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Castillo Evans McGonagall (MM: B 97458)


Syrius McGonagall
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Freya - elfina de la casa Evans McGonagall

 

La elfina había tenido un arduo trabajo limpiando la última cena en familia. Desde entonces, la casa había lucido como en otros días donde los miembros vivían su atareada agenda: sacar el polvo de las habitaciones, ver a P-ko cuidar el huerto de la ama Bel, hornear y cocinar para un reducido grupo que caía de vez en cuando. 

Freya lo atribuía al clima,  o la temporada, pero otra vez las personas parecían volver al castillo. Melrose acababa de llegar a través de un portal en el porche y se había quitado la capa de viaje mojada (a pesar de que Freya la había dejado esperando menos de un minuto) cuando se volvió a escuchar un sonoro golpe. Ella ya estaba preguntándose si sería otro respetuoso miembro Evans que prefería tocar la puerta a aparecer directo en su habitación cuando un rostro desconocido le devolvió la mirada al abrir la gran entrada de roble. 

—Residencia Evans McGonagall, buenas noches ¿Busca usted a alguien en particular?

El tono de voz de la elfina era amable, si bien no lo había dejado ingresar aún con la lluvia cayendo debido a los peligrosos tiempos que corrían. El muchacho no lucía letal... pero nunca se sabía. También estaba el asunto de que la luz que bañó el exterior al abrir era cálida e incluso hasta el recibidor era claro el olor de la cena. Al final, el corazón de la elfina se ablandó. No podía dejarlo fuera aún si todos los mortífagos de Ottery caían sobre la residencia en ese mismo instante.

—Pase usted, séquese un poco. Puede dejar su abrigo en ese perchero. 

@ Syrius McGonagall  @ Ania Evans Weasley  @ Kutsy Stroud Lenteric  @ Rory Despard  @ Ellie Moody  @ Scavenger Weatherwax  @ Lillian Potter Evans   @ Hannity Ollivander Evans  @ Laimi Evans

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Scott Duplantier.

 

La gran puerta no tardó en abrirse y del otro lado una pequeña figura hizo acto de aparición. El castaño bajó la mirada y se topó con un par de enormes ojos cautelosos que lo observaban, la pequeña elfina lo recibió con palabras de bienvenida pero parecía recelosa con dejarlo entrar y la entendía a la perfección. Era un extraño que arriba al castillo bajo un enorme temporal, hasta él tendría sus dudas. 

 

-No busco a nadie en particular, soy Scott Duplantier y vengo de los Estados Unidos, creo….. creo que los Evans son mi familia, de una forma lejana - se presentó esperando que aquello fuera suficiente para que lo condujera a algo, no estaba seguro de contarle de aquel Evans que emigró América a mediados del siglo pasado y se instaló en Nueva Inglaterra esperando edificar un mejor futuro alejado de las guerras que asolaban al viejo continente. 

 

No sabía si fueron sus palabras o quizás su apariencia calado por la lluvia inspirara un poco de compasión en la pequeña criatura pero al final la elfina se corrió a un costado y le permitió que se resguarde de la tormenta en la cálido interior del castillo.  

 

-Gracias- replicó Scott mientras ingresaba al enorme recibidor -Afuera el clima está espantoso, perfecto día elegí para hacer un visita - bromeó mientras se quitaba la empapada chaqueta y la colgaba del perchero a su derecha -¿Hay alguien en el castillo además de tí? - preguntó a la elfina.

 

Sacó de uno de los bolsillo largos de su chaqueta una botella de whisky escocés que compró como obsequió para la familia -Espero que gusten de un buen escocés - le mostró la botella a la pequeña criatura mientras sonreía con sus ojos color café.

 

El interior del castillo era cálido pero aún así Scott sentía frío,  toda su ropa estaba mojada, necesitaba pasar por un baño y tratar de secarse un poco, lamentaba haber dejado el resto de su ropa en el hotel de Londres donde se estaba hospedando. -¿Hay algún baño que pueda usar? Necesito secarme - preguntó.

 

@ Melrose Moody  

 

 

 

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—Sabes, no quiero ser abogada del diablo, pero lo que dijiste hace que suenes todavía más sospechoso.

