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~ Mansión Riddle ~


Anne Gaunt M.
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Leonid Sila

 

 

Los sombríos escombros de lo que alguna vez fue una imponente mansión fue la bienvenida que lo aguardaba en los silenciosos terrenos aquella noche despejada. El mago se acomodó la larga capa negra que lo cubría y enfiló sus pasos directo a las ruinas, sabía que el punto de la reunión estaba ocultó y solo se revelaría para los miembros del bando, su primera reunión como nuevo miembro, una importante ocasión que algo de tensión traía a su usual esencia tranquila.

 

Saltó con cuidado los escombros de la otrora imponente puerta mientras sus botas negras sorteaban los escombros y polvo que cubría el suelo. Las enormes serpientes gemelas de piedra que guardaban el umbral se agitaron y su antebrazo ardió, allí donde recientemente la calavera y la serpiente le fue tatuada.

 

Una puerta de madera apareció sobre los restos de una pared lateral, el aviso, la entrada, los anfitriones lo aguardaban tras ella. El pelirrojo empujó con cuidado la puerta, temeroso de que su desvencijado aspecto fuera una fiel reflejo de su estado, pero por suerte solamente el chirrido de las bisagras oxidadas fue su única queja.

 

Una empinada escalera que descendía lo esperaba y sus pasos resonando en la piedra lo acompañaron mientras la seguía. Se encontró con una amplia sala decorada con elegancia y sobriedad al final de la misma, la piedra dio paso a una fina alfombra roja y a una sucesión de antorchas con fuego eterno que le daban iluminación al lugar.

 

Varias puertas se alteraban en las paredes, la suya era la sexta a la izquierda. Al cruzar el umbral del otro lado encontró una habitación elegante con una larga mesa central, sillas de madera, un banquete prometedor y su anfitriona.

 

-Buenas Noches, espero no haber llegado tarde - el ojiazul saludó con cortesía en un inglés marcado por su acento ruso, se acercó para estrechar la mano de la bruja - Leonid Sila - y presentarse antes de quitarse la larga capa negra de viaje y colgarla en un largo perchero de madera y hierro negro que habia en un rincón.

Debajo lleva una clásica Kosovorotka de color negro con bordado tradicional rojo y dorado en el cuello y las mangas, unos elegantes pantalones azul oscuro y las botas negras - Es un bonito salón, es un placer haber recibido su invitación - forzó en su ingles con fuerte acento.

 

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Sabía lo que tenía que hacer para llegar a su destino. Cerró los ojos, visualizó el lugar e instantes después su pies se posaron sobre suelo blando, momento en el que volvió a mostrar al mundo el color de su iris. Lo que pudo apreciar eran unas ruinas de lo que seguramente en su momento fue una gran mansión. Tenía una idea general de todo lo que había ocurrido allí a lo largo de los años, pero hoy no le importaba al no venir buscando una clase de historia.

 

Era importante remarcar el hoy. La realidad es que tenía interés por conocer cada pequeño detalle de los mortífagos desde que se fundó la Marca Tenebrososa, incluido cualquier fragmento de la historia que otros pudieran considerar insignificante. Descubrir y enterarse de quiénes habían sido los héroes, anónimos en muchos casos, que habían servido a tan noble causa. Saber de sus actos heroicos para alabarlos y de sus errores para no volver a cometerlos nunca.

 

Avanzó lo suficiente para que la poderosa magia del lugar hiciese su parte y las serpientes se entrelazasen para mostrar la verdadera entrada al punto de reunión. Un leve 'Ouch' se escapó de sus labios cuando el tatuaje que portaba en su antebrazo ardió. Era una sensación a la que tenía que acostumbrarse, pero era complicado hacerlo cuando no sabía con exactitud en qué momento pasaría. En todo caso, aquello le hacía sentirse vivo y no le resultaba desagradable.

 

Atravesó la portezuela que conducía al sótano. No tenía ni idea de quién había sido la idea de hacerlo así, pero le gustaba. Posiblemente los miembros mortífagos que en su época de estudiante hubiesen pertenecido a la casa de Slytherin se sintiesen casi como si volvían al colegio. Para el australiano era más extraño, pocas veces se había introducido en instalaciones subterráneas de ese calibre. Como recién estaba llegando no podía decir si le gustaba o no, aún no tenía una opinión.

