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Libro de los Ancestros


Khufu
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―Sely

 

La simple mención hizo que el mencionado entendiera: una nueva alumna llegaba hasta él. Sely se encargaría de guiarla hasta donde se encontraba actualmente, junto a Heliké y Thomas, quienes eran su mayor prioridad en ese instante.

 

Contra todos sus pronósticos, ambos habían demostrado la suficiente destreza para no morir al primer ataque, uno enfrentando a quien más ama, la otra enfrentada a quien más odia. El hombre, sin embargo, llevaba una ligera ventaja al controlar poderosas habilidades de la mente. Esperó un poco a que cada estatua se hubiera reducido a ceniza y a que la nueva persona, Anne, en aparecer se uniera a ellos para continuar y no tener que explicar algunas cosas dos veces.

 

―Bien, a esto me refería con lucha interna, a veces tomamos en cuenta todo, menos lo más elemental. Ahora…

 

Khufu alzó su varita mágica llamando la atención de los tres estudiantes. Se concentró solo un segundo, suficiente para que la varita creciera hasta ser un bastón cristalino azulado, enroscándose en su brazo, dando la sensación de que su vara de cristal formara parte de él. Era magia poderosa la que podía invocarse con ella, mucho más de la que una varita mágica normal, así se los explicó a todos.

 

―Ahora inténtenlo ustedes, primero usen las sensaciones que les provocaron el ver las estatuas para concentrarse, acumulen poder como cuando invocan un señor del caos, es el mismo principio pero esta vez, hagan que el poder fluya a través de sus brazos hacia la varita mágica, si lo logran, conocerán el aspecto de sus varas de cristal y entonces, podremos avanzar, haremos un pequeño recorrido.

 

Lo maravilloso de aquello era que cada vara de cristal era única. Dependía del mago el color, la forma, el largo. Lo que tenían en común era el inmenso poder, tal vez sería demasiado desgastante el simple hecho de invocarla; tal vez no podrían lograrlo a la primera, lo cual era completamente normal, pero si todos pretendían aprobar ese libro, debían tener la fuerza suficiente para lidiar con todo.

 

―Si lo logran, Heliké y Thomas, usarán algún hechizo en contra del otro, tengan el amuleto de curación con ustedes por si algo sale mal.

 

A lo mejor esa parte no les gustara demasiado, atacarse entre sí, pero pronto tendrían que hacerlo y era mejor que empezaran a practicar ahora, cuando se encontraban en un ambiente controlado. De todas formas, Khufu no esperaba ver sangre todavía, aunque eso ya quedaba a la personalidad de cada estudiante.

 

―En cuanto usted―dijo, dirigiéndose a Anne ― preséntese por favor y dígame ¿qué cualidades cree usted que tiene para ser considerada una guerrera? ¿Qué cosas piensa que son la mayor perdición de un guerrero?

 

Una vez que ella respondió, la dejó invocar su propia vara de cristal.

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-Bien- musitó con ligera dificultad luego de exhalar una bocanada de aire que se mantuvo firme en sus pulmones a la hora de hacer frente a la figura que más amaba en el mundo, su madre. Tal parecía que la poderosa daga de acero le había servido para absorber y regresar la maldición asesina que la impostora le había lanzado a escasos pasos de distancia; aunque Elros no se mostraba muy confiado con aquel efecto, pues le pareció haber leído en alguna página del Libro de los Ancestros que "Kansho" no actuaría de la misma forma en un duelo o redada contra los mortífagos que quisiesen matarlo a sangre fría. <<Tendré que estudiarlo más a fondo en casa>> pensó Gryffindor, justo en el instante preciso en que su amiga Helike había culminado con la ilusión de material sólido que Khufu le direccionó con el afán de controlar sus emociones, en este caso hacia la persona que más odiaba en la vida (debido a que así quedó demostrado con las palabras que Rambaldi utilizaba a la hora de referirse a aquel sujeto). Mientras el tipo que parecía ser el subordinado del Uzza llegaba al campo desértico con una nueva alumna; Thomas aprovechó aquellos segundos para acercarse a la española y así tenderle una mano en señal de camaradería, golpeándole a su vez el hombro para que se despojara de todo lo negativo que había cogido para sí misma tras el enfrentamiento. -Lo hiciste muy bien, Helike. Cada minuto me convences más sobre tus habilidades... aprendes rápido, eh- le susurró al oído a través de una sonrisa que se opacó con el arribo de Gaunt. El muchacho sabía muy bien quien era Anne, la mala fama de warlock aliada a la Marca Tenebrosa era chisme de pasillo entre sus colegas de La Orden; es más, él mismo había acudido en una oportunidad a su local "Elviris Pub" en calidad de ministro de comercio, no siendo recibido para efectuar el protocolo de validación mercantil del CCU.


