Jump to content

Calles de Londres


 Compartir

Publicaciones recomendadas

Del Castillo Triviani a la Mansión Di Medici.

 

 

El llamado no fue sutil sobre la piel del vampiro. Se extendió como un calambre, paralizando sus órganos vitales, desde su cuello hasta el principio de su entrepierna. Gruño por no poder hacer otra cosa. Solo duro unos segundos, pero fue suficiente para entender que era hora de partir. Dejo su copa de vino francés sobre la mesa y desapareció de la biblioteca Triviani, donde estaba inundándose de conocimiento con unos de los grimorios que la tia Alyssa había traído de Italia, en uno de sus tantos viajes al país natal. Su desaparición no hizo mas ruido que un pequeño golpe de viento. Nadie podría haberlo escuchado que no estuviera cerca, pero si, sus hermanos, deberían haber sentido el llamado de la Matriarca. Su madre. La guía que tenían en aquel campo minado de traiciones.

 

La aparición en la entrada del castillo Di Medici lo hizo apretar la mandíbula, en un claro gesto de hostilidad. Jeremy agradecía estar vestido informal para la ocasión. Una remera polo negro y un pantalón de jeans del mismo color, con una chaqueta de cuero de mangas largas que llevaba cerrada hasta la mitad del pecho. Sabia que la vestimenta y la falta de etiqueta que muchos de su familia desidian llevar, le causaba nauseas a la rubia. Sentía tan perfecto despertar ese sentimiento, como las ganas que tenia de pisar la rubia cabeza de la italiana con las botas de cuero sin plataforma. No lo haría por los motivos éticos, pero si podía soñarlo mientras observaba su rostro de porcelana alterado por el botox.

 

El vampiro se quedo en silencio detrás de la Matriarca, con su varita lista para la guerra. Aunque sabia que no abría necesidad de llegar a eso... por ahora. De todas formas estaba listo para ella. Se quedo inmóvil hasta que Lucrezia misma abrió la puerta. ¿Se había quedado sin personal que la atendiera? ¿Ya había caído en desgracia sus negocios políticos con la guerra declarada? Muchas preguntas para tan poco tiempo que llevaban ahí parados, esperando el educado gesto de la hospitalidad del anfitrión.

 

Candela tiene huevos de sobra, Di Medici!" Grito el vampiro en su mente, respondiendo las palabras de la italiana. Aunque decidió no gritarlo en aquel momento. Dejaría que su madre manejara aquel encuentro de la forma que creía conveniente. No podía dejar de tararear la melodía de la canción El Cocinero Rata con las repercusiones que eso había traído. Tenia la esperanza que se repitiera aquella historia del pasado.

 

 

@@Candela Triviani @@Zoella Triviani @ @@Lucrezia Di Medici

Afm5XYH.gif         Team Caldero 2bRpcep.gif

12.png

cc6JooJ.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

images-40-2.jpg

 

--Ammm... Si no es mucha molestia yo si quisiera esos huevos... Señorita... Lucre... Lucrezia...--

 

Y ahí estaba una pequeñita voz que venía de los pies del triviani con más mala cara (@) Cosa que sonriendole sin más se acercó poco a poquito con sus diminutos pies procurando no tocar a esas personas que estaban en la puerta de la señorita lucrezia... Ella era uno de los contactos de emergencia del señor Holmes y alzando la mano para ser visto se quitó su gorrito...--

 

--Disculpe señorita Lucrezia... Vengo de parte de la familia Ridcklaud, el señor Sherlock es patriarca... Lo que pasa es que por la crisis... Nuestra mansion se ha convertido en un refugio... Y la comida está empezando a escasear, me preguntaba... Si lo de los huevos era enserio?...--

 

Dicho con toda la pena del mundo, elfito no tenía la malicia para entender una indirecta, por lo que mirando a Ginny la hipogrifo de reojo le hizo señas de que se calmará, había algo en esos invitados que no le gustaba, cosa que sonriendole a la mujer que estaba a su lado (Candela) sencillamente se paró recto imitando la pose de todos los presentes...

 

--oh cierto, cierto soy elfito!!--

 

Le decía sonriendo y haciendo una reverencia le mostró su viejo gorrito en espera de que se compareciera de ellos... Elfito solo tenía una misión y no se percataba de lo delicado que era esa situación... Por lo que girandose hacia el el tipo con cara fea sencillamente le sonrió...

 

--A usted también le faltan huevos buen hombre??(jerenme)... Está crisis nos cayó de sorpresa a todos verdad?--

 

Le decía mientras le daba la espalda como si nada y quedaba en espera de la respuesta por parte de la medici...

