su vida tanto como la mía y cada vez se complicaban un poco más nuestros encuentros, sabía lo que la Marca Tenebrosa esperaba de ellas. Muchas actividades y misiones se organizaban continuamente y tal era nuestra osadía que en general llevábamos a cabo más de una a la vez. No, lo más probable es que no estuvieran ahí.

 

Por otro lado y aquello si lo anhelaba más, era una conversación con su madre. Ya ni siquiera recordaba en qué había versado la última conversación que sostuvieran; de hecho la recordaba embarazada y sabía que para aquel momento sus dos hermanos debían ser unos mellizos risueños.

 

Al ingresar al Castillo de pronto sintió una punzada de nostalgia al mismo tiempo que el acoplaba al frío interior. Ahora que lo pensaba bien, podría ser que no terminara haciendo ninguna de aquellas cosas. Más bien sorpresas podrían llegar en cualquier momento.

[Cissy Macnair]

Mis pies tocaron suelo firme fuera de los terrenos de la familia Haughton. Habían asignado a mi guardia aquel lugar y en aquella ocasión iba a compartir el día con Sira, Fee, Lucía e Isabella, algo que me ponía contenta porque las dos últimas, una recién ingresada al bando y la otra aspirante, eran dos nuevas adquisiciones importantes para nosotros. Quería enseñarle todo lo que debían sobre aquello que hacíamos: cuidar a los nuestros.

 

Acomodé mi túnica verde botella, oscura y tornasolada, sobre mi delgado cuerpo y me ajusté las botas, poniéndome en cuclillas para poder acordonar bien las mismas. Hacía tiempo que había cambiado las prendas muggles por algo más de la época victoriana, aunque evitaba ciertamente los vestidos, a menos que estuviera dentro del Concilio. Era mucho más cómodo usar pantalones pero había tenido que moldear unos de hombre para que encajaran perfectos a mi figura.

 

Miré hacia el castillo y luego a mi alrededor, poniéndome en pie nuevamente. Las chicas no iban a tardar en llegar y entonces podríamos entrar al lugar. Aquello iba a ser una visita común y corriente, amistosa. Quizá tomásemos algo si los patriarcas nos ofrecían, charlaríamos sobre cosas vanales y demás, mientras cuidábamos de nuestros compañeros. La verdad que había tenido pocas o nulas ocasiones de estar en aquel castillo y no lo recordaba. ¿Tendría un enorme jardín en el fondo? ¿Un estanque? ¿Una fuente? Siempre me gustaba recorrer los terrenos.

 

Finalmente, me apoyé contra la pared de la verja frente al castillo y esperé paciente. Sabía que las chicas iban a llegar de un momento a otro.

[Luci Rosier]

Lucie Ryddleturn Lovegood buscando a Cissy

Me desperté una fría mañana con mucha ilusión. Estaba muy calentita dentro de la cama y casi me vuelvo a dormir, por suerte un pajarito inocente se chocó con el cristal de mi ventana y este hizo que me levantara a ayudarlo. La pequeña criatura estaba un poco dolorida pero cuando me acerqué salío volando, en seguida fuí corriendo a asearme ya que era un poco tarde. Me dirigí a mi vestuario y elegí la ropa más cercana a mí, una camisa blanca de manga corta y unos pantalones vaqueros, inmediatamente me fuí a la cocina a desayunar.

Una vez en la cocina me acerqué a un armario y cogí unas cuantas galletas. Ese era mi desayuno. Me las comí rápido, cogí mi chaqueta vaquera preferida y me marché corriendo por la puerta. Después me centré en el lugar al que debía ir, el castillo Haughton. Inmediatamente me desaparecí, y en un par de segundos ya estaba allí.

Al llegar allí un montón de cosas revoloteaban en mi cabeza: ¿Qué ocurriria cuándo llegara allí? ¿Qué pasaria si allí no había nadie? había demasiadas preguntas en mi cabeza. Decidí ignorarlas y observar el paisaje. Me puse a andar por el bonito camino de piedras que había allí. Era la primera guardia que me había asignado, y no estaba muy segura de que había que hacer. Conocía más o menos a las chicas con las que estaría, pero no sabía si había llegado.