-Nos llegó compañía- balbuceó con recelo, esperando que Vladimir notase su descontento ante la presencia de una de las directoras de la institución académica. A continuación, y sin prestar mucha importancia a la irlandesa, el adolescente se centró en cada uno de los vocablos que el guerrero les dedicó; abriendo vastamente los ojos al ver cómo éste conformaba su propia Vara de Cristal, la cual se enroscó en su brazo como una serpiente. -Está bien... Ya es hora de avanzar otro paso más, maestro- dijo mientras miraba con dedicación su propia arma de pirul que tantas veces había empuñado en contra de rivales de categoría. Sin vacilaciones ni temores, el patriarca de los Granger concentró todas sus energías, haciendo uso de las enseñanzas de Badru y Bakari; y sin inconvenientes la hizo fluir como manantial de agua a través de sus brazos. Poco a poco, la varita del paladín empezó a transformarse; creciendo hasta tocar piso y así convertirse en una especie de bastón azul rey que dejó en su extremo más proximal la cabeza de un león con sus fauces abiertas y dientes afilados. -Respira... respira- se auto-decretó tras el gasto de magia que tuvo que hacer para conseguir su objetivo. -Vamos Helike... Te espero para lanzar el primer hechizo- motivó a la vampiresa inmortal para que ésta se animase a utilizar su Vara de Cristal, y así proseguir con las indicaciones del Nesedy.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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- He estado mejor... -dije, murmurando, rabiosa al ver cómo ese engendro había conseguido ponerme de rodillas. Estaba furiosa, más que furiosa, así que, aproveché la ocasión y pensé rápidamente en los hechizos del libro que estábamos estudiando.

 

"kasho" una daga preciosa se apareció en mis manos. Lázarus o la forma del vampiro en forma de estatua, seguía burlándose de mí. Apuntó su varita de nuevo, hacia mi cuerpo y leí en su boca la maldición de la tortura 'cruciatus'. Con toda la energía que poseía en esos momentos y con la ayuda de la daga ésta absorbió el hechizo lanzado por mi oponente...

 

Había sentido ciertas energías. Venía otra alumna a la que reconocí enseguida pero debía de estar más atenta a lo que quería hacer. Así que, concentrándome de nuevo, dejando la mente en blanco y mirando hacia mi rival, con el poder de ese hechizo en la daga, hice devolvérsela a ese clon de piedra. Al instante, explotó en miles de pedacitos pequeños y yo tuve que ponerme de nuevo de rodillas...

 

- Ésto, me deja agotada, no sabía yo que consumiese tantas energías -protesté por lo bajo...

 

Era bien cierto que, las palabras de Thomas, dichas anteriormente me habían dado seguridad. Él había conseguido llevar a cabo sus poderes sin mayor dilación pero la rabia y la ira que me consumían por dentro parecía que me habían hecho dejarme por las simples emociones, la más visceral de ellas. El odio...

 

Me levanté de nuevo. Sacudí mi cabeza y suspiré para tranquilizar mis nervios. Debía de mantener la calma, mientras escuchaba al guerrero Khufu el cómo debíamos de usar nuestros poderes y más aún cuando se trataba de invocar la vara de cristal. La verdad es que tenía muchísima curiosidad de cómo sería la mía.

 

Asentí con la cabeza en cuánto el guerrero nos dio el amuleto de la curación y sonreí, agradecida, la verdad es que no esperaba tener que usarlo pero viendo lo que había pasado en los otros libros, me podía esperar cualquier cosa... Sentí la mano de mi compatriota en el hombro y sonreí de lado. Aunque sus palabras, bueno, me hicieron soltar una risilla...

 

- Tampoco es para tanto querido. Ambos somos brujos con mucho poder y bueno, ésto nos da más posibilidades, ¿no crees? -ahora sí que le había lanzado una sonrisa sincera. Mientras el guerrero se ocupaba de la nueva alumna, a la que reconocí enseguida yo, volví a suspirar de nuevo, en ésta ocasión en las palabras dichas por el hombre. Sí, debíamos concentrarnos ambos para obtener nuestra preciada vara de cristal, si era como había dicho, estaba segura de que lo conseguiríamos a la primera. Conocíamos los poderes del Libro del Caos, así que, estaba segura de que, mi compañero y yo, lo lograríamos.

