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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Ya veo-, casi murmuró, aunque pareció más bien detenerse a cavilar en la respuesta de Potter Black. —Es una pena que no haya un parentesco como tal. Pero, igualmente, si, esto le pertenece-, por alguna razón, el desconocimiento de la bruja acerca de la vidente pareció desencajar en algo. 

Hess tiene algo de mala experiencia con los brujos videntes, pero no había perdido por eso el interés en ellos, por lo que pensar que no habría realmente quizá alguna estrecha relación entre Darla y madame Southeil era solo algo desalentador.

Sin embargo, si es que pudo haberse desanimado con su respuesta, el demonio lo disimuló bien, y se mantuvo impecable, después de todo Darla se había presentado como un personaje de carácter sobresaliente. Quizá algo mejor que una descendiente de vidente.

Hasta este momento habría dicho que aun era muy pronto para asegurarlo también, sin embargo, el efecto que la mención de los edictos provoca en Darla es inesperado, aunque igualmente bien recibida, y por ende llama sin querer su atención dejando al mago mucho en que pensar, sobre todo en el parentesco tan directo que sabe que existe ahora entre esta persona, Darla, y la ministro de magia actual. Habría que guardar esta idea también en un block de notas para descomponerla después. 

Por ahora, lo mejor para él y el rumbo por el cual su negocio se estaba inclinando era el mantenerse firmes, pero al margen de los asuntos que embarraba a todos en estos conflictos políticos que tenían al Ottery sumergido en una neblina espesa de malas decisiones; cualquier movimiento, cualquier mal paso podría resultar gravemente significante. Y él no quiere ensuciarse las manos innecesariamente. 

En todo caso, prefería mantenerse abajo, observando, solo por si, de todo ese desastre, caía algo que valiera la pena ser atrapado.

Darla en cambio se mostraba con esta personalidad enigmática escondida entre bonitos gestos y movimientos suaves de los que Renzo a menudo le advierte, de los que a menudo él mismo acude para saquear algunos bolsillos torpes, y la convertía rápidamente en alguien con quien, lo recomendable, era moverse cuidadosamente.

De cualquier forma, tampoco se sentía en peligro.

Por supuesto que puede intentar obligarme a decírselo, Darla, si eso es lo que quiere-, sus ojos, que se habían detenido un momento donde sus manos se juntan volvieron al rostro de ella, a sus ojos de astuta mirada que sin ser legeremante puede interpretar como sugerente, que podría llevarlos a algo más que la razón que los había traído ahí originalmente.

Eso era bueno, porque podría de algún modo llegar a establecer un vínculo con la Potter Black menos externo. Era conveniente. Lo malo era, que no está seguro de que Darla entienda como es que realmente funcionaba esto. 

Pero le aseguro, mi señora...-, él palmeó, con la mano libre, sobre el dorso de ella y le dedicó esta vez una sonrisa más cómplice. —Le aseguro que soy extraordinariamente difícil de persuadir-, no era del todo una mentira, pero solo habría sido necesario encontrar la persuasión correcta.

Lo que pudo haber dicho después de eso quedó a medias con el estruendo que sacudió los vidrios de la habitación. Hess se mantuvo en su sitio, aunque si tuvo que soltar la mano de Darla para poder asegurar que el maletín no volcara y botara sus cosas por todas partes de la biblioteca. 

Aunque desconcertado por lo que sucedía el demonio le dedicó a la bruja una mirada casi divertida, pero igualmente sorprendida. El anillo contra oídos indiscretos que Darla había activado hacía tan solo unos minutos los protegía a ellos de que alguien más fuera capaz de detectar su conversación ahí adentro, no obstante, la magia Uzza no pudo hacer mucho para detener los gritos provenientes de afuera.

