►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)

[Lisa Weasley Delacour]

- Cálmate, he sido cuidadosa y sabes tan bien como yo que necesitamos más presencia en Ottery y el Diagon, los mortifagos se creen dueños de la tierra y no hay derecho… - Su empujón basto para moverme del sitio, pero tan solo un par de centímetros. La mire, era evidente que estaba preocupada por mí, ella como yo cuidábamos de la otra como si de un tesoros se tratase – Luego t compenso.

La rapidez y la estrategia eran lo único que me podían salvar en situaciones tan complicadas como aquella, a fin de cuentas Mei habia sido quien me habia enseñado eso de no subestimar a tu rival. No podía dejarme vencer por aquellos magos con ínfulas de poder, que solo tenían en mente destruir la vida. ¿Acaso no veían que si mataban a toda la humanidad sería imposible seguir con la estirpe de magia que tantos siglos habíamos cuidado y protegido? Al parecer era obvio que no

Ingrese a los terrenos, bastante bien cuidados y apunte con decisión para iniciar con las defensas – Morphos – Dije para hacer que la mesa de la esquina, aquella que parecía estar perfecta para disfrutar de los desayunos al sol, que media un metro de alto por dos de ancho, mutase y se transformase en una pantera negra de igual tamaño y a mis órdenes.

El felino era ágil, veloz y con fuerza. Poseía grandes garras y afilados colmillos capaces de arrancar un brazo o una pierna a todo el que se metiese con mi persona. Se situó a cinco metros de mí y me cuidaría de todo lo que se me enviase que fuese dañino. No se interpondría entre lo que yo lanzase, con lo cual siempre tendría una visión perfecta para actuar como me diese la gana.

- Morphos – Esta vez mi efecto fue hacia una piedrecita del camino, la cual se convirtió en una viuda negra, una araña con una ponzoña tan mortal que el mago infectado con ella tendría que usar rápido sus neurosis si quería seguir vivo e ileso. Se perdió por el césped y sabía bien que estaría lista para cuando yo se lo mandase, pues como la pantera estaba a mis completas órdenes.

[Rory Despard]

Entretenida en la serie muggle de media tarde a la que era aficionada, me encontraba estirada en mitad del salón del Castillo Evans, como abstraída de la realidad. P-ko de cuando en cuando, insistía con la idea de que debía volver a buscar un trabajo en el MM o involucrarme en algún negocio en Diagon, pero sus consejos caían en saco roto. No tenía muchas ganas de nada, excepto quizá, los asuntos que tuvieran que ver con mortífagos.

 

- Mientras nos quede dinero para mantenernos, no pienso ponerme a trabajar. Aparte el MM está plagado de ellos, lo sabes bien, conoces de lo que ocurrió en el atrio la última vez.

 

La elfina quizó esbozar una réplica a aquellas palabras, pero la aparición de un patronus de león justo delante de las dos la dejó sin oportunidad. Un patronus era una prueba inconfundible de que una situación de batalla se estaba dando o se daría así que poniéndome de pie, y pese a los reclamos de P.ko acerca de que me pusiera algo de abrigo encima del vestido de lino crudo que traía, únicamente me limité a coger la varita, proteger con una luz potente mi rostro, de modo que nadie pudiera reconocerme y sin más desaparecí hacia donde nos indicaban: El Castillo Crowley.

 

Aparecí a unas cuadras, justo del lado oriental de la calle Ottery. El frio que sentía en los pies desnudos que tocaban el suelo, se contrastaba con el calor que me producía la adrenalina de la batalla que pronto se daría. La calle lucía desierta, por lo que no me preocupó tener la varita en ristre y con ella avanzar justo hasta la verja, donde me coloqué al lado de mis dos compañeras que ya se encontraban en el lugar.

 

- Quien diría que estaría aquí por estas razones-murmuré recordando el tiempo breve que había vivido en esa casa - ¿todo listo?

[Mei Black Delacour]

Observó desde ese lugar el castillo y rápidamente se le vino un pensamiento a la mente: exageración. Aún no lograba entender por qué las familias se creían más poderosas a medida que más grandes eran sus terrenos y los castillos que tenían, creían tener mayor grandeza, aunque lo que solían tener en demasía era las ínfulas de poder. Negó con la cabeza y comenzó a avanzar, dirigiéndose a las verjas de entrada, las cuales abrió con un simple movimiento de su varita.

 

–Estén atentas por cualquier cosa, – les dijo a medida que avanzaban por el jardín delantero, para detenerse en el medio de éste – nunca se sabe cuándo aparecerán. Y suelen aparecer en manada – agregó, poniendo los ojos en blanco.