 

- ¡Es un placer volver a verte @! -le dije a la mujer, alzando la mano en modo de saludo. Aunque seguro que ella, estaba mucho más preocupada por ver qué le contestaría a nuestro profesor... Vi como el mago había invocado su vara y eso me sorprendió. Una vara azulada con una cabeza de león...

 

- Es curioso, el símbolo de la casa de Gryffindor -comenté burlonamente y al mismo tiempo, lanzando una carcajada al ver al mago con su bastón - bien, es mi turno... Vara de Cristal...

 

Intenté concentrarme con todas las energías puestas en todo lo que quería conseguir. Dejé que mi propia magia fluyera a través de mis manos. Sentía calor en la palma de mis extremidades hasta dar con la varita. La puse en posición vertical agarrándola con mi mano derecha, y con la concentración puesta en esos instantes, sentí como mi arma mágica de álamo, se iba mutando hasta tomar las tonalidades de un color negro azabache, con unas líneas rojas que la iban rodeando hasta llegar al extremo, de una altura de casi dos metros de largo. En su parte posterior me sorprendió, tenía la cabeza de un buitre, al verlo, estallé en carcajadas...

 

- vaya, vaya, vaya... ésto sí que no me lo esperaba. Parece ser que el destino me quiere recordar a mi familia... ¿Sabías que somos varias generaciones de animagos? -le dije al español, con una sonrisa - y al parecer, mira, la cabeza de un buitre -comenté, negando y riendo...

 

- muy galante por tu parte, caballero -dije, mirándolo fijamente - sectusempra -dije de pronto, haciendo que, de mi Vara de Cristal, negra como la noche, ribeteada con líneas rojas y cabeza de buitre, enviase el rayo hacia mi contrincante... Aunque, visto lo visto, seguramente tuviésemos mucho que aprender para manejar correctamente esa magia especial, algo de lo que haría gustosamente.

 

@@Thomas E. Gryffindor

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-Tal vez no sea por la casa de Hogwarts, Helike. Recuerda que por mis venas corre sangre pura del mismísimo mago que la fundó hace bastantes años atrás- respondió al comentario de su compañera, al mismo tiempo que se cercioraba de que el colgante amarillo con forma de topacio estuviese indemne sobre su cuello. Claramente la emoción no dejaba de embriagar todos los sentidos del muchacho, el cual analizaba con cuidado cada detalle de su bastón azulado que ahora portaba en la diestra como una poderosa arma que tendría que ocupar en contra de la vampiresa. Dentro de todo lo malo que podía acontecer, un par de heridas sangrantes era lo más sensato proveniente de una "mujer amante de la bohemia nocturna", así que optó por prepararse para recibir cualquier tipo de maniobra ofensiva desde la "Vara" de la española que, poco a poco, comenzaba a tomar forma.


-No todos podemos manejar bien la Animagia... la Arcana lo recalca muy seguido durante su clase; pero me alegra que lo tuyo venga de familia- comentó, sin despegar su mirada esmeralda de lo opaco y tenebroso que era ver a la distancia la nueva "varita alargada" de Rambaldi con la cabeza de un buitre en uno de sus extremos. Posterior a los cumplidos de la bruja (a los cuales el extrovertido mago correspondió con una seductora sonrisa de medio lado), el veinteañero empezó a sentir cómo su piel se abría en varios cortes que tiñeron de carmesí sus prendas de vestir. No había lugar para las dudas, y pese a que ningún rayo salió desde la vara de Vladimir; Elros reconocía el daño de aquel conjuro desde sus primeros enfrentamientos contra los partidarios de La Marca. Con tranquilidad y sin alarmarse demasiado, Gryffindor hizo brillar su "Amuleto de la Curación" con la luz del sol, reflejando destellos de múltiples colores al utilizar aquella fuente de energía vital que los Uzza le brindaron en el incio.


