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~ Mansión Riddle ~


Anne Gaunt M.
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El cielo se había puesto gris ese día pero la luz que proyectaba el astro solar mantenía su calor en ese ambiente en el que se encontraba. No tenía ninguna duda de lo que estaba por suceder en la mansión Riddle, ya que en la noche anterior recibió una carta en la cuál se le manifestaba una breve y simple invitación a qué se presentara ante el alto mando Mortifago.

 

Este motivo le resultó nada común ya que muy pocas veces en ocasiones como está no se presentaban a menudo, imaginó que este iba a recibir algún accionar en felicitación a su trabajo que él conscientemente había estado desempeñando.

 

Su mirada por un breve instante quedó perdida imaginando la situación, aunque despertó seguidamente ya que esto no podía ser posible y lo más probable era que le iban a indicar una nueva misión sorpresa que este debería resolver con su esfuerzo y esa decisión para así demostrar su valor y fidelidad ante el Bando.

 

Apresuró su paso, usando su agilidad para entrar por Ottery y dirigiendose instintivamente al lugar que era bien conocido por él, ya que era como una segunda casa. Entró con mucha cautela por entre los escombros que había en el antiguo camino que le llevaba hacia el arco de entrada.

Pasando luego por lo que se suponía eran los jardines y pasando sin mucha dificultad sin pisar aquellas trampas colocadas para cualquier incauto que andara distraído. 

 

Los aromas eran cada vez más fuertes y le resultaban bastante conocidos, ya que sus compañeros habían llegado a este lugar que estaba lleno de serpientes en piedra regadas por las cercanías y si o si él debía ingresar por ese lugar para así llegar a su destino.

Tratando de concentrarse y así no dejar pasar alguna oportunidad ante la situación, trepó usando sus garras y mirar la entrada la cuál estaba bastante cerca. 

 

Sus Vestimenta  que llevaba eran acordé a la situación, tratando de no ensuciarse mucho para así llegar al arco de madera, que era su destino. Limpió sus ojos frotándoselos con su pañuelo para guardarlo luego y lograr traspasar el dintel con soltura.

 

@ Ada Camille Dumbledore @ Sagitas E. Potter Blue @ Mael Blackfyre @ Eterno Black Triviani @ Mefistófeles Evil. @ Sophie Elizabeth Granger @ Mica Gryffindor

@ Malum Luxure

 

 

 

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Matthew Black Triviani

Sonrió con melancolía mientras tomaba de su baúl un hermoso traje verde oscuro adornado con pequeños brocados. Siempre le había parecido perfecto y amaba como se ceñía su cuerpo dándole ese toque elegante. No fue difícil colocárselo y sonrió complacido de ver su reflejo en el antiguo espejo de cuerpo completo que adornaba una de sus paredes; sin duda había heredado de su padre el perfecto físico y aquella elegancia que lo caracterizaba. Recogió su cabello hacia atrás y lo adorno con un poco de pomada para que permaneciera en su lugar mientras paseaba por la mansión. Black se encontraba dentro del cuarto que había reservado en la Riddle, tenia bellos recuerdos de cuando paseaba a menudo por sus pasillos y los gritos desgarradores de los torturados por sus ex vasallos. [suspira al recordarlo]

Dedico una ultima mirada a su reflejo y con una sonrisa desapareció hacia las puertas, tal como decía el pedido de ambos Lugartenientes, ¿Quiénes eran ellos para darle ordenes al gitano? ¡Un descendiente de Gryffindors! [su tic nervioso apareció en su globo ocular derecho] Y una mujer... ¿Aquella era la Sacerdotisa que traiciono a la Orden del Fénix por unirse a las filas tenebrosas? ¡Ella me agrada, que buen gusto! una disputa interna ocurría en sus adentros mientras se tambaleaba en su lugar antes de ingresar por la puerta de la mansión. 

Una pequeña brisa corrió hacia él, haciendo que su cuerpo se girase casi intuitivamente hacia los jardines, o lo que antaño lo fueron, la insulsa cantidad de olor a sangre que emanaba del arco con las vivas serpientes era repulsivo... Cenizas y columnas de humo que sobre antaño habían sido un hermoso césped verde, dándole el respeto y la majestuosidad que la Riddle impone; ahora solo era un refugio para neófitos intentando jugar a ser malvados. 

