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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Felicity contempló las inmediaciones de la familia Malfoy con el ceño arrugado. Se sentía extraña, pues era la primera vez que pisaba aquellos terrenos en son de paz. En el pasado, la visitó incontables veces junto a los miembros de la Orden del Fénix, y muchas de aquellas veces había acabado indagando en el despacho del mismísimo ministro de magia en busca de pruebas que lo catalogaran como un miembro de la Marca Tenebrosa, obviamente, sin resultado alguno. Una sonrisa maliciosa se formó en sus pulposos labios solo de recordar aquello. En la actualidad, el tatuaje de la conocida serpiente enroscada en una calavera, había sido tatuado en su antebrazo mediante magia negra.

 

Ottery se encontraba sumida en un profundo sueño y tan solo el sonido de grillos deambulando por los jardines rompían el profundo silencio de la noche.

 

-Me alegra verte de una pieza. Y espero que sigas así por mucho tiempo - comentó Alexander y Felicity, al escucharlo, enarcó una ceja, mostrando una falsa ironía pues sonreía para sus adentros.

 

-Aparecerme con un Malfoy, no es de las peores cosas que he hecho, te lo aseguro. - Se deshizo de él y empezó a caminar.

 

La sonrisa que intentaba ocultar, pronto salió a flote, pero la enmascaró aprovechando que pasaba bajo el umbral de la puerta principal, evitando así que el Malfoy se percatara de ella. Además, pudo darse cuenta de que , este, estaba más entretenido examinándola de arriba abajo. Apoyó una mano en la cadera y, divertida, se encaró al mago.

 

-¿Ya me has aprobado? - y para sus adentros añadió " aunque ya sé por qué mi prima se fijó en ti" mordiéndose el labio inferior; ella lo había aprobado desde el primer momento.

 

Bastó una mirada para que el Malfoy entendiera que quería ir a alguna habitación para sentarse y poder hablar con tranquilidad del asunto. Ya se encontraba mucho más calmada y, aunque la idea de ser una Malfoy le chocara, si de algo le habían servido las batallas vividas, había sido para aprender a afrontar todo miedo de frente. Alexander le indicó las escaleras ante lo que dudó, y al ofrecerle el salón no tardó ni un segundo en asentir con la cabeza. No hizo falta que le indicara donde se encontraba, pues conocía la mansión de memoria, aunque no sus secretos. Una vez entró en este la calidez de un ferviente fuego ardiendo en la chimenea que encabezaba la habitación la envolvió, otorgándole calor. Señaló las dos butacas junto al fuego y fue directa al que se encontraba más cerca tomando confianza, tomó asiento y cruzó las piernas. Se mostraba tranquila, pero los nervios le carcomían por dentro y tenía que hacer esfuerzos para evitar tamborilear los dedos contra los brazos del sillón repetidas veces. El verde predominaba en el salón y le hacía recordar a los tiempos de Hogwarts, en concreto, a la casa de Salazar Slytherin.

 

-Entonces...¿tu crees que yo... - empezó a decir y clavó su mirada de un azul profundo en la de él, tan igual a la suya que parecía estar mirándose a sí misma - podría ser una Malfoy? no son secreto mis orígenes "pelirrojos" y menos aun los ideales que me han acompañado hasta hará contados meses. Todo ello, vino de familia ¿cómo es posible? - buscó con la mirada el diario oculto entre las ropas del mago, invitándolo a sacarlo de nuevo, y negó con la cabeza - ¿dónde lo encontraste? quizás pueda averiguar si ese tal Adam fuera mi padre pero necesito empezar por alguna pista sólida.

 

Desvió la mirada hacía las patas en forma de serpiente de la mesa de cristal que la separaba de Alexander, tenerla tanto tiempo fija en el Malfoy la incomodaba.

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  • 2 semanas más tarde...

Sonreí ante sus palabras. ¿Si la había aprobado ya? Por supuesto que sí, y desde un primer momento, aunque cualquier mago lo habría hecho nada más posar la mirada sobre su esbelta figura. Con un gesto la volví a invitar a pasar a la gigantesca sala de la Mansión, aunque era plenamente consciente de que Felicity conocía los entresijos de nuestro hogar casi mejor que cualquier Malfoy. O mejor dicho, los conocía tan bien como la Malfoy que era, puesto que aunque ella guardaba dudas y recelo hacia mis intenciones, en el fondo sabía que tenía razón.