-Vaya, vaya, vaya... No me sorprende, Helike- exclamó luego de culminar con la imposición de manos sobre su tórax, sanando "en parte" las injurias físicas del efecto gracias a su conocimiento de Primeros Auxilios. Como aquello no era un duelo oficial, sino que una demostración empírica de sus nuevas habilidades; el fenixiano aprovechó un par de segundos de silencio para pensar en un "Episkey" que curó por completo sus malestares, antes de proseguir con su hechizo de prueba contra la inmortal. -¿Lista?- consultó mientras tomaba posición, mirando de reojo a Khufu que se mantenía estoico junto al sujeto que le hacía escolta. La frase de "Embrujo Punzante" brotó en la sagaz mente del paladín a través de su Vara de Cristal, cuyo objetivo era desfigurar el rostro de Helike, de tal modo de que pareciera que ésta estaba sufriendo una cruel reacción alérgica que le produciría ardor y le impediría poder enfocar bien con su visión. Obviamente, la chica no vería ningún rayo nacer ni menos palabras moduladas desde sus labios; así que lo único que le quedaba a ésta era poder remediar lo que el apuesto legilimago había hecho.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Anne no tuvo que esperar mucho. Alguien se acercó hasta ella, pero enseguida se percató de que no era el guerrero Khufu. Aunque apenas se había cruzado con los guerreros uzza (algo más con los arcanos, que eran un poco más sociales que estos), conocía la apariencia de cada uno de ellos, así como qué libro se dedicaban a enseñar. Sely la condujo hacia el anciano guerrero, que estaba enseñando ya a otros dos pupilos a los que la Gaunt reconoció enseguida.

 

Khufu siguió explicándoles algo, y ella centró su atención en aquellas palabras para no perder ni un detalle. En realidad no estaba segura de si le serviría de mucho, porque no sabía si ellos estaban avanzados en la clase o no. Pero en cuanto vio cómo el hombre transformaba su varita en su vara. Era simplemente maravillosa. Dio instrucciones para Heliké y Thomas y luego se volvió hacia ella, mientras ellos se centraban en la próxima actividad que tenían que realizar.

 

Anne carraspeó con la garganta antes de responder.

 

Soy Anne Gaunt, es un honor saludarle maestro Khufu —se presentó, humildemente. No venía al caso dar más información al respecto, pues él no parecía requerirla. Escuchó su siguiente pregunta y meditó durante unos instantes—. Supongo que uno mismo no puede hablar de sus propias cualidades con tanta precisión como puede hacerlo alguien que lo ve desde fuera, pero le garantizo que soy fuerte, rápida e intuitiva. Creo que todo eso, sumado a otros muchos rasgos, se necesita para ser un buen guerrero.

 

Hizo una pausa, pensando en la segunda pregunta del guerrero.

 

La perdición de un guerrero... —dejó la frase en el aire—... quizás tenga que ver con que no puede dudar. Un guerrero no puede tener miedo, porque eso le haría vacilar... y terminaría fallando. Imagino que hay más cosas... pero no sabría responder mucho más allá de eso, maestro.

 

Esperó entonces, imaginaba que Khufu tendría algo (o mucho) que añadir a sus respuestas. No consideraba que estuviera capacitada para responder cuestiones así, pero no perdía nada por aportar sus ideas al guerrero. Luego observó el mal gesto de Thomas al verla. Anne frunció el ceño.

 

Encantada de saludarte a ti también, Gryffindor, y de hacerte compañía. Si te estorbo, puedes irte y volver más tarde —le dijo, con tono amable. Terminó aquellas palabras con una sonrisa suave y fría a partes iguales. No entendía a qué se debía la hostilidad del muchacho, de hecho no recordaba habérselo cruzado prácticamente nunca para nada que no fuese saludarse o tratarse por cortesía. Por eso decidió dejarlo estar y miró a Heliké—. ¡Igualmente, Heliké! ¿Todo bien en clase? No te distraigo, suerte en tu cometido. Voy yo también a centrarme en el mío —y le sonrió, con mucha más sinceridad que a Thomas.

 

Se concentró entonces, tal y como había dicho Khufu. No sabía si lo que les había mandado hacer era sólo para ellos o también para ella. Pero no perdía nada por intentarlo. Había visto al guerrero hacerlo, y ahora veía al Gryffindor y a la Vladimir hacer lo mismo. Además ellos empezaron a batirse en duelo. Por su parte, Anne agarró su varita de ébano oscuro y se concentró, entornando para ello los ojos. Dejó que su energía fluyera por la palma de su mano izquierda hasta su arma mágica. De igual modo, ésta le devolvía esa energía como si hubiera un flujo de magia continuo entre ambas, varita y propietaria. Casi sin pensarlo, unas palabras salieron de sus labios. "Vara de Cristal".

 

Su varita comenzó a cambiar, primero muy lentamente y luego con más velocidad. Se alargó hasta superarla en altura, así como se hizo algo más gruesa. Era de un material parecido al cristal, de color grisáceo claro y la superficie ondulada, como si estuviera hecha de madera a pesar de su aspecto translúcido. Cuando volvió a abrir sus ojos grises, comprobó en qué se había transformado su varita y cómo, así, había probado por primera vez uno de los poderes que aparecían en el libro de los Ancestros.