¿Qué sucedía con King Cross? bueno si, Hessen había leído las noticias de esa noche, al día siguiente tampoco se dejó de hablar de eso por todas partes, ni al siguiente, incluso él había dado su propia versión de los hechos al patriarca de los Ollivander, por ocupaciones del trabajo no se había ni detenido cerca del lugar para ver en qué estado había quedado reducida, para asegurarse de que las noticias no habían dramatizado el escenario, pero ¿qué estaba pasando entonces con la recuperación de la estación? Quien quiera que fuera la autor de la situación de allá afuera, no parecía estar, ni tantito, satisfecha con esa idea.

¿Esta todo bien?-, preguntó a Darla finalmente, solo para asegurarse de que no había sido afectada por los gritos de afuera. Ni por el ruido, ni por el contenido de las palabras. Él no podría saber tampoco si era alguien que ella reconocería o no. Era difícil con estas familias tan grandes que vivían en el Ottery. —Puedo entender si necesita ir...a revisar-,  se mantuvo tranquilo a pesar de lo muy poco conforme que se siente hasta ahora. Por otro lado, firmado o no el documento, ha cumplido con entregar el encargo de Southeil.

@ Darla Potter Black

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La soledad de los jardines donde corría la brisa era agradable. No se oía nada a mi alrededor, y trataba de aislarme de las emociones de aquellos que permanecían en casa. De @Darla Potter Black y su acompañante (a los que seguramente habíamos sobresaltado con nuestros gritos) de la pena de @Perenela Arya Grindewald Potter Blue o de @Helike R V PB...

 

Había dejado a mi hermana con Sagitas, en su habitación, tratando de consolarla, mientras que yo había conseguido que Elentari volviera a dormir. Siempre me daba pena oirla llorar, más aun con el miedo qeu la niña sentía al haberse despertado de una forma tan brusca. Mientras, Helike dormía en mi...en...en nuestra cama.  Iba a ser difícil volver a acostumbrarme al hecho de que había regresado. No estaba solo, de nuevo, o al menos, eso suponía, eso esperaba una parte de mi. Que no volviera a marcharse. Elentari ni siquiera la recordaba (imposible) pero...no quería que hiciera daño a la niña. Ni siquiera me estaba preocupando por mi.

 

Y luego estaba Sagitas.

 

Ya no sabía que hacer. Lo último qeu me quedaba por ver era que me acusara de aquella forma, de desobedecerla, de ignorar sus órdenes y presentarme a...o de mandar...a quien? Trabajaba solo en un departamento fantasma, como si pretendieran esconderme y vigilarme más que dejarme trabajar. Tenía la sensación de que Sagitas ya no era mi madre. Era complicado, si, pero...

 

Apreté el vaso que sostenía, callado, frustrado...pensativo. Hacía mucho tiempo que no me marchaba, a solas, con la única compañía de una botella. No era abstemio, pero mucho tiempo atrás había dejado de refugiarme detrás del alcohol...Y sin embargo ahora no podía evitarlo, y había vuelto a refugiarme en eso.  Tenía que lidiar con demasiadas cosas al mismo tiempo, y...no podía. No sabía como. No quería. 

 

No podía. 

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Mantuve aquella fiereza en el rostro aún cuando sentí a Matt salir de la habitación de su hermana y su aura se perdió por los pasillos. Aún sentada en el borde de la cama, sujetando las mano de mi hija hasta que cayó en un sueño profundo, fruto de las pociones que le había obligado a tomar, pude "sentirle" caminar por la habitación de matrimonio que había vuelto a compartir con su mujer, Heliké. Mientras acariciaba la frente de mi hija, sentí el tacto de Elentari en mis dedos, fruto de aquel vínculo que mantenía con mi hijo que, de alguna manera, se iba haciendo cada vez más débil. Perdía a Matt.

Cuando el ritmo de respiración de Perenela se hizo suave, solté su mano y le di un beso en la frente. Después, la dejé al cuidado de su Elfina Kiwi, quien no se movía de su lado para nada, llorando en silencio. Abandoné su cuarto y cerré la puerta, con mucho cuidado. Advertí que me avisaran rápidamente en cuanto despertara. 

