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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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El tierno roce de sus labios con los míos hacía que creciera el fuego en ni interior, llevando a niveles insospechados mi ansiedad. Quería tomarla entre mis brazos y clavar mis colmillos en su blanca piel, terminando de aquella manera con su vida y saciando mi sed. Me contenía con todas mis fuerzas, por lo que correspondía sus besos con la mayor ternura posible pero sin dejarme llevar.

 

Mis manos la sujetaban fuertemente por la cintura, cómo si de un momento a otro ella fuera a escapar y yo me resistía a eso. Su aroma tan cerca de mi era cómo una dosis de heroína, cómo una línea de coca para un adicto, siempre quería más.

 

Reí con la broma que hizo sobre ir a su cuarto. -Tal vez no por el momento, pero algún día... Cuándo estemos casados- ¿Que había sido eso? Mi cara cambió a una mueca de pena y si aún corriera sangre por mi cuerpo toda se habría juntado en las mejillas. Bajé la mirada y deslicé mi mano desde su cintura hasta su espalda para así poder atraerla hacía mi un poco más.

 

-Porque eso es lo que quiero contigo, casarme. No ahora, pero si en un futuro no tan lejano, Maida.- No temblaba más, pero mi corazón amenazaba con volver a latir de golpe si seguía con aquellas emociones tan fuertes.

 

-Me interesa saber que piensas de eso, Maida. Es claro que ambos nos gustamos pero me gustaría saber cuales son tus intenciones a largo plazo.-

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Pienso que si corrieras, estarías ya en medio de Londres, Renaldi, cálmate —se rió, no de lo que le proponía, sino de los nervios.

 

Primero, el imaginarse con él en la intimidad de su habitación en el castillo Black en la manera en que lo había sugerido no podía hacer otra cosa que ruborizarla, no iba a poder evitarlo aunque quisiera. Y luego estaba la casi-propuesta de matrimonio, eso le oscureció la mirada sin que, nuevamente pudiera evitar que su cuerpo la traicionara. Ella aún llevaba la cadena de plata con su anillo de compromiso, sin que su anterior novio se le pidiera, ella decidió esperarlo sin importar qué, y años más tarde aquí estaba, en brazos de otro. Sintiendo algo que no había sentido nunca, aquel amor la había hecho sentir protegida, la pequeña bruja boba que era incapaz de cuidarse por sí misma, y se había sentido cómoda así...Albus en cambio, ella en cambio. Redundando, había cambiado. Se sentía igual a él, es más, sentía la seguridad de haberlo conquistado. ¿Podría volver a entregarse y dejar por fin ese anillo que se había vuelto de una esperanza a un recordatorio de lo tonta que podía ser?

 

Lo cierto es que apenas me conoces, Albus, no tenemos ni siquiera que ponerle nombre a esto —dijo sin zafarse de sus brazos que tanto bien le hacían sentir, pero que ahora mismo le hacían temblar—, tengo un pésimo historial de novios que han huido, por algo habrá sido, ¿no? Aunque sólo fueron dos, de todas maneras no encontraron en mí el ancla suficiente para quedarse. Así que, yo te recomendaría, ¿diversión y luego irte?

 

¿Qué estaba haciendo? ¿Desde cuando Maida se refería así misma como una aventura de una noche o de un rato y ya? Sacudió la melena, no podía retractarse en sus palabras, pero estaba segura que era más sencillo frenar el cariño, gusto, ¿amor? que pensar en un felices por siempre, ya no tenía diecinueve, no podía ser tan ingenua.

 

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Observé su rostro, sus facciones, cualquier gesto que pudiera delatar el porqué de lo que me decía. Si bien en mis primeros 100 años tuve algunos encuentros de uno noche estaba convencido de que no era lo mío, y era por eso que no estaba con nadie. Tampoco estaba convencido de estar con una pareja estable, hasta que llegó la bruja que ahora me proponía divertirme y luego irme

 

De pronto todo el fuego se apagó, sentí mis ojos volverse de un color violeta a un morado más intenso. No me separé de ella. Quería que supiera que no me arrepentía de haber dicho aquellas palabras que a la mayoría de las personas asustaban, y que tampoco saldría corriendo por su propuesta de diversión... Aunque ciertamente si que quería divertirme con ella.

