Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)

[Sagitas E. Potter Blue]

Roncaba...

 

No, no era yo. Alguien roncaba pero no podía ser yo porque yo sólo respiro fuerte, así que si me despertó un ronquido, no podría ser mío. Abrí los ojos y miré a los lados. No vi nada porque tenía aún la vista emborronada por el sueño que me negaba a abandonar. Me limpié un hilillo de baba que caía de mis labios entreabiertos y, después, volvía a poner el brazo bajo la oreja, haciendo de almohada, y volví a cerrar los ojos, como si nunca los hubiera abierto.

 

Sin embargo, no se me había escapado que allá había alguien, a pesar de que yo había cerrado la tienda para poder roncar pensar un rato. Sólo que no hice caso. Xell no estaba y sólo teníamos llave Reena y yo. Yo dormit... pensaba en el sofá, así que sólo podía ser mi sobrina. Seguí con los ojos cerrados y casi caigo de nuevo en la dulzor de un sueño bien merecido. Necesitaba descanso.

 

Hasta que pensé que aquellos eran pasos furtivos y el alejarse de la zona de descanso (que yo misma me había inventado) era signo de que "alguien" quería que no le molestaran.

 

Y no hay cosa que más me interese que saber qué esconden los otros, así que disimulé que seguía dormida y, en cuanto "ella" pasó de largo, me levanté, hice desaparecer mis zapatos (sí, lo sé, hubiera sido más práctico quitárselos pero aún estaba algo dormida y los hice desaparecer sin pensar que después tendría que caminar descalza por la calle). Caminé en busca de quien fuera y me situé a su espalda.

 

-- ¿Crees que no conozco tu aura peligrosa, muchacha? -- le dije a Reena, para asustarla.

[Reena Vladimir]

Había mirado a mi tía durante unos instantes y no se movió, fui hacia la escalera de caracol que me llevaría al altillo donde estaba el armario y ni siquiera había subido los cinco primeros escalones cuando la voz de la pelivioleta me sobresaltó:

 

-¿Crees que no conozco tu aura peligrosa, muchacha?

 

Di un salto el redondo, para enfrentarme a ella, pero pisé mal y mis pies resbalaron, bajé con el trasero, lo poco que había subido y el libro que llevaba bajo el brazo salió volando. Total, que acabé sentada al pie de la escalera,amenazando con una llave diminuta a modo de varita y mi libro secreto a unos metros de mi. Esponiendo sus geroglificos dorados a todo aquel que supiera egipcio.

 

-Solo se te ocurre a ti saltar en una escalera de caracol- me recriminé con estupidez antes de saludar a mi tía.

 

Le dije "holiiii" Con cara demasiado sonriente y escondiendo con rapidez a mi espalda, la llave que había cogido del mostrador.

 

Si me deshacía de mi tía, el libro quedaría a buen recauda aquella misma noche y así al fin podría dormir yo.

[Sagitas E. Potter Blue]

Me esperaba que mi sobrina me increpase por el susto pero, ni a mil años luz, nunca me hubiera imaginado verla resbalar y caerse con el trasero en el suelo. Fue tal sorpresa primero y tan gracioso después, que me puse a reír a carcajadas. Sé que no era lo correcto pero es que no podía evitarlo. Era tan divertido verla allá, en el suelo.

 

-- Mujer, qué mal equilibrio tienes, no dudarías nada en el Circo...

 

Intenté darle la mano para ayudarla a levantarse pero su sonrisa se hizo más grande y no la aceptó. Sorpresa... Pero bueno, todos los Vladimir y los "Ojo Loco" estamos idem, ¿qué más daba? Me giré y busqué una silla donde aposentarme mientras ella decidía levantarse. Bostecé.

 

-- Estaba descansando un poco. Hoy hice limpieza -- miré a mi alrededor para comprobar si pasaría una prueba de orden aquel lugar pero decidí que no, que no era una excusa válida. -- En un negocio mío, quiero decir, y estaba agotada. Ya sabes, subir y bajas las escaleras...

 

Hice una seña con los dedos de subir escalones y después de bajarlos con el trasero y volví a reírme de Reena. Pero con buen rollo, que conste.

 

-- ¿Vas a permanecer mucho tiempo en el suelo?

