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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Se había creído su mentira y se sentía mal por eso. Bajo la mirada avergonzada tomando la mano de Gabrielle cuando comenzó a revisar sus tobillos.

 

-Tu profesora de primeros auxilios es una bruja horrible

 

Intento reír pero no lo lograba. Aún el miedo la carcomía por dentro; tomó aire para intentar tranquilizarse pero aquello no estaba funcionando.

 

Juguetes con sus manos con la mirada fija en ellas para evitar que Gabrielle notará como las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Intento tragar saliva cuando escucho su pregunta mas un fuerte temblor comenzó a recorrer todo su cuerpo.

 

- Sí... Seguro él... Él... Ya debe estar dentro

 

Observó a su madre titubear, al parecer ella no era la única que guardaba secretos. Intento sonreír pero de nuevo fue una mueca floja que no llego a sus ojos.

 

Siguió a Gabrielle hasta el castillo temblando, aquello era ridículo pero no podía evitarlo. Observó el lugar y aunque en realidad no había cambiado ella lo sentía diferente.

 

-Siendo sanadora sé que eso es un buen remedio si tuviera afectaciones estomacales pero... La manzanilla para lo que tengo... Mejor uno de valeriana, así si caigo dormida podré quitarme esto de encima un momento al menos

 

Bajo el rostro de nueva cuenta sintiendo como las lágrimas caían sin que ella logrará evitarlo. Suspiró y alzó el rostro sin ver a Gabrielle sino más bien a la pared detrás de ella.

 

-Ser la esposa del patriarca es mucha presión y yo... No sé sí lo haré bien

 

Se dió media vuelta para ocultar su miedo, quería correr y huir de todo pero tampoco debía hacerlo. No ahora.

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Fácil terminando de empacar algunas cosas de su cuarto metiéndolo en una caja, porque hacia esto porque iba compartir habitación con suponía que ya se encontraban de camino de regreso, suponía que andaba haciendo cosas del cuartel pero ya le mandaba avisar con un patronus que ya adelantando la mudanza de habitación y que andaba terminando mi parte dentro de poco comenzaría a cambiar las cosas de su amada al cuarto nuevo.

 

Uno por uno las cajas de su cuarto se vaciaban para quedar totalmente vacías con ayuda de su varita las hacia levitar para ponerla en el sitio donde las había encontrado, el depósito de la familia Black el demonio miraba su reloj de bolsillo le parecía raro que su esposa no llegara. Lo último que sabía era que se había quedado ella haciendo unos informes importantes para inquisidores, pero hasta ahí el patriarca le había dicho que podía ayudarla echarle una mano, pero la bruja dijo que ella podía sola que mientras vaya adelantando el trabajo. Al principio el demonio se quedó pensando pero había aceptado, además algo le daba entender que la bruja quería su momento de estar sola su espacio y eso el mago lo respectaba.

 

No era fácil dar el paso de la soltería a estar casado muchos tenían miedo, muchos nunca lo daban otros lo hacían muy deprisa otros se tomaban su tiempo. Pero de que llegaba la hora llegaba, Otto andaba seguro de lo que sentía la bruja y viceversa por eso había dado el siguiente paso en la relación.

 

La base ahora andaba en la cocina tomando un vaso de toda su bebida de chocolate favorito cuando su elfo aparecía diciendo que la jefa de inquisidores andaba afuera. El Black se terminaba la bebida chocolatosa dejando el vaso el fregadero para caminar hacia la enormes puertas de la familia, sin tiempo que perder las abría y ahí andaba ella, su esposa con su madre-Buenas –dijo amable acercándose hacia ellas-Está todo bien?-preguntaba curioso mirando a Gaby para luego mirar a Jessie algo en si decía que pasaba algo acercando mas a las mortifagas.

Editado por OttoBlack

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Podían pasar meses o incluso años, pero eso no hacía que el mago de cabellos negros olvidara sus raíces. Por ello acababa de aparecer, tras una neblina oscura que se disipaba con la brisa londinense, en los jardines del Castillo de la honorable y ancestral familia Black. Martin no pudo evitar una leve sonrisa, que se enmarcó en el rostro pálido de aspecto enfermizo bajo la luz tenue del sol invernal. Aquel iba a ser siempre su hogar.