Dio unos cuantos pasos hacia donde las serpientes estaban, rodeando al gitano, les habló y ellas respondieron de manera grata, pidiendo una ofrenda para permitirle el ingreso a la Mansión, por un momento titubeo, y pensó en asesinarlas como simples cucarachas, pero estaba de acuerdo, ya que su veneno serviría para elaborar pociones en su clandestino laboratorio, después de todo, el Sanatorio Mental era un excelente lugar para realizar pruebas en muggles inocentes. 

¿Quieren mi sangre?—preguntó con un tono ludibrio. —Se las daré, pero solo por un pequeño precio, claro, ¿pensaron que era gratis? podría simplemente controlarlas y armar una carnicería pasando las puertas de la Riddle, pero estoy seguro que Sagitas y Mael me perseguirán hasta los confines del mundo intentando hacerme pagar—revoleo sus ojos al entender que arruinaban las cosas emocionantes—Les daré mi sangre de Licántropo a cambio de unos cuantos frascos de su poderoso veneno. —Invocó su daga del sacrificio, y con su afilada hoja de hueso humano y flecos de cuero de anciana, cortó su muñeca, dejando caer unos cuantos milímetros en sus cuencos de mármol blanco; pasado unos segundos aquellas serpientes volvieron a su estado inicial, piedra. Su corte había sanado rápidamente gracias a lo que todos llamarían, su maldición. (su condición de licantropo permite que se cure más rápido que un mortal, y más lento que un vampiro). 

Una alfombra verde, que lindo detalle—sonrió, aunque la sonrisa no llego a sus ojos. 

Caminó sobre ella con su capa de viaje adornando su ancha espalda, y en sus hombros unas cadenas de hierro simulando ser plata, aquello seguramente daría que hablar para los demás presentes, algo que lo tenia sin cuidado, ya que con un simple movimiento de Frida, más de uno se quedaría sin lengua. Dejó los ojos en blanco al ver las indiscretas miradas y busco una barra, la más cercana posible, sentía la necesidad de empapar sus finos labios carmín con Ginebra... La luz bañaba el respaldo de un elegante sofá perdido en los confines del salón, tomó una de las copas y se volteo observando las mesas extensibles, ¿Dónde podría sentarme? consultó con su alter ego; que no sabia si respondería. 

¿Y Malfoy?—musitó haciendo bailar la bebida en la copa, las sombras proyectaban monstruos en la paredes. —Sus mirada lapislázuli era tan mortal como un sutil movimiento de sus envidiables curvas. ¿Dónde estaría su Ángel Caído favorita?.

Parecía una característica de los Mortífagos, a ninguno le gustaba admitir que tenían sentimientos. Y todos sabían que decir en el momento adecuado.

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De apoco todos mis sistemas empezaban a normalizarme, el ritmo cardiaco bajó y esa sensación espantosa de frio de muerte estaba ya abandonando mi cuerpo, más aún con esos dos ojos verdes que tenía al frente que me abrigaron casi de inmediato. Seguramente mis ropas debían estar hecho un desastre después de tan intensa "bienvenida" por parte de los organizadores del evento, al incorporarme nuevamente y volvía a ser bípedo, Mica ayudó acomodándome el traje.

Su comentario me dio a entender que le había gustado mi forma de vestir, yo estaba conforme aunque el rojo siempre ha sido el color de mi predilección, me sentí muy alagado y de paso no estaba nada mal algo de levadura a mi ya leudado ego. 

-Un envenenamiento al año creo que es suficiente...-le sonreí siguiendo la broma...-y la invitación a la cena dalo por hecho, solo espero que el postre sea para llevar...-luego la admiré de pies a cabeza tratando de no perder el más mínimo detalle...-Estas preciosa...-agregar una palabra más a algo que era hermoso simplemente era redundar.

Ahora ya recuperado pude admirar el buen gusto de la organización, como todo estaba dispuesto y como el verde y el plata jugaba con cada elemento de la decoración, debe haber sido un sacrificio enorme, pero la noche recién empezaba, siempre en estos eventos habían sorpresas, agradables y de las otras también, me daba igual, sea cual sea siempre las disfrutaba.