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No tuvo mucho que agregar a las palabras de Anne, en realidad, sus preguntas no era para juzgar abiertamente a sus alumnos, sino para conocerlos un poco más. Evidentemente, Anne tendría que haber recurrido a la experiencia para contestar, en especial la segunda pregunta formulada por el Uzza.

 

―Bien, más o menos todos todos tienen opiniones similares, el temor al fracaso es común, y no solo entre magos.

 

Se quedó pensativo por un instante, observando a Heliké y Thomas, quienes ya tenían sendas varas de cristal y habían hecho más rápidos y letales sus hechizos. Las formas de sus varas de cristal llamaron un poco su atención, lo cual le confirmó que cada mago (y bruja) eran en realidad un mundo completamente distinto entre sí. Anne, por su parte, invocaba la propia.

 

―Cúrense si es necesario, descansen por un momento si así lo requieren. Comenzaremos a caminar en aquella dirección ―señaló Khufu hacia el norte ―El desierto esconde ciertos tesoros y también varios peligros, una mala pisada podría activar una trampa, pero podemos adelantarnos a ellos.

 

En algún momento, cuando llevaran un par de minutos caminando, empezarían a atacarlos criaturas diversas y grotescas, arañas y escorpiones venenosas gigantes, criaturas con cuerpo de león y cabeza de cocodrilo, entre otras combinaciones que podían ser letales cuando atacaban en gran cantidad.

 

―Deben intentar llegar hasta una cueva, sé que tendrán la astucia de encontrarla entre todos, y adentrarse en ella para buscar la flor de la que se extraen los pétalos de pensamientos, ahora son lo suficientemente hábiles para manejarlas ustedes mismos en su estado natural y utilizarla en pociones poderosas junto a la arena.

 

Khufu sacó un anillo, con el simple contacto, la esencia mágica comenzó a surgir. Con la mano libre hizo aparecer un pedazo de papel en forma de pájaro. Puso una simple gota y la hizo volar, a modo de ejemplo.

 

―Este pequeño anillo permite ver lugares distantes de forma discreta. Una gotita es suficiente. Tendrán que concentrarse mucho si quieren ver en detalle, no podrán escuchar, pero les será útil en su búsqueda. Eso sí, necesita mucho poder y quizás se sientan débiles luego de utilizarlo las primeras veces.

 

Ahora, todos tenían todas las armas para enfrentarse a lo que se viniera a continuación, confiando en que Anne podría ponerse a la par sin haber practicado tanto como sus compañeros. Claro, enfrentarse a criaturas extrañas no era muy difìcil. Lo difícil sería cuando, a la entrada de la cueva, un velo los envolviera llevándolos a revivir el momento más significativo de sus vidas, bueno, malo o doloroso.

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- ah, no no -le dije yo, con una sonrisa. Reconocí al instante el hechizo. Lo había usado miles de veces en otras ocasiones. Cuando quería desfigurar a un rival en un duelo o en alguna batalla...

 

Pero no me di cuenta. El rayo se había convertido en efecto y sentí como se me nublaba la vista. Debí haberlo previsto, es lo que hacía esas Varas especiales, convertir los rayos en efectos. Negué con la cabeza, farfullando un par de palabras en latín, malsonantes por supuesto y que sabía que nadie entendería.

 

Mientras, pensé para mí accionando mi varita convertida. "Finite incantatem". Los efectos de ese hechizo enseguida se hicieron notar, básicamente porque recuperé mi vista y mi cara había vuelto de nuevo a ser normal...

 

Para cuando terminamos o casi, antes de que yo lanzase un nuevo conjuro, Anne había hablado y sonreí, mirando a la mujer.

 

- Va, no le hagas caso mujer, eres más que bienvenida -lancé una sonrisilla por lo bajo.

 

- Oh sí -respondí con una sonrisa en cuánto me preguntó mi compañera de bando - la verdad es que me esperaba algo más, sinceramente. Espero que el guerrero te permita acompañarnos -le dije con una sonrisa sincera.

 

Escuchamos las palabras de Khufu y mi cara cambió por completo. "Desde luego, sabe poner las cosas difíciles" pensé para mí en esos momentos. Debíamos de caminar por una especie de desierto. Luego, nos enseñó otro tipo de magia, una en la que podía permitirnos ver más allá con una simple gotita en un papel. Eso me llamó más la atención que otra cosa.

 

- Interesante, señor -asentí con la cabeza- ¿podemos usar magia oscura? -sonreí, con una mirada inocente a Khufu -por supuesto, también usando los poderes de los libros, claro -asentí con la cabeza, manteniendo la sonrisa.

