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Oclumancia


Aailyah Sauda
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¡Al fin había hablado la arcana...! Y lo que había dicho era predecible. Suspiré, había entendido que el tiempo establecido para aprender la habilidad no sería el que se habría propuesto al inicio y nuevamente tendría que esperar el triple, como en las habilidades anteriores cuando otros magos y brujas cumplían el tiempo reglamentario. Mala suerte. No, pésima suerte el elegir las habilidades, pero no había vuelta atrás.

 

<<Si no hubiera pensado en el hechizo, comencé a pensar, no habría vencido su empeño de 'retirarme' del aprendizaje, arcana>>, esperando que los pensamientos pudieran llegar hasta la bruja mientras seguía sentado en aquella roca, mirando hacia ningún lado. Posé mi cabeza entre mis manos después de verificar el reloj de bolsillo que levaba... sí, había pasado demasiado tiempo aunque quisiera convencerme de lo contrario la arcana.

 

¿No se supone que debía de aprender a bloquear la mente en vez de que la bruja pudiera ingresar sin problemas? Al final ella era la guía, así que esperé a que ingresara a mi mente para que pudiera ver lo que quisiera... total, esa había sido la indicación: dejar que entrara para ver mis pensamientos mientras yo, de alguna forma, tendría que ver las barreras... cualesquieran que fueran.

 

- ¿Acaso es Nathan?

 

Sonreí al ver a un compañero de la Orden, otro más que caía preso en las redes del ateneo de la universidad, esperando poder convivir con el resto de compañeros... y fue cuando se me borró la sonrisa, estaba seguro que me dejarían con los últimos ingresos para la prueba, lo que significaría terminar a su tiempo, no al mío.

 

Mi estómago empezó a rugir con fuerza, llevaba mucho tiempo sin comer a pesar de haber cenado algo en el castillo antes de venir al curso, seguramente no tendría problemas si decido aparecer comida en aquel sitio.

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Aailyah negó con la cabeza sutilmente mientras caminaba alrededor de los alumnos, desparramados a la orilla del río que cruzaba el bosque frondoso que rodeaba su propia morada. Aquel era un espacio de paz, de sabiduría y se suponía que eso era lo que intentaba trasmitir. Las mentes calmadas funcionaban mejor que las mentes alteradas, pero no había que equivocarse: una mente bien preparada, estuviera alterada o calma, funcionaba igual de bien y eso era lo que pretendía enseñar a sus pupilos, si es que eran capaces de comprenderlo.

 

<<Creo que no me has entendido, Ishaya. Pensar en el hechizo no hace que el hechizo funcione. Debes utilizar tu propia voluntad para moldearlo y te darás cuenta que no necesitas palabras para expresar tus intenciones de proteger tu mente>> la Arcana envolvió la mente de Ishaya en una caricia. El hombre seguía siendo voluble y distraído, eso lo haría una presa fácil para cualquier legeremante que tuviera un mínimo de práctica y no se necesitaba llegar muy lejos para poder conocer detalles sobre él.

 

<<Tengo entendido que perteneces a una Orden>> dijo la Arcana, mientras se inmiscuía tan delicada y silenciosamente en la mente de su pupilo que Ishaya ni siquiera lo notaría. <<Quiero que me encuentres e intentes expulsarme de tu cabeza, Ishaya. Concéntrate en mi, en mi voz. Búscame. Todas las personas tenemos una esencia distinta, única, que nos diferencia del resto. Incluso una voz dentro de tu cabeza tendrá un color diferente, una vibración distinta. Búscame y comenzaremos con tu aprendizaje>> quería agregar que dejara de ser tan cínico y melodramático, pero aquellas palabras no eran propias de su repertorio y no quería provocar a su alumno, desde luego que no. Pretendía que Ishaya cambiara la forma de ver las cosas, aunque fuera un poco solamente y que eso lo ayudara a poder seguir aprendiendo dentro del Ateneo.