 

Sus pasos le guiaron por el lugar. Se había puesto una túnica demasiado larga que rozaba con el suelo y al hacerlo provocaba un leve ruido, como si se estuviera deslizando. Había optado por un calzado cómodo y ligero que le permitía andar sin avisar de su llegada por lo que el único sonido que advertía de su presencia era el anteriormente mencionado. Le daba exactamente igual llegar por sorpresa o que todo el mundo supiese que se estaba acercando.

 

Por fin, llegó a la sala donde se se suponía que encontraba la persona que lo esperaba.

 

Veo que no me he atrasado demasiado. —comentó con seguridad. Un rápido vistazo le hizo comprobar que ninguno de los dos presentes estaba comiendo o bebiendo, eso podía ser un indicador de que su frase era todo un acierto. Miró dónde podía sentarse y acabó eligiendo un lugar donde con relativa facilidad podía mirar fijamente al hombre y a la mujer, así como prestar atención de si alguien más entraba. No quería perderse detalle de nada.

 

¿Es una invitación para cenar? —preguntó sin perder mucho más tiempo. No se demoró en agarrar uno de los bocadillos que más apetecible le pareció mientras esperaba que uno de los dos respondiese, no tenía claro cuál de los dos llevaría la voz cantante de la reunión en caso de que uno de los dos fuese el promotor de la reunión. Si era una invitación para cenar no le parecería extraño, es una buena forma de conocer a un recién llegado como él.

 

La Mansión Riddle poseía una fuerza mágica poderosa. Por esa razón, no le parecía una locura decir lo que estaba a punto de dejar escapar de sus labios.

 

Desde el momento en el que la marca ardió al cruzar las estatuas de mármol, mi adrenalina aumentó. Me está costando quedarme sentado. ¿Sabéis lo que os digo? —tal vez era una sensación compartida.

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La bruja estrechó la mano del ruso, lo más firme que pudo, que no era mucho dado que las labores manuales jamás habían sido su fuerte y parecía todo lo contrario a Leonid, pero le sonrió correspondiendo a su gesto amable, asintiendo con la cabeza suavemente mientras él dejaba sus cosas en el perchero, iba a contestarle cuando a la sala de estar llegó David. La Yaxley los conocía porque tenía la obligación de saber quiénes se unían a la causa mortífaga, más jamás había cruzado palabra con ninguno. Conociendo los árboles familiares de los sagrados veintiocho, como le gustaba recalcar a Aaron, alguna rama tendría cerca. Así era como incluso Candela Triviani, a quién creía distante en genética, por algún lado tenía el apellido Black, aunque no lo usara, su madre había fundado la familia Triviani, si, pero Alanda nacía del árbol Black, al que tanto Aaron como Maida, pertenecían. ¿De qué rama saldrían esta nueva sangre?

 

Sonrió.

 

Me temo que el único retraso de momento es el de Aaron —se disculpó de cierta manera—, y no, no es una cena, pero siempre he creído que nunca viene mal un bocadillo en medio de una presentación, aligera el ambiente. Además, están hechos con magia, por lo que no tendrán que sufrir de mis pésimas artes culinarias. Soy muy buena en pociones, pero jamás he intentado siquiera freír un huevo.

 

Tomó entre sus dedos un vaso lleno hasta el borde de jugo de fresa, Maida no bebía, pero todo aquel que quisiera podía hacerlo, era cuestión de pensarlo y los utensilios harían el resto. Por supuesto en el caso de su primo, estaba segura que su copa se llenaría de bourbon. Volvió a presionar el broche que tenía en el bolsillo con la mano libre y se aclaró la garganta luego de un largo trago.

 

Es siempre un gusto conocer gente noble que entienda las causas que protegemos los mortífagos —comenzó ella, fijando su mirada en el suelo pero manteniendo la sonrisa cortés—, soy Maida Yaxley, el recién llegado es David y el señor puntualidad se llama Leonid. Pronto, nuestros nombres serán en nuestras conversaciones sinónimo de compromiso y familiaridad.

 

No había dejado de lado el marcado acento ruso de Leonid, pero no estaba por preguntarles de dónde venían y cómo habían sido sus infancias. De hecho, aunque de naturaleza curiosa, la Yaxley no solía entrometerse de manera tan directa en los asuntos personales de nadie. Sobre todo cuando apenas hacía un año que se había obligado a sí misma a no ser la misma mujer que rehuía al contacto social con el resto de sus compañeros. Alzó la mirada a David.