 

- No me hace ninguna gracia enfrentarme a animales, la verdad. Yo soy cazadora, los utilizo para alimentarme, pero ésto, me temo que será demasiado -comenté más para mí que para mis compañeros. Maldita gracia me hacía, pero no nos quedaba más remedio. Al menos, con la vara enorme que teníamos cada uno de ellos, nos permitiría apoyarnos si nos sentíamos agotados. Pero viniendo del guerrero, sabía que eso sería imposible.

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Los incómodos efectos del Embrujo Punzante poco a poco comenzaron a desaparecer del rostro de Rambaldi, a tal punto de que su fisonomía pronto recuperó la cuota de belleza que Helike poseía en cada uno de sus rasgos europeos que se asemejaban bastante a los de sus coterráneos, aunque acentuados por la inmortalidad que le envolvía. -Perdona si te dolió... Era lo más sensato que pude lanzarte a cambio de las heridas sangrantes, eh. Nada de mal, compañera- dijo el muchacho, sonriendo con satisfacción ante la pequeña demostración del poder de ambas Varas de Cristal en una de las tareas que el Uzza les solicitó para proseguir con el aprendizaje del Libro de los Ancestros. <<¿Acompañarnos? ¿Acaso quiere que ella se nos una así de simple?>> pensó Gryffindor (procurando cerrar su mente de los intrusos) luego de oír lo que la vampiresa le expresó a Anne a la distancia; lo que obviamente no le cayó en gracia, pues la directora de Hogwarts recién había arribado, en cambio ellos dos ya llevaban un buen trecho con Khufu, por lo que no encontró justo que eso sucediera, y lo haría notar de ser necesario. -Buenas tardes, señorita Gaunt. Le pediré que no ponga en mi boca... dichos que no he comentado. De todas formas, si aquello que usted dice es cierto... la que viene llegando es usted... no yo. Que tenga una excelente jornada- fue lo único que le dijo a la mortífaga, ya que no deseaba ser descortés ni "poco caballero" frente a Helike. Bien en el fondo, Elros desconocía la fuente de rencor principal que sentía por Anne; pero de lo que sí estaba seguro es de que la bruja no le agradaba del todo desde que la vio por primera vez.


-Entendido, maestro- respondió el adolescente mientras se daba la media vuelta rumbo a una palmera que yacía estoica en el desierto que los abrigaba, optando por sentarse frente a ella y apoyar su vasta espalda en el tronco con tal de descansar unos minutos antes de continuar con las enseñanzas del nesedy. Cuando los cuatro emprendieron su andar hacia el norte, la silueta de su mentor comenzó a hacerse cada vez más difusa; era como si aquel hombre fuese un mero espejismo que se mimetizaba con el ambiente, y no el guerrero que los había recibido en las proximidades de la Plaza del Árbol de Fuego. -Debemos estar atentos... algo nos está siguiendo- susurró Thomas justo cuando una gran tormenta de arena se avecinaba, aglomerándose en un tumulto empinado que hizo nacer a un enorme escorpión de grueso cascarón que parecía estar recubierto de acero. -Comprendo- musitó ante las nuevas indicaciones de Rash, sin dejar de apuntar con su arma a la criatura que amenazaba con atacarles en cualquier segundo. Buscar una flor en una cueva que también debía ser hallada ahí, no era una tarea fácil de realizar; pero entre los tres alumnos a ciencia cierta sacarían algo provechoso. -Incárcerus- vociferó el fenixiano, haciendo que tres gruesas cuerdas amarrasen al temido alacrán, seguido de un "Duro" que haría más resistente el material. Lo del Anillo de Presencia le resultó bastante interesante, pero ahora tenían que concentrarse en cómo salían de aquel embrollo con los seres del páramo.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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- No te preocupes Thomas -le dije con una sonrisa en cuánto mis ojos por fin, sanaron a causa del encantamiento que finalizaba ese conjuro que me había lanzado antes mi compañero- si lo entiendo, la verdad. Tenía pensado lanzarte otra cosa, pero bueno, ya tendremos tiempo -le dije, guiñándole un ojo...

 

- ¡Thomas! -solté yo, mirando al español con ojos recriminatorios -tampoco te pases hombre, no hace falta hablarle así a la Directora... -No me gustaba para nada que la tratara así. La verdad, no entendía el porqué de esa animadversión que sentía mi compatriota hacia la ahora que era alumna de los maestros guerreros. Pero tampoco es que tuviese mucho tiempo de seguir indagando más. Teníamos otros asuntos más prioritarios que atender...