 

Por lo que había visto en su cabeza, Ishaya se sentía frustrado con las clases de habilidades a las que había asistido. Largas y extenuantes, muchas veces los Arcanos se ausentaban largos períodos y el alumno quedaba en las penumbras. Sauda reconocía que aquello podía suceder; los Arcanos eran ancianos, volubles y muchos de ellos estaban en total desacuerdo con enseñar en la Universidad. Pero la bruja creía que ese no era motivo para dejar a un estudiante esperando eternamente para aprender. Sabía, claro, que la estrategia de muchos Arcanos era esa y esperar a que los alumnos renunciaran. En el vocabulario de Sauda, no existía la palabra: rendirse.

 

<<Oh, veo que te estás preguntando por tus propias barreas para proteger los pensamientos>> la bruja se puso un dedo en el mentón. <<Me refería a que cada uno construye su propia protección y ésta estará compuesta por diversos recuerdos o ideas. Con el tiempo, los oclumantes más prominentes logran crear barreras que no sólo protegen sus propias mentes, sino la de alguien a quienes ellos quieran cuidar. Mientras más poderoso sea el oclumante, más alcance tendrá su poder y más fuerte y concreta será su barrera>> pero quería que Ishaya entendiera la barrera mejor que eso. <<Vamos, encuéntrame e intenta expulsarme>> lo animó.

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Sentía con más fuerza el poder de su mente. Estaba concentrado en muchas cosas, entre ellas proteger la identidad de sus compañeros. Otra porción de su atención estaba enfocada en encontrar aquellas flores y otra mucho menor buscaba en su cabeza cosas que podrían llegar a ser sensibles. Cuando las encontraba las protegía, creaba en ese lugar un muro que conforme pasaba el tiempo iba creciendo.

 

Pero la parte consciente de su cabeza estaba enfocada en analizar detalles de su alrededor. La bruja desconocida le seguía pareciendo extraña, no confiaba en ella así que era su principal objetivo. Por otra parte aún su mirada periférica estaba pendiente de indicios de la Arcana. ¿Algún momento se presentaría físicamente?

 

La iluminación llegó en cuanto la Arcana dio su siguiente orden. ¿Cómo no lo dedujo antes? ¿Era prudente revelar la tapadera, o lo que él creía era una tapadera, de Sauda?

 

 

Bastian había perfeccionado la metamorfomagia para ocultar las señales físicas de los gestos. Su rostro se modificaba, sufría pequeños cambios para evitar que se notara su sorpresa, su miedo o su inseguridad. Simplemente su cerebro se encargaba de eso. ¿Sería igual de fácil ocultar posiblemente no?

 

Pasó la varita mágica por su brazo creando una profunda herida que seguramente le dejaría una cicatriz. Su rostro se mantuvo inmutable. El dolor era fácil de ocultar a nivel físico. Ni siquiera se le erizó la piel. Fue cuando puso a actuar a su concentración en busca de algún pensamiento, alguna reacción mental que pudiese entenderse como dolor.

 

Tardó un poco, pero la encontró. Se concentró, era un pensamiento pequeño y en principio complicado de mantenerlo ubicado. Conforme ocultaba esos pensamientos, los olvidaba, creaba barreras comenzó a sentirse bien. Aún le dolía, por su puesto, pero dejó de relacionar ese dolor con algo malo.

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Contempló la figura de Elvis a lo lejos y esperó durante unos segundos que su tío adoptivo lo mirase para proceder a saludarlo. No consideraba prudente gritar su nombre a lo alto, siendo que probablemente dentro de aquella vivienda junto a él estaban inmiscuyéndose en las artes de la Oclumancia, a la cual suponía requerir de bastante concentración. Su tío, sin embargo, no pareció advertir su presencia y mantuvo la mirada inmutada en algo que el Weasley no llegaba a discernir desde su posición.

 

De repente una voz habló dentro de su mente; a pesar de que eso ya había pasado varias veces, todavía no se acostumbraba enteramente a como se sentía y honestamente lo sentía como una intrusión a su privacidad. Su mente siempre había sido su refugio al mundo externo, y desde que aprendió que su anhelada privacidad e intimidad podía ser violentada por los poderes de la Legilimancia, se prometió a sí mismo que buscaría dominar no sólo aquella arte sino su contraparte, la Oclumancia. Si todo iba bien, luego de tomar la prueba final aquello no volvería a pasar.

