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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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El hombre asintió a sus palabras, aunque la pelirroja reconocía que desconocía el apodo al cual hacía mención respecto a la vidente, más bien desconocía todo referente a ella, a su mente vinieron pocas lecturas en Historia de la Magia más nada muy concreto respecto a ella. La bruja  negó para enseguida agregar.

—Si vamos a sincerarnos, no, no sé nada y por favor, no me trate de usted, llámeme Darla —repitió, sintiéndose incómoda con el trato tan formal, por más que la relación resultara estrictamente legal, si es lo que entendía de los servicios que el Crouch le ofrecía —no —repitió —desconozco la relación que me une a ella.

Odiaba saber que seguramente la relación venía por parte de la Akane y su alter ego estaba tan centrada en sí misma que no le daría ninguna información de lo que unía a una y otra bruja. Pensaba en ello mientras el mago se “hundía” literalmente en su valija, haciendo que la pelirroja le observara con una cierta curiosidad proveniente de aquella electricidad que le provocaba cada vez que los ojos de él se fijaban en ella. Darla se preguntó por qué le producía esa extraña pero para nada molesta sensación. ¿Tendría relación con lo que él le traía?

Darla observó la caja de madera, el cordón de hilo sisal que le sostenía, los caracteres de la etiqueta, su nombre, prolijo y muy claro, así como el año bajo él. Sus ojos pasaron de la caja al Crouch.

—¿Me pertenece? —el tono de asombro y la breve pregunta mientras él le contaba un poco más sobre ella, aunque se “atajaba” en relación a parte de la información necesaria. Darla frunció el ceño, la referencia a los edictos de su tía la obligaron a girar suavemente el anillo en su dedo, invocando la protección del [anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos], el bronce se notaba brillante y delicado y Darla se preguntó si debería haberlo activado con anterioridad, aunque, en la Mansión de su familia no lo creía necesario.

—Por favor, deje de llamarme señora, no me he casado, solo soy Darla —recordó la discusión que había tenido años atrás sobre qué o quién era ella, una simple y sencilla bruja dispuesta a darle pelea a lo que viniera.

Las palabras de Hessenordwood la intrigaban sin embargo y su atención se había centrado en él, desviándose por momentos hacia la misteriosa caja. Dejando la copa sobre la mesa la Potter Black tomó con curiosidad la caja entre sus manos, analizando la escritura, el material de la tarjeta. Casi se sentía como si fuera una criminalista analizando cada detalle, a pesar de lo cual, aunque no le viera directamente, podía sentir la mirada del hombre sobre ella.

Darla iba a desatar el nudo del cordón cuando el carraspeo de Hess hizo que fijara sus ojos sobre él, no sin cierta curiosidad, el hombre le estaba resultando más agradable de lo que pudiera esperar de un leguleyo. Levantó suavemente una ceja y sonrió casi con la misma sonrisa felina que exhibía el mago en ese momento.

—¿Entonces ya sabe el contenido señor Hessenordwood? —preguntó con un tono de voz tan delicado y malicioso como era la sonrisa de él —interesante, supongo que no me querrá adelantar nada ¿o sí? Entiende que si no ahora, más adelante, me tendrá que entregar el nombre de quien custodió el objeto ¿verdad? No pienso arriesgarle a él… ni a usted, a los edictos que mi tía y su yerno han realizado pero… —Darla amplió la sonrisa y se inclinó hacia el mago, como si hiciera falta mantener aún más la intimidad de la  conversación, como si el anillo no le bastara —no te obligaré a decírmelo ahora, pero no dejaré que esa información quede solo para ti.

No estaba segura si era por ella o por la Akane que decía aquellas palabras mientras su mano acariciaba con delicadeza la madera que protegía un contenido que podía sentir suyo de alguna manera. Pero Darla tenía ese defecto, ella siempre quería saberlo todo, y en este caso no era la excepción, era necesario cubrir todas las aristas de una situación. Su mano libre se había extendido delicada y diestramente y estaba posada sobre la del mago, no como advertencia, sino como simple refuerzo de sus palabras de que si ella firmaba él también tendría que entregar algo a cambio y no era precisamente el objeto que reposaba ahora sobre sus rodillas.

