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Prueba Libro de la Fortaleza (#2)


Mael Blackfyre
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Un destello dorado y otro plateado surgieron en medio de aquella avenida silenciosa. La noche se encontraba en su mejor momento. Las nubes oscuras tapaban tanto la luna como las estrellas y los guerreros Uzza ya habían hecho su trabajo. Porque no caminaba ni una persona por allí, a pesar que en lo cotidiano, pasaban decenas de vehículos muggles y miles de peatones yendo de un lado a otro. Pero todo estaba tranquilo. Seguramente todos creerían que se había detenido el tiempo.

 

Era una de las calles más grandes de londres, de unos treinta metros de ancho. A cada cuadra, había un farol en lo alto de un pedestal, el cuál, iluminaba con una luz amarillenta y sucia. Pegado en la acera, había árboles frondosos que a ésa altura del año, carecían de hojas. Las ramas parecían dedos esqueléticos que se estiraban por llegar al cielo. A cada lado, había dos o tres bancos de piedra para que las personas pudieran sentarse.

 

Diecisiete personas aparecieron en el medio de la calle. Aquellos relámpagos de luz se apagaron de repente y la oscuridad volvió a invadir cada rincón. Todos portaban sus varitas, muchas de éstas encendidas. El objeto que emitía ésa luz, había sido un traslador. Un objeto y una aurora que los había llevado a muchas situaciones de peligros y los cuales, habían logrado saltar con éxito. Pero había más secretos escondidos y seguramente estarían enfadados al enterarse que no era realmente lo que estaban buscando, pero aún tenían que hacer algo más.

 

¿Dónde demonios estamos?

 

Parece un pueblo muggle.

 

Nosotros estábamos en el Polo Norte...

 

¡Y nosotros en una cueva de Hawaii!

 

Las voces empezaron a resonar. Aquellos dos grupos de alumnos, incluidos los cuatro profesores, llegaron a ésa calle porque tenían que enfrentarse. Los profesores se dieron cuenta que era el momento. Cruzaron miradas y tanto Mónica, como Hades y Elvis se apartaron un poco. Eran los encargados de mirar. Había ocurrido algo extraño la vez anterior y tenían el pedido especial de que Jank participara como uno más de los chicos.

 

Aquello era claro. Debían enfrentarse. Rápidamente separaron en dos grupos. Cuatro parejas por un lado y tres por el otro. Cada una de éstas parejas, se formaban por dos alumnos que se enfrentarían. No necesitaban demasiado poder, de hecho usarían un nivel demasiado bajo, pero las opciones es que el libro que estaban aprendiendo y el Libro del Aprendiz de Brujo, eran opciones que tenían a mano. Gritaron que comiencen y así fue.

 

___________________________________________

* Grupo A

Sally Sigel vs Ashley Atkins

Axel Rexdemort vs Niko Uzumaki

Madeleine Stark vs Crazy Malfoy

Edmund Browsler vs Enrick W. Ryddleturn

 

 

* Grupo B

Stephanus vs Jank Dayne

Ishaya vs Mistify Malfoy

Nathan Weasley vs Evarela Black Haughton

 

Reglas de la prueba por el Libro de la Fortaleza

 

* El ganar o perder en los duelos, no varía el resultado en la prueba. Se considera la participación, saltar los obstáculos y la actividad en ésta.

* Cada grupo tendrá un obstácul0. Todos los integrantes de cada grupo deberán atravesarlo. (detalladas en post #2)

* Para saltar la barrera/obstácul0, no consumen acción. Ni tampoco tiene un orden en cuánto a si lo hacen antes o luego de los hechizos. Pueden además separar en diferentes post la barrera y los hechizos del duelo.

* Los hechizos permitidos son los Neutrales, Graduados y los Poderes de los Libros Nivel 1 y 5

* El primero de cada pareja, que postee superar al obstáculo, comienza el duelo. Pueden hacerlo en ése mismo post o en el próximo.

* Las reglas que se usarán son las mismas que rigen los duelos en general, 1 vs 1.

* Cada 6 posteos de alumnos de un mismo grupo, el obstáculo vuelve a transcurrir. Tienen que volver a sortearlo todos, sin poder repetir hechizo o hechizos con los que superaste el obstáculo la vez anterior.