 

Me levanté a recoger un libro que estaba en el suelo y le soplé. Saltó mucho polvo. Era antiguo.

 

-- ¡Huy, mira qué mono que es...! Tiene doraditos. Seguro que es caro. ¿Dónde lo pongo? Bueno, en ese estante servirá, ¿verdad? Así queda recogidito.

 

Formulé un Winwardium y lo hice levitar hacia el estante superior de un armario, colocándolo de lado en precario equilibrio.

 

-- Bueno, en su sitio. ¿Te levantas o qué...?

[Reena Vladimir]

Con la llave escondida y mirando bastante mal a mi tía porque se reía de mi torpeza, pero sin perder de vista al libro.

 

Respiré tranquila cuando vi como mi tía lo colocaba en la estantería superior. Luego volvería a por él, porque no se podía convocar, lo había intentado demasiadas veces. Había pensado en un principio que podía ser cansancio, pero había visto finalmente que la magia se comportaba de forma especial con él.

 

-Si bueno ya me levanto, estaba esperando a que dejase de dolerme el trasero...

 

No sin cierta dificultad y tirando de uno de los peldaños metálicos conseguí levantarme ya que mi tía no parecia querer ayudarme.

 

-Bueno ya que me he levantado... nos vamos a casa o prefieres seguir dormitando en el sofá? Porque si lo prefieres, me voy un rato arriba a leer y cuando despiertes, desayunamos...

 

Me aseguré de que el libro seguía colocado en la estantería, con lo que me había costado encontrarlo y traerlo, perderlo de vista sería una catástrofe, si no estaba dentro del armario seguro.

[Hayame Snape Potter Black]

Un elfo doméstico llegó corriendo a la librería y se detuvo en la puerta tratando de respirar profundo y poder retomar energías para llevar el paquete que se suponía que debía entregar.

Un enorme tazón de galletas con forma de rana, que debían ser entregadas a Sagitas en cuanto la encontrase.

Csézar era un elfo muy viejo y antiguo, sirviendo fielmente y de manera continuada a su señor Esparta hasta que este pasó a mejor vida, dejándole sus cosas a sus dos queridas nietas, Hayame y Sagitas; y aunque el Ministerio era claro en el registro que solo podía pertenecer a una de ellas, la señorita Hayame le había dejado en claro que respetando los deseos de su anterior amo también debía de obedecer si la mujer de cabellos violetas le daba una órden.

Aunque nunca se había cruzado con la famosa payasita del Circo pero no era necesario, podía sentir el cariño de hermanas que brotaba de su nueva ama pelirroja cuando la mencionaba, así como las palabras que de ella surgieran de su amo Esparta y eso le bastaba al elfo para ser feliz.

Se paró sobre las diminutas puntas de sus pies y alzó un puñito, tocando con este y sosteniendo el paquete con las galletas en la otra mano

Que bueno que la magia de elfo le permitía tener aquello de manera que se sintiese ligero!!

-Ama Sagitas!... se encuentra aquí?

Preguntó el elfo en voz alta

[Ashley Peverell]

Una niña rubia llegó corriendo para ver los alrededores e intentar localizar al elfo de su hermana mayor que según le habían dicho que se había ido a colar a una librería por lo que Hayame deseaba que le diese un vistazo y que mantuviera los ojos en este en caso de que el pobre se fuera a perder, después de todo se trataba de una criatura mágica muy anciana y cualquier accidente podía ocurrirle.

La jovencita abrió las puertas y se permitió ingresar en el sitio aunque comenzó a toser en cuanto traspasó la entrada.

Hayame no exageraba: era por demás evidente que aquellos sitios estaban casi abandonados, si acaso mostrando una poca de vida o recuerdos de esta en las esquinas o por los rastros en el suelo que indicaban que al menos hacia poco alguien había ido a visitar el negocio.

Se dió una vuelta en el mismo punto con la boca levemente abierta.

[Hayame Snape Potter Black]

Czésar dió un gran salto al escuchar la puerta abrirse y se sorprendió al ver a la pequeña hermana de su ama que ahora ingresaba en la librería como si se hubiera perdido o equivocado al entrar; especialmente por la manera en que ahora formaba una O gigante con la boca al girarse de una manera que al elfo se le figuraba que se terminaría mareando y por lo tanto daría con el bote en el piso, ensuciándose ese bonito vestido rosado que seguro costaría lavar mucho.