La bruja asomó desde el comedor hacia el pasillo, retirando un bollo de su boca y masticando la comida que acababa de arrancarle, haciendo clara referencia al hecho de que preguntara si había alguien más por allí. Melrose no solía hablar mucho con extraños; ayudaba mucho que fueran los únicos presentes de momento: era la razón por la cual solía conversar mucho más en Luss, la residencia de los Moody. En las reuniones Evans, era normal que hubiera mucha más gente. 

—Entonces... —la bruja observaba al mago con ojos muy grandes y curiosos. Había estado a punto de esbozar una sonrisa— ¿Eres un Evans McGonagall?

Ella pensaba en cómo también se había sentido rara en su primera vez en el castillo. Hizo una floritura con su varita (haciendo claras señales de que no pretendía hacerle daño) y enseguida empezó a salir aire caliente de allí. Le indicó que sería mejor ir junto a la chimenea del salón, una vez el mago estuvo cambiado, para que pudiera tomar calor junto al fuego. Lo guió pasillo abajo, mientras Freya hacía una reverencia e iba en busca de bebidas y bocaditos, que luego trajo en un carrito, artefacto que los Evans le habían habilitado para que no anduviera por ahí cargando pesadas bandejas.

La bruja tomó una black isle stout y empujó una taza de té en dirección a Scott. Para entonces ya había terminado su primer bollo y se iba a zampar el segundo, con relleno de arándanos. También había pasteles de semillas, pay de manzana, bollos de mantequilla y de miel, un poco de queso curado, uvas, pan y café. Incluso algo de sopa caliente. 

—Uhm, tal vez esto sea una bienvenida demasiado invasiva —masculló más para sí misma luego de pasar el primer bocado—. Es solo que es muy fácil sentirse cómodo y distendido aquí —la bruja recordaba la primera vez que había pisado el lugar. Una bruja que no conocía de la vida de lujos que allí podía vivirse y admiraba cada plato y esquina pulida. También, había sido recibida con tanta efusividad que había sido difícil sentirse ajena—. Soy Melrose Moody —dijo por fin, presentándose— y quizá, al igual que yo, pronto podrás sentirte como en casa —la bruja no sabía qué más decir. Normalmente, no hablaba mucho, más bien se le daba mejor escuchar— ¿cuál es tu historia?

@ Syrius McGonagall

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Scott Duplantier.

 

No había terminado de intercambiar un par de palabras con la elfina cuando una figura se asomó hacia donde estaban. El castaño se giró hacia la voz que le habló y se topó con un bruja que lo observaba mientras disfrutaba de un bollo. -Lo mismo diría yo - sonrió percatandose de que realmente la bruja no estaba tan preocupada por su aparición.

 

-Pero vengo desarmado - levantó ambas manos -bueno a menos que cuentes la botella de escoces como un arma - señaló con la mano libre el whisky que sostenía. -Que por cierto es un regalo - explicó mientras se lo tendía a la bruja.

 

El obsequió pareció ser bien recibido pues como respuesta la escocesa sacó su varita y apuntando a Scott provocó que un aire cálido saliera de la misma y secara por completo al castaño. 

 

-Gracias - exclamó sintiéndose por fin cálido y seco, tendría que aprender ese truco, o al menos la próxima vez revisar el pronóstico del tiempo y prepararse en consecuencia. 

 

La bruja le preguntó si realmente era un Evans McGonagall ¿Estaba seguro de la respuesta? -Bueno… Según mis identidades soy Duplantier - Scott se rascó detrás de la cabeza en un gesto muy típico de sí mismo.  -Pero tras una revisión del árbol genealógico familiar, uno de mis bisabuelos fue un Evans McGonagall que emigró en a finales del 1800 a los Estados Unidos, así que de cierta forma, si, me podría considerar Evans McGonagall - sonrió el hombre sabiendo que poniendolo de esa manera un podría estar vinculado con medio mundo. 

 

-Aparte de él, soy el único miembro de mi familia que tiene magia, solo quería saber un poco más - reconoció.

 

Su justificación resultó ser suficiente pues la mujer lo invitó a seguirla hacia una especie de comedor donde un cálido fuego ardía con fuerza en una enorme chimenea de piedra. La bienvenida no se hizo tardar en llegar, un carrito cargado con muchas delicias se dispuso para ellos mientras ambos tomaban asientos en los cómodos sillones de la sala. 