* A partir de la tercera vez que hayan que superar un obstáculo, no sólo no pueden repetir los hechizos que hayan dicho antes, sino además, si alguien de su grupo pronuncia cualquier conjuro para deshacerse de la barrera, ese conjuro ya no podrá ser utilizado tampoco por nadie del mismo grupo.

* En caso de no recibir respuesta de tu rival dentro de las 24hs, el espectro de un mago lanzará un rayo y un efecto a elección de cada uno. De ésa manera, tienen la opción de responder a eso y postear. Si el compañero aparece luego, continuan normalmente.

* Si un compañero del grupo está en grave peligro, pueden usar uno de sus anillos o amuletos, sin consumir acción, para ayudarlo, pero sólo pueden hacerlo 1 vez.

* Para dudas, postear en Consultas y Sugerencias del Libro de la Fortaleza

* La prueba cierra el día 5 de Marzo

Editado por Elvis F. Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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El Ragnarok abrió los ojos una vez que aterrizo en el sitio. Maldijo por lo bajo, nuevamente los Uzzas habían hecho de las suyas y los habían enviado a un lugar realmente diferente. Eran sus maestros claro estaba, pero sabia el riesgo que supondría intentar pasar por encima de su autoridad. Ladeo la cabeza de manera casi imperceptible una vez que vio a Elvis y a Mónica “aterrizar” junto a él. Los demás, tanto Jank como los alumnos de ambos grupos se encontraban en medio de la gran calle solitaria de Londres en la que estaban quizás desorientados por el viaje.

 

-¿Otra vez esto? –pregunto el cainita observando al Gryffindor- creo que jamás me acostumbrare a que nuestros maestros hagan lo que quieran o intervengan en el momento menos esperado, aunque ya nada debería sorprenderme –dijo sabiendo que quizás los Uzzas lo estarían oyendo, pero aquel comentario fue más para sus compañeros profesores que para ellos.

 

Un sonido extraño rompió la quietud de aquella calle muggle, parecía más un trueno que otra cosa, pero la voz que salió de quien sabia donde fue clara y tajante, había llegado el momento de pasar la prueba final para cada uno de los alumnos y profesores, solo que les habían prohibido participar a Hades, a Elvis y a Mónica, por lo que Jank era el único que debía estar allí junto s los demás alumnos. El Ragnarok sonrió divertido de manera burlona mientras se encogía de hombros y se preparaba para ver al menos algo de matanza.

 

-¿alguien quiere palomitas? –se burlo sabiendo que no podía bajar la guardia por si alguien necesitaba ayuda urgente.

 

A aquella mística voz, él la había reconocido y sabía que sus compañeros también lo habían hecho. Sus palabras no iban dirigidas a los mentores sino a los que estaban expectantes en la calle. Está dio las instrucciones, tanto Sally Sigel, Ashley Atkins, Madeleine Stark, Crazy Malfoy, Axel Rexdemort, Niko Uzumaki, Edmund Browsler y Enrick W. Ryddleturn tendrían que sortear un obstáculo acuático, ellos observarían como unas grandes olas iban en su dirección y tenían que evitar morir ahogados y heridos por tan magistral fuerza de agua.

 

Stephanus, Jank Dayne, Ishaya, Mistify Malfoy, Nathan Weasley y Evarela Black Haughton tendrían que soportar grandes ráfagas de viento y tierra tales como los de las más grandes y terribles tormentas de arena del desierto que simplemente los harían volar por el sitio provocando que se golpearan y graves heridas o quedaran enterrados a causa de la cantidad de tierra que se generaba.

 

Las instrucciones haba in sido dadas, ahora cada uno de aquellos aprendices debía demostrar lo que en verdad valían si es que querían conseguir aquel conocimiento, de no pasar la prueba, simplemente tendrían que comenzar de 0.

 

-Esto será divertido, creo que también se les permitirá usar los hechizos neutrales hasta el nivel de graduados –comento el vampiro a los demás profesores que estaban a su lado- tal como sucedió con nosotros la primera vez que tuvimos que pasar esta prueba en tierras Uzzas

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- ¿Qué está pasando? -

 

Mistify no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando, salvo que de una cueva en Hawaii, con basilisco y enano, saltó sin pausa a una calle londinense, de esas que los muggles utilizaban habitualmente. Se escucharon voces, los separaron en grupos y todo eso sin explicación de por medio. ¿Qué exactamente tenían que hacer allí? ¿Qué pretendían?