 

@@Lucrezia Di Medici

lDhIfB7.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Centro de Atención de Emergencia "Sangre de Cristo"

13 de marzo, madrugada


Asintió a las respuestas que Matt le iba brindando. El análisis y la respuesta que estaba dando MACUSA era sin duda elogiosa, respecto al triste espectáculo que daba Aaron Black Lestrange al mundo.


Es un mal momento el que estamos atravesando, sin lugar a dudas, pero creo yo que ha llegado en el momento justo. Ojalá y su gobierno pueda hacer algo para hacer entrar en razón a nuestro ministro.


Rory no pudo evitar notar que más gente ingresaba al refugio y eso era prueba inequívoca de que fuera las cosas debían estar empeorando. Su distracción breve, fue aprovechada por el vampiro misterioso (xD!) que al parecer mostraba por fin algo de interés en algo que no fuese su sola persona. Lo más sorprendente de todo, sin embargo, era notar que el hombre no hubiese sabido de las declaraciones del ministro.


¿En que cueva había estado metido? (pensándolo bien, no era difícil pensar en que los vampiros pudiesen estar aislados del mundo, pero no venía a cuento en esos momentos tales razonamientos). Mientras, con la elocuencia que lo caracterizaba, Matt respondía a la duda del hombre, Rory comenzó a encajar nuevas piezas en ese puzzle difícil de las motivaciones por las cuales el misterioso sujeto había terminado en su reunión litúrgica.


Motivado por las circunstancias que vivían, Rory había asumido que el hombre huía del ataque de magos que envalentonados por la decisión de Black Lestrange, estaban atacando a mansalva a todos los que considerasen inferiores. Pero si apenas en ese instante, él estaba enterándose del problema de la caída del estatuto del secreto ¿por qué es que lo habían estado persiguiendo? ¿De quiénes exactamente huía entonces?


Nadie puede predecir, a estas alturas, los alcances de esa "bomba" — intervino el pelirrojo, uniéndose a la charla de ambos, y cayendo en cuenta que en el tumulto de nueva gente había perdido de vista a la mujer llamada Sherlyn — pero sus efectos sin duda ya los estamos viendo. Vele por su gente mientras pueda, señor Ironwood. Igual en estos tiempos aciagos, ayudaría más el vernos todos como hijos de Dios, en lugar de estas absurdas y artificiales diferencias de status que son las que precisamente alimentan la existencia de personajes como Black Lestrange y sus ideales.


Ver al joven observar su reloj, hizo que automáticamente pensase también en la hora y preguntarse si Ironwood habría comido.


¿Cenó usted bien? Porque sino puedo pedir en las cocinas que le preparen algo.— desviando la mirada brevemente hacia el vampiro, no sabía bien de qué forma preguntarle también a él por su "cena" así que terminó por hacerlo de la forma más prosaica posible — lo mismo con usted señor, se tiene sangre fresca en la despensa, así que podría facilitarle unas cuantas unidades, si lo desea.


Había prometido no inmiscuirse en la vida del sujeto, pero ahora que intuía que el problema que traía iba más allá de la situación de excepción en que todos se encontraban, cumplir con eso se tornaba más dificultoso. Así que, intentando no dar más vueltas en ello, optó por responder a la pregunta sobre los Evans, que no había alcanzado a responderle a Matt antes.


La verdad es que tuve semanas muy ocupadas instalándome definitivamente en Ottery, así que no he vuelto al Castillo Evans McGonagall, desde la fecha en que coincidimos. Pero la elfina P-ko me inscribió preguntándome si conocía de oraciones de exorcismo para fantasmas. No me dio muchas más razones al porqué de la petición, pero tuve que responderle con pesar, que el exorcismo es para sacar almas de un cuerpo que no les pertenece, no para lo que ella pensaba.



cpoR6Mo.gif

GGxF5Wk.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

EL PUÑO DE DIAGÓN.

La calva propinaba golpe tras golpe al saco, en su mente varios recuerdos nublaban su vista, Azkaban, Dumstrags, la Torre Oscura, el Ministerio Mágico, sus dientes rechinaban por lo fuerte que apretaba su mandíbula y sus nudillos ardían bajo las vendas, realmente poco le importaba a la bruja aquello, la furia en su interior y el miedo reinaban y salían a flor de piel. Sus músculos tiraban fuertemente, tensionados y cargados de cada proteína encargada de su movimiento. Los golpes eran acompasados, iban uno tras otro, tras otro, con la misma fuerza del principio y sin varias los movimientos lanzados.