-Muy bien señorita, es tan amable de llevarme a mi lugar...-le dije a la bella castaña de la manera mas formal que pude, le ofrecí mi brazo para que me guiare y me lleve al lugar asignado, la noche recién empezaba y mi predisposición optima para divertirme.

@ Mica Gryffindor

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Lo vio recuperar el color, eso era bueno: el antídoto era sumamente efectivo, al menos en eso habían sido bastante aplicados los lugartenientes. 

-Sí, yo diría que por década es suficiente un envenenamiento -advirtió- aunque prometo intentar estar allí para darte el antídoto cuando lo necesites -agregó divertida, soltando una risa ligera. -Te tomo la palabra... tanto de esa cena como de su debido postre... -le guiñó un ojo, coqueta.

Notó que su mirada se centraba entonces en su atuendo, la recorría en forma indiscreta, al menos para el sitio en que ambos estaban. -Gracias, debía estar acorde al evento... -respondió y lo dejó contemplar el recinto. Todos los detalles destacaban la elegancia impuesta por Ada y los demás organizadores, ella apenas sentía que se había sumado a tal espectacular evento. Hacía lo que estaba a su alcance, simplemente.

-Claro, caballero, venga -respondió ante el pedido de que lo acompañase a su asiento, asumiendo el rol de acomodadora por un momento. Lo tomó del brazo con gesto formal y caminó guiándolo hacia alguna de esas mesas cercanas a la principal. -Este puede ser su lugar ¿le gusta? -indagó- ¿Desea algo más? -agregó, mirándolo a los ojos, mirándolo con toda la confianza que aquel encuentro les había otorgado al uno por el otro. 

@ Mefistófeles Evil.

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DarkJuv1

 

Los asuntos concernientes al bando tenebroso eran de vital importancia para la Blackthorn, si se había tomando un prolongado respiro lejos de Londres. Resguardándose en Alemania, aquella nación que era un balde de agua helada y le permitía volver a colocar cada una de las prioridades que regían su vida en el sitio adecuado. Todo era meramente profesional para la Ángel Caído, ya no le interesaba entablar ninguna clase de relación afectiva con personas ajenas a su circulo más cercano. Entendiendo que el amor puede sentirse por una persona y no necesariamente, debe tenerse a ese ser cerca de uno para vivir plenamente y sin necesidad de andar en búsqueda de lo que jamás le petenera del todo a quien tanto ansía ser correspondido.

Esas personas le resultaban en extremo patéticas, comprendiendo que jamás aprenderían a estar solas del todo. Justo tenía un caso que desde hace varios años, le estaba dando quebraderos de cabeza, obligándole a tomar medidas certeras que hicieron que todo se mantuviera en un bajo perfil. La promesa empeñada con aquel caballero se cumpliría a rajatabla, porque en caso de no hacerlo las consecuencias que tendría que pagar, le harían experimentar el peor de los dolores conocidos dentro del mundo mágico. 

Acomodando su dorada cabellera sobre su hombro izquierdo, dejaba a la vista el nuevo tatuaje que se hiciera en honor a una persona muy querida para ella. Contrastando a la perfección con el navío que comenzaba a tomar forma, notándose que las velas ya eran un poco más acentuadas a la vista de su portadora. Para los ojos de los curiosos solo era un barco que perdía la fuerza de los colores que lo plasmaron en su piel, comparándose con un naufragio que le llevaba hasta lo más profundo del oscuro y misterioso océano. Aquella sonrisa en sus labios no era ni el recuerdo de lo que fuera en sus años mozos, ahora solamente era un gesto que representaba en apariencia los trazos de un pasado que permanecería plasmado en su memoria por siempre.

Cruzando el umbral que daba acceso a la roída entrada a la mansión Riddle, viéndose rodeada por trozos inmensos de lo que alguna vez fuera esa imponente residencia. Sueños que se cristalizaron al ver a las generaciones más dominantes ponerle el pie en el cuello a la Orden del Fénix, sometiéndoles por años al yugo que era vivir bajo la sombra del bando tenebroso. La marca resplandecía gloriosa en el cielo nublado, enroscándose la serpiente en esa calavera que sería su morada eterna. Avanzando por el camino que conocía mejor que la palma de su mano, aquellos susurros atrapados en las paredes le daban una sobria bienvenida a la hija prodiga que volvía al seno de la familia que le viera nacer dentro de las huestes tenebrosas.