 

Nos sentamos junto a un cálido fuego que impregnaba de calor a cada rincón de la sala. La sonrisa se desvaneció de mi rostro durante unos instantes al palpar los pliegues de mi ropa y no apreciar la cubierta de Compone fabula, pero al cabo de un par de segundos lo volví a sentir ahí y me sentí extrañamente aliviado, quizás de una manera un tanto exagerada. Me preocupaba muchísimo aquel libro, casi más que cualquier cosa, ¿pero por qué? Se me ocurrían un par de ideas, quizás un tanto alocadas y fuera de lugar, pero que si uno conocía su procedencia y las manos que habían pasado por él... Podrían encajar perfectamente. la magia oscura, cuando entraba en juego la manipulación del alma, podía tornarse mucho más peligrosa de lo que ya era.

 

Suspiré aliviado y volver a posar la mirada sobre Felicity, observándola de nuevo de arriba abajo hasta clavar mi gélida mirada azul sobre la suya, rebosante de electricidad y viveza a un nivel del que pocas brujas podían presumir.

 

¿Quieres una prueba que haga honor a tu verdadero linaje? –le pregunté, aunque en realidad la respuesta estaba en mis propias manos. O en el cuaderno que reposaba en mis bolsillos–. Tú la tienes en tu interior. Has llorado, has descargado tu rabia ciega contra mí. ¿Qué crees que harías si un "detestable" Malfoy se presenta en tu casa, y te cuenta una sarta de mentiras? ¿Le creerías? No. ¿Accederías a acompañarle hasta aquí, la Mansión Malfoy, sin ningún pero, ningún reparo? Tampoco. Tú misma sabes qué es lo que se oculta tras lo escrito en esas hojas, y no es otra cosa que la verdad. En el fondo, siempre lo supiste. ¿Dónde estaba tu padre para cuidarte, protegerte? Lejos. Ahí tienes tu respuesta. El primer por qué que te ha llevado hasta tan lejos, al lugar que siempre has visitado en actitud hostil, pero que ahora tus ojos inocentes podrán ver como un verdadero hogar.

 

Mis palabras caían sobre su razón como una losa pesada e inquebrantable, una detrás de otra, creando de sus posibles réplicas una tumba de la que difícilmente podría salir una respuesta admitible. No había lugar para el rechazo, ni para hacer borrón y cuenta nueva. Lo único que le esperaba a ella era aceptar algo a lo que debía enfrentarse, y salir airosa de aquel encuentro. No era fácil, pero en su corazón de Weasley se ocultaba la oscuridad propia de un Malfoy, en profundo contraste con los destellos de luz emanados por su mirada.

 

Me levanté y comencé a recorrer la habitación, dando pequeñas vueltas en torno al fuego crepitante. Ahora ya no la miraba, aunque mi oído podía detectar cualquier movimiento, por muy leve que fuera, y sabía que aún permanecía ahí, sentada, escuchando todo lo que pudiese decirle. La había traído hasta aquel asiento, y capaz sería de protegerla de las burlas o maldiciones de los que ahora eran sus primos, tíos o sobrinos. Nunca era fácil encajar en una nueva familia, y no siempre se era bienvenida. No al menos en un principio.

 

Caminé más, a paso lento, y me acerqué hasta ella hasta situarme a su espalda. Acaricié su cuello con la superficie de mi dedo índice, recorriéndolo desde la base hasta un poco por debajo del lóbulo de su oreja izquierda, subiendo y bajando varias veces por su piel.

 

No intentes resistirte, Felicity. Yo te tiendo la mano, y te invito a ser una más. A protegerte de quienes te quieran *****. Al fin y al cabo, podemos llegar a aprender mucho el uno del otro... –retiré entonces la mano y me separé de ella–. Aunque tampoco puedo obligarte. Sé que hay mucho a lo que tienes que atender fuera de estas paredes, y supongo que te interesa poco todo lo que pueda haber dentro de ellas. ¿No es cierto? Puede que ellas no tengan ojos, ni oídos, pero un Malfoy puede escuchar incluso lo que los labios no dicen.

 

Un Malfoy podía leer los labios que no hablaban, y ver la verdad a través de las mentiras... Pero un Malfoy nunca rogaba. Nunca.

