Jump to content

Rompiendo la ley


Melrose Moody
 Compartir

Publicaciones recomendadas

—Bueno Evans, lo que pueda o no tener inflado, es algo que te aseguro que no es de tu incumbencia y me causa preocupación que intentes averiguarlo. 

La mujer al menos podría haber intentado disimular que no le importaba insultarlo abiertamente. Ella sabía que Richard era capaz de oír sus susurros ¿Sería que tendría que contestar puyas de la vieja squib toda la noche? Se sentía muy tentado de decirle que ciertas arrugas de su cara ya estaban bastante notorias pero no era parte de su estilo dar una respuesta tan vulgar. Después de todo, había cosas mucho más emocionantes con las cuales burlarse de ella. 

Su sobrina había llegado justo en ese momento y, si bien se había acercado directamente a saludar a la pelirroja, seguía siendo su sangre, directa hija de Pandora. Alzó la copa hacia ella y dio un trago luego de dirigirle una sonrisa, a su salud  y a la de la celebración que Bel Evans acababa de proclamar. Sí, era agradable poner a Evans en su sitio pero ¿evadir funcionarios sobreexplotados que trabajaban a regañadientes en horario nocturno sin paga extra por un edicto de la ministra chiflada? Cien veces mejor. 

Así que, cuando abrió la puerta por segunda vez, ni siquiera se molestó en bajar la copa o cambiar de expresión. El casco le impidió ver el rostro de la persona que había tocado pero le pareció familiar. Otro pariente suyo ¿quizá? Richard inclinó la cabeza hacia un lado antes de sonreír por inercia. Fue entonces cuando oyó la voz de Mel a espaldas del chico con el casco.

—Si sigues sonriendo así vas a asustarlo en serio.

Richard soltó una risotada genuina. Por supuesto, tendría que haber adivinado que Catherine enviaría a Melrose, la muy vieja aburrida. La muchacha llevaba un vestido de lino beige, de corte sencillo, casi raso, con gladiadoras. Su cabello era un revoltijo y sus ojos, fijos y grandes, lucían algo acusadores ¿por qué? Richard desvió la mirada de forma que Melrose no empezara algún reclamo, sea cual fuere el motivo. 

—De todos modos... —dijo, pero se dio cuenta de que ella no le prestaba atención.

Melrose había vuelto con curiosidad hacia el muchacho del casco y se había colgado de él como si quisiera ser llevada a caballito. Richard tiró de su brazo para que ambos pudieran entrar al interior y él pudiera cerrar la puerta. Melrose entonces hizo algo que Richard no se había esperado: le arrebató el casco al muchacho, y hundió la nariz en su coronilla. Richard fue capaz de oír una respiración profunda, antes que Mel agregara:

—Richard, este chico huele a viento a pesar de que llevaba casco. 

Su rostro no demostraba que acababa de hacer algo sumamente impropio. Richard se quedó estupefacto, sin saber qué decir por una vez en su vida, viendo como Melrose seguía aferrada al chico ¿Qué le pasaba? Sí, ella siempre había sido rara pero eso estaba a un paso de lo inverosímil. Además, se suponía que era una reunión y... ¿Qué modales, actitud o estilo eran esos? El pelirrojo decidió rendirse. Intentar entender a Melrose era un esfuerzo inútil y ese día, había decidido pasársela bien. Bel todavía seguía tomada del brazo con Lils así que Richard se volvió, les dijo que había bebidas para ambos así como comida y que ya habían tomado su primer brindis. Con un poco de suerte, si él no decía nada, nadie más intentaría señalar lo raro del asunto. 

—De todos modos... bienvenidos, siéntanse como en casa.

Al volverse, se dio cuenta de que Madeleine le devolvía la mirada desde el otro extremo de la habitación... aunque quizá decir que se la devolvía era una exageración. De hecho, parecía tener una expresión algo perdida ¿o era su imaginación?

Entonces, se escuchó una vez más un par de golpes en la puerta. Richard abrió por enésima vez y en aquella ocasión, sí era Catherine. 