 

-Esto se ve delicioso - alcanzó a decir mientras la bruja que se presentó como Melrose Moody se llevaba otro bollo a la boca. Los ojos café del Duplantier recorrieron la enorme oferta de bocadillos que tenía delante no deciéndose qué escoger, realmente no tenía mucho hambre, su desayuno había sido muy completo pero para no parecer descortés tomó un pedazo de queso curado. 

 

Mordió él mismo y dejó que su sabor le inundara la boca, sabía tan bien como se veía. 

 

Su anfitriona le preguntó por su historia y no dudó en contarla - Soy de Green Creek, un pequeño pueblo en el oeste de Massachusetts, viví allí hasta hace un par de años cuando decidí volverme policía y me relocalize en las afueras de Boston, una vida muy normal - tuvo que reconocer, nada fuera de lo común - Hasta hace un par de meses, cuando descubrí que era un mago - no pudo evitar sonreír.

 

-Si, se que normalmente un hijo de nomajs se entera de la existencia de este otro mundo a los once años pero… no fue mi caso, algo sucedió como no debía y hasta ahora no supe que era un mago, por lo que mi curiosidad no ha hecho más que crecer y cuando descubrí que mi magia posiblemente descendiera de aquel bisabuelo inglés que emigró América hace dos siglos no quise dejar pasar la oportunidad de ponerme en contacto con parte de mi historia -

 

@ Melrose Moody

 

 

 

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Bel Evans Ollivander

Hasta que no lo vi directamente, comentando su rara historia de descubrimiento de la magia, había creído que las palabras de P-ko sobre un nuevo visitante no eran más que otro de sus intentos por hacer que saliese de la biblioteca. Pero ahí estaba el muchacho, comiendo entusiasta junto a Melrose, con un acento que no dejaba dudas sobre su nacionalidad.

— Vaya, eres un Evans traído por un verdadero llamado de la sangre- dije a modo de saludo, con los ojos puestos en la botella de whisky escocés- entonces ¿dices que la magia solo se manifestó en dos personas a lo largo de varias generaciones? Es algo sumamente curioso.

El castillo Evans McGonagall siempre se había caracterizado por su hospitalidad, así que no era nada extraño que ese día, como en otras ocasiones previas, llegase alguien de improviso y fuera igualmente recibido. Sin embargo, sí que era inusual recibir a alguien con la historia tan particular como la que él había compartido, y por eso mismo, la tentación de ponerlo a prueba era grande. 

Quizá si luego de comer fuéramos hacia la biblioteca, podríamos encontrar información adicional sobre ese ancestro tuyo- los ojos de mi elfina destellaron de furia ante la mención de la estancia. Era evidente que lo último que deseaba era que volviese allí, pero despreocupada continué con la oferta- o cuanto menos revisar si ya apareces en el hall familiar, pues desde el momento en que un Evans se reconoce como tal siempre un cuadro de él se agrega en el pasadizo.

Un carraspeo de garganta de P-ko, acomodando el cochecito junto a la butaca donde había tomado asiento, era la mejor forma que ella encontraba para recordarme que debía comer algo antes de seguir con la bebida. Indecisa, contemplé la variedad de bocaditos, hasta que finalmente opté por el último par de bollos con queso que habían escapado al voraz apetito de Melrose. 

Scott, hasta el momento, no había mostrado una real preocupación porque su vida de muggle de tantos años, pudiese representar un peligro a su integridad en un entorno dominado por magos conservadores como lo era en gran medida Ottery. Su ingenuidad en ese sentido resultaba admirable, y provocaba incluso, deseos de protegerlo, o cuanto menos advertirle que aunque el castillo no había recibido ataques últimamente, nada impedía que no se volviera a convertir en un blanco de los mortífagos. O que, juzgando su apariencia, terminara siendo del otro tipo de blancos.

Lo primero que tienes que saber es que los magos se pelean igual o peor que los muggles, porque ya sabes, naturaleza humana.- sirviéndome otro vaso de whisky en la mano, tomé un largo trago y proseguí- si vivías en un pueblo pequeño, creo que Ottery te vendrá bien, pues no transcurrirá mucho tiempo antes que alcances a conocer al puñado de gente que vive aquí. Lo único malo es que los rumores y chismes se riegan como pólvora. Y viéndote tan guapo y joven, incluso si no fueras soltero, créeme que podrías provocar un aluvión de visitas al castillo, lo que quizá no nos haría mal, pues P-ko dice que nos hemos vuelto huraños ¿no?- sin dejar de sonreír, desvié brevemente la mirada hacia mi elfina y acto seguido, volviendo la vista Scott, alcé el vaso en su dirección- ¡salud por eso!