 

@ Hessenordwood Crouch

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Todo fue muy deprisa y muy lento. Muy deprisa porque había conseguido volver a la mansión Potter Black a tiempo de que la Amita hablara con su visita; muy lento porque estaba hasta los calcetines que no tenía puestos de que los patriarcas de la casa se estuvieran a punto de matar en un callejón de mala muerte en vez de unirse como un frente común contra lo que sucediera. Si sucedía, nadie le había preguntado a él pero los elfos saben de magia y de lo volubles que son las visiones.

¿Pero de qué se quejaba? Aquella familia hacía tiempo que habían perdido la cordura. ¿Pues no la Srta. Darla se había atiborrado de pociones para mejorar y se iba a ver la visita? Ahora que lo pensaba, lo más lógico hubiera sido decirle que volviera otro día. Por supuesto que no protestó cuando ella le pidió que le dejara en la biblioteca pero, vamos, que mejor que se quedara en la cama, donde él le había dejado inicialmente.

Como no era un cotilla, cerró la puerta de la Biblioteca para dejarles en la intimidad, aunque pretendía estar al tanto por si le llamaban para alguna cosa. A lo lejos, la voz de la Casi-Ama de la Familia, la mujer del Patriarca, se oía hablar con cierta insistencia. El Elfo no sabía cuándo había llegado pero prefirió alejarse. Después de casi dos años sin estar en la casa, era mejor no estar cerca de la explosión del Patriarca Matt. Seguro que se iban a decir cosas muy fuertes; mejor que todos guardaran las distancias.

Harpo entró en la cocina y preparó la comida (es decir, mandó en todos los elfos para que tuvieran la mesa preparada, comida lista, fruta, todo limpito, postres cuanto más dulces mejor para la hambrienta matriarca que llegaría de un momento a otro...) Supervisó lo típico, mantenles, sillas bien dispuestas, jarrones de flores frescas recién cortadas en la mesa, las cortinas abiertas para que entrara la brisa suave del día...

Sintió la puerta de la casa que se abría y un aroma de canela le adelanto que la Ama Sagitas había llegado a casa. Salió a recibirla con una bandeja de plata con zumo de naranja azucarada fresca, porque seguro que vendría acalorada por el camino.

-- ¡¡M A T T   B L A C N E R!! 

El grito resonó en toda la casa y los cristales de la biblioteca temblaron sobre los dos ocupantes que estaban allá dentro. A lo lejos, una bebita empezó a llorar y Harpo, parado en medio del acceso del vestíbulo, vio pasar a la Ama Sagitas con paso tan rápido que casi parecía que volaba, golpeando los tacones cuadrados de aquellas botas de cuero que llevaba últimamente sobre los escalones, de dos en dos. Subió tan rápida que ni le vio y el elfo prefirió retroceder un par de pasos y volver a la cocina, donde varios ojos de elfos miraban de forma desorbitada hacia el techo, como si pudieran ver a la matriarca que seguía gritando:

-- ¿Cómo te atreves a intentar restaurar la estación de King Cross cuando yo te lo había prohibido expresamente?

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- Elentari Ve, aunque aun no sabe entenderlo. Su ojo interior despertó mucho antes de lo que debería. - le dije. - además, la niña ha heredado mi empatía, algo qeu de momento tampoco sabe controlar.  - desvié la mirada hacia @ Helike R V PB , sintiendo el miedo que de pronto la atenazó. No era para menos...

 

- Fueron los mismos que intentaron matar a Sagitas de niña. Que intentaron matarla cuando estaba embarazada. Los que provocaron la traición de Jack. Y los que intentaron matarnos en nuestra boda. Quisieron atacarla donde era más débil. Desde qeu lo sabemos, le hemos puesto remedio. O al menos, lo intentamos. Hay cosas qeu no pueden controlarse eternamente.