 

Doblé un poco mis rodillas para quedar a su altura y viéndola fijamente a los ojos y con toda la cordura que pude trataba de ordenar mis ideas en un argumento coherente.

 

-Claro que quiero divertirme, pero no me quiero ir. Entiendo que en el pasado hubo 2 personas que no supieron quedarse, pero me temo, querida, que cuándo algo me gusta soy todo lo contrario, yo no sé irme.- Mis ojos desbordaban la sinceridad de mis palabras y mi boca lo expresaba aún mejor.

 

-Te propongo algo mejor que divertirnos e irme... No pienso dejarte ahora que te encontrado después de 200 años buscándote, por lo que me gustaría intentar, ver que sigue y cómo nos trata la vida estando juntos. ¿Te parece? Claro que tu respuesta puede ser un no y será respetada y aceptada.-

 

Hace más de un siglo no tenía una conversación de ese tipo y no tenía idea si lo estaba haciendo bien...

 

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Hincado o cuasi hincado, ella no se veía tan pequeña ahora, le diría que lo hiciera más a menudo, apoyó sus manos en los hombros y sacudió pelusas que no estaban en las hombreras.

 

Para decirme que eres capaz de aceptar un no y respetarlo luego de haberme dicho que eres de los que no huye, no sé —le dio un ligero beso en la mejilla—, te estoy volviendo más loco de lo que ya pareces con tanto apuro.

 

Lo instó a ponerse de pie mientras se abrazaba a su torso, le gustaba lo que había visto en la taberna, en la boda, en su jardín, ahora mismo. ¿Por qué tenía que ser tan blanda? Necesitaba alguien que le dijera que no cayera, aunque estuviera ya hasta el cuello. Se mordió el labio inferior tratando, sin éxito de borrar sus promesas y sus palabras entretanto se llenaba de su perfume, incrustándole en un lugar más peligroso que la mente. Le tomó de las manos y finalmente se apartó un poco.

 

¿Algo para beber? —ofreció jalándolo hacia una de las mesillas, necesitaba airear la mente un poco—, le diría al elfo que lo traiga, pero creo que soy lo suficientemente capaz de hacer una bebida yo sola, sobretodo si la necesito con tanta urgencia.

 

Se soltó de una de las manos mientras caminaba y haciendo gestos hizo aparecer entre sus dedos un vaso largo con jugo de naranja, sin licor, aunque sabía que seguramente él si pediría algo fuerte. Alguno de los dos debía mantenerse en tierra y no seguir conociendo el mundo de las nubes, aunque a Maida también le gustaba volar. Se sentó en una de las sillas y le señaló la del frente.

 

No puedo prometerte nada, pero te haré un gesto positivo —dijo y sacando de su cuello la cadena de plata, extendió su mano para que viera el antiguo anillo de compromiso y lo desvaneció, ocultándolo inmediatamente en el joyero que tenía en su habitación—, hoy termino mi vigía. Oficialmente me entrego a esta "vida juntos" que dices tú.

 

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Sus manos tan pequeñas y delicadas se sentían tan bien al tacto. Dejé que me guiara hasta la mesa después de aquél tierno abrazo. ¿Era un si? No estaba del todo seguro. Supuse que no era un no, pero tenía que definir en mi mente si aceptaba mi propuesta.

 

Jugo de naranja, al parecer le gustaba mucho tomar jugo. Debo admitir que también me gustaba, siempre que viniera acompañado de vodka. -Lo mismo, por favor, pero con un poco de vodka- Casi pude ver en su cara la satisfacción de confirmar algo que seguramente ya había pensado. Tomé lugar en la silla que se encontraba frente a ella y crucé las piernas para luego sacar un cigarrillo y encenderlo. No le había preguntado si podía hacerlo, sólo lo dí por hecho. Con la primer bocanada que salió disparada al aire sobre nosotros también se desvanecieron algunas dudas.

 

Había visto la joya desaparecer antes mis ojos... Eso definitivamente era un si, con total seguridad. -No te preocupes, no nos casaremos mañana... Será en una semana.- No sabía si debía bromear con eso, pero ya lo había hecho.