 

Su verde mirada recorrió la escena, el otro grupo había quedado alejado al otro lado de la calle, mientras a ella la habían enfrentado con un mago que conocía muy bien. Ishaya ¿en serio? Realmente estaba desconcertada. A uno y otro lado de la bruja de cabello rubio, tenía sendas parejas, habían quedado en medio del caos.

 

¿Porqué tenía que enfrentar al hechicero?

 

No tuvo mucho más tiempo para pensar en ello, puesto que en torno al grupo comenzó a girar una ventisca que pareció salir de la nada misma. Afirmó los pies sobre la calzada, pero eso comenzaba a no ser suficiente, puesto que el viento amenazaba con arrastrarla y la arena los azotaba incrustándose en la piel como si estuvieran en medio del desierto. ¿Arena? ¿En el medio de Londres? Esto seguramente tendría que ver con los Uzzas, Sus compañeros parecían tan desconcertados como ella, a juzgar por las expresiones de sorpresa dibujadas en los rostros.

 

Seguramente querían que utilizáramos los nuevos poderes y había uno que encajaba perfectamente en la situación. Ya lo había utilizado antes y sabía que tenía que concentrarse para no acabar en una gruta subterránea, puesto que podía atravesar cualquier cosa o viceversa, ser atravesados sin ser golpeados.

 

Apretó su mano derecha. La varita mágica se hizo presente. Larga, negra y sin adornos ostentosos. Simple, pero poderosa.

 

- Salvaguarda Mágica - pensó. El efecto fue inmediato, fue como si el viento hubiera cesado, su cabello largo dejó de batirse en torno a su rostro como si estuviera endemoniado y cayó lacio sobre la espalda de la bruja al igual que la túnica blanca que la vestía. El efecto era sorprendente, puesto que todo a su alrededor parecía girar, volar y aplastarse contra el suelo de cemento o los pocos bancos que cada tanto parecían desaparecer entre el polvo.

 

A pocos metros por delante estaba Ishaya, se planteó atacarlo, pues se encontraba indefenso y alzó la varita, ahora intangible al igual que ella misma. ¿Qué hacer?

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Y las sorpresas no dejaban de llegarnos. En un instante, al llegar a la cueva en el polo norte, todos habíamos desaparecido de aquel instante cuando apenas volvía a ver a Axel estar junto a nosotros, para llegar a unas calles londinenses. ¡Para eso querían la "aurora", para usarla de traslador! No me asombraba, de hecho, que tanta aventura fuese para conocer los hechizos y ponerlos a prueba con otro grupo de magos.

 

El enorme grupo de magos y brujas quedó dividido en dos, con la orden de enfrentarnos por parejas y cual fue mi satisfacción de tener a Mistify Malfoy en frente mío. Guardé el libro de la Fortaleza en mi maletín para dejar mi varita como único artefacto palpable en mi mano derecha, mientras que ya tenía puesto los amuletos y los anillos que habían sido solicitados cuando me aceptaron para aprender ese nuevo poder.

 

Antes de poder reaccionar, una enorme ráfaga de viento comenzó a golpearnos sin aviso alguno, por lo que activé uno de los nuevos poderes, la salvaguarda mágica, para imitar el movimiento de la bruja y dejar de ser azotado por aquella tormenta. Nada mal, para empezar, pero nada que me asegurara el poder pasar aquella prueba final que nos estaban poniendo.

 

No, esto no me gustaba para nada, había dejado desde hace mucho tiempo las clases de la escuela y sentía que cursaba la academia con duelos. Hice una leve reverencia, por supuesto, alzándome con una enorme sonrisa en mi rostro burlándome de la situación tan incómoda en la que me encontraba y desafiando al azar mismo que nos había enfrentado en unas circunstancias poco comunes. No buscaría ganar, sino terminar con todo este embrollo.

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Edmund parpadeó un par de veces sin creer lo que veía.


Un segundo atrás había estado en pleno polo norte, ¿cómo era posible que ahora estuviese en Londres? La respuesta llegó a su mente tan rápido como había surgido la pregunta. La aurora boreal en realidad no tenía ningún poder especial mágico, se había trato de un traslador que los había llevado hasta aquella desierta calle. Los Guerreros Uzza debían ser unos magos excepcionales ya que Browsler sólo podía utilizar objetos tangibles como trasladores.