Demasiado tiempo habitando en la oscuridad, le dio la oportunidad de conocer mundos que pocos se atreverían a invocar ni por equivocación. Dando pasos certeros con las zapatillas color plata que lucía hacia honor a los colores a la casa de Hogwarts que le corría por las venas. Slytherin fue el primer sitio que le diera acceso a la magia negra, conociendo conjuros que le llevaron por la senda correcta y dentro de poco tiempo cultivaría los frutos que sembrará con tanto ahínco. Llegando hasta donde estaba una elegante alfombra verde, no pudo evitar sentirse como esos actores muggles dentro de los Oscars.

Acomodando el escote cruzado que lucía su Vestido verde esmeralda, saludaba con una ligera cabezada a todos sus compañeros de bando. Dejándose para después las palabras que ansiaban salir de sus labios como lo haría el veneno de una serpiente que va a ser usado para confeccionar alguna poción empleada en contra de un acerrimo enemigo.

Editado por Kahlan Blackthorn
Asesinato del corrector que me jo.dio mi rol ¬¬

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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#1

ᅠᅠIr o no ir. Se debatió la mayor parte del día luego de leer el sobre esmeraldino unas diez veces mientras tomaba un contundente desayuno, si bien no sabía de qué trataba aquella sencilla invitación, temía que ésta ocultase alguna pomposa celebración. No me mal entiendan, Macnair disfrutaba de los bailes y las reuniones sociales en donde podía lucir libremente bonitos atuendos, pero pisar aquellos lugares también venía con un indeseado compañero: la nostalgia de lo que jamás pudo llegar a ser, y de lo que nunca volverá a repetirse.

Aún así, decidió asistir.

Se apareció a pocos metros de las puertas de la Mansión Riddle, con su capa de viaje cubriendo su menudo cuerpo en totalidad, bajo las gruesas telas invernales llevaba un atuendo sencillo, no iría a pasar frío por un mal entendido, así que dejaría que su abracadabra hiciera lo suyo cuando sus ojos pudieran verificar de qué trataría realmente el asunto.

Deslizó ambas manos por los bordes de la capucha, agarrando la tela bien firme entre los dedos para poder quitársela y de esa forma dejar al descubierto su rostro, estaba dispuesta a pasar el umbral, a ver qué le esperaría en el otro lado, sin embargo, las estatuas comenzaron a desprenderse de la arenilla blanca, recobrando vida y juzgando maliciosamente con sus penetrantes ojos carmesí.

Agarró aire frío, todo el que podía, y mientras miraba alrededor de las mismas, buscaba algún indicio de sus pedidos, cuando halló la luminosidad del filo de la daga al ser tocada por el beso de la luna, supo lo que éstas pedían: una ofrenda de sangre. Con suavidad fue en la búsqueda de ese objeto, y con lentitud cortó la palma de su mano, mordiéndose ligeramente el interior de sus labios para evitar chillar como una niña, y cuando vio el color azabache de su sangre, formó un puño con la mano mientras la alzaba sobre una de las fuentes blanquecinas que las serpientes resguardaban.

Semper Fidelis.

El corazón se le subió a la garganta, fue un lapso de tiempo breve en la realidad y eterno en su interior, creyó por unos segundos, que las serpientes ya no la considerarían apta para pronunciar tan sagradas palabras, y sin embargo, luego de mirarla fijamente a los ojos, comenzaron a volver a su lugar hasta convertirse nuevamente en estatuas. Juliette soltó un pequeño suspiro, miró a sus espaldas para cerciorarse de que nadie venía, y decidió, sólo entonces, subir la escalinata hasta ingresar a la Mansión.

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Matthew Black Triviani

La vuelapluma ondeaba en el aire sin que él emitiera sonido alguno. Todo lo que estaba redactando era aleatorio, una opinión inanimada de un tema que, en términos generales, eran importantes. Por supuesto, a él lo tenia sin cuidado. El ejemplar de "El Profeta" estaba ante sus ojos, doblado a la mitad mientras bebía una copa de aquel liquido ambarino. Leía un articulo sobre las relaciones entre Gran Bretaña y los gobiernos cuando escucho los pasos lejanos de más invitados. Se había costumbrado tanto a no escuchar a nadie que a veces lograban asustarlo, aun cuando eran pisadas suaves. Para no gustarle bailar, tenia un andar bastante grácil. Alzó la mirada cuando entró por el umbral. 