 

A lo lejos parecía que había una densa neblina. Fruncí el ceño. El lugar había cambiado por completo y estaba segura que era por la magia practicada por Khufu. No debía confiarme, nada en absoluto. Sabía que todo eso, serían unas pruebas fundamentales para que cuando fuese necesario estar preparados para la "lucha final" y conseguir el tan ansiado libro que tanto nos había costado (y no sólo por los galeones). Ni siquiera lo advertí, pero ante las palabras del mago, una criatura pareció que empezó a somar.

 

- ¡Thomas! ¡Cuidado! - pero el mago había hecho gala de su valentía al invocar varias cuerdas y hechizarlas.

 

- Uff, menos mal -suspiré, llevando mi mano a la cabeza y negando al mismo tiempo.

 

- Sigamos, ésto no puede estar tan poblado de criaturas como dice Khufu. No nos lo puede poner tan complicado -conseguí murmurar yo... Pero seguimos avanzando por la arena, yo resbalaba pero no importaba, gracias a la vara que parecía resistente conseguía asirme de nuevo a ella pero aún así... Al final, la tormenta era por un maldito escorpión...

 

A lo lejos lo escuché. Parecía el sonido que entrechocaban unas pinzas.

 

- ¿Oís eso? -pregunté a mis compañeros.

 

- Parece cómo si fuese...

 

No habíamos dado más pasos cuando una acromántula salió de repente de detrás de unas runas...

 

- ¡Maldita sea! -solté, maldiciendo en todos los idiomas conocidos.

 

- Araña... - no me dio tiempo de formular el hechizo ésta se me abalanzó sobre mí, antes de que dijera algún hechizo más. Aproveché para rodar hacia a un lado. Tenía buenos reflejos gracias a que, practicando quidditch conseguía evadir las bluggers. El entrenamiento había sido bueno para eso.

 

- ¡Incarcerus! - de mi vara salió tres cuerdas gruesas. La invocación era para atarle a las patas y tal y cómo pensaba así había sido. Agarré el final de las sogas con mi mano derecha y con la fuerza que caracterizaba mi raza vampírica, la arrastré hacia a un lado y se tumbó con las patas hacia arriba.

 

"embrujo punzante" pensé para mí mientras apuntaba con la vara hacia sus ojos. El efecto fue inmediato. Si el bicho conseguía volver a ponerse de nuevo en su posición original, no podría ver a causa de los efectos de ese encantamiento. Tendría visión borrosa y le costaría seguirnos si se libraba también de las cuerdas.

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Asintió ante las palabras de Khufu, aunque fueron bastante escuetas. Posiblemente era una pregunta de trámite, de esas que se lanzan solo para escuchar a los alumnos hablar. Ella había sido profesora muchos años y aún ejercía de vez en cuando, así que conocía aquel recurso. En cualquier caso, se sintió contenta de que el guerrero observase su vara de cristal y la sumase a sus otros dos compañeros, que habían llegado antes que ella a la clase. Miró el desierto y resopló: recordaba bien la prueba a la que Badru les había sometido a ella y su grupo unos meses atrás, cuando habían cursado el libro del Druida. Tesoros, peligros, trampas. Fue anotando aquella información en su entrenada mente, tal y como solía hacer siempre. Buscaban las flores de las que salían los pétalos de pensamiento. Iba a ser interesante.

 

Cuando vio al guerrero ponerse el anillo de presencia, le observó y tomó el suyo propio, añadiéndolo a su dedo índice. Se acopló a la perfección junto a los que ya llevaba, todos procedentes de los libros anteriores excepto uno, el que su padre le había legado al dejarla al frente de la familia. Lo giró varias veces con los dedos y luego dejó de prestarle atención. Ya lo usaría más adelante, cuando lo creyera oportuno, Khufu acababa de enseñarles cómo hacerlo.

 

Se colocó al lado de Heliké ahora que sabía que su maestro la había colocado al nivel de ella y Thomas. Era mejor avanzar juntos que en solitario. La miró horrorizada al escuchar sus palabras.

 

¿Cazas? Ufff... —bufó y sacudió la cabeza—. Yo no podría. Ahora, me defiendo si me atacan, obviamente. Pero intento no darles muerte, eso no va conmigo —añadió, mirándola significativamente. Se encogió de hombros, con inocencia, y comenzó a caminar a su lado. Miró al Gryffindor de reojo—. No he puesto nada en tu boca, qué más quisieras, joven Gryffindor —le dijo, con picardía y un brillo glacial en sus ojos grises. Omitió el detalle de que, gracias a sus habilidades legilimánticas, había notado su desagrado cuando la había visto llegar, aunque un poco después había notado cómo había protegido su mente con la oclumancia. Eso sin contar con el gesto disconforme que tenía cada vez que la miraba—. Tengamos la fiesta en paz, no entiendo de dónde viene tu rencor hacia mí, para qué te voy a engañar. Si tienes algún problema, dímelo antes de que nos metamos en el desierto y nos toque combatir con lo que sea que el maestro Khufu nos haya preparado.