 

Bufé al oir su pregunta, de si un huargo era peligroso para nuestra hija. Freyja era solo un cachorrito, pero no tenía dudas de su valía....tenía la experiencia de Fenrir. Aquel animal era un pedazo de pan con Elentari, y siempre estaban juntas.

- No es un huargo, es Su huargo - remarqué, molesto. - Freyja es como Fenrir para mi. Es su daemon. Nunca le hará daño, y no dejará qeu se lo hagan. No tendrá mejor protección qeu ese  lobito. - las dos se estirazaron, casi al mismo tiempo, sincronizadas. - Sagitas vio como la Abué invocaba algún tipo de magia ancestral para protegerme el día qeu nací....aquello sacrificó mi vínculo con Sagitas, pero creó a Fenrir. Sagitas hizo lo mismo, y Elentari obtuvo a Freyja. Es su protección y su vínculo con cosas que ni yo entiendo del todo...sacrificando su vínculo conmigo para ello.

 

Sentía que Helike se relajaba un poco mientras la abrazaba. Me resultaba extraño, después de dos años...iba  a costarme volver a hacerme a la idea, pero....

- No se nada de ellas, la verdad. Suponía que estaban contigo. - fruncí el ceño, pensativo. - No me gustan los extraños. Pueden patrullar los alrededores de la Potter Black, al menos, de momento. Pero no los quiero dentro de casa, o cerca, a no ser que alguien esté a punto de matarnos. N...

 

Pero callé. Conocía a Elentari bien, y aquel pequeño espasmo que le llevó a fruncir el ceño y abrir los ojos....había sentido algo que la perturbaba, justo antes de que el grito de Sagitas hiciera retumbar los cristales. Gruñí, agachándome para intentar calmar a la pequeña, que ahora lloraba, irritada y asustada porque la ira de Sagitas la había despertado. Traté de calmarla, de que se tranquilizara, pero ella no estaba acostumbrada a sentir a su abuela asi, no le gustaban los gritos...Fenrir también se acercó, con muchísimo cuidado a pesar de su tamaño, acercando el hocico a la niña, dándole calor. 

 

Sagitas se acercaba, escuchaba sus pasos, igual que sus acusaciones. Gruñí, levantándome, asomándome por la puerta de la habitación y mirándola, enfadado.

- Deja de gritar asi, maldita sea, estás haciendo llorar a tu nieta. - gruñí, tratando de controlar la rabia qeu sentía en ese momento. - Además, de qué hablas? No he vuelto a pisar en lo que queda de estación desde que... - me pasó por la cabeza como la atrapé en aquel tren en caída libre, y como nos habíamos amenazado en el callejón. - ya sabes desde cuando. Soy el único miembro de accidentes y yo no he ido alli.

 

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El grito me sobresalto tanto que termine por caerme del cómodo sillón donde estaba acostada durmiendo. Me levante deprisa y mire a mi alrededor desorientada. No estaba en la Ojo loco donde normalmente me encontraba sino que estaba en la mansión de Matt, fruncí el ceño tratando de pensar que era lo que me había llevado allá y recordé todo de golpe al ver mi maleta que aún estaba al lado del sillón. Las ascuas de la chimenea chisporroteaban pero el fuego se había apagado y el frio volvía a entrar, tirité un poco y salí de la instancia para mirar fuera de la sala de la chimenea que era lo que había provocado el alarido. 

La voz de mi madre riñendo a mi hermano me sacudió, era a ella a quien necesitaba. Me abracé fuertemente el torso tratando de no romperme en llanto ahí, respiré profundo tratando de calmarme y sentí el olor a flor de Dalias que cargaba Darla. Al parecer también estaba en la mansión acompañada de un hombre por el olor del cedro que emanaba. 