Se encontraba muy ataviado para encontrarse en Londres, así que el mago se quitó el grueso abrigo y lo dejó caer en el suelo, mostrando una túnica negra. Sus zapatos negros delataban cada paso que daba, este sonido pudo haber sido obnubilado en una ocasión ordinaria gracias a los vehículos, pero en aquella noche no se observaba una sola alma en aquella calle además de los magos que recientemente habían aparecido.


- Curioso –murmuró para sí mismo avanzando unos pasos más ubicándose en el centro de aquella calle.


Los magnánimos edificios de concreto armado se ubicaban a su derecha e izquierda haciendo que los recién llegados se vieran minúsculos ante ellos. Los árboles frondosos no tenían ni una sola hoja, tétricos, bajo aquella noche sin luna cuya única iluminación provenía de los faroles ubicados sobre unos pedestales. Las nubes cubrían por completo el cielo londinense y el viento comenzaba a azotar con fuerza, como si una tormenta se estuviese acercando…


Tal vez se tratara de una tormenta, pero el aspecto del cielo denotaba algo más. Y no sabía que era precisamente.


Browsler se encaminó hacia uno de los bancos de piedra, se sentó y se cruzó de piernas mientras observaba a los demás sin expresión. Escuchaba taciturno cada uno de sus comentarios, especialmente el de los profesores, analizando cada una de sus palabras. Soltó una sonrisa al enterarse que debían enfrentarse los unos con los otros y se incorporó, observando por primera vez al mago que sería su rival en aquella oportunidad. Sacó a Ddraig Goch de su túnica y se preparó para iniciar el duelo cuando un sonido extraño hizo que se detuviera en seco.


¿Agua?


Edmund dio unos pasos hacia la derecha y observó a varios magos que se acercaban. Sally, Madeleine, Axel, Niko, hasta el mismísimo ministro de magia. Desde uno de los extremos de la calle surgió repentinamente una ola de agua que se acercaba amenazadoramente hacia ellos, parecía que aquel fenómeno acuático había salido de la calzada misma, haciendo posible lo increíble. Se escucharon gritos y cada quién comenzó a correr para salvar su pellejo. Él se quedó dónde estaba, enarbolando su varita.


- Espejo de Niebla –dijo recordando uno de los hechizos que había aprendido en el libro-. Aqueora. –Un escudo mágico se formó a su alrededor pues de su varita había salido un chorro de agua que terminó cercándolo por completo es una esfera cristalina. La potente ola golpeó contra el escudo mágico con fuerza pero este ni su creador sufrieron daño alguno. Browsler observó como la ola pasaba sobre él para luego deshacerse al poco tiempo, llevándose consigo el abrigo que él había dejado caer, había perdido un par de galeones.


Ubicó con sus ojos a su contrincante, Enrick no estaba muy lejos de él, a unos seis metros intentando cubrirse de la ola también.


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Londres.

 

Ya no se encontraba en la cueva tratando de encontrar las auroras boreales al parecer las había encontrado alguno de sus compañeros y por ese motivo desaparecieron en conjunto hacia Londres. Allí, había otro grupo de personas, algunos gritaron sorprendidos, un grupo se encontraba en el polo norte y otro en una cueva de Hawai.

 

Eran ambos grupos, clases del libro de la Fortaleza, seguramente los uzzas les otorgaban misiones de aprendizaje a los alumnos y tal vez esa era la última del momento. Debían enfrentarse entre ellos mismos, sus rivales ya habían sido escogidos.

 

Sin embargo algo más pasaba, cada uno debía defenderse de cierta manera de algún tipo de reto que había en el lugar. De la nada, el viento se volvió más fuerte, más salvaje, trayendo consigo una fuerte tormenta de arena.

 

Poco a poco el viento se hizo más fuere, haciendo que Stephanus tuviera que protegerse los ojos con las manos frente a él, debía defenderse antes de que fuese arrastrado. La mayoría realizo exactamente el mismo encantamiento, era el más práctico para salir de aquella situación tan apresurada que se les presentaba inesperadamente.

 

- ¡Salvaguarda Mágica! - El efecto del hechizo del fue instantáneo.