 

El vaso de jugo de naranja con vodka apareció delante de mi y extendiendo mi brazo lo alcancé para darle un pequeño trago.

 

-No tengo prisa, sólo quiero asegurarme de que sepas que eres la indicada y que no pienso salir huyendo.- Lo que le decía era verdad, quería estar con ella todo el tiempo que fuera posible.

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- En una semana Aaron o el mismo Mathew podrían tener tu cuerpo embalsamado, querido -y le habría gustado estar bromeando, pero seguramente algo tendrían que decir los únicos miembros de su familia presentes-, así que lo primero será trabajar en tu paciencia, Renaldi, no quiero verte en trozos.

 

Bebió un sorbo de su jugo para no decir nada del aire que pronto se vio viciado por el humo del cigarrillo, no era de las que reprochaba viejos hábitos, pero ese en particular, la sacaba de sus casillas con cualquier persona. Era mejor distraerse, pensó, aunque fuera sacudiendo su melena.

 

- Sé que estás con los Macnair, pero me temo que yo no puedo, ni debo dejar el Castillo Black de momento -dijo entonces-, por lo que estás más que invitado a pasar días aquí en alguna habitación de invitados.

 

¿Cuál era la habitación más cercana a la suya? Mudarlo en la propia era algo que de momento, prefería no hacer o comenzarían las especulaciones de los elfos domésticos y el chisme llegaría de la manera inadecuada a su familia. Pero la sola idea de pasar desayunos o veladas nocturnas con él le atraían lo suficiente para invitarlo. Esperaba que aceptara sin chistar, debido a su premura por oficializat las cosas, pero era mejor que lo asegurara.

 

- ¿Entonces somos amigos? -bromeó.

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Con toda la información que había recolectado y una buena aportación por parte de Ada me di cuenta que el primo de Maida era ni más ni menos el ministro de magia. Eso era del conocimiento público. También era un mortífago, el de más alto rango. Incluso Cissy estaba por debajo de él.

 

Pero que más daba. 200 años vividos a placer y recorriendo el mundo. Si mi final llegaría por causa de una dama moriría feliz, más si fuera Maida aquella dama.

 

-Ya veremos lo de mi paciencia, señorita Yaxley.- Le sonreí, mostrando mis colmillos. Sentí mis ojos volver a un violeta más suave. -No me molestaría ser su invitado aquí, siempre y cuándo su familia no tenga problema con eso. De igual forma si en el futuro usted desea quedarse en la mansión Macnair podrá hacerlo. Siempre se encuentra vacía y me vendría bien algo de compañía.-

 

Eso implicaba un poco más de compromiso, explicaciones a la familia y definitivamente estaba dispuesto a darlas. Sentía un gusto especial por aquella bruja tan pequeña y tan linda, aunque ya me había demostrado que resultaba ser una bruja fuerte e independiente, tal vez eso era lo que me gustaba de ella, su carácter.

 

Bebí de un trago el resto del desarmador que había pedido y decidí escuchar su corazón latir. Era una hermosa danza que quería bailar hasta el resto de sus días, o de los míos, lo que pasara primero.

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A tu favor debo decir que mis familiar suele tener problemas con todos los recién llegados, por decirlo que alguna manera —dijo encogiendo los hombros, no tenía caso ocultarle el mal genio que siempre se cargaban los Black, o los Triviani y era tan remota la posibilidad de que Orión volviera que sencillamente no lo registraba—, de todas formas, si, supongo que luego de la boda de Cissy y Hades, algunas preguntas en el tintero tienen, estoy segura.

 

Ladeó la cabeza y apretó los labio, valorando un poco la información que estaba por darle.

 

Aaron, Mathew y Orión lo son todo para mí —soltó de pronto—, es curioso, el lugar de Mathew antes de conocerlo siempre lo ocupaba algún otro miembro de la familia, incluso mi ex-prometido, pero ahora es inmovible, son el triángulo que centran mi vida. Tengo más familia y por supuesto hay gente a la que aprecio mucho. Tú estás teniendo una sólida carrera hacia la cumbre de mis afectos, no quiero que dudes eso, pero quisiera dejar en claro eso. Con doscientos años de vida, debes comprender lo que significa que alguien sea tu todo, su seguridad lo es. Soy lo soy para protegerlos, si es que llegaran a necesitarlo algún día y sé, que a su manera, es recíproco.