Matt estaba en el segundo piso con Heliké, fruncí el ceño, ella había desaparecido hace dos años pero si, debía de estar en casa debido a que era inconfundible el olor de flor nocturna y sangre que ella despedía. Subí las escaleras con la mirada gacha y los hombros caídos, pase de largo al lado de mi madre y de Matt y entre en la habitación de mi hermano para agarrar en brazos a la pequeña Elentari que aun lloraba, le hice un mimo a Fenrir que estaba al lado de la niña. 

La abrace y la mecí para calmarla y para tratar de mantenerme en una pieza pues sentía que las grietas de mi pecho se hacían más y más grandes y que me era bien difícil mantenerme junta. Una lágrima se escapó de la cárcel de mis ojos y la enjuague rápidamente. No quería que nadie la viera. Le entregué la niña a Heliké y le di un beso en la mejilla:

-Bienvenida a casa – le musite con la voz un poco rota, carraspee de nuevo tratando de mantenerme entera y Salí de la habitación:

-No griten, hay visitas en casa – baje la mirada y me dirigí de nuevo hacia la escalera, me deje caer en el primer escalón y me abracé con fuerza, respiraba despacio tratando de mantenerme entera y para seguir enterrando el dique que tenía presionando mi pecho. Yo era fuerte. Iba a salir de esto.

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La furia con la que entré en la casa se fue avivando a medida que subía las escaleras y me acercaba a la habitación de Matt. El detectar a Heliké no me hizo bajar el nivel de irritación. A veces odiaba la facilidad que teníamos las mujeres de aquella maldita casa para detectar a otras personas. Siempre pensé que era agradable oler, presenciar la esencia de quienes nos rodeaban, ser una buen sacerdotisa capaz de revelar quién estaba cerca. Pero, en realidad, no era un don sino una fatalidad, sobre todo cuando el humor oscuro nublaba mi vista. En aquel momento, no hubiera importado llevar o no la máscara que me transformaba en Nemétona. Era como si la llevara puesta en el ánimo, del enfado que tenía.

-- ¡Niño! -- ¿cuándo había llamado a Matt así, niño? Creo que nunca lo había llamado de esa manera. -- A mí no me digas que llora por mi culpa. Si tú no fueras haciendo lo que te da la gana, ¡yo no gritaría! -- Le contesté gritando más aún la última frase.

Creo que ni sentí los lloros de Elent...Alan... Artagracia. Estaba tan enfadada que creo que ni prestaba atención a lo que sucedía a mi alrededor, tanto que ni sentí los pasos delicados que subían por la escalera. Di una patada en el suelo que hizo crujir  el techo de la biblioteca (?) que estaba por debajo y provocó que un jarrón de flores se tumbara, derramando el agua clara que había alimentado unos alhelíes.

-- No me mientas. Si no has sido tú, habrá sido cualquiera de Accidentes, Xell o Heliké o... ¿Quiénes son los Accidentosos ahora mismo? ¡Les voy a cantar las cuarenta! Porque alguien ha ido a reparar. ¡Y dije expresamente que nadie ayudaría a los muggles! ¿Es que vamos ya a romper el primer Edicto en mis narices?

Me paré a tomar aire. Menos mal, pues seguro que ni me hubiera dado cuenta que Perenela cruzaba a nuestro lado, si decirnos ni un simple saludo. Fruncí el ceño cuando nos dejó atrás y entró en la habitación de Matt (vaaaale, y de Heliké) y se ponía a mecer a Elentari hasta que consiguió callarla. Salió y nos volvió a dejar de lado para sentarse en el primer escalón de la escalera. Después, avisó que había visitas. ¿Visitas? ¿Por qué no me había dicho nada Harpo? 

Desde abajo, la voz chillona de Harpo, se oyó, como si hubiera estado abajo esperando el momento para interrumpir.

-- Ama Sagitas. Su hija Perenela ha llegado con una maleta, le he dispuesto su habitación. Y en la biblioteca está la Señorita Darla con una visita, ha dicho que no la molestemos porque están tratando algo serio.