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- Ama, será mejor que se vaya a su habitación o al salón, sabe que a su tío no le gusta que se retrase alguien a la hora de la cena – se escuchó decir a Hamilton con la poca paciencia marcada en cada sílaba, conteniendo al máximo su molestia pues al ser una Malfoy a quién se dirigía debía tener cuidado –. Es igual a su madre…- susurró apenas, pero más tardó en recomponer el gesto de disgusto que en tener un dedo acusador entre sus grandes ojos.

 

- Escúchame bien, alimaña, no quiero volverte a escuchar decir algo, lo que sea, sobre mi madre o te juro que lo amable que soy contigo pasará a ser historia – susurró Gyvraine con los ojos entornados y fijos en el elfo que dio un paso atrás e hizo una reverencia, poco convincente para la bruja que lo conocía a la perfección -. Es mi madre… después de todo – terminó levantándose de la silla que ocupaba en el comedor de la mansión -. De todas formas ya me iba – terminó yendo hasta la puerta de entrada y se detuvo a tan solo un paso.

 

Desde el momento en que había llegado a la Mansión Malfoy hacía tantos años y a una corta edad su tío le había inculcado ante todo el seguir las reglas de la familia, nada era más importante que la familia, por eso estaba ahí después de tanto tiempo. Soltó un suspiro de frustración al sentirse tan atada por su formación, sus propios ideales y su pasado que se tomó todo un segundo que permaneció inmóvil para sopesar aquel gran peso.

 

- ¿Quién está en la mansión? – preguntó Gyvraine, con una mano en la puerta, dispuesta a salir de ahí, pero con toda intensión de esquivar a todo habitante. Aunque siempre había la posibilidad de encontrar en el vestíbulo a alguna de sus primas que llegaba de una loca noche de copas, como la última vez que había visto a Afrodita y el simple recuerdo le tensó cada nervio del cuerpo, sin explicarse del todo el por qué ocurría aquello cada que se encontraba con alguno de los Malfoy con los que había crecido o, en la mayoría de los casos, la había crecer.

 

- A esta hora casi todos están en su habitación, pero hay un par en el salón, ama – aquella última frase obligó a la Mago Oscuro a salir de sus recuerdos, pues Hamilton había pronunciado con especial énfasis el número de personas -. Es una reunión con una nueva integrante – continuó el elfo con su explicación al notar que la Malfoy había girado y entornaba los ojos interesada -, pero puede ir a la biblioteca si es que le molestan los nuevos, ama – sugirió el sirviente conociendo perfectamente los sentimientos de Gyvraine con respecto a los recién llegados.

 

- Estaré en la sala de juegos, tráeme por favor un café – dijo distraída, al tiempo que salía del comedor, con la duda en la mirada, pues imágenes inconexas pasaban en un remolino por su mente acompañadas de una voz conocida que solo había escuchado a través de una luz en medio de una batalla -. Después averiguaré quién es el nuevo integrante, después de todo seremos familia, ¿no? – concluyó, saliendo con paso firme hasta el salón de banquetes para no interrumpir la reunión en el salón principal.

 

Justo en el momento en que su mano dejó el pomo de la puerta del salón de juegos al cerrar tras de sí, una voz al otro lado de la puerta corrediza al salón le hizo quedar inmóvil, la reconocía de algún lugar. Sacudió la cabeza, reprendiéndose a sí misma de escuchar una conversación ajena y antes de que pudiera tener una oportunidad más para intentar saber qué se hablaba en el salón, Hamilton ya la esperaba con una taza de café sobre la mesa.

 

- Gracias, ahora vete, quiero leer en paz – dijo agitando una mano y yendo hasta un amplio sillón, al tiempo que hacía aparecer un libro entre sus manos.

 

- La biblioteca es para leer y el salón de juegos para… - la frase del elfo quedó en el aire, pues la fulminante mirada de Gyvraine le hizo desaparecer en medio del característico sonido de desaparición. Con tal de hacer rabiar a Hamilton la Malfoy había elegido ese lugar para tratar de conciliar el sueño o mejor aún, disipar una duda que le carcomía por dentro y al parecer la respuesta estaba tan solo atravesando las puertas corredizas del salón.

We're always one...