 

Ahora se sentía invencible y no porque el hechizo hiciera eso, sino porque todo le traspasaba como si fuera un fantasma que atravesaba las paredes. Una enorme roca de acercaba con velocidad a su frente y sin necesidad de siquiera moverse, la roca siguió su camino sin hacerle nada al mago, sin aquel hechizo pudo haber muerto.

 

La tormenta pasó dejando un sin fin de piedras y arenas en la calle donde se encontraban, había sobrevivido a la primera parte de eso con el efecto de un hechizo que ya había terminado, ahora Stephanus no era ningún especie de fantasma, sólo otro ser humano que podría asesinarlo una roca en la frente, como le había pasado en aquella cueva del demonio.

 

Trato de ubicar a su contrincante, a lo lejos. El profesor Jank que había sido víctima de un lazo del diablo y al cual habían tenido que rescatar del peligro, estaba situado a unos metros lejos de él. Varios empezaban también a empuñar su varita con sus respectivos rivales, los duelos debían empezar.

 

- ¡Bauleo! - Bramó observando al Jank.

 

Las piedras que estaban esparcidas por el escenarios y las más cercanas a su rival empezaron a aglomerarse para introducirse en sus agujeros tales como boca, nariz y orejas. Era algo sencillo de la cual un profesor podría salir ileso, pero no iba a esperar a que el hiciera el primer movimiento.

 

Tampoco tenía la intención de causarle mayor daño ya que era sólo un duelo de pruebas para la clase, nada del otro mundo.

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—¿Qué dijo? ¿Que lo logramos?

 

Alza la varita, iluminada de repente, y busca los rostros de sus compañeros. Hay más magos de los que estuvieron en el Polo Norte, y sus ropas son muy diferentes a los de sus compañeros. Como si hubieran estado en situaciones completamente diferentes... A pesar de que la mayoría de inmediato comienza a parlotear sobre las aventuras paralelas, Madeleine no puede captar nada concreto en aquel bullicio. Empuja a los demás buscando a Jank, a Nathan, a Edmund, incluso al odioso de Fined. ¿Estarían bien? ¿De verdad habían logrado salir de la cueva? ¿Quizás Axel y Hades habían encontrado la aurora?

 

Trata de avanzar, pero de repente, como si alguien hubiera dado una orden, el grupo de magos se separa en dos hasta que cada uno queda a un lado de la calle, como en algún tipo de enfrentamiento de bandas. Por algún motivo, terminó junto a Ed y Sally. Y no tiene ni la menor idea de cómo sucedió aquello. Quiere preguntarles qué sucede, y qué demonios se supone que hay que hacer, pero los gritos alarman a todos.

 

Cuando alza la mirada, ve lo que parece sacado de una película de SyFy; olas gigantes, que se abren paso por la calle hacia ellos y los separan del otro grupo. Madeleine ve cómo el agua, salvaje e incontenible, se acerca. Sus compañeros actúan antes que ella. Aunque alcanza a ver cómo Edmund se encierra en un Aqueora, ella se queda inmóvil y boquiabierta a medida que la ola crece sobre ella, a punto de reventar. Sólo cuando siente cómo el agua la empapa y la arrastra, reacciona. ¡Casco-burbuja!, piensa, agitando con fuerza la varita de ébano para que no se le escape de entre los dedos. Cuando la burbuja aparece alrededor de su cabeza, expulsa el agua y permite que la joven tome un gran respiro. Sin embargo, el agua la arrastra y, gracias al encantamiento, su visión se aclara y puede ver claramente cómo la corriente la empuja por la calle. Tiene que detenerse, antes de que se estrelle contra algún árbol o quede aplastada en la pared de una casa, cual insecto en un parabrisas.

 

Rápidamente se le ocurre un plan, y al ver que se acerca al final de la cuadra, sabe que tiene que ponerlo en marcha.

 

Espejo de niebla —susurra por primera vez, y aunque nadie puede oír su voz salir del casco, su varita sí que lo hace. Madeleine lo siente, cuando la magia fluye por sus dedos. Mucho poder, que hace tiempo que no saborea— ¡Kiorke! —exclama entonces, con su grito resonando en sus propios oídos. El látigo neón que sale del extremo de Fae ilumina todo bajo el agua, con un resplandor azulado, pero no tiene tiempo de admirar la escena. Cuando el agua la lleva cerca del farol, que está a tan sólo un par de metros junto a ella, agita el brazo y hace que el látigo se aferre al pedestal. Necesita cerrar los ojos, ya que se si se desconcentra, quizás el agarre se afloje o incluso desaparezca.