@ Syrius McGonagall  @ Melrose Moody

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Como ya había tomado una cerveza, la bruja había estado pensando en entregar el whisky a la elfina pero al final no resultó de ese modo. Antes de alargar la mano para tomar la botella y llamar a Freya, la bruja se detuvo y al fin terminó por sonreír. La historia de Scott era muy distinta a la suya y, sin embargo, no podía evitar sentir cierto aire de reminiscencia.

—Ah... no tienes por qué sentirte avergonzado —dijo entonces. Su mano volvió consigo, desistiendo de enviar el whisky a ser guardado. Ya lo haría después, de todos modos en el castillo un buen escocés no duraba mucho—. Yo misma, tuve una formación mágica bastante normal. Luego todo se fue al traste cuando fui mordida —la bruja toma entonces el borde de su polera y aparta la tela sin prisa, para mostrar la piel debajo. Allí, en la piel blanda donde finaliza la concavidad de su clavícula, hay una marca de mordida sobre su hombro, clara como la luz del día—. Aquí todos tenemos una historia —afirma ocultando la marca otra vez—, yo vagué muchos años con un aquelarre de licántropos en los bosques escoceses antes de llegar aquí —la historia sonaba inverosímil y Scott pronto descubriría que lo mismo sucedía con muchas historias de los magos de Ottery—. No te sientas apenado.

Justo en ese momento, Bel hace su aparición. Era obvio que había escuchado la historia de Scott. Enseguida fue evidente el interés que tenía en él como matriarca, así que Melrose se dedicó a tomar un vaso de té tibio y dulce mientras ella se extendía en una invitación a la biblioteca. Al menos, gracias a la bruja pelirroja no tendría que devolver el whisky, ya que ella empezó a consumirlo allí mismo.

—Scott acaba de mojarse con la lluvia, tal vez podríamos permanecer junto al fuego un rato —masculló casi de pasada. No quería molestar los planes de Bel.

Le pareció algo triste que la bruja tuviera que informarle enseguida sobre los mortífagos. Con honestidad, era lo último que Melrose habría pensado en hablarle. No porque no creyera que su seguridad fuera importante, si no porque le entusiasmaba más temas de conversación como el huerto del jardín que ya tenía fresas en estación, la misteriosa torre derruida o cuidarse de los bowtruckles que a veces podían darle a uno un susto de muerte junto a la piscina.

De momento, prefirió guardar silencio y solo le alcanzó a Scott una servilleta, mientras ella misma se limpiaba la boca con otra, antes de tomar su segundo vaso de té.

@ Syrius McGonagall  @ Rory Despard

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No se había sentido tan viva ni tan despierta en los últimos meses como se sentía ahora, el letargo había desaparecido y era como si el agua de la lluvia lo hubiera quitado.  No era malo estar en casa, le gustaba estar allí, pero últimamente el estar en esa habitación sola no era la mejor forma.

 

Caminaba por el sendero que la llevaba al castillo Evans McGonagall, el frío de la lluvia la hacía verse más pálida de lo habitual y en contraste hacía que sus mejillas y nariz estuvieran rojas. No tardó en llegar a la entrada, estaba empapada, con un movimiento de varita secó su ropa antes de entrar.

 

Escuchó voces en la sala, el lugar más cálido, o al .esos en ese momento para ella, se dirigió hacía allá en el instante en que escuchaba hablar a Melrose y proponer quedarse junto al fuego.

 

Asomó su cabeza en la habitación - Yo apoyo esa buenísima idea de quedarse junto al fuego - sonrió al ver que su madre también se encontraba allí -que bueno que hay visitas. Un gusto conocerle, soy Hannity Ollivander Evans.

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Scott Duplantier. 

 

Al parecer contar su propia historia sin tapujos hizo sentir cómoda a Melrose como para contar su traumática experiencia con un hombre lobo, asombrado observó la marca dejada por la mordida en la zona de la clavícula que la mujer le mostró. Debía de haber sido una experiencia horrible, su conocimiento sobre hombres lobos se basaba en películas, leyendas y mitos, la verdadera naturaleza de esas criaturas le era completamente ajena pero no todo podía basarse sólo en palabrerías. 