Miré a Matt, aún en silencio. Le hice un leve gesto de si sabía qué le pasaba a su hermana. Después me fui a sentarme a su lado y le puse un brazo por la espalda aunque sin decidirme a tocarla. Había perdido ese impulso de madre que sabe cómo solucionar todo. Ni siquiera me había dado cuenta que ella había llegado y que, por lo que veía, muy atribulada.

-- Esto... Cielo... ¿Has tenido buen viaje?

¿Seré idi***? Si se estaba derrumbando... Le puse la mano ya, por fin, sobre el hombro, y la acerqué a mí. Le di un beso en la frente.

-- ¿Tengo que matar a alguien, cielo? Díselo a mamí -- le dije, con la voz más dulce y melosa que pude. Ahora sí que era Sagitas madre.

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Que Sagitas siguiera gritándome no ayudó. Que tampoco me creyera, lo empeoró. Pero qeu ni siquiera respetara a la niña, que había empezado a llorar con fuerza, asustada por los gritos, cuando había sido casi lo único que nos había mantenido unidos desde que ella regresó....me dolió.

 

Gruñí, dando un paso hacia ella, mirándola a los ojos fijamente, apuntándole con un dedo.

- Si, llora por TÚ culpa, porque si no hubieras subido berreando las malditas escaleras, seguiría durmiendo tranquila. - contesté, alzando el tono de voz, olvidando el llanto, sin recordar que había más gente en casa y sin escuchar los pasos que subían escaleras arriba.

 

- TIENES DELANTE DE TI AL ÚNICO MIEMBRO DEL DEPARTAMENTO DE ACCIDENTES! - le grité, abriendo los brazos. - Soy director de un departamento sin empleados, lo único qeu hago es sentarme en el despacho porque nadie necesita a los accidentosos, y nadie quiere trabajar en él. - bufé, dando otro paso y bajando la voz, con los puños apretados - Si tanto te preocupa el maldito edicto deberías saber que saqué a los que pude de la estación, y no me paré a preguntarles si eran magos o muggles. - se lo dije sin pensar, pero me daba igual. Me molestaba bastante que le tuviera más importancia a unas est****4s reglas que a nosotros.... - Si alguien ha ido a reparar a mi no me mires. La última vez que pisé la estación te recuerdo que ibas en un vagón en caida libre. 

 

Fue ver pasar a @ Perenela Arya Grindewald Potter Blue  directa a mi habitación, como tomaba a la niña y la calmaba, antes de ponerla en brazos de @ Helike R V PB  y regresar a la escalera. Sagitas se sentó a su lado, y de nuevo, ahí estaba Sagitas....ahí estaba la mujer que cuidaba de su familia. Agaché la cabeza, dolido por la situación. Era como si siguiera siendo ella excepto....conmigo.                                                                                                                                                                                                                                                                                                            

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Sentí los brazos y el aroma de mi madre a mi alrededor, traté de respirar evitando sentirme abrumada, Harpo desde abajo habia avisado que mi maleta habia sido trasladada a una habitación y que Darla tenia compañía en la mansión. Tragué en seco y evadí la pregunta de mi madre. Volví la cabeza para mirar a Matt:

-Puedo volver a trabajar contigo @ Matt Blackner , dado que Sean tiene mi puesto como asistente de la Ministra, me vendría bien la ocupación y tu no estarías solo - traté de respirar despacio y parpadee para evitar que las lagrimas afloraran - ¿Puedo quedarme aqui por un tiempo? Se que esta es tu casa pero necesito donde quedarme y no quiero quedarme en la Ojo loco, SJ esta allá con Sean y no quiero que me vean así, sobretodo ahora que Sean esta en lo ultimo del embarazo. 