 

Cuando la ola pasa, el nivel de agua baja drásticamente, hasta que el único rastro que queda es la superficie plateada y las ropas empapadas de todos. Entre toses, Madeleine se incorpora, todavía con el látigo de neón brillando junto a ella.

 

Hace mucho frío (aunque no tanto como en el Polo Norte, por supuesto) y tanto abrigo le pesa, así que se quita la gruesa gabardina y queda en un suéter negro, el par de pantalones de lana y un par de botas de gamuza. Su bufanda, al igual que el gorro, ya deben estar muy lejos; el agua se los arrancó. Y quizás si lo hubiera permitido, sus guantes hubieran seguido el mismo camino.

 

Durante un momento, todo se queda en silencio; sólo pueden oírse voces diminutas, y la tos de Madeleine. Mientras se recupera, alza la vista en busca de sus compañeros, pero el mago más cercano es un desconocido. Aunque, ¿no ha visto su rostro en El Profeta? Es una tontería, pero se queda pensando en ello, tratando de recordando. Y cuando lo hace, casi suelta una carcajada. ¿Qué demonios hace el Ministro de Magia allí?

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Definitivamente no le agradaba aquella sensación en el estómago al ser arrastrada por un traslador. Aún no estaba segura de cómo había acabado allí, en medio de una calle londinense aparentemente desierta. Sin duda aquello estaba armado, había demasiado silencio y oscuridad como para que fuera algo normal. Tenía su varita firmemente sujeta en su mano y la pulsera de amuletos y anillos tintineó suavemente cuando avanzó un par de pasos escuchando las instrucciones que los Uzza daban desde algún lugar de aquel escenario.

 

Tenía un millón de dudas pero antes siquiera de que pudiera expresarlas escuchó el particular sonido de las olas... ¿Olas? ¿En medio de una calle de Londres? Estaba más desconcertada que nunca pero tenía que reaccionar rápidamente pues la gran masa de agua se dirigía hacia ellos, así que pensó rápidamente en alguna forma de no ser llevada por la corriente.

 

- ¡Morphos! - dijo apuntando hacia el pedestal que sostenía el farol de la esquina más cercana. Éste se convirtió en una escoba voladora color plateado que voló hacia sus manos y sin pensarlo dos veces se subió en ella. A varios metros de donde ella ahora se encontraba sobrevolando las olas, vio a Edmund sorteando también el obstáculo con un aqueora.

 

Algunos empezaban a atacarse, ella no estaba segura de querer enfrentarse a nadie o más bien, no sabía a quién debía atacar... Prefería defenderse. Así que activó el poder del Anillo Detector de Enemigos y pudo adelantarse al inminente ataque de @@Ashley Atkins a quien no había logrado identificar hasta ese momento.

 

- ¡Expelliarmus! - exclamó agitando su varita y dirigiendo aquel rayo a la bruja que ahora se encontraría doblemente en problemas teniendo que defenderse de aquel ataque y a la vez tenía que sortear el obstáculo de las olas. Sally seguía bien sujeta al mango de su escoba, planeando ligeramente y no la soltaría al menos por un buen rato, de algo le tenía que servir su experiencia en quidditch aunque ya hace muchos años había dejado de jugarlo.

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-¿Dónde demonios estamos?- fue la pregunta que afloró desde los labios del pelirrojo una vez que sus verdosos orbes recuperaron el brillo tras aquella luz cegadora que encontró al cruzar aquella pared de piedra en la cueva hawaiana junto a su grupo de compañeros. No sabía muy bien dónde se encontraba, pero su instinto le decía que se trataba de una de las calles londinenses más concurridas por la población británica, Oxford Street. -¿Y el anillo que los Uzzas buscaban?- le consultó al Ministro Malfoy, al mismo tiempo que su centro de atención se desviaba dubitativamente hacia otro conglomerado de magos y brujas que había aparecido en las cercanías de su punto de arribo, cuestionándose acerca de las verdaderas y poco ortodoxas intenciones de los guerreros que pretendían enseñarles sobre los poderes de los libros de hechizos. Las indicaciones de los maestros no se hicieron esperar demasiado y, luego de separarlos en dos tropas (quedando el Gryffindor en un cuarteto de duelos), optó por avanzar junto al contrincante que le había sido asignado, Edmund Browsler. -Nos vemos papá- exclamó hacia la figura de Elvis, sonriéndole de medio lado con seguridad.