 

> la voz de la Arcana era más dulce de lo que se imaginó en un primer momento, más sus instrucciones resonaron con claridad en la cabeza del Weasley, quien se dispuso a cumplir con el cometido.

 

Por un momento se olvidó completamente de la existencia de Elvis, y en vez de esperarlo se adentró solo y rápidamente en el bosque anexo a la vivienda, al cual accedió tras bordear la construcción. No estaba seguro de que tan grande era aquel bosque y de cuánto le tomaría aquel recado, pero supuso que no debía ser demasiado difícil encontrar aquel árbol de corteza blanca; probablemente llegaría al lugar de la clase en cuestión de minutos.

Echó a andar por el bosque a paso rápido, dejando que la ansiedad le gane de mano antes que pensar racionalmente en la aventura en la que estaba a punto de inmiscuirse. Caminó unos diez minutos hasta que finalmente lo vio: su corteza tan llamativa y brillante que hubiese sido difícil pasarla por alto. Aceleró la marcha hasta que finalmente llegó al árbol, preguntándose en qué dirección quedaba el este.

 

Apoyó su varita sobre la palma de su mano extendida y pronunció claramente el encantamiento Brújula. Observó como su varita pivoteó sobre su propio eje y se quedó quieta marcando al norte, y fue entonces bastante sencillo encontrar el oeste. Estaba a punto de comenzar a caminar en aquella dirección cuando de repente lo acechó una extraña sensación de fatiga.

 

Debería volver a casa, quizá sea mejor probar otro día cuando esté más descansado y haya desayunado bien >> pensó de repente el Weasley De todos modos, no suena muy sensato tener una clase en medio de un bosque salvaje, y ¿quién me creo yo para estar expulsando a los demás de mi mente? ¿Qué no es este un país libre? >>

 

Se dió la vuelta y encaró su cuerpo en dirección devuelta a la cabaña, mejor se volvía a casa donde su elfo doméstico lo esperaría con una taza de café caliente. Así lo hubiese hecho de no tropezar con la raíz de aquel extraño arbol y caer de bruces al suelo, lo cual pareció encender otra chispa en su memoria, que se contrapuso al anterior hilo de pensamiento.

 

¿Qué qué? ¿Qué dices Weasley? ¡Recuerda la razón por la cual has venido hasta aquí! Nadie debería tener un acceso a tu mente, recuerda tus principios, recuerda por qué lo haces. Ahora, ponte de pie y muévete en dirección al Oeste, la arcana te espera. No seas débil. >>

 

Se puso de pie, efectivamente, y tras vacilar unos segundos se orientó a sí mismo hacia el este. Tuvo que usar su mayor fuerza de voluntad para caminar en aquella dirección, dado que había algo extraño que lo empujaba a retroceder y desaparecer de allí. No obstante, el sentimiento aminoró a medida que se alejaba del lugar, y tuvo que suponer que se trataba de una prueba impuesta por la Arcana. Finalmente llegó hasta donde todos sus compañeros estaban, más decidió esperar en silencio a que la Arcana notase su presencia para no quebrar el ambiente de concentración.

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Estaba tan absorto en mis pensamientos, que ni siquiera me había dado cuenta que una figura conocida se había acercado lo suficiente para saber que se trataba de Nathan. Pero eso fue luego, luego de haber estado pensando en las cosas que estaban ocurriendo alrededor. La pelea constante con los mortífagos, el silencio del Ministerio, las ausencias extrañas, las desapariciones cotianas, y a su vez, como la familia Gryffindor seguía igual de bien, claramente con sus altibajos.

Levanté la vista rápidamente, pensando que la Arcana Aailyah Sauda se había presentado por fín ante su propia casa. Sabía que los Arcanos eran especiales pero tan diferentes unos con los otros. Los conocía a todos mínimanente de firmar aquellos contratos para con la Universidad, pero Aailyah era la tercera que trataba directamente, por ahora. Pero no había nadie, ni siquiera estaba Nathan ya, sino que caminaa rumbo al bosque.