 

Aquello no significaba que si ellos se oponían a su relación ella lo iba a dejar, sabía bien que su aprobación dependía más de su estado de ánimo que de motivos objetivos, los conocía demasiado bien, sin embargo, no quería futuras escenas innecesarias de celos o posturas incómodas en presencia de ellos.

 

Mi primo, como mi hermano; mi sobrino, como mi hijo y mi tío, como mi padre —rio y bebió lo que restaba de su jugo—, tú también debes tener gente importante a tu alrededor, cuéntame de ellos.

 

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Me estaba dando detalles de su familia y sus relaciones con sus familiares, y aunque para cualquier otro resultaría en algo apresurado y espantoso para mi era cómo un "quiero más y te doy más". Resultaba satisfactorio después de la platica que habíamos tenido momentos antes y la cuál esperaba no volver a tener, aunque de ser necesario sería una conversación que podría tener cada día de mi vida con tal de tener a aquella mujer a mi lado.

 

El cigarro... le molestaba que fumara en su presencia. Le dí una última calada y lo apagué en mi mano a falta de algún cenicero. Sentir la braza quemando mi piel me hacía sentir vivo de alguna manera. El factor de curación rápidamente cerro la herida y resultó cómo si nada hubiera pasado. Limpié la mancha negra del tabaco quemado y cómo de costumbre, deshice el filtro y el restante del cigarro con los dedos, los puse sobre la mesa y saqué mi varita para luego incendiarlos sin dejar algún tipo de ceniza o residuo.

 

-Tengo familia, en Italia... Provengo de una larga línea de vampiros. La mayoría de mis antepasados sigue vivos, solo algunos han decidido no pertenecer a nuestra raza, y algunos otros han muerto en batalla, pero son pocos en realidad. En Ottery hay pocas personas que me importan, mi hermana Ariadna es una de ellas, Sybilla es otra y claro, tu...- Lo que acababa de decir me mostraba vulnerable ante ella, y era justamente lo que quería que viera, que no había ningún tipo de barrera entre nosotros.

 

Estaba nervioso. Jugueteé con mis uñas en la mesa y trataba de observar su reacción. ¿Sería de emoción? No tenía idea de que esperar. Tomé un poco de aire, cómo si lo necesitara y traté de exhalar todas mis preocupaciones. Alargué mi mano tratando de tomar la suya. El contacto con ella me resultaba relajante y reconfortante. Esperaba poder tenerla por muchos años más.

 

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— ...y claro tú.

 

Maida se replanteó los últimos días, todos casi al lado de vampiro, casi todos sin noticias de Londres, encerrada en su burbuja personal. Aún cuando no sabía de esta visita repentina, se encontraba invadida por los sentimientos y emociones en su habitación. Y ahí estaba, nuevamente creyendo en promesas que no tenían más materialización que su fe, que su ilusión. Le miró sonriendo con miedo.

 

Los italianos no han tenido buen puerto en los últimos tiempos, la familia Di Medici ha sido muy difícil de tratar, aunque he de reconocer que Lucrezia es una joya —y le guiñó el ojo, esa bruja era un buen as bajo la manga y le agradaba tenerla bajo el cobijo mortífago—, a Ariadna la conozco, hemos compartido un par de misiones gracias a Aaron, y a Sybilla, no lo sé, me da la impresión de que si no hubiera sido por su boda, me lanzaba un crucio, realmente espero equivocarme. Me temo que en un duelo contra ella, perderías a la novi...

 

Se tapó la boca como si así funcionaran los silencius en estos días, se puso de pie y para distraerlo, se sentó en su regazo consciente que su aroma haría las veces de un veneno que le nublaría el juicio al menos por unos segundos y podría ella salir del traspié. Acarició un poco sus cabellos, nuevamente actuando como una Maida que sus familiares no reconocerían pero con la que poco a poco se sentía más cómoda. Le dio un roce de labios en la mejilla y se río quedamente mientras le miraba esos ojos violeta que tanto oscurecían y aclaraban.

 

— ¿Te quedas a cenar?

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