 

La capa de viaje de color negro, que se fundía con sus cabellos oscuros, rozaba las piedras del puente que estaba cruzando. Amaba aparecer en aquel punto porque de esa manera, disfrutaba la estructura antigua del puente y el lago que rodeaba el castillo. Dentro del lago, de aguas sumamente oscuras, había todo tipo de animales mágicos; muy de vez en cuando, se adentraba en él. Pero era invierno, y no había manera de hacerlo sin morirse de hipotermia en el intento. Excepto que se usaran hechizos, por supuesto.

 

De pronto, Black se detuvo frente a la portada de madera llena de detalles, la empujó y ante él, apareció imponente el vestíbulo. La escalera de mármol le abría paso hacia adelante, y las puertas decoradas de sendos salones laterales lo invitaban a pasar. Sin embargo, la presencia de personas en aquel espacio de entrada lo volvió a detener en seco.

 

—Estoy de vuelta, familia… —empezó diciendo, con su característica entonación galesa. Sin embargo, las personas que tenía ante sí no le resultaban fácilmente reconocibles. Eso no debía ser nada extraño, porque así como él desaparecía durante tiempos prolongados, sus familiares hacían lo propio.

 

De los allí presentes, distinguió a Otto, a quien había visto un par de veces durante su estadía en la Academia de Magia y Hechicería. Una de las mujeres que lo acompañaban debía ser miembro de la familia por lazos sanguíneos, y Martin intuyó que se trataba de Gabrielle. Sin embargo, de la tercera poco sabía o conocía.

 

—Martin Black ha llegado —dijo con expresión seria a modo de presentación. Pasó su mano por la capucha de la capa, para deslizarla por su cuello. Sus oscuros cabellos con destellos de plata se hicieron visible, así como también el desorden que los caracterizaba.

 

A su espalda, la puerta se cerró.

Editado por Martin N´ Roses

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– A mi siempre me ha calmado la manzanilla, tal vez sea más el recuerdo de tomarla que el efecto que hace...

 

Se encogió de hombros; la verdad aquel té era lo que lograba calmarla cuando se ponía un poco histérica pero aquello había dejado de importar hacía unos años. Notaba que su hija no estaba del todo estable y no sería ella quien le sacara las cosas a la fuerza, si a ella no le gustaba que le insistieran ¿Por qué la francesa tenía que hacerlo?

 

Le ayudó a sentarse en el sillón de la sala y el elfo había dejado los tés sobre la mesilla, la Black le miró por el rabillo del ojo y al verlo salir su hija había hablado por sí sola.

 

-Ser la esposa del patriarca es mucha presión y yo... No sé sí lo haré bien.

 

¿Presión? Las facciones de Gabrielle lo decían todo, una mezcla de incredulidad con una risa contenida, era imposible para ella el no ser transparente con sus emociones y, sin más, soltó la risa junto con su cuerpo sintiendo como a los escasos segundos se arrepentía de haberlo hecho.

 

– No me burlo de ti, lo sabes... Eres hija no solo de una, si no de ambas matriarcas.- ¿Cómo decía las cosas? Era perfecta para sentir pero para expresarlo en palabras solo lo vomitaba -Jess, sabes que los Black son fríos, pero está de más decir que si algo me da orgullo es de tenerte de hija.

 

Aquello le incomodaba, pocas veces había hablado con ella y la situación lo ameritaba, tomó la taza de té y dejó que las hierbas de manzanilla que había tomado de la caja se mezclaran con el agua caliente. Si bien la Delacour era un poco más afectiva y expresiva con sus hijos también era un poco torpe y acelerada al expresarlo... como todo en su vida.

 

Soló un suspiro, sí, era difícil, más sabiendo que la Black Lestrange tenía más marcado el carácter Black, fino... Pero era humana, como ella; sentía, como ella.