Baje la cabeza sintiendo la quemazón en la garganta, estaba perdiendo el férreo control sobre mi misma, la voz se me quebró y no pude volver a mantener el control, escondí la cara entre mis manos y deje que el llanto que llevaba dentro saliera a rienda suelta, volvi a abrazarme tratando de mantenerme en una pieza, apoye la cabeza en el hombro de mi madre @ Sagitas Potter Blue y solté lo que me atormentaba:

-Sean me esta engañando con otra... Aun no se quien es pero me esta siendo infiel, me lo ha confesado... aprovecho que no estaba aquí y ha mandado nuestro matrimonio al garete, me quedare con los niños pero no creo volver a perdonarle

Editado por Perenela Arya Grindewald Potter Blue

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-- Matt, cielo, por favor, ¿puedes pedir que nos suban algún reconstituyente a la habitación de Perenela? 

Acababa de mirar hacia atrás y noté la reacción de mi hijo; algo pensaba que no me gustaba, pero tampoco tenía tiempo de pensar en él. Lo que acababa de decir mi hija era un mazazo y no podía preocuparme por dos hijos a la vez, más cuando nos habíamos estado chillando a pleno pulmón un minuto antes.

-- Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras, chatita mía. Sabes que la Potter Black es tu casa y que tienes una habitación aquí siempre que quieras y por el tiempo que quieras. 

No estaba segura de si me había preguntado a mí o a su hermano, pero me era igual. Sabía [o lo mato] que su respuesta sería idéntica a la mía. Ya que él decía todo el rato que había que permanecer unidos y bla-bla-bla, que empezara cuidando de su hermana, que estaba muy herida emocionalmente. ¿Dudaba de Matt? No, pero...

-- No llores, cariño, no llores por ese... escreguto. Nos desharemos de él. -- Volví a mirar a Matt de reojo, medio le sonreí para que entendiera que era una forma de hablar; pero... ¿lo era o aquel odio que sentía dentro por el hombre que le había hecho daño a mi hija me había dicho decirlo porque era cierto, iba a deshacerme de él, de la peor manera que se me ocurriera.

La abracé y la obligué a levantarse para ir a la habitación, esperando que Matt acudiera pronto con el remedio que le iba a dar para que se tumbara y se durmiera. Es lo que le hacía falta, dormir y descansar.

-- Vamos, cielo, nos acostaremos juntitas y lloras un poquito a mi lado mientras yo te acaricio el pelo, como cuando eras pequeña.

Esperaba que me hiciera caso. Creo que a las dos nos convenía descansar. Estaba siendo un día muy largo, llenos de emociones mal encaradas. Y mami iba a cuidar de su niña pequeña hasta que se durmiera. Después... Ya veríamos lo que hacía.

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Alcé la mirada al sentir la petición de Sagitas. Trataba de consolar a @ Perenela Arya Grindewald Potter Blue , que lloraba en su hombro, diciendo que Sean le había sido infiel, que su relación había terminado....No era la primera vez que peleaban, pero la demonio tampoco parecía en su mejor momento, ni físico ni anímico. 

 

Incluso se adelantó a que aceptara a Perenela en casa, como si tuviera que pedir permiso...Pero de nuevo, ahí estaba la mirada de Sagitas, de reojo, como si temiera que le negara a mi hermana la permanencia en la PB...también era su casa al fin y al cabo. en lugar de eso, Sagitas me mandó a por algo para que se recompusiera un poco, mientras le ofrecía consolarla hasta que se calmase.

 

Ella se levantaban para ir a la habitación. Yo no esperé, simplemente, me aparecí abajo, en las cocinas. Los elfos se escondieron, asustados. Ya estaba acostumbrado a que me rehuyeran incluso ellos. Mi humor no solía ser el mejor, y menos tras una pelea con Sagitas. Fue solo Harpo el qeu se atrevió a acercarse, con una poción que parecía herbovitalizante, pero qeu olía a algo más. Tal vez llevara algo para que Perenela pudiera dormir tranquila. La tomé, poniéndola sobre una bandeja, junto con un poco de zumo de naranja, agua fresca y un poco de caldo, tapado, para que pudiera tomarlo como quisiera. Agradecí a Harpo con un pequeño gestode cabeza y volví a aparecerme en el cuarto de Perenela.