Parpadeó ¿Quién era aquella muchacha? debería ser tonto para no notarlo. Volvió a parpadear, insomnio era la viva imagen de su su predilecta. Sintió como una mano fantasmal le atravesaba el pecho, se aferraba a su corazón, y lo estrujaba sin piedad como si tratase de quitarle el jugo, como una naranja gorda e inútil. Aquel músculo latía por contadas personas, estaba lleno de cicatrices, más todo cobraba sentido cuando su nariz captaba los aromas de ella. Palpitó, Black alzó la vista dando medio paso atrás para contemplar el panorama completo antes de adentrarse en el recibidor de la mansión y lo único que pudo ver fue la melena, lacia y rubia, de Juv doblando una esquina.

Creí que estabas muerta, o desaparecida. —comento por lo bajo mientras elevaba su copa hacia sus labios, sabia que la Vampiro Original lo escucharía. 

Su mente, entonces, se fraccionó en tantos pedazos como le fue posible. No supo qué decir, no pudo hablar. No le hizo falta preguntar, sus músculos endurecieron, sabía perfectamente lo que sucedía. El muchacho sabía la verdad, lo fatídico de su encuentro, no había forma de revertir o contradecir las palabras de los presentes ante las figuras que causaban un majestuoso desfile en la Riddle; después de tantos neófitos, los antiguos Mortifagos se volvían a reunir. 

Oh, una Rosier, vaya sorpresa, a ella si que la creí extinta. —pitorreo. Se acercó hacia su preciada muchacha de ojos lapislázulis, aquel vestido verde idéntico al que nos caracterizaba, se fundía perfectamente en su esbelta silueta. —Extrañaba tu presencia en estos eventos—estiró su tatuada mano hacia ella, para tomar su delicada y suave palma, dejandole un beso con una leve reverencia. 

@ Kahlan Blackthorn

 

 

 

 

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Me sentía afortunado, andaba del brazo de la mujer más bella de la gala, algo que elevó mi ego, habían algunas miradas indiscretas, sonreía mientras me llevaba a lugar al cual estaba asignado, deseaba un trago con urgencia y esperaba que apenas llegue algún elfo pueda atender aquella urgida necesidad, quería pasar aquel sabor amargo que aún se sentía claramente en mi gusto.

La castaña me llevó a un excelente lugar, próximo a la mesa principal, y con una vista espectacular de todo el lugar, me gustó el sitio, me paré junto al lugar asignado tomando con una de mis manos la silla donde me iba a sentar, miré a aquellos bellos ojos verdes que hacían perfecto juego con su vestido y sonreí ante su alusión de si deseaba algo más, sutilmente me acerqué a su oído y le susurré:

-Sabes que es lo que desearía ahora, pero lamentablemente no es el lugar ni el momento, pero pienso que una vez que todo haya terminado pueda obtener lo que deseo...-muy despacio me alejé de su oído, mis labios pasaron a milímetros de su lóbulo, y percibí el exquisito perfume que llevaba puesto.

Tenía que serenarme un poco, creo que aún el veneno estaba rebotando en las paredes de mi cerebro que no me dejaban pensar bien, moví una de las silla para poderme sentar no sin antes mover otra que se encontraba a lado de la primera.

-¿Puedes compartir unos minutos conmigo o estas muy atareada?...-sabía que tenía muchas ocupaciones esa noche por ser parte de comité organizador, incluso lo habíamos hablado unos días antes, estaba consciente del poco tiempo y atención que me podía brindar, pero de todos modos quise jugar con mi suerte a ver si podía estirar los segundos con ella haciéndole trampa al tiempo.

@ Mica Gryffindor

 

 

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Llegaron a destino y él se acercó a su oído. Instintivamente cerró los ojos, estremecida por su suave voz y la repentina cercanía. Era imposible disimular todo lo que él despertaba en ella, en sus sentidos. A su mente regresaba el recuerdo de aquella, su primera noche juntos, en que había sido imposible no dejarse llevar por el mutuo deseo. 