 

– Es un orgullo tus logros dentro de... y en el ministerio. A decir verdad, Otto debería estar más preocupado por no llenar el papel de patriarca y esposo que tú. Desempeñas a la perfección cualquier papel, Mahia debería estarlo... Bueno, la humana y normal aquí soy yo y soy la que menos ausente ha estado.

 

Le dolía en cierta forma aceptarlo pero prefería seguirlo ignorando, su hermana ausente por días y Otto contadas veces se encontraba en el castillo así que ¿A quién importaba el desempeñar un papel ejemplar como patriarcas?

 

Pero sus pensamientos fueron callados por la voz del Black, le reconocía a lo que de inmediato tomó la taza tratando de evitar el tema y dejó que jess fuera quien respondiera. El tener el castillo con tanta familia comenzaba a llamarle la atención y aún más al notar que su hermana seguía sin aparecer... como siempre.

 

—Martin Black ha llegado.

 

– Y Gabrielle Delacour lo saluda.

 

Dijo arqueando una ceja y observando al muchacho que acababa de anunciarse por sí solo. Tomó un sorbo de té y sonrió de medio mirar de arriba a abajo al chico, los genes Black. Dejó de nuevo la taza y se cruzó de piernas, reconocía esos ojos, casi los mismos que su sobrino Aaron ¿O era hijastro? Gabrielle meneó la cabeza, el incesto había logrado que los lazos que ella conocía terminaran más que enredados.

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Se encogió de hombros ante las palabras de su madre con respecto al té, sienso sanadora sabía que aquellas cosas podían ser buenas, pero ella en realidad necesitaba una poción tranquilizante. Tomó el té despacio, sintiendo el calor recorrer su cuerpo conforme la bebida entraba en su sistema para despues soltar de una vez lo que la atormentaba. Volteo a ver a Gabrielle sorprendida cuando hablo, bajando la mirada apenada al escuchar su risa.

 

-Es... ¿en serio?

 

Aquello no lo había pensado ni un poco. Sabía que sus madres, las tres, la amaban a su manera pero que una de ellas dijera que estaba orgullosa de que fuera su hija era algo que no podía entender, no del todo.

 

Bajo la mirada avergonzada con las palabras que decía Gabrielle; amaba su trabajo en el ministerio por algo le gustaba siempre estar en medio de la cción, sacar a relucir que su departamento trabajaba y hacía hasta lo imposible por atrapar a los fenixianos pero dentro de la mansión...

 

-A veces me pierdo en la oficina, es mucho el trabajo que llegó a tener y no vuelvo seguido a casa... pero ahora casada... no sé... se que soy hija de matriarcas pero no es lo mismo o eso pienso...

 

Termi+o su té nada más por el hecho de hacer algo pero se tensó un poco al escuchar pasos y reconocerlos. Como no hacerlo si habían pasado años siendo novios en silencio, ocultos del mundo entero y ahora temía que todos voltearan a verla.

 

-Sí... esta todo bien, me alegra verte Otto.

 

Sonrió sintiendo sus mejillas sonrojarse, en algo tenía razón Gabrielle, ella era humana también y sus emociones estaban a flor de piel.

 

Un nuevo chico entró y sonrió un poco al escuchar como su madre lo saludaba, se puso de pie para acortar la distancia que lo separaba de quien pensaba era un nuevo integrante de la familia aunque era muy parecido con Aarón.

 

-Un placer Martín, soy Jessie, hija de Gabrielle y Mahia así que eso nos convierte ¿en? ... Y am... la esposa de Otto, ya se, raro.

 

Alargó su mano para sujetar la mano de Otto, necesitaba sentirse segura en medio de todo el torbellino de emociones que la embargaban en aquel momento.

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Terminó de secar su cabello y, evitando el sostén, se colocó una remera blanca y su sudadera gris. La ducha la había ayudado a relajar el cuerpo y bajar la temperatura de la sangre recién bebida. Terminó de prender su pantalón y con la varita procuró ordenar todas las cosas que había dejado tiradas al bañarse.