 

Soltó un leve suspiro y sin más, se decidió a comenzar a pre calentar un poco.

 

–Ardius Morphos – susurró, apuntando en dirección a Lisa. Inmediatamente las ropas que ésta tenía se transformaron en piel de dragón que, gracias a lo fuerte que era el material, sería imposible que le diera algún rayo que le enviaran, todos serían repelidos sin problema alguno – Morphos – volvió a decir, haciendo que el vestido de lino de Bel se transformara también en piel de dragón, disponiendo de esa forma de una defensa casi impenetrable – Piertotum Locomotor – dijo por último, logrando que la estatua de Mathias Crowley junto a dos de los hijos que se hallaban a los lados cobraran vida y quedaran totalmente bajo su control – por el momento protéjanme – les dijo, por lo que los tres se colocaron en puntos estratégicos: a su espalda uno de ellos y los otros dos a derecha e izquierda.

[Lisa Weasley Delacour]

Agradecí con una ligera reverencia la defensa que mi mejor amiga me habia puesto. Sonreí gratamente al ver como los mortifagos nuevamente reiteraban la cobardía que sentían al notar el gran poder de la luz. Si no entraban doscientos y la madre, con tres líderes de por medio no hacían acto de presencia, aquello ya era hasta patético. Mire de reojo los terrenos de la Crowley, en silencio, vacíos y una sensación extraña me ataco; nunca jamás quisiera ver la Delacour así, sin vida, perdida entre los escombros de la sociedad que aquellos magos tenebrosos querían crear.

- Nos vemos, tú y yo tenemos una conversación pendiente, luego te busco.

Y sin más, me encamine hacia la salida, con pasos lentos y tranquilos. ¿Para qué apresurase? No iban a aparecer, le tenían miedo a la muerte, cuando eran ellos los que creían que la dominaban. Traspase la verja y ya estaba, nuevamente, a cincuenta metros de esta, allí en las callejuelas de Ottery, donde los conjuros anti aparición dejaban de hacer efecto, gire sobre mis talones y envuelta en una estela blanca, desaparecí en dirección a un lugar más ameno, probablemente The hunters. Ya no quedaba rasto de mi allí. Sana e ilesa y con ganas de mas,

[Rory Despard]

<<Piel de dragón, increíble>>

 

Nos encontrábamos ya en el interior de la residencia, pero parecía que nadie se atrevía a salir, ni los propietarios ni mucho menos los mortífagos que en realidad era por los cuales habíamos venido. De mi temporada en la Crowley no tenía demasiados buenos recuerdos, pues la oscuridad que parecía dominar a cada uno de sus habitantes había sido el más claro impedimento para poder integrarme a la familia.

 

No estaba segura de hacer un segundo hechizo, sentía que podía ser por las puras, pues ellos seguían sin aparecer. Solo unos pocos greenmans asomaban nerviosos entre los tulipanes y las amapolas.

 

- ¿Entonces los mortífagos no se presentarán? Creí que por lo menos algo de valor les quedaba, pero al parecer la férrea creencia con que defienden sus ideales solo es pura pose.

 

El sol todavía brillaba en el horizonte, haciendo que las paredes del castillo se iluminaran tenuemente.

 

- Que lindo sería si la luz pudiera iluminar el alma de los habitantes de esta casa de la misma forma que el sol lo hace con las paredes de su morada...

 

 

[Mei Black Delacour]

–¿Una conversación pendiente? – alcanzó a decir, pero ya era tarde, Lisa se dirigía a la salida y dudaba que la hubiese escuchado. Internamente se preguntaba de qué se estaría refiriendo, a fin de cuentas no tenía real idea de lo que se trataba.

 

Soltó un largo suspiro. Los mortífagos no se habían presentado, cosa que le molestaba en gran medida. Las batallas eran su pasión, prácticamente que vivía a través de ellas, pero últimamente todo había cambiado tan rotundamente que no era lo mismo. Ahora sentía que le faltaba aquello que tiempo atrás la había caracterizado durante tanto tiempo. Levantó la cabeza, miró de un lado al otro, resignándose a que no irían aquella vez.

 

–No lo creo, últimamente solo se van en palabras, pero nunca hacen lo que realmente dicen hacer – le respondió a Bel mientras se encogía de hombros –. Será mejor que nos vayamos.

[Rory Despard]

- Quizá sea que como en todo, como eran en los tiempos de Voldemort, y hasta hoy, mientras no tengan la absoluta convicción de que tienen el poder suficiente para avasallar, prefieren ocultarse en las sombras a las que están acostumbrados.