 

Sintió el ardor aparecer en su cuello hasta bajar por su columna y llegar a cada terminación nerviosa de su cuerpo, la Triviani se estremeció en el acto, un grito frustrado salió de sus labios para lanzar un puñetazo violento, sacudiendo el saco y soltándolo de su soporte, tirándolo a un par de metros, justo sobre un elfo que pasaba. La bruja reviró los ojos, y sacudió sus brazos, tronó su cuello, nuevamente su madre llamaba a sus hijos y aquello no le daba muy buena espina a la calva.

 

Recordó lo sucedido la ultima vez en Azkaban mientras retiraba suavemente las vendas de sus ensangrentados nudillos, recordando vividamente como terminó todo en ese encuentro. Una mala vibra se poso sobre Zoella, quien vertió algo de agua en sus nudillos, dejando ver las magulladuras en sus nudillos, tras una ultima mirada a ello, invocó su varita y una suave manta salió despedida de entre sus dedos para dar lugar a la marmoleada varita de álamo de la bruja, una suave floritura y sus ropas pasaron de deportivas a informales, vistiendo unos flojos jeans negros junto a una blusa grisácea, entallada a su torzo, con tiras en sus hombros, y en sus pies dejó los mismos zapatos negros deportivos de entrenar para pasar a cerrar sus ojos y para aparecer justo a un lado de su hermano, quien estaba justo detrás de La Zingara.

 

MANSIÓN DI MEDICI.

Abrió sus ojos y reconoció el lugar, las tierras de los Médici, lugar donde vive Lucrezia, quien ahora se había enterado era su prima. La Triviani llegó justo cuando Lucrezia se dirigía a Candela, hablándole con un tono típico de ella. La calva quiso en aquel momento no haber atendido al llamado de su madre y seguir golpeando con gran furor las bolsas de boxeo de su gimnasio. No volteó a su costado, sabía que el rubio estaba ahí, queriendo matar a la blonda. Percibió el cambio del ambiente, pensaba que aún era de día pero la oscuridad del lugar delataba las horas de aquella noche, visualizó su reloj de muñeca, que anunciaba las altas horas de la madrugada y aquello no sorprendió a la calva.

 

Los cuatro compatriotas estaba ahí, parados sin más nada que hacer y el desespero comenzaba colarse por el sistema de Zoella - ¿No serás amable con tus invitados? - habló la ojigris, sonriendo a medias hacía su prima - Que tres Triviani vengan a visitarte no es cosa de todos los días - agregó, acortando los pasos con la anatomía de la aristócrata, quedando a escasos centímetros de su figura, casi rozando sus narices y percibiendo cierto aire en su cuerpo, comenzando a descifrar por el olor de las hormonas de la blonda, lo que pasaba, algo le preocupaba - Me apetece un buen vino, prima - finalmente mencionó, pasando de largo a la ya conocida sala principal, donde otro olor ondeaba el lugar.

 

Triviani caminó hasta donde una botella de vino descansaba y sin mucho ahínco bebió directo del pico, a sabiendas que tal acción desesperaría a la Médici. Se paseó lentamente por sobre la alfombra, mirando cada punto del lugar, buscando cualquier cosa fuera de sí para atacar.

 

 

 

 

@@Lucrezia Di Medici @@Candela Triviani @

jIQcN5u.gif

5QDA0A5.png

YwzoyWt.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Estados Unidos de América, Despacho del Presidente del MACUSA

~Wilhelm O’Brien López

El reloj gira descontrolado, el nivel de exposición del secreto está cercano a salirse de control. Se repite una y otra vez que aún se puede arreglar, que todavía existe alguna forma de hacer que el reloj se calme y todo vuelva a la normalidad. Tiene miedo lo que un acontecimiento como ese puede causar en el mundo, los efectos negativos que pueden traer.

 

Hacer que Trump entienda siempre ha sido complicado. Pero hasta ese momento no ha habido ningún peligro real, ambos presidentes se han dedicado de manera armónica a dirigir su correspondiente "parte" de Estados Unidos. Los no-majs tienen muchos problemas actualmente como para encima soltarles por la cara que el mundo mágico en realidad existe, que de alguna forma tuvieron razón cuando cientos de años antes acusaban a la gente de brujería.

 

—No te lo tomes a mal, pero preferiría que Hobbamock estuviera a aquí. Olvídalo, no tenemos tiempo para eso. Hay que actuar. A diferencia del señor Ministro tengo que rendir cuentas a los congresistas y no creo que en este momento aprueben que actuemos solos. La confederación internacional de magos debió hacer algo en cuanto todo comenzó a salirse de control. Es momento de que la Orden del Fénix haga algo.