 

-Lo siento - fue la única respuesta capaz de formular, tenía cientos de dudas estallando dentro de su cabeza pero no creía que fuera cortés plantearlas en aquel momento. Por suerte la interrupción de otra figura en la habitación rescató de ese mar de dudas sobre los licántropos y cómo tratarlos en el que se encontraba. 

 

La bruja se mostró muy interesada por su historia y no perdió el tiempo para preguntarle por la magia en su familia -Si soy el único, al menos de mi conocimiento, Scott Duplantier - se presentó mientras se incorporaba del mullido sillón y  tendía su mano para estrechar la de la hechicera. 

 

-Sería un placer - apoyó la idea de ir a la biblioteca a buscar información sobre su antepasado mágico. Basilius Evans McGonagall, ese era el nombre de su bisabuelo mago y poco más sabía de él, solo que emigró de Inglaterra a Nueva Inglaterra en busca de un mejor futuro. Sus abuelos no hablaban mucho de él, ni siquiera recordaba haber visto fotografías del mago, al parecer abandonó a su familia nada más su abuela nació. 

 

Tenía que saber más de aquel oscuro sector de su árbol familiar, no solo por si mismo sino para el resto. 

 

-¿Un retrato de mí? - sonrió curioso mientras regresaba a ocupar su asiento -Eso sí que sería interesante de ver, nunca me han retratado - estiró su mano y tomó un bollo ya sintiéndose más cómodo con la conversación. 

 

Melrose acotó que quizás lo mejor sería que se quedara un rato más junto al fuego para entrar en calor, a lo que rápidamente el mago se apresuró a despreocuparla - Estoy bien, el ambiente está caldeado y esta comida deliciosa ya hasta me he olvidado de lo fría que puede ser la lluvia en esta época del año - bromeó el castaño mientras observaba a la escocesa. 

 

La otra bruja parecía estar tan deseosa como el de desenterrar la extraña conexión que lo unía con la familia por lo que prosiguió a advertirle del otro lado de la comunidad mágica en Ottery. Los ojos café de Scott observaron una de las ventanas que daba al jardín y que más allá de los límites de los terrenos de la familia se encontraba el pueblo de Ottery, observó cómo las gotas de lluvia escurrían como ríos sobre el vidrio mientras escuchaba las advertencias. 

 

Estaba al tanto de esa realidad y no le extrañaba, como lo expresó la bruja estaba presente en la naturaleza humana desconfiar de lo diferente -Conocía sobre eso - dijo mientras sonreía por los comentarios finales -También se que estas creencias están más arraigadas aquí en Europa que en América donde prácticamente todas las familias mágicas son mestizas, pero no se preocupen he aprendido a tratar con personas de ideas peligrosas por mi trabajo, además si logré llegar a este recóndito castillo en un taxi creo que podré moverme por Ottery sin problemas, ¡Salud! - acompañó el brindis mientras levantaba su vaso de whisky. 

 

Al parecer aquel día de tormenta llevó a los Evans McGongall a reunirse porque otra bruja hizo acto de aparición en el cálido salón y se presentó como Hannity Ollivander Evans -Un gusto - replicó a su turno mientras se levantaba de su lugar y se acercaba para estrechar su mano - Scott Duplantier, recién llegado - le sonrió a la bruja.

 

@ Melrose Moody  @ Rory Despard  @ Hannity Ollivander Evans  

 

 

 

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Durante su breve estancia en el castillo de los Evans ha aprendido dos cosas: son una familia grande, en nombre, poder y dramatismo. Tan pronto puede ser convocada a un desayuno sorpresa, como a una fiesta clandestina; también son amables, y aunque pueden ser reservados, las puertas del castillo se mantienen abiertas siempre para quien las necesita.

Es por esto que no le sorprende la noticia de que hay un recién llegado en el castillo, o que P-Ko, quien anda por ahí recitando el hecho a quién escuche (cuadros, estatuas y personas por igual), la inste a ir a presentarse. Han sido solitarios, estos últimos días. Ha pasado la mayor parte del tiempo perdida en la biblioteca leyendo acerca de la historia familiar y escribiéndole cartas a su padre. La elfina tiene razón, le haría bien el socializar un poco. Deja el libro sobre su cama y se encamina hacia el comedor.