@ Lillian Potter Evans  @ Ellie Moody  @ Rory Despard  @ Hannity Ollivander Evans  @ Jank Dayne

Editado por Melrose Moody
  • Me gusta 1
  • Love 2
  • jajaja 1

NHCeJlw.png

Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Habría sido más fácil para ella si el ambiente fuera tenso, si hubiera un problema, si hubiera un enemigo. Pero, observando la escena, se da cuenta de que es más bien lo contrario. A pesar de haber estado alejada de las cosas que suceden en Londres, las noticias siempre llegaban hacia ella y tenía cierto conocimiento de la situación actual de la comunidad mágica. De alguna forma, este lugar y esta reunión es una forma de resistencia ante las imposiciones de un gobierno autoritario. En la Orden del Fénix y particularmente en la familia Evans McGonagall, el ingenio no solía escasear. Es consciente de que está allí porque se le considera parte de ellos —y es cierto que lo es, por sangre y por más que sangre—, no obstante, incorporarse en situaciones normales es algo que quedó fuera de sus habilidades desde hace mucho tiempo. Aunque los episodios de paranoia extrema han quedado atrás, constantemente la embarga una sensación de vacío y de insensibilidad. Es como si, esto que está sucediendo frente a ella, no pudiera entibiarle el corazón de alguna forma.

Solía pensar que era culpa de una maldición de sangre, que la magia negra le había hecho daño en el alma, pero ahora está convencida de que simplemente es así como es ella. Rota, dañada, inservible. 

«¿Acaso no es mejor dejar de fingir que soy diferente?».

Apenas es consciente de que está observando a Richard, mientras divaga en sus pensamientos y se toma lo que hay en la lata. El olor de la comida le hace cosquillas en la nariz, pero una opresión en la boca del estómago le impide sentir deseos de tomar si quiera un bocado. Es una lástima, porque le gustaría querer un trozo de tarta de queso.

Tras aquel brindis de Bel y las palabras de bienvenida de Richard, todos comienzan a acomodarse y ponerse cómodos, y se da cuenta de que está comenzando a llamar la atención que sigue de pie, sin integrarse a los demás. Piensa en subir los escalones y volver a reclamar su cama, pero el golpe de la puerta la detiene. La opresión en su estómago se incrementa, hasta el punto en que tiene la sensación de que se está enfermando de verdad. Tristemente, se da cuenta de que ese mal sentimiento es lo que más real se siente en aquel momento, casi como si...

La puerta se abre y, como si supiera a quién encontrará al otro lado, se gira para verla a los ojos.

Ni siquiera intenta recordar cuándo fue la última vez que se encontraron; al fin y al cabo, siempre es lo mismo. Hay cosas que simplemente están dañadas y su relación con Catherine es una de ellas. Está segura de que la odió desde el primer segundo, desde que se posición como una usurpadora de Pandora. ¿Con el pasar del tiempo, de verdad llegó a quererla y aceptarla como su madre, o no fue más que un maldito Síndrome de Estocolmo? ¿Importa acaso si la quiere o la odia, cuando todo intento está destinado a fracasar desde antes de comenzar? Quiere decirse a sí misma que sí, que no importa un ca***o y que no tiene sentido seguir jugando a intentar ser una familia. Sin embargo, sin saber muy bien por qué le preocuparía lo que Catherine tenga que decir, guarda en el bolsillo de sus vaqueros la mano donde está el Aro de la Nigromancia.  

  • Me gusta 2
  • Triste 2

NHCeJlw.png
iB5wHYG.gif
T7t3MEE.png
sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Catherine no tiene oportunidad de decir nada, en lo absoluto, antes de que sus ojos recaigan en Madeleine. Es como una vieja herida, que se empecina en auscultar con los dedos y por tanto, nunca cierra. Solo que ella sabe que no quiere convertir eso en cicatriz: quiere revertirlo todo y no sabe cómo y, en realidad, tampoco es posible. Así que, en lugar de apartar la mirada, en lugar de bajar la vista como siempre hacía cuando la tenía delante, decide encarar por fin su propia culpa. Se vuelve hacia Jank, que por algún motivo tiene a Melrose encaramada como si fuera un monito. Decide ignorar ese hecho, le da un abrazo, un beso en la mejilla. Sujeta un lado de su rostro con la palma de la mano, mientras lo observa por unos segundos, antes de volverse hacia Madeleine. 

Sabe que también le hizo daño a Jank. No está segura de dónde le viene la certeza, lo peor es que ni siquiera es capaz de recordar con claridad qué es lo que hizo mal, además de echarse a perder, despedirse y abandonarlos... bueno, tal vez sí es consciente. Es solo que Madeleine estuvo allí, observando hasta su penoso final, hasta que no hubo más rastro qué seguir, más trozos que levantar. Catherine no se detiene a saludar de forma extensiva, solo hacer gestos de cortesía, con Hannity, Bel, con Lillian,  Kutsy (a la que le entrega un regalo de cumpleaños, sangre O negativo) y Scavenger.