¿Sauda? —me atreví a murmurar, sin los protocolos necesarios de usted. Pero no estaba ella. Sino que su voz resonaba dentro de mi cabeza. Negué sonriendo con medio rostro. Estaba mas claro que el agua, que si iba a aprender Oclumancia, todo iba a referirse al interior de mi mente. ¿Qué tan igual a Rosália Pereira seria? Porque aquella Arcana se había manejado igual que ésta—. Estoy en camino.

Comenté a voz viva, hablándole realmente a la nada, ya que esperaba que ella pudiera saber que estaba respondiendole a su petición: "Caminar por bosque hacia el este y llegar al árbol de corteza blanca. Luego dirigirse hacia oeste para llegar a la clase". No era dificil y al menos hasta el momento, no parecía que existiera barrera alguna. O eso averiguaría en el camino. Pensaba en ésas indicaciones para no olvidarme, aunque tenía un guía casi personal.

Avancé con la figura de Nathan a más de cien metros delante. Pero la ventaja es que me sería más fácil encontrar el camino. Aplasté un poco mi cabello. No entendía porque seguía intentando aquello después de tantos años. También acomodé el cuello de mi túnica, que tras aquel andar improvisado, me empezaba incomodar. No había ido a cambiarme para ponerme más cómodo. Caminé. Disfrutando del aire que recorría el territorio de la Universidad y la buena energía que había allí. Mi esencia Paladín me permitía dar ciertos lujos que pocos entendían.

 

Llegué al árbol blanco. Era hermoso y no lo había visto antes. Tampoco me había puesto a caminar por la institución, porque el tiempo no me lo permitía. Asi fue que viré hacia el oeste, esquivando algunas raíces que sobresalían de la tierra o ramas que colgaban como manos que intentaban atraparte por la túnica. Poco a poco me acerqué a la figura de Nathan, mientras observaba al grupo de chicos que se había estado aglomerando. Apoyé una mano sobre el hombro de mi sobrino.

 

Hola, Nathan. Buenas tardes a todos. Maestra —murmuré saludando a todos. Las indicaciones de Sauda habían sido claras y podía admitir que había disfrutando el viaje. Tal vez no llegaba a entender porqué el viaje a pie y no aparecerme, pero estaba seguro que podía llegar a ser una especie de reflexión. Si uno tenía tiempo para pensar, tenía los pensamientos más a flor de piel y eso nos hacía más vulnerables, quizas.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Sauda estaba impresionada. Pasó su atención completa de Ishaya, quien parecía estar recalculando sus palabras, hacia Bastian, que en aquel momento estaba racionalizando aspectos de la Oclumancia de modo de comprenderlos mejor. Aquello le daba placer; el Warlock parecía ser una persona entregada al aprendizaje de aquella o cualquier otra habilidad que se propusiera y eso le enseñaba algo a la Arcana: que podía contar con él. No contar como una amiga o alguien allegado, no, contar con él como ejemplo y como prueba, así como objeto de estudio. Apenas llevaban unas horas con aquello y el mago ya había incursionado en las formas posibles de ocultar sus pensamientos de ella.

 

<<Es un interruptor>> lo interrumpió, mientras él ocultaba los pensamientos de dolor. <<Funciona en ambos sentidos, claro. Puedes apagar el interruptor para que nadie detecte tus emociones, ocultarlas desde luego o puedes encenderlo y crear tantas emociones en tí o en el objeto de tu interés como quieras. Y es un arma, una muy peligrosa>> agregó. Hubiera fruncido el ceño si no estuviera segura de que así iba a delatarse.

 

A excepción de Jessie, ninguno de sus alumnos parecía saber que la alumna rara era ella. Bueno, Bastian se estaba dando una idea al respecto y estaba practicando sus habilidades para descubrirla, pero el resto parecía ajeno a ello. Ya iban a descubrirla, ese era el reto final. Iban a tener que trabajar mucho para dar con ella.