En teoría sabe que los miembros de la familia -y de todo Ottery, se imagina- vienen de trasfondos distintos, pero si los fragmentos de la conversación que se escuchan del pasillo son ciertos, estos son tan diversos como increíbles.

— ¿Duplantier? — pregunta después de que Hannity termina su introducción. — No recuerdo haber leído ese apellido en la genealogía familiar, pero si recuerdas el nombre de tu bisabuelo estoy segura de que podremos rastrearlo.

Acercándose a la mesa, toma un bocadillo y una copa. — Mi nombre es Agnes Lynn. No tengo una relación de sangre con la familia, pero conozco a alguien que sí, los Evans han sido tan amables para recibirme. — Aquí hace una pausa para lanzarle una sonrisa a Bel y a Melrose. — Como tú, también soy nueva en Ottery, mis padres también son muggles, aunque yo vengo de un pueblito no muy lejos de aquí.

Por lo que ha escuchado, Scott sabe cómo defenderse, así que no ofrece ninguna advertencia. Extiende la mano para presentarse propiamente.

— No sé si es así en América, pero la magia de este castillo es impresionante. Como dice Bel, automáticamente se crean retratos de todos los miembros familiares. Si eres parte de la familia, te protege, a su manera. — en voz baja, añade: — mantente alejado de la torre, cosas muy extrañas pasan ahí.

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Bel Evans Ollivander

La conversación definitivamente se dejaba escuchar mejor acompañada del whisky. Melrose había compartido su historia de licantropía con el muchacho y aunque durante un momento se había dado un solemne silencio, rápidamente la comida caliente y el fuego de la chimenea, habían terminado dando un extraño aire familiar y entrañable al encuentro.

Que Hann apareciese en ese momento, fue solo la cereza al pastel. Llevaba ya un buen tiempo sin ver a mi hija, más que por voluntad o tiempo, por el atareado trabajo de ella para el ministerio francés, así que la abracé fuerte y sostuve entre mis manos sus mejillas en cuanto la tuve cerca, sonriendo de una forma que no había hecho en mucho tiempo.

Bienvenida mi Hann- instándola a que tome lugar a mi lado, pasé por encima de su espalda una manta para taparla- estuvo lloviendo mucho y necesitas recuperar calor también.

No había conseguido aún dar con las razones por las cuales el aspecto de Hann no conseguía mejorar y seguía presentándose mortalmente pálida, pero esta vez, a diferencia de nuestro último encuentro en la reserva, al menos sus ojos denotaban luz y reconocimiento además de tranquilidad, así que reconfortada de su presencia incliné mi cabeza en su hombro.

Tras ausentarse sin mayores explicaciones, P-ko reapareció en la sala trayendo más comida para los presentes. Junto a ella, también Agnes había llegado, y rápidamente la muchacha se presentó al joven Duplantier y dedicó una sonrisa cómplice a Melrose y a mí mientras confirmaba lo de los cuadros en el pasadizo al muchacho y además revelaba haber leído el nombre de aquel antiguo antepasado.

Si Agnes lo dice, entonces puedes confiar en su palabra- comenté, soltando la mano de Hann para comer unas soletas- debe ser junto conmigo, quien más tiempo se la pasa en la biblioteca del castillo, aunque ella sí investiga algo más que la mecánica de los sueños.

Aunque en un comienzo erróneamente había sospechado de la jovencita, creyendo que mi elfina estaba atrás de su presencia constante en la biblioteca, bastante pronto descubrí que no era más que su ávida mente la que la llevaba allí, a buscar libros sobre relojería, y de la relación entre muggles y magos. Ella podía mantenerse tan absorta en sus investigaciones que no resultaba una interferencia en mi propio trabajo, así que solíamos acompañarnos largas horas en silencio, intercambiando uno que otro dato interesante, hasta que normalmente a mí me fallaban las fuerzas y me quedaba dormida.

Era en circunstancias como esas que precisamente, le había compartido a la muchacha la historia de la torre maldita de Príncipe Godric.

Este castillo alberga muchos secretos y misterios. Ni siquiera yo que lo habito tantos años lo conozco a su totalidad. Si te quedas una temporada con nosotros podríamos aventurarnos a desentrañar algunos últimos misterios, y porsupuesto, obtener toda la información de ese misterioso antepasado tuyo ¿Qué dices?

@ Melrose Moody @ Syrius McGonagall  @ Agnes Lynn  @ Hannity Ollivander Evans

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