Nada de eso hace que se distraiga. Se queda parada frente a ella, sus ojos muertos, fijos en ella, que por un instante parecen dotarse de la energía de los carbones encendidos. Entonces, alarga un brazo y luego el otro. Le da el tiempo suficiente para que pueda apartarla, antes de envolverla en un abrazo ¿Qué hay, pues, para decir? ¿No intentó acaso decir mil cosas sin que ninguna de ellas pareciera tener sentido o efecto? ¿Y qué es lo que esto podría desencadenar ahora? Tal vez, ella crea que no es nada, más que un gesto vacío.

El hálito de la muerte, también puede sentirlo en Madeleine. La conexión con el inframundo, el consumo de la energía vital. Sin embargo ¿por qué no la culpa? Debería sentirse enojada, traicionada pero ¿Acaso tiene el derecho? ¿La moral? No. Así que no dice nada. 

@ Ellie Moody

  • Me gusta 1
  • Triste 1

NHCeJlw.png

Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Para Madeleine, aquello no es un gesto vacío. Es, en cambio, una provocación. Un desafío. Recuerda que, cada vez que Catherine intentaba acercarse, la espina que había en su corazón dolía y entonces pensaba que ese dolor era odio, o amor, o ambos. El dolor de esa espina le hacía empujarla o, al contrario, rogarle —a su muy particular manera— que permaneciera junto a ella. Esa espina que Pandora le había dejado como herencia, era para bien o para mal aquello que las unía y las distanciaba. Cuanto más cerca estaban más dolor sentía, pero mientras más distanciadas la soledad la angustiaba. Quizás es por eso que, cuando observa a la mujer abrir los brazos, decide demorarse en reaccionar. Quizás, aquella sensación de vacío se debe a que extraña ese dolor que sólo el abrazo de una madre puede darle; quizás, un poco de ese veneno la haría sentir viva por unos momentos.

Cierra los ojos y, entonces, los recuerdos llegan de golpe. La voz de Báleyr es un susurro lejano: tomen una vela y que esa llama no se apague. De golpe, recuerda la sensación de estar en el abismo y la llama gélida de la vela que le permite andar en el Mundo de los Muertos. De golpe, recuerda lo que vio en aquel viaje... y recuerda lo que entregó a cambio del vínculo que representa su anillo. El dolor desapareció, pero la felicidad no llegó: sólo una sensación de nada, un hueco, una pieza faltante.

Es por eso que, cuando Catherine la abraza, su cuerpo se mantiene inmóvil y su corazón late sin ninguna alteración en su ritmo. No hay odio... pero no hay amor. No hay dolor pero no hay paz. Todo sucede a su alrededor y ella es sólo una espectadora que no siente nada. ¿Es eso una bendición o una maldición? ¿Tiene que ser feliz o lamentarse? ¿Qué es lo que viene ahora?

—Por favor —susurra. Quería llenar sus palabras de ponzoña, pero sólo puede emanar un sonido muerto—, deja de atormentarme.

Una ligera escarcha helada recubre sus manos, cuando retira los brazos de Catherine de su alrededor. 

—Ahorrémonos el espectáculo, sé muy bien que no esperabas verme acá —musita Madeleine, mientras se quita el hielo de las manos en los vaqueros—. Ve, pues, y saluda a tu familia.

  • Me gusta 1
  • Triste 1

NHCeJlw.png
iB5wHYG.gif
T7t3MEE.png
sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Bel Evans Ollivander

Podía decirse que la velada apenas empezaba, pero era evidente que las puyas con Richard iban a ser la constante en toda la noche, así que mentalizándome en la idea, apenas dejé escapar un gruñido ante el desagradable comentario que acababa de emitir. Una segunda copa de champagne, esta vez con el deseo de tener una noche estupenda, fue alzada en alto y bebí rápidamente su contenido.

Estaban llegando nuevos invitados, pero me escabullí aprovechando que ya alguien más se hacía cargo de recibirlos, para volver a dar un abrazo fuerte a Hannity.

— Lamento no haber asistido a tu nombramiento como funcionaria del Ministerio de Magia francés. Ya sabes, no parecía buena idea que una squib rebelde a registrarse se paseara campeante por las narices de dos ministras y el resto de gente importante —sonriéndole entre dientes, extendí la mano a lo largo de la mesa de mantel largo— no tengo dudas de que habrá sido toda una celebración digna de ver, y seguro lo que hay aquí no debe ser ni la mitad de fastuoso de lo que hubo, porque los franceses son especialmente puntillosos con esto de los eventos, pero voy a poner lo mejor de mi parte parte para compensarte esta noche mi ausencia de ese día.