 

Aailyah sonrió para sus adentros, en aquel pequeño lugar seguro del que mantenía alejado hasta a sus alumnos. Escuchó a Nathan y sus pensameintos brumosos, lo vio tropezar y luego volver a levantarse. Desde luego, así sería su paso por la habilidad: se caería y tendría que volver a levantarse, tanto él como sus barreras mentales una vez que le enseñase a hacerlo.

 

<<He notado tu presencia desde que has aparecido en mi territorio, Nathan Weasley. Veo que a pesar de las dudas has logrado dar con este lugar y espero que puedas aprender de mí, así como yo aprenderé de tí. Ésta será nuestra forma de comunicarnos, así que si deseas que me vaya de aquí adentro, tendrás que esforzarte por aprender a mantenerme a raya. Veamos, veo que eres alguien muy estudioso, cariñoso y... oh...>> la Arcana sonrió de nuevo en su mente. Nathan, al igual que Bastian, Niko, Ishaya y Elvis, ahora, eran todos miembros de lo que ellos denominaban "el bando de la luz". Pero no tenían idea de la similitud que tenían con su contraparte "oscura". <<Veo gran potencial para el aprendizaje. Vamos a empezar con algo tranquilo>> si es que se podía llamar tranquilo a meterse dentro de la cabeza de alguien. <<Voy a ir metiéndome dentro de tu cabeza poco a poco, ver tus recuerdos, tus pensamientos. Quiero que me busques e intentes sacarme>> al principio, Sauda haría su presencia un poco más visible. A medida que fuera avanzando, complicaría más a su pupilo su presencia.

 

Mientras concentraba una porción de su mente en rebuscar dentro de la de Nathan, la Arcana se dirigió hacia Elvis, que parecía no haber tenido problemas para llegar donde el resto de los alumnos. <<Bienvenido, señor Director>> lo saludó. <<¿Está listo para comenzar?>>.

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- Entendido - Niko escuchaba a la arcana en su mente y lo que le estaba explicando, todo tenía bastante en sentido al menos en teoría - Momento, pero... ¿cuál tierra? ¿qué se supone que debo buscar en mi mente para lograr dominar esta habilidad? - Sin duda esas no eran todas las preguntas del Tonks, también estaban esas palabras que sabía que debía pronunciar... o pensar pero que no entendía muy bien su utilidad.

 

Al Tonks no le agradaba ser el nuevo, menos después de haber aprendido a dominar dos habilidades que había podido experimentar previamente. No sabía muy bien por dónde empezar ni los pasos a seguir si es que había unos en dicha habilidad - Creo que esto va a estar bien complicada - Sabía que la arcana lo estaba escuchando atentamente y que si le daba un poco de compasión intervendría para guiarlo un poco en su proceso de aprendizaje.

 

- Además estoy solo, seguramente no soy el único alumno. Aunque ahora que lo pienso, ¿será que he tomado las direcciones incorrectas y he caído en el engaño de Sauda? - La arcana lo había intentando engañar pero ya no sabía si en verdad lo había hecho o si lo había logrado, la confusión era lo único que estaba presente en la mente del Tonks y necesitaba ponerla en blanco al igual que en su clase de Animagia pero no tenía muy claro como hacerlo.

 

- Espero que alguien venga a salvarme pronto - Lo único que deseaba en dicho momento era encontrar a sus otros compañeros, no sabía si existían pero sus instintos le hacían pensar que sí y que lo mejor sería buscarlos, aunque no era el momento más apropiado para adoptar su forma animal - Es oficial estoy perdido - El mago tenía un sentido de ubicación muy fuerte, pero la arcana había ganado y lo había hecho perder por completo, aunque él pensaba que no había sido así.