 

-¡Suerte!- le susurró a su rival antes de caminar lentamente y separarse de éste a unos siete metros de distancia, posterior a que el Browsler se dignara a pararse del banco de piedra que lo alojaba desde que empezaron a dar las instrucciones de la prueba final. Aún vestido con ropa muy ligera de peso (al encontrarse antes en una playa), desenvainó a "Lion" desde el bolsillo de su derecha y se dedicó a contemplar el escenario. Tal parecía que la noche no estaba del todo tranquila, especialmente por el viento frío que corría como buena jornada de invierno; sumando a aquello las nubes negras que cubrían la luna y las estrellas. Fue en eso que su Anillo Detector de Enemigos comenzó a emitir una luz azulada, y una enorme ola se hizo presente en la escena, provocando que el mago inefable no se diera segundos de pensar en lo que haría para esquivarla. <<Salvaguarda Mágica>> pensó fugazmente, volviéndose intangible para traspasar la poderosa masa de agua que por poco lo azota contra el suelo.

 

<<¿Y Ed?>> se dijo para sí mismo, respondiéndose al instante tras corroborar que el hechicero estaba a salvo ahora a unos seis metros de distancia frontal. -¡Sectusempra!- gritó, lanzando un rayo carmesí que de impactar, provocaría varias heridas sangrantes en la piel del Browsler, ocasionando una pérdida de conciencia súbita de no curarse a tiempo.

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- Estos guerreros no me agradan ni un poco - Pensó el Tonks, esperaba que no fueran tan poderosos como para escuchar sus pensamientos. Otra historia sería si fueran los Arcanos, pero al menos no había escuchado que ellos pudieran leer las mentes. Estaba muy molesto con los guerreros, los habían tomado por marionetas que podían controlar en todo momento y no le gustaba ni un poco eso.

 

- ¿Una calle? - La imaginación de los Uzza no parecía muy buena, los habían sacado de Hawaii para hacerlos aparecer en una calle que no era muy interesante ni nada - ¿Y en un pueblo? Con lo que me gustan - Bufó el Knight, estaba en verdad molesto por toda la situación, odiaba perder el control de sus acciones y al parecer era una de las condiciones de los Uzza, tendría que pensar muy bien si tomar o no el siguiente libro.

 

Al parecer la clase seguiría con todos los miembros del grupo pero esta vez tendría que trabajar en parejas, claro si es que se podía llamar parejas a lo que tendrían que hacer. Los enfrentamientos no eran de su agrado y tener que pasar por uno para aprobar los libros era demasiado complicado, pero tendría que afrontarlo y cumplir con todo lo que solicitaban los guerreros.

 

Su Anillo Detector de Enemigos comenzó a vibrar fuertemente, pero no entendía la razón. Sabía que tendría que enfrentarse a un mago que no conocía, pero tampoco era tan grave como para que su anillo tuviera dicha reacción, así que algo más grande estaba por ocurrir y quizás demasiado peligroso. Justo en ese momento observó que unas olas bastante grandes se acercaban y tendría que evitarlas para no morir ahogado.

 

- Salvaguarda Mágica - Pensó, el efecto fue inmediato y su cuerpo se volvió intangible, el agua comenzó a pasar con mucha fuerza por dentro suyo pero no le hizo ningún tipo de daño. Niko aprovechó para observar todo el lugar, había piedras pequeñas, paredes muy grandes y otro tipo de cosas. Era una típica calle muggle cuyos edificios estaban en construcción o en remodelación, pero nada más que eso.

 

Las olas desaparecieron por completo y tanto él como su compañero de batalla estaban listos para comenzar. Su varita se encontraba en su mano, todo estaba listo para empezar y no quería empezar con algo muy fuerte - Expelliarmus - Un rayo rojo salió de su varita en busca de su oponente, la intención sería quitarle su varita de las manos y dejarlo sin ella.

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