En tanto compartía aquel breve momento con mi hija, más escenas inusuales se dejaban ver en la estancia. Melrose había llegado y colgaba inexplicablemente feliz sujeta del cuello de Jank, una situación que no sabía si Richard encontraba sorprendente, indecorosa, o las dos cosas, pero que había conseguido hacerlo reír, lo que resultaba mucho más perturbador que verlo indiferente. Y cerca de las escaleras, las vibras entre Madeleine y Catherine eran justo lo opuesto a lo que había percibido de los Moodys en el recibidor.  

Más que un reencuentro amoroso madre e hija, ambas lucían el aspecto terrible de estar viendo el cadáver de la otra. Porsupuesto, no pensaba inmiscuirme en lo que a todas luces, eran asuntos importantes y pendientes que ambas debían resolver, pero no dejaba de pensar que quizá todo lo que necesitaban era un poco de alcohol y dejar de tomarse su vida y sus problemas tan en serio.

Igual, si todo fallaba, guardaba la carta trampa de los tequilas con gotas de felix felici, por ahora bastante seguros dentro de un baúl de madera en la cocina. Una medida de emergencia, solo para evitar que los dolores del pasado de cualquiera en la fiesta, incluida yo misma, terminase arruinando el espíritu festivo que el ambiente debía tener.

Oh, si sí, los regalos para Kutsy, Catherine ya se adelantó, pero hay muchos más que P-ko ha envuelto con esmero y podríamos ir revelándolos uno por uno. ¿Qué dices Kutsy? ¡Podríamos hacer una apuesta sobre lo que contienen! — el rostro del pelirrojo Moody se iluminó de tal modo, que de inmediato puse el parche a sus expectativas— No Richard, no dinero. Ya deberías estar conforme con lo que le sacaste a esa mala gente de Ottery. Me refería más bien ¡a beber! Ya saben tipo quien acierte no bebe, y el que falle, pues tome todito de porrazo.

@ Ellie Moody  @ Melrose Moody  @ Kutsy Stroud Lenteric  @ Scavenger Weatherwax  @ Hannity Ollivander Evans , @ Jank Dayne  @ Lillian Potter Evans

 

Rory Despard

¡En nombre de todos los santos! ¿pero qué eran esas propuestas que se oían desde el primer piso de la casa?. El joven predicador respiró aliviado de haber llegado más temprano que la matriarca Evans, y que solo Madeleine y Ellie supieran que se encontraba allí, pero no estaba seguro de cuánto podría permanecer oculto. 

Estaba seguro que con el correr del tiempo, pronto alguien preguntaría sobre a qué hora llegaba e invariablemente entonces, lo arrastrarían a ese festejo inequívoco de perdición. Aun cuando no podía saber a ciencia cierta si le causaba más temor la idea de ser descubierto como el hecho de con quién lo terminasen encontrando, imaginar el momento casi lo dejaba sin aliento. 

Se persignó y negó con la cabeza, intentando alejar esos pensamientos, y volvió a concentrarse en los papeles que tenía entre sus manos. Los había revisado una docena de veces, pero todavía se sentía nervioso ante la perspectiva de tener, dentro de poco, que compartir todo eso con alguien más. Ese mismo día, más temprano, Bel Evans le había dado un sí rotundo, sin preguntas adicionales, cuando de forma tímida, le había preguntado si podía aprovechar la seguridad de la propiedad donde harían la fiesta, para tratar un tema importante para la Orden del Fénix. 

Por eso se encontraba en esa habitación de huéspedes, sentado en la butaca frente a la chimenea, por donde tarde o temprano, su invitado aparecería. A ciencia cierta, seguía sintiendo que no hacía lo suficiente como líder del bando, a pesar de sus buenas intenciones, por eso tenía mucha esperanza de que esta vez su plan prosperase.

Una serie de velas aromáticas, dispuestas sobre la superficie de una cómoda iluminaban la estancia, profusamente decorada con jarrones de flores. Una hilera de luces caían en cascada desde los pilares de la cama adoselada también, y sobre la mesita de noche justo al lado, había una botella de vino dentro de un balde con hielo. No podía negar el esfuerzo puesto en toda esa decoración, que era agradable a la vista y los sentidos, eso sin lugar a dudas, pero Rory no se sentía del todo cómodo con ese ambiente para la clase de reunión que llevaría a cabo. 

Igual y no necesitaba torturarse con tales escenarios mentales, por ahora...