 

Esa emoción que sientes, se llamada novedad y debería poder transformarse en un "semper fidelis" tatuado no en tu antebrazo, sino en el alma —dijo alzando los hombros—. Está, la mansión Riddle y la Fortaleza Oscura serán pronto sus refugios, sus hogares para cuando quieran distenderse de los asuntos de Inglaterra, que cada vez se vuelven más aburridos con tanto muggle intentando lo imposible. Quisiera decirles más, pero me temo que el de la oratoria en mi casa siempre ha sido Aaron, yo sólo soy la antesala.

 

Miró ansiosa el reloj que colgaba en una de las paredes, no había síntomas de respuesta en el broche, y para ella, cada minuto sin noticias, era un peligro inminente para el líder. ¿Cuándo se le iría esa sensación de mamá pollito? La detestaba.

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La mansión, vista desde fuera, no parecía tan imponente como la última vez que estuve allá. Cierto que, en aquel momento, iba con los ojos vendados y casi como una prisionera, aunque fuera una situación tan especial como la boda de mi amiga Cissy y de Hades. Me permití sentarme en una irregular piedra fría y contemplarla, en la lejanía, para distinguir las sensaciones visibles de quienes la habitaban.

 

En un instinto, metí la mano derecha en uno de los bolsillos de mi túnica verde oscuro. Pero no buscaba mi varita. Mis dedos rozaron aquel rollo de madera en el que conservaba el trozo de pergamino que había encontrado en una biblioteca antigua, derruida por el tiempo. Si lo poco que había conseguido traducir era cierto, toda la información que necesitaba la encontraría en aquel lugar. Medio sonreí. Nunca pensé que aquella silueta empezara a hacerse familiar.

 

Dejé aquel asiento natural y me sacudí levemente la capa de viaje. Me coloqué mejor la capucha. No es que quisiera esconderme pero tampoco era necesario que vieran que la Primera Ministra dirigía sus pasos hacia aquellos terrenos. No de momento. Y el color de mi pelo era demasiado llamativo como para lucir un sombrerito o cualquier otro atavío. Metí las manos en el manguito para mantenerlas calientes (y para que no se notaba que tenía cierto nerviosismo que se reflejaban en su movimiento) y caminé en silencio hasta llegar a aquellas serpientes de mármol que señalaban el arco de entrada.

 

Titubeé, sin dejar de mirarlas. ¿Y si...? En un golpe de decisión, elegí proseguir, entrar, cruzar aquel umbral, a punto de cerrar los ojos, esperando que no me dejara hacerlo. Sin embargo, nada ni nadie se interpuso en mi camino.

 

Fue así como entré, por primera vez con libre albedrío, en la Mansión Riddle.

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Leonid Sila

 

 

 

La llegada de otro mago no se hizo esperar pero la sorpresa del pelirrojo fue notoria cuando reconoció que el nuevo integrante de aquella reunión era el Primer Ministro Australiano, estaba al tanto de que la Marca Tenebrosa contaba en sus filas con personas muy influyentes en la sociedad mágica mundial pero ver una figura de estado compartir una reunión como aquella era algo más que llamativo.

 

Aún así no dejo que nada de aquello transparentara su rostro, simplemente saludó al Primer Ministro con una cortés inclinación de cabeza mientras este ocupaba un lugar en la mesa al mismo tiempo que Maida la anfitriona aquella noche, el ruso no tardó en seguirlos y se sentó entorno a la larga mesa central. Pero a diferencia de sus acompañantes no se sirvió nada, por el momento el hambre no era algo que sintiera.

 

La conversación rápidamente se encauzó hacia el significado del tatuaje que ambos iniciado recientemente se marcaron en el antebrazo, las implicancias de que pasaron a formar parte de algo más que una simple organización de magos y brujas, se acaban de enlistar en una causa mayor, la defensa y la preservación de la sangre mágica jamás se vieron tan comprometidas como en aquellos tiempos que corrían.

 

Involuntariamente mientras razonaba todo aquello rozó con la diestra la tela de su kosovorotka, allí donde cubría el tatuaje tenebroso, una leve sensación de tibieza recorrió las yemas de los dedos. No podía fallar.