.::Familia Malfoy::. ||Vacaciones Administrativas (?)||.:Familia Triviani:.

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  • 2 semanas más tarde...

Felicity permaneció estática mientras Alexander hablaba. Las palabras de este, se asemejaban a afiladas dagas clavándose en su cuerpo, pero se sentían reales, y ella lo sabía. Suspiró varias veces, y negó con la cabeza el doble de veces más. Deseaba que aquello fuera una pesadilla aunque a medida que las horas pasaban marcadas por un sonoro "tic tac" de pared, más se habituaba a la situación. Se revolvió en el asiento, incómoda y desvió la mirada al fuego; la mirada del Malfoy la amedrentaba.

 

-Nunca podría ver esta mansión como un hogar...- empezó a decir, afligida - incluso "vosotros" jamás me veréis como una Malfoy aunque... ahora todo empieza a tener sentido. Llevaba tiempo perdida, sintiéndome vacía, por ello cambié de ideologías pero había un fondo, un motivo más allá que yo misma desconocía, y es que por mis venas corre la sangre de un mago tenebroso y eso es un hecho innegable.

 

Volvió a posar la mirada sobre Alexander y se echó hacia delante, apoyando la barbilla sobre las manos cuyos codos mantuvo sobre las rodillas.

Sin percatarse, había pronunciado las últimas palabras no solo más altas, sino con un orgullo notable. En realidad, aquello no eran tan malo Después de todo, ¿adónde iba a ir? su abuela la había expulsado de la mansión Weasley y ya no era vista como una persona grata entre la mayoría de miembros de esta. ¿Qué perdía, entonces, aceptando lo que el destino le estaba ofreciendo? más bien, ganaba, y no solo una nueva familia, sino una familia que seguía las mismas que Lord Voldemort.

 

Alexander se levantó y ella siguió los movimientos de este con la mirada, aun sumisa en pensamientos. Volvió a apoyar la espalda contra el respaldo del sillón y suspiró nuevamente.

 

-Tienes razón Malfoy. Me frustra que la tengas, pero la tienes.

 

Lo perdió de vista y de pronto lo sintió tras el asiento, tras ella... notó un dedo de él recorrer su cuello con suavidad y un escalofrío le recorrió la espina dorsal, poniéndole la piel de gallina. Para su propia sorpresa, aquel gesto la relajó y se dejó llevar por este. Por ello, cuando Alexander paró lo lamentó para sus adentros. Se puso en pie, bordeó la silla y se situó ante él, tendiéndole una blanca aunque fuerte mano.

 

- Entonces muéstrame la familia... ¿primo? - probó, indecisa, quizás fuera un tío o, lo que era peor, un sobrino. No era extraño en Ottery tener la misma edad que el hermano de un padre, o el hijo de una hermana - pero antes quiero preguntarte algo ¿dónde está "él"? - preguntó, refiriéndose a Adam Malfoy - a juzgar por lo que escribió en el cuaderno, fue expulsado de la familia ¿nunca más ha vuelto? ¿tu lo conocías? Ese cuaderno parece...especial, cuando lo he leído he sentido una fuerza extraña emanar de él ¿por qué lo tienes tu? - quiso saber.

 

Unas voces tras la puerta callaron sus palabras.

Editado por Felicity

Mortífaga retirada
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Era de noche, Galery sólo podía distinguir figuras oscuras y sombras, estaba en el jardín los podía percibir por el aroma de las rosas, habia fuentes y probablemente un lago, los olores eran simplemente deliciosos. Koin tomo timidamente la mano de Galery y esta lo acepto sin dudarlo, estaba cansada por el viaje y definitivamente moría de sueño, conforme avanzaba la inmensa sombra oscura se hacía cada vez más imponente, estaba frente a la casa de su madre -- mamá -- susurro y tocó a la puerta.

 

 

Repaso uno a uno los últimos eventos del día, entre ellos el infortunado accidente del cochero que la había transportado desde Hungría, Galery era una jovencita muy peculiar, con un rostro angélico y un físico armonioso y delicado, educada y encantadoramente sutil, cualquier persona podría decir que efectivamente, era un ángel; pero detrás de esa encantadora y dulce mirada había un secreto muy bien guardado. Galery no toleraba ser contradecida, detestaba la crítica y sobretodo, tenia un pésimo control de la ira.