Me sentí agobiada por el silencio. Los niños no hacían ruido. La Mansión Potter Black parecía abandonada y sentí una sensación de miedo. Sólo para romper el silencio, ululé. Sí, lo sé soy rara, pero era un método que usaba de niña en los bosques de España, cuando me sentía sola y sentía frío. Al instante, el ruido volvió a aparecer, como si se hubiera deshecho un hechizo. Lo hizo tan rápido que casi me asusté al sentir el trajineo de los elfos en la cocina, los chillidos suaves de Ithilion en su cuarto de juego, seguro que descabezando algún peluche, el ruido de los tacones de alguien paseando por una habitación, el susurro de unas voces en algún descansillo, el roncar de alguien (tal vez de Heliké, quien dormiría con la niña...)

Volví a sentirme agobiada, pero ahora por el exceso de gente a mi alrededor. Necesitaba estar sola y pensar, pensar... Bajé corriendo las escaleras y pasé por delante de la biblioteca. No se sentía nada. ¿Ya se habría ido Darla con su invitado o habrían usado algo para que no se escuchara de qué hablaban? No me paré hasta sentir el aire fresco de los jardines, llenos de aromas suaves de flores... Era agradable. Pero algo más me trajo, un olor a cebada malteada rodeó mis fosas nasales y me recordó el hábito escondido de Matt a beber en lugares ocultos. Atraída por ese olor, lo seguí hasta dar con él.

-- ¿Vas a volver a caer en la bebida, Matt? -- le dije, intentando que no sonara a crítica. En el fondo, sabía que la razón, o una de ellas, de que él recurriera a es innoble hábito, era yo. -- Al menos podías invitarme, no bebas solo.

Sonreí levemente y me senté, en el suelo, sintiendo el frescor del césped bien cuidado. Me di cuenta que no llevaba un vaso y hasta levantar la varita me parecía cansado. Cogí la botella y bebí, así, a morro, un buen lingotazo.

Quemaba. Pero no tanto como ver a Matt en aquel estado.

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Terrenos de la PB. Con Sagitas

 

No necesitaba oir la voz de Sagitas para saber que me había encontrado...no había nadie más a quién no sintiera. Al escuchar su voz, con una pregunta tan simple como significativa, me encogí ligeramente de hombros, sin mirarla, notando calor en las mejillas. Sagitas era la única que había sabido de...bueno, de aquella etapa. De aquel hábito qeu durante un tiempo se convirtió en mala costumbre. No estaba orgulloso.

 

Vi de reojo que se sentaba en el suelo, levantando un ligero olor a hierba fresca, mientras tomaba la botella y bebía directamente de ella para "hacerme compañía". Como explicarle que era una de las razones de que me escondiera allí? Su desconfianza acumulada después de tantos meses, el ataque, el callejón, los gritos y sus dudas hacia mi...y acto seguido volver a ver a Sagitas, a la madre, a nuestra madre, siendo protectora y cariñosa con Perenela, como si nada pasara. Tenía la sensación de que la única persona hacia la que había cambiado era yo. A lo mejor sobraba. Tal vez era hora de que me marchara. Y si...

 

Y luego estaba Helike. Su desaparición había sido repentina y dolorosa, tremendamente dolorosa. Pero había seguido adelante por la niña. Ni siquiera me había parado a pensar en lo que yo podía sentir respecto a ella hasta que la había escuchado de nuevo en el despacho de Sagitas, en el ministerio. A pesar de que me había explicado sus motivos y su historia, no...no sabía como sentirme. O más bien, que debía sentir.

 

En aquel momento no sabía como gestionar nada, como reaccionar...solo quería esconderme, no sentir nada, que me dejaran...Nunca había sido especialmente hábil a la hora de expresar mis emociones, y en este momento tenía la sensación de que me ahogaba en ellas.