Esperaba que estas me enseñasen bien lo que debía hacer. Mientras andaba sumida en mis pensamientos vi a lo lejos a una figura que me pareció reconocer. Entorné los ojos, y me dí cuenta de que se trataba de Cissy Macnair, una de las jóvenes con las que debería estar. Llevaba una túnica verde oscura, debajo de unas botas.

La chica estaba apoyada contra la pared de la verja que había al lado del castillo. Me acerqué a ella con un paso seguro y la sonreí. Me quité el pelo de la cara y me dirigí a ella:

-¡Hola Cissy! - me acerqué a ella y la di dos besos después de acercarme a ella- ¿Qué tal todo? ¿A llegado alguien más?- miré alrededor mientras observaba al rededor si alguien aparecía por los terrenos del castillo.

[Darla G Dumbledore]

La pelirroja caminó despacio hacia el ingreso de aquel castillo, no recordaba bien cuándo había estado en ella, si es que alguna vez lo había hecho. Maldijo por lo bajo, en el último tiempo se le daba mal recordar algunas situaciones que había vivido, sabía que era cuando Scarlet tomaba posesión de ella, pero era extraño que aquello ocurriera con más frecuencia de lo habitual y que no quisiera la vampiresa en ella hablar de ese tema.

 

El aroma de la joven tras la cual iba se sentía en el aire, Darla avanzó y distinguió a la muchacha [Lucia 12] ¿cómo era su nombre? Si no recordaba mal de los archivos el nombre completo era Lucie Ryddleturn Lovegood, sacudió la cabeza negando, la chica no estaba sola, si no se equivocaba la que estaba a su lado era Cissy. Sonrió, no era buen momento para interrumpir, pero dados los motivos que la traían allí no quedaba otra.

 

--Buenas, Cissy, Lucie, sepan disculpar que las interrumpa pero dadas las horas, no me queda más remedio, Lucie, también conocida como Lucia12, quedas atrapadas en el nombre de los Templarios --carraspeó mientras tomaba a la joven de un brazo y hacía un gesto de disculpas hacia Cissy --te la devuelvo en un par de dias u horas --le guiñó un ojo y cuando estuvo segura de estar alejada en el lugar adecuado se desapareció con su "presa".

 

 

off: el tema está en la hora en que reportaron que ella era libre y la del último post de ella liberándose en la pizzería como sea, a mi me da que es anterior a este post el reporte u.u

 

*Desaparezco*

[Sira Loveless Haughton]

No hacía falta que ella llegara, simplemente esperaría a que sus compañeras llegaran al castillo. Salía de la biblioteca con un libro en la mano, un libro que le había resultado extraño desde el momento que lo había encontrado allí. Sería un buen artilugio para compartir con sus compañeras de guardias mientras inspeccionaban su hogar. Seguramente podría hojearlo con Ian cuando volviera.

 

Bajaba las escaleras sin percatarse de nada mas, simplemente de aquellas letras en color escarlata que contaban una historia. Paso sus dedos por la primera hoja del libro, el relieve de las mismas describía cada palabra sobre las yemas de sus dedos. “En un país muy muy lejano”, describía aquella frase. En un país lejano, a ella le vino entonces el recuerdo del castaño y todo lo que habían pasado juntos. Sonreía sin dejar de bajar las escaleras, había escuchado voces fuera.

 

Sus pies dieron en el suelo del pasillo que la conduciría a la entrada. Le resultaba verdaderamente extraño que ningún elfo las hubiera recibido, seguramente estaban de vagos en algún lugar, tendría una buena conversación con todos. Dama seguramente seguía con Demian en su habitación procurando que no hiciera ninguna de las suyas. Suspiró extrañándolo sintiendo aquel dije colgando de su cuello y con aquel libro en sus manos abrió las puertas del castillo:

 

- Chicas, Que gusto verlas. Pasen, pasen, las esperaba, he encontrado algo fascinante- Les dijo a Cissy y Lucia, las guardianas que acababan de llegar y le acompañarían durante la misma:- Miren, seguro nos entretendrá durante el paseo- Le enseño la extraña tapa del libro, tenia relieve que formaba una palabra, “Paraíso”, bajo unas líneas negras sobre fondo rojo, el mismo de las palabras:

 

- Seguro describe las historias de amor y pasión más fascinantes- Les comentó emocionada abriendo el libro mientras las invitaba a pasar.