 

Galery había indicado al cochero ir por determinado sendero, mas largo pero mucho mas suave al tránsito, se había quedado plácidamente dormida con murmullo constante de los cascos de los thestralls, el aroma de la vegetación calmaba el dolor de cabeza que la agobiaba casi desde la partida de su castillo en Hungría, calculando despertar justo en el punto donde cierta historia contada por una nana, decía que alguien sabía el paradero de la relíquia que buscaba sin embargo, el cochero exausto al verle dormir tan profundamente, había tomado la ruta corta.

 

Los intensos ojos de Galery se abrieron justamente cuando el último rayo del sol se perdió en el horizonte, inmediatamente comprendió que había sido desobedecida; un calor incontrolable nació en su vientre y se extendió por sus extremidades, no lo meditó no lo dudo sólo lo ejecutó, guiada su mano cual guadaña levantó la varita de ciprés y murmuró -- avada kedavra -- el cochero cayó pesadamente y los thestralls detuvieron su marcha, la muchacha bajo de la cabina, tomó la pesada maleta y empezó a caminar, sin remordimiento y sin siquiera mirar el grotesco gesto de su cochero de años. Ottery estaba cerca sin embargo una pertinaz lluvia empezó a caer mientras la delicada figura se perdía entre la oscuridad del camino.

 

Por fin un elfo atendió a su llamada - Buenas noches, soy Galery Grindewald Malfoy, vengo desde muy lejos a buscar a mi madre, Monica -- fue hasta entonces que su sangre comenzó a correr mas rápido de lo normal, solo recordaba de ella sus inigualables ojos verdes y su hermosisimo cabello.

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¿Que dónde está él? –repetí su pregunta mientras contemplaba el crepitar del fuego, apoyando mi brazo sobre la repisa de la chimenea. Durante un instante me quedé absorto en mis propios pensamientos, con la mirada perdida en algún punto de las brasas como si entre ellas hubiese algo que pudiese esclarecer todo aquel misterio–. No está aquí, ni en ningún punto de Ottery. Allá donde querrías encontrarlo, sólo alcanzarás a apreciar su ausencia.

 

Me giré sobre mis tobillos y caminé en dirección hacia Felicity a paso lento, pero aún así escuchando el retumbar de mis botas contra el pulido suelo de la Mansión. Una vez la tuve lo suficientemente cerca sentí cómo mi expresión se ensombrecía todavía más, consciente de que tendría que darle una mala noticia más antes de invitarla a descubrir los rincones de su nuevo hogar.

 

Adam está muerto. En el árbol genealógico hay un tal Adam Malfoy, el único, y su rostro está borrado. Alguien quemó su cara del tapiz, pero dadas las circunstancias, no es muy difícil descubrir por qué... –dejé caer, señalándola con la cabeza como si fuera ella misma el motivo de su desaparición. Me senté a su lado, lo suficientemente cerca como para sentir su respiración agitada bombear su pecho–. Pero no te sientas culpable por nada de eso. Aquí todos tenemos un pasado del que no queremos hablar.

 

Posé la mano sobre una de sus piernas, cerca de la rodilla, y la acaricié con suavidad, subiendo poco a poco por ella mientras mi mirada se posaba sobre la suya, sin intención de separarse de ella por mucho que me desafiase. Me acerqué todavía más, con nuestros cuerpos cada vez más cercanos el uno del otro, y entonces comencé a susurrar, absorbido por la oscuridad de la sala en aquella noche otoñal:

 

Te enseñaré todo lo que quieras saber.

 

Pero fue en ese preciso instante cuando un ruido a nuestras espaldas interrumpió la conversación. Giré el cuello, contrariado, y vi a Gyvraine caminar hasta un sillón, sentándose en él para leer un libro. No sabía si se había percatado de nuestra presencia, pero haciendo gala de la buena educación digna de un Malfoy la saludé por encima del silencio que ahora enmudecía la estancia entera.

 

Buenas noches, Gyv. Es buena hora para sentarse a leer, ¿verdad?