 

No consideraba haberse demorado tanto, pero conociendo a su mujer seguro estaría ya exponiendo su ausencia, o quizá renegando de ella en silencio, y la Black no quería que pensara que nuevamente se había ido.

 

Bajó las escaleras de a dos peldaños, agarrándose de la barandilla para saltar en cada descanso.

 

Aún tenía en mente las palabras que había dicho Gabrielle, pero que no le había dado tiempo a responder. Tenía razón. Eran algo más que novias, mucho más que hermanas. Tenían la confianza y se conocían como si su relación fuera de muchos años, aunque apenas hubiesen incursionado en el romance hacía muy poco. Convivían, tenían una hija… hasta le había regalado un anillo que Gabrielle utilizaba en su mano derecha, pero no eran… eso.

 

Hubiese jurado que sabía lo que pensaba su hermana, no obstante la idea de hacerlo realidad no dejaba de circular por su mente, y el miedo a alejarla si lo ponía en práctica le congelaba el alma.

 

Paró de golpe al escuchar las voces. Su hija recién se casaba, o había intentado hacerlo. Había ganado el suficiente dinero para comprarle una joya digna de su mano, sin ansias de reemplazar la anterior, pero que transmitiera el mensaje; quería entregarse a ella de todas las maneras posibles. ¿Qué tan mal podría reaccionar Gabrielle? Mahia siempre le había dado su espacio en ese tema, por algo era.

 

Sacudió la cabeza y reemplazó su semblante de duda por una sonrisa casi de oreja a oreja, avanzando para llegar a la espalda de su hija y poner las manos sobre sus ojos ante la atenta mirada de su novia y el muchacho que, según parecía, acababa de llegar.

 

– Parece que somos varios hoy – Se inclinó a dar un beso en la mejilla de Jessie y la soltó, acercándose a Gabrielle mientras pasaba por detrás del respaldar del sillón. Movió su cabello con una mano para salpicarla con las gotitas que aún quedaban en él, y le sonrió juguetona, terminando de dar la vuelta para sentarse frente a ellas, de costado al hombre en el lugar.

 

Había notado los ojos de su hija, y se aseguró de preguntar con la mirada a Gabrielle una vez que Jessie no estuviese mirando. No habría palabras, sólo la certeza de que algo no estaba bien. El pedido tácito de información quedó a criterio de su mujer, ella sabría cuándo y qué decirle.

 

Se centró en Martín y apoyó una mano en el mentón, mientras entrecerraba los ojos al escudriñarle; La cicatriz sobre su ojo y pómulo izquierdo, sumado al frío de sus orbes azules, generaban un gesto sombrío que era fácil de mal interpretar.

 

– Te conozco… -

 

Sí… la última vez que lo había visto ella tenía una poderosa Katana bajo su poder, y él seguía sus pasos como buen duelista. No llegó a saber sus avances, pero sí recordaba su talento, aunque no fuese tanto como el suyo propio.

 

No soy quien para reclamar ausencias prolongadas, pero al menos podrías indicarnos qué ha sido de tu vida estos años. Siempre tuve la sensación de que serías uno de los pocos en esta familia que podría darme orgullo en materia de lucha, sin contar a Gabrielle y Orión que son de lo mejor, pero al volver no te encontré en… el trabajo

 

No quería mencionar directamente a la Marca Tenebrosa, pero esperaba que él le entendiera.

 

– ¿Seguís teniendo los mismos intereses? ¿Por qué has vuelto?

 

Evitó mirar a Gabrielle, sabiendo lo dura que estaba siendo con el recién llegado. Temía encontrar reproche en su mirar y que la faceta de mujer ruda que había dejado en desuso e intentaba retomar cayera abruptamente.

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Maida estaba a un paso de regresarse a Bulgaria, y si no fuera por sus lazos familiares, seguramente la maleta ya habría estado puesta en la rejilla de cualquier tren. Era cierto que hacía mucho que no visitaba a sus tías, pero también era cierto que ellas jamás habían pisado su casa. Así que si algún día existía algún reproche, tenía con qué contraatacar. Aunque no tuviera ganas de pelear, ni con ellas ni con nadie, y volver al Castillo Black era algo que últimamente la calmaba, además que podía encontrar a su elfo doméstico siempre dispuesto a ayudarla.