 

@

NHCeJlw.png

T7Qipl9.gif
O1KlJf5.png
f5DcgjA.gifXuR0HEb.gifGPQsszk.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

13 de marzo, 00:11 AM.

Mansión Di Médici.


He de reconocerlo, ver a Lucri así de furiosa contra el Ministro de Magia me producía mucha gracia y, aunque no me reiría delante de ella, me la imaginaba dándole zapes por torcer sus proyectos concienzudamente planeados durante tanto tiempo. Así que aguanté como pude su enfado. Me puse los dedos en las orejas en un gesto bastante teatral cuando dijo que pertenecía al bando contrario del mío.


-- ¡Lalalallala! ¿Qué dices? No te oigo.


Por supuesto, un gesto divertido que escondía, en el fondo, mi deseo de no reconocer qué se le había perdido a ella en aquel grupo de insensatos. Ella no lo era, debía reconocerlo. Seguro que sólo estaba mal aconsejada, fuera por algún tercero o por datos mal analizados. Algún día le confesaría que su querido Thiago había estado conmigo en el bando contrario, luchando contra el bando mortífago. O tal vez no se lo diría; hay cosas que quedan entre los hermanos.


-- Ay, mujer... Ya quisiera ver cómo queda quien quiera leer mi mente. Si es capaz de poner algo de orden ahí dentro, hasta le pagaría... -- Sí, otra broma para disimular que, en realidad, tenía mis propios trucos de Oclumancia que se aplicaban ahí dentro para evitar mostrar recuerdos. Tenía cosas mucho más graves que esconder que quién de mis amigos o familia eran de uno o de otro bando. -- ¡Hey, espera!


Lucrezia se había levantado en medio de mi ensoñamiento interior y me había dicho que le siguiera. ¿Me habría dicho algo más de lo que preocuparme y que no habia pillado? Lucrezia sabía caminar de forma elegante en todo momento. Sus pasos sonaban firmes en el suelo mientras que los míos arrancaban un sonido divertido, más o menos "sssssh-pum, ssssssh-pi-pum... sssssh-pum, ssssssh-pi-pum..." Babila siempre me decía que era capaz de reconocerme cuanto entraba en la mansión por mi forma de arrastrar los pies. Caminamos hacia una puerta con serpientes que me recordó la verja del Parque de las Lamentaciones, donde una forma de dragón vigilaba contra los intrusos, capaz de corporeizarse y perseguirlos. ¿Éstas harían lo mismo? Bueno, la traspasamos así que no podía comprobarlo... de momento...


-- ¡Gua...la...! Esta biblioteca es... enorme... No tanto como la de mi mansión, por supuesto...


Sonrisa amplia. En mi casa no se lee si no es por receta de un sanador y, aún así, no mucho. Pasé el dedo por los grimorios y arqueé una ceja ante los libros de Uzza que tenía sobre la mesa. Los conocía todos. Sonreí a la mujer.


-- ¿Los has leído todos? ¿O sólo los tienes de adorno? -- Fue mi respuesta ante su tono grave y su pregunta sobre si estaba segura. Pero la rubia no parecía estar para bromas. -- ¡Pues claro que entiendo lo que dices! La última vez que me hicieron un test de inteligencia salió bien, o eso me dijeron. ¿Crees que me engañaron para no ponerme triste?


Dejé de toquetear los libros y me dirigí a ella, mirándole a los ojos.


-- Dudo que puedan meterme en Azkabán. Sé deshacerme de los peligros y si a estas alturas no han encontrado cómo meterme, no podrán nunca. Soy muy escurridiza. Hasta sería capaz de llevarte alguna chuche a tu celda y escabullirme y los Aurores no se darían cuenta. -- Levanté la mano derecha hacia ella, mostrándole la palma. -- Juro que cuidaré de tus criaturas con el mismo aprecio que cuido las mías. ¿Podré trasladar también los viveros al Circo? Son preciosos.


¿Por qué no es capaz de tomarse las cosas en broma? Qué seria que es esta mujer... Unos golpes en la puerta me hicieron fruncir el ceño. Alguien llamaba a la puerta.


-- ¿Ocultarme? ¡Demonios, que hablas conmigo! Yo no me escondo. ¡Eh, Lucri, que te estoy hablando! -- Levanté las dos manos para llamar su atención pues ella se iba y me encerraba en la librería. -- ¡¡Eh!! ¿Pero es que no voy bien vestida para que me vean a tu lado, mujer?