 

Dejé la bandeja sobre la mesa, mirando un moemtno hacia las dos, antes de dejarlas a solas. Supongo que era lo qeu querían, de todas formas, no era la mejor ayuda para consolar a alguien, menos aun después de gritarme con Sagitas. Simplemente salí y cerré la puerta para darles un poco de privacidad....antes de regresar con @ Helike R V PB  y Elentari. Me acerqué, tomando a la niña en brazos, que aun sollozaba un poco. En cuanto lo hice, la pequeña se acarró a mi camiseta con su pequeña manita, mientras ponía la cabeza en mi pecho. La mecí un poco, logrando qeu se calmara. Me daba pena verla asi.

- Imagino que tu también necesitas descansar. Pues....ya sabes...puedo pedir a Harpo qeu te lleve algo a la habitación si quieres.

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Aunque Perenela se dejaba llevar, sabía que, por dentro, su cabeza iba a mil pensando tantas cosas que le harían petar de un momento a otro. Lo notaba en la tensión de sus brazos, que se dejaban arrastrar por mí hacia su habitación pero poniendo una leve fuerza como si prefiriera seguir sentada en aquellos escalones. No se opuso, pero tampoco favoreció el cambio de escenario. Tal vez estuviera muy ida, muy dolida, muy rota por dentro pero yo sabía que, en el interior, su estado demoníaco se estaba encogiendo y pataleando. Notaba ese tenue resplandor azul en el aura que le rodeaba y también el color de sus uñas. Sólo esperaba que no se transformara allá, antes de llegar a la habitación. Medio edificio quedaría arruinado antes que pudiéramos retenerla.

Sin embargo, a pesar de mis miedos, llegamos enteras a su zona de confort, o al menos, la que siempre había sido cuando vivía en la casa, las pocas veces que estaba allá pues a Perenela siempre le había gustado más la "Ojo Loco", donde estaba enterrado su padre. ¡KK! ¿Por qué me acordaba ahora de Reiven? No era el momento. Nunca más sería el momento de recordarle. No quería hacerlo. La senté en la cama y empecé a desnudarla, sus zapatos, sus medias, su vestido... Intenté no fijarme en aquellas cicatrices que aún tenía (¡culpa de Sean y ahora la abandonaba! ¡Maldito Strealer barato! ), intenté ponerle un camisón beige de los de vieja, como ella decía, que había sido mío antes que, por no sé qué motivo, ella lo dejó abandonado en su cómoda, intenté tumbarla.

Me costó. Estaba agarrotada, lloraba, rígida, demasiado pensativa. No, no quería que pensara en Sean. Eso la mataría. Y eso haría que yo matara a ese Chizpurfle que no había sabido valorar la joya que había tenido entre sus manos [jole, cómo se pasa Sagitas de dramática], que había destrozado a lo que yo más quería, mi niña, mi única niña... Matt entró, olía a preocupación, aunque no supe si por su hermana o por nuestra discusión. Sentí que dejaba lo que le había pedido encima de la mesa. Acomodé el pelo de Perenela para que no le molestara en la cara. Ella no había cerrado los ojos, miraba al techo. No parpadeaba.

-- Gracias -- le dije a Matt.

Pero ya no estaba. Me dolió. No me había dirigido la palabra. Sólo me había obedecido como buen hijo, ¿o sólo se había comportado como buen hermano y lo había hecho por ella, no por mí? 

Volví la cabeza hacia Perenela y la acomodé con muchos cojines suaves bajo su torso, para elevarle un poco pues tenía  que darle la poción.

-- Mi cielo, no puedes quedarte así por un hombre. Sólo es un hombre.

Mi mirada se hizo fiera y relució, como cuando llevaba la máscara mortífaga puesta.

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