 

Ingresó al vestíbulo sin demasiada parafernalia, se miró los pies verificando que el hechizo impermeabilizador hubiere cumplido su objetivo y sus pies continuaran limpios y descalzos. Y claro, se tomó al menos dos minutos en ello mientras juntaba energías para subir las escaleras. ¿Voces? Está bien, eso sí que sorprendió a la ojiazul, hacía muchísimo tiempo que no veía gente reunida en el Castillo. Esperaba no llegar en medio de una escena que fuera a detestar, pero ya estaba ahí y no saludar era grosero.

 

Se dejó guiar por las voces como si fueran sirenas y ella, algún marinero perdido y alucinando.

 

¿Tía Gabrielle? —preguntó apenas puso un pie en la sala, alzó el rostro para encontrarse con el de Jessie, con un desconocido que seguramente era parte de la familia y con tía Mahía. Intentó saludar, pero seguía medio sorprendida— Digo, perdón, buenas. No quise interrumpir, creo, no sé. Lo siento, vengo realmente cansada.

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Otto, claro, Gabrielle no recordaba a Otto y como siempre el chico parecía pasar desapercibido. Tenía mas del año compartiendo el puesto con el patriarca y sentía hasta extraña su presencia, ahora que era su yerno el tenerlo cerca le era un poco más incómodo, pero como siempre las ausencias le ayudaban a sobrellevar aquel silencio entre ellos.

 

Su hermana había llegado y solo puso los ojos en blanco, la amaba pero le era demasiado difícil el sobrellevar su ansiedad sumada con los tiempos de la rubia; había decidido cambiar de gustos y ni así lograba dar en una ¿Cuándo tendría una relación donde la interesada no fuera solo ella?

 

El beso y el perfume de su hermana le habían ayudado a dejar de pensar tanto, sonrió tratando de aparentar y trató de saborear un poco más el perfume natural de su novia. Estaba tranquila... o eso creía.

 

– Deja al muchacho Mahia.

 

Trató de contener la sonrisa pero su hermana había logrado ruborizarla. Los presentes eran demasiado nuevos para conocer tanto de lo que ella hablaba y Gabrielle solo deseaba cambiar de tema, a lo que la voz de la Yaxley pareció más que un regalo.

 

– Por primera vez me siento feliz de oír a un Yaxley en esta casa.- era más que sincero, incluso esa repulsión que sentía cada que tenía que mencionarles había desaparecido por completo.– Nosotros solo estábamos poniendo al día, al parecer Martín regresa a casa...

 

Sonrió e hizo un ademán para que la chica se sentara; desde que la menor de sus hermanas había desaparecido sabía que su sobrina era la siguiente en la línea, no había tardado tanto para darse cuenta que la profecía que su loca imaginación había hecho era del todo cierta, pero aquello no le importaba del todo. A lo que la llevó ¿Y Lu?

 

No, no era prudente preguntarle a la recién llegada de su sobrina pero sabía que posiblemente tendría que responder ese tipo de preguntas.

 

– Y tu tía quiere correrlo con sus preguntas.- dijo acercándose a su hermana y besando su mejilla derecha.– Es el único sobrino que tenemos, al parecer.

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—Y Gabrielle Delacour lo saluda.

 

El rostro pálido del mago de cabellos negros, con alguna que otra cicatriz, se mantuvo imperturbable ante aquella respuesta. Sin embargo, los orbes platas parecieron brillar levemente. Se divirtió con aquella bienvenida, empezaba con el pie derecho ante familiares que tenía poco vistos.

 

—Es para mí un placer, Gabrielle… —respondió por lo bajo, y a continuación, se dirigió a Jessie—. El placer es mío… —Pensó durante un instante, a sabiendas que los lazos de aquella familia eran por demás extraños, lo vivía en carne propia—. Deberíamos ser algo así como primos, supongo.