En fin... Allá me encontraba yo, retenida en una habitación llena de libros. ¿Es que no habría un juego de mesa para matar el rato? O un puzzle. Hum... Pasé la mano por varios libros más y ojeé sus títulos. Después miré por la ventana, esperando ver algo sobre la visita que había espantado a Lucrezia. "Ojalá no necesites defenderte..." había dicho antes de secuestrarme... ¿Qué querría decir con eso?


Anda... ¿Aquello que sobrevolaba los terrenos de la Médici era un hipogrifo? Suspiré. No me gusta estar encerrada en casas ajenas.

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Londres, 12 de marzo. casi 13 de marzo:

 

Aún lloraba de emoción. Aplaudí muy fuerte mientras las lágrimas resbalaban por mis ojos y respiraba de forma entrecortada El Teatro estaba a punto de colapsar de tantos vítores y aplausos que el público lanzaba a los bailarines de danza y al coreógrafo. Aquella obra de ballet quedaría grabado en mi vista de por vida. Alguien me pasó un pañuelo de papel y le di las gracias, aunque no vi quien era. No hacía falta, no iba a volver a verle. Me soné la nariz y recogí mi bolsito del asiento rojo del palco en el que había visto tan gran obra.

 

Aquel era un día maravilloso, el salir de casa durante unas horas me había hecho bien. La guerra parecía que se iba a acabar pronto, o eso eran los rumores. Era la primera vez que en Londres se celebraba un espectacula después de mucho tiempo, no podía perdérmelo. Me uní a la gente que bajaba hacia la planta baja, tan feliz, que tardé en entender lo que decían algunos en voz baja.

 

- Sí, sí, lo han dicho en la radio. Aaron Black Lestrange lo ha dicho: no nos vamos a esconder nunca más de los muggles.

 

- ¿Y tú qué hacías escuchando la radio en vez de ver el Ballet?

 

Me detuve en seco y una mujer chocó contra mi espalda. Aquella pareja se perdió entre el tumulto. Reanudé el abandono del Teatro, ahora con bastante prisa. Debía corroborar lo que había oído. Era imposible...

 

En la calle, solté un gritito de miedo. Varios hombres desaparecieron delante de mis narices, en un uso indebido de la Aparición. Flashes, gritos, carreritas... ¡Aquellos salvajes se habían ido delante de los muggles! Reaccioné tarde y cuando quise buscar al periodista que había sacado las fotos, ya no estaba.

 

Ahora corrí. Tuve que buscar un callejón oscuro para usar la aparición y entrar en la "ojo Loco". Encendí la radio con la varita y sí, allá estaba, la voz del Ministro hablando de eso. ¡Estaba escandalizada!

 

- ¡Tía Sagis, tía Sagis! ¿Has oído lo que ha hecho el Ministro? ¡¡Tenías que haber salido tú en las elecciones!! Nunca hubieras permitido que se anulara la Ley del Secretismo. ¿Qué pensará la Confederación Internacional de Magos? ¿Tía Sagitas?

 

Abrí la puerta de su cuarto. No estaba. Harpo me dijo que había ido a ver a una amiga. Fruncí el ceño. Bajé las escaleras corriendo.

 

- ¡Hay que llamar a los chicos del OPAM! Mandaré una lechuza al Director. @@Matt Blackner tiene que saberlo. Y a la tía Haya, a Lisette y a Ash... ¿Sabes si la prima Helike sigue trabajando con los miembros de Accidentes? No lo recuerdo.

 

El elfo no lo sabía. Me senté en la mesa de la cocina y empecé a escribir. Harpo hacía galletas de las suyas.

 

 

 

@@Ashley Peverell, @@Hayame Snape Potter Black, @@Sean -Ojo Loco- Linmer

  • Me gusta 1
  • Love 1

YyV85FY.jpg

7sfPjxW.gif NiqQIUZ.gifidFgtQA.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

13 de marzo, 00:11 AM.
Mansión Di Médici.

 

La noche había cubierto con su invasiva oscuridad la presencia de otras dos personas, al menos a priori. Lucrezia, aun bloqueando la posibilidad de que se adentraran en la mansión, apartó por un momento su fiera mirada de Candela y descubrió dos figuras que hasta el momento la penumbra había ocultado. Advirtió con cierta sorpresa como la luz de la chimenea lograba filtrarse desde el interior del salón e iluminar tenuemente los rostros de Jeremy y Zoella; al primero le dedicó una expresión tan fría que de tan solo tener alguna cualidad mágica hubiese congelado al mortífago mientras que a la segunda le regaló una sonrisa casi imperceptible con la intención de no alertar a los demás sobre su creciente relación. Era con aquella mujer con quien había construido una relación más fluida y…amena.