@ Hessenordwood Crouch

Editado por Rory Despard
  • Me gusta 2
  • Love 1

cpoR6Mo.gif

GGxF5Wk.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Cuando Madeleine la aparta, Catherine no se centra en el sentimiento de rechazo si no en los ojos de la muchacha. Vacíos, como los suyos, hacía varias lunas. Recuerda a Armand, recuerda cuando la acompañó a esa habitación que desprendía tonos rojizos debido a las cortinas color borgoña. El sonido de su voz, que susurraba instrucciones o intentaba calmarla, consolarla, darle sentido a las cosas que giraban en una cabeza corrompida por la maldición de Kaiser. Piensa, una y otra vez, en cómo esa inducción de cordura no fue efectiva, no la hizo volver a estar cuerda pero el sentimiento reconfortante nunca abandonó su cuerpo. Todavía lo recuerda con vividez.

¿Es acaso el rechazo el sentimiento que Madeleine desea mantener vívido en su cuerpo, en su mente? Catherine intenta sondear en sus ojos pero no encuentra nada. Piensa, otra vez, en aquello que ella entregó en el mundo de los muertos: el rostro de Pandora, diciéndole que lo sentía, que había impuesto una carga demasiado pesada en ella pero que ya no pediría disculpas, que había parado, que ese era el fin de la línea y a partir de entonces, ella tendría que lidiar con todos esos sentimientos sola. El caudal de sus recuerdos quedó en el inframundo y una vez más, fue solo una humana, con sus recuerdos humanos. Esa afirmación, le había dolido pero ¿acaso no había sido el sello de su propia libertad?

Cuando Madeleine habla, su voz destila desdén. Eso podría haber engañado a cualquier otra persona, Catherine está segura. No a ella. Esta vez, no está dispuesta a callar lo que sabe, no está dispuesta a ceder. Hace, lo que no hizo hasta entonces, porque sentía que no podía hacerlo, que si lo hacía eso la convertiría en una ser humano despreciable: se rinde. 

—Oh, Madeleine... —no la toca, ni se acerca, tampoco se aleja. Su mano se encuentra colgando a los lados. No desea arruinar la velada de nadie. 

Está cansada de guardar luto. Por Kaiser, por sus relaciones fallidas, por el lugar que dejó Pandora y que ella nunca fue capaz de llenar. Por esa vida, que en realidad nunca fue suya ¿acaso no se había recluido con los talamasquin para recordarse quién era? Y ahí estaba otra vez, intentando conseguir el perdón de una muchacha que estaba tan vacía como ella a causa de la nigromancia ¿Tenía Madeleine consecuencias físicas al igual que ella? ¿O ella había pagado un precio mental, espiritual, todavía más alto? Aún peor que eso, en el fondo, Catherine se dio cuenta de que no importaba. Porque a Madeleine no le importaba.

—No necesitas mentir —sus ojos, igual de vacíos, parecen desprender un brillo débil, como una brasa moribunda que se niega a apagarse del todo—. Esta bien si no te importo. Eso no te hace mala persona.

Sí, está bien. Ella puede decir mil cosas más pero eso no cambiará la realidad. No va a juzgarla por el proceso que decida seguir. Solo está cansada de disculparse. No vuelve a tocarla, porque ella prácticamente se lo ha pedido, así que se limita a alzar una mano, que nunca llega siquiera a acercársele. Luego, se vuelve y decide acercarse a Richard otra vez. Es en ese preciso instante, en que decide perdonarse: por haber sido un error en la vida de todas esas personas, por no haber sido suficiente. Por haber sido débil, por no ser capaz de encontrar una solución, por haber perdido sus sueños. Decide perdonarse y empezar de cero, aunque sea una treintona loca, una bruja que abandonó todo ideal, una vida que no desarrolló una importante carrera mágica ni se abrió al mundo jamás. Amó lo mejor que pudo. Sí, se dice a sí misma, eso nunca es suficiente para el mundo pero por una vez, decide que fue suficiente para ella misma.

Quizá no sería mala idea tomar una copa de vino, cantar alguna canción, saludar viejos amigos ¿qué otras cosas más era que podía hacer? Inició tomando una copa de vino de la mesa y acercó a Richard ¿debía haber esperado las palabras de Madeleine, de vuelta? 

"Esta bien. No eres lo que ella necesita".

 

NHCeJlw.png

Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

"Si nos dejan...te llevo de la mano, corazón...y ahí nos vamos!" - terminé de cantar aquella canción a todo pulmón. Me imaginé el gran susto de las personas que llegaban a escuchar, ya que el eco me volvió aquellas notas tan potentes pero sublimes a la vez. llegando con ellas Timoteo con sus ojos abiertos como platos, de la sorpresa que le había dado con mi rara llegada al castillo. Timo dejó ver su emoción y alegría al verme, y sin más me arrodillé para darle un abrazo. 

- ¡Timo! tanto tiempo sin verte - me incorporé nuevamente para después tirarme de espaldas sobre mi cama, impecable como siempre.