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El mal sabor de los recuerdos inundaba su paladar como si acabara de morder un ácido limón. Llevaba media hora de pie frente a la verja de acero forjado y parecía no tener intención de moverse de allí durante al menos media hora más. No parecía tener mucha prisa, o quizás le faltaban las fuerzas para poner los pies en una mansión que se había convertido para ella en un dispensario de recuerdos amargos. Aún así era el lugar que la había visto crecer, el hogar en el que se había forjado su carácter y lecho del apellido con el que había logrado hacerse un nombre muchos años atrás. Mónica había madurado con aquella casa y ambas envejecerían juntas, aunque a la primera se le antojara doloroso cada regreso a ella.

 

Dio un paso al frente y el temible y conocido rostro de la verja se dejó ver. Un intercambio de palabras bastó para que el mágico ser, -si es que podía ser llamado de esa manera-, dejara que la bruja se adentrada en los terrenos de la familia no sin luego cerrarse tras su paso. En realidad hubiera bastado con aparecerse dentro de la mansión, eso incluso habría simplificado las cosas, pero entonces no hubiera hecho gala del dramatismo que caracterizaba cada uno de sus regresos. Si algo era simple y lo hacía, entonces ya no sería como siempre había sido. Ya no sería Mónica. Ya no sería Malfoy.

 

Sus pasos la llevaron a través de los terrenos delanteros hasta alcanzar los escalones sobre los que se alzaba la residencia de su familia materna. Los parterres a ambos lados del camino seguían tan bien cuidados como recordaba, al igual que todo en general mostraba un aspecto regio y digno de admirar. Pero a pesar del buen aspecto no fue ese detalle el que llamó la atención de la mortifaga, si no la figura que aguardaba en la puerta en la entrada y cuya identidad ella sabía perfectamente. De hecho había sido aquella visita el motivo por el cual la mujer de rojo cabello había decidido volver al lugar en el que ahora se encontraba.

 

- Los elfos de esta familia no son precisamente corrientes - murmuró en voz baja cuando todavía se encontraba a los pies de los escalones, después de ver la mirada ingrata de Hamilton, el elfo que le había abierto la puerta a Galery-. Los conocerás poco a poco.

 

Galery se había criado lo suficientemente lejos de su madre como para no llegar a conocer nada de la familia de esta más su apellido. A pesar de ello la de más edad no había dejado de vigilar a su hija, enterándose cuando y como llegaría la misma a Londres y del tiempo que tardaría en presentarse a Ottery. El deseo incipiente de abrazarla, de saber que estaba bien y de hacerle mil preguntas le bombeaba el pecho. Sin embargo el ángel caído mantenía un gesto sereno casi calcado en el rostro, como si nada importante para ella estuviera sucediendo. Quizás no era la persona más cariñosa del mundo, ni la más demostrativa, pero no perdía detalle de aquello de lo que le importaba.

 

- Creo que es mejor que pasemos dentro - dijo finalmente, pasando junto al lugar en el que se encontraba Galery y apartando al elfo que aún se encontraba en la puerta-. Ha sido un largo viaje y debes tener hambre, ¿quieres tomar algo?

Editado por Mónica Malfoy Haughton
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El aire fresco de la noche y los aromas en el, la sustrajeron por un minuto del nerviosismo de ver a su madre después de tantos años, la generosa vegetación de los alrededores obsequio un bouquet de esencias otoñales; el elfo que abrió la puerta hizo una pronunciada reverencia y Koin jaló su capa, para advertir de la presencia detrás de ella, estaba oscuro y aún asi logró distinguir el hermoso cabello de su madre, su tono de voz, esa aura mágica Inconfundible, la miro como si realmente lo pudiera hacer, pero sin saber a ciencia cierta como actuar.

 

-- Mamá, que alegría me da estar aquí -- *se acercó y la abrazo tímidamente* nada le había faltado jamás sin embargo y a pesar de haber vivido una Infancia feliz, siempre deseo haber tenido un poco mas de calidez materna, pero Galery ya se había acostumbrado, dulce solo en apariencia, internamente tenía el corazón chapado en hielo, consecuencia o no de ése distanciamiento, ya lo habia superado hacia mucho tiempo, o eso creía ella.

 

-- Supongo que así sera, es una edificación magnífica, me atrevo a decir que casi tanto como el castillo Grindewald, aunque como sabrás poco o casi nada de ello puedo disfrutar; no la verdad es que recien cené, tal vez sólo un poco de té, gracias * se dirigió al elfo* haciendo un esfuerzo por mantener un estado tranquilo, esas criaturas le resultaban repugnantes, toleraba a Drum y a Koin solo por ser obsequios de personas que gozaban de un singular afecto de su parte.