 

Sus carnosos labios quedaron ligeramente entreabiertos mientras formulaba en su mente la mejor manera para librarse de las infortunadas visitas. Sin embargo, ni una palabra había salido de su boca cuando la blonda italiana fue nuevamente interrumpida por una singular voz que delataba su procedencia no humana. La bruja inclinó su cabeza para encontrarse con un elfo, que llevaba un simple gorro y poco más. Bufó con cierto hastío ¿Qué más podía pasar aquella medianoche, justo cuando estaba por embarcarse en una misión con un final tan abierto que podía impactar en toda la comunidad mágica? La detallada y vívida imagen del asesinato de Aaron que su cerebro había elaborado no hacía más que desvanecerse con transcurrir de cada minuto. Por un efímero instante la idea de asesinar a los cuatro sin piedad alguna resultó lógica y agradable.

 

La sola mención de Sherlock no hizo más que incrementar su molestia, que logró contener con éxito frente a los Triviani. La alianza que había ejecutado con el hombre durante Halloween, con el solo afán de perseguir sus propios intereses y nada más, se había convertido en una verdadera condena. Despreciaba a aquel hombre corriente y sin distinción del que solo se había aprovechado circunstancialmente en una única ocasión. Solo ella misma sabía la cantidad de veces que había enjuagado su boca luego de besarlo. Seguía arrepentida de la borrachera bochornosa que la había conducido a cometer tal terrible error, que con ahínco buscaba olvidar. La aristócrata no podía dejar que Holmes sintiese por parte de ella la mínima empatía. La mortífaga se puso en cuclillas para que su rostro quedara apenas unos centímetros por encima de aquel delgaducho ser. Lo miró directo a los ojos.

 

- Ven, “elfito”.- dijo de forma condescendiente y amable, algo que sin duda los Trivani reconocerían como impostado - Necesito que le des un mensaje a tu amo. Dile que la familia Médici ya hace suficiente caridad y que si quiere huevos debe criar gallinas…Desmaius.

 

Lucrezia pronunció aquel hechizo imponiéndole a cada sílaba más y más malicia; vaya que disfrutaba aquello. Su blanca varita acababa de materializarse en su mano zurda, apuntando directamente al pecho del elfo. El luminoso rayo escarlata apenas logró viajar unos centímetros, pues la distancia que los separaba era nimia. Al impactar en su pecho, la criatura salió expulsada dos metros hasta caer en el camino de roca que llevaba hasta la entrada de la mansión. El golpe contra el suelo fue sonoro y sentenció su pérdida de conocimiento. Al ver aquello, la blonda italiana volvió a erguirse y le dedicó una última mirada al cuerpo extendido de “elfito”.

 

- Passepartout, llévalo a su mansión. Déjalo donde Sherlock pueda recogerlo. Y lleva los huevos. - le ordenó a su elfo doméstico personal, que hizo acto de presencia en la escena para dejar el vino que su ama le había requerido con anterioridad.

 

Todo ello la había distraído importunamente de la visita de los tres Triviani. Como Zoella había apuntado con su siempre despreciable claridad, aquello no era cosa de todos los días. Lucrezia logró en un solo segundo recuperar su típica actitud solemne y avasallante como si no hubiese desmayado a un elfo segundos atrás. Estaba acostumbrada tal exigencia gracias a su exhaustiva preparación para ser lo que la aristocracia italiana esperaba de ella. Su prioridad en aquel momento era librarse de ellos de forma amistosa y volver al encuentro de Sagitas para de una vez por todas acabar con la cadena de errores que Aaron había desatado desde su elección.

 

Sabiendo que no podía retenerlos más en la entrada dejó que su prima encabezara el ingreso. La siguió con la mirada con total naturalidad, como si nada estuviera pasando, esperando a que los demás la siguieran. Se obligó a censurar una sonrisa de satisfacción cuando contempló a Zoella beber de la violácea bebida directo del pico. No cabía duda de que Passepartout había entendido el significado escondido en sus palabras y que había llevado hasta allí el vino que contenía una concentración suficiente de pócima para dormir para sumir a quien bebiese un sorbo en un profundo sueño. No olvidó tampoco que debía responder a todo como la típica Lucrezia ante cualquier cosa que los incontrolables Triviani hiciesen durante su - esperaba - corta visita.

 

- Pues sírvete cuanto vino quieras, es exquisito, pero hazlo en una copa ¡No seas tan indecorosa! Añejo y frutado. Comparte con tu hermano y tu madre ¿Quieren? Podrían decirme que hacen aquí a la medianoche. Una mujer debe estar bien descansada y en esta casa se duerme temprano.- dijo con notable altanería, extendiéndole a Candela y Jeremy copas de aquel vino.