- No ha avisado que llegaría, señorita Ania, ¿desea algún jugo? ¿De pomelo quizás? - preguntó el elfo sin saber cómo demostrar su entusiasmo. Yo solo reí y agradecí la predisposición del pequeño, pero a esas alturas no quería ningún jugo. la fecha y la ocasión ameritaba algo más fuerte.

De repente me acordé el motivo que me devolvía a mi hogar y me senté nuevamente sobre orilla de mi cama. M irisa desapareció pero mis ojos se encendieron por la emoción. Sabía que mi familia no se limitaba con las fiestas, y ahora, tratándose del cumpleaños de Kutsy, yo no permitiría que tal suicidio moral ocurriera.

- ¿Dónde es la fiesta Timo? - Pregunté mientras comenzaba a cambiarme la ropa por otra acorde a las circunstancias.

Mientras Timoteo me ponía al tanto de algunas cosas y del lugar del gran evento, yo terminaba de alistarme. Al final opté por algo no muy llamativo, ya que hacía mucho no me veían y la familia no estaría acostumbrada a ver mi nuevo estilo. Así que tomé la chamarra que se enganchó por la manija del closet y se le cayó un botón «really...» susurré al darme cuenta de lo sucedido, pero de inmediato dejó de importarme y llevé mi chamarra de jeans sin un botó, no hacía ninguna diferencia, puesto que la usaría abierta para dejar ver la blusa de color blanco que a la vez hacía lucir mi cabello azul eléctrico. 

Finalmente me sujeté de la mano de piel rugosa de mi elfo e instantes después aparecimos en el vestíbulo de donde se llevaría a cabo la próxima fiesta épica de los Evans, mi familia. 

Me acerqué a la puerta y estiré mi diestra para tocar.

  • Me gusta 1
  • Love 2

7w6jAaX.jpg


http://i.imgur.com/xEu2Do0.gif 1IhVpHf.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Después de aquel recibimiento qué le había dado su madre, al cual había correspondido con un largo abrazo, mientras Bel Evans se disponía a seguir recibiendo a cada Evans que llegaba, de los cuales ella no conocía a una tercera parte de ellos, se dispuso a pasearse por la habitación, viendo cada una  de las cosas que había en la habitación, los rostros qué llegaban, se saludaban, se miraban felices con aquella reunión,  mientras qué ella pensaba que aquello sería diferente, no tenía por qué ser igual a la reunión con Crouch, aquella en donde después de unos meses había despertado en un lugar diferente.  

Sacudió su cabeza, no permitiría que aquellos recuerdos arruinaran aquella velada tal y como lo habían hecho el día que tomó el cargo del ministerio Francés, a todo ello, aún tenía sus dudas referente a su padre y Crouch. Inconscientemente jugueteaba con aquel dije que le había regalado su padre aquel día, escuchó el brindis qué hacían y de forma automática Alzó su copa y dio un sorbo de ella.

Abrazó de forma instintiva a su madre, aquel toque suave que tanto le hacía falta le hizo salir de su ensimismamiento.

-No te preocupes- la miró a los ojos -no fue algo de lo que guarde un recuerdo feliz…- de no haber sido por el encuentro con el Ollivander al inicio de aquella velada, todo hubiera sido un completo caos y es que, la presencia de su padre, en primer instancia había dado el toque especial a esa noche, al menos hasta la hora del discurso, aunque había echado mucho de menos a ella, probablemente todo habría sido diferente si ella hubiera asistido, lo cual era un peligro latente al que estaba agradecida de que no se hubiera expuesto.

-Te aseguro que esta reunión es mil veces mejor que todo aquello lleno de protocolos- era la primera vez que sonreía en varios días. 

De las siguientes personas en llegar solo reconocía de vista a Melrose y Catherine Moody, podía sentirse algo de tensión entre la última mencionada y otra mujer a la que no conocía. 

Cuando Bel mencionó lo de los regalos, recordó que ella le había enviado el suyo a P-ko, la elfina de su madre para que esta le hiciera el favor de envolverlo, con las ocupaciones de la oficina, solo se había dado el trabajo de comprar la joya. Lo que le recordaba que tenía un obsequio para su madre,  sorprendentemente hecho por ella misma, en el interior de su pequeña mochila, pero probablemente se lo entregaría más avanzada la reunión y mucho antes de que Bel perdiera toda noción con la bebida.
 