 

-Espero poder honrar el lema - interrumpió Leonid, <<Semper Fidelis>> representaba todo lo que acaba de cruzar por su mente hacía unos momentos -Todos estamos al tanto del grave peligro que nuestra comunidad está viviendo, es momento de defender la magia - el cosaco alteraba la atención entre sus dos acompañantes mientras hablaba, pese a que el inglés no era su idioma nativo y su marcado acento sabía que podía hacerse entender muy bien.

 

-Mis intenciones son alternar mi comprismo con los ideales tanto aquí, en suelo británico como en casa - explicó lo que llevaba planeando desde que decidió unirse a las filas mortífagas - Rusia es un país enorme y poderoso pero no exento de peligro - la extensión y complejidad de su tierra natal era conocida mundialmente, era su mejor arma pero también su debilidad - Los enemigos de la magia ya se encuentran operando en nuestro territorio, tanto muggles como magos que los apoyan, pero habemos magos que estamos dispuestos a defenderla -

 

-La Marca tiene espacio para crecer en Rusia, magos y brujas de Kaliningrado a Vladivostok abrazarían sus ideales, no hay duda - finalizó Leonid mientras observaba a los otros mortífagos en la mesa.

Editado por Syrius McGonagall

 

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Siempre recurría al mismo lugar, aquel sitio que era su segundo refugio después de la Torre Negra. Seiryū paseaba en el jardín trasero, perdiéndose entre los árboles, quizás yendo en busca de algún aperitivo que le quitará el hambre. En su caso Hasani, no apetecía nada de comer, salvo que se tratará de una buena ración de sangre fresca recién extraída de una vena aorta. Sus placeres eran demasiado excéntricos, desde querer matar a todo lo que se le cruzará por delante, hasta devorar una buena cena aderezada con un bourbon del año más sanguinario que existiera en la historia del mundo mágico.

 

 

 

 

 

Genbú recorría el cielo dando fuertes rugidos, posiblemente esperaba que la Vidente saliera de su encierro. Era común que sus dragones reconocieran el estado de ánimo de la mujer, intentando darle un nuevo aire a las decisiones que pudiera tomar en el futuro. Las cosas dentro de Nueva Zelanda se movían solas, no necesitaba pasarse el tiempo dentro de ese país y lo agradecía en verdad. Cruzando los pies sobre la cama, volvía a perderse en el oscuro techo de la habitación.

 

 

 

 

 

—Como cambian las cosas de un momento a otro, nunca faltan las decepciones inesperadas—siseó desviando su vista hacia el joven que le miraba inquieto. Ver en ese estado a la Nigromante, no era común y le preocupaba lo que eso acarrearía al final del día. Los arranques violentos eran capaces de cobrar la vida de más de un infeliz que se cruzará en su camino. Su mente era un laberinto difícil descifrar, rearmando una pantalla en su marmórea faz intentaba no preocupar demasiado a su confidente.

 

 

 

 

 

—Estaré bien, pero no puedo decir lo mismo de quién pagará por esto—la frialdad que se desprendió de sus palabras inundó toda la habitación. Algo en su interior cambio de forma radical, ya no sería capaz de confiar ciegamente en nadie y mucho menos depositar sus secretos en cualquiera que fingía ser una mano amiga incondicional—Ha sido un traspié, pero nada que no se pueda solucionara—afirmó saltando de la cama con astucia. Debía prepararse para la reunión que estaba por dar comienzo dentro de la Mansión Riddle, acomodando su dorado cabello sobre su hombro izquierdo daba los últimos retoques a su atuendo.

 

 

 

 

 

Nada fuera de lo habitual unos pantalones de vestir ceñidos sus caderas, acompañados por un corsé que cubría lo necesario de sus atributos superiores. Sus características de piel sintética, siempre se decantaba por lucir elegante pero cómoda al mismo tiempo. Le desgradaba un poco la idea de asistir a la cena, posiblemente porque no tenía ganas de socializar o su humor le jugaba en contra en esos momentos. Cerrando sus ojos la Vidente le dio potestad a su tercer ojo para que hiciera lo suyo, visualizando cosas que le hicieron confirmar sus sospechas.