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Antes de poder ir en búsqueda de su voz, de su color en particular, sentí un vacío en mi estómago... había hablado de un grupo secreto, de la vieja Orden, sin embargo había abandonado dicha organización hace nada aunque creo que los recuerdos y vivencias de mi paso por aquel sitio seguían demasiado vivas en mi mente, ¡y cómo no! Ese grupo de personas habían representado mi vida durante diez largos años, diez años de batallas, de guerras, de lucha, de seres queridos, de grandes pérdidas, de hermosos reencuentros, de amor, de amistad, de todo...

 

Ella estaba ahí, estaba metida en la parte más débil para mi en estos momentos porque significaba decirle adiós a Hermy Tonks y Heishiro Lupin, mis primos a los cuales tuve que despedir cinco años atrás poco después de hacerle honor a quien honor merece, mi maestro y guía paladín, Ike. Ahí estaba, ella era la arcana... o mejor dicho, esa neblina era porque comenzaba a sacar a relucir mis entrenamientos con los tres, mis vivencias, mi iniciación por la Orden. Me concentré para enfocarme en seguir su rastro hasta que llegué al periodo del senado.

 

En mis inicios como miembro de aquella organización se me catalogaba como impulsivo, desorientado en las actividades pero con muchas ganas de hacer las cosas, con tanta creatividad y disposición que subía de rangos de manera rápida, participando en los torneos de duelos de manera excepcional hasta ganar el título de campeón de duelos de la Orden del Fénix en mi segundo año que participaba, ostentando el rango de Knight para pasar a ser Demon Hunter, los dos más altos títulos de sus miembros sin ser líder y, justamente en ese momento, estaba formando parte de un grupo de consejo, de ayuda para la Nibble, los líderes de la Orden, siendo que anteriormente se consideraba como el Consejo de Ancianos, aquellos viejos miembros que sin ser los que manejaban al grupo podían dar una opinión más centrada de la situación y ayudar a quienes daban la cara por nosotros.

 

Suspiré tranquilamente, ya decía yo que la arcana utilizaría sus maneras tan especiales de presionarme ya que con ninguna otra cosa podría hacerlo, con nada de lo que los arcanos habían jugado me afectaba, tenía que meterse con la única parte de mi vida que conjugaba mis dos estados de conciencia, mis dos energías internas. No me dejaría tan fácil, sobre todo porque esa parte de mi vida debía de quedar más oculta que ninguna otra cosa, debía de cerrar ese capítulo que me había marcado para vivir tranquilamente con mi familia y fue por ello que traía mis recuerdos más recientes de entrenamiento con los arcanos y los Uzza, que supiera que estaba ahí para defender mi propia mente... y estaba funcionando un poco, sentí como esa neblina extraña estaba siendo expulsada... pero no lo suficientemente lejos.

 

Llegó mi época de líder, siendo elegido democráticamente por todos mis compañeros de la organización, que en aquellos ayeres eran el triple de miembros que al día de hoy, aunque no lograba recordar todos los que pertenecían al mismo por abandonar el grupo más que los que se revelaron conmigo ese año. Fue una etapa difícil, la del liderato, por estar luchando siempre contra un muro demasiado grueso de mentalidades cerradas, donde nunca encontraba salida en un laberinto de dimes y diretes, justo después de una lucha de poder demasiado intensa que me hizo abandonar la posición a un par de meses de cumplir un año en el más alto honor dentro de los fenixianos. Y fue ahí cuando Adriano Wallace, como era conocido, dejó también este plano para irse lejos junto con mis dos madres, Galadriel y Antara Black.

 

¡Cómo no extrañar a todas esas personas que estuvieron a mi lado! Felicity Weasley, Mey Potter Black, Saya Black, Sheila Longbottom, Eliecer Dumbledore, todos y cada uno de ellos que se fueron quedando en el camino de la lucha por el bienestar de la comunidad mágica y que, ahora, volvía a revivir cada situación que vivimos juntos, cada sonrisa, cada risa, cada abrazo perdido... Por ello debía de detener a Aailyah, no podía permitir que jugara con sus nombres, su prestigio, sus recuerdos, ellos formaron parte de mi crecimiento y ahora eran parte de mi propia historia, tenían el mismo peso que mis maestros Abeforth Dumbledore, Maheba Lestrange, Alexandre y Gandalf Grayhame.