 

Y lo peor, aquel era mi primer vaso. Ni siquiera había sido capaz de beber. En otra época, ya habría acabado fácilmente con media botella. En lugar de eso, me había sentado a...a tratar de pensar, sin atreverme a probar el alcohol. 

- Cayera o no, te creerías mi respuesta? - pregunté, con la mirada fija en el vaso antes de dar un largo trago.

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-- ¡Diosa oscura! ¡Esto quema! ¿Cómo lo aguantas? -- conseguí decir después de unos minutos, tras el quemazón horrible en la garganta y el estómago. Además, eso me daba tiempo de pensar un poco en su pregunta.

Matt estaba cabizbajo, tal vez deprimido, pero no borracho. Me fijé en su vaso y aún estaba hasta arriba. Lo había llenado, sí, pero no había bebido. Eso implicaba un gran esfuerzo, así que, en realidad, yo había bebido más que él. Seguí con la botella cogida por el cuello de cristal, aunque con la mano algo alejada. En aquel momento, hasta el olor me molestaba. Sentí un picor horrible en la base de la nariz. Soplé fuertemente por la boca antes de proseguir hablando.

-- Yo siempre te creo. Sé que eres sincero, tal vez demasiado, por eso, sí, te creería. Ahora, no quiero que caigas de nuevo en... la bebida. -- "No por mí", se me olvidó añadir, pegado al paladar antes de que mi boca lo pronunciara. Matt acababa de beber un largo trago. -- Ahora tienes una niña a la que cuidar. No me fío de la boba de tu mujer. Igual que te dejó una vez, seguro que vuelve a encontrar una excusa para largarse de nuevo. Volverá a irse, la abandonará a ella y a ti. Elentari te necesita. Necesita a un padre sin alcoholismo.

Necesitaba que él siguiera escuchándome y que se diera cuenta que el alcohol era un elemento que no podía añadir a los problemas actuales que ya teníamos, en el mundo, en la ciudad, en nuestra propia casa.

-- Yo te necesito también, para que me ayudes con el tema de Ithilion. Podemos no pensar lo mismo en la forma de hacerlo, pero sí queremos el mismo final, salvar a tu hermano. Así que te necesito sobrio. No caigas en esa trampa, Matt.

Y le puse la mano en la espalda, demostrándole que su madre estaba allá, para ayudarlo.

-- Perdona por gritarte por lo de King Cross, no sé porqué dudé de ti. Alguien está ayudando a arreglarlo con magia. Ya mandé para allá a los aurores, para que investiguen...

¿Quién podría ser que hiciera eso a pesar de mis edictos?

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Terrenos de la PB. Con Sagitas

 

- Si alguien se ha saltado tu orden no he sido yo,  y tampoco nadie a mi mando. No tengo a nadie a quién mandar. - murmuré. Que hubiera enviado a los aurores a investigar significaba poco o nada...en los últimos tiempos, habían demostrado ser inútiles.

 

Escuchaba sus palabras en silencio...su disculpa por los gritos, su voto de confianza, o que al menos dijera creerme...si, era cierto...a veces era est.úpidamente bobo y sincero. Sabía mentir, se me daba bien, pero era incapaz de mentir a algunas personas, y una de ellas era Sagitas. Sus palabras deberían de haber sido reconfortantes, pero...no veía como. Miraba el vaso, lleno, a falta solo del primer trago qeu ahora mismo me quemaba por la garganta, pero qeu sobrellevé mucho mejor que Sagitas un momento antes. Tal vez, tristemente, estaba acostumbrado. Ella ya sabía (era la única) que no era mi primera escapada con la bebida, solo que hacía mucho, bastante tiempo, desde la última vez.

 

Supongo que trataba de apelar a....a mi sentido del deber. A mi responsabilidad. A la lógica. Pero cada petición, cada frase, se clavaba más hondo. Ithilion y el peligro qeu el niño corría. Sagitas, que necesitaba mi ayuda, a pesar de que me daba la sensación de que más bien me repelía a toda costa. Helike y...y la amenaza de que nos abandonara otra vez.  Elentari...