 

 

 

 

 

—Así o más evidente la traición—ladeando la cabeza apretaba con fuerza sus puños, sintiendo la piel de sus nudillos abrirse un poco. Tronando su cuello en un acto reflejo, dejaba que todos los poros de su piel exudarán parte del odio que estaba experimentando tras esa visión. Abriendo lentamente se topaba con la mirada cómplice de Azai su fiel amigo y confidente—Debí verlo venir, pero ya no importa—acariciando su mejilla de forma imperceptible, le agradecía permanecer con ella la mayor parte del tiempo.

 

 

 

 

 

—Siempre—tomando su mano dejaba un beso amistoso sobre la palma. Sabía que su nexo seria eterno, gracias a ella era lo que deseaba ser. Su compañero dentro del Ministerio de Magia de Nueva Zelanda y su apoyo incondicional junto con Hysy. Sólo podían confiar en ellos tres, nadie les conocía mejor y eso era una ventaja a la hora de poder dar la cara uno por el otro.

 

 

 

 

 

—Lo sé—respondió cubriendo su faz con una máscara completamente lisa y sin un grabado aparente en ella. Al mover un poco su rostro la luz se proyectaba sobre la superficie, dejando a la vista una mueca que giraba distorsionándose en circulas que mutaban en otras formas que daban una falsa pantalla sobre quien se resguardaba detrás de ese manto blanco. Saliendo de la habitación se dispuso a ir al encuentro con sus compañeros, avanzando hasta donde estaba dispuesta una elegante mesa de bocadillos, procedió a saludarles con una ligera reverencia.

 

 

 

 

 

Cruzándose de brazos se quedó en silencio, volviendo a perderse sin remedio en sus pensamientos.

 

Editado por Juv Macnair Hasani

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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-Quizás esté defectuoso...- cuestioné con ambos pies sobre una mesita un tanto más alta que la silla en la que me encontraba sentado, mientras observaba el prendedor de ciervo levitar frente a mí- ... debió dar una señal hace poco más de una hora. Si aquellos invitados le han toc...

 

-¡O tal vez! ...Nius cree que sea consecuencia de las prácticas que el amo estudia hoy en día...- se aventuró a responder mi elfo. Criatura más fiel que él, no encontraría en ningún lugar. Sentado frente a mí, observé la oreja caída que alguna vez le fracturé- ...siempre que trate de una magia que los una en sentimiento, amo Black.

 

-¿Por la Nigromancia, dices?...Tal vez...- murmuré lo último mientras el objeto se reflejaba en rotación continua sobre el frío gris de la mirada que tanto me caracterizaba.

 

-Nius teme de que el amo esté tomando el camino correcto, Nius ya ha visto a muchos perecer en el intento...-comentó mi sirviente con un dejo de nerviosismo-... querer eliminar cada sentimiento de su ser podría llevarlo...-un escalofrío le hizo mostrarse compungido-... a la inexistencia.

 

Nos observamos una vez más; mi rostro se desfiguraba en sus grandes ojos de tintes verdosos y amarillentos.

 

-Entonces la enfrentaré. Haré frente a todo lo que se oponga, Nius... Crecí sin una madre; ¿Qué podría salir peor?.- La magia, esa poderosa y furtiva energía que alguna vez defendió al niño que sobrevivió, no era algo con lo que contase.

 

Un halo de luz, delgada y proveniente del exterior, escaneó mi rostro de indiferente mirada al momento que atrapaba el prendedor de oro como quién alcanza un mosquito; aquél artilugio que compartía junto con Maida, era nuestra conexión desde que robábamos las galletas que hacía Gatiux o teñíamos la ropa interior del viejo Yaxley... desde que éramos niños; Me consumí luego entre fuego negro, ideando el subterráneo de lo que alguna vez fue la casa de los Riddle.

 

****

 

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Tras aparecerme, sentí la vibra emocional de los presentes. Los conocimientos de Asra Boswell -madame del puerto mortífago y líder de los Senescales de Caronte, uno de los clanes que había decidido colaborar junto con la casta tenebrosa- me habían permitido esconder fragmentos de mi torcida alma, en casi toda la infraestructura. Dos desconocidos y una particularmente dudosa, me hicieron apresurar la salida desde el punto de llegada hasta el lugar donde Maida me había convocado... Sentía el ardor del prendedor, ahora guardado entre los pliegues de una túnica prusiana con relieves bordados que se movían sutilmente por toda la tela. Había cubierto mis facciones con la identidad icónica de cualquier seguidor del legado volderista, lo que no enseñaba más que un seudónimo y un cambio en la voz que ahora no sería más que un eco de susurros.