Abrió los ojos al sentir que se alejaba y sonrió al recibir su invitación a sentarse a su lado. Miró alrededor, aparentemente nadie más había logrado traspasar las puertas aún, lo cual daba cierto tiempo para relajarse antes de que todo inicie. 

-Pero primero... -susurró y, sin pensarlo dos veces, se acercó a robarle un dulce beso- ahora sí -tomó asiento a su lado y llamó a un elfo que pasaba cerca con una bandeja y múltiples copas, de diverso tipo y contenido.

Escogió una copa redondeada que contenía vino de aroma dulzón y aguardó a que su acompañante hiciera lo mismo. 

-Te regalo el primer brindis de la noche, pon los motivos que quieras -sonrió, y estiró su mano libre para tomar la de él.

Deseaba poder reglarle tanto tiempo a su lado como fuera posible esa noche, por huir a su lado y brindarse cuanto ambos necesitasen. Se aseguraría de que así fuese cuando el evento estuviese debidamente encaminado. 

@ Mefistófeles Evil.

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DarkJuv1

 

Serpientes

Aquella palabra surcaba sus pensamientos como una lanza envenenada, dejando caer unas cuantas gotas al dejar que su daga Kansho cercenará su delicada piel. La mayor parte del tiempo llevaba cimbrando ese conjuro en su cabeza, retumbando como lo hace el silencio que provocan las cuerdas vocales de un preso que ha perdido la libertad de expresarse tras destrozarse estás luego de una sesión de alaridos interminables. La conexión que tenía con el Black era más fuerte que el lazo que existe entre las personas que llevaban la misma sangre corriéndoles por las venas. Trayendo a su mente los mejores momentos vividos a su lado, complicidad que solo era del conocimiento de ambos y movería los hilos a favor de quienes estaban dispuestos a dar todo por el bando tenebroso.

— Ya he estado muerta antes, no veo la diferencia que tenga desaparecer por unos meses y retornar al sitio que jamás abandonaría por nada del mundo—respondió dejando una caricia sobre los labios del caballero con las yemas de sus dedos. La galantería y respeto demostrado por el hijo de uno de sus aprendices, dejaba constancia de que la dinastía Black se mantenía siendo una de las más fieles a la causa que solo pocos sabían defender con algo más que el simple derramamiento de sangre. Ella misma lo pudo expresar años atrás, dejándose el pellejo en medio de una trifulca que tambaleo los cimientos de su hogar.

— Justo en verte, Juliette—la cortesía era todo para la Ángel Caído, sintiéndose complacida de ver a la joven retornar de a poco al mundo de la magia— ¿Dónde te habías metido, Matthew?, no supe nada de vos antes de irme de estas tierras. ¿Acaso influyeron razones externas para ello o son las que ambos intuimos?—sonreía plasmándose en sus labios un enigma que solo el sabría como descifrar. Llevaban la misma idea rondándoles por meses entre la ceja y la meca, dentro de poco se entraría en un terrenos que les harían tomar nuevas decisiones en favor de los ideales que defendían. 

En menos de un mes el mundo mágico se remecería como lo hacen las placas tectónicas, desatándose un terremoto que podría arrasar con todo o solamente derrumbar lo que era obsoleto. Esto con la única finalidad de darle paso a una nueva era, inicios que debían ir de la mano de una persona capacitada y comprometida. La lista se acortada cada que le volvía a dar una repasada, llegando a la conclusión que no era sensato decantarse por nadie de momento. Aún quedaban unos días, ahora solamente se limitaría a disfrutar de la velada y tramar una que otra travesura con el querido Black. 

Encantada por lo radiante que lucía con aquel traje, vaya que le hacia justicia a su físico y resaltaba ese no se que. Aquello que desde siempre llamó la atención de la rubia, lamentando no poder hincarle los colmillos como ella deseaba hacerlo desde hace un par de años atrás.

@ Matthew Black Triviani @ Juliette Macnair

PD: Casi una hora para el puzzle, esas serpientes si que me dieron trabajo *las mete en una cesta* jojojo

Matthew ❤️ forever 

Editado por Kahlan Blackthorn
Mata al corrector ¬¬, ya van dos *lo patea*

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