Editado por Lucrezia Di Medici
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

CALLEJÓN DIAGÓN

13 de marzo, 8:45am.

 

La noche pasada, Melrose, Richard y Ellie escucharon la conferencia de prensa en la radio mágica. Al comienzo, bromeaban sobre el dramatismo del Ministro de Magia, sus exageradas formas de hablar. Sin embargo, con sus últimas declaraciones, ni siquiera Richard tuvo algo que decir. Se quedaron en silencio durante un largo rato, sin verse las caras. Ellie fue la primera en interrumpirlo: agitó la varita mágica para apagar la radio —donde ya sólo se oía estática—, les dio las buenas noches a Richard y Mel y subió a su habitación. Se acostó en la cama, todavía con la túnica del día y los zapatos puestos, pero no podía cerrar los ojos. Luego de un larguísimo rato observando al techo, cayó en un sueño intranquilo.

 

Al abrir los ojos, esperaba que se hubiese tratado de un sueño. Pero, al salir a la cocina y ver el titular del ejemplar de El Profeta que Madeleine estaba leyendo, se dio cuenta de que aquello de verdad estaba sucediendo. Con sólo unas palabras, el Ministro de Magia instaba a la comunidad mágica a renegar del Estatuto Internacional del Secreto Mágico, una ley con más de trescientos años de antigüedad y que era sólo un poco más joven que el mismísimo Ministerio de Magia. El señor Aaron Yaxley pretendía que regresaran a las épocas de cazas de brujas, de mujeres inocentes siendo quemadas en la hoguera, de despojos de varitas, de magos traicionando a otros magos para sobrevivir, de rastreadores, de persecución.

 

Hace más de un año atrás, cuando Bulgaria realizó su declaración de guerra, el primer impulso de Ellie fue ponerse a salvo con los suyos. Entonces, era fácil: podían alejarse del mundo mágico, ocultarse en el mundo muggle... pero ésto, es muy diferente. Piensa que podrían estar bien, por un tiempo; viven en un pueblo pequeño, alejado de la comunidad mágica de Escocia. Pero ¿luego qué, cuando llegue el caos provocado por los magos que obedecerán al Ministro? No habría donde ocultarse, no habría hacia dónde escapar. «Por lo menos, no aquí en Gran Bretaña —se dijo a sí misma—. Pero quizás, en otro país... ¿todos tenemos los pasaportes?».

 

Era una idea que consideraría seriamente.

 

Pero, ahora, Ellie se encuentra tocando con urgencia la puerta de la Agencia de Servicios Profesionales. Está cerrado, como la mayoría de los negocios del Callejón Diagón, aunque aún así hay muchos magos y brujas corriendo de un lado para otro. Tenía la esperanza de ver a Aurores e Inquisidores intentando calmar la situación, pero no podrían ir en contra del Ministro de Magia: por sus palabras, prácticamente se entendía que todos podían hacer lo que se les diera la gana. Aunque nunca ha sentido gran aprecio por los uniformados, se siente vulnerable. «Parece que la Orden es nuestra única esperanza, si es que no hay fanáticos de Yaxley entre nosotros». Y si es que en algún momento, @ abre la puerta. Si no es para recibir a una amiga, que sea para recibir a una de sus manos en la organización clandestina a la que ambos pertenecen.

NHCeJlw.png
iB5wHYG.gif
T7t3MEE.png
sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

13 de marzo, 00:14 AM.
Mansión Di Médici.

 

- ¡Tú, Rambaldi! - llamó con aire de autoridad a uno de los elfos de servicio, nombrado así en deshonor a una de las tantas familias enemigas de los Médici - Hay un elfo tirado en la entrada de la mansión. Súbelo al hipogrifo con el que vino y que vuelva a su mansión de origen. Pégale con cinta un par de huevos de la nevera.

 

Aquel, uno de los tantos súbitos que Lucrezia había adquirido para llevar a cabo las distintas tareas que sostenían una de las mansiones más amplias de Ottery St Catchpole, asintió ante la orden de Passepartout y se retiró del lugar con prisa. El elfo doméstico había desarrollado un gran liderazgo frente a los demás sirvientes de su especie gracias a su lugar privilegiado junto a la matriarca, a quien servía personalmente desde hacía años. Passepartout disfrutaba su circunstancial posición de poder y autoridad, replicando tal vez el comportamiento que los magos y brujas tenían con los siervos como él. Comenzaba a entender un poco la naturaleza autoritaria de muchos humanos: tener poder sobre terceros y ejercerlo le generaba una sensación placentera en todo el cuerpo.