 

Sin darme cuenta, comencé a apretar el vaso con fuerza, mientras que con la mano libre me agarraba la camiseta, intentando contenerme, intentando no desbordarme, maldiciéndome porque en lugar de beber y olvidar, beber hasta dejar de sentirlos a todos y que la cabeza dejara de funcionar durante un rato, estaba allí parado, con la garganta seca, incapaz de volver a probar otro trago. 

 

- No puedo...no puedo ayudarte con Ithilion. - murmuré, sintiendo la mano en la espalda, notando un escalofrío que me hizo aferrarme más a mi mismo. - No puedo ayudarte a ti, no puedo lidiar con Helike y volver a pasar por su marcha o por su regreso, y no...no puedo cuidar de Elentari. No soy bueno para ella. - "cállate. No hables. Trágate todo eso y dale otro trago a la botella."

 

No había sido capaz de beber por la niña. Por remordimientos. 

- Nadie me necesita. La niña no me necesita sobrio. 

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Chasqueé la lengua, enfadada. Cuando Matt entraba en esa esfera de autodestrucción, era difícil convencerle de que iba errado. Y a pesar lo irritada que me ponía eso, sabía que tenía que ser madre, más que jefa o Ministra en aquel momento. Madre, de las que apoyan, de las que ayudan, de las que quieren. Sólo pensar en eso y se me derritió un poco la rigidez.

-- Venga, Matt, no me hagas meterte por el gaznate una poción Felix Felicis, para que te cambie el humor -- le dije, con una sonrisa triste. No lo haría, una vez él me había obligado a hacer algo y siempre que me acordaba de ello, me ponía de más mal humor. -- No te preocupes por Accidentes, las cosas no son como eran pero estoy segura que pronto volverán. Xell está... en una misión.

No podía decirle nada más, puesto que era algo que a él, como ajeno a nuestras ideologías, no debía saber, además que, seguramente, no las entendería. Proseguí.

-- No sé nada de Hayame, eso me preocupa... -- Intenté que no notará la preocupación que tenía por mi hermana. -- Todos volverán, ya verás...

Intenté pone la mano en el vaso de él, para que no se lo acabara. Pero estaba muy lejos, lo único sería usar la magia y era algo que no quería hacer con él, podría parecer abusivo. Así que seguí con mi mano en su espalda.

-- Pase lo que pase, me tendrás aquí, a tu madre. Como siempre. No tengas miedo... Pero no bebas. A pesar de lo que has dicho, todos te necesitamos. La familia entera te necesita. Y yo te necesito, más que nadie, Matt. Veo que me pierdo y no sé salir del sendero que me ha marcado. Tú estás aquí para acompañarme, aunque estés a mi lado para decir que me equivoco. Sé que, al llegar al final, tu presencia es muy importante. Así que sí, te necesito, te necesita Ithilion, te necesita Elentari... Es mejor que estés sobrio a pesar de lo que nos espera al final del camino. Precisamente por ese final, te necesitamos sobrio.

Era algo muy duro lo que le estaba pidiendo, sin duda, pero era necesario que lo entendiera.

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Escuchaba al mago respecto a la pertenencia del objeto a ella pero su mente estaba a mil, los recuerdos que venían a ella eran algo confusos, solo podía ver la imagen de una mujer con aspecto humilde, rodeada de herramientas de carpintería y una polilla volando a su alrededor. La Potter Black apenas entreabrió los labios intentando replicar a las palabras del Crouch, ella no había contado con que fuera fácil, lo sabía, pero si estaba segura de que quería conseguir su objetivo, aunque toda la lógica le hiciera sentir que era una locura.