 

La mansión era calida con respecto a temperatura, en lo que se refería a calor de hogar, estaba peor que un glaciar, pasaría mucho tiempo hasta que la joven se acostumbrará a vivir ahí. Sus pasos eran seguros pero lentos, como percibiendo cada objeto, cada sombra y cada vestigio de luz, escucho voces a la distancia y su incomodidad creció, tal vez llegó en un momento poco propicio

 

-- No soy inoportuna o si -- preguntó a su madre.

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Entró a la Mansión con cansancio, hacía mucho tiempo que no venía a su hogar y en ese momento estaba echa una furia; la Atkins se había ido a caminar al Callejón Diagón y ¿qué le pasó?, nada más ni nada menos un ingrato se atropelló con la Ravenclaw y la terminó tirando a un charco de barro, el colmo de los colmos, odiaba a aquellos ingratos humanos que osaban tocarla y ahora se sentía sucia, no por el barro, sino porque ese desconocido se había refregado en ella, lo maldecía a cada paso que daba

 

Fue hasta a su habitación, se duchó y termino poniéndose un vestido color celeste, algo casual, ya que sus planeas habías sido arruinados iba a quedarse en el castillo. Bajó por las escaleras aún molesta y se sorprendió al encontrar a su querida hermana paseando por el hogar junto con su madre; por lo que pudo notar la joven las había ignorado por completo cuando entró debido al enojo. Carraspeó la garganta y se acercó hasta amabas con una media sonrisa en los labios, realmente hacía mucho que no veía a ninguna de las dos y tenía miedo de las reacciones que iba a producir al encontrarse nuevamente ahí.

 

Buenas ¿noches? Uhm.... Madre, hermana, que grata sorpresa verlas nuevamente. —Comentó pero sin hacer ningún movimiento, a pesar de que quiera abrazar a su madre el miedo le estaba ganando en todos los sentidos.— ¿Cómo han estados? Espero no llegar en mal momento. —Acotó por último un poco avergonzada.

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De pequeña mi tío me había separado de mi familia por miedo a que fuera como eran ellos; eran magos y brujas cosa que la religión a la cual respetaba no lo permitía. Hace poco tiempo descubrí que era especial y mi tío con el cual había vivido casi quince años acepto que era una bruja y decidió mandarme para que pudiera controlar mi magia y no herir a nadie accidentalmente.

 

Ya había estado hablado con varias personas que conocían un poco de mi historia y la de la familia a la que pertenecía. En un pequeño pedazo de papel anote como llegar y como era el lugar. Una mañana estando en el hotel decidí preparar mi bolso para buscar la mansión. Ya era de tarde y abandone el hotel en cual me encontraba hospedada para no volver nunca más.

 

Camine tranquilamente por las calles estaba un poco nerviosa por llegar pero a la vez no veía la hora de conocer a mi familia. Iba vestida como siempre; un vestido y en mi cabeza un enorme velo que me cubría y solo dejaba que se me vera la cara. Iba con mi bolso en la mano derecha. Ya casi estaba segura de que estaba cerca por cómo me había descripto que era por fuera.

 

Recordé que me habían dicho que antes de poder pasar primero debía decirle el motivo de la visita a las barreras que formaban un rostro. Esto me asusto solo un poco porque no logre imaginar cómo barreras podían convertirse en una cara y además que hablaba.

 

Cuando llegue al lugar la noche ya se había tornado un poco fría y húmeda. Llegué y me acerque a las verjas para que estas hicieran lo que tenían que hacer y me puse a pensar si había sido el horario indicado para llegar.

 

Observe como de pronto las barreras comenzaron a torcerse hasta que se formó una cara. Pero esta no hablo ni hizo nada solo se abrió y me dejo entrar. Eso me sorprendió puesto que me habían comentado algo completamente distinto.

 

Ya estaba caminando en el jardín pero no logre ver que es lo que había en este porque ya era de noche y la oscuridad podía más que todo. Llegué a donde estaban dos grandes puertas que parecían de roble aunque no logre distinguir bien. Estire la mano y sujete la argolla para tocar la puerta con ella y esperar a que alguien me abriera.

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