 

-Yo que ustedes, no comería nada de la mesa hasta que ella lo haga primero...

 

La sorpresiva llegada de mi persona había captado la atención de los presentes. Les había advertido algo que quizás la bruja ya les había dado a conocer; el arte de las pociones era innato en ella. Bordeé la mesa sin perderlos de vista mientras sujetaba la varita en amenaza, como quién acecha a su presa e hice levitar un panecillo hasta mí, tomando su aroma por las rendijas de la apariencia de Caelum.

 

-mmm... jarabe de elaboro y ...- volví a inspirar sin siquiera tocarlo, pues solamente se mantenía suspendido frente a la máscara mortífaga- ...¿acónito?. Bien hecho, Maida...- celebré a mi prima, mientras invocaba dos manos fantasmales tras los dos desconocidos. Unas Necrohand que les serviría de asiento. Observé por sobre mi hombro- acércate Juv, ven con nosotros y dime... ¿crees que sabes dónde se han metido éstos dos magos?...

 

Algo se oyó a lo lejos; ¿pasos?... Llevé la punta de mi varita hasta el cuello donde se enseñaba, vagamente, una cicatriz que lo bordeaba en medialuna.

 

-Sonorus... ¿Quién más está en casa para jugar?....

 

OFF: Bienvenidos a la Riddle ^^

 

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Sabía que la tía Sagitas no me esperaría, así que fui a la mansión Potter Black a buscarla. Un Harpo visiblemente enfadado me dijo que había salido con su capa verde. Supe enseguida el lugar de destino así que me aparecí lo mas cerca que recordaba de la situación de la Riddle, aunque no mucho por si habían colocado hechizos que me amputaran alguna extremidad si lo hacía demasiado.

 

Vi la figura de mi tía, desapareciendo tras la puerta de entrada. Cuando llegué al arco de entrada, su capa no era visible. Aquí tuve una duda... ¿Tendría paso libre después de la huida antes de la ceremonia de marcado, hacía unos seis meses?

 

- La familia es lo primero.

 

Tras esta breve reflexión en voz alta, entré en la Mansión, dispuesta a integrarme de nuevo.

 

Apenas había dado unos pasos cuando sentí una voz grave que preguntaba por quién entraba:

 

- So... Soy Meritxell Vladimir, se... Señor. Señoría...

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Aunque mantuve la cabeza firme en mis primeros pasos dentro de la mansión, he de reconocer que tuve que luchar con las ganas de mirar a los lados y cotillear todos los rincones, todos los adornos, todos los olores que mi vista reconocía. En un instante, mi mente quedó llena de detalles que, en cierta manera, me recordaron la mansión Black, cuando acudí a hablar con su patriarca como Ministra.

 

De repente, un dolor se agudizó en cierta parte de mi cuerpo, allá donde un Fuego Maldito me había dejado una cicatriz. Desde que la tenía (mejor dicho, desde que me la habían hecho), no me había vuelto a doler, hasta el extremo que la había olvidado, una cicatriz más en una vida muy agitada. Sin embargo..., ahora me dolía.

 

A la vez que me sujetaba el hombro, como si con ese gesto pudiera hacer desaparecer el dolor, me giré hacia la zona en la que una voz masculina muy imperativa había interrumpido mi rápida ojeada por el entorno. No respondí al momento. Si algo había aprendido en estas últimas semanas era que la Prudencia era una Habilidad que debía cuidar ante los ojos extraños. Y, aunque en aquel lugar la extraña era yo, decidí habituar mis ojos y mi mente a aquel cambio de sensaciones a las que aún no estaba habituada.

 

Aunque la prudencia desapareció en cuanto sentí la voz de mi sobrina. Enarqué la ceja derecha en un gesto de impaciencia, algo que estaba empezando a ser un hábito en mí.

 

-- Mujer, ¿es qué me sigues a todas partes? -- Sin embargo, no había crítica en mi tono de voz. En cierta manera, alababa que siguiera mis pasos y que decidiera arriesgarse a perder lo que tenía y arriesgarse en un mundo nuevo. Le sonreí. -- Hola, Xell.