—Así que difícil —podría haberle dicho que con más duras criaturas se había cruzado en su vida y que a más tercos había convencido de hacer lo que ella quería pero solo bajó su mirada hacia la mano de él unos segundos sobre la de ella y le dedicó una sonrisa encogiéndose de hombros —dicen que todos tienen un precio… —comenzó a decir cuando un grito llenó el espacio y estaba segura que había llegado al espacio exterior, apoyó sus manos sobre la caja en su regazo y levantó los ojos hacia la cristalería en la biblioteca mientras lanzaba un silbido bajo —madre mía… Matt… —susurró recordando la destrucción de King Cross, la presencia del mago junto a alguien más cuando Harpo la rescató y por lo viso el mago había actuado, las fichas fueron cayendo en su mente y recordó todo, desde la reunión con su tía hasta la subasta de San Valentín y de pronto todo tuvo sentido… estaba actuando sola de nuevo. La pregunta de Hessernorwood la trajo de regreso al momento actual.

—Para mi primo creo que no —respondió casi inconscientemente —¿estás loco? Ella está en modo explosión, puedo sobrevivir a ella pero prefiero mantenerme a cubierto —miró al hombre y se encogió de hombros con un gesto de disculpas antes de agregar —si es un tema “familiar” es de madre e hijo y si es “ministerial” te aseguro que ni ella necesita mi protección en este momento y dudo que Matt me deje haga algo contra su madre —bueno en realidad no estaba segura de ello —y es la Ministra, terminaría arrestando a mi primo… no, no, mejor dejar que las aguas se calmen —si es que eso era posible claro.

—Mejor volvamos a lo nuestro, que al final no será usted quien me robe el tiempo sino seré yo a usted ¿Qué es lo que pretende que firme, cuáles son las letras chicas? —sí, había pegado un salto inesperado pero la situación que se planteaba fuera de la biblioteca la ponía nerviosa, los murmullos y las voces llegaban demasiado claras a ella y la verdad la estaba poniendo nerviosa, no quería saber lo que su familia estaba viviendo. Lo que parecía un reclamo ministerial estaba dando paso a una situación familiar y quizás lo mejor fuera rescatar al Crouch de lo que pudiera pasar en la Potter Black.

 

@ Hessenordwood Crouch

Editado por Darla Potter Black
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Terrenos de la PB. Con Sagitas

 

Tenía la sensación de que me ahogaba, y no sabía como salir de aquel agujero. Una voz en mi cabeza me decía que lo mejor era beber y olvidar, y otra me ordenaba escuchar a Sagitas, aunque me doliera, mientras que en realidad, estaba paralizado, sintiendo la mano de Sagitas en mi espalda.

Accidentes...la familia se había disgregado, en algún momento, sin darnos cuenta. Se habían marchado, algunos, para hacer su vida en otros lugares. Otros, simplemente, no sabíamos donde estaban. Y a pesar de eso, los que más cerca estábamos parecíamos los más lejanos.

 

Me atreví a mirar a Sagitas, intentando procesar todo lo que decía, intentando entenderla, con los ojos enrojecidos. No creía que me necesitaran, había llegado un punto en el que pensaba que la familia ya no me necesitaba... y mucho menos Sagitas. No? Estaba claro, dadas sus decisiones y sus amistades...verdad? Lo que intentaba pedirme no era fácil, tanto para bien como para mal.

 

- Que se supone que debo hacer? Perdonar a Helike sin más y hacer como si nada? Ignorar a Ithilion cuando me pida que le enseñe algo? Como se supone que voy a proteger o a enseñar a Elentari, no quiero que sufra... - callé un momento, tomando aire. - Y tu quieres que me quede a tu lado para...para seguir discutiendo? - no lo entendía. - No veo como podáis necesitarme, no...

 

Llevábamos mucho tiempo luchando juntos, codo con codo, defendiendo a la familia e intentando salvar a Ithilion de lo que le esperaba. Habíamos logrado alterar y cambiar eventos, cierto, pero esta vez parecíamos alcanzar un punto de no retorno. Esta vez no podíamos fallar, y yo iba a ciegas.