 

Comenzaron el camino juntos, bastante en silencio. Anne iba concentrada en lo que pudiera surgir a su alrededor, aunque todo parecía aparentemente tranquilo. Hasta que un alacrán atacó y Thomas se ocupó de él. Ella no dijo nada, aunque no le hubiera importado que le hubiera dado un toquecito al chaval. Al fin y al cabo, ella no se caracterizaba precisamente por la paciencia y él no parecía tragarla, así que tampoco haría mucho esfuerzo por intentar llevarse bien con él.

 

De repente, escuchó algo raro. Y Heliké pareció oírlo igual. Le hizo un gesto afirmativo cuando la chica preguntó si lo oían también. Una acromántula apareció ante ellos. Inconscientemente, Anne retrocedió un paso, pero alzó su vara de cristal para hacerle frente. No tuvo que hacer mucho, pues la Vladimir se encargó de ella sin ningún tipo de problema.

 

¡Bien, Heliké! —exclamó con entusiasmo. Justo entonces notó que la arena se movía a su derecha, pero no reaccionó tan rápido como debería. Algo la empujó con mucha violencia hacia el suelo, aunque el golpe fue amortiguado por la cálida arena que lo componía. Demasiado cálida en cuanto pasó varios segundos tendida en ella. Se puso de pie y miró hacia todas partes. ¿Qué había sido eso?— ¿Qué era eso? ¿Lo habéis visto? Maldita sea...

 

La arena, esta vez a su izquierda, se removió peligrosamente. Pero esta vez Anne sí estaba preparada. Una criatura de dimensiones bastante grandes (como dos veces ella) con cuerpo de león y cabeza de reptil salió de nuevo de entre la arena tan rápido que la Gaunt solo pudo tirarse al suelo y rodar para esquivarla. La criatura cayó de pie y se giró con una extraña agilidad para tratarse de un ser tan grande. Anne empuñó su vara de cristal y decidió que era el momento justo de empezar a mostrar poco a poco su poder.

 

«Flechas de fuego», pensó sin apartar la vista de su objetivo. Varios filamentos llameantes volaron hacia la criatura, que los esquivó elegantemente menos uno de ellos, que le rozó el lomo. Lanzó un grito al aire que le heló la sangre a la licántropo, pero sabía que no podía descuidarse ni un momento. La bestia se preparó para saltar contra ella de nuevo, y una idea le cruzó la cabeza. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida. Se concentró para invocar la daga del sacrificio, la que correspondía al libro de la sangre y, en cuanto la tuvo en la mano, dirigió una mirada a la bestia... que ya venía hacia ella.

 

Immolo oppugnare —exclamó, mientras se clavaba la daga en una pierna, cerca de la rodilla. El ser lanzó una especie de sonido gutural que sonó casi tanto como el grito que soltó ella, y lo vio desplomarse a poca distancia de donde se encontraba. Cayó al suelo con la vista borrosa por el dolor. Su suerte era que la criatura andaba tan aturdida como ella misma. Parpadeó varias veces para poder enfocar la mirada un poco mejor sobre su objetivo mientras sentía el calor de la sangre empapándole el pantalón—. Incárcerus.

 

Las cuerdas volaron sin perder un instante y rodearon las patas delanteras y traseras de la criatura, así como su hocico de reptil para evitar que pudiera abrirlo. Se removió en el suelo, pero sin poderse levantar. Anne suspiró, con el corazón bombeándole a todas velocidad. Dirigió su mirada hacia la herida que se había autoinfligido para dañar a aquel ser, tenía que sanarse cuánto antes. Se llevó la mano al topacio amarillo que llevaba colgado en el cuelo junto con otra serie de amuletos y colgantes que escondía bajo la ropa. Ése topacio, en concreto, era el amuleto de la curación. Se concentró en él, con una mano en el colgante y otra sobre la herida sin llegarla a rozar. En pocos segundos, ésta sanó y la única prueba de lo que había pasado era la sangre que había manchado su ropa y la arena que había bajo ella. Se puso de pie sin perder tiempo y agarró su vara, la cual había dejado a su lado en el suelo durante la sanación.

 

Más vale que estemos atentos, o no vamos a llegar a esa cueva con vida —comentó.

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