 

¿Meritxell? Para mí siempre sería la dulce Xellita de la familia, pero no quise arruinar su entrada.

 

-- Soy una amante del Conocimiento que viene por primera vez a esta mansión. -- Ahora no pude evitar el hacer un poco de sorna a Xell, lo siento, mi sobrina siempre me sacaba un lado payaso del que no podía huir. -- ... Señoría.

Editado por Sagitas Potter Blue

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Hysy observaba a los recién llegados experimentando la necesidad de torturarlos, hacia demasiado tiempo que no veía la sangre correr dentro de la mansión Riddle. Posiblemente su larga ausencia dentro de Londres, le había cobrado de la forma menos agradable a la Nigromante presenciar la ceremonia de iniciación. Ella no tuvo que pasar por esos menesteres, agradeciendo a su linaje contar con la marca tenebrosa desde nacimiento, aquel tatuaje que se volvió nítido tras aceptar prestar sus servicios eternamente al bando tenebroso.
 
—No creo que tengan la menor idea, pero tampoco las dos jóvenes que nos acompañan. ¿Estarán al tanto del monto que deben cubrir o me tocará darles una explicación grafica de dicho pago?—intervino sin sacarle los ojos de encima al par de caballeros. Tener sangre nueva corriendo por las venas del bando mortifago, siempre le daba una vitalidad renovada que perduraría por mucho tiempo. Centrando su atención de David, percibía un nexo recién cercenando con el bando contrario.
 
Era sencillo para ella detectar esas cosas, desviando sus ojos hacia Syrius experimentaba la misma sensación. Abandonar las raíces que nos dan pauta para destacar dentro del mundo mágico, no debe ser una tarea sencilla de realizar, pero ellos demostraban haberlo logrado con entereza y tesón. Esperaba no tener que arrancar los vestigios de plumas que hubieran quedado en sus cuerpos con métodos sanguinarios, no descartaba el uso de alguno de los tantos instrumentos de tortura y pena capital que se encontraban dentro de su colección.
 
—Poseen potencial, solo resta explotarlo al máximo y ver que tan benéfico es para las filas oscuras tenerlos aquí—su voz se había tornado más gélida de lo habitual. Posiblemente era el demonio que se resguardaba en su pecho, aunque no estaban permitidos dentro del mundo mágico. Este le acompañaba desde que se presentó a la prueba para obtener la habilidad de Nigromancia, renunciando a lo poco que quedaba de humanidad en ella.
 
La pieza sobrante del rompecabezas finalmente se desvaneció delante de sus ojos, dejando en su lugar la cicatriz que le provocará la daga que se incrustará con letalidad en su pecho.
 
—Elevarse para alcanzar la gloria—sentenció acariciando con las yemas de los dedos su nuca. Sintiendo la serpiente danzar sobre su nívea piel, desprendiéndose de sus labios un agradable quejido. La gloria costaba menos de lo que muchos pensaban o se imaginaban, solamente necesitaban tomar la decisión correcta y está les llegaría como lo hacen los obsequios en navidad. Hysy jamás sintió simpatía por es clase de presentes, simplemente se dedicaba a matar todo lo que se cruzará en su camino.
 
Aunque jamás se atrevió a lastimar a ninguna criatura que descendiera de la noche, pero su especialidad era cazar a los muggles que se atrevían a deambular por terrenos pertenecientes a magos de alta alcurnia.
 
Practicar un poco de tortura no era del todo descartable para la Nigromante, echaba en falta esos tiempos en los que la torre negra se veía engalanada con los gritos de sus victimas. Fenixianos caídos en el campo de batalla pero que para su mala fortuna terminaron sus días dentro de un oscuro cuarto. Nurmengard no volvería y ella lo sabía, pero el echar raíces dentro de esa prisión sin duda socavo hondo en la vida de la fémina, obsequiándole un sitio que seria su patio de juegos aunque sólo lo usará en sus viejas usanzas de torturas interminables.
 
La voz de su líder le devolvía al recinto de golpe, desviando su atención a los compañeros de bando que ya conocía. Le tocaba aguardar por ordenes o instrucciones precisas, porque si por ella fuera actuaría por mero instinto, apagando su razón para despertar su animal salvaje cediendo de sangre fresca.
Editado por Juv Macnair Hasani

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