El anciano carraspeó un poco, solo había visto la pintura de la niña pero bueno...

-Ama Ashley, es un... gusto y un algo extraño el verla de nuevo en carne y huesos- el elfo cerró los ojos algo divertido mientras dejaba salir una risita cascada que reflejaba los años que este poseía dentro suyo- el ama hayame no me avisó de que vendría, de haberlo sabido me hubiera preparado mejor

Aseguró

-Es todo un honor y un privilegio por mirarla y saber que ha llegado bien de regreso al viejo Ottery -se inclinó profusamente a modo de respeto por la chiquilla

[Ashley Peverell]

La pequeña pero aún así hermosa hechicera se detuvo en sus contemplaciones de la librería y se volvió para dirigirle primero una mirada de precaución y dudas al elfo para después inclinarse hacia delante dejando caer sus dorados caireles hacia delante al tiempo que se tomaba los bordes del vestido y por lo demás terminaba por hacer una reverencia que esperaba bonita y elegante, estirando un pie por delante y las faldas hacia los lados.

-Es un honor poder conocerlo de frente y no a través de una pintura

Dijo la jovencita sin levantar la cabeza como si con ello pudiese mostrar el debido respeto a sus mayores.

-Mi nombre es Ashley y es un verdadero placer, señor Czésar

Añadió esta hasta que terminó por volverse a parar y junto las manos por delante para sonreír con gracia y luminosidad al pequeño ser que probablemente ahora la veía encantado por la luz que la niña cual sol despedía alrededor de su cabeza. Su aura angelical era reconocida y le gustaba explotarla al máximo.

[Hayame Snape Potter Black]

El elfo doméstico parecía en verdad sorprendido por la actitud que tenía la niña pero al mismo tiempo le daba un aire encantador ya que hacía demasiado tiempo desde que viese aquel tipo de costumbres que por lo general se perdían entre las familias mágicas sobre todo al educar a las nuevas generaciones que si bien desconocían la educación de antes tampoco era como si deseasen aprenderla del todo lo que le daba un trabajo bastante duro a los elfos como él que intentaban mantener algo del pasado entre sus familias; su mirada era afable y cariñosa y al tiempo que la pequeña se enderezaba para verle a los ojos finalmente el ser mágico se inclinaba hasta llegar casi con la nariz al suelo tal cuál y era la costumbre de los de su especie aunque sabía que su ama Hayame no le exigía tanto como solian hacerlo otras familias tenebrosas a sus miembros

Pero con la vampiro de cabellos de fuego siempre era diferente y el elfo se sentía agradecido que su antiguo amo Esparta hubiera tenido a bien el heredarlo a la chiquilla con la que en verdad se sentía bastante cómodo, aunque no había termindo de conocer al resto de sus hermanas que le parecían de lo más curiosas con sus actitudes.

-Es todo un placer conocerla, señorita Ashley, al fin -repitió aquel elfo juntando las manos en su espalda- hay algún motivo por el cuál haya venido usted a esta librería? yo estoy buscando a la ama Sagitas...

[Ashley Peverell]

-¡Oh! ¡Sagitas!

Repitió la rubia con sorpresa al tiempo que entrelazaba las manos por delante con una expresión que denotaba el interés y la atención que ahora ponía la chica de cabellos de sol. Y es que había escuchado mucho sobre esa bruja en especial por parte de su hermana pelirroja y sabía que la admiraba muchísimo aunque ella nunca había tenido oportunidad de conocerla antes por lo que cierta parte de sí se removía con absoluta curiosidad.

Se llevó un dedo a los labios y clavó sus preciosos ojos en el elfo como si todas las respuestas pudieran venirle sencillamente de mente a mente aunque el solo hecho de pensarlo la hizo sonreír.

Un poder así sería maravilloso.

-Señor elfo ¿podría acompañarle a buscar a la señora Sagitas entonces?

Preguntó la niña con gran entusiasmo, alzando las manos para juntar la yema de sus dedos.

-¡Sería una gran oportunidad para conocerla en persona!