 

Solté un bufido con fuerza mientras golpeaba el suelo. Por algo había sido el único de la Orden del Fénix con el libro del Caos, el único que estaba curando el libro de los Ancestros, era el cuarto mago más poderoso de todo el país y no dejaría que ninguna persona intentara hacerle daño a mi familia y amigos... mucho menos si quería hacerlo desde adentro, de mi mente, por ello alcé con total poder ya no el fénix que representaba ese grupo, no, sino mi propia figura, alzando mi mazo de plata con fuerza para que un trueno cayera sobre el y me llenará de energía, apuntarlo hacia esa neblina que seguía jugando con mis recuerdos.

 

<<Tú no mereces estar aquí>>, pensé de inmediato, <<no te has ganado un lugar que valga la pena>>.

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Se emocionó, la manipulación de su propia cabeza estaba dando frutos. Poner recuerdos en lugares en donde la Arcana buscaría era la mejor idea que, a su parecer, pudo llegar a tener. En realidad no era tan espectacular, pero nunca antes llegó siquiera a pensar en ello. Según Dumbledore era sencillo para un mago experimentado modificar los recuerdos sin dejar pistas y hacer que las personas creyeran cosas que jamás llegaron a suceder. Era un poder que le agradaba y que al mismo tiempo lo llenaba de miedo. Se concentró en la magia Uzza, invocó el poder de la curación y sanó la herida que antes realizó en su cuerpo.

 

> proyectó nuevamente sus pensamientos, los puso a disposición de la arcana.

 

Él recordaba los pensamientos ligados al dolor, las reacciones tanto físicas como mentales que un corte podía llegar a producir. Activó el interruptor que Sauda mencionó. Convenció a su cerebro que había un corte en alguna parte. En el el rostro se dibujó una mueca y un leve alarido salió de su boca.

 

> continuó formando ideas para que la Arcana las viera, para que accediera a ellas, para que pudieran seguir comunicándose sin mover los labios.

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Asintió a las palabras de Sauda, sabía que la había visto pues noto como esta se alejaba de ella dejando sus propias manos sobre sus piernas. Sonrió. Sabía cual sería el recuerdo indicado porque no había ningún otro que la hiciera más feliz que aquel recuerdo

 

Finalmente se daba plena cuenta que el hombre frente a él era Joyce, su Joyce, aquel que creyó muerto durante años pero ahí estaba. Lo tomo de las manos y luego lo abrazo por el cuello, sintiendo de nuevo su presencia entre sus brazos, el calor de su cuerpo, su corazón latiendo al ritmo del de ella.

 

Sabía que ese recuerdo era la que la ayudaba a despertarse cada mañana, aquel día había sido muy extraño, porque ella incluso había intentado matarlo pero cuando ambos se descubrieran el uno al otro fue el mejor momento de su vida. Lo encerró en su mente en una especie de esfera protectora, no dejando que nada ni nadie lo manchara, lo viera, lo tocara, quisiera modificarlo.

 

Debía esperar, estar alerta a cualquier intromisión porque sabía que llegaría en el momento en que ella lo esperase. Vio llegar a otras personas y su concentración se debilitó un poco al ver llegar a Nathan. Sonrió sin poder evitarlo más no se puso en pie para saldarlo, las cosas entre ellos ya estaban rotas.

 

Fue cuando sintió la intromisión en su mente; había descuidado su recuerdo más valioso, ahora debía correr a protegerlo. Sintió como quisieron acceder a él, lucho con todas sus fuerzas para resguardarlo, ocultarlo, moverlo cada que la intromisión se acercaba a su recuerdo. Finalmente lo tuvo a salvo, lo ocultó tan bien que por más que Sauda lo buscaba no lograba dar con el.

 

Sonrió satisfecha, finalmente había entendido el truco de aquel hechizo, tanto era así que comenzó a ocultar uno a uno sus recuerdos hasta que su mente quedo vacía por completo.

 

-¿Es así como debía hacerlo?- preguntó con satisfacción soltando un leve suspiro.

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