  • Me gusta 1
  • Love 1

EWdi16Z.jpg

OT5TFqP.gif. NjOuVbx.gif. cpoR6Mo.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El fuego fue demasiado, una espesura verde y negruzca lo cubrió de pies a cabeza y en una fracción de segundo apareció del otro lado, tan suavemente que las llamas fueron un susurro amortiguado, como si se tratara él de un secreto. Sus pálidos ojos contemplaron el nuevo espacio frente a él, queriendo reconocer, aunque es inutil y apenas puede distinguir formas y luces ahí adentro. Su rostro en cambio no refleja más que una severa seriedad. Es tan formal como en cualquier otra reunión de negocios, sin embargo, hay algo distinto en él esta vez.

Impecable cruzó el estrecho espacio desde el interior de la chimenea. Se las arregla para no tropezarse con nada y conservar la postura inquebrantable. Aun cuando sus ojos tardan en aclimatarse al cambio de luces sabe que no está solo; el aroma de Rory a su alrededor es tan suave y difícilmente perceptible sobre el de las velas que apenas sobresale por su singularidad. Tan afín a su personalidad. Aquel espacio es solo un poco confuso porque la música que viene desde algún lado (se da cuenta además de que deben estar en un segundo o tercer piso) no va muy bien con toda esta decoración tan atractiva.

Y cuando finalmente se encuentra con la figura de Despard sobre una butaca cerca de la chimenea le sonríe, lentamente, como si no quisiera asustarlo (o, por el modo en el que lo hace, queriendo justamente el efecto contrario).

Me gusta esta intimidad-, su sonrisa divertida al ver el rostro transformado de Despard casi lo hace guiñar los ojos. —Es tan antojable-, continúa fastidiando al predicador mientras comienza a desplazarse. Pero antes de que pueda avanzar muy lejos, el fuego en la chimenea se encendió con menos intensidad y escupió algo que terminó estrellándose con torpesa en la amplia espalda del demonio. —Ah, Grelliam, por favor-, Hessen se giró para atraparlo con blandura, evitando que cayera al suelo. —¿Desde cuándo se volvió usted alguien tan ruidoso?-, alertó y con una seña se disculpó con Rory pidiendo un minuto para atender/deshacerse del maltratado brujo.

Lo siento, tropecé al final-,

Por supuesto, ¿por qué no va allá abajo querido? -, comenzó a escribir sobre un pedazo de pergamino. —Espéreme allí, me desocuparé en un rato-, dobló la nota y la pegó con algo de magia sobre el pecho de Ollivander con una sonrisa complacida. 

Pe-pero ¿cuánto tiempo?-, parecía realmente abatido ante la idea de tener que esperar.

Lo que sea necesario. Ahora vaya-,con un ademán apurado señaló la puerta. —Solo por favor, por favor, no vaya a romper nada-, es extraño como se escucha así mismo como si fuera la madre del brujo Ollivander en lugar de su empleado. —Y con eso me refiero a usted también. 

Si, claro-, arrastradamente se dirigió a la salida. —Que pase una mejor noche, señor Des-Despard-, saludó y  se despidió del hombre sin voltear, cerrando la puerta detrás de él.

Hessen volvió toda su atención de nuevo al pelirrojo.

Sabrá disculparme por esto. Durmió durante toda la tarde y ahora ya no puede hacerlo, no sé de dónde sacó tanta energía de pronto-, despreocupadamente se sacudió el poco polvillo que Garry pudo haber dejado en sus ropas. —Eso es algo bueno, quiere decir que esta mejorando, pero claro, no quiso quedarse en casa solo-, le dedicó una mirada convincente. —Pero me tiene ahora Despard, él no molestará en un rato-, guiñó antes de volver su atención al smartwatch el cual comenzó a activar con las configuraciones sobre esta reunión. —Soy todo suyo, mi señor.
 

Grelliam Ollivander.

Lentamente bajó cada escalón como si doliera hacerlo, el peso de su cuerpo se recargaba todo sobre el barandal más cercano y en realidad parecía más deslizarse empujado por la fuerza de la gravedad que poniendo de su parte para hacerlo. Evidentemente le llevó un rato llegar hasta el primer piso. No es del todo una sorpresa lo que va a encontrar ahí, ha pedido al muchachito que se encarga de sus jardines en casa que siga de cerca los movimientos de Evans. Hessen le advirtió que de enterarse habría consecuencias, pero Quintel parecía tan emocionado con la idea que simplemente ignoró su poca conciencia.

Sabía finalmente que hoy Bel estaría en este lugar. Aunque haciendo qué cosas eran aún un misterio.

Ya hay un puñado de buena gente ahí reunida cuando llega y es atormentado con la música seleccionada, una obra dramáticamente alegre que para nada parece compensar los encuentros que ahí se están dando. No se esfuerza realmente, no lo intenta, pero igualmente puede reconocer a varios de ellos.