 

Mahia, le sonaba aquel nombre, vaya si le sonaba. Habían pasado largos períodos de tiempo conviviendo en el pasado, en su estadía en el bando tenebroso, al que acababa de regresar. ¿Qué sería de ella? La pregunta se instaló en su mente, pero antes de encontrar una adecuada respuesta, su voz inconfundible se hizo escuchar en el vestíbulo.

 

Mahia se encontraba ante él, prácticamente igual que antes, sólo que sin una máscara que ocultara su identidad.

 

—Creo recordar que también tuviste el derecho de partir durante algún tiempo —respondió entonces Black, en un tono áspero—. Este castillo siempre será mi hogar y también mi gran orgullo, el orgullo que todos los presentes imagino que tienen. En cuanto a mi ausencia… He estado viajando por el mundo, ya sabes, buscando cosas, investigando sobre magia antigua… Siempre con la intención de regresar mejor de lo que me fui. —Era bastante sincero en aquel punto. Su amor por detectar maldiciones e intentar comprenderlas le hizo viajar a diferentes países.

 

La varita mágica que se encontraba escondida en sus bolsillos saltó a la vista y Black la agitó sutilmente: un vaso de whiskey de fuego acababa de aparecer en su otra mano; bebió un sorbo y escudriñó de nuevo a Mahia.

 

—Decidí que era el momento adecuado para volver. Pienso trabajar en… —La miró a los ojos, pudiendo verse reflejado en ellos— el Ministerio. Y también donde ya sabes. —Como acto reflejo, la mano que un segundo empuñaba su varita, ahora se encontraba acariciando el otro antebrazo, donde llevaba tatuada su…

 

La presencia de otra bruja en el vestíbulo del castillo lo hizo mantener silencio.

 

—No te preocupes, Gabrielle… Las preguntas pueden ser respondidas. Y para correrme tendría que hacerse más que eso. Pero créanme, no pienso irme del castillo. —Extendió el brazo con el que aún sostenía el vaso con alcohol, aproximándose a Mahia e invitándola a beber—. Volverán los buenos tiempos.

 

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Encogió los hombros con el regaño pero siguió con la mirada a Martín. Se apoyó en el respaldo de su sillón y estiró la mano para recoger la de Gabrielle.

 

Río y agachó la cabeza ante el revés del joven y susurró un casi inaudible “touché”. No podía negar que el muchacho tenía todo para ser un Black, pero por algún motivo le divertían las explicaciones que daba. No podía esconder su sonrisa. Se sentía ansiosa ante Martín, casi deseosa de materializar su varita e incitarlo a un duelo improvisado a la vista de todos, pero sabía que eso sería reprobado por su novia.

 

Aun así, cuando vio aparecer la varita del joven, ella misma llamó la suya a su mano izquierda, sintiendo sus ojos brillar, pero decepcionándose al ver lo que había hecho.

 

Nadie te va a correr del castillo, pero tengo un par de ideas que podemos llevar a cabo en los jardines. Me podrías mostrar algunas de esas maldiciones y yo enseñarte lo que he aprendido en mis años de viaje. No me vendría mal conocer algo nuevo, estaré en el castillo por un largo, larguísimo tiempo -

 

Sus ojos se habían clavado en los de la castaña al hablar, desvaneciendo la varita para agarrar el vaso que Martín le tendía y volviendo a él para agradecerle con la cabeza. Maida había aparecido en el ínterin, y la invitó a que se pusiera cómoda.

 

No estés ahí parada como estatua, pasá, sentate y servite algo…

 

Puso la lengua entre sus dientes al recibir el beso de su mujer y soltó su mano para abrazarla,

 

Tu tía exagera, yo no echaría a nadie. Soy un… animal… manso. Cuando quiero. – Le guiñó un ojo a Gabrielle y ronroneó un “rarw” apenas gesticulado con los labios. - De hecho sería bueno pensar en algún proyecto como familia. No sé si es … altanería, pero tengo ganas de mostrarle a los demás lo geniales que somos.

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