 

Se puso en puntas de pie para lograr encajar la llave. Los ceñidos zapatos italianos que su ama le obligaba a utilizar día si y día también resultaban increíblemente molestos para realizar aquella simple tarea, pues apretaban sus gordos dedos hasta el punto de hacerlos doler. Cuando por fin pudo cumplir su objetivo, el elfo doméstico giró el pomo de la puerta y la empujó Sin tiempo de contemplar el interior de la biblioteca y apresurado, Passepartout volvió a cerrar la única entrada al lugar y dejó escapar un suspiro de genuino alivio. Nadie lo había seguido y había visto a una de las visitas de Lucrezia beber del envenenado vino. Todo parecía marchar de acuerdo al plan de su ama ¡Y claro que lo hacía! Jamás en su larga vida había visto una mente trabajar con tanta excelencia.

 

- ¡Ama Sagitas! - exclamó al notar la presencia de una mujer a la que muy bien conocía, pues con ella había convivido años.

 

Passepartout se desprendió conscientemente de su impostada seriedad y corrió con sus delgadas piernas hacia la mujer. Olvidó por un momento todas las veces que la bruja había confundido, adrede o no, su nombre y dejó de lado todas las riñas que había tenido con su ama por los títulos de propiedad de la “Ojo Loco” Potter Blue. “¡Paspartuto, Pasaporte!” podía oír en su cabeza con la inconfundible voz de Sagitas ¿Realmente importaba en aquel momento la reiterada confusión de su nombre de origen francés? Su respuesta, tal vez inspirada por la tensión que se vivía en la mansión, era que no. El elfo doméstico había decidido privilegiar el amor con el que Sagitas había tratado a Thiago, quien fuera su anterior amo y el hermano de la payasa. Entonces la abrazó. La abrazó con fuerza, aunque solo llegase a rodear con aquel abrazo sus piernas debido a la diferencia de altura. La aprisionó contra sus delgados brazos.

 

- No sabe cuanto la extrañe ¡Lo juro! - le dijo, apoyando su gris cachete contra la pierna de la Potter Blue - Estaba esperando que visitara al ama Médici. Servir a la señora Lucrezia, sexta de su nombre, es sin dudas más intenso que servir al amo Thiago.

 

La soltó. Inclinó su cabeza hasta el punto en que su cuello se resintió para poder mirarla directamente a los ojos y sonreírle, con una de esas sonrisas tan extensas que deformaba su relativamente feo rostro. Retrocedió un paso para no ser demasiado invasivo ante las visitas y se obligó a recordar la existencia de Harpo, ese otro elfo doméstico que le había hecho la vida difícil, para no mostrarse tan explosivamente cariñoso con Sagitas. Dio media vuelta y se dirigió a uno de los tantos escritorios que estaban dispuestos en la amplia biblioteca, sobre los cuales la matriarca exponía mucho de los objetos más raros que había adquirido en el mundo: coloridos huevos de dragón sin eclosionar, bolas de cristal armenias, la ballesta mágica que había heredado de Thiago y el espejo de scrooge. Rastreó entre aquella colección la caja donde Lucrezia almacenaba sus pociones.

 

- El ama Médici sin dudas vendrá a buscarla pronto. Se va a liberar de las visitas en un santiamén ¡Si, lo hará! Los Triviani le han traído bastantes problemas ¿Sabe que una de ellas resulta ser su prima? Las he visto bastante…cercanas. - murmuró, sabiendo que no debía comentar a viva voz los secretos de la aristócrata - No quería dejarla aquí sola mientras espera ¿Cómo va todo en su hogar, ama Sagitas? Extraño lustrar las estatuas.

 

Passepartout desactivó con un chasquido de sus esqueléticos dedos el mecanismo de seguridad de aquella caja y la abrió con sumo cuidado, pues conocía el frágil contenido de su interior. Contempló los numerosos compartimientos cuadrados donde Lucrezia guardaba cada uno de los frascos de cristal, con sus variadas formas y contenidos de propia elaboración. El veritaserum, el brebaje parlanchín, la amortentia…una a una fue enumerando en su cabeza cada una de las pociones que sus atentos ojos registraban. Notó que faltaban varias, como el fluido explosivo y la esencia de díctamo. La preocupación sobre el devenir de los planes de Lucrezia, cuyos detalles desconocía, comenzó a florecer en el elfo doméstico ¿Qué haría él si perdía a su ama, a la cual había aprendido a adorar pese a su severidad? Guardó la pócima para dormir en su correspondiente sitio y cerró la caja, dejando dentro de ella también sus dudas.

 

- En cualquier momento vendrá Lucrezia…

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.