 

Mi mente evocó al famoso Peter Pettigrew, quien durante años atenazado por la cobardía había preferido vivir como una rata, o a los propios Malfoy, que si por algo habían sido conocidos antes y ahora, era por lo convenidos que eran, comodines que antes ideales solo buscaban en cada situación sacar el mayor rédito posible.

 

- Y al parecer los Crowley como familia tenebrosa no pueden ser distintos...

 

Agradecí a mi líder por la oportunidad pero comprendí que no había mas nada por hacer. Una de mis compañeras ya se había retirado y pronto yo hice lo mismo. Dejé atrás los cuidados jardines, y con paso sigiloso salí por el mismo camino por donde había entrado. Afuera, la calle lucía igual de desierta que al comienzo. No había curiosos por las calles (por suerte) que pudieran suponer un incordio.

 

Crucé la calle, y cerrando los ojos fijé mi pensamiento en la residencia Evans. Un suave movimiento de varita y desaparecí rumbo a mi Castillo, de nuevo a la quietud de mi hogar.

 

 

[Mei Black Delacour]

–Puede que tengas razón – coincidió a las palabras que le dedicaba Bel.

 

Otro largo suspiro se escapó de sus labios. Era inútil intentar algo últimamente al parecer. Observó a Bel dirigirse a la salida y esperó hasta que quedó totalmente sola. Dirigió la mirada hacia las estatuas que estaban bajo su control, una a una se encaminó hasta el lugar donde les correspondía, aquel de donde las había sacado y para cuando estuvieron en su posición original, quedaron totalmente inmóviles.

 

Sin más, giró sobre sus propios talones y comenzó a dirigirse a la salida de los terrenos. Caminó tranquilamente, tenía un compromiso que atender, aunque realmente no estaba muy alegre con ello, mientras más lo retrasara, mejor para ella. Para cuando salió de los terrenos, siguió caminando hasta alejarse unos cincuenta metros y para cuando estuvo segura de que nada le impediría irse, giró sobre sí misma y desapareció del lugar, yendo a su nuevo destino.

 

Ya no había nada que hacer allí.

[Isabella Hawthorne R.]

Isy con Fokker en la Sala.

 

La bruja se dejó guiar por el mago hasta el salón, el Castillo no había cambiado mucho desde que lo había abandonado hace unos años atrás. La rubia pudo sentir una sensación cálida dentro de su interior, tan placentera que era casi imposible de explicar. Un escalofrió la hizo estremecer, todos los recuerdos que se le venían a la mente en ese momento la hacían poner un poco incómoda.

 

Detrás de las consistentes paredones del Castillo Crowley se escuchaban tenues relámpagos que hacían de su encuentro un poco menos reconfortante. El mago le hizo un gesto para que tomara asiento en uno de los sillones, la Atikins aceptó mientras su fría mirada se encontraba con la de su padre. – ¿Qué te hace pensar que no le he hecho preguntas? Claro que se las hice. Y yo no lo encontré, el destino nos unió.

 

La rubia trataba de mantener la calma y no echarse a llorar ahí mismo, pero le costaba demasiado trabajo hablar con el nudo en la garganta que se le había formado. Odiaba las mentiras, pero entendía a su padre, ella no tenía ni una queja sobre cómo la había criado, siempre se sintió la más consentida y mimada a pesar de ser adoptada. Al recordar toda su infancia con el hombre que estaba sentado en frente de ella sus ojos se cristalizaron pero pestañeó para que sus lágrimas no se cayeran.

 

–Claro, ahora pones esa excusa, la verdad es que si te hubieses querido acercar a mí lo hubieras hecho sin importar cuan feliz estuviera en ese momento–. Los reproches de la rubia iban adquiriendo un toque más agresivo, no quería llorar en frente de nadie, pensaba que eso iba a hacer que quede en ridículo. Le dirigió una mirada penétrate a Fokker mientras este trataba de contestarle.

[Ada Camille Dumbledore]

La verdad estaba muy feliz, tener de regreso a mi hijo en casa era algo lógicamente emocionante. Le tome la mano antes de cualquier cosa y lo guie por él castillo hasta la parte del jardín, le ofreci asiento en una mesita y con un ademant de mi mano le indique a mi elfina que nos trajera el te.

 

- no pasa nada fuera de lo común cariño, solo que bueno es mas lindo estar aqui en el jardín. Pero dime hijo por donde has viajado?

 

Solte tranquila, era algo bueno poder charlar con mi hijo agradablemente después de un largo tiempo