- No quiero pensar, no quiero...sentir. - dije. - No puedo dejar que te maten.... No quiero matar a Ithilion.

 

Sin darme cuenta, aflojé un poco la mano que sujetaba el vaso.

Editado por Matt Blackner

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Allá, en los jardines, el tiempo parecía ir muy lento. Entre que Matt se tomaba el tiempo para contestar, ensimismado en sus pensamientos que le hacían tanto daño como mis palabras, y que yo también repensaba bien lo que decía para medir mis palabras todo lo que pudiera, la conversación se había hecho eterna. No muy lejos, una silueta pareció pasar por la ventana de la biblioteca y miré de reojo, sin reconocer a la figura. Supuse que era Darla, pues recordaba que el elfo Harpo había dicho que estaba allá, reunida con alguien. No hice mucho caso, supongo que, en algún momento, aprovecharía para abordar a mi sobrina (?) para hablar con ella sobre temas de protección especial en el Ministerio.

Casi boto al sentir la voz de Matt, tanto tiempo había estado callado (¿o fue sensación mía?). ¿Hablaba de Heliké?

-- Bueno, pues...

Vale, sí, fue parca en palabras y no lo solucioné muy bien. ¿Qué si tenía que perdonar a su mujer? Yo la hubiera matado, aunque no podía; mi marido ya estaba muerto...

-- Hem... No, claro... No... Ignorar a Ithilion si... -- ¿sí o no? A ver, Sagitas, pon en claro tus ideas... -- No creo que debas de dejar de enseñarle cosas, pero... Tal vez... Más sencillas, no sé... -- "¡No sé, eso es lo que pasa, no sé, no lo sé, no sé qué hacer con todo ésto, necesito ayuda!" ¿Por qué creían que yo lo sabía todo. -- Hem... Sólo hay que vigilar que entienda el valor moral del uso de la magia, sus consecuencias, sus... Bueno, todo eso...

Sí, ahora no fue parca pero fui lerda en lo que expuse, sin decir nada en realidad. ¡Vaya ayuda estaba resultando!

-- A Elentari le pondremos las mejores ayas, ya verás como aprende mucho sin que te preocupes tanto. Sólo necesitas ayuda. -- Ayuda, eso es lo que yo necesitaba también y no sabía cómo pedirla. -- Elentari crecerá sin problemas, pero has de estar a su lado para darle el cariño de padre que necesita, que juegues con ella, que le leas cuentos, que le hagas sombras con la varita... Todo eso que necesita un hijo y que no podrás hacer si estás... bebido.

Vale, eso no lo había vivido él, ni yo tampoco, que había sido criada en un orfanato. ¡Demonios! ¿Qué clase de padres estábamos siendo los dos? Partíamos de intuiciones, de la nada de experiencia porque nosotros no lo habíamos tenido. Su siguiente comentario me dolió, otra vez, aunque tenía razón.

-- No quiero discutir más, creo que te necesito para que sepas ponerme freno y tú me necesitas para que te ayude a desmoronarte. -- ¿O tal vez sería al revés, o tal vez sería todo lo que yo necesitaba? -- No quiero más peleas, en serio. Tal vez si pusiéramos las ideas juntas podríamos dirigir de nuevo esta situación que nos confronta, Matt.

Sentí miedo, mucho miedo, cuando se le escapó la última frase, acompañado de un movimiento involuntario del vaso que bailó a un palmo del suelo, derramando algo de líquido sobre el césped. Pensé que aquellas gotas provocarían que la tierra dejara de ser fértil y que el césped crecería un poco amarillo en aquellos círculos, tragando saliva, en vez de pensar en lo que realmente era preocupante: "No puedo dejar que te maten.... No quiero matar a Ithilion".

-- ¿Qué... qué quieres decir...? ¿Cómo... qué...? ¿Matar a tu hermano...? ¿Cómo que tú...?

Palidecí y, en ese momento, deseé ser ese trozo de césped quemado por el alcohol del vaso.

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