Está el muchacho Moody el cual es mejor que Hessenordwood no vea pronto, al menos hasta que las cuentas de la heredad estén en orden nuevamente. Las Moody, que reconoce solo de vista en los viejos espacios de la orden, quizá sólo habían sido fotos viejas en los cuartos de la madriguera. Luego está la señora Lenteric, ¿tendrán una reunión pronto con los ex elementos del departamento de criaturas? La cercanía de Cillian de nuevo al pueblo podría ser un buen indicio de aquello. Finalmente se encuentran Bel y Hannity, pasando el tiempo cómo si nada hubiera intervenido antes entre ellas. Quisiera quedarse ahí un rato mas sin ser visto por ellas, para contemplar sus rostros, por ahora, limpios de preocupaciones y tormentos. Descubrió que no le gusta toda esa preocupación que la mirada de Hannity desborda cada vez que se encuentran. 

Y la sonrisa de Hannity ahora era mil veces mejor que cualquier droga que pudo tomar esta noche para mantenerse consciente.

Una reunión de Evans-, masculla ásperamente para sí mismo luego del brindis y comienza a desplazarse silencioso por el espacio.

cpoR6Mo.gif
B259aHz.jpg
Kl83Ehb.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

- Tenía pensado hacer una entrada dramática - dijo, jadeante, mientras hallaba la postura adecuada para soportar el peso de la chica -. Pero creo que esto me hace sentir más en casa. 

De Melrose, quien a juzgar por sus movimientos y, tal vez, por el hecho de que oliese su cabello como si se tratase de un beso en la mejilla, era una licántropo, sabía poco. La mayor de parte de su convivencia había sido durante entrenamientos y las últimas batallas que libró como miembro de la Orden. Nada demasiado memorable, al menos que él almacenara. Llegó a temer, incluso, el momento en que la conversación se extendiera y ella hiciera referencias a vivencias conjuntas. Sin embargo, poco importaría; tenía la impresión de que sería de esas amistades que nacen en un solo día, como si siempre hubiesen existido. 

A Richard se le quedó viendo durante unos segundos antes de hablar. Arrugó el ceño. ¿Sería el mismo personaje que había estado viendo en sus últimos sueños? Necesitaría más tiempo para descifrarlo y desbloquear la imagen en su mente. Lo que sí pudo desbloquear fue un recuerdo. Extendió el brazo. 

- Jank Dayne. Creo que nunca nos conocimos formalmente - antes de que el silencio se pusiera incómodo, aclaró: -. Soy hijo de Pandora. Te vi en su funeral. 

Lo que pasó a continuación fue aun más raro. Retrocedió un paso cuando vio que Catherine se acercaba, no por casualidad, sino intencionalmente, hacia él. Años atrás habría soltado un comentario lo suficientemente ácido como para que se alejara, pero algo en su caminar denotaba fragilidad. Su rostro estaba cambiado también. Parecía una persona... Inofensiva. Quizá por eso le devolvió el abrazo. Nunca había creado (o se habían permitido crear) un vínculo desde su no-solicitada aparición justo después del fallecimiento de su madre. Adulto y con la cabeza fría, Jank se percató de que su rechazo automático hacia ella fue un modo de desquitarse con la realidad del momento, como si de alguna manera tuviese la culpa de la partida de Pandora. Una reacción impulsiva e infantil, las dos características que más lo definían entonces. 

Sobó su mano cuando la sintió rozarle el rostro. Quiso hablarle, preguntarle qué había sido de ella durante los últimos años, pero prefirió dejar la acción intacta. La atención de la bruja, además, estaba puesta en su hermana, por lo que prefirió mantener la distancia. En Madeleine también notó un semblante peculiar, aun más oscuro y ensimismado que de costumbre. En otros tiempos habría corrido hacia ella, lanzado un comentario inapropiado y otro tipo de situación hubiese surgido. En otros tiempos... 

Las palabras de Bel lo distrajeron. Su propuesta de juego sonaba interesante, así que se acercó. Se quitó los guantes para tomar uno de los regalos de Kutsy. Estaba envuelto en un material dorado, del que pudo percibir un brillo peculiarmente interesante cuando se le sacudía. 

- ¿Recordadora? - por muy llamativa que resultaba su envoltura, el sonido no daba demasiadas pistas -. ¿Una.. vuelapluma? ¿Tú qué opinas, Mel? - le preguntó de repente, lanzándole el paquete. Aprovechó tener las manos vacías para hacer engrandecer el cuerno que llevaba colgado en la cintura y serviré allí la hidromiel -. Pierda o gane, beberé. 

 

 

 

 

 

THIS